La inteligencia que se narra.

Una defensa de la literatura en Fuck Data de Max Power

The intelligence that is narrated. A defense of literature in Max Power’s Fuck Data.

Alberto Serrano

Departamento de Filosofía - IES José Ballester Gozalvo, Valencia, España.

Reseña
Review

Correspondencia/Correspondence

Alberto Serrano Roig

alseroig80@gmail.com

Resumen

Max Power presenta Fuck Data, novela que aborda el problema de la esencia de lo humano en la época de la emergencia de la IA. Humor absurdo, ciencia ficción psicoanalítica y alegato de la literatura se unen en una obra que es un viaje por la búsqueda de la identidad humana y del propio estilo personal de cada uno. Una vez volvamos a escribir, podremos empezar a vivir.

Palabras clave: Literatura, Psicoanálisis, Inteligencia Artificial, Realidad (Virtual).

Abstract

Max Power presents Fuck Data, a novel that tackles the problem of the essence of the human in the age of the emergence of AI. Absurd humour, psychoanalytical science fiction and a plea for literature come together in a work that is a journey through the search for human identity and one’s own personal style. Once we start writing again, we can start living.

Keywords: Literature, Psychoanalysis, Artificial Intelligence, (Virtual) Reality.

cómo citar este trabajo / how to cite this paper

Serrano, A. (2023). La inteligencia que se narra. Una defensa de la literatura en Fuck Data de Max Power. Umática. Revista sobre Creación y Análisis de la Imagen, 6.

https://doi.org/10.24310/Umatica.2023.v5i6.17913

Power, M. (2023).
FUCK DATA.
Ed. Sonámbulos.

Fuck Data es un alegato en favor de la literatura en una época en la que la ideología preponderante hace que solo le demos valor al progreso técnico. Este progreso técnico lleva siendo criticado desde hace un siglo, pero estamos en el momento crucial en el que la IA ya está superando a lo humano y controlando su conciencia a través de la Red. En un tono que puede prestar servicio tanto a una distopía futurista como al mero presente, Fuck Data se convierte, al estilo de Solaris, en una historia de ciencia-ficción psicológica en el que el único modo de contrarrestar la idiotización colectiva y la pérdida de lo humano será nada menos que intentar que los replicantes que amenazan con desproveernos de nuestra dimensión mistérica, superen un complejo de Edipo tras duras sesiones psicoanalíticas, inoculándoles un ello freudiano y haciéndoles relatarse bajo premisas de narrativa derridiana, para así, si no mejorar lo humano, al menos recuperarlo. La paradoja al estilo japonés del koan es que solo lo humano podrá brotar del replicante y solo una tecnología freudiana y derridiana podrá salvarnos. Y solo podremos hacerlo si cada Homer Simpson reivindica su maxpowerismo, no solo como etiqueta, sino como gesto de autorrecuperación de lo humano.

Fuck Data de Max Power nos plantea la reflexión sobre el devenir civilizatorio en un mundo futurista muy cercano donde la cibernética y las IA, que ya ven el test de Turing como una broma, conviven estrecha y extrañamente con los humanos. Es un mundo post y transhumano en el que están desarrolladas las consabidas posiciones a favor y en contra de la inteligencia artificial y del desarrollo de ciborgs indiscernibles del humano. A esto se añade que se trata de un mundo apocalíptico de postverdad donde la información de la Red nunca se sabe si es cierta o no, con una Red informativa y una Contrarred contrainformativa donde nunca podemos saber quién está libre de querer ejercer, a fin de cuentas, un poder y un control sobre el mundo global. Este no poder saber vislumbrar lo real ni discernir entre lo verdadero o lo falso es la ironía fundamental de la Modernidad, que en el caso del libro afectará hasta a la propia identidad del sujeto. A pesar de estos tremendos temas, el libro tiene un estilo cómico, de desesperanza autoparódica y de absurdismo postmoderno. El absurdo y la paradoja del mundo hipertecnificado llegan al paroxismo cuando nadie puede llegar a saber si uno mismo es una IA (el clásico cerebro en la cubeta que aspira a salir de ella y comenzar a vivir).

El libro comienza con la explicación del koan japonés: Una paradoja consustancial que no busca ser resuelta analíticamente, sino abrazada como símbolo de la existencia alumbrada por el pensamiento humano. El misterio de la paradoja, que entraña lo que el ser humano es y lo que el ser humano proyecta sobre el mundo. Al mismo tiempo es una producción de metáforas, de poesía.

La obra es literatura que analiza en el relato biográfico de Max Power la creación de la identidad y el devenir histórico de la Modernidad. Nuestro periodo histórico, nacido hace cinco siglos, va de la mano de la construcción de máquinas, del mecanicismo postmetafísico y del positivismo del dato. Esa historia ha tenido reacciones humanistas, religiosas y románticas. Para salir de la dicotomía entre frío dato maquinal y religiosidad del alma, la obra apela a la literatura.

Hace unos 30 años, el filósofo Peter Sloterdijk empezó a analizar la Modernidad como la época de las progresivas humillaciones hacia el ser humano. Ya Freud comenzó con las tres humillaciones clásicas de la ciencia moderna: Copérnico y nuestro desplazamiento del centro, Darwin y nuestro origen simiesco y el propio psicoanálisis, donde nuestra conciencia no está gobernada por nosotros, sino por otro, un ello inconsciente que nos domina sin saberlo. Estas tres humillaciones fueron seguidas por G. Vollmer: la etología y las cuestiones evolutivas que no solo afectan a lo físico, sino también a nuestro comportamiento, no libremente decidido, sino producido por una ley que nos supera como especie, o la genética, que empezó a hablar de que por mucho que nos auto-pensemos en término altruistas, no hay más que un gen egoísta. A esta lista, Sloterdijk (2000) iba transcribiendo y añadiendo otras vejaciones a nuestro narcisismo como la ecología, que nos supera sin comprenderla ni poder dominarla, el avance en neurobiología, la cibernética y los ordenadores con una inteligencia artificial, que es una realidad inscrita en nuestro día a día, indiscernible del humano.

Cuando este autor habla del posthumanismo, no se refiere solo al transhumanismo cibernético, sino a que ya el humanismo, como posición herida en su narcisismo que busca apelar a una metafísica humana donde reside una dignidad que está siendo arrebatada por las máquinas, está ya acabado. Considera que, antropológicamente, somos un animal surrealista que siempre ha tenido el impulso de ir más allá de sí mismo —lo que denomina ‘antropotécnica’—, y que ese impulso sería aquello esencial —si buscamos esencias— que nos ha llevado a este lugar sin retorno donde lo mejor sería empezar a prepararnos para una matrimonio con las máquinas. Esto enlazaría con aquellos idilios de Andy Warhol con su videocassette: como antropotécnicos, es decir, como auto-productores de nosotros mismos, estamos obligados a enfrentar esa tarea titánica de orientar y acompasar nuestra civilización a nuestro surrealismo consustancial de cada época.

La civilización ha consistido en la producción y mejora del ser humano por el propio ser humano. Ahora que nos hemos embarcados en un matrimonio con nuestros iguales, las máquinas, debemos establecer con ellas relaciones amistosas, incluso chamánicas y poéticas para continuar creando civilización con ellas. El cómo hacerlo sin que el matrimonio devenga en esa sospechada catástrofe civilizatoria constituye el reto del pensamiento humano hoy en día. Catástrofe que siempre ha acechado en su propia auto-creación, la religiosa, la feudal, la cínico-ilustrada y la post-humana actual. En definitiva, el humanismo debe abrazar a la máquina, ya que el salto atrás, simplemente es inviable.

Quizá ese sea un nuevo koan: el humanismo cibernético.

El libro mantiene la tesis de que el replicante nunca podrá ser un humano ya que no es más que un compendio de datos al modo positivista y no tiene libre albedrío. Todo su campo de decibilidad está constreñido por los parámetros del dato. Esta manera de replicar al humano se basa en la teoría de que el ser humano no es más que eso: una máquina compleja que procesa datos y relaciones, y que tampoco tendría libre albedrío aunque pensase que sí. Los avances en neurobiología podrán hacer que, insertando datos a millones, creemos una réplica humana, ya que lo humano no es más que una máquina increíblemente compleja por la cantidad de inputs absorbidos en su compleja red neuronal. Estructuralmente no hay diferencia, que solo hallamos en el nivel de complejidad. En cuento la técnica esté en condiciones de replicar esa complejidad, replicará al humano.

El propio Max Power, autor del libro, considera que esa concepción del ser humano es errónea. La clave está en el ello freudiano. No somos meros datos en un engranaje ya maduro y dispuesto, o bien vacío de emociones que se llena. Somos un animal con apego, emocional, que debe pasar por ese trauma de ver brotar una identidad terrorífica en su desarrollo. En el momento freudiano en el que el niño capta que él no es el mundo y empieza a ver una diferencia entre él y su madre, entre él y las cosas, aparece el momento de la conciencia. Con Freud y Derrida, Max Power considera que la conciencia y la identidad personal solo pueden surgir del magma inconsciente y de los instintos del ello, y que a través del trauma de la individuación, sin lenguaje previo, irá apareciendo un relato en función de los recuerdos y de las interpretaciones que lo emocional hará de ellos, consiguiendo así que del ello brote un yo con su propia historia novelada. La máquina solo es lenguaje y dato. No se auto-relata, no tiene identidad, no interpreta sentidos desde lo inconsciente. Es o todo conciencia datada o nada de conciencia, pero nunca tendrá un inicio humano con trauma de identidad. La literatura se convierte por tanto en la base de lo humano. Sin relato y sin auto-ficción no hay identidad, humanidad. Desde esta concepción de lo humano, es imposible pensar una réplica.

Y esta conclusión es falsa en la novela, ya que la tecnología será capaz de implantar un ello en un engranaje neuronal cibernético y a partir de ahí, generar identidad. Por tanto, Max Power, el autor del libro, podría haberse figurado toda la teoría derridiana por meros inputs o bien podría ser una IA derridiana, con un ello humano implantado. Si no existe el alma clásica, ya no importa, el alma es ahora el ello. Y esa implantación del ello seguirá siendo la distopía de implantación de un alma en una máquina. Derrida y Freud implantados en el positivismo algorítmico. Justo las escuelas denostadas por la visión más mecanicista y materialista serán las encargadas de ayudar en la creación artificial de la más perfecta réplica de un ser humano.

La paradoja estriba en que si creamos seres humanos freudiano-relatantes, ya serán libres y tendrán su identidad, luego no serán ciborgs, IA alienada, podrán relatarse, ser incluso humanistas, no por auto-programación, sino por propia reflexión. El único modo de salvar lo humano, incluso implantándolo en sesos que flotan en líquidos vitales, será con la literatura y lo irracional inconsciente. Aquí ya da igual si uno es natural o artificial, pues según Max Power, tener una identidad es lo fundamental para desarrollar libre albedrío y no perder el norte civilizatorio en una alienación brutal. Humanos en contacto con IA y con una teoría que les hace entenderse como criaturas-maquinales, denostando lo humanístico y potenciando la ideología positivista, nos atrofia nuestras capacidades, modo de pensar y procesar y nos, allá vamos, convertirá en una masa zombi de Homers Simpsons idiotizados.

Del mismo modo que Homer ejecuta su acto heroico de inventar su identidad y convertirse en Max Power, lo único que nos sacará de la idiotización es no echar por tierra ese punto de vista y esa capacidad consustancial a nuestra creación de identidad: la narrativa.

De todos modos, el lector se ve obligado a tomar distancia y reflexionar sobre Max Power. ¿Acaso no es Max Power la gran imbecilidad infantil de Homer de autosuperarse en la autodenominación infantil con un nombre estúpido basado en la sonoridad de impacto superficial? La maestría de esta ambivalencia reside en que por un lado, es cierto que podemos seriamente considerar en términos freudianos la aparición de la identidad a partir del ello y que, con Derrida (1997), nuestra identidad se revela como fruto de un relato, de interpretaciones de nuestras más irracionales experiencias para llenar el vacío del ‘ser’ metafísico clásico. La literatura vital, el lenguaje y sus sentidos nos van configurando una autointerpretación de lo que somos y lo que es la realidad, y que estas teorías siempre serán resbaladizas al aplicarlas a una réplica dataísta de lo humano. Simplemente marca una diferencia ‘metafísica’, aunque igual en la práctica ni nos diferenciemos del ciborg. Pero por otro lado, buscar identidades, más allá de esta teoría, como meros sobrenombres, nicknames, nicho de fama en la insta-red, identidades nacionales, políticas, religiosas, personales, ¿no será la parte de burla cínica contra la homerización que sigue siendo la maxpowerización de cada uno de nosotros?

Referencias

Power, M. (2023). FUCK DATA. Ed. Sonambulos.

Derrida, J. (1997). «Carta a un amigo japonés», traducción de Cristina de Peretti en El tiempo de una tesis: Deconstrucción e implicaciones conceptuales, Proyecto A Ediciones, Barcelona, 23-27.

Derrida, J. (1986). «Jaques Derrida: leer lo ilegible», entrevista con Carmen González-Marín en Revista de Occidente, 62-63. 160-182.

Sloterdijk, P (2000). «La vexation par les machines» en Essai d’intoxication volontaire: Suivi de L’heure du crime et le temps de l’oeuvre d’art, Ed. Calmann-Lévy, 41-81. Edición original: Nicht gerettet. Versuche nach Heidegger, Surkam Verlag, 2000.

Tarkovski, A. (dir) (1972). Solaris [película]. Mosfilm.