Ignacio López & Isabel Tejeda
Universidad de Granada
Bajo el título “Espacio público y tejido social: arte colaborativo en tiempos de crisis”, el equipo editorial de “Umática, Revista sobre creación y análisis de la imagen” y el proyecto de Investigación “El barrio como escenario de pedagogías críticas y arte colaborativo”(PGC2018-094351-B-C42), del Ministerio de Economía y Competitividad, presentan un conjunto de aportaciones críticas que revisan las claves teóricas, metodológicas y prácticas asociadas al empuje que desde el impacto de la crisis de 2008 han recibido aquellas políticas participativas o colaborativas en la gestión y en la creación artística vinculadas al barrio como contexto específico. La aportación de la portada del número por parte de Rogelio López-Cuenca supone, más allá del honor con el que los responsables de esta edición la reciben, toda una declaración de intenciones sobre el horizonte al que aspiran las revisiones mencionadas. La imagen se corresponde con la instalación Mapa de Valencia (2015)1. Una instalación que documenta el trabajo del colectivo implicado en el taller No/W/Here, coordinado por López-Cuenca y con la colaboración del IVAM y de la UPV2, y que da cuenta de un cambio de paradigma en el que el impacto de la intervención artística se vislumbra en aquellos lugares que nuestro entorno capitalizado deja al descubierto.
Con un amplio recorrido durante las últimas décadas, los esquemas de trabajo colectivo que han definido estas apuestas de intervención perfilan hoy más que nunca, en plena crisis sanitaria y económica producida por el COVID-19, nuestras posibilidades de respuesta artística o cultural. La crisis sanitaria del COVID19, y sus implicaciones domésticas, sociales y económicas generan, si cabe, un reto mayor: repensar nuestras actuaciones sin salir de casa, plantearlas para escenarios virtuales, o planificarlas para pequeños grupos de población en un momento en el que el arte y la cultura han puesto en evidencia su necesidad y que sus fórmulas de producción, consumo e interacción, pueden ser una tabla de salvación o un alivio para los momentos difíciles que hemos vivido y para los que sin duda vendrían. Es en este sentido paradigmático el texto que presentan Eva Santos Sánchez Guzmán, Eva María Mesas y Ana Pérez Hernández, en el que evalúan los resultados de la acción artística que, desde la participación, convirtió el arte de “vestir los balcones” en una forma de relación absolutamente necesaria durante el confinamiento. Y es que determinadas inercias potenciadas por la situación de alarma en la que aún vivimos, como el poder de los encuentros digitales, requieren igual que acciones que las contrarresten, como la propuesta de Santos, Mesas y Pérez, apuestas críticas que nos capaciten para entenderlas y gestionarlas. Gabriel Martínez y Sonia Díaz proponen un ensayo visual en el que visibilizan la redundancia digital que los entornos de redes generan, defendiendo una ralentización que amortigüe el impacto evidente del consabido dictum de McLuhan, abriendo la posibilidad de espacios para la acción política colectiva.
Especialmente tras el impacto de la crisis de 2008, desde distintos lugares surgieron demandas de replanteamiento de la relación entre el arte que se produce y las audiencias a las que se dirige, desde modelos de gestión cultural a esquemas de prácticas artísticas preocupadas por el entorno que las acoge. Desde entonces el debate se ha enfocado en la relación contextual de la cultura o del arte desde una perspectiva social, dejando a un lado la atención exclusiva que el binomio cultura-economía recibía en modelos de gestión previos. Esa perspectiva social y colaborativa es patente en el dossier que presentan Javier Bermúdez, Laura Ruiz, Antonio Collados, Enrique Res, Saoia Olmo Alonso y Juan Canela. Pese a que el replanteamiento de relación entre el arte y sus audiencias se ha aplicado en muchas ocasiones, antes que como un plan programado y puesto en práctica de forma paulatina, como una forma de respuesta necesaria ante la propia escasez de medios producida por contextos de crisis, su presencia continuada a lo largo de este tiempo y las fricciones producidas en su relación con modelos de gestión y creación tradicionales parecen indicar un cambio de paradigma consolidado como demuestran las distintas aportaciones que aquí se presentan. A 15 minutos de los Asperones, un proyecto artístico de Eugenio y María Rivas Herencia analizado críticamente por sus autores en este número, es prueba evidente de esa consolidación, convirtiendo la acción poética colectiva y el documental en un poderoso instrumento de resistencia contra el devastador modelo de aislamiento de la ciudadanía que la especulación capitalizada del territorio ha impuesto. La consolidación de ese cambio de paradigma permite, como en la revisión que Antonio Ruiz Montesinos hace, poner en valor apropiaciones como la que Diego Santos, Juan Antonio Ramírez y Carlos Canal hicieron para la Costa del Sol en el 86 del viaje de Venturi, Brown e Izenour a las Vegas en el 68, convirtiendo la mirada del road trip en un incisivo instrumento de análisis paisajístico, cultural e identitario.
Ya la crisis de 2008 había evidenciado la incapacidad de muchos museos y centros de arte para repensarse, pero, a su vez, con el empuje de las urgentes demandas de transparencia de una ciudadanía indignada, llevó a algunos de ellos a iniciar un proceso inédito de captación de nuevos públicos y visibilización de sus actividades. La situación permitió además que su mirada se dirigiera hacia el barrio que los acogía, con gente que no sólo entraba físicamente en la institución sino que mantenía una participación e intercomunicación activas. Así, los modelos de práctica artística colaborativa que ya habían sido puestos en marcha, junto a una sociedad cada vez más consciente de que el arte y la cultura les pertenecía, convirtieron la producción artística en un asunto colectivo que implicaba a la pedagogía como un aliado necesario. Natalia Juan, Jesús Pedro Lorente y María Luisa Grau eligen como paradigma de esta relación de lo público con lo colectivo, en su doble acepción colaborativa y participativa, la ciudad de Nantes y las políticas de arte público que se han desarrollado en las últimas décadas. Y allí donde Juan, Lorente y Grau sitúan su argumentación en una perspectiva de análisis historiográfico frente a un modelo de intervención pública consolidado en las políticas oficiales de nuestros entornos occidentales, Anna Klimczak revisa y contextualiza sus proyectos artísticos en un contexto polaco en el que la religión sigue complicando lo político, forzando una interrelación entre acción artística y acción social en la que sitúa la lógica de sus producciones.
A día de hoy podemos afirmar que, bajo el ideal de las pedagogías críticas o radicales, el arte aparece más que nunca como un proceso de aprendizaje y negociación colectivo y responsable, cuyo horizonte antes que en el desarrollo individual de la persona se sitúa en el cambio social propiamente dicho. El proyecto “Hablar y actuar. Arte, activismo en las americas” acogido por The School of the Art Institude of Chicago, trató en 2018 de responder a este reto desde el impulso de lo decolonial, y en nuestro número se convierte en caso de estudio privilegiado para el exhaustivo y rico análisis que ofrece Almudena Caso. Los esquemas de trabajo decoloniales que regularon el proyecto del Art Institute of Chicago analizado por Caso, intervienen en la evaluación que la artista Letízia Larín hace de su colaboración artística con una artesana Guaraní-Ñandéva, constatando el potencial que la cultura agrícola familiar de las comunidades indígenas que acogen a la artista de Sao Paolo como mecanismo de resistencia anti-global.
Finalmente, merecen atención un grupo de aportaciones que, aunque no directamente vinculadas a la temática propuesta para este monográfico, enriquecen el conjunto, siendo reseñables ejemplos del rigor y la novedad que Umática establece como aspiración principal de sus ambiciones científicas. Desde el ámbito de la reflexión estética, Gastón Giribet y Jordi Claramonte dirigen nuestra mirada hacia ámbitos disciplinares que no sólo corrigen enfoques improductivos, sino que amplían las lógicas establecidas en nuestra relación con el arte. En el caso de Giribet, justificando el lugar de lo invisible como objeto de atención artística a partir de avances en el campo de la astrofísica, y en el de Claramonte, a partir de la aplicación de modelizaciones de las teorías de la complejidad y de la auto-organización a los campos del arte y de la Estética. Más vinculados a prácticas artísticas particulares, destacan la revisión de la aportación al ámbito de la práctica artística conceptual del artista mejicano Pedro José Pradillo, realizada por José Miguel Muñoz Jiménez, el ensayo visual de Jesús Marín-Clavijo “Espacios disponibles I”, una re-eleboración irónica actualizada de la ruina romántica a partir de intervenciones fotoluminscentes en espacios abandonados, o el grupo de entrevistas en torno a la relación entre creación y medioambiente que María Antonia Blanco-Arroyo realizó en 2018 a los fotógrafos
Richard Misrach, Peter Goin y Jack Fulton en Berkeley, California.
Notas
1. Rogelio López C., Mapa de Valencia (2015). Fotografía de la Instalación/versión de 2019 en el MNCARS (Madrid). | © Rogelio López Cuenca.
2. Colaboran en el proyecto el equipo del taller No/W/Here Valencia (IVAM
y Facultad de BBAA de la UPV, Valencia 2015): Judith Álvarez García,
María Aucejo, Silvia García, Luis Lisbona, Neus Lozano-Sanfélix, Raúl
Ortega Moral, Mª Jesús Parada, Raquel Planas, Maritxel Quevedo, Chiara
Sgaramella, Natividad Soriano, Vanesa Valero y María Vidagany-Murgí. | Edición vídeo: Elo Vega.