Vestir los balcones

Una propuesta de arte participativo durante el confinamiento

Dressing up the Balconies: A Participatory Art Proposal during Lockdown.

Eva Santos Sánchez-Guzmán

Eva C. Mesas Escobar

Ana Pérez Hernández

Universidad de Murcia, Murcia, España.

Resumen

En el presente escrito contextualizamos y describimos el proyecto artístico Vestir los balcones desarrollado durante los días de confinamiento. Para ello, analizamos en primer lugar el significado de los espacios expositivos que acogen nuestro trabajo: los balcones y ventanas, revisando, así mismo, diversas acciones llevadas a cabo desde estos lugares. Seguimos razonando por qué la propuesta se abordó con el enfoque del arte participativo y estudiamos la aportación de la artesanía a esta actividad. Concluimos entendiendo este proyecto como un trabajo de colaboración ciudadana que se convirtió en una forma de relación desde lo artístico. Cada una de las creaciones era un nudo de una red que permitía seguir creando juntos para lanzar un mensaje de acogida y reconocimiento a quienes nos cuidaban.

Palabras Clave: Arte participativo, balcón, confinamiento, manualidades.

Abstract

In the following text, we describe and contextualise the art project Dressing up the Balconies, a work developed during the early days of lockdown. To that end, we analyse firstly the meaning of the exhibition spaces that shelter our project: windows and balconies. We continue by reasoning why this proposal was tackled with the approach of participatory art, and examine the contribution of handicrafts to this activity. We conclude by recognising this project as a work based on citizen’s collaboration that became a way of relating to each other by means of art. Each and every creation was a node in the net that permitted us to keep making art together, and send a greeting with our embrace and appreciation to those who were looking after us.

Keywords: Participatory art, balcony, lockdown, handicrafts.

Summary – Sumario

1. Introducción

2. Metodología

3. La magia de los balcones

4. Arte colaborativo, no hegemónico y artesanal

5. Vestir los balcones

6. Conclusiones

cómo citar este trabajo / how to cite this paper

Santos, E., Mesas, E., & Pérez, A. (2020). Vestir los balcones. Una propuesta de arte participativo durante el confinamiento. Umática. Revista sobre Creación y Análisis de la Imagen, 3.

https://doi.org/10.24310/Umatica.2020.v2i3.11183

Artículo original
Original Article

Correspondencia/Correspondence

Eva Santos
Sánchez-Guzmán
evasanto@um.es

Financiación/Fundings

Proyecto de investigación “El barrio como escenario de pedagogías críticas y arte colaborativo”. Ministerio de Ciencia, innovación y universidades. Universidad de Murcia. PGC2018-094351_b_C42

Received: 13.10.2020

Accepted: 29.12.2020

1. Introducción

El 14 de marzo de 2020 el Gobierno de España aprobó declarar el estado de alarma en todo el territorio nacional para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por el coronavirus COVID-19 en España; ese estado se prorrogó hasta el día 21 de junio. En ese tiempo quedamos confinados.

El confinamiento ha traído un nuevo modo de vivir los espacios. Hemos vuelto la mirada a nuestras casas. Aquellos que las teníamos, las hemos podido sentir como jaulas o como refugio, como protección de un mal que acecha nuestra salud y la de nuestros seres queridos, compañeros de trabajo o compañeros de vida que, a su vez, se vuelven una fuente de amenaza. Nuestra sociedad bien avenida del primer mundo no está acostumbrada a sentir tan vulnerable la vida. Sentíamos la necesidad de protegernos de y de estar aislados para proteger a los demás. Confinados en nuestros hogares, aislados en nuestras residencias sin poder ver a nuestras familias, solos en los hospitales, sobrellevando el dolor o el miedo. Recogidos de nuestro deambular en un albergue, sintiéndonos a la vez amenaza y amenazados, protectores y protegidos. En casa y en la calle, presentes en el hospital, en un servicio público, en el supermercado o farmacia, en una residencia... realizando una labor en beneficio común, poniendo nuestra vida al servicio y por el bienestar y la salud de los demás. Un sin fin de realidades distintas pero cargadas en mayor o menor medida de esos sentimientos: soledad, preocupación y miedo.

El mismo 14 de marzo de 2020 los ciudadanos y ciudadanas de todos los rincones de España ofrecieron el primer homenaje a médicos, enfermeros, auxiliares, celadores y personal sanitario mediante un cálido aplauso desde sus balcones a las 10 de la noche, según se había acordado por las redes sociales. Este emotivo aplauso se repitió cada tarde, adelantándose a las 20 horas con el fin de que los más pequeños pudiesen participar en él y ampliando su homenaje a todas las personas de los servicios esenciales que cada día trabajaban para que no fallase lo más básico: la sanidad, la alimentación, la limpieza y la seguridad.

En esos días propusimos una creación colectiva de arte público: Vestir los balcones. Dos eran los objetivos que la justificaban. Por un lado, arropar a las personas que nos estaban cuidando mientras permanecíamos confinados ofreciéndoles nuestro apoyo y la conciencia de nuestra presencia; por otro, facilitar una actividad que pudiese conectarnos desde la creatividad compartida.

A partir de este proyecto artístico hemos configurado el presente texto para entender cómo el arte participativo pudo colaborar en crear una red entre personas que se hallaban confinadas y analizar los impactos que tuvo la acción creativa participativa en los distintos colectivos que fueron invitados.

2. Metodología

Recurrimos a la Investigación basada en las artes (IBA) para analizar el proyecto. Este método reconoce los procesos artísticos y sus resultados como aportaciones al conocimiento y permite descubrir otras maneras de mirar, experimentar y representar. Somos conscientes de la existencia de fenómenos, como las relaciones sociales, por un lado, o las inquietudes, las reflexiones de la propia experiencia o las expresiones personales, por otro, que pueden ser estudiados a través de las dinámicas de los procesos creativos. La IBA se fija en estos procesos y en las imágenes que emergen de ellos (MacNiff, 1998) para acceder al conocimiento y comprensión de dichos fenómenos. Es imprescindible hacer alusión a la observación participante, subjetiva y reflexiva ante la práctica artística colaborativa que vamos a analizar.

En consecuencia, en este proceso presentamos la propia estrategia creada para configurar el proyecto; es decir el surgimiento de la idea y su desarrollo, la invitación a la participación, el registro de las aportaciones recibidas, la difusión del avance de la propuesta… desde la observación participante, la contextualización y la empatía. Por otro lado, nos han interesado ciertos aspectos paralelos al proyecto. En este sentido, hemos puesto la atención en actividades creativas que, como era lógico, surgieron con intenciones similares durante los primeros días de la pandemia en Europa, y que amplificaron por otros territorios la magia de los balcones. Queremos señalar, por último, que las conclusiones que cierran el artículo o las que se dirimen en el mismo texto, las asumimos como puntos de reflexión, o como posibles puntos de inflexión hacia otras alternativas de pensamiento y análisis.

3. La magia de los balcones

El balcón, en sí mismo, es un hueco abierto entre el hogar y el mundo y, tal como lo es la ventana, imprescindible. Desde ambos observamos la calle, sus viandantes, coches y sucesos del día a día. Por ellos ventilamos las estancias. El balcón es un pequeño lugar de ocio que naturaliza el hogar. Con suerte creamos en él un pequeño ecosistema vivo que suaviza la artificialidad de las ciudades. Asomarse a la ventana es un acto profundamente ambiguo. Nos mostramos y vemos el entorno desde nuestra más absoluta fisicidad, pero en ocasiones, podemos a la vez ensimismarnos.

Son espacios en que lo doméstico se abre al mundo pero también son espacios públicos, religiosos o políticos. Así, los ayuntamientos engalanan sus fachadas para pregonar las fiestas; el Papa ofrece sus homilías desde el balcón central de la Basílica de San Pedro; Hitler hizo construir un palco de madera en la fachada del ayuntamiento de Viena, que posteriormente se convirtió en un balcón de piedra para inmortalizar el acto en el que el dictador anunciaba la anexión de Austria por la Alemania nazi, curiosamente el 15 de marzo de 1938; Eva Perón anuncia, desde la terraza de la sede de la confederación nacional, la conquista del voto femenino. El presidente de la Generalitat Quim Torra es condenado por desobediencia ante su negativa de retirar el lazo amarillo, símbolo de libertad para los presos políticos independentistas, del balcón del edificio de la Generalitat durante la campaña electoral de 2019. Trump es retratado desde el balcón de su casa residencial desafiando al virus en un acto de supremacía en el que intenta convencer a sus conciudadanos de que no teman al coronavirus. En definitiva, son diversas las imágenes de presidentes, monarcas o dictadores que representan actos simbólicos desde el balcón.

El acto de vestir o adornar las fachadas, balcones y ventanas al paso de las procesiones es tradición de algunas localidades españolas. Un ejemplo son los exornos en las procesiones del Corpus Christi en Granada. La concejala de cultura de esta ciudad andaluza en 2018, María Leyva, agradecía a sus ciudadanos la “labor y compromiso con lo mejor de nuestras tradiciones festivas porque gracias a este trabajo desinteresado y constante, embellecéis nuestras calles y permitís que el legado de costumbres y tradiciones locales siga vivo y permanezca en el tiempo” (Redacción AG, 2018, párr, 2).

En la Marina Alta alicantina esta tradición popular ha derivado en la convocatoria Art al vent del municipio de Gata de Gorgos. Desde 2003, durante el estío, este lugar se transforma en un museo cuyas balconadas acogen una exposición internacional de arte textil en la que cada creación mantiene la misma medida que las colchas que las mujeres mostraban en los días de fiesta. Josep Pedrós, coordinador del evento, destaca que participan un alto porcentaje de mujeres artistas y que, junto a los temas tradicionales, muchas de las obras aluden al empoderamiento de las mujeres o a la denuncia de la violencia de género (2020). Otros referentes de arte contemporáneo en los balcones serían la Bienal de Balconadas de Betanzos (A Coruña), A les balconades del barrio valenciano de Russafa, así como Les Balconades de Altea (Alicante).

Ante esto, no es de extrañar que el balcón se convirtiera, durante los días de confinamiento, en una plataforma desde la que enviar nuestros discursos particulares. Los balcones y ventanas de los hogares se convirtieron en un lugar de encuentro vecinal, se transformaron en prácticamente el único espacio relacional en el que las personas salían para verse cara a cara con sus vecinos, aplaudir juntos y compartir agradecimientos. La música, como el popular Resistiré o el himno nacional, comenzaba a escucharse tras los aplausos. Los conciertos en directo orquestados desde los balcones eran grabados y se convertían en virales en las redes sociales. Entre ellos los de la soprano barcelonesa Begoña Alberdi que interpretó cada día, a partir de las ocho de la tarde, alguna de las arias de su repertorio para amenizar a sus vecinos o el tándem que improvisadamente formaron el tenor Óscar Martos con su vecina María al piano acompañando a los habitantes de la sevillana Plaza de Pilatos.

Se sucedían juegos comunitarios y un sin fin de arco iris adornaban el lema “Todo va a salir bien” colgados especialmente en las fachadas de hogares en los que habitaban niños y niñas. El arco iris comenzó a utilizarse como símbolo de paz en 1961. Sería el filósofo Capitini, defensor de la no violencia, de un socialismo que conquiste el poder de todos y de la democracia directa (Sagnela, 2019, pp 221), quien organizó la Conferencia internacional ese mismo año desde la que surgió una iniciativa de marcha entre Perugia y Asís en oposición a la explotación, al racismo de los totalitarismos europeos y en defensa de la paz. Es durante esos días de marcha pacífica cuando un sinfín de banderas con los colores del arco iris aparecieron junto a la palabra “pace” en balcones, tanto públicos como particulares de ambas ciudades. Estas banderas multicolores son recurrentes emblemas de manifestación pacífica en el pueblo italiano. No es de extrañar, por tanto, que durante el confinamiento fuera de nuevo la ciudadanía italiana la que comenzase a lanzar un mensaje de libertad, apoyada en toda la simbología que esta ilusión óptica nos ofrece durante las tormentas. Y de nuevo, ahora recuperando su forma, el arco iris fue dibujado por cientos de niños y niñas italianas y españolas con un mensaje de optimismo y superación.

Las acciones anteriores podrían ser consideradas como acciones que surgen de modo espontáneo ante sentimientos comunes; sin embargo, también se dieron otras iniciativas de carácter participativo más dirigidas y organizadas. Tal es el caso del proyecto Microrrelatos del coronavirus, surgido en el grupo de investigación El barrio como escenario de pedagogías críticas y arte colaborativo, en colaboración con la Asociación de vecinos de Vistabella y el AMPA del CEIP Vistabella (Murcia). La convocatoria se dirigía hacia los vecinos y vecinas del barrio, pero la invitación se extendió a otros lugares de la ciudad. Así se fueron recogiendo tanto relatos que serían ilustrados de modo colaborativo por ilustradores, como cuentos ilustrados ya por los autores y autoras. Unos y otros se proyectaban al anochecer en las fachadas del barrio cerrando el homenaje al personal de los servicios esenciales. Su difusión también se dio a través de su página de wordpress en: https:/microrrelatoscoronavirus.wordpress.com

Además podemos citar otras convocatorias surgidas por todo el país como la denominada: #SalgamosAdelanteConArte, lanzada por la Asociación de profesores de dibujo de la Comunidad Valenciana, que invitaba a construir un corazón verde con materiales cotidianos y compartir las fotografías en las redes sociales el día 27 de marzo. Así mismo, la ciudadanía se volcó también con la iniciativa #PHEdesdemibalcón promovida por PHotoESPAÑA, que recogió relatos fotográficos creados durante el confinamiento. Los organizadores conscientes del papel que balcones y ventanas están jugando en estos días de cuarentena hicieron una llamada a la creatividad recordando, en la web del evento, que estos elementos arquitectónicos han sido motivos habituales en las representaciones artísticas desde el Renacimiento a la actualidad (PHotoESPAÑA, 2020). La convocatoria se ha materializado con exposiciones al aire libre por varias ciudades españolas para las que se han seleccionado a una cincuentena de esos fotógrafos y fotógrafas del confinamiento.

Por último, recogemos el proyecto que convocó a artistas residentes en el barrio berlinés de Prenzlauer Berg para participar en la instalación denominada Die Balkone (Vida, arte, pandemia y proximidad), en la que más de cincuenta creadores aceptaron la invitación abierta de Övül Ö. Durmusoglu, profesor invitado en la Universidad de las Artes de Berlín, y Joanna Warsza, curadora y ex directora de Public Art Munich. La exhibición se mantuvo tan solo un par de días, en los que los artistas mostraron diferentes obras de arte en sus balcones y ventanas aprovechando el espacio intermedio entre la vida privada y la pública. De esta manera la calle se transformaba por unos días en una suerte de galería de arte pública. La convocatoria buscaba, al mismo tiempo, una reflexión en torno al propio barrio de Prenzlauer Berg, un barrio gentrificado que, sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial y antes de su restauración, fue el paraíso de los artistas que con su actividad hacían del barrio un lugar crítico de resistencia contra la República Democrática Alemana (Smith, 2020). De esta convocatoria surgieron espectaculares obras, como la de Raul Walch en la que unas extrañas cometas incitaban a volar más allá de la tierra, y otras que discretamente invitaban a los transeúntes a participar, como el hilo lleno de cuentas, a modo de ábaco, que la artista Salwa Aleryani colgó en el alféizar de la ventana para reflexionar en cómo ese contar las cuentas nos ha hecho vivir experiencias compartidas durante el aprendizaje -y el juego- infantil (Smith, 2020).

4. Arte colaborativo, no hegemónico y artesanal

Al mismo tiempo que brotaban iniciativas vecinales, tanto críticos, gestores de arte, pensadores –y nosotras mismas– se cuestionaban si la pandemia cambiaría nuestro comportamiento social, económico, político, en definitiva, nuestro modo de vida. Manuel Borja-Villel, director del Centro de Arte Reina Sofía, comentaba para La Vanguardia que esta nueva pandemia “evidencia la necesidad de nuevas formas de gobernanza y de una economía no extractiva, la urgencia de trabajar colaborativamente y de romper barreras” (García, 2020). En su reflexión ante esa magia de los balcones Borja-Villel retoma el término extimidad del psiquiatra francés Jacques Lacan para rescatarlo como un concepto en su sentido más positivo y más allá de una exteriorización de algo interno. Según Miller, para Lacan la extimidad se ocupa, entre otros aspectos, del “principio de los afectos, de lo que sacude y afecta al sujeto” (2010: 26). La complejidad del término nos lleva a aclarar, de nuevo apoyándonos en las explicaciones de Miller, que ante él no debemos pensar que lo externo y lo interno -afuera y adentro- funcionan en base a una complementariedad, sino que hay un “afuera en el interior” (2010: 31). Así, Borja-Villel nos propone “actuar y crear en lo común, desde los afectos y con formas cooperativas” (En García, 2020; párr.4). Compartimos con él que el confinamiento, como experiencia colectiva ha de traer en paralelo soluciones colectivas. Así, en lo referente a las prácticas artísticas, sería necesario continuar actualizando los métodos de creación hacia prácticas más participativas (En García, 2020). Pensemos que ese fuero interno de la extimidad favorece las relaciones que se establecen en estas prácticas colectivas.

Según esto, nos centramos en aquellos haceres colaborativos como nuevas formas de creación que tímidamente van tomando el espacio del arte contemporáneo, de la cultura y de la educación. Modos de hacer que nacieron como propuestas democráticas de creación donde se deshacían los roles de espectador y artista. En estas producciones, los participantes tienen la posibilidad de rescatar su identidad y dejar paso, así mismo, a encontrarse con la del otro, estableciéndose diálogos constructivos. En este sentido, consideramos muy apropiado mencionar las teorías del arte relacional planteadas por Bourriaud para entender el arte actual “gracias a la noción de producción de relaciones ajenas al campo del arte” (2006, p. 29).

Desde estas consideraciones y apoyándonos en la concepción de Claudia Lia Bang, las prácticas artísticas participativas deben inclinarse hacia los elementos originarios o embrionarios, que se relacionan con el arte popular o la artesanía. (2013:12) Ante esto, debemos recordar que en las sociedades primitivas los productos artesanales pertenecían a una concepción cosmológica del universo y funcionaban como productos que reflejaban sus modos de hacer y de adaptación. El desarrollo de la tecnología, la presión del mercado y los cambios socioculturales llevan a cabo una transformación de las artesanías que las insertan en la concepción mercantil de la sociedad capitalista. Por ello, hoy podemos encontrar una artesanía identitaria -referida a la primera- y una artesanía para turistas en la que la adaptación se produce hacia los modos y gustos del otro -la de la sociedad de consumo- (Méndez, 1995). En paralelo, se produce una inquietante proliferación de “kits de manualidades” que se apoyan en la necesidad humana, cada vez más reconocida, hacia el acto creativo.

Hallamos en estos vínculos artesanales un campo de reflexión cercano al que lanzaron el colectivo educativo Pedagogías invisibles (2020): ¿podrían ser las manualidades más que un entretenimiento en estos tiempos de confinamiento?, cuestión a la que añadimos ¿cómo hacer de ellas una herramienta de reflexión crítica o de acompañamiento? Al margen de la necesidad del colectivo en aclarar que no podemos comparar la educación que se da en las escuelas con las “actividades que las familias desarrollan para que sus hijas pasen de la mejor manera posible el tiempo encerrados en casa” (Pedagogías invisibles, 2020; párr. 7), somos conscientes de que ambas circunstancias –la escuela y el hogar- abren la posibilidad para generar procesos identitarios y de reconocimiento e incorporación de nuestras vivencias. Por ello, vemos necesario que las artesanías, como herramienta más cercana al hogar y, tal como hemos señalado al origen, puedan ocupar un lugar importante en las acciones artísticas participativas, para que finalmente puedan ofrecer espacios para entender las realidades en la que estamos insertos y que no sea un arte limitado, únicamente, a la participación más cualificada.

Nos situamos en el momento de rescatar el viejo debate de las diferencias del arte hegemónico y el arte popular (artesanías o manualidades), que no dejan de ser instauradas por un sistema capitalista. El arte hegemónico es el refinado, el de las Bellas Artes, y pertenece por tanto a los entendidos, a los ricos, preferiblemente varones occidentales. Mientras que el arte popular, la artesanía, las manualidades o el art brut pertenece a los pobres, a los invisibles, a las mujeres y a los de afuera (outsiders). Sabemos que la distinción entre artes mayores y artes menores es una distinción generada desde los ideales interesados de unos pocos. Unos ideales que colocan el arte en un estatus jerárquico y exclusivo que el arte participativo, a través de propuestas como las que ofrecemos, pretende desmontar (Mesas, 2020).

A la riqueza de las relaciones que se establecen en el arte participativo, sumamos la extimidad como fenómeno de comportamiento que aúna lo común y el afecto, las manualidades, el rescate de un arte no hegemónico y la creación crítica para dar paso al proyecto que presentamos al amparo de la magia de los balcones.

5. Vestir los balcones

El grupo de investigación El barrio como escenario de pedagogías críticas y arte colaborativo se centra en la realización de acciones que fomenten las relaciones sociales y comunitarias a través de la creación artística. En estos tiempos de confinamiento vimos limitado nuestro trabajo por la dificultad que entrañaba plantear proyectos relacionales. Fueron largos días delante de las pantallas de móviles, tablets y ordenadores, que se convirtieron en ventanas virtuales desde donde los hogares se abrían a nuestros interlocutores. Entre las alternativas empezamos a barajar la idea de desplazar la creatividad a los balcones que, al fin y al cabo, eran los únicos lugares comunes para relacionarse cuerpo a cuerpo: un espacio privado que en esos días se convirtió en un espacio público. Fueron -y son- momentos de adaptabilidad y resilencia.

De esta manera surgió el proyecto Vestir los balcones como una respuesta al interés por reflexionar cómo el arte participativo puede ser una vía de relación ante una situación de confinamiento en el que las relaciones sociales se vieron repentinamente truncadas y las emociones de miedo y desesperanza sobrepasaba los hogares. La propuesta de vestir los balcones surgió en WhatsApp a través de una frenética correlación de mensajes que fueron configurando la idea de este proyecto participativo:

vestirlosbalcones para sentirnos arropados, para hacer de nuestras fachadas un gran lienzo de color. Anudar, coser o simplemente vestir nuestro balcón o ventana. #Vestirlosbalcones es un proyecto artístico comunitario del grupo de investigación “El barrio como escenario de pedagogías críticas y arte colaborativo” de la Universidad de Murcia. Comparte las fotografías de tu barrio en https://www.facebook.com/vestirlosbalcones/ o comparte tu foto en Instagram con el hashtag #vestirlosbalcones. ARROPEMOS A QUIENES NOS CUIDAN.

Era un hecho que los balcones y ventanas vibraban durante cinco o diez minutos alrededor de las ocho de la tarde. Parecía como si la vida se hubiese ahogado y pudiera respirar una vez al día durante, tan solo, unos minutos. Mientras los trabajadores esenciales ( principalmente personal sanitario, fuerzas de seguridad y personal de servicios de primera necesidad) se desplazaban solitariamente a sus lugares de trabajo cruzando calles vacías y silenciadas. Nosotras permanecíamos refugiadas en nuestros hogares, comunicándonos con el mundo a través de las pantallas higienizadas de las tablets o los móviles, adaptándonos a nuevas fórmulas de teletrabajo entre ansiedades y agitación. Ahí surgió la idea de arropar a los que nos cuidan, de ofrecerles, desde nuestros balcones, un camino mucho más vivo que mostrase la conciencia de una vida, la presencia de sus habitantes.

La propuesta del proyecto era propiciar la conexión y la empatía con las personas que nos cuidaban, alegrar el camino al trabajo de aquellos que continuaban su labor en las calles por el bien de todos, pero también ofrecer una actividad para el encierro que nos sirviera para manifestarnos, ser creativos y relacionarnos en un intento de comprender también lo que estaba sucediendo. La acción creaba una situación relacional en la que cada una de las aportaciones acompañaba a la otra. Lo relevante eran los actos de construir y de mostrar. Ambos se aliaron en un emotivo acto de resistencia, porque como hemos visto, los balcones se abren al mundo y así se produce la magia.

Para poder compartir las distintas manifestaciones artísticas personales que se unieron a esta iniciativa, se creó una página de Facebook (https://www.facebook.com/vestirlosbalcones) y una galería de instagram (https://instagram.com/p/B_739knjcXh/) en las que a través del Hastag: #vestirlosbalcones todo aquel que se sumó a nuestra propuesta, -familias, asociaciones, etc.- pudo enviar su creación fotografiada o sus vídeos del proceso, generando así una acción artística colectiva compuesta de más de cincuenta publicaciones, que fueron difundidas en ese balcón virtual en el que se convertían nuestras redes sociales, como metáfora de ese lugar abierto al mundo.

Cada uno de los balcones y ventanas decorados funcionaba como un producto altavoz. Este término, acuñado por Casacuberta, alude a la creación como “el producto que hará visible la presentación de la problemática o preocupación delante de la sociedad” (2011; 20). El altavoz transforma la energía eléctrica en sonidos que se amplifican para llegar más lejos, más alto y a más oyentes. En este caso, diversos son los mensajes que se transforman desde cada creación y que analizamos a continuación; si bien, la red eléctrica por la que se transmitían se tejía de apoyo y cercanía.

La respuesta de los contactos más cercanos se transformó en un entorno simbólico acogedor. La madre y la hermana de Eva Santos fueron las primeras en confeccionar una colección de corazones que adornaron las ventanas a cientos de kilómetros de ella (Fig. 1). Cuando los seres queridos se encuentran lejos la pandemia se vive con una incertidumbre ampliada por cada metro. Por ello, las imágenes recibidas reformularon su lectura en el habitar de la experiencia emocional. Crecía la obra poco a poco. Algunas amigas, de esas que de vez en cuando el whastapp acerca compitiendo con la distante vida que la cotidianeidad ha impuesto en las ciudades, aportaban sus balcones decorados de diversas confecciones que compartían en los grupos, arropándose entre ellas e iniciando de nuevo alguna conversación que actualizase las historias personales y animase los tiempos de confinamiento. El proyecto se inició, por tanto y principalmente de creaciones elaboradas por mujeres. Rosa Arenas (Fig.2) acompañó a sus imágenes con el siguiente texto:

Nuestro balcón se va vistiendo poco a poco y a veces se desviste cuando hay que cambiar de vestido. Se viste de días significativos y también se viste de “todos los días”. Pienso que gracias a vestir el balcón mis hijos y yo nos hacemos más cercanos a quienes no se pueden acercar. Saben que estamos y lo que expresamos con nuestros balcones. (https://www.facebook.com/vestirlosbalcones) e Vestirlosbalcones (@vestirlosbalcones) • Fotos y videos de Instagram.

Figura 1. Ventana de Mari Cruz Santos. Méntrida (Toledo) Fotografía de la autora. (Marzo, 2020)

Figura 2. Balcón de Rosa Arenas y sus hijos. Fotografía de la autora. (Marzo, 2020)

Posteriormente, Javi envió una colección de pajaritas de papel que representaban a cada uno de sus familiares, haciéndoles presentes desde la barandilla de su balcón y Justo (fig.3) nos envió su obra añadiendo las siguientes palabras:

Aprovechemos la oportunidad de configurar, con creatividad, esto es, con humanidad, no solo nuestros balcones como nos propone este bonito proyecto, sino la nueva normalidad que surja; hagámosla entre todas y todos mejor que la que teníamos. (https://www.facebook.com/vestirlosbalcones) y en Vestirlosbalcones (@vestirlosbalcones) • Fotos y videos de Instagram

Figura 3. Balcón de Justo Montoya. Fotografía del autor. (Abril, 2020)

Por otro lado, seamos conscientes de que en las zonas más empobrecidas la pandemia tensó mucho las situaciones. Familias numerosas hacinadas en pisos de escasos metros y en condiciones poco o nada confortables. Entre las muchas carencias, algunas muy básicas, también se puso en relieve más que nunca la brecha digital. Familias enteras compartían, con suerte, un teléfono móvil para todo lo que tuviera que ver con la comunicación exterior: estar en contacto con los servicios sociales para gestionar ayudas para sus necesidades básicas; mantener la comunicación con los maestros de la escuela y para poder realizar las tareas escolares varios hermanos; poder tener noticias y contacto con familiares y amistades… Familias que viven de la venta ambulante, del trabajo en el campo o de la limpieza y el cuidado de otras personas, que viven al día, se quedan repentinamente sin los escasos ingresos que reportaban sus precarios trabajos. Obviamente, en estas circunstancias, en las que no puedes pagar la luz y el agua, costear el wifi o tener un ordenador son lujos. Mientras la situación de confinamiento los transforma de necesarios a imprescindibles.

Teniendo presentes estas circunstancias en algunas zonas de la ciudad de Murcia, como es el caso de Barriomar, fue emocionante recibir unas fotografías enviadas por WhatsApp de unas hermanas que habían puesto mucho empeño y amor en decorar la ventana de su habitación, con el mensaje, que entre los más jóvenes se volvió un esfuerzo grande y especialmente heroico, de “Yo me quedo en casa” y con la esperanza, latente y explícita de que todo saldrá bien. Fueron las únicas que dispusieron de los materiales y sobre todo de la valentía y arrojo de participar en el proyecto Vestir los balcones, pese a que se difundió por WhatsApp, a muchas familias y personas que trabajaban por la promoción de las personas más vulnerables de este barrio. Ellas fueron un ejemplo de resiliencia para todas y todos en esos días. (Fig. 4 y 5).

Figuras 4 y 5. Ventana de Y. y S. Barriomar. Fotografía Y. y S. (Marzo, 2020)

También se unió a nuestra convocatoria la asociación ASSIDO (Asociación para el tratamiento de personas con síndrome de Down y otras discapacidades) de la Región de Murcia. Esta asociación surge en 1981 y, desde entonces, se ha centrado en el desarrollo integral de las personas con diversidad funcional. El desarrollo creativo y el arte fueron, desde sus orígenes, una de las líneas claves para el desarrollo de las personas a las que atendían. Comenzaron explorando el arte desde un enfoque rehabilitador y terapéutico, y más tarde llegaron a la convicción de que el arte constituía una faceta elemental para el desarrollo global de todos los seres humanos, y se esmeraron en la defensa de un arte inclusivo en el que todos tuviéramos lugar. Hoy en día, ASSIDO, cuenta con una compañía de danza vocacional (@asisomos) y un colectivo artístico (@inoutcolectivo), a través de los cuales realizan muestras de danza contemporánea y exposiciones artísticas anualmente.

Cuando nos confinaron los miembros de esta asociación estaban muy sensibilizados con el arte y participaban en la comunidad a través de diferentes proyectos artísticos de arte inclusivo. Se encontraban en un momento en que todos sus esfuerzos se dirigían hacia la consecución de la plena ciudadanía en todos los escenarios de la vida pública, donde el arte y la Cultura tienen un papel privilegiado. Cabe recordar que las personas con diversidad funcional, a lo largo de su historia común, han permanecido institucionalizadas y confinadas en instituciones y en sus hogares durante siglos. En nuestro país las personas con diversidad funcional fueron separadas hasta bien entrado el siglo XX, en un primer momento para proteger a la sociedad de aquellos y aquellas a los que consideraban diferentes, y más tarde bajo el discurso de que estas personas debían ser protegidas de la sociedad. Lo cierto es que el confinamiento supuso un nuevo encierro, pero esta vez para todos, un encierro global que no discriminaba entre amenaza ni amenazados ni se fundamentaba en las diferencias.

Más de la mitad de los usuarios del centro respondieron a esta propuesta de vestir sus balcones, y lo hicieron desde su deseo de estar en la ciudadanía, y de formar parte como ciudadanos, de esta ola de apoyo solidario. Pero también porque gran parte de su encierro lo pasaron creando, realizando manualidades y participando de los retos creativos, que les ayudaban a situarse, a entender y a formar parte de la realidad que estábamos viviendo. Pablo y su madre fueron los primeros en responder al reto, nos enviaron las fotografías de su ventana decorada (fig.6), pero también la enviaron a todos los compañeros y grupos de WhatsApp y familias de la asociación. Ellos estaban orgullosos de sus ventanas y querían compartirlas y pronto empezaron a recibir otras imágenes de balcones y ventanas vestidas de vuelta (fig.7).

Lo interesante, en este caso, fue que la mayoría de las personas que respondieron a esta propuesta no eran conscientes de que estaban participando en un proyecto artístico participativo, ni existía una voluntad directa de estar haciendo arte. Los balcones vestidos que se enviaban y se compartían en las redes sociales tenían, por encima de una finalidad artística, una función relacional y comunicadora, respondían a un “estoy bien” o a un “te echo de menos”. Eran imágenes que se compartían entre amigos, familiares y vecinos porque nos ayudaban a sentirnos cerca, cuidados y queridos y, además, permitían ser una cadena de apoyo para seguir motivándonos a quedarnos en casa y frenar la pandemia.

Por esta razón, somos conscientes que existen balcones que nunca recibimos y que, muchos otros, llegaron de rebote a la convocatoria #vestirlosbalcones. Lo cierto es que nuestra propuesta de arte participativo terminó teniendo sus propios fines. La finalidad que, como comunidad, necesitamos en uno de los momentos más duros que hemos vivido. Los balcones vestidos sirvieron para ayudarnos a comprender la nueva situación, para sentirnos en ella de una forma comprensible, para reflexionar e inventar una red de relaciones, así como para convocar al otro en la creación. Y es que, trayendo al texto, las palabras de López Fernández-Cao: “Crear es unir lo individual y lo común. Con la creación convocamos al otro. Contemplar una obra, por muy íntimo que haya sido el proceso, es participar de su intimidad. (…) De hecho cuando más íntimo (o cotidiano) es el proceso mayor capacidad de convocatoria supone” (2015:95).

Fig. 6. Ventana de Pablo y su madre. Fotografía de los autores de la ventana. (Marzo 2020).

Fig.7. Abraham ChaKrown, Ana Cristina Guillén, Carlos Martínez y María Tormo (usuarios de ASSIDO), posando junto a sus ventanas y balcones con los que participan en la convocatoria #vestirlosbalcones (Marzo 2020).

6. Conclusiones

Tras analizar algunos de los proyectos artísticos surgidos en el confinamiento, nos cuestionamos por qué la cultura fue una herramienta fundamental para establecer vínculos con los vecinos, para sentirnos más próximos a ellos o compartir espacios y tiempos despojados. ¿Podrían ser los símbolos culturales lo común compartido con el otro, eso externo que habita en nuestra intimidad y atañe a nuestros afectos?

Vestir los balcones se conformó de emotivas relaciones que daban sentido a cada una de las creaciones realizadas bajo la protección del hogar. El proyecto ofreció una radiología de lo que estaba sucediendo durante el confinamiento en la cotidianeidad del día a día. Las diversas realidades que se horneaban -entendiendo este hornear de un modo metafórico y real- en los hogares traspasaron los límites familiares, canalizadas por las redes sociales e invadían otros lugares. La creatividad de lo analógico, lo hecho en casa, manual y sacado a un balcón físico que es el de nuestras ventanas se alía con lo digital, con el balcón al mundo de las redes sociales. Pero no debemos olvidar ¿cómo fueron tales procesos en los hogares que el confinamiento sesgó aún más?

Durante todo el tiempo de la acción hemos constatado que las manualidades y las artesanías se resignifican hacia unos modos de hacer que derivan en relaciones humanas imprescindibles y que se establecen más allá del sentido del arte. Cualquier gesto creativo surgido en la cotidianidad del hogar formaba parte de este proyecto. ¿Asistimos, con ello, a nuevas maneras de hacer y pensar lo que está a nuestro alrededor que puedan convertir el objeto cotidiano en espacio común?

La actividad favoreció un juego entre personas muy diversas, se convirtió en una forma de relación desde lo artístico, cada ventana o balcón era algo más que un saludo o un mensaje de ánimo, era un símbolo que nos permitía seguir estando juntos, seguir creando juntos. En definitiva, si algo caracteriza el arte participativo es que nos permite ser parte de un proyecto artístico que se cimienta en la posibilidad de un arte para todos, basado en la riqueza de la suma de las individualidades y que reconstruye el fuero interno de un modo activo y positivo. Algo que sin duda fue una necesidad en los momentos de confinamiento. La parte de júbilo y de alegría que nos reporta el crear, compartir lo propio y recibir lo ajeno se manifestó como un modo de reconocer lo sanador de las emociones que acompañan al acto creativo y, en última estancia, de dignificarse.

Frente a la soledad y el miedo se hizo presente y necesaria esa magia de los balcones, para recordarnos que no estamos solos, para mantener viva la esperanza de que podremos juntos superarlo, de que encontraremos la forma de crecer juntos, aprender y salvar de este golpe a la humanidad. Como seres sociales y necesitados del contacto y de la cercanía, salir al balcón, a la ventana y encontrar la mirada del otro nos hizo de espejo en esa esperanza. Sentirnos unidos nos refuerza, nos alienta a seguir fuertes, firmes y solidarios.

Agradecimientos

Agradecemos a todas las personas que han participado en el proyecto vistiendo su balcón o ventana, a aquellas que lo han compartido por las redes sociales, a las que aparecen en las imágenes del texto, a ASSIDO y al proyecto de investigación “El barrio como escenario de pedagogías críticas y arte colaborativo”. Ministerio de Ciencia, innovación y universidades. Universidad de Murcia. PGC2018-094351_b_C42.

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