La transposición de la literatura y el teatro argentino
coescrita por Gutiérrez y José Podestá en 1884 (primero en versión de
pantomima y luego, en 1886, en su versión dialogada); y posteriormente,
el cruce fronterizo que realiza hacia la pantalla grande, en primera
instancia en 1913, en el filme homónimo de Mario Gallo, hasta llegar a
1973, de la mano de Leonardo Favio. Un cuerpo leyenda, un cuerpo
novela, un cuerpo teatral y un cuerpo cinematográfico. Pero también un
cuerpo doble que se articula entre la ilegalidad de la oralidad (en su
carácter de leyenda popular) y la legalidad de un cuerpo escrito, primero
por la letra legal (la policial), luego por la literaria, la teatral y la
cinematográfica. Un cuerpo que pasa por varias textualidades y, en cada
atravesamiento, se resignifica y produce diversos sentidos.
Sacar a la luz la historia del gaucho Juan Moreira y volverla ficción fue
el primer eslabón de una cadena de transposiciones que inicia Eduardo
Gutiérrez, escritor y periodista argentino, que escribe esta obra en la
sección de «Dramas policiales» del periódico de su familia. Aquí Gutiérrez
nos presenta la historia de Moreira, quien, tras reclamar ante el juzgado de
paz que el pulpero Sardetti le pague su deuda y la ley no fallar a su favor,
decide hacer justicia por mano propia. El gaucho Moreira mata al pulpero,
acto que lo obliga a escapar del peso de la ley, abandonando así a su
familia: Vicenta y su hijo Josecito. Durante su ausencia, Vicenta es
engañada e informada de que Moreira había muerto. Ella pierde sus tierras
y a fin de salvar su situación económica y protegerse de las amenazas y
deseos amorosos del Juez de Paz, se casa con su compadre. Mientras tanto,
Moreira se resguarda entre los indios, sigue peregrinando por tierras
pampas, se asocia a diferentes partidos políticos pero en todo momento
sigue siendo perseguido. Encuentra su muerte a traición, por la espalda
como no matan los gauchos, en una casa de placeres, pero hasta el final de
sus días continúa dando batalla. Así, basándose en un prontuario policial y
ficcionalizando algunos aspectos de la leyenda de este gaucho, Gutiérrez
construye un héroe, pero su novedad es que es un héroe popular. El
crítico literario argentino Carlos Gamerro afirma que «una y otra vez,
Gutiérrez destaca los atributos que lo ponen por encima del común de los
mortales, “su hercúleo brazo”, “su hercúleo pecho”, “su pujanza
sobrehumana” [...]; pelea solo contra partidas cada vez más numerosas y
las derrota a todas [...]. Moreira es el gaucho matrero vuelto superhéroe;
su lujosa vestimenta, un traje de Superman» (2016: 203).
A la vez, con esta acción escritural de Gutiérrez de la leyenda del
gaucho matrero, se logra perpetuarlo en la historia de la alta cultura, pero
también, y sobre todo, de la cultura popular. Porque, y tal como lo han
señalado diversos estudios (Prieto, 2010; Chicote, 2013; Gamerro, 2015,
entre otros), la visibilización literaria de Juan Moreira produce un «boom
editorial» que no solo explica un fenómeno económico, sino sobre todo un
proceso de encauce político y cultural en un contexto finisecular de plena
modernización y civilización. Con el Moreira, ese personaje «a medio
hacer, un golem gaucho» (Gamerro, 2015: 208), se inicia una serie
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