Ana María Aragón Sánchez
cine, para construir sus relatos, ha puesto su mirada en textos literarios de
muy distinta calidad y trascendencia, sin que esto determine sus logros.
Si ese despliegue sin prejuicios, que constituye una auténtica summa de
la literatura y el cine distópicos, es muy de agradecer, la otra virtud principal
de este libro, en cuanto a sus planteamientos teóricos, es que el autor no
concibe distopía como antónimo de utopía, según podría pensarse
precipitadamente. El profesor Santos funda su estudio en la idea, ya
expuesta por otros investigadores, de que la distopía constituye, en todo
caso, el «reverso tenebroso de la utopía», pero «ambas parten, en su
esencia, de unos mismos fundamentos; unas bases comunes que el
constructor distópico pervierte y desfigura» (pág. 11). Por eso no todos los
textos literarios y fílmicos que repasa el autor responden al paradigma de la
ciencia ficción, ya que la tiranía como forma de gobierno o «el dolor, el
miedo y la opresión» como ejes del relato, no solo proyectan su oscura
sombra hacia el futuro, sino que nos hablan del pasado y el presente de la
Humanidad. De manera consecuente, en este libro desfilan títulos como
Viva la libertad, Tiempos modernos, El triunfo de la voluntad, Saló o los 120 días
de Sodoma o El evangelio de las maravillas, que el lector seguramente no espere
en un estudio sobre distopías, y una nueva sorpresa surge cuando
encontramos un capítulo sobre «Bestiópolis: la utopía animal», que incluye
no solo las adaptaciones de Rebelión en la granja y El planeta de los simios, sino
también Hormigaz y Dinotopía. Y es que los mismos títulos de los bloques
temáticos revelan que este no es un monográfico convencional y que traza
una suerte de “Historia Distópica de la Humanidad” a través de la literatura
y el cine: «De la eutopía a la distopía», «Distopía: en futuro imperfecto»,
«
Hombres y máquinas», «Noticias de la sociedad biónica», «Demodistopías:
la bomba demográfica», «Utopías del milenio», «Germania, año cero»,
Ucronía: en tiempos de ninguna edad», el citado «Bestiópolis: la utopía
«
animal», «La humanidad desterrada y «No renunciéis a utopía», estructura
que dibuja toda una toma de postura, lejos de la aséptica ordenación por
fecha de publicación/estreno que suelen presentar los libros de conjunto
semejantes.
En esta línea original que encauza el autor, y en cuanto al modo en que
acude a la literatura para explicar las adaptaciones, destaca, por ejemplo, su
hábil enfoque de Starship Troopers como relato iniciático cargado de ironía.
Dado que el filme de Verhoeven se lo tomaron muy en serio sus detractores
y realizaron una lectura literal de lo que contaba, Antonio Santos cita muy
oportunamente su origen literario, la novela homónima de Robert A.
Heinlein, para reajustar la exégesis, ya que es evidente el «tono cínico y
paródico» (pág. 172) en el que se inscribe el director holandés. Del mismo
modo, a Bladerunner 2049 no la juzga bajo la alargada sombra del filme de
Ridley Scott, sino que valora su personalidad como obra autónoma.
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