Tras las huellas de Sadako.  
El espectro de la literatura llevado al cine  
In the footsteps of Sadako.  
The spectrum of literature taken to the cinema  
ANTONIO MÍGUEZ SANTA CRUZ  
Universidad de Córdoba  
gesto_tecnico@hotmail.com  
ORCID ID: 0000-0001-7610-5616  
Resumen: A finales del siglo pasado  
el llamado J-horror (Japanese horror)  
revolucionó a nivel global el género de  
terror cinematográfico debido al éxito  
alcanzado por Ringu (Hideo Nakata,  
Abstract: At the end of the last  
century the so-called J-horror (Japanese  
horror) revolutionized the genre of  
film horror globally due to the success  
achieved by Ringu (Hideo Nakata,  
1998). Como es natural cuando una  
1998). Naturally, when a film  
película innova tan exitosamente, un  
enorme caudal de producciones  
deudoras inundó las pantallas de todo  
el mundo intentando emularla. Sin  
embargo, Sadako, el archiconocido  
fantasma del cine, procedía en realidad  
de una novela escrita en 1991 por Koji  
Suzuki. Nuestro cometido en este  
artículo será ahondar en los  
mecanismos que explican este trasvase  
innovates so successfully, a huge flow  
of debtor productions flooded the  
screens around the world trying to  
emulate it. However, Sadako, the  
well-known movie ghost, actually  
came from a novel written in 1991 by  
Koji Suzuki. Our task in this article  
will be to delve into the mechanisms  
that explain this transfer between  
literature and cinema, touching key  
aspects such as Nakata's vital  
experience when he filmed his  
adaptation, or for what reasons the  
original novel should not be  
considered within the J- horror genre.  
entre literatura  
y cine, tocando  
aspectos clave como la experiencia  
vital de Nakata a la hora de realizar su  
adaptación,  
o por qué razones la  
novela original no debe considerarse  
dentro del género J- horror.  
Palabras clave: Literatura, Cine,  
Adaptación cinematográfica, Koji  
Suzuki, Hideo Nakata, Ringu, J-  
horror.  
Key Words: Literature, Cinema,  
Film Adaptation, Koji Suzuki, Hideo  
Nakata, Ringu, J-horror.  
Trasvases entre la literatura y el cine, I, 2019, págs. 61-80  
ISSN-e: 2695-639X  
DOI: 10.24310/Trasvasestlc.v1i0.6728  
Antonio Míguez Santa Cruz  
7. INTRO Y CONTAGIO  
El año, 1998. Fue entonces cuando el terror cinematográfico alumbró  
a una de sus más influyentes criaturas, para de paso reactivarse en una  
década excesivamente dependiente del slasher americano. Hablamos por  
supuesto de Ringu (Hideo Nakata), que veintiún años después de su  
estreno aún permanece como la película japonesa de imagen real más  
taquillera en la historia del sol naciente. Lejos de limitarse a su país, la  
novedosa propuesta traspasaría fronteras hasta el punto de cosechar varios  
premios internacionales, entre los que podemos destacar el alcanzado en  
el Festival de Cine Fantástico de Sitges, allá por 1999.  
Como suele ocurrir con las películas hito, un auténtico goteo de  
producciones deudoras inundaría las salas de los cinco continentes, en un  
proceso tan intenso como breve si hablamos de aportes dotados de una  
verdadera calidad. No obstante, ahí dejaron su impronta Dark Water  
(
Hideo Nakata, 2002), La maldición (Takashi Shimizu, 2002), Dos  
Hermanas (Kim Jee-woon, 2003) o Shutter (Banjong Pisanthanakun, 2004)  
como abanderados de un ejército de clones de Sadako, lo que nos da una  
medida de hasta qué punto Ringu se ha llegado a fusionar con la cultura  
pop. Y es que actualmente no es extraño encontrar videojuegos y mangas  
inspirados en la obra de Nakata, memes de la chica del pozo circulando  
por la red, cuando no gente cosplayeada de yūrei ('fantasma japonés'),  
mimetizándose entre Drácula, Michael Myers, Freddy Krueger o Pinhead  
durante las festividades de Halloween.  
Ahora bien, la culpable de aquella j-horror wave, Ringu, era en realidad  
la reescritura fílmica de una novela publicada en 1991 por Koji Suzuki,  
conocido popularmente como el Stephen King nipón. Por tanto, siendo  
esta una revista llamada Trasvases entre la literatura y el cine, sería honesto  
acudir en primer lugar al texto matriz con motivo de analizar el trasvase,  
pese a que fuese la pantalla y no el papel el gran difusor de Sadako entre el  
público. Al igual que ocurre en la ficción, por cierto.  
6. RINGU DE KOJI SUZUKI  
Probablemente en Japón exista uno de los bestiarios más ricos de todas  
las mitologías conocidas. Esa circunstancia no es una anécdota, pues los  
nipones conviven mezclando la tecnología más puntera con costumbres  
milenarias fruto de la creencia en el más allá. Naturalmente, la tendencia  
se ha visto reflejada en el mundo de las artes o la literatura, y paradigma  
de ello son los preciosos grabados de Sekien Toriyama o la gran  
inclinación hacia lo sobrenatural en los diversos tipos de teatro de aquel  
país. Como era de esperar, también multitud de literatos han revisado el  
relato de temática fantástica hasta convertirlo en un formato elevado y de  
gran éxito; ahí están Akinari Ueda con su Luna de las lluvias, Koizumi  
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Tras las huellas de Sadako  
Yakumo con su Kwaidan o Ango Sakaguchi con su Bosque bajo los cerezos en  
flor como ejemplos para demostrarlo.  
Koji Suzuki, por tanto, no es sino un eslabón más de esa cadena que  
une el Tokio de los neones y los rascacielos con el atávico relatario  
fantasmal del archipiélago. Nuestro hombre nace en Hamamatsu, ciudad  
perteneciente a la prefectura de Shizuoka, en mayo de 1957. Tras  
graduarse en la universidad de Keio llegó a impartir clases de literatura  
francesa, sintiéndose especialmente atraído por la obra de Guy de  
Maupassant (Suzuki, 2015: 2). Ya en 1990 se consagraría como escritor  
tras el éxito de su novela Paraíso, aunque fue al año siguiente con The  
1
Ring cuando estampó su nombre con filigrana de oro en la historia de la  
literatura japonesa.  
El relato comienza con Tomoko, una estudiante de último curso de  
instituto, preparando un examen de recuperación a comienzos de  
septiembre. La joven se encontraba sola porque sus padres habían  
reservado entradas para un partido de béisbol esa misma noche. De  
pronto, después de sentir una atmósfera malsana, percibió una presencia a  
sus espaldas que expelía un desagradable olor a podrido. Como el lector  
podrá suponer, Tomoko fue hallada muerta debido a un presunto paro  
cardiaco y con una terrible mueca de espanto articulándole el rostro.  
Apenas unos días después el periodista Kazuyuki Asakawa, tío de la  
fallecida, descubrió en una conversación de taxi que otro chico murió a la  
misma hora que su sobrina, lo cual iniciaría unas pesquisas que  
desembocarían en el hallazgo de otros dos fallecidos en idénticas  
circunstancias.  
Aparentemente sin nada en común, las cuatro víctimas debían de  
estar, sin embargo, relacionadas de algún modo. Así se confirmó cuando  
Asakawa encontró en la chaqueta de Tomoko el flyer de un complejo de  
ocio llamado Hakone Pacific Land, donde los adolescentes pasaron una  
noche en el bungalow B4. Una vez en la recepción del complejo turístico,  
nuestro protagonista reparó en una cinta sin cubierta colocada entre  
decenas de películas a disposición de los usuarios. Dejándose llevar por su  
intuición la llevó a la habitación B4 y se dispuso a reproducirla en el  
video; el contenido consistía en una sucesión de colores alternándose con  
una serie de escenas a priori sin sentido. Entre ellas destacaban la de una  
anciana hablando en un singular dialecto, lo que parecía ser un volcán en  
erupción, un neonato y un hombre herido abalanzándose sobre la pantalla,  
todo ello sembrado de fundidos en negro separados en pequeños  
1
En adelante, nos referiremos a la novela de Suzuki como The Ring (título con el que  
es conocida tanto en el ámbito anglosajón como en el hispánico) y a la película de  
Nakata como Ringu para diferenciarlas bien.  
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Antonio Míguez Santa Cruz  
intervalos. Concluyendo la cinta se decía que quien la hubiese  
contemplado moriría transcurrida una semana. Al parecer, existía una  
forma de romper el maleficio, si bien fue imposible conocerla debido a  
que Tomoko y sus acompañantes borraron el fragmento a modo de  
chanza.  
Asakawa nunca fue un escéptico, pero ni él mismo hubiera creído la  
historia de la maldición del video de no ser por la desaparición de sus  
anteriores espectadores, así como por imposibles sensaciones físicas  
padecidas durante el visionado, como fue el hecho de experimentar el  
peso y la lubricidad de un recién nacido entre los brazos justo cuando la  
criatura apareció en pantalla. Angustiado y sin saber muy bien qué hacer,  
el protagonista buscó la ayuda de Ryuji Takayama, un sociópata profesor  
adjunto de universidad sobre el que pesaba la sombra de una violación  
cometida en juventud. Ryuji visionó una copia de la cinta, sellando su  
destino al de Kazuyuki y convirtiéndose en el verdadero motor de toda  
acción. De hecho fue él quien descubrió que los fundidos en negro eran  
parpadeos, por lo que la mayor parte de las escenas eran en realidad fruto  
de la visión subjetiva de alguien provisto, sin duda, de grandes poderes  
psíquicos. Para desgracia de Asakawa, Shizuka y Yoko, esposa e hija  
respectivamente, cayeron también bajo la maldición del video debido a un  
funesto giro de los acontecimientos.  
El siguiente paso lo daría de nuevo Ryuji, conduciendo a su amigo a un  
ryokan/museo regentado por el hijo de un antiguo académico llamado  
Miura. Profesor universitario especializado en parasicología, la empresa  
de su vida consistió en aglutinar información sobre individuos con poderes  
telequinéticos. Entre los miles de expedientes del archivo de Miura llamó  
la atención el de una niña llamada Sadako, quien vaticinó la erupción de  
un volcán situado en una isla apartada de Honshu. Ryuji consiguió  
localizar el emplazamiento al relacionarlo con el dialecto hablado por la  
anciana gracias a una compañera lingüista de su Facultad. Una vez allí,  
supieron el fatal destino de Shizuko, la progenitora de Sadako: incapaz de  
soportar la presión de los medios de comunicación se suicidó arrojándose  
a las entrañas del volcán, por lo que su hija quedó al cuidado del  
padrastro. Este enfermaría de tuberculosis unos años más tarde,  
ingresando en un complejo sanitario que andando el tiempo llegaría a ser  
el Hakone Pacific Land.  
Poco a poco los protagonistas fueron consiguiendo más información  
sobre Sadako, quien antes de cumplir dieciocho años se enrolaría en una  
compañía de teatro. Para su desgracia, la desaparición en extrañas  
circunstancias de un miembro del grupo escénico ocasionó su salida,  
primera piedra de una serie de desdichas que culminarían con su violación  
y asesinato a manos de un doctor durante una de las frecuentes visitas a su  
padre. Llamado Nagao, formaba parte de la plantilla del hospital para  
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Tras las huellas de Sadako  
tuberculosos, pero en aquel momento se encontraba de baja por haber  
contraído la viruela. Tanto Asakawa como Ryuji supusieron que se trataba  
del hombre que aparecía durante el video, así que se desplazaron hacia su  
consulta privada con el objetivo de interrogarlo. Allí, bajo coacción,  
confesó que esparció los restos de Sadako en el interior de un pozo de la  
zona, además de revelar la naturaleza hermafrodita de su víctima. A pocas  
horas del final de la cuenta atrás, los protagonistas encontraron el pozo en  
el entresuelo del bungalow B4, exhumando a continuación el esqueleto de  
Sadako. ¿Se apaciguaría su espíritu vengativo devolviendo sus huesos a los  
Yamamura? Ryuji murió al día siguiente a manos del fantasma, pero antes  
de fallecer consiguió averiguar la clave para salvar de la maldición a la  
familia de Asakawa. Ya en forma de espectro, hizo entender a su amigo la  
necesidad de realizar una copia de la cinta y enseñársela a otro espectador,  
ampliando el círculo maldito de Sadako.  
5. HIDEO NAKATA  
Okayama, 1961. Nace Hideo Nakata, quien con el tiempo estudiaría  
cinematografía en la universidad de Tokio. Por derecho propio pertenece  
a aquella generación de directores nacida después de la II Guerra Mundial  
que tanto ha cambiado el estilo cinematográfico en Japón. El camaleónico  
Takeshi Kitano (1947) se erigió en uno de los primeros creadores capaces  
de canalizar la energía de un pueblo derrotado a través de un cine radical  
y subversivo. No nos olvidemos tampoco de Kiyoshi Kurosawa (1955),  
culpable de aquella descorazonadora fantasmagoría cibernética que fue  
Kairo; Takashi Miike (1960), capaz de alternar lo mejor y lo menos bueno  
en su extensísima filmografía; Shinya Tsukamoto (1960), nada menos que  
el padre del cyberpunk nipón en live action; o incluso Hirokazu Koreeda  
(
1962), sin duda el más clasicista de nuestro decálogo, pero igualmente  
interesado en captar las múltiples posibilidades dramáticas de un núcleo  
tan cambiante como la familia japonesa contemporánea. Todos ellos, en  
mayor o menor término, articulan sus imágenes en torno al ciudadano  
japonés situado en un contexto nuevo, lo cual es germen de reacciones  
extremas como la violencia, la incomunicación y la pérdida de valores  
tradicionales (o valores per se).  
Paradójicamente, nosotros no pensamos que Hideo Nakata sea un  
director extraordinario, al menos en la medida en que lo son algunos de  
los citados anteriormente. De hecho, sus dos primeros trabajos, el filme  
de episodios cortos Curse, Death & Spirit (Honto ni atta kowai hanashi:  
Jushiryou, 1992) y Ghost Actress (Joyū-rei/Don't Look Up, 1996), son  
muestras irregulares en el mejor de los casos, más allá de ciertas ideas  
bien ejecutadas y lo que sin duda es el principal activo del cineasta: la  
recreación de atmósferas. Ello, unido a que en la práctica era el único  
autor de género a inicios de los 90, haría que Koji Suzuki propusiera su  
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Antonio Míguez Santa Cruz  
nombre para dirigir la adaptación de su novela. Como explica Rafael  
Malpartida, la «simbiosis promocional de literatura y cine funcionó a la  
perfección», pues ambas obras se retroalimentaron hasta conformar un  
fenómeno de masas sin precedentes (Malpartida, 2010: 362).  
En cuanto al ritmo, el director opta por imprimir una cadencia  
parecida a la del cine japonés tradicional, muy tendente a los pocos  
cortes, estatismo de la cámara, abundancia de planos medios y largos, o  
ausencia de travellings, en lo que a priori serían medidas contrarias al gusto  
del espectador medio occidental, «siempre más cerca de la acción que de  
la contemplación» (Moscardó, 2013: 86). Sin embargo, recursos muy  
bien utilizados en Ringu como la cuenta atrás que comienza justo después  
de visionar el video maldito, el carisma de los dos actores principales –  
Nanako Matsushima y Hiroyuki Sanada– o la tensión in crescendo que  
Nakata consigue imprimir a su trabajo, contribuyen a suscitar el interés  
de prácticamente cualquier tipo de público desde el comienzo. Si además  
valoramos su bajísimo presupuesto –apenas un millón doscientos mil  
dólares– o el poco tiempo invertido en el rodaje –alrededor de un mes–,  
el mérito se multiplica exponencialmente. Por lo tanto, a pesar de lo  
dicho en el segundo párrafo de este epígrafe, Nakata fue un gigante  
inigualable en ese año de 1998, tocado por la varita de la inspiración y en  
un estado de gracia al que ya nunca volvería siquiera a acercarse.  
4. FAMILIA TRADICIONAL Y FAMILIA MODERNA  
En aras de entender las alteraciones implementadas por Nakata en su  
reescritura cinematográfica es esencial conocer las circunstancias  
familiares del director, un varón japonés de treinta y seis años que cuidaba  
de sus dos hijas mientras su esposa se desempeñaba en el mundo laboral.  
Tal vez las paradojas de aquel posmodernismo familiar a la japonesa  
2
fueron las culpables de colocar a un onryō femenino donde hasta entonces  
hubo una entidad sobrenatural hermafrodita y, sobre todo, una  
protagonista divorciada, Reiko Asakawa, en lugar del genérico personaje  
principal del libro, un periodista masculino sin más.  
Obsérvese ahora la manera en que el cineasta coloca al padre de  
Sadako como asesino de su propia hija en sustitución del Dr. Nagao, gesto  
inmejorable si se busca derruir el ideal confucionista. O si no, la canónica  
familia expuesta por Suzuki en contraste con la pareja separada en el caso  
de Nakata, cuyos integrantes son el reflejo de un Japón enfrentado a  
diversas paradojas de índole social y cultural. Estimamos a bien  
centrarnos sobre todo en el mayor protagonismo alcanzado por la mujer,  
2
Se trata de un yūrei de mayor poder y ansias de venganza.  
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Tras las huellas de Sadako  
algo manifestado positivamente desde luego en su inserción laboral, pero  
que a su vez genera un vacío del cual emanan individuos potencialmente  
desequilibrados en un plano cívico, social e incluso psicológico. No es tan  
extraño: tecnología donde antes existía tradición, matrimonio tradicional  
en decadencia, mujer periodista en un mundo de hombres y un niño de  
apenas siete años, Yoichi Asakawa, que vuelve solo del colegio o se  
prepara la comida por su cuenta en una clara muestra de desatención por  
parte de sus progenitores. No dudamos ni un momento de que el hecho  
de haber visionado el video maldito es una causa directa del descuido  
fraternal de Ryuji, tan centrado en la universidad y su amante  
adolescente, y de Reiko, consumida por sus trabajos de investigación.  
Otra cuestión distinta es definir si la irresponsabilidad de descuidar al  
niño es una medida gratuita o no.  
Bajo nuestro punto de vista es más bien la solución radical a un  
problema imprevisto, la separación, que sin duda induce a la madre a  
seguir con su trabajo básicamente por dos razones: autoafirmarse como  
mujer dentro de la nueva contextura nipona y mantener económicamente  
a su hijo. De esta forma sería adecuado suponer que la protagonista  
padece el prurito de la maternidad, aunque no pueda ejercerla  
convenientemente, tesis que queda de sobra demostrada cuando Reiko  
abraza el cadáver corrupto de Sadako e un gesto a medio camino entre el  
cariño y la compasión, sabedora de todos los tormentos por los que había  
pasado en vida. Es ostensible cómo el hecho de vivir en primera persona  
la metamorfosis social de Japón hizo que Nakata plasmara esas inquietudes  
en su trabajo más reconocido.  
Nada de lo anterior es observable en el hipotexto de Suzuki, donde los  
roles ejercidos por la mujer e hija de Asakawa se acotan a un perfil clásico  
e irrelevante. Si acaso podemos admitir que el recurso estimula el  
dramatismo de la cuenta atrás –pues recordemos que ambas cayeron bajo  
el círculo de Sadako–, pero al mismo tiempo evidencia la endeblez y  
vulnerabilidad de los personajes femeninos dentro del universo literario.  
3. FEMALE AVENGER Y FANTASMA VENGATIVO  
Hasta ahora sabemos que la ira sin fin de Sadako no acaba con el  
hallazgo de su cadáver. Comúnmente los onryō o yūrei descansan en paz  
cuando acarreaban la caída de su asesino, la persona que los había  
agraviado en vida, o bien cuando eran bendecidos por un bonzo. El cliché  
llega hasta tal punto que ciertas versiones de Tokaido Yotsuya finalizaban  
con Oiwa alcanzando la iluminación tras la muerte de su esposo. Así las  
cosas, ¿cuáles son las diferencias entre el espectro de The Ring y los  
anteriormente aparecidos en la narrativa japonesa? No sería descabellado  
plantear la exhumación de Sadako como una metáfora de la lucha «neo-  
generacional» contra los traumas clásicos japoneses (Olivares, 2005: 79),  
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Antonio Míguez Santa Cruz  
enterrados y reducidos al propio fuero interno del individuo, pero ahora  
enfrentándose a esos nuevos grupos humanos que en parte rompen con la  
historia anterior. Y uno de esos colectivos es la mujer, consciente de la  
mejora de su situación social, aunque igualmente ansiosa por equipararse  
al hombre en términos absolutos. En este sentido la escena donde Shizuko  
es entrevistada por una multitud de periodistas es muy válida para analizar  
la conflagración entre géneros mostrada por Nakata.  
Si prestamos atención nos percataremos de que entre los reporteros no  
hay ni una sola mujer, luego el autor desea potenciar la diferenciación  
básica entre ella –la madre de Sadako– y ellos –los periodistas–; en la  
historia, madre e hija representan una evolución peligrosa para el  
hombre, puesto que sus poderes mentales amenazan con ponerlo en  
peligro, pero alegóricamente subyace el miedo masculino a perder la  
situación de preeminencia que ha disfrutado a lo largo de la historia. De  
ahí viene la actitud timorata de los entrevistadores, enfrentados a lo  
desconocido al igual que el hombre de showa vio cómo su preciado status se  
veía cada vez más cuestionado por el ascenso femenino. Pero al fin y al  
cabo la situación no acaba de invertirse; estamos tan solo ante un amago  
que quizá libera parcialmente a la mujer, pero que a la vez la sigue  
sometiendo de una forma inconsciente a una inercia de casi diez siglos de  
tradición.  
Ahora pensemos en el asesinato de Sadako y su confinamiento durante  
3
treinta años en la oscuridad de un pozo . Sería incluso básico comparar  
esta desmedida condena con el histórico enclaustramiento de las  
japonesas, aunque nosotros en ningún caso dejaremos de ejercer tal  
paralelismo. Y es que Sadako, a diferencia de la mayoría de cuentos  
tradicionales, busca venganza, pero no al estilo selectivo de Oiwa, sino  
mediante una cólera irracional que devora a cualquier individuo que  
contacte con ella. Esto perseguiría la destrucción del sistema actual, el  
mismo que ha maltratado tradicionalmente a las mujeres y que posibilitó  
su cruel destino. Dicho de otro modo, el onryō de Nakata representa el  
deseo de equiparación femenino respecto a lo masculino, aunque ello  
signifique la destrucción de las estructuras actuales. Lo anterior convierte  
la figura del fantasma en una female avenger, concepto conocido de forma  
parcial en el kaidan, y sin embargo aquí desmedidamente potenciado. Al  
fin y al cabo el desagravio no llegaría con el castigo al asesino, al  
3
Durante la autopsia desarrollada en Ringu 2 se determinó que Sadako tan solo  
llevaba fallecida dos años, un prodigio sin duda alcanzado gracias a sus poderes  
sobrenaturales. Como mínimo es inquietante pensar en el odio acumulado durante  
aquel tiempo en el subsuelo, origen de un mal que amenaza con destruir a la  
humanidad, al menos tal y como la conocemos.  
68  
Tras las huellas de Sadako  
maltratador  
o
al amante que no corresponde, sino con la  
4
desestructuración de la maquinaria que ha originado tales individuos .  
Muy probablemente el lector desconozca que más del 80% de los  
espectros japoneses aparecidos en su narrativa son femeninos. Estamos  
ante un claro mecanismo exorcizador, una queja codificada tras un manto  
de fábulas emprendida a través de alguien irreal, el fantasma, que a su vez  
consigue con sus acciones post mortem aliviar la inacción del grupo al que  
representa: las mujeres (Míguez Santa Cruz, 2016: 347). De modo que la  
feminización anatómica de Sadako en el filme, abandonando su anterior  
naturaleza hermafrodita, supone una absoluta incrustación en el relatario  
fantasmático nipón. Por lo tanto, la anomalía genital del personaje literario  
ahuyentaba cualquier tipo de vindicación de género, más allá de otros  
detalles observables a lo largo de la novela, como son la condescendencia  
con la que en general son tratados los personajes femeninos o, como ya  
dijimos anteriormente, su rol secundario:  
—Ha llamado la inmobiliaria, dijo Shizu mientras seguía cortando  
verduras.  
¿Y qué les has dicho?  
Les he dicho que mi marido no estaba en casa.  
Siempre decía lo mismo... mi marido no está en casa o tengo que  
hablarlo con mi marido. Shizu era incapaz de decidir nada... ¿podría mi  
5
mujer valerse por sí misma cuando yo muriera? (Suzuki, 2003: 169) .  
Con todo, podría haber quien observe en el anterior fragmento una  
manera de visibilizar algunos de los problemas sociales existentes en el  
Japón de los 90, pero nosotros más bien pensamos que Suzuki se limitaba  
a registrar en su novela un comportamiento simple y llanamente  
consuetudinario en su país. Sumémosle la reflexión de Asakawa justo  
después de que su familia viera la cinta maldita: «sentí ganas de pegarle a  
mi esposa»; o el papel de mujer florero desempeñado por Mai, quien  
únicamente existía con el objetivo de realzar la envidia de Asakawa hacia  
Ryuji y servirles a los protagonistas masculinos sus tentempiés. A pesar de  
lo anterior, no buscamos emitir ningún tipo de crítica negativa sobre los  
subtextos del Ringu literario, puesto que Koji Suzuki, al igual que en otros  
4
No puede pasar desapercibido que muchas de las mujeres muertas por Sadako se  
conviertan en onryō (por ejemplo, Tomoko), mientras que los varones parecen quedar  
en una especie de limbo. Así fue el caso de Ryuji, que se apareció ante su hijo y su  
novia en el final de Ringu 2 para ayudarlos a escapar del pozo de Sadako.  
5
Todas las traducciones de la versión inglesa de la novela son propias.  
69  
Antonio Míguez Santa Cruz  
de sus trabajos, prefirió perseguir un afán eminentemente narrativo en vez  
de agitar conciencias.  
Respecto a por qué el escritor introdujo como antagonista de su  
historia al fantasma de un hermafrodita, no somos capaces de proponer  
ninguna razón de peso, salvo que quisiera dotar a su personaje con el don  
de la excepcionalidad. De hecho, en cierta parte del libro Asakawa  
reflexiona sobre cómo el sistema binario del universo (dios/demonio,  
luz/oscuridad) en su origen hubo de ser perfecto, esto es, formado por  
una esencia única y sublime (Suzuki, 2003: 200). Sadako no dejaría de ser  
el epítome de esa idea, hombre y mujer en uno solo, rasgo físico  
extraordinario como superficie de su verdadera singularidad: la capacidad  
extrasensorial.  
2. J-HORROR Y TERROR NEUTRO  
Como decíamos al principio, desde su mismo estreno Ringu pasó a ser  
un incuestionable hito del género de terror cinematográfico. A priori esto  
hubiera sido improbable si consideramos la gran especificidad folclórica  
de la cinta, pero es obvio que aquel lenguaje estético impresionó a los  
espectadores más allá de cualquier determinismo étnico o cultural. Uno  
de los aspectos visuales más cautivadores fue el uso del cabello como  
fetiche del horror, aunque es justo reconocer que el filme de Nakata no  
fuera pionero en este sentido, sino más bien el que proyectara su  
popularización en el resto del mundo.  
En la película la función del pelo es similar a la que tendría una  
6
máscara , pues casi en todo momento esconde tras de sí el rostro de  
Sadako. Si nos detenemos un segundo llegaremos a la conclusión de que  
ocultar la naturaleza física del monstruo es si cabe más aterrador que  
mostrarla sin reservas, y no es extraño que durante gran parte del metraje  
nos cuestionemos cuán horrible podrían llegar a ser aquellos rasgos  
faciales. Es más, tan solo al final de la narración se podrá apreciar uno de  
los rasgos de Sadako, ese ojo ciclópeo y tan deforme que incluso potencia  
la contradictoria ansiedad de imaginar el resto de facciones en conjunto.  
Ya en la secuela, la cara del fantasma se nos muestra con todo lujo de  
detalles; aunque terrorífica, no deja de ser la encarnación de un temor  
hasta entonces estrictamente psicológico y, por tanto, resulta bastante  
menos compleja.  
Yendo a una justificación antropológica o lingüística, debemos apuntar  
que el término pelo en idioma japonés suena exactamente igual que el  
vocablo dios (kami, , 'dios'), aunque sus kanjis sean distintos (kami, ,  
6
En el kabuki muchos espectros ya aparecían con el cabello cubriendo su rostro.  
70  
Tras las huellas de Sadako  
'
pelo'). Casualidad o no, desde antiguo existe la creencia de que el cabello  
disponía de un espíritu propio, razón por la que se le daba tanta  
importancia a su estética y tratamiento (Escobar, 2008: 129). Si nos  
atenemos a lo anterior sería más fácil razonar por qué algunos yūrei son  
representados con un cabello gorgóneo y tentacular, prácticamente como si  
el pelo fuese un apéndice aparte del espectro, y sin embargo, bajo su  
control y dominio.  
No por evidente dejaremos de subrayar el hecho de que el cabello  
largo sea un rasgo femenino en la mayoría de las civilizaciones. En Japón  
los hombres también solían dejarlo crecer en algunas etapas históricas,  
pero en ningún caso hasta el punto de las mujeres. Por consiguiente, que  
las lenguas negras de cabello largo constituyan un cliché tan reiterativo en  
el J-horror no hace sino corroborar su trasfondo vindicador, ya que  
esgrime uno de los atributos más evidentes de la feminidad como arma  
psicológica, e incluso física, contra sus víctimas.  
Tampoco olvidemos la creencia generalizada de que el cabello sigue  
creciendo aún después de la muerte, razón por la que algunos espectros  
del cine japonés presentan cabelleras antinaturalmente largas. Si bien el  
7
tema se ha sugerido constantemente en la literatura o el teatro , ha sido la  
imaginería del cine el factor relevante para consagrar el fenómeno. Un  
ejemplo es el episodio «Kurokami» ('pelo negro') de Kwaidan, cuya  
adaptación cinematográfica por parte de Masaki Kobayashi hace que el  
pelo emane más pavor que la misma esposa muerta del protagonista. En  
este punto también es insoslayable la espeluznante leyenda de la muñeca  
Okiku, en la actualidad guardada en el templo budista Mannenji de  
Iwamizawa por el “antinatural y constante” crecimiento de su cabello.  
Como es de suponer, la gran mayoría de datos anteriores son  
comprobables en casi la totalidad de kaidan eiga, pero existen algunos  
casos donde se hiperboliza este factor hasta erigirlo en un pilar narrativo.  
En esa línea no podemos dejar de nombrar la saga de La Maldición (Ju-on,  
2002) con especial remembranza de su secuela, La Maldición 2 (Ju-on 2,  
2003). Pocos años después llegaron The Wig, la peluca asesina (Gabal,  
2005), cuyo nombre deja poco lugar a la imaginación del lector; y sobre  
todo Exte: hair extensions (Ekusute, 2007), impregnada a conciencia de un  
tono cuasi-cómico por su afamado director Sion Sono, y por tanto más  
cerca de la parodia que del terror propiamente dicho.  
Aparte, la relación entre la película de Nakata y el teatro kabuki era  
poco menos que inevitable. Al fin y al cabo fue este tipo de escenificación  
7
Es interesante destacar las grandes cantidades de cabello falso usadas para  
impresionar a los espectadores de kabuki en algunas obras de temática espectral, como  
la célebre Tokaido Yotsuya Kaidan.  
71  
Antonio Míguez Santa Cruz  
el que terminaría por asentar las claves visuales del yūrei, y Sadako se  
ajusta casi a la perfección a aquellos patrones originales. Tan solo  
deberíamos sustituir el clásico katabira blanco por un camisón del mismo  
color y largura, lo cual configura un aspecto casi indiferenciable desde la  
distancia, y el pelo liso en lugar del encrespado, más allá de que ambos  
estilos se acojan a una simbología similar.  
Al kabuki también debemos agradecerle la tan característica forma de  
desplazarse de Sadako. De hecho la actriz que la interpreta, Rie Inō, se  
esforzó en remarcar sus movimientos y gestualidad facial al estilo de los  
8
onnagata , algo esencial para conseguir una actuación sensible en teatros  
enormes y con gran parte del público observando desde gran distancia. La  
cuestión relevante es que si apreciamos esa mímica impostada a pie de  
cámara y no a treinta metros obtendremos una sensación del todo  
antinatural en los ademanes. Un ejemplo es la expresión del ojo  
desorbitado de Sadako que aparece en la gran mayoría de portadas de  
DVD internacionales, desde luego típica en el kabuki, pero que al ser  
mostrada en plano detalle confiere un aspecto sin duda grotesco. Por si  
fuera poco, la conocida escena final de la TV se filmó ejecutando los  
acentuados movimientos de la intérprete hacia atrás, siendo  
posteriormente invertidos en posproducción para que la acción fuese  
9
apreciada hacia delante por el espectador . El efecto motriz resultante es  
inverosímil para cualquier ser natural, pero se ajustaría al de una entidad  
foránea y turbulenta, que holla nuestro plano existencial tan solo para  
expandir su odio afligiendo a sus víctimas.  
Tampoco hemos de olvidar la influencia del ankoku butō en los  
radicales movimientos del fantasma. Esta suerte de danza extravagante y  
consternadora fue concebida después de la II Guerra Mundial por los  
artistas Kazuo Ōno y Tatsumi Hijikata, quienes, aún traumatizados por  
haber sobrevivido a los bombardeos atómicos, decidieron inspirarse en los  
abruptos estertores de los quemados por las explosiones para crear un tipo  
de expresión escénica. Comúnmente, el baile contempla la alternancia  
entre ademanes lentos, bruscos e imaginativos, intentando expresar el  
sufrimiento padecido por el hombre expuesto a la arbitrariedad del  
cosmos. Ello, unido al maquillaje blanco de los artistas que representan la  
función, nos evoca particularmente el aspecto y sentimientos negativos  
inherentes a un alma descarriada como es el caso del onryō (Soler, 2008:  
23).  
8
9
Actores kabuki que encarnan el papel de mujeres.  
Este recurso ya fue utilizado por David Lynch en las escenas oníricas de la habitación  
roja aparecidas en Twin Peaks.  
72  
Tras las huellas de Sadako  
Como vemos, la adaptación cinematográfica de The Ring alberga tras  
de sí una enorme cantidad de referencias al folclore de su país. Las  
características son tan singulares que solo a partir de este filme se  
comenzó  
a tipificar el J-horror como un género reconocible,  
prácticamente como si Hideo Nakata hubiera sentado un canon: mujeres  
fantasma de cabello larguísimo, tez blanca, movimientos espasmódicos y  
ansias de venganza interactuando con un medio tecnificado. Ahora bien,  
¿
por qué no se reconoce a Koji Suzuki como el padre de este fenómeno  
aun siendo el autor de la novela original?  
Si le echamos un vistazo a las apariciones fantasmales de la Sadako  
literaria ninguna es tan explícita como en su contrapartida  
cinematográfica. Es más, casi siempre conllevan un sutil enrarecimiento  
de la atmósfera, tal vez el descenso de la temperatura y, la mayoría de las  
veces, distintos tipos de sugestión. Así ocurrió con el olor a putrefacción  
que sirvió como mortal prefacio a Tomoko, la encarnación de su propia  
calavera ante Asakawa en la lóbrega humedad del pozo o la visión de  
Ryuji descomponiéndose ante el espejo justo antes de fallecer. Ahora  
bien, ninguna de estas manifestaciones lleva aparejada una descripción ni  
tan siquiera básica de Sadako, de modo que hemos de suponer que la  
proyección fantasmal es equivalente a su aspecto en vida: una mujer  
andrógina, bellísima  
descomposición.  
y de gran altura, tal vez con signos de  
Nada encontramos, sin embargo, de las largas lenguas de melena negra  
o referencias al arte escénico japonés comunes a su transducción  
cinematográfica. Veamos ahora otros espectros creados por Koji Suzuki,  
en este caso pertenecientes a los relatos «Agua que se agita» y «Un  
crucero de ensueño» respectivamente:  
En la sombra de los postes de hierro que sostenían el tanque se veían  
dos elementos similares a unos cordones que se balanceaban. Al forzar la  
vista, distinguió que una pequeña sombra oscilaba debajo del tanque. A  
Yoshimi le extrañó que desde su posición solo viera la sombra y no el  
objeto que la proyectaba. Una niña acurrucada debajo del depósito  
suspendido..., esa fue la imagen que se formó en la mente de Yoshimi  
(Suzuki, 2015: 31).  
—Un niño está agarrando... la quilla.  
Enoyoshi contuvo el aliento. De pronto, se formó en su mente la  
imagen del cadáver de un niño ahogado agarrado a la quilla.  
Se parecía a aquella muñeca, Dakkochan, que estuvo de moda hace  
mucho tiempo; aunque tenía la cara hinchada como un globo (Suzuki,  
015: 123).  
2
Una simple sombra y un cadáver abotargado. En función de las vagas  
relaciones anteriores podríamos afirmar que el terror propio de Koji  
73  
Antonio Míguez Santa Cruz  
Suzuki, si bien se contextualiza en Japón, podría desarrollarse en  
cualquier otro país del mundo y no resentirse, puesto que carece de todos  
los códigos explotados en el J-horror salvo uno: la relación de los muertos  
con el agua. Arriba tenemos los fragmentos de su notable compendio  
temático Dark Water, del que llegaría a decir: «escribí este libro inspirado  
por el sonido de las olas que llegaban a mi habitación desde la bahía de  
Tokio» (Suzuki, 2015: 215). Pero más allá de la evidente influencia del  
océano sobre la creatividad artística de un isleño, la literatura de Suzuki es  
más psicológica que explícita, más reflexiva que visual. Se nota, incluso,  
la influencia del naturalismo francés que enseñó en la universidad de Keio,  
a través de una prosa limpia, sin artificios, unida al tono impersonal de la  
narración.  
Por consiguiente, Suzuki se reserva el mérito de haber creado un  
notabilísimo thriller de investigación, casi detectivesco y aderezado con  
tintes sobrenaturales, aunque nunca el de haber sido el pionero en  
exportar un rasgo tan japonés como los yūrei en su vertiente más  
canónica. Eso es patrimonio exclusivo de Hideo Nakata y su reescritura  
cinematográfica, copiada hasta el agotamiento.  
1. VIRUS Y TECNOLOGÍA  
La narrativa de terror a menudo usa elementos sobrenaturales como  
figuras metafóricas para advertir sobre otros tipos de peligros más reales.  
En ambas versiones de Ringu podemos observar esta dinámica, aunque los  
trasfondos sean tan opuestos como para dedicarles un análisis por  
separado. En el caso de The Ring de Suzuki es evidente la analogía entre la  
maldición de Sadako y la expansión de un virus, algo atestiguable en la  
misma reflexión final de Asakawa:  
Tienes que enseñársela a alguien que no la haya visto nunca. Y a medida  
que la cinta se multiplicara, cada vez más copias serían necesarias. ¿Hasta  
dónde se expandiría aquel círculo? A la gente le afectaría su miedo a la  
enfermedad y aquella cinta de video apestada se extendería por toda la  
sociedad en un abrir y cerrar de ojos... En medio año casi todo Japón se  
habría convertido ya en portador y la infección se propagaría al resto del  
planeta... (Suzuki, 1991: 282).  
En realidad, asemejar la maldición de un fantasma con una afección no  
tendría por qué ser tan extraño. De hecho, los virus son imposibles de  
observar en condiciones ordinarias y en varios momentos de la historia se  
han achacado los efectos de la enfermedad a posesiones demoniacas o  
fantasmales. Podríamos llegar a afirmar, incluso, que el virus habita en la  
frontera entre los seres vivos y no vivos, por su misma naturaleza nociva y  
microscópica.  
74  
Tras las huellas de Sadako  
Pero decíamos que la figura del fantasma actuaría como alusión  
indirecta al virus, cuando en realidad la cuestión iría mucho más allá.  
Retrocedamos al momento en que Sadako es violada por el Dr. Nagao,  
recordémoslo, un enfermo de viruela. Nosotros pensamos que cuando la  
antagonista murió estaba contagiada de la enfermedad tras el contacto  
sexual. De alguna forma, Sadako fue capaz de asimilar el modus operandi  
del virus para sobrevivir –el contagio y la expansión– a la hora de  
imprimir sus vivencias en el tubo catódico situado encima de su  
tumba/pozo. Según lo visto, no sería muy descabellado afirmar que la  
Sadako de Suzuki es un espectro a medio camino entre el alma humana y  
una enfermedad propiamente dicha.  
Ahora viajemos a finales de los 80 y sobre todo de los 90, época en la  
que Suzuki redactó The Ring. En 1982 los infectados de SIDA se podían  
estimar en unos cien mil a nivel global, aunque la cifra se multiplicó por  
1
0
trece a finales de esa misma década . Es fácil suponer cómo los relatos  
sobre el padecimiento sin límites de los infectados por el VIH resultaban  
más espeluznantes que cualquier tipo de ficción. Hablamos de una  
pandemia mortal, difícilmente controlable  
y sin ningún tipo de  
tratamiento, un temor que sin duda se infiltraría inconscientemente en las  
narrativas coetáneas al fenómeno, cuando no se introdujeron a sabiendas  
con el objetivo de explotar ese desasosiego palpable a nivel planetario.  
La visión del sexo como una práctica potencialmente peligrosa es otra  
de las posibles lecturas que podemos extraer. Recordemos la muerte de la  
pareja mientras mantenían relaciones sexuales en el interior del coche, o  
el origen mismo del poder alcanzado por Sadako: una infección  
transmitida durante un contacto sexual. También en el relato «Agua que  
se agita», perteneciente a la colección de cuentos Dark Water, la  
protagonista sentía una aversión absoluta hacía el sexo:  
No veía ningún rasgo de su exmarido en su hija. Era un verdadero  
consuelo. Ni una sola vez había disfrutado de las relaciones sexuales. No  
conocía otra palabra que sufrimiento para expresar sus vivencias al  
respecto. Sin embargo, en el mundo se habla mucho de sexo. Tampoco  
podía entenderlo. Al parecer, una alta barrera insuperable la separaba de los  
demás (Suzuki, 2015: 22).  
A priori este trasfondo conservador no suele ser común en la literatura  
japonesa por la misma naturaleza de su ética y moral religiosas, pero ya  
hemos visto unas páginas atrás cómo en Koji Suzuki existe una influencia  
occidental evidente en cuanto a cultura se refiere. En una línea similar se  
1
0
En línea:  
https://www.elmundo.es/salud/2016/10/26/5810dd5046163f1a4f8b457b.html.  
75  
Antonio Míguez Santa Cruz  
1
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pronunció el crítico Antonio José Navarro sobre It follows (David Robert  
Mitchell, 2014), aunque este tipo de conjeturas casi siempre dependa más  
de los ojos que miran que de cualquier aspecto científicamente tangible.  
Respecto a Nakata, uno de sus logros visuales más reseñables fue  
extraer al típico yūrei de los contextos clásicos e injertarlo literalmente en  
medio de la modernidad urbana. Y por todos es sabido que la tecnología  
recorre como venas invisibles las entrañas de las actuales urbes, ergo no  
sería extraño tropezar dentro del neo-kaidan con espectros en ascensores  
reemplazando a las antiguas encrucijadas de los caminos, en centros  
comerciales de alta gama en vez de bosques, en informatizados cuartos de  
baño en lugar de pantanos y, por supuesto, en aparatos electrónicos  
actuando como trasunto de los antiguos cementerios.  
Y aquí es precisamente donde deseábamos llegar; la interacción del  
fantasma con el medio técnico o informático no es simplemente una  
cuestión coyuntural propia de la nueva época, sino que más bien responde  
a una necesidad crítica de advertir sobre los peligros potenciales de  
extralimitarse en el uso de las nuevas tecnologías. El recurso narrativo  
funciona a la perfección, pues posee la virtud de convertir objetos  
cotidianos con los que estamos familiarizados en iconos del horror, algo  
parecido a lo que consiguió Spielberg con la playa, espacio de ocio  
desvirtuado en Tiburón (Jaws, 1975), o antes Hitchcock con uno de los  
pocos distritos de relax que aún quedan para el hombre moderno: la  
bañera.  
El sentido tecnofóbico de Ringu y el neo-kaidan responde a las mismas  
motivaciones que originaron Godzilla o todo el caudal de ficción cyberpunk  
en el manga y el cine. Después de todo, la relación entre los japoneses y el  
desarrollo siempre fue tumultuosa, en gran parte debido a su inmovilismo  
político y sus conocidas reticencias a relacionarse con el exterior. Cuando  
finalmente hubieron de abrir sus fronteras, los nipones asimilaron toda la  
tecnología a la que hasta entonces habían dado la espalda. Así  
evolucionaron de administrarse casi feudalmente en 1868 a ser la principal  
potencia electrónica en la década de los 70 del siglo XX, con compañías  
como Panasonic, Sanyo o Sony a la cabeza. Obviamente, el impacto  
sociológico de este fenómeno secular haría mella en el mundo de las  
mentalidades japonés, máxime existiendo episodios traumáticos como el  
de las bombas atómicas de por medio. Si a ello sumamos que tanto la  
literatura de Suzuki como la adaptación al cine de Nakata crecieron bajo  
el influjo del paranoide efecto 2000, terminaremos de evidenciar la  
1
1
En su conferencia «Traumas  
y mutaciones del actual cine de horror  
norteamericano. Estado de la cuestión», para el I Encuentro multidisciplinar sobre el  
terror, la ciencia ficción y lo fantástico (Universidad de Málaga, 25 de octubre de 2017).  
76  
Tras las huellas de Sadako  
connotación aviesa de la ciencia y el desarrollo “mal entendido” en este  
subgénero del yūrei-eiga.  
Naturalmente es fácil hallar múltiples paradigmas de lo anterior a lo  
largo de la película. Recordemos el suicidio de Shizuko, mujer tradicional  
y provinciana incapaz de resistir los estudios a los que se estaba  
sometiendo, en quizá una alegoría de las dificultades de aclimatación del  
pueblo japonés a la nueva realidad técnica; también las imágenes  
distorsionadas en las fotografías de quienes habían caído bajo la maldición  
de Sadako, a nuestro entender una clara alusión a la artificialidad y  
falsedad de unas instantáneas destinadas a impostar sentimientos de cara al  
exterior, más aún con el asentamiento de las redes sociales; aunque por  
encima de lo demás está la TV, piedra angular que vertebra la casa  
contemporánea, y que tanto mal puede acarrear a quienes la visionan –o  
escuchan– inconscientemente.  
Según nuestra teoría tecnofóbica, cobra sentido que la escena de  
Sadako, irrumpiendo espasmódica desde la pantalla de la TV, sea  
exclusivo patrimonio del filme. Recordamos pocas imágenes más  
impactantes a lo largo del terror universal y una de las razones para  
justificarlo la ofrece el profesor Malpartida: el plano frontal levemente  
escorado del onryō saliendo del televisor nos implica a los espectadores  
como si fuéramos personajes mismos de la historia (2014: 115). Al fin y  
al cabo, nosotros también hemos visto la cinta, por lo que se genera un  
curioso juego de carácter metafílmico. Por el contrario, esto no sucede en  
los remakes coreano (The Ring Virus, 1999) y norteamericano (The Ring,  
2002), en esa línea tan conocida de proscribir las pequeñas sutilezas de las  
originales en pro de distintos activos más rentables.  
La crítica desde luego se proyecta en general sobre el avance  
tecnológico, pero también lo hace centrándose en la TV concretamente,  
como dice Julio Ángel Olivares, «de poder coaccionador  
y
deshumanizador, instrumento de subyugación de masas, esclavizadora al  
dictado de las grandes corporaciones» (2005: 46). Y es que la sociedad  
nipona de posguerra se ha redefinido en torno a la caja tonta sin  
cuestionarse si las retransmisiones son beneficiosas, negativas  
o
sencillamente irrelevantes. El hecho consumado nos habla de dos  
generaciones de japoneses que han vivido dependientes de la pantalla en  
sus diversas formas, degenerando a veces en casos extremos de  
observancia como sucede con los hikikomori, evolución natural de quien  
vive” lobotomizado y absorto en la desinformación, que pasa a estar  
después exclusivamente hiperinformado.  
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Antonio Míguez Santa Cruz  
0. EL FIN DE LA CUENTA ATRÁS: TRASVASE ENTRE LA LITERATURA Y EL CINE  
Si bien Ringu es una historia multi-formato eminentemente  
1
2
narrativa , su disposición artística nos habla de un trasfondo muy  
complejo. Se podría decir que detrás de lo obvio se esconde lo a priori  
inaprensible, en forma de parcelas de reinterpretación múltiples que  
hablan largo y tendido del carácter poliédrico de la obra. Ejemplo claro  
es el tono subjetivo de la cinta maldita que ejerce vertebrando cada relato,  
sin duda alguna un conjunto de imágenes codificadas y de interpretación  
más o menos abierta. El tono umbrío, gris y cenizo de esa unidad  
narrativa que es el metraje ficcional, consigue extenderse a cada página y  
fotograma del metraje real –es decir, el libro y la película en sí mismos–  
apreciándose muy pocas excepciones o rara avis.  
De especial mención es el culmen de esta progresión rítmica que  
supone el falso clímax del pozo, momento en que se halla el esqueleto de  
Sadako, simple resto putrefacto cuyo descubrimiento en nada condiciona  
la expansión de The Ring. Es muy interesante cómo Koji Suzuki y más  
tarde Hideo Nakata consiguieron relajar al lector/espectador haciéndole  
creer lo contrario, amparados en tantas y tantas decenas de historias  
donde el hecho de sacar a la luz los restos del maltratado supone el  
apaciguamiento del espíritu vengador.  
Y ahora vienen los particularismos. Ringu es una historia narrada en  
dos lenguajes distintos: el literario y el cinematográfico. Suponer que uno  
está por encima del otro es un vicio extendido entre los consumidores, en  
gran medida por el superior y trasnochado estatus de la literatura respecto  
al cine. Dar por hecho que un libro es mejor que su adaptación  
cinematográfica (o viceversa) obviando el texto resultante, es similar a  
empecinarse en defender el sistema de programación Python en vez del  
Java, sin considerar la pericia del programador o la eficacia de su  
producto final.  
Tampoco hemos deseado sumergirnos en el complejo océano de la  
narratología o la hermenéutica, pero es necesario valorar un par de  
aspectos a nuestro juicio esenciales a la hora de entender las eventuales  
disimilitudes entre el hipotexto y el hipertexto: a saber, la sensibilidad del  
creador y el tiempo necesario para consumir cada formato. En relación al  
primer caso, ya hemos visto cómo las circunstancias de Koji Suzuki  
fueron capitales a la hora de despojar a su obra del folclorismo  
típicamente japonés, del mismo modo que Hideo Nakata injertó parte de  
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Pues hay películas que no tienen por qué serlo, en la línea marcada por el cine de  
David Lynch, David Cronenberg y sobre todo Terrence Malick, por poner tan solo  
algunos ejemplos.  
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Tras las huellas de Sadako  
sus propias vivencias en su reescritura cinematográfica. Por otro lado,  
cuando el típico fanboy clama por la ausencia de algún personaje o cierto  
episodio en una adaptación fílmica, pasa por alto el hecho de que el cine  
está confeccionado para consumirse de una sola vez, mientras que la  
lectura de un libro permite un número de recesos al gusto del lector.  
El ritmo, por consiguiente, constituye uno de los principales logros a  
conquistar tanto por parte del escritor como del cineasta/guionista,  
aunque en el segundo caso la cuestión adquiera incluso mayor relevancia a  
la hora de dirimir el éxito o fracaso de una obra. Entre los factores para  
explicarlo destaca la misma condición de quien acude a las salas de cine a  
visionar un filme, siempre más cercano al deseo de entretenerse que de  
consumir un producto cultural e intelectual. En otras palabras, si Peter  
Jackson consideró prescindible el capítulo de Tom Bombadil en su  
adaptación de El señor de los anillos por pensar que rompía la sinergia de  
una aventura recién comenzada, es igualmente entendible que Nakata, por  
ejemplo, descartase incluir el fragmento en que Shizuko se sumerge en el  
fondo marino para rescatar la estatua del asceta, razón por la cual quedó  
encinta de Sadako. Sencillamente, su inclusión desbarataría la estructura y  
el nuevo carácter impreso por el director  
cinematográfica.  
a su transducción  
Es fácil encontrar a quien defienda la mayor relevancia del filme  
respecto al libro entendiendo su desmedida influencia ulterior.  
Fundamentos innovadores como el rol perturbador desempeñado por el  
cabello en la visualización del fantasma, o la grotesca y desasosegante  
forma de desplazamiento en los espíritus, conquistaron a los amantes de  
este tipo de películas sin necesidad de conocimientos determinados. De  
ahí la propagación masiva de copias literales proyectadas por casi la  
totalidad de industrias de cine asiático, por no mencionar el terrorífico  
fenómeno, en su acepción más negativa, de los burdos remakes  
estadounidenses.  
Por supuesto, el calado de la cinta de Nakata ha resonado en mayor  
medida que el texto de Suzuki, aunque en loor de la verdad quizás  
estemos tan solo ante un dilema perspectivista. Si nos detenemos a  
reflexionar, el Ringu audiovisual triunfó por importar un nuevo y exótico  
resorte de espanto al resto del mundo, si bien dentro del mismo Japón el  
tratamiento verdaderamente inusual respondería al esquema de Suzuki,  
mucho más psicológico y desprovisto de tópicos visuales nipones.  
Entonces, ¿cuál de los formatos se merece un mayor reconocimiento? Si  
aún ronda esa pregunta por la mente del lector no hemos conseguido  
nuestro objetivo. En caso contrario, únase a defender el relato como un  
ente vivo, cambiante y sensible a las nuevas miradas surgidas con el paso  
del tiempo, pues nadie, ni el propio autor original, debería mantener  
cautiva una obra.  
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Antonio Míguez Santa Cruz  
BIBLIOGRAFÍA CITADA  
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MALPARTIDA, Rafael (2010), «Dos estéticas del horror: Hideo Nakata y  
Takashi Shimizu (literatura, cine y remakes)», en S. Robles Ávila  
(
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coord.), Cine fantástico 100% Asia, Universidad de Málaga, págs.  
59-279.  
MALPARTIDA, Rafael (2014), Espectros de cine en Japón. Entre la literatura, la  
leyenda y las nuevas tecnologías, Gijón, Satori.  
MÍGUEZ SANTA CRUZ, Antonio (2016), El fantasma en el cine japonés de  
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SOLER, Juan (2008), «Butoh (1959-2009). Medio siglo de rebelión en la  
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SUZUKI, Koji (2003), The Ring, Londres, Harper Collins.  
SUZUKI, Koji (2015), Dark Water, Gijón, Satori.  
Fecha de recepción: 06/08/2019.  
Fecha de aceptación: 12/09/2019.  
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