La voz de los creadores:  
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entrevista a Elvira Lindo  
INTRODUCCIÓN: ELVIRA LINDO Y SU VINCULACIÓN CINEMATOGRÁFICA  
Nació en Cádiz en el año 1962. Comenzó a trabajar a los 19 años en  
Radio Cadena, que, más tarde, pasaría a ser Radio Nacional de España.  
Continuó su trayectoria profesional, seguidamente, en la SER. En el medio  
radiofónico hizo, literalmente, de todo, desde informativos hasta programas  
culturales. Fue así como pasó a ser guionista, como cuenta ella misma, de  
lo que hiciera falta. Precisamente en la radio, en 1987, nace su personaje  
más célebre, un auténtico superventas capaz de atraer a niños, jóvenes y  
adultos por igual, un personaje al que ella misma ponía voz: Manolito Gafotas  
fue su primera obra de ficción. Animada por el escritor Antonio Muñoz  
Molina, su marido, y por el editor Juan Cruz, Lindo publica la que es la  
primera de ocho entregas en el año 1994. Con el cuarto libro sobre el niño  
del extrarradio de Madrid, Carabanchel (Alto), que, con inocencia y  
desparpajo, sin la autocensura de la adultez, observa el mundo que le ha  
tocado vivir con humor, obtiene el Premio Nacional de Literatura Infantil y  
Juvenil.  
El éxito de Manolito la lleva a escribir artículos para El País desde el 2000,  
textos que verían de nuevo la luz recogidos en diversos libros. De la radio  
pasó a la televisión, escribiendo guiones para programas diversos en TVE.  
Su relación con el cine se remonta a 1998, momento en el que coescribe el  
guion, junto al director Miguel Albaladejo, de La primera noche de mi vida,  
película que cuenta los imprevistos de un grupo de personas en la última  
noche del año 1999. El director alicantino sería quien dirigiese la primera  
transposición de Manolito al cine, con un guion firmado por ambos. La  
tercera colaboración entre esta pareja cinematográfica bien avenida llegaría  
en el año 2001, con la película El cielo abierto, donde Lindo interpreta el  
papel de una divertida cleptómana. Cabe añadir que la polifacética escritora  
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Esta entrevista tuvo lugar en Madrid, el 14 de febrero de 2019, en la sede de la  
emisora Cadena SER.  
Trasvases entre la literatura y el cine, I, 2019, págs. 209-216  
ISSN-e: 2695-639X  
DOI: 10.24310/Trasvasestlc.v1i0.6678  
Marina García Mérida  
ya había intervenido como actriz anteriormente, de manera ocasional, en  
televisión; en sus colaboraciones con Albaladejo dibuja roles anecdóticos,  
como el de una Guardia Civil. En ese periodo de tiempo es la encargada de  
trasvasar al celuloide, siendo la responsable del guion, la novela Plenilunio  
de Muñoz Molina. Su último trabajo para el cine es La vida inesperada (2014),  
del director Jorge Torregrossa, protagonizada por Javier Cámara, que en el  
filme es un actor frustrado en busca de cumplir sus sueños en la gran ciudad.  
Manolito Gafotas, que tiene una segunda versión cinematográfica, ¡Mola  
ser jefe! (Joan Potau, 2001), adaptación que no posee el beneplácito de su  
madre literaria, no ha sido la única de sus novelas que ha sido llevada al cine.  
A ella hay que sumar El otro barrio (2000), que fue dirigida por Salvador  
García Ruiz, y Una palabra tuya (2008), Premio Biblioteca Breve, que adaptó  
Ángeles González-Sinde. Por lo que atañe a esta última, que gira en torno a  
las complicadas vidas de dos barrenderas amigas, Milagros y Rosario, que se  
encuentran un bebé en la basura, estamos ante un peculiar trasvase, digno  
de reseñar: esta adaptación es un caso único en la historia del cine español,  
pues nació como un episodio para el filme Ataque verbal (Miguel Albaladejo,  
1999; con guion firmado junto a Elvira Lindo), que, después, pasó a ser  
novela, obra a partir de la cual se construyó la película homónima.  
ENTREVISTA A ELVIRA LINDO SOBRE SUS RELACIONES CON EL CINE  
Elvira Lindo nos recibe en la emisora de la Cadena SER en la Gran Vía  
madrileña. Con ella charlamos distendidamente sobre literatura y cine,  
revelándonos la autora sus impresiones desde las distintas facetas que ha  
vivido a lo largo de su trayectoria profesional en estos dos ámbitos.  
Marina García Mérida: ¿Cómo es Elvira Lindo como espectadora?  
Elvira Lindo: ¿Como espectadora? Yo creo que tengo un gusto bastante  
ecléctico. Me gusta casi todo tipo de géneros. Siempre he tenido un género  
que decía que no me gustaba, que era el género de submarinos, que es ese  
género de películas en las que solo aparecen hombres. Y todas esas películas  
desde niña me aburrían un poco, porque eran películas de acción, pero con  
una tensión emocional que faltaba. Me gusta de todo, me gusta el cine en  
general. No me gusta que me aburra. Digamos que me puede hacer llorar,  
me puede hacer reír, sonreír, me puede hacer pensar… pero me gusta que  
tenga el elemento del entretenimiento.  
M. G. M.: ¿Qué le llevó a escribir guiones de cine? ¿Fue la radio, ese  
medio tan evocador, lo que le condujo a la gran pantalla?  
E. L.: Bueno, en la radio hice guiones, pero he de confesar que yo hacía  
guiones sin saber que eran guiones. Es decir, yo no le ponía nombre a eso,  
ni le ponía nombre a mi oficio. Casi empecé a ponerle nombre a mi oficio  
porque en la radio, en algún momento, me hicieron contratos como  
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La voz de los creadores: entrevista a Elvira Lindo  
locutora y guionista. Y entonces ahí es donde dije: «Ah, esto es algo de lo  
que yo hago». Y luego, claro, fui aprendiendo mucho. Empecé a trabajar  
con 19 años, con lo cual gran parte del aprendizaje no fue en absoluto  
teórico, sino práctico. Ahora se supone que una persona que estudia una  
carrera, digamos que tiene todas esas definiciones, pero yo las iba  
conociendo según iba trabajando. Y después de hacer todos esos guiones en  
la radio (hice sketches… todo esto siendo locutora también, porque todo  
sucedía un poco a la vez), entré en la televisión y empecé a hacer guiones,  
pero era una época de una televisión muy comercial que me interesaba muy  
poco, muy absurda, pero sí tenía el sueño de hacer guiones para el cine.  
Aunque en Televisión Española hice guiones y lo pasé bien, la verdad. Esto  
me dio mucha pluma, mucho oficio, porque tenía que hacer sketches todos  
los días. Pero el caso es que un día decidí dejarlo todo, la tele, la radio…  
todo, y ponerme a escribir en casa. Y, curiosamente, el hecho de que me  
quedara a escribir en casa, yo no puedo recomendar a nadie que haga eso,  
fue algo que me sucedió a mí, estrictamente, a mí me empezaron a salir  
trabajos para que los hiciera desde casa, porque gente que yo conocía me  
encargaba cosas. Y ese tipo de trabajos sí que eran guiones que me servían  
para tener un sueldo, aparte de estar escribiendo un libro. Y llegó un  
momento en el que, me parece que fue al sacar el primero o el segundo  
Manolito, me ofrecieron hacer un guion con una idea, con una percha que  
era que tenía que tratar de la última noche del siglo. La persona que pensó  
en mí fue Itziar Bollaín. Era por un lado una productora e Itziar Bollaín, que  
iba a dirigirla. Yo escribí ese guion durante unas vacaciones y resulta que  
cuando volvió Itziar Bollaín, pues no era un tipo de guion que a ella le  
encajase porque estaba haciendo otra cosa y porque, en realidad, era como  
un cuento, no era algo realista, no era algo duro, entonces la productora y  
yo misma decidimos hacer un casting buscando director. Esto es algo un  
poco peculiar para la historia del cine, sobre todo en España, porque  
siempre son el productor y el director los que deciden todo. Buscamos a un  
director joven que solo había hecho algún corto y ahí encontramos a Miguel  
Albaladejo.  
M. G. M.: Soñaba con hacer una historia para el cine, sueño que cumplió  
con esta película, La primera noche de mi vida. ¿Qué supuso para usted esa  
primera experiencia?  
E. L.: Es la película en la que más he disfrutado de todo el proceso, quizá  
porque en ella participó mucha gente que empezaba. Era la primera película  
de Miguel Albaladejo; la primera de Antonia San Juan; la primera o segunda  
de Leonor Watling; Adriana Ozores también había hecho muy poco cine.  
Había una energía muy contagiosa en la película. Yo creo que a todos nos  
gustaba el guion, a todos nos gustaba la historia. Es una película muy, muy  
barata, pero yo creo que tiene mucho encanto. Luego es una película que  
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dio muchas satisfacciones, que dio premios en festivales internacionales y  
para mí me abr el campo del cine también. También me hizo ver que, en  
realidad, un escritor puede ser guionista de cine, lo que pasa es que tiene  
que estar preparado para recibir las críticas desde el primer folio, y eso es  
lo que hace complicado el que los escritores se dediquen al séptimo arte.  
M. G. M.: ¿Qué conexión existe entre la literatura y el cine? ¿Cuáles  
son para usted los puntos en común y los que los diferencian?  
E. L.: Yo creo que es una relación muy provechosa. Siempre se habla de  
la insatisfacción. Siempre es el hecho de tener que elegir entre el libro y la  
película. Pero se han dado todos los casos posibles. Malas novelas de las que  
han salido buenas películas; buenas novelas de las que han salido malas  
películas; buenas novelas que han dado buenísimas películas; películas que  
nacen de cuentos muy cortos. Yo creo que, en realidad, lo que importa  
cuando te planteas hacer una película es la historia, y hay veces que una  
historia en una novela es algo muy, muy evocador. A lo mejor, a veces,  
podemos equivocarnos escribiendo el guion siendo demasiado fieles o  
siendo demasiado literales, pero ya eso es una cuestión de mecánica del  
guion, pero a veces te preguntas: «¿Y por qué eligieron esta novela, si no es  
muy cinematográfica?» En el caso de las cosas que he escrito creo que son  
muy visuales, entonces creo que van muy bien de la mano del cine.  
M. G. M.: ¿Opina, como indica Juan Marsé en su artículo «El paladar  
exquisito de la cabra», que «la película será conveniente no por su fidelidad  
al argumento o al espíritu de la novela que adapta, sino por su acierto en la  
creación de un mundo propio, específico y autosuficiente, con sus propias  
leyes narrativas»?  
E. L.: Creo que la fidelidad tiene que responder al espíritu de la novela.  
Sí que creo que tiene que haber una especie de lealtad al texto, porque tú  
has elegido ese texto porque te gustaba, porque si vas a cambiar  
absolutamente todo, no tiene sentido que compres ese texto. Sí que es  
verdad que, si cuentas las cosas de forma muy literal, lo haces aburrido,  
porque en la novela se puede contar a otro ritmo; el cine es otro medio  
distinto.  
M. G. M.: Fue Miguel Albaladejo quien dirigió la adaptación de Manolito  
Gafotas: ¿qué supuso para usted esa primera adaptación de una de sus obras  
literarias?  
E. L.: El proceso de adaptación de Manolito fue sencillo. Fue traumático  
en el sentido de que yo firmé un mal contrato y, entonces, durante muchos  
años han tenido mis derechos y yo no he controlado nada. Pero el desarrollo  
de esta adaptación fue muy sencillo. Yo trabajaba muy bien con Miguel  
Albaladejo, teníamos ideas parecidas sobre cómo tenía que ser el look de la  
película. Yo he de confesar que no la he visto entera, solo creo que una vez,  
pero luego he visto imágenes. A mí me encantó la fotografía de esa película.  
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La voz de los creadores: entrevista a Elvira Lindo  
Me parece que tiene como un toque retro, muy luminosa y muy bonita. Fue  
fácil, los actores estaban muy bien y era también una película que todos  
querían hacer. Parece una obviedad lo que estoy diciendo, pero esto no  
siempre ocurre. Hay veces que hay tensiones en los rodajes.  
M. G. M.: El guion está publicado por Ocho y Medio y, leyéndolo, se  
observa que no es una transcripción literal de la película, sino que se trata  
del guion original, y posteriormente, en rodaje, sufrió muchos cambios.  
¿
Cómo fue el proceso a la hora de construir el guion?  
E. L.: No lo recuerdo; no lo he leído. Yo la verdad es que me distancio  
bastante sobre las cosas que hago porque me perturba bastante volver sobre  
lo que he hecho, pero naturalmente habría cambios, no sé qué cambios  
podría haber, pero los cambios, posiblemente, fueron motivados por el  
niño, que no era un niño fácil para rodar, lo que llevó a que se tuvieran que  
hacer las cosas más sencillas.  
M. G. M.: ¿Y sobre ¡Mola ser jefe!? ¿Hubiese preferido otra secuela, haber  
esperado dos o tres años para esa segunda incursión en la gran pantalla de su  
personaje?  
E. L.: No intervine en nada. Tuve una bronca muy grande con el  
productor. Me parecía que no podíamos exprimir tanto la historia, siendo  
una película tan cercana a la anterior, que podíamos malbaratar la historia,  
y entonces me retiraron del asunto. No me parecieron tampoco bien los  
actores, y no lahe visto. Estaba muy cabreada para verla. Nunca lahe llegado  
a visualizar.  
M. G. M.: ¿Hay posibilidad de volver a ver a Manolito en la gran  
pantalla?  
E. L.: Yo creo que se hará. Yo creo que hay gente interesada en hacer  
otra vez una nueva película. Pero, en ese caso, trataría de ser productora  
ejecutiva.  
M. G. M.: ¿Con Mejor Manolo o el Manolito de hace años?  
E. L.: Pues no lo sé, quizá se pueden hacer varias historias. De hecho, la  
película que hicimos era una composición. Actualmente, estamos viendo  
dicha posibilidad.  
M. G. M.: En el filme interpreta a Benítez, una Guardia Civil, papel que  
ya había interpretado en La primera noche de mi vida, también junto a Geli  
Albaladejo. ¿Tuvo la necesidad de recuperar a aquella entrañable pareja de  
personajes para el cine?  
E. L.: No, fue una broma. El director me había visto haciendo sketches  
en la tele. Yo tengo voz cómica y entonces se decidió que saliera y salgo en  
todas sus películas. Nos hacía gracia, y a mí también eso me permitía estar  
en el rodaje. Si no fuera por eso posiblemente no hubiese ido a la playa  
donde hicimos la escena.  
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Marina García Mérida  
M. G. M.: Fue Albaladejo quien recomendó a Salvador García Ruiz leer  
El otro barrio. ¿Cómo fue este otro proceso de adaptación?  
E. L.: Empecé a tener relación con Salva, que era muy amigo de  
Albaladejo. Cuando salió la novela, que fue la primera que hice para adultos  
y es una novela, además, que se ha mantenido mucho en las lecturas  
juveniles, lo cual me encanta (ahora, además, saldrá una nueva edición con  
nueva portada, por el aniversario de publicación), Salva me dijo que ahí  
había una película. Él había hecho ya Mensaka, que era una película muy  
juvenil, y bueno, yo creo que El otro barrio, es una película bonita, que es  
diferente, con un ritmo más lento.  
M. G. M.: Volviendo a sus colaboraciones con Albaladejo, en los  
créditos de Ataque verbal aparece: «El Ataque nº 6 está basado en el relato  
original “Dos barrenderas” de Elvira Lindo». Cuando escribió ese episodio,  
¿
ya pensó en hacer de él una novela?  
E. L.: Claro. Eso fue porque yo quería reservarme el derecho de hacer  
algo más. Albaladejo me dijo que escribiese mi propia historia, y yo iba a  
aparecer como actriz y, entonces, hice esa historia. Le dije que pusiera esa  
nota al productor, pero, en realidad, no estaba basada en ninguna historia  
mía. Yo escribí eso como guion y del guion salió la novela.  
M. G. M.: ¿Cómo fue el proceso de construcción del episodio de Un  
ataque verbal a la novela Una palabra tuya?  
E. L.: Fue muy apasionante. Fue como si de una novela hubieses escrito  
el hueso, que es como lo más importante, pero la novela fue creciendo de  
muchas maneras y, realmente, estoy orgullosa del resultado.  
M. G. M.: ¿Cómo vivió, posteriormente, la adaptación de la novela a la  
gran pantalla?  
E. L.: Ángeles González-Sinde leyó la novela, tras ganar el Premio  
Biblioteca Breve, y me escribió diciendo que quería hacer una película. Está  
la escena que en Ataque verbal es muy cómica, aunque tiene esa parte  
dramática, y en Una palabra tuya es más trágica.  
M. G. M.: Con respecto a esa escena de la que habla, cuando los  
personajes de Milagros y Rosario encuentran al bebé en la basura, ¿era la  
que más le preocupaba en pantalla?  
E. L.: No. Yo creo que esa escena tiene tanta fuerza escrita, son tan  
fuertes los diálogos, que no me preocupaba nada. Me podía preocupar el  
reparto, las actrices. Pero me preocupaban otras cosas, no esa escena en  
particular.  
M. G. M.: En alguna entrevista ha confesado que es la obra de la que  
más orgullosa se siente. ¿Por qué? ¿Qué diferencia esta obra de las otras?  
E. L.: Creo que está muy bien construida, muy sólida. No todas las  
novelas han de estar bien construidas, no creo eso, pero esta novela en  
concreto cuenta lo que se tiene que contar. Creo que tiene un tono  
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La voz de los creadores: entrevista a Elvira Lindo  
tragicómico que es complicado. Me acuerdo de que Pere Gimferrer me  
decía que tenía que llamarse Misericordia ¡pero, hombre, si Misericordia es  
una novela de Galdós! Estuve barajando muchos nombres. La presenté al  
Premio Biblioteca Breve con el pseudónimo de mi madre.  
M. G. M.: Qué acertados resultan los nombres de las protagonistas:  
Milagros y Rosario.  
E. L.: Sí, son nombres que me gustaban, con connotaciones religiosas,  
que parecían de película de western mexicana, de nombres que pueden tener  
las mujeres que regentan un lugar de carretera, de cruces de caminos, y esto  
me gustaba.  
M. G. M.: ¿Cómo ha vivido los distintos rodajes de las adaptaciones de  
sus novelas?  
E. L.: Bueno, de manera distinta. Al de Ángeles González-Sinde solo  
asistí un momento. En los de Albaladejo estuve mucho más presente. En un  
rodaje, si no tienes cosas que hacer, estás un poco de más. Si se me ha  
solicitado, sí he acudido, pero no he estado presente todos los días.  
M. G. M.: Como guionista, ¿cuáles son sus influencias?  
E. L.: En España, probablemente, los guiones de Azcona han sido para  
mí las referencias más importantes. Por ejemplo, me encantan los guionistas  
de El turista accidental, Frank Galati y Lawrence Kasdan, adaptación de una  
obra de Anne Tyler. Azcona tiene un tipo de humor español muy trabajado.  
Otro ejemplo que me gusta mucho: Tony Huston y Los Muertos, basada en  
el relato de James Joyce. En los últimos tiempos, admiro mucho la labor  
de los guionistas de ciertas series que, realmente, se han convertido un poco  
en los creadores del momento.  
M. G. M.: Manolito Gafotas se llevó también a la pequeña pantalla en una  
serie de televisión. Usted ha elaborado guiones también para este medio:  
¿
volvería a él?  
E. L.: Sí, ¿por qué no? Si es una buena historia que contar y es un buen  
producto, sí.  
M. G. M.: ¿Y qué opina del teatro? Ya escribió una obra para ser  
representada exclusivamente sobre las tablas, La ley de la selva (1995), a la  
que siguió La sorpresa del roscón (2004). ¿Se plantea el regreso a las tablas?  
E. L.: El teatro me parece mucho más duro y la gente que trabaja de cara  
al teatro es muy esforzada. El cine tiene una cosa que es muy difícil de llevar,  
que es que hay que tener mucha paciencia, que yo no la tengo, porque son  
proyectos que tienen un arco del triunfo muy grande, que es que puedes  
empezar ahora y acabar dentro de cuatro años. En teatro, el proceso es más  
corto, pero sufres mucho con la taquilla. Es muy duro el teatro, pero me  
gusta. Ya me hubiese gustado, pero creo que no tuve suerte.  
M. G. M.: Si tuviera que hacer balance con respecto al cine, ¿qué ha  
supuesto para usted en su carrera?  
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Marina García Mérida  
E. L.: Ha supuesto muchísimo. Por ejemplo, rodar en Nueva York lo  
disfruté muchísimo. Son cosas que la literatura nunca te va a dar. La  
literatura te va a dar muchas cosas, pero nunca te va a permitir disfrutar de  
un trabajo crecido. La radio, también. Y luego, con la ficción en el cine o  
en la televisión tienes que tener más humildad porque trabajas con un  
equipo, pero al mismo tiempo te da muchos subidones en muchos  
momentos.  
MARINA GARCÍA MÉRIDA  
Universidad de Málaga  
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