Melanie Ruybal
INTRODUCCIÓN
El recorrido habitual que se hace al leer o escuchar el nombre del
director japonés Hideaki Anno conduce a asociarlo, principalmente, a
conceptos vinculados con el cine de animación japonés, es decir, con el
anime. Conocido en sus inicios por ser discípulo de Hayao Miyazaki y por
participar en la realización de cortos independientes como los que
componen la saga Daicon, este animador obtuvo su máximo
reconocimiento al crear y dirigir la saga animada Neon Genesis Evangelion
(
1995), producida por Gainax, estudio del que fue miembro fundador.
Anno logró distinguirse en la industria de la animación por dominar de
manera particular dos factores fundamentales que exceden a la calidad del
diseño de personajes: las temáticas que aborda y la narrativa que ejerce
para hacerlo. Recorriendo siempre ejes vinculados a la exploración
psicológica de personalidades con estereotipos conflictivos, el director
logró atraer a un público que, envuelto en una forma de relatar donde
predomina la ruptura de lo convencional, se arraigó a sus obras a través
de un vulnerable proceso catártico de identificación.
Tomando como base este antecedente, en cuanto al desarrollo
profesional del director y a sus inquietudes temáticas, en su mayoría
relacionadas con la adolescencia, el entramado de los vínculos sociales y el
análisis de la psiquis humana, no resulta sorprendente que, ante la
propuesta de filmar su ópera prima de imagen real, Anno seleccionara, de
entre un gran abanico de novelas candidatas para ser adaptadas a la
pantalla grande, Topaz II de Ryū Murakami. La novela es la secuela de
Topaz, del mismo autor literario, que fue previamente llevada a la pantalla
grande bajo el nombre de Tokyo Decadence (1992), con la dirección del
propio Murakami. El guion, adaptado por el mismo autor de la novela,
recorre, de manera cercana a la versión literaria, la historia de Hiromi y
sus tres amigas, un grupo de adolescentes en su último año de
preparatoria, que,
a simple vista, encajan con los arquetipos
estereotipados de las estudiantes japonesas, pequeñas y jocosas, que
siempre visten su aniñado uniforme escolar. Aun así, estas amigas rompen
con la estructura inocente, típica y predecible, propia del género, que por
costumbre envuelve a este tipo de personajes. En este caso, las jovencitas
combinan el desarrollo de su amistad y la consolidación de memorias
escolares utilizando la cámara fotográfica instantánea de la protagonista,
con la práctica del enjo kōsai.
El término enjo kōsai se refiere, en cuanto a su definición formal, a
relaciones basadas en beneficios mutuos, asociándose a la práctica de vínculos
que giran alrededor de la prostitución. Recientemente se utilizó para designar
las relaciones en las que estudiantes de preparatoria salen o mantienen vínculos
sexuales con hombres adultos a cambio de dinero u obsequios (Fukutomi,
52