De la palabra a la imagen:  
Dark Water, un cuento de fantasmas  
From the word to the image:  
Dark Water, a ghost tale  
JOSÉ EDUARDO BAZÁN GUZMÁN  
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México  
eduard_hp_2@hotmail.com  
ID ORCID: 0000-0002-3708-2789  
Resumen: Las películas que están  
basadas en libros, suelen ser  
valoradas de acuerdo con su  
Abstract: Movies that are based on  
books are usually valued according  
to their fidelity to the original story.  
One way to revalue these films is by  
analyzing them as a new reading of  
the original. In the case of the film  
Dark Water (Honogurai mizu no soko  
kara) by the Japanese director Hideo  
Nakata, from narrative formulas it  
can identify and understand what  
are the gains that the story of Koji  
Suzuki, obtained in the transfer to  
the cinema.  
fidelidad respecto  
a la historia  
original. Una forma de revalorizar  
estas películas es analizándolas como  
una nueva lectura del original. En el  
caso de la película Dark Water  
(Honogurai mizu no soko kara) del  
director japonés Hideo Nakata, a  
partir de fórmulas narrativas se  
puede identificar  
y comprender  
cuáles son las ganancias que el relato  
de Koji Suzuki obtuvo en el traslado  
al cine.  
Palabras clave: Adaptación  
fílmica, Cine de terror japonés,  
Hideo Nakata, Koji Suzuki, Dark  
Water.  
Key Words: Film adaptation,  
Japanese horror cinema, Hideo  
Nakata, Koji Suzuki, Dark Water.  
Trasvases entre la literatura y el cine, I, 2019, págs. 81-93  
ISSN-e: 2695-639X  
DOI: 10.24310/Trasvasestlc.v1i0.6649  
José Eduardo Bazán Guzmán  
1. LA FIDELIDADCOMO CRITERIO IMPRODUCTIVO  
El cine, desde sus inicios, ha tenido una estrecha relación con la  
literatura. Ha tomado clásicos universales como, por ejemplo, El Jorobado  
de Nuestra Señora o Los Miserables de Víctor Hugo, hasta cuentos cortos  
para convertirlos en representaciones cinematográficas. A lo largo de su  
historia conjunta han creado una sólida simbiosis. En la actualidad, las  
cuestiones mercadológicas han acrecentado los beneficios de esta relación,  
como cuando semanas después del estreno de un blockbuster, la editorial  
relanza una edición del libro sobre el que se basó la película, con la  
imagen de los protagonistas en la cubierta.  
Adaptar un texto para un filme siempre es tarea complicada, sobre  
todo si el libro ha tenido un gran éxito y se espera que la producción  
cinematográfica lo supere, en cuanto a taquilla se refiere. Pero más  
importante aún, es que se espera que la película sea “fiel” a la esencia que  
transmite el libro, a pesar de las precauciones que hemos de tomar con  
ese concepto, que ha distorsionado en buena medida los estudios sobre las  
adaptaciones de la literatura al cine (Stam, 2009). Cuando se activa un  
prejuicio como ese, que pone a la literatura en rango de superioridad sin  
más, se olvida a menudo que el cine también posee gran capacidad  
sugestiva cuando se construye a partir de textos literarios. Por ejemplo,  
Carrie, el libro escrito por Stephen King, narra lo siguiente:  
Y, en un impulso ciego y repentino, reunió todo el poder que podía  
sentir. Algunas de las luces empezaron a echar humo. Hubo un destello  
deslumbrante en alguna parte cuando un cable eléctrico cayó sobre un  
charco de agua. Se producían sordos golpes en su mente cuando los  
cortocircuitos operaban inútilmente. El muchacho que estaba aferrado al  
pie del micrófono cayó sobre uno de los amplificadores y se produjo un  
estallido de chispas color morado y luego el empavesado del papel crepé  
que cruzaba el escenario empezó a arder. Justo bajo los tronos, un cable  
eléctrico de 220 voltios crepitaba en el suelo. Junto a él, Rhonda Simard,  
vestida con su traje de gala de tul verde, ejecutaba el espasmódico baile de  
un títere. Repentinamente, su traje ardió en llamas y ella cayó hacia delante  
sin dejar de moverse. Quizás ése fue el momento en que Carrie perdió el  
control. Se apoyó contra las puertas. Su corazón latía frenéticamente, pero  
su cuerpo estaba helado como un témpano. En su rostro lívido se  
destacaban dos afiebradas manchas rojas que coloreaban sus mejillas. Su  
cabeza palpitaba intensamente y había desaparecido todo pensamiento  
consciente. Se alejó de las puertas tambaleante y las mantuvo cerradas,  
aunque sin propósito ni plan alguno. En el interior las llamaradas se hacían  
más brillantes y se dio cuenta borrosamente de que el umbral había sido  
alcanzado por el fuego (King, 1974: 83).  
Esta descripción de lo que sucedió en el baile de graduación de Carrie  
y que fue el desencadenante para la serie de desastres que ocurrirían, no  
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De la palabra a la imagen: Dark Water  
tiene comparación alguna con la impactante escena del filme de Brian de  
Palma (Carrie, 1976), donde Sissy Spacek, sobre un escenario en llamas,  
bañada en sangre, con unos exorbitantes ojos llenos de la ira más grande y  
a través de sus habilidades de telequinesis, cobra venganza contra todos  
aquellos que la hirieron. Otro ejemplo, siguiendo en la línea de Stephen  
King, es la formidable actuación de Kathy Bathes en Misery (Rob Reiner,  
1990) como esa psicópata obsesionada con el personaje de una novela, y  
de la que el mismo King refiere que es su adaptación favorita de la larga  
lista que se ha hecho de sus libros.  
Cuando el lector de la novela se imagina lo que King relata, hay  
innumerables escenarios posibles en su mente, algunos más terroríficos o  
impactantes que otros. El cine, que no es ajeno, ni mucho menos, a esa  
capacidad imaginativa, puede, además, potenciar lo sensitivo mediante la  
tecnología. Anteriormente la vista y el oído eran los sentidos estimulados  
al asistir a una sala de cine; hoy en día con las recientes salas 4DX, el  
espectador es capaz de percibir también a través del tacto y el olfato lo  
que sucede dentro de la película, de manera que la afirmación de Robert  
Stam cobra mayor vigor: «Las películas implican una respuesta corporal  
de manera más directa que las novelas» (2009: 18). Por ejemplo, en la  
película coreana Tren a Busan (Busanhaeng, 2016), hay una escena donde  
descarrilla uno de los trenes donde los protagonistas tratan de huir del  
apocalipsis zombie. Con la tecnología 4DX, las butacas de los  
espectadores se mueven e inclinan simulando los movimientos del  
descarrilamiento, aunado al intenso chirrido metálico del vagón del tren,  
a las luces estroboscópicas dentro de la sala y a los golpes en los respaldos  
de las butacas, como si se tratase de los golpes que los protagonistas  
reciben en el accidente: aumentan así la respuesta corporal de la que habla  
Stam.  
Al margen ya de este ejemplo extremo, esta respuesta se produce en  
todos los géneros cinematográficos, pero es muy evidente sobre todo en  
las películas de terror, cintas que son proyectadas en las salas de cine y  
donde la audiencia grita por lo que sucede en pantalla, e incluso hay quien  
abandona la sala por no tolerar lo que está viendo.  
Las razones antropológicas de este panorama son muy conocidas  
(
Gubern y Prat, 1979) y no voy a insistir en ellas. Lo cierto es que, a  
pesar de esta capacidad sugestiva del cine, la opinión generalizada suele  
decantarse por las novelas en detrimento de sus adaptaciones al cine,  
sobre todo porque se impone una cierta sensación de pérdida. La novela  
se ha llegado a considerar como ese original sagrado que debería ser  
intocable y mucho menos trasvasado a otro medio.  
Existen novelas que han sido trasladadas al filme y que han dejado al  
público satisfecho con la forma como se llevó a cabo la adaptación,  
alegando que la película es “fiel” a la novela. Esta noción tan peligrosa de  
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José Eduardo Bazán Guzmán  
fidelidad” radica en el entendido de que a partir de las herramientas que  
posee el cine, fue posible extraer lo esencial de la novela original y  
plasmarla en imágenes. Pero, ¿qué partes de la novela son en realidad  
esenciales para la historia a la hora de integrarlas en el filme y cuáles no?  
El criterio para hacerlo es totalmente subjetivo, así que pueden hacerse  
dos o más versiones cinematográficas de una misma novela, con diferentes  
elementos cada una de ellas y aun así ser versiones supuestamente «fieles”.  
Por ejemplo, la versión de It (1990) es considerada una versión “fiel” al  
original de Stephen King de casi 1.000 páginas que es la novela. La  
versión de 2017 también es así considerada, pero estas dos adaptaciones  
son muy diferentes entre sí, lo que demuestra la infertilidad de dicho  
criterio para estudiar un trasvase de la literatura al cine.  
Así que, en realidad, las adaptaciones no deberían entenderse de  
acuerdo con su grado de pretendida “fidelidad” al texto original, sino  
como nuevas lecturas de la novela, según las razonables reclamaciones del  
libro fundamental de Robert Stam (2009). Un concepto importante para  
considerar los filmes como relecturas, es el que propone Genette (1989):  
la transtextualidad. Existen diversos tipos de transtextualidad, es decir,  
diversas formas en las que un texto se relaciona con otros. Uno de estos  
es la hipertextualidad, en la cual un texto llamado hipertexto tiene una  
relación directa con otro texto llamado hipotexto. En este caso el texto  
original es un hipotexto, que es la fuente primigenia de la que emana el  
hipertexto, es decir todos los textos relacionados o basados en el original.  
La novela es el hipotexto y las sucesivas adaptaciones el hipertexto.  
En el cine de terror japonés, existen dos buenos ejemplos. En el año  
de 1998 llega a las pantallas de cine una película que sembraría el miedo  
en el público de Japón y que sentaría las bases para el llamado boom del  
cine de terror japonés. Es Ringu, realizada por Hideo Nakata. Está basada  
en el libro homónimo de Koji Suzuki, publicado en 1991, el cual  
rápidamente se convirtió en un best seller. Es decisión del mismo escritor  
que sea Hideo Nakata quien lleve la batuta de dirigir la versión fílmica de  
su libro, tras haber visto su trabajo como director en algunos  
cortometrajes y en su primer largometraje Ghost Actress (1996). Si se  
analizara la supuesta “fidelidad” de esta cinta con respecto al texto original  
de Suzuki, entonces podría juzgarse como una mala adaptación debido a  
los numerosos cambios que presenta, por ejemplo, respecto a los  
personajes. Pero, si se estudia como un producto que surge de otra visión  
o lectura de la historia original y que debido al medio en el que se  
produce, utiliza las herramientas cinematográficas a su favor para contar  
la historia, entonces el producto es otra interpretación de la misma  
historia. Para la adaptación del libro de Ringu, Nakata retomará elementos  
de las tradicionales historias de fantasmas japonesas como la historia de  
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De la palabra a la imagen: Dark Water  
Oiwa. El resultado es una cinta que contiene elementos narrativos y  
audiovisuales decisivos que marcaron el desarrollo de películas posteriores  
a ella.  
El otro ejemplo, en el que voy a detenerme, contiene numerosas  
similitudes con Ringu. Es Dark Water (Honogurai mizu no soko kara, 2002),  
película basada en un cuento escrito por Koji Suzuki publicado en 1996 y  
que también será llevado a la pantalla grande por Hideo Nakata en 2005,  
siete años después de su éxito con Ringu. Nuevamente, si se analizara el  
cuento según el criterio de la supuesta “fidelidad”, el segundo terminaría  
fallando a este propósito, pero como producto que surge de una nueva  
interpretación del texto, el resultado es bien distinto. Vale la pena un  
análisis más profundo para comprender la riqueza tanto del cuento como  
de la cinta.  
2. LA ADAPTACIÓN DE DARK WATER (KOJI SUZUKI, 2002/HIDEO  
NAKATA, 2005)  
Si bien realizar un análisis contraponiendo un cuento y una película  
suele ser complicado debido a la notable diferencia de medio en el que se  
encuentran, Zavala propone una serie de fórmulas narrativas que pueden  
ser aplicables a cualquier producción narrativa:  
En la teoría de la adaptación, la utilidad de las fórmulas narrativas  
consiste en la posibilidad de comparar la naturaleza incoativa y terminativa  
del texto literario original y el texto fílmico, precisando así la manera como  
las condiciones de producción cinematográfica contribuyen a preservar o  
modificar la naturaleza original del material literario (2018: 193).  
El número de páginas del cuento (21 en la traducción al español que  
he empleado), en apariencia, podría ser ideal para la realización de un  
cortometraje, pero para un largometraje era necesario adicionar  
elementos: prácticamente escribir una nueva historia basada meramente  
en los elementos esenciales que transmite el hipotexto, es decir, el  
original.  
2.1. El suspenso narrativo  
Para analizar las ganancias que presenta la película respecto al cuento  
original, la primera fórmula narrativa que podemos activar es el suspenso  
narrativo, que «consiste en que el espectador (o lector) sabe algo que el  
personaje ignora… (E s, P -s) el Espectador (E), sabe algo (s) que el  
Personaje (P) no sabe (-s)» (Zavala, 2018: 174-175).  
En el cuento, Yoshimi relata un poco acerca de cómo llegó a vivir a  
ese bloque de departamentos, cómo era la vida con su marido, del que  
lleva cuatro años separada, y un poco acerca de la historia del edificio. Se  
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José Eduardo Bazán Guzmán  
trata de un complejo de departamentos que debido a la burbuja  
inmobiliaria japonesa se vio afectado y que solo alberga oficinas durante el  
día, para vaciarse casi por completo durante la noche, salvo cinco  
inquilinos. Hasta este punto nada fuera de lo común que pudiera dar a  
entender al lector que algo extraño está por suceder: al contrario, parece  
como si el edificio donde viven es una gran oportunidad, ya que lo alquila  
a un precio muy por debajo de lo normal, y, además, como se utiliza para  
oficinas, está en muy buen estado. Es hasta el momento en el que Yoshimi  
y su hija Ikuko deciden subir a la azotea de su edificio, que el  
descubrimiento de una mochila roja con la imagen estampada de Hello  
Kitty comienza a despertar la duda en ella. Después de entregarla al  
conserje para que la exhibiera en el mostrador, esperando que su dueño  
apareciera, Yoshimi comienza a experimentar cierta obsesión con ella. Es  
en este punto cuando el lector también se da cuenta de que la mochila  
tiene una historia detrás y que está a punto de afectar a Yoshimi e Ikuko.  
Por su parte, la película es muy distinta: desde el momento en el que  
Yoshimi e Ikuko llegan al edificio a ver el departamento que van a rentar,  
el espectador ya puede intuir que no es una buena idea mudarse ahí. Hay  
algo que no está bien con ese edificio, hay algo maligno en ese lugar. Es  
totalmente gris, se encuentra en ruinas, abandonado y muy deteriorado  
por el agua: es un espacio escalofriante. No es el lugar óptimo para vivir  
ni criar a una pequeña niña. Pero Yoshimi se ve obligada a ello porque se  
puede observar en escenas anteriores, que está enfrentando un difícil  
proceso de divorcio y, por tanto, ese departamento parece por el  
momento su mejor opción. La escena que dará a entender de manera más  
directa al espectador que en ese edificio hay fantasmas, es la del ascensor.  
Al llegar al edificio, Yoshimi, Ikuko y el empleado de bienes raíces entran  
al ascensor; en ese momento, una toma cerrada permite observar cómo  
una mano pequeña toma la de Yoshimi y ella sonríe pensando que se trata  
de Ikuko. Acto seguido se abre la puerta y la pequeña sale corriendo  
dejando desconcertada a su madre, que sigue sosteniendo algo en la mano.  
Desde su lugar el conserje observa esta escena a través de un monitor, y  
cuando todos abandonan el elevador, aparece en el monitor la silueta  
oscura de una niña acompañada de un sonido escalofriante y un  
acercamiento de la cámara hacia esa sombra. Este es el punto a partir del  
cual el espectador sabe que hay un fantasma en el edificio y que afectará a  
la vida de los personajes aunque ellos aún no lo sepan. Los sonidos, las  
actuaciones, la escenografía, la ambientación y los movimientos de  
cámara son elementos que permiten comprender esto, porque enfatizan el  
suspenso.  
Cuando el empleado de bienes raíces está mostrando el departamento  
a Yoshimi se da cuenta de que hay una mancha de humedad en el techo.  
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De la palabra a la imagen: Dark Water  
Un sonido estremecedor, parecido al del ascensor, se escucha mientras  
observa la mancha, relacionando directamente los dos hechos en la  
película. Un acercamiento de la cámara permite ver su expresión, donde  
se manifiesta no la preocupación por una simple gotera, sino por algo más  
oculto. Yoshimi decide mudarse al departamento, y en su primera noche,  
al observar el techo con cara de extrañeza, encuentra la gotera mientras  
se escucha leventemente un sonido escalofriante parecido a los anteriores,  
lo que permite al espectador darse cuenta de que esa filtración de agua  
traerá problemas insospechados. Si una gotera siempre es un problema  
molesto en un hogar, lo es más si viene acompañada de una presencia  
fantasmal.  
2.2. La sorpresa  
La siguiente es la fórmula de la sorpresa: «(N s, E -s), que se lee de esta  
manera: el Narrador (N), sabe algo (s) que el Espectador (E) no sabe (-s).  
El espectador puede saber que algo va a ocurrir, pero ignora qué será o  
cuándo va a ocurrir» (Zavala, 2018: 176).  
En el cuento, el lector sospecha que algo va a ocurrir cuando Yoshimi  
vuelve a subir a la azotea con su hija Ikuko. En el momento en que está  
por abrir la puerta, la asalta un mal presentimiento y posteriormente  
encuentra de nuevo la bolsa roja tirada en el mismo lugar. Yoshimi acude  
de noche a la azotea pensando que Ikuko fue a recoger la bolsa y cuando  
entra al ascensor siente una presencia, que le reafirma al lector que algo  
sobrenatural está ocurriendo en ese edificio:  
Quizá fuese solo su imaginación, pero incluso le pareció que la  
temperatura había bajado de repente en aquellos tres metros cuadrados. No  
estaba sola. Había una presencia en el ascensor. Sentía en el abdomen el  
aliento de alguien, un aliento como el que se transforma en vapor blanco  
los días fríos de invierno (Suzuki, 2015: 15).  
Después de estas líneas sería lógico que el lector esperara la aparición  
o presencia de un fantasma o que comenzaran a ocurrir sucesos  
paranormales, pero como indica la fórmula, no sabe qué será, ni cuándo  
ocurrirá.  
La película, por su parte, muestra una sucesión de pistas que permiten  
al espectador inferir que algo siniestro está por acontecer. En un primer  
plano se muestra que la gotera ha crecido. Un acercamiento de la cámara  
al rostro de Yoshimi muestra que eso ya se está volviendo una  
preocupación para ella. Luego decide tomar un vaso con agua del grifo y  
para su sorpresa y espanto, el agua está sucia y contiene un mechón de  
cabello negro. Mientras observa el vaso, el espectador escucha  
nuevamente un sonido similar a los que se escucharon en el ascensor y  
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José Eduardo Bazán Guzmán  
cuando observó la gotera. Quiere decir que todos estos elementos están  
relacionados entre sí y son indicios de algo. Aquí el director retoma  
elementos de su anterior película Ringu y que no aparecen en el cuento de  
Suzuki, uno de ellos, el negro cabello de Sadako que es una característica  
inherente a los fantasmas vengativos femeninos tan bien estudiados por  
Antonio Míguez Santa Cruz (2016), que permean en las historias de  
fantasmas japonesas y en la filmografía de terror de la posguerra, de las  
cuales Nakata se embebió.  
Otro de los elementos que Nakata decide integrar de manera más  
presente en el filme es el agua. El crecimiento de la gotera y su constante  
flujo es un indicio de que el mal sigue ahí y acecha cada vez más. Durante  
toda la película hay presencia de agua alrededor de los personajes, pero  
una de las escenas que mejor lo demuestra es cuando Yoshimi se queda  
dormida mientras está recostada en una orilla de la cama. El director  
muestra lo que ella está soñando en una especie de flashback. Sueña con la  
pequeña Mitsuko caminando bajo la lluvia hacia el edificio en el que ella  
vive actualmente. Cuando despierta se da cuenta de que Ikuko no está a su  
lado en la cama, así que corre a buscarla, primero a la azotea y después al  
departamento que se encuentra en el piso superior al de ella, y donde ha  
visto una sombra asomada por la puerta. Al entrar, la escena es  
surrealista: literalmente está lloviendo dentro del departamento. El agua  
escurre de las paredes y del techo. El lugar es gris, oscuro y frío, y se  
encuentra inundado. La llave del fregadero está abierta por completo y el  
agua cae a borbotones. Mientras camina dentro del departamento, una  
pequeña figura se acerca a ella. Es Ikuko, que camina sonámbula. Cuando  
Yoshimi la carga, puede ver detrás de ella, sobre la pared, la sombra de  
Mitsuko en un acercamiento de la cámara, y el espectador vuelve a  
escuchar el mismo sonido escalofriante de las veces anteriores.  
Impresionada  
y sin apenas poder reaccionar, trata de salir del  
departamento con Ikuko en sus brazos. Al salir y ver un letrero colocado  
sobre la puerta, comprende que ese es el antiguo departamento donde  
vivía Mitsuko, la niña que se encuentra perdida. El uso del agua como  
asociación con los fantasmas es recurrente en la literatura de Suzuki: tanto  
en Ringu como en Dark Water, los depósitos de agua fungen como una  
tumba, Sadako en el pozo y Mitsuko en el tanque. Se trata del agua  
corriente, que simboliza la vida, frente al agua estancada y putrefacta, que  
se asocia con la muerte:  
La ensoñación comienza a veces delante de agua limpia, llena de  
inmensos reflejos, que murmura con músicas cristalinas. Concluye en el  
seno de un agua triste y sombría que transmite extraños y fúnebres  
murmullos (Bachelard, 2003: 77).  
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De la palabra a la imagen: Dark Water  
Nakata aprovecha esto para mostrar de manera muy sugerente la  
aparición fantasmal: la manifestación de Mitsuko está precedida por el  
agua.  
En un momento determinado, después de que Yoshimi llegara  
corriendo desesperada a recoger a Ikuko a la escuela, hay un diálogo muy  
interesante. En un plano ligeramente en picado por encima del hombro de  
Ikuko, se puede ver a Yoshimi con cara de tristeza, pero muy  
determinada, mientras le dice a su hija: «Puedo enfrentarme a cualquier  
cosa, mientras estés conmigo». Este diálogo refuerza la idea que venía  
gestándose desde las primeras escenas: hay un fantasma en el edificio, algo  
va a ocurrir y la protagonista tendrá que enfrentarse a ello completamente  
sola.  
Yoshimi acude a quejarse de la gotera al conserje, que no le hace  
mucho caso, ni le da importancia al asunto. Es la primera señal de que  
tendrá que enfrentarse en solitario a lo que viene. Cuando lleva a su hija  
Ikuko a su primer día de clase en su nueva escuela, el director le ofrece  
buena impresión al inicio, pero él y una profesora regañan a un niño de  
una manera nada adecuada para su edad, lo que sorprende duramente a  
Yoshimi. Esa es otra señal de que Yoshimi e Ikuko tampoco contarán con  
el apoyo de la escuela y se encuentran solas frente a lo que viene.  
2.3. Inicio y fin de las narraciones  
Zavala también propone fórmulas para el análisis de la narratología  
incoativa, para analizar el inicio y el fin de la narración. En este caso el  
cuento tiene un inicio clásico:  
La Fórmula del Inicio Clásico es [PG (t, e)  PP (t, e)]. El Plano  
General (PG) es una visión panorámica, de conjunto, que permite conocer  
el contexto donde ocurrirá la historia y quiénes son los personajes que  
participan en ella. El Primer Plano (PP) es una perspectiva donde se  
observa un detalle, es decir, algo muy particular que podría no ser  
percibido con precisión al observar un Plano General (2018: 181).  
Suzuki inicia el relato con Yoshimi tomando un vaso con agua y a  
partir del sabor desagradable comienza a desarrollar todo el contexto  
general del cuento. Hace cuánto tiempo que Yoshimi e Ikuko llegaron a  
vivir a ese edificio, dónde está ubicado, qué edad tiene Ikuko, la burbuja  
inmobiliaria que le permitió alquilar ese departamento a excelente  
precio..., es decir, la vida desarrollándose con normalidad.  
Al contrario que el cuento, la película tiene un inicio posmoderno:  
La Fórmula del Inicio Posmoderno es {PM (i) = Σ [C (i) + M (i)]}, lo  
cual significa que en el Inicio Posmoderno, PM (i), coexisten (Σ) un inicio  
clásico, C (i), y un inicio moderno, M (i). El inicio posmoderno es al  
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José Eduardo Bazán Guzmán  
mismo tiempo clásico y moderno; cerrado y abierto; contiene rasgos  
tradicionales y rasgos experimentales; resuelve los enigmas narrativos y al  
mismo tiempo plantea nuevos enigmas (Zavala, 2018: 188).  
El inicio posmoderno lo marca la escena inicial, donde Nakata muestra  
a la protagonista Yoshimi de niña, observando la lluvia mientras espera a  
alguien. Se intuye que es a su madre o podría ser a su padre. Un corte  
posterior a esa escena muestra a la Yoshimi adulta observando absorta la  
lluvia. Esto permite, en un primer momento, entender la relación que  
tiene Yoshimi con el agua, pero a la vez plantea la incógnita acerca de su  
infancia y qué relación podría tener para el desarrollo de la película. El  
agua le trae recuerdos de abandono por parte de sus padres. Después,  
surge la parte del inicio clásico que presenta la situación: Yoshimi se está  
enfrentando a un duro divorcio y está peleando por la custodia de su hija,  
a partir de lo cual se intuye que este será el desencadenante para la  
avalancha de sucesos que están por acontecer.  
Aunado a esto, Yoshimi se encuentra en búsqueda de trabajo, su vida  
ha dado un giro de ciento ochenta grados, ahora tiene que compaginar  
todas sus actividades para poder cuidar a su hija y que no sufra el mismo  
abandono que ella sufrió, y que Nakata mostró al inicio del filme. Todo  
esto suma para crear la atmósfera de soledad y desesperación que poco a  
poco se va apropiando de la protagonista. La actuación de Hitomi Kuroki  
logra crear empatía con el espectador, que poco a poco va sintiendo la  
misma desesperación y ansiedad que ella.  
En el desenlace del cuento y la película, el tipo de final se invierte  
respecto al tipo de inicio. El cuento tendrá un final posmoderno, mientras  
que la película presentará un final clásico:  
La Fórmula del Final Posmoderno es {PM (f) = Σ [C (f), M (f)]}. Esto  
significa que el Final Posmoderno, PM (f), es la suma (Σ) de un Final  
Clásico, C (f) y un Final Moderno, M (f). A su vez, el Final Posmoderno es  
un Final Simultáneamente Abierto y Cerrado, es decir, PM (f) = Σ [V (1),  
V (n)], donde hay simultáneamente Una Verdad Única, V (1), y Muchas  
Verdades Posibles, V (n) (Zavala, 2018: 191).  
En el cuento, Yoshimi tiene una epifanía cuando el conserje le muestra  
el libro de registros del edificio. En ese momento se da cuenta de que la  
desaparición de Mitsuko sucedió el mismo día que la apertura del tanque  
de agua para su limpieza. Atando cabos, llega a la conclusión de que el  
cuerpo de Mitsuko se encuentra dentro del tanque desde hace dos años,  
de ahí el mal sabor del agua con el que se inicia el desarrollo del cuento.  
Aunque este final se muestra claro, porque Yoshimi huye del edificio con  
la certeza de que el cadáver se encuentra ahí, Suzuki nunca lo confirma en  
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De la palabra a la imagen: Dark Water  
su narración. Bien podría ser que Yoshimi estuviera equivocada y todo  
fuera fruto de su imaginación. En realidad, nunca se confirmará: Suzuki  
deja la duda.  
En cambio, la película presenta un final clásico que cierra todas las  
incógnitas que se desarrollan a lo largo de la historia: «La Fórmula del  
Final Clásico es: [C (f) = V (1)]. En esta fórmula se establece que el final  
(
f) de carácter Clásico (C) equivale a una única (1) Verdad (F). Por  
supuesto, se trata de una Verdad Ficcional» (Zavala, 2018: 183).  
Yoshimi está segura de que Mitsuko ha regresado de la tumba para  
llevarse a Ikuko con ella, como eterna compañera de juegos. Cuando la  
característica mochila roja aparece dentro de la mochila de Ikuko,  
Yoshimi se la arrebata y en ese momento tiene una revelación. En una  
especie de trance, observa cómo la mochila cae dentro de un contenedor  
de agua. Inmediatamente decide subir a la azotea a revisar el tanque.  
Cuando toca el agua que escurre del tanque, nuevamente tiene una visión:  
esta vez puede ver a Mitsuko y la forma como subió al tanque de agua  
para finalmente caer dentro de él. En este punto de la historia se  
confirma, a diferencia del cuento, dónde se encuentra el cuerpo de  
Mitsuko.  
Después de una serie de sucesos que ponen en peligro la vida de  
Yoshimi e Ikuko, en los que tienen que huir de la manifestación del agua,  
viene una de las escenas más impresionantes. Yoshimi corre hacia el  
ascensor cargando el cuerpo inerte de Ikuko. Dentro del mismo cae agua  
a borbotones. Yoshimi observa cómo del departamento de Mitsuko  
emerge la figura de Ikuko, a lo que en un acercamiento de cámara,  
aterrorizada, se da la vuelta para comprobar que el cuerpo que llevaba  
cargando, es en realidad el de Mitsuko. Un pequeño cuerpo gris y  
putrefacto, que la llama mamá, se abalanza sobre ella. En ese momento  
Yoshimi sabe que debe tomar una decisión: para evitar que Ikuko muera,  
será ella la que sustituirá para la eternidad a la madre que abandonó a  
Mitsuko. Con una música triste de fondo que influye en el espectador,  
Yoshimi le dice, entre llantos, al cuerpo de Mitsuko, mientras lo abraza,  
que es su madre. Con una simple mirada, Yoshimi se despide de Ikuko,  
mientras el ascensor cierra sus puertas. Ikuko corre a un piso superior  
para esperar la apertura del ascensor y que su madre salga de él, pero al  
abrirse las puertas lo único que se desbordará será una inmensa cantidad  
de agua putrefacta, agua muerta.  
El epílogo cerrará las incógnitas que pudieran haber quedado. En este  
caso, diez años después, Ikuko llega nuevamente al edificio donde vivió  
con su mamá, que ahora se encuentra completamente abandonado. Al  
entrar al departamento, este misteriosamente se conserva intacto.  
Yoshimi está de pie, esperando a su hija. Esta escena es una de las más  
conmovedoras del cine de terror moderno. El espectador sabe que  
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José Eduardo Bazán Guzmán  
Yoshimi murió, pero Ikuko platica con ella como si continuara con vida.  
Ikuko siente una presencia, y por encima de su hombro el espectador  
puede ver que se trata de Mitsuko. Cuando Ikuko se da la vuelta para  
observar, su madre ha desaparecido. Ikuko sale del edificio, y mientras se  
aleja caminando, podemos oír esta reveladora y preciosa frase, con que se  
cierra el filme: «Mi madre estuvo junto a mí todo este tiempo…  
protegiéndome».  
3. LA RECOMPOSICIÓN FANTASMAL  
Es interesante observar que Nakata convierte el cuento de Suzuki en  
una historia de fantasmas, como ya obró con Ringu (Malpartida, 2014:  
08). Ninguna de las dos historias muestra a los fantasmas de Sadako ni  
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Mitsuko, pero en las películas Nakata logra configurar una nueva versión  
de ellas. Investigadores como Berton, que analizan las relaciones entre el  
cine y las ciencias “de la mente”, explican una fuerte relación entre el cine  
y lo fantasmal. La invisibilidad e inaudibilidad de un fantasma para los  
vivos requiere de un médium que permita su manifestación. El cine posee  
las mismas características de invisibilidad e inaudibilidad, y es el  
cinematógrafo el “médium” a través del cual se hace presente «como una  
máquina-cinema de captación-proyección del fantasma» (Berton, 2018:  
478). El cine, por tanto, es un medio dotado, desde su esencia, para la  
representación de lo fantasmal. Más allá de las descripciones que Suzuki  
pudiera haber hecho del fantasma de Mitsuko, lo cierto es que las  
transparencias, las sombras, la ambientación o el sonido, entre otros  
factores, permiten representar lo fantasmal de manera muy efectiva.  
El cuento de Suzuki contiene los elementos necesarios para crear  
suspenso en el lector, para sembrar la incógnita al final de su historia.  
Pero la película de Nakata va más allá. No es una adaptación muy apegada  
al texto literario, como se mencionó en nuestro punto de partida  
metodológico, sino una muy interesante manera de recontar la historia  
que le sirve de base y convertirla en un excelente relato de fantasmas.  
BIBLIOGRAFÍA CITADA  
BACHELARD, Gaston (2003), El agua y los sueños, México, Fondo de  
Cultura Económica.  
BERTON, Mireille (2018), Voir des fantômes, París, Kimé.  
GENETTE, Gérard (1989), Palimpsestos (La literatura en segundo grado),  
Madrid, Taurus.  
GUBERN, Román y Joan PRAT (1979), La raíces del miedo. Antropología del  
cine de terror, Barcelona, Tusquets.  
KING, Stephen (2012), Carrie, Barcelona, Debolsillo.  
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De la palabra a la imagen: Dark Water  
MALPARTIDA, Rafael (2014), Espectros de cine en Japón. Entre la literatura, el  
cine y las nuevas tecnologías, Gijón, Satori.  
MÍGUEZ SANTA CRUZ, Antonio (2016), El fantasma en el cine japonés de  
posguerra. De rasgo folclórico a icono feminista [Tesis Doctoral],  
Universidad de Córdoba.  
STAM, Robert (2009), Teoría y práctica de la adaptación, México,  
Universidad Nacional Autónoma de México.  
SUZUKI, Koji (2015), Dark Water, Gijón, Satori.  
ZAVALA, Lauro (2018), Para analizar cine y literatura, Madrid, El barco  
ebrio.  
Fecha de recepción: 19/07/2019.  
Fecha de aceptación: 10/09/2019.  
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