La coloquialidad en la adaptación cinematográfica  
del texto teatral: una propuesta de estudio  
interdisciplinario con el ejemplo de Bajarse al moro  
Colloquiality in the cinematographic adaptation  
of the theatrical text: a proposal of interdisciplinary  
study with the example of Bajarse al moro  
JUAN GARCÍA-CARDONA  
Universidad deWyoming  
jgarciac@uwyo.edu  
IRENE CHECA-GARCÍA  
Universidad deWyoming  
irene.checa@uwyo.edu  
ORCID ID: 0000-0002-9022-  
6817  
ORCID ID: 0000-0002-4382-  
9818  
Resumen: Las adaptaciones de una  
obra literaria al cine son frecuentes.  
La más directa acaso sea de obra  
teatral a película, pero incluso en ese  
caso son necesarios múltiples cambios.  
Entre ellos se ha destacado por parte  
de la crítica la necesidad de adaptar el  
lenguaje de los personajes, sobre todo  
mediante la “naturalización” de dicho  
lenguaje por medio de la  
espontaneidad, la verosimilitud o la  
simplificación. Para todas estas  
características se hace fundamental el  
uso de un registro coloquial. En este  
estudio, tomando como ejemplo  
Bajarse al moro de J. L. Alonso de  
Santos, proponemos un método  
Abstract: Literary works adaptations  
to cinema are frequent. The most  
direct is perhaps from theatrical play  
to film, but even in that case,  
multiple changes are necessary.  
Among them, the need to adapt the  
language of the characters, especially  
through the "naturalization" of said  
language, has been highlighted by  
critics, be that by means of  
spontaneity,  
credibility,  
or  
simplification. For all these  
characteristics, the use of a colloquial  
register is essential. In this study,  
taking as an example Bajarse al Moro  
by J. L. Alonso de Santos, we  
propose an objective and quantitative  
method for comparing colloquiality in  
the theatrical and the film version. In  
order to do so, we selected six  
theatrical scenes and their  
corresponding film scenes according  
to seventeen syntactic and lexical  
features related to colloquiality.  
objetivo  
y
cuantitativo para la  
comparación de la coloquialidad en la  
versión teatral y la fílmica de esta  
obra. Para ello seleccionamos seis  
escenas  
correspondientes versiones fílmicas  
conforme diecisiete rasgos  
teatrales  
y
sus  
a
sintácticos y léxicos relacionados con  
la coloquialidad.  
Palabras  
clave:  
adaptación  
Keywords: film adaptation, theater,  
colloquiality, lexical measures,  
syntactic measures, vernacular,  
Alonso de Santos, Bajarse al moro.  
cinematográfica, teatro, coloquialidad,  
medidas léxicas, medidas sintácticas,  
lenguaje vulgar, Alonso de Santos,  
Bajarse al moro.  
Tra sva ses ent re la lit erat ura y el cine, I, 2019, págs. 129-149  
ISSN-e: 2695-639X  
DOI: 10.24310/Trasvasestlc.v1i0.6562  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
INTRODUCCIÓN  
Son numerosos los estudios que han tratado la adaptación al cine de  
obras literarias centrándose en el desarrollo y proceso que los guionistas  
han seguido. Una cuestión fundamental que debe tenerse en cuenta a la  
hora de llevar a cabo una adaptación es el lenguaje utilizado tanto en el  
texto literario como en el cinematográfico. Guionistas y teóricos han  
abogado por un proceso de coloquialización en estos textos adaptados, en  
la búsqueda de un «diálogo natural, desafectado y de apariencia  
espontánea» (McKee, 2016: 144). Ahora bien, este proceso por el que un  
texto se hace más coloquial requiere de un estudio detallado y de una  
delimitación precisa de características de la coloquialidad, para lo que  
acudiremos al campo de la lingüística.  
Hemos escogido, como objeto de análisis, la obra Bajarse al moro de José  
Luis Alonso de Santos, reconocida como una de las obras teatrales que más  
emplea el estilo coloquial en sus diálogos. Los rasgos lingüísticos de esta  
obra han sido estudiados anteriormente de forma cualitativa (Hernando  
Cuadrado, 2001; Tamayo y Popeanga, 2019), si bien han hecho hincapié  
principalmente en lo fonético y morfológico, tratando de forma muy breve  
lo léxico y, en especial, lo sintáctico, de ahí que afirmen estos últimos en  
su edición para Cátedra que «es un terreno poco explorado, tal vez por su  
dificultad sistematizadora» (Tamayo y Popeanga, 2019: 73).  
Además, la coloquialidad es un rasgo central en los diálogos de Bajarse  
al moro debido a su conexión con el mundo semi-marginal en el que se  
mueven los personajes, formando así parte fundamental no solo de su  
propia caracterización sino de la del entorno. Efectivamente, señala Briz  
(
2011) que existe un cierto estigma de la coloquialidad por asociarse,  
erróneamente, a un nivel sociocultural medio-bajo. Independientemente  
de que se trate de una asociación falsa, el hecho es que existe, y es por  
tanto un factor susceptible de influir sobre la interpretación de la audiencia  
de una obra teatral o fílmica. Y es esta conexión la que hace de esta obra un  
objeto de estudio ideal para comparar coloquialidad en dos tipos de obra  
artística, la teatral y la fílmica, dado que es fundamental para el propio  
contenido de la obra en ambas versiones.  
Para traspasar esta barrera que han encontrado los investigadores a la  
hora de analizar la coloquialidad en general, y en particular su aspecto  
sintáctico, proponemos un estudio interdisciplinario que, tomando como  
base el marco teórico propio de estudios sobre el español coloquial, aúne  
estudios literarios y lingüísticos para conseguir un objetivo en común:  
descubrir qué procesos lingüísticos ha experimentado el texto en su  
adaptación cinematográfica. El estudio de la sintaxis coloquial cobra  
también gran importancia, puesto que, como reconoció Seco (1983), el  
grado más logrado de captación del habla coloquial en la escritura se  
vincula a la fidelidad con que se reproduce su peculiar sintaxis. Además,  
trataremos también el léxico de la obra de Alonso de Santos, por ser lo que  
130  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
el público percibe más conscientemente como señalador de registros y  
estilos, y lo que el autor o el director/guionista pueden también manipular  
más conscientemente.  
El método seguido en el estudio del lenguaje coloquial en Bajarse al  
moro ha consistido en la transcripción de ambos textos, teatral y  
cinematográfico, y en el etiquetado de rasgos lingüísticos –que serán  
posteriormente descritos– con la intención de medir la frecuencia de  
aparición de estos rasgos de forma individual en cada uno de los textos y  
personajes, para luego compararlos entre sí y determinar, de forma  
cuantitativa, cuál de los textos presenta una mayor coloquialidad. La  
pregunta principal del estudio es: ¿qué texto presenta más rasgos  
coloquiales? Partimos de la hipótesis de que el texto cinematográfico es  
más coloquial que el dramático y comprobamos esta hipótesis mediante la  
comparación de rasgos de coloquialidad entre escenas de los dos textos.  
1. EL LENGUAJE EN LAS ADAPTACIONES CINEMATOGRÁFICAS DELTEATRO  
Una de las cuestiones principales que contemplaremos en este estudio  
son las diferencias discursivas entre el texto teatral y el fílmico, las cuales  
han sido ampliamente discutidas en muchos manuales sobre la adaptación.  
En primer lugar, se ha debatido si el texto fílmico acepta el lenguaje  
estilizado que puede observarse en algunas obras dramáticas, sin que el  
público sienta cierto rechazo ante sus diálogos (Malpartida Tirado, 2006).  
Hay cierta tendencia a pensar que el diálogo cinematográfico se presenta  
«
sin proliferación de sinónimos, sin un uso culto de figuras retóricas,  
desprovisto del cuidado estilístico de la lengua que implicaría la palabra  
escrita» (Wolf, 2001: 56). No obstante, como propone Malpartida Tirado,  
el uso de un lenguaje más o menos retórico puede quedar justificado  
dependiendo de «las reglas del juego» que sigue la obra en cuestión (2006:  
197-199), y estas reglas tienen que ver con la situación comunicativa en la  
que se producen los intercambios dialogales. McKee afirma lo siguiente a  
este propósito:  
La cámara  
y
el micrófono magnifican  
y
amplifican los  
comportamientos de tal manera que cualquier mirada falsa, cualquier  
gesto poco creíble, cualquier frase afectada parece y suena más de  
aficionados que la peor de las adivinanzas de una cena entre amigos. La  
interpretación en el cine exige una técnica naturalista, creíble  
y
aparentemente improvisada. Para que esto sea posible, el diálogo para la  
pantalla debe parecer espontáneo (2016: 91).  
Habría que preguntarse entonces: ¿se permite este lenguaje totalmente  
desprovisto de recursos retóricos y cuidado estilístico en piezas teatrales?  
Bajarse al moro demuestra esta posibilidad con su utilización de un lenguaje  
natural, sencillo y acorde al contexto en el que se enmarca, el de jóvenes  
que hablan de temas cotidianos –y no tan cotidianos–, en un entorno  
131  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
amistoso y familiar. Sobre el lenguaje utilizado en Bajarse al moro se ha  
dicho que «es el vivo lenguaje de la calle el que articula el verbo dramático  
recorriendo la obra de comienzo a final» (Tamayo y Popeanga, 2019). Y  
resulta clara la utilización de un estilo coloquial ya en su versión dramática  
de acuerdo con el contexto de los personajes, una corriente que el propio  
José Luis Alonso de Santos (1999) enuncia en La escritura dramática: «en el  
teatro contemporáneo, una constante para muchos de los autores ha sido la  
intención de erradicar el habla “literaria” que se había instalado en los  
escenarios en el siglo XIX», a lo que añade más adelante: «la escritura  
dramática está conectada, pues, con el lenguaje del tiempo del escritor»  
(
1999: 338-339).  
Si bien los dos medios parecen partir de un texto escrito que va a ser  
representado, podríamos decir que ambos textos pertenecen a diferentes  
esferas, como ya señaló Pérez Martínez: «al defender el cine como texto  
audiovisual recordamos la distinción realizada por Van Dijk entre texto  
literario, donde situaríamos el teatro, y texto natural, donde encontramos  
el cine» (2004: 28). No obstante, ambos textos comportan una oralidad  
fingida u oralidad prefabricada, términos esgrimidos por Brumme y que ha  
definido como «un determinado tipo de oralidad que crea o configura un  
escritor o escritora para otorgar verosimilitud a los hechos que se exponen  
o los personajes que toman la palabra» (2008: 22).  
Se trata de un concepto que ya han tratado los estudiosos del español  
coloquial, como Briz (1998) y Narbona (2001), y que han denominado  
oralidad literaria. Es, en definitiva, «un lenguaje escrito con la finalidad de  
ser dicho o pronunciado como si no hubiera sido escrito, es decir, como si  
1
realmente fuera un discurso oral» (Chaume, 2003: 102) . Por ello, se  
incluirán rasgos lingüísticos que intenten simular esta oralidad en una  
búsqueda de un diálogo acorde con el personaje que suene natural –y real,  
como consecuencia– al espectador.  
Esta definición incluiría todo tipo de diálogos, ya sea en una obra  
narrativa, dramática o audiovisual. No obstante, es en aquellos textos que  
se han concebido para su representación donde más se refleja este tipo de  
oralidad: «en condiciones normales un autor o autora concibe la obra en  
el medio gráfico siendo consciente, sin embargo, de su futura  
representación fónica» (Brumme, 2008: 22). Alonso de Santos discutió el  
tema en su manual sobre la creación dramática, en el que afirmó, con gran  
1
Algunos autores han afirmado que otro de los factores que determina el estilo de  
un hablante puede ser el medio por el que se produce la comunicación, es decir, si  
es oral o escrita (Wardhaugh y Fuller, 2014). No obstante, no debe confundirse el  
estilo que un hablante escoge intencionadamente de acuerdo con una determinada  
situación comunicativa frente al medio en el que se establece tal situación: no todo  
lo coloquial es oral ni todo lo escrito es formal.  
132  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
acierto, que «durante la representación teatral [...], el texto escrito de la  
obra “regresa” (por decirlo de modo gráfico) a la oralidad originaria»  
(
1999: 335).  
Esta «oralidad fingida» nos permite ahora construir otro término sobre  
el concepto de coloquialidad que nos atañe en este estudio. Al igual que  
ocurre con la oralidad en obras artísticas, no se trata de un lenguaje  
puramente coloquial, sino de un lenguaje construido para que sea  
coloquial y además funcione en dicha obra. La cuestión del lenguaje se ha  
tratado en numerosos manuales sobre la confección de guiones; por  
ejemplo, McKee afirma que «la forma de hablar cotidiana suena en pantalla  
torpe y como de aficionados» (2016: 151), y, además, que «la charla en la  
vida real se repite como el pepino [...] las conversaciones cotidianas  
carecen de intensidad, brillo, expresividad y, lo más peligroso, relevancia»  
(
2016: 129). Por tanto, el autor no debe limitarse a transcribir  
conversaciones procedentes de su experiencia para confeccionar diálogos  
con rasgos lingüísticos coloquiales, sino que debe escudriñar y seleccionar  
dichos rasgos de forma adecuada.  
La acuñación tomada por Brumme, a pesar de ser conveniente, incluye  
los términos «fingida» y «prefabricada», que, si bien representan esa  
noción de crear un texto que simula la oralidad, o la confección previa de  
un lenguaje que no es espontáneo, de forma respectiva, no recogen la  
intencionalidad del texto diseñado por la que sus rasgos son seleccionados  
de forma acorde al personaje, su demografía y la situación comunicativa en  
la que está inmerso, de manera que se obtiene como resultado una  
«
coloquialidad moldeada». Este concepto denomina un tipo de lenguaje  
que no pretende ser una copia de ese lenguaje coloquial, sino el resultado  
de un proceso largo y muy elaborado por parte del autor.  
No es la intención de este artículo describir esta «coloquialidad  
moldeada», si bien hemos podido observar la presencia de ciertos rasgos  
lingüísticos y su variación en ambos textos, pero sí la de proponer a nuevos  
investigadores que intenten describirla mediante casos concretos en una  
labor de inducción por la que sí se pueda llevar a cabo un modelo  
tipológico de formas de modelar la coloquialidad, ya sea en cine o en  
teatro, o en otras formas artísticas que requieran de esta simulación. En  
Bajarse al moro podemos observar cómo Alonso de Santos moldea un  
lenguaje que encaja a la perfección con los personajes a los que  
corresponde, evitando cierto caos y desorden que sucede sin problema en  
la cotidianeidad pero que, probablemente, presentaría dificultades en su  
entendimiento o incluiría elementos banales, redundantes o innecesarios  
en una obra con límites muy específicos en su extensión y que imponen  
delimitaciones a su discurso.  
133  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
2. EL MOTOR DE CAMBIO EN EL PROCESO DE ADAPTACIÓN DE TEATRO A CINE:  
LA NATURALIZACIÓN  
Proponemos ahora, como punto de partida, que el motor principal que  
propicia el cambio lingüístico de lo teatral a lo cinematográfico es un  
proceso de naturalización del lenguaje. El espectador o la espectadora entra  
en el teatro consciente de que se trata de una ficción, una especie de plano  
en dos dimensiones, limitado en extensión, con un único espacio escénico,  
con un tiempo presente que ocurre frente a él o ella. Por contra, la  
flexibilidad del cine, en cuanto a situación espacial, relaciones temporales e  
incluso efectos especiales, predetermina otro tipo de expectativas, hasta tal  
punto que escenas de cine más constreñidas y cuyo lenguaje suene más  
literario, puede ser percibidas como “teatrales”. El afán por naturalizar el  
lenguaje plantea varias cuestiones, siendo la principal de ellas cómo  
conseguir esa naturalización.  
Para obtenerla, se exploran muy diversos procedimientos en la  
construcción de los diálogos, como «la sustitución sinonímica por un  
vocablo, locución, expresión o sintagma más coloquial o no marcado», «la  
eliminación o reelaboración de expresiones metafóricas», o la «síntesis de  
turnos que agilizan el diálogo», entre otros muchos propuestos por  
Malpartida Tirado a propósito de una adaptación de Yerma (2006: 204-211),  
de manera que se dinamiza el intercambio comunicativo entre los  
personajes.  
Otra característica que aporta naturalidad es la espontaneidad frente a la  
planificación, característica ampliamente debatida en los estudios sobre  
español coloquial (Beinhauer 1991; Briz, 1998). En los dos ámbitos, cine y  
teatro, la planificación es similar: parten de un texto escrito que los actores  
deben seguir. La espontaneidad se sitúa en un terreno movedizo en el caso  
de Bajarse al moro: si bien la función teatral es única y por tanto la  
espontaneidad sería mayor frente a las tomas repetidas del ámbito  
fílmico, las instrucciones del director Fernando Colomo a los actores  
fueron las de improvisación en ciertos casos, y afirmó en una entrevista  
para TVE que prefería rodar las escenas sin apenas ensayo para buscar una  
mayor naturalidad en su desarrollo (Colomo, 2013). Y es esta una de las  
cuestiones más discutidas en la adaptación al cine: «lo que se diga tiene  
que mantenerse dentro del terreno de lo interpretable. Esta exigencia nos  
lleva a una importante diferencia entre el diálogo para el escenario frente  
al de la pantalla: la improvisación» (McKee, 2016: 94).  
Una tercera característica para lograr la naturalización es la verosimilitud.  
Pérez Bowie ya señaló su importancia: «las aproximaciones [del cine] al  
teatro suelen proceder llevando a cabo una naturalización a fondo del  
universo artificioso [...] y una eliminación de todos los elementos  
susceptibles de cuestionar la verosimilitud» (2008: 104). Además, José Luis  
Alonso de Santos remarcó la relación entre verosimilitud e historicidad:  
una obra verosímil en el siglo XIX no lo será, necesariamente, en nuestra  
134  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
época (1999: 337). La concepción de una obra verosímil se sustenta, en  
gran parte, en el uso de diálogos coherentes con la situación y los  
personajes que los mantienen, por lo que el lenguaje juega un papel  
fundamental en este aspecto: «de todas las facetas de la creación de un  
personaje, la palabra hablada es, con diferencia, la más susceptible de  
despertar la incredulidad» (McKee, 2016: 143).  
En cuanto a las modificaciones que se producen del texto teatral al  
cinematográfico, los cambios in situ por necesidades actorales o logísticas,  
o por motivaciones variadas durante la grabación de un filme, sin dejar de  
asumir que, en su mayoría, son arbitrarios, y que también pueden  
producirse en la representación teatral, podrían tener cierta influencia en  
lo lingüístico. Debido a las limitaciones de los datos analizados y al  
desconocimiento de estas modificaciones más allá de comentarios  
esporádicos del director en alguna entrevista, no se tendrán en cuenta  
estos cambios efectuados en el rodaje de la película; en todo caso, se  
percibirán indirectamente a través de sus efectos lingüísticos.  
En definitiva, el texto teatral sufre un cambio lingüístico caracterizado  
por una búsqueda de verosimilitud, una simplificación de la lengua o de  
recursos literarios y una mayor espontaneidad de los actores, buscando con  
todo ello lograr una mayor naturalización en su adaptación al cine. Los  
mecanismos de este cambio, manifestados lingüísticamente, son lo que este  
estudio quiere determinar, para lo cual se hace imprescindible un análisis  
lingüístico minucioso y riguroso. Distintos textos comportarán distintas  
características: es ahora nuestra tarea clasificar estos cambios en el ámbito  
de lo lingüístico.  
3. RASGOS DEL ESPAÑOL COLOQUIAL  
En esta sección se definirá el español coloquial como concepto general,  
haciendo hincapié en aquellos rasgos que se contemplarán en este estudio.  
El lenguaje utilizado por un hablante puede cambiar por diferentes motivos:  
entre otros, el contexto en el que se encuentra inmerso o la intención que  
posea tal hablante. La adecuación del uso lingüístico a una serie de factores  
contextuales que condicionan la situación comunicativa recibe el nombre  
2
de registro . Estos factores tienen un efecto lingüístico determinado; uno de  
los más importantes es el de la formalidad, un concepto amplio y difícil de  
definir: «la formalidad [...] incluye muchos factores como la situación, la  
2
Hay cierto debate sobre esta denominación: mientras que algunos investigadores  
consideran el lenguaje coloquial como un registro (Beinhauer, 1991; Briz, 1998), en  
los manuales de sociolingüística de autores como Trudgill (2000) o Wardhaugh y  
Fuller (2014), lo coloquial parece responder a la definición de estilo más que de  
registro. En este trabajo hemos optado por concebirlo como registro.  
135  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
familiaridad social, la relación de parentesco entre los interlocutores, la  
3
cortesía, la seriedad y más» (Trudgill, 2000: 82) .  
Según Beinhauer, «entendemos por lenguaje coloquial el habla tal como  
brota, natural y espontáneamente en la conversación diaria, a diferencia de  
las manifestaciones lingüísticas conscientemente formuladas» (1991: 9).  
Como ya hemos visto, se atribuyen distintas características a este registro  
del lenguaje, tales como la familiaridad, la cotidianidad, la identificación de  
este estilo con un tono informal, su gran expresividad y su componente  
subjetivo, un léxico peculiar no especializado que dista de los registros  
estrictamente formales y la utilización de expresiones familiares de  
diversos tipos.  
El uso del registro coloquial está caracterizado por ciertos hechos  
lingüísticos verbales y extraverbales (fónicos, morfológicos, sintácticos,  
léxico-semánticos, de carácter gestual, etc.), que son lo que Briz (1996 y  
2011) denomina constantes de dicho registro. Y todos estos hechos aparecen  
vinculados entre sí con la misma finalidad, tanto los hechos lingüísticos  
como los extralingüísticos y los paralingüísticos, en los que subyace una  
misma estrategia que comportará unas constantes determinadas según la  
intencionalidad.  
4
4
. CARACTERIZACIÓN LINGÜÍSTICA DE BAJARSE AL MORO  
.1. Delimitación de variables  
Algunos rasgos lingüísticos de Bajarse al moro ya han sido estudiados  
anteriormente (Hernando Cuadrado, 2001; Tamayo y Popeanga, 2019),  
sobre todo los aspectos fonéticos y léxicos. A propósito de los primeros,  
se ha señalado la pérdida de fonemas, como la /d/ intervocálica en  
palabras como degeneraos, proceso fonológico propio de ciertos  
dialectos considerados habitualmente lengua “menos estándar”. Se ha  
destacado también, en cuanto al vocabulario, el empleo de las formas  
apocopadas frente a las primitivas: la poli, el chomi o el cole, entre otras;  
y la sufijación con matiz atenuante y festivo, como muslamen. En lo  
semántico, estos autores han observado la presencia de una gran cantidad  
de vocablos con doble sentido y cargados de nuevas acepciones, algunas de  
ellas recogidas como vulgares por la Academia, como harina, china o  
chocolate.  
Como ya hemos mencionado, en este estudio contemplaremos  
únicamente variables léxicas y sintácticas. Seco ha defendido una tendencia  
centrífuga en la sintaxis coloquial, caracterizada por una falta de  
conectores y formada por una serie de enunciados que rechazan una  
estructura orgánica. Se trata de una construcción de oraciones segmentada,  
donde predomina la hipotaxis, y a colación de esta tendencia centrífuga  
3
Traducción de los autores.  
136  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
dice que las oraciones «carecen de un centro magnético que los engarce en  
una oración unitaria» (1973: 370). Para caracterizar el lenguaje coloquial y  
poder comparar dos obras en términos de su coloquialidad, se hace  
necesario definirla de forma más precisa que con términos como «centro  
magnético» o «tendencia centrífuga», así como usar unidades de  
comparación susceptibles de ser computadas. Con tal fin, exponemos a  
continuación estas unidades, definiéndolas y explicando brevemente su  
conexión con la coloquialidad:  
a) Tuteo frente al uso de usted (Navarro, 1996-97). Un mayor  
uso del tratamiento de  es la marca más directamente vinculada  
(
hasta el punto de ser marca gramatical) con la informalidad  
comunicativa en español. Este uso es propio de situaciones  
informales o entre “iguales”, en las que los interlocutores  
mantienen algún tipo de relación amistosa o familiar, si bien la  
diferencia de edad puede ser un factor también. En cualquier caso,  
un mayor empleo de la forma usted se relaciona usualmente con  
un registro formal en lugar de coloquial.  
b) Uso de la primera y segunda persona (Briz, 1996). Una  
mayor proporción de primera y segunda persona frente a la  
tercera es característica de la conversación –frente otros géneros  
como el monólogo, la conferencia, la narración, etc.–, puesto que  
se tiende a hablar de uno mismo y de la persona con la que se  
establece el intercambio comunicativo más que de otras personas  
no presentes. Al ser característica de la conversación, se asocia  
también con un registro coloquial.  
c) Redundancia (Narbona, 1989). La redundancia engloba a la  
repetición (utilización de las mismas palabras) y a la reelaboración  
(
en la que las palabras exactas no se repiten pero el mensaje sí).  
En un registro más formal, las redundancias son percibidas como  
ineficientes e innecesarias. En la conversación, por contra, estas  
son formas de ayudar a una recepción del mensaje (y en el caso de  
la reelaboración, para aclararlo), o de compensar por problemas  
de percepción extralingüísticos (ruidos externos, problemas de  
audición del receptor, etc.), o simplemente de indicar solidaridad,  
al repetir lo que dijo nuestro interlocutor, etc. De nuevo, la  
asociación de la redundancia  
a tipos de intercambios  
comunicativos propios de situaciones informales, como la  
conversación, lleva a su inclusión entre las características de la  
coloquialidad.  
d) Complejidad sintáctica, bien indicada por varios autores  
como ausencia de hipotaxis (subordinación),  
o bien no  
especificada (Briz, 1996). Para este trabajo utilizaremos índices de  
complejidad sintáctica ampliamente usados en la determinación  
137  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
de la complejidad sintáctica, sobre todo de textos (Hunt, 1964), e  
incluso para caracterizar diferencias entre géneros (Véliz, 1999).  
Emplearemos aquí solo los tres índices primarios: longitud de la  
4
unidad terminal (número de palabras por unidad terminal) ,  
5
longitud de cláusula (número de palabras por cláusula) e índice  
de subordinación (número de cláusulas por unidad terminal).  
Text os más informales son habitualmente caracterizados como  
menos complejos sintácticamente, si bien, como dijimos, cómo  
ocurre esto exactamente y cómo determinar su grado de  
complejidad no es especificado en trabajos previos.  
e) Los enunciados suspendidos (Herrero Moreno, 1997),  
oraciones cuyo mensaje se ve completado por el contexto en el  
que se utilizan, pero que están incompletas, tanto semánticamente  
como sintácticamente, y que denominaremos oraciones incompletas,  
como No sé yo si..., Bueno,eso no es..., de nuevo más frecuentes, en  
principio, en textos más coloquiales.  
f) Los enunciados averbales, dotados de sentido completo pero  
en los que no hay verbo, como ¿Qué tal? o ¡Qué barbaridad! Los  
enunciados averbales están casi desterrados de registros formales  
y tienen una fuerte connotación coloquial.  
g) Oraciones insubordinadas, que contienen características de  
subordinación pero que carecen de un verbo principal: Que vengas  
aquí vs. Te digo que vengas aquí (Evans y Watanabe, 2016). Estas  
oraciones son rechazadas desde un punto de vista de la gramática  
normativa pero ocurren con frecuencia en la conversación  
cotidiana, por lo que podrían usarse como excelentes marcas de la  
coloquialidad en español.  
Una variable que ha sido ampliamente usada, pero que no incluiremos  
aquí, es la de la proporción de estilo directo (Me dijo:“ven aquí”) vs. estilo  
indirecto (Me dijo que fuera allí). Tradicionalmente se ha señalado que el  
estilo directo es más frecuente en la coloquialidad y menos preferido en  
registros más formales (Briz, 1996). No obstante, tanto teatro como  
cine son ámbitos en los que la mayoría del lenguaje se encauza en forma  
de diálogo. En este formato, la frecuencia con que se reportan las palabras  
de otros es muy pequeña, siendo lo habitual que este reporte no sea  
necesario y los hablantes, simplemente, hablen ellos mismos. De hecho,  
4
Verbo principal má s tod o lo qu e d ep end e de él. Así, oraciones coo rdinad as y  
yuxtapuestas constituyen cada una su unidad terminal. Para una definición más  
precisa y una adaptación de la unidad al español, véase Checa-García (2005).  
5
Verb o más to do lo qu e depende de él, excluidas las perífrasis, pero no otras formas  
impersonales (véase de nuevo Checa-García, 2005, capítulo 2, sección 7).  
138  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
computamos la frecuencia de ambos estilos y esta resultó cero o uno para  
ambos en todas las escenas, salvo en una escena del texto teatral  
que consistió en un monólogo de Jaimito, uno de los personajes principales.  
Por tanto, parece más adecuado omitir proporción entre estilo directo  
e indirecto como un índice de coloquialidad dada la escasez de ambos  
estilos.  
A diferencia de la vertiente sintáctica, el léxico de Bajarse al moro ha  
sido descrito en los artículos antes mencionados, en especial respecto a los  
campos semánticos, señalándose la presencia de numerosos vocablos  
referentes a la droga. En este estudio hemos seleccionado variables léxicas  
algo diferentes a las consignadas en esos estudios, y además las hemos  
computado. Ello nos permite comparar cuantitativamente y con mayor  
detalle tanto el guion fílmico como la obra teatral. De entre las  
consideradas en las investigaciones sobre coloquialidad en español, hemos  
incluido:  
a) Las palabras comodín (Briz, 1997). Son palabras con  
significado muy amplio que pueden utilizarse en multitud de  
contextos pero con menor precisión semántica: eso, la cosa, etc.  
b) El uso de argot perteneciente a clases sociales determinadas  
(
Rodríguez, 2007). No debemos confundirlo con la jerga, que se  
refiere a una estratificación desde el punto de vista profesional,  
frente al argot, que queda delimitado por el ámbito social. En  
definitiva, el argot puede definirse como el lenguaje usado por los  
grupos sociales situados al margen de la sociedad, como es el caso  
de los delincuentes (Santamaría Pérez, 2001). El propio título de  
la obra, Bajarse al moro, pertenece al argot del mundo de las drogas,  
y otro ejemplo es la utilización de chocolate para denominar al  
hachís.  
c) Las muletillas (Briz, 1998). Son palabras que se repiten  
sistemáticamente en el habla de ciertos individuos sin que tengan  
necesariamente su significado habitual. Un ejemplo sería la  
repetición de por consiguiente del ex-presidente del gobierno  
español Felipe González.  
d) Las metáforas (Briz, 1998), pero solo las convencionalizadas.  
Estas son metáforas que se usan en la vida cotidiana, hasta tal  
punto que su valor metafórico no es percibido ya por los hablantes  
(
Lakoff y Johnson, 1980): encogérsele a alguien el corazón, no llegarle  
a alguien la camisa al cuello, no tener sangre en las venas, etc.  
Contrastan con las metáforas literarias, desconocidas para el  
lector hasta que las lee y que pueden producir diversas  
interpretaciones al no estar convencionalizadas.  
139  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
Se han incluido también algunas variables que no han sido  
tradicionalmente tratadas como características de lo coloquial, pero que en  
nuestra opinión se asocian con un registro informal:  
e) Las interjecciones, palabras generalmente monótonas que  
expresan sentimientos y emociones (ay, bah, oh).  
f) Colocaciones no composicionales, grupos de palabras que  
van usualmente juntas y en ese orden y que adquieren su  
significado conjunto por convención y no por la suma de sus  
valores, es decir, no composicionalmente, de forma que el  
significado de la expresión no puede deducirse de sus elementos  
individuales; por ejemplo, Te vas a enterar, No te jode o No me da la  
gana.  
g) La diversidad léxica, que consiste en la proporción de  
palabras diferentes usadas por el total de palabras usadas (Tracy-  
Ventura, 2017). La idea es que en un registro más coloquial se  
tiende a utilizar las mismas palabras, mientras que un registro más  
formal preocupado por la precisión léxica usará más palabras  
diferentes y específicas. Por tanto, una mayor diversidad léxica  
señalará una menor coloquialidad.  
h) Palabras tabúes, que son consideradas vulgares  
o
malsonantes. Discutimos a continuación el caso peculiar del  
lenguaje vulgar y su relación con la coloquialidad, en especial en  
Bajarse al moro.  
4. 2. Lenguaje vulgar vs. lenguaje coloquial en Bajarse al moro  
El lenguaje utilizado en Bajarse al moro pone de manifiesto una  
intención del autor por poner en boca de los personajes un lenguaje vulgar  
de acuerdo con el sector social al que pertenecen, un sector marginal  
relacionado con las drogas. El lenguaje vulgar hace referencia a aquel que  
transgrede las normas sociales establecidas. Más aún, estos usos se asocian  
a una falta de formación o conocimiento por parte del hablante así como  
con estratos marginales dentro de la sociedad. Por tanto, los espectadores  
podrían conectar lo vulgar con lo coloquial e incluso con lo marginal, de  
manera que la presencia de rasgos lingüísticos vulgares daría la impresión  
de un lenguaje más coloquial, pero posiblemente también de hablantes de  
dicho lenguaje como pertenecientes a estratos sociales más marginales.  
Como ya mencionamos en la introducción, la definición de lenguaje  
vulgar no se corresponde con la de lenguaje coloquial; no obstante, lo  
vulgar parece enmarcarse dentro de lo coloquial, si bien lo coloquial no  
necesita incluir vulgarismos por definición. Así, quizá la intención de  
Alonso de Santos era la de representar un lenguaje propio de una clase  
140  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
social marginal, inevitablemente relacionado con el vulgar, y para ello ha  
6
utilizado rasgos coloquiales y también vulgares, como las palabras tabúes .  
Según el propio autor, «cuando escribí Bajarse al moro, por ejemplo, dada la  
situación un tanto marginal de sus personajes, intenté que los diálogos se  
basaran en un argot situado en las fronteras de la lengua» (1999: 314). Por  
tanto, el uso de vulgarismos obedece en la versión original teatral a un  
deseo de enmarcar a los personajes en un cierto contexto social según el  
propio autor, pero su posible aumento en el cine podría tener además el  
objetivo de la naturalización del lenguaje haciéndolo más coloquial aún.  
No obstante, otros estudiosos han señalado que el lenguaje vulgar  
podría de hecho indexar más a una generación que a un estrato social.  
Así, Tamayo y Popeanga afirman que «el empleo de este tipo de  
lenguaje se extiende, con mucho, más allá de un sector restringido del  
mundo social, llegando a cobrar un alcance generacional», y sobre la  
interacción de este lenguaje y los personajes, añaden que «podía  
haberse puesto en boca de cualesquiera otros personajes cuyos  
prototipos procediesen de las más heterogéneas capas sociales» (2019:  
7
1). Esta interpretación cobra aún más sentido si pensamos en el  
contexto histórico de Bajarse al moro dentro del movimiento de teatro  
independiente de la época y sobre todo en el contexto cultural de la  
movida, en el que transgredir las normas –por ejemplo, hablando de  
temas tabúes o cuestionando instituciones hasta entonces sagradas– era  
casi deber de ciudadano rebelde. Se ha señalado que en Bajarse al moro  
se presenta a esta clase marginal como más sincera y menos hipócrita.  
El lenguaje que usan, transgresor, ayuda también a distanciarlos de esas  
otras generaciones más tradicionales, o acaso clases, dado que los  
personajes de Elena y Alberto, también jóvenes, acaban pasando a ese  
lado tradicional e hipócrita de la sociedad.  
En definitiva, un texto vulgar es siempre coloquial, pero uno coloquial  
no siempre es vulgar. Bajo el concepto de coloquialidad podemos  
distinguir como una de sus características la presencia de rasgos vulgares,  
por lo que hemos decidido codificar este aspecto entre nuestras variables.  
4.3. Análisis de rasgos coloquiales en la obra teatral y la fílmica  
Para poder computar cada una de las variables de la coloquialidad que  
hemos considerado, hemos seleccionado seis escenas de la obra teatral con  
6
Una interesante cuestión lingüística, que no trataremos en este artículo, sería la  
elaboración de un espectro formal-informal en el que el lenguaje vulgar poseería los  
rasgos propios de la coloquialidad llevadas al extremo, lo que justificaría que al  
intentar quedarse en estas fronteras se haya conseguido la coloquialidad analizada  
anteriormente.  
141  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
sus correspondientes escenas en la película. La tabla 1 muestra las  
correspondencias seleccionadas:  
Tabla 1. Cor respondencia de escenas teatrales y fílmicas seleccionadas  
Acto  
Primero  
Segundo  
Tea t r o Escena 1 Escena 2  
Escena Escena Escena Escena 3  
4
1
2
Cine Escenas 6 Escenas 12, Escena Escena Escena Escenas 37  
y 7 14 y 15 19 22 33 y 40  
A continuación, hemos procedido a etiquetar cada instancia de cada una  
de las variables. Una vez etiquetado así nuestro corpus de escenas,  
procedimos a contabilizar el número de instancias de cada variable en cada  
escena de teatro y en cada escena de cine. Contrastamos entonces las  
frecuencias de estas variables en teatro y cine mediante el uso de la  
mediana. Optamos por la mediana como resumen de la tendencia central  
de cine y teatro debido al escaso número de observaciones para cada uno,  
seis, y debido a que la media es demasiado sensible a valores extremos. Las  
figuras 1 a 4 reflejan la diferencia entre las medianas de cine y teatro para  
diferentes grupos de variables: complejidad sintáctica, rasgos sintácticos,  
persona y rasgos léxicos. El color más oscuro corresponde al teatro y el  
gris claro al cine. Los valores de la mediana aparecen recogidos en la parte  
superior de cada barra.  
Figura 1. Complejidad sintáctica en teatro vs. Cine  
142  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
Como puede observarse en la figura 1, en teatro hay mayor  
subordinación, pero la longitud de las cláusulas es menor. La longitud de la  
unidad terminal, que resulta de multiplicar ambas, es algo mayor para el  
cine. Es decir, en el teatro la longitud de las oraciones aumenta porque hay  
más oraciones dentro de otras, más subordinación, mientras que en el cine  
las cláusulas tienen más palabras, pero hay menos subordinación. Las  
diferencias son pequeñas y, de hecho, tras aplicar el test no paramétrico  
para medidas dependientes que compara los resultados de cada escena  
7
teatral con su correspondiente en el cine , ninguna de las diferencias en  
complejidad sintáctica resultó significativa. Por tanto, la complejidad  
sintáctica no es un rasgo de mayor coloquialidad en el cine vs. el teatro, al  
menos para el caso de Bajarse al moro.  
Figura 2. Rasgos sintácticos en teatro vs. Cine  
Repeticiones y reelaboraciones se han sumado para constituir la  
categoría de redundancias. Como puede verse, hay casi el doble de  
redundancias en el cine que en el teatro. También la insubordinación es  
mayor en el cine que en el teatro. La mayor diferencia entre las medianas  
se da en el número de enunciados averbales, donde el cine duplica al teatro.  
Finalmente, las oraciones incompletas ocurren más frecuentemente en el  
teatro, única variable de la figura que es mayor en el teatro, aunque esta  
diferencia es una de las menores, junto con la de insubordinación. El test  
de significatividad reveló, no obstante, que solo la cantidad de enunciados  
averbales fue significativamente más alta en el cine (p= 0,028).  
7
Se utilizó la prueba de Wilcoxon (1945), puesto que las asunciones de normalidad  
y/o homocedasticidad no se cumplieron y porque el tamaño muestral era pequeño.  
143  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
Figura 3. La persona gramatical en la película y en la obra teatral  
Tanto el tuteo como la proporción de pr imera y segunda per sona (vs.  
tercera) son muy similares en la versión teatral y la fílmica. La escasa  
diferencia no resultó estadísticamente significativa.  
Figura 4. Rasgos léxicos en la versión teatral vs. la fílmica  
Lo más notable de la figura 4 es que en todos los casos el cine muestra  
valores más altos, salvo para la metáfora convencional y la diversidad léxica,  
para la que el teatro muestra valores más altos. Las diferencias son muy  
144  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
grandes en el caso de las palabras comodín, las palabras tabúes, la jerga, las  
muletillas y las interjecciones en cuanto a la mediana. El test de  
significatividad reveló que las diferencias fueron significativas en las  
palabras comodín (p=0,046), las palabras tabúes (p=0,043) y las  
interjecciones (p=0,046).  
5. CONCLUSIONES:LOS MECANISMOS DE CAMBIO ENTRE AMBOSTEXTOS  
A la luz de estos resultados podemos concluir que la naturalización del  
texto fílmico hacia una mayor coloquialidad descansa fundamentalmente  
en rasgos léxicos y alguno sintáctico, mientras que no se debe ni a la  
menor complejidad sintáctica ni a un mayor uso del tuteo o de la primera y  
segunda personas. En cuanto a este último rasgo, debemos señalar que la  
naturaleza dialógica, tanto del teatro como del cine, hace probable un uso  
similar de la primera y segunda persona. El empleo del tuteo parece estar  
también gobernado en ambos casos, teatro y cine, por las reglas usuales del  
español, que lo determinan por la relación entre los personajes en la  
situación comunicativa. Dado que dicha relación es la misma en la versión  
teatral y en la fílmica, es de esperar un uso similar por parte de los mismos  
8
personajes .  
En cuanto a la complejidad sintáctica, se observa en el teatro una mayor  
subordinación, rasgo más típico del lenguaje escrito, pero la sintaxis parece  
un aspecto más automático del que el autor sería menos consciente y por  
tanto no usaría para dar un toque más o menos coloquial a los personajes.  
No obstante, sí hay ciertas diferencias sintácticas entre teatro y cine que  
señalan hacia una sintaxis más cuidada en general para el teatro que para el  
cine, apuntando a esa “espontaneidad” de la que hablábamos al principio, o  
incluso poca preocupación por la corrección del idioma, que apunta a un  
uso más vulgar y relajado para el caso del cine. Efectivamente,  
encontramos en la película más insubordinación, más redundancias y más  
enunciados averbales, y aunque esta diferencia solo sea estadísticamente  
significativa para los enunciados averbales, son bastante grandes para las  
tres variables. Muchos casos de redundancias y muchos de los enunciados  
averbales, así como todos los casos de insubordinación, son instancias de  
usos lingüísticos sancionados como incorrectos gramaticalmente y que por  
tanto pintan a sus usuarios como más despreocupados por la corrección  
gramatical e incluso pertenecientes a un estrato social más bajo debido a  
las asociaciones que antes comentábamos. Además, en el caso de la  
insubordinación y los enunciados averbales, estos suelen conducir a una  
8
En algunas escenas de la película había más personajes, que podrían acaso haber  
variado su uso del  y el usted. Sin embargo, las escenas con personajes extra no  
fueron mayoritarias, y estos nuevos personajes usaron de forma similar tú/usted, o  
bien las diferencias no fueron suficientes o consistentes (en la misma dirección  
siempre) para tener un peso cuantitativo.  
145  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
mayor rapidez y fluidez en las intervenciones, dado que con frecuencia  
reducen su extensión, ya sea obviando el verbo principal (insubordinación)  
u obviando el verbo en el enunciado (enunciados averbales). Hay un modo  
de acortamiento de las oraciones, sin embargo, que parece no preferirse en  
el cine frente al teatro: las oraciones incompletas, oraciones truncadas solo  
al final. Será necesario un estudio de más casos (otras escenas y otras obras)  
y un análisis de tipos de truncación, para averiguar a qué se debe esta  
diferencia. Por ejemplo, tal vez algunos de los enunciados incompletos o  
truncados en el teatro sean retomados y completados por otro personaje, y  
tal vez este tipo de oración incompleta no suceda en el cine, siendo  
entonces que se terminaría el enunciado o un cierto sentido en el teatro  
pero no en el cine. En cualquier caso, las oraciones incompletas  
necesitarán de una investigación más detallada para explicar su aparente  
estatus especial en lo que a teatro vs. cine corresponde.  
Finalmente, el conjunto de rasgos que han resultado más  
diferenciadores de la coloquialidad han sido los elementos léxicos que  
hemos considerado en el estudio. Todos ellos se han alineado con nuestras  
predicciones de que su número sería mayor o menor de acuerdo con su  
contribución a una mayor coloquialidad en el cine con la excepción de las  
metáforas convencionales. Es interesante anotar aquí la similitud entre  
metáforas convencionalizadas, que hacen que incluso las acepciones de los  
verbos implicados se amplíen para añadir significados más metafóricos en  
el diccionario para esa entrada, y las colocaciones, que si bien no extienden  
los significados de las palabras contenidas, sí que, al igual que las metáforas  
convencionales, no son composicionales. Es posible que aquí la diferencia  
se encuentre precisamente en que las metáforas convencionales extienden  
el significado de sus componentes y de que lo hacen con una cierta lógica,  
por una cierta analogía usualmente, vs. una expresión simplemente  
fosilizada cuyo origen o significado original ya no se puede rastrear. Por  
qué es el caso que esta “rastreabilidad” no conduce a representar usos más  
coloquiales y abunda más, aunque no significativamente, en el teatro, es  
una pregunta cuya respuesta requiere de más datos y más investigación  
cualitativa para formular posibles hipótesis/respuestas. Salvo las metáforas,  
como decimos, todos los rasgos léxicos se comportan como esperábamos,  
y palabras comodín, tabúes, jerga, muletillas, interjecciones y colocaciones,  
aumentan en el cine paralelamente a su conexión con la coloquialidad, de  
manera que contribuirían a hacer la pieza fílmica más coloquial que la  
versión teatral. La diversidad léxica, relacionada inversamente con la  
coloquialidad, es menor en el cine que en el teatro, de nuevo haciendo al  
cine más coloquial. De estas variables tres fueron estadísticamente  
significativas: comodines, tabúes y jerga. Las dos últimas especialmente se  
relacionan con un lenguaje más vulgar y parecen decisivas en la  
representación de personajes del hampa, donde el cine parece hacer más  
hincapié.  
146  
La coloquialidad en la adaptación cinematográfica del texto teatral  
Así pues, puede concluirse que el cine es más coloquial que el teatro y  
que obtiene su mayor coloquialidad sobre todo de rasgos léxicos y de una  
cierta dejadez sintáctica, si bien no de una menor complejidad sintáctica ni  
tampoco del uso de las diferentes personas gramaticales. Esto no quiere  
decir que la pieza teatral de Bajarse al moro no sea coloquial, puesto que  
para decir esto deberíamos comparar las medidas con ciertos estándares  
provenientes de géneros y situaciones comunicativas eminentemente  
coloquiales, como conversaciones entre amigos, y aún no se han elaborado  
tales estándares. Pero sí quiere decir que, en comparación con su versión  
fílmica, es ciertamente menos coloquial que esta.  
Estos cambios pueden haberse debido, en parte,  
a lo que  
comentábamos acerca de la posibilidad dada a los actores de cine para  
improvisar, y en particular a la que Fernando Colomo, el director, declaró  
que dio a sus actores, en la línea de lo indicado por McKee:  
En teatro, el dramaturgo posee los derechos de sus obras. El resultado  
es que los actores no pueden improvisar o alterar el diálogo sin permiso  
del autor. En cine y televisión, por el contrario, el escritor cede los  
derechos a la productora, de manera que cuando es necesario, los  
directores, los montadores y los actores pueden cortar, modificar o añadir  
diálogo (2016: 95).  
Es este el cambio principal que se puede registrar en el proceso de  
adaptación: el director goza de mayor libertad a la hora de transformar el  
texto, lo que implica también una mayor naturalidad y espontaneidad en el  
proceso. Esta espontaneización del texto dramático da lugar a una mayor  
presencia de rasgos coloquiales, incluidos los propios de producciones  
orales, que han podido estudiarse mediante el estudio cuantitativo que  
proponíamos en el apartado anterior. El resultado es un texto más  
espontáneo y natural que acaso resulta más verosímil para el espectador,  
para lo que se han manipulado rasgos léxicos (jerga, comodines, tabúes y  
posiblemente también interjecciones, muletillas, colocaciones y diversidad  
léxica) y sintácticos (enunciados averbales y posiblemente insubordinación  
y redundancias).  
Nuestros resultados arrojan también nuevas cuestiones que podrían  
abordarse en futuras investigaciones. ¿Por qué es diferente el  
comportamiento de oraciones incompletas al de enunciados averbales e  
insubordinación? Y, ¿cómo son diferentes las colocaciones de las metáforas  
convencionales y por qué estas parecen más frecuentes en el teatro?  
Además, se hace necesario investigar otras adaptaciones para corroborar  
los resultados de este estudio, parcialmente limitado por el número de  
escenas analizadas. Confiamos, no obstante, en que este trabajo anime a  
otros investigadores a analizar más datos con esta y otras metodologías  
147  
Juan García-Cardona e Irene Checa-García  
cuyos resultados puedan contrastarse con este estudio y llevar a una visión  
más completa de los procesos que tienen lugar en las adaptaciones al cine  
de diversas obras literarias.  
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