Manuel España Arjona,  
La recepción de la narrativa picaresca en la serie televisiva  
«El pícaro» (Fernando Fernán-Gómez, 1974),  
Santiago de Compostela, Andavira, 2017.  
A pesar de la transformación tan arrolladora que están produciendo las  
series en el mundo audiovisual, sobre todo a partir del cambio de hábitos  
que han causado las plataformas streaming como Netflix, que están  
modificando incluso nuestra forma de consumir las series y, por tanto, su  
propia idiosincrasia, Manuel España regresa a los orígenes de esta modalidad  
narrativa que tanta popularidad está adquiriendo en todo el mundo con su  
libro La recepción de la narrativa picaresca en la serie televisiva «El pícaro». La  
literatura parece haber sido una rica fuente de inspiración para la televisión  
española, que en los albores de este formato se dedicó con gran ahínco a  
adaptar, una tras otra, las obras que habían hecho mella en nuestra cultura  
nacional. Igual que un coleccionista de DVD que vuelve a comprar todas sus  
películas favoritas en blu-ray, cabreado y rezando en silencio para que el  
progreso detenga un poco su ritmo y no tener que desembolsar de nuevo  
tamaña cantidad de dinero, parece que los productores y creadores de  
contenido televisivo se vieron en la obligación de verter el contenido de una  
dimensión artística tan pobremente analógica como es la literatura en los  
nuevos odres” que representan los ligeros capítulos de nuestras queridas  
series.  
Así, entre los setenta y los noventa contamos en nuestras listas con  
seriales que adaptaron grandes obras como Cañas y barro, en 1978; El camino,  
en 1978; o Fortunata y Jacinta, en 1980. Sin embargo, lo que la mirada de  
este libro enfoca es la forma en que Fernando Fernán Gómez trasladó una  
tradición tan literaria como es la picaresca a la era audiovisual, sin detenerse  
en si es fiel a tal texto o a tal configuración del lenguaje. Es decir, no juega a  
encontrar las diferencias, sino que, con la picaresca de una mano y el arte  
televisivo de la otra,se hace preguntas que representan un avance en el estudio  
de estas dos artes en continua interrelación: ¿puede actualizarse con éxito una  
estructura narrativa con tanta solera como la picaresca al ritmo dinámico de  
las series?, ¿es El pícaro una adaptación literal o supone una actualización de la  
materia literaria?, ¿resultó actual al espectador de los setenta la sustancia, la  
temática y la crítica social que nos brindó la picaresca?, ¿representó El pícaro  
una reintroducción de la cultura española en nuestra televisión, a pesar de la  
avalancha de contenido estadounidense que suele ofrecer?  
Trasvases entre la literatura y el cine, I, 2019, págs. 217-220  
ISSN-e: 2695-639X  
DOI: 10.24310/Trasvasestlc.v1i0.6464  
Diego Maíllo Baz  
El libro de Manuel España se divide en dos grandes bloques, aparte de  
las secciones introductorias y las conclusiones y referencias, que estudian a  
través de un procedimiento a partes iguales filológico y de crítica  
cinematográfica las peculiaridades que hacen de El pícaro una de las obras  
más cuidadas de Fernando Fernán Gómez. Se disponen a lo largo de todo el  
libro una serie de tablas que aportan rigor y un esquematismo muy elegante  
y visual a la hora de mostrar los textos literarios que conforman la  
inspiración del serial, porque uno de los objetivos del trabajo es demostrar  
la excelente recopilación de textos picarescos que Fernán Gómez escogió y  
mezcló para crear cada capítulo, gracias a su pródigo conocimiento de la  
literatura picaresca y del Siglo de Oro en general. Se demuestra, por tanto,  
que El pícaro huye de una distribución elemental de textos, del esquema  
básico que podría haber representado un capítulo por cada una de las obras  
escogidas.  
La primera tabla que aparece en el libro, en el capítulo que ahonda en las  
fuentes textuales, es muy elocuente y presenta un buen gráfico de la  
distribución de la serie: el primer capítulo se corresponde con el II de Vida  
y hechos de Estebanillo González, el segundo es una mezcla de capítulos del  
Estebanillo y también varios de El Buscón, etc. Pero, quizás, una de las mayores  
aportaciones de Manuel España ha sido el redescubrimiento de un texto  
prácticamente desconocido de la literatura española, llamado El caballero de  
la Tranca, cuyo «Discurso primero» se encuentra representado en el sexto  
capítulo del serial. Esto, además de una muestra del meticuloso análisis que  
gobierna en todo el estudio, sirve para mostrar la grandísima competencia  
que Fernán Gómez tenía sobre nuestra literatura. Pero, ¿por qué el texto de  
El caballero de la Tranca no aparece en los títulos de crédito junto con las  
demás fuentes literarias? Esta es otra de las preguntas que se responden en  
el libro. Y es que a menudo se comete el error de querer buscar siempre  
explicaciones intraliterarias, como si todas las decisiones que un autor toma  
se refiriesen a la obra en cuestión y no a un conjunto de circunstancias que  
no necesariamente tienen que ver con lo artístico. Existe también la política,  
la censura, la ideología del público mayoritario, etc. Estos son factores que  
condicionan el producto final mucho más de lo que desearíamos, y un  
filólogo debe tenerlos en cuenta para desentrañar este tipo de elementos  
extraños que pueden encontrarse al analizar una obra, como muy bien hace  
Manuel España: sí, El caballero de laTranca poseía un alto grado de contenido  
erótico, por lo que su inclusión en los créditos podría haber supuesto un  
problema para Fernán Gómez.  
En el tercer subapartado del análisis, nos encontramos con algo que no  
debería ser necesario a estas alturas, pero que resulta a fin de cuentas una  
buena decisión del autor: recordar los prejuicios, tópicos e injusticias que  
sufren tanto el cine como las series televisivas. Estos dos “nuevos” formatos  
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Manuel España Arjona, La recepción de la narrativa picaresca  
artísticos (nuevos, si se comparan con la solemne raigambre de la literatura)  
están siendo continuamente vituperados por la ideología “iconofóbica” del  
alto academicismo. Por ello, celebro que se introduzca y se repita en cada  
discurso y en cada análisis una merecida dosis de Robert Stam y de Sergio  
Wolf, de Sánc hez Noriega y del contundente artículo de Juan Marsé «El  
paladar exquisito de la cabra», hasta que todos estos tercos tabúes se  
erradiquen del mundo académico y pueda por fin extraerse todo el rico  
provecho posible a la relación entre los medios audiovisuales y la literatura,  
que lleva casi un siglo teniendo más de colaborativa y enriquecedora que de  
competitiva. Este oportuno recordatorio, además de los recogidos en otras  
secciones que recapitulan algunos conceptos básicos de la crítica  
cinematográfica, hacen que el libro La recepción de la narrativa picaresca… sea  
muy interesante tanto para los profesionales de los estudios  
cinematográficos, por el abundante material de investigación que se presenta  
en él, como para los neófitos que deseen aprender los mecanismos internos  
que permiten que los trasvases o adaptaciones de la literatura al cine o la  
televisión generen obras nuevas y no se reduzcan a filmar “fielmente” lo  
presentado en el texto, como a menudo se pretende.  
Otro elemento destacable del libro es la unión entre descripción e  
interpretación crítica, es decir, liberado de los prejuicios de algunos críticos  
que se dedican únicamente a señalar las diferencias entre el texto literario y  
el televisivo, Manuel España entiende que lo central en un análisis debe ser  
encontrar la razón de ser de estos cambios y su sentido en la coherencia  
interna de la serie. Para ello, también se sirve de tablas como las que  
mencioné anteriormente para reflejar las transformaciones en los diálogos  
de ambos textos, las distintas distribuciones de las funciones de los  
personajes y los actantes y la estructuración de las acciones, por poner  
algunos ejemplos. Este modelo permite al lector visualizar cómodamente  
una muestra exhaustiva que luego será explicada con todo lujo de detalles y  
razonamientos que exponen la compleja configuración de la serie a través  
de elementos cinematográficos como el guión y la voz over, además de las ya  
comentadas decisiones extraliterarias.  
Aparte de tratar la serie El pícaro, el libro también presenta una faceta  
poco conocida de su autor, Fernando Fernán Gómez, y de su afición a la  
picaresca. De manera que, cuando LucasTrapaza, el pícaro protagonista, se  
dirigió al público televisivo de una forma similar a los pícaros que le  
precedieron cuando se dirigían a sus lectores, pero esta vez con la apelación  
«
señores», parece que fuera el propio Fernán Gómez el que se disponía a  
contarnos un trozo de su verdad. Después de la lectura del libro, queda clara  
su filiación a este género novelesco tan español que parece guardar una  
estrecha relación con su vida por su oficio de cómico itinerante y buscavidas,  
por su carrera plagada de desencantos y derrotas, por el amargor que  
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Diego Maíllo Baz  
produce en las personas nobles como él un mundo injusto y violento, y un  
largo etcétera que hace que la serie cobre mucho más sentido si se analiza  
de este modo: como un velado proyecto vital que tiene mucho de  
autobiográfico y que luego continuó con otras obras como la adaptación  
teatral de El Lazarillo deTormes (1994) y su novela Oro y hambre (1999).  
Por último, como ya apunté más arriba, el libro posee un segundo bloque  
en el que, usando el mismo mecanismo de las tablas comparativas, se  
transcribe con acotaciones el contenido de cada capítulo y, en paralelo,  
aparece la obra literaria con la que se corresponde cada escena y el recurso  
con el que se ha adaptado al formato audiovisual. Por ejemplo, para la  
tercera escena del primer capítulo, basada en el Estebanillo, se concreta el  
capítulo y las páginas exactas y se indica que el recurso utilizado ha sido el  
de la transformación.  
Para culminar este riguroso y minucioso estudio del serial, que mezcla a  
partes iguales la mirada crítica y avezada del filólogo, y un hondo y libre de  
prejuicios conocimiento del arte cinematográfico, Manuel España Arjona no  
podía sino ofrecer unas conclusiones igualmente ilustrativas y organizadas  
esquemáticamente, además de una bibliografía profusa y bien cuidada, de  
gran utilidad para cualquier estudioso que desee profundizar en el tema.  
DIEGO MAÍLLO BAZ  
Universidad de Málaga  
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