GuillermoꢀArriaga. El relato fronterizo
literaria, tal y como se desprende del estudio de la traductora de Un
dulce olor a muerte al rumano (Petrescu, 2011). De acuerdo con
Petrescu, «traducir significa desplazar espiritualmente la obra de una
cultura específica hasta otra cultura de acogida, fenómeno que supone
una especie de traslado de elementos lingüísticos, culturales, sociales
y antropológicos» (2011: 142). ¿Qué sucede cuando tratamos de
adaptar un texto de un formato a otro? ¿No nos enfrentamos a un
reto mayor si cabe?
Salvo en el caso del remake extremo (el citado ejemplo del Psycho
de Gus Van Sant), que a la postre supone poco más que una
actualización estilística y fotográfica de la obra anterior, tanto la
adaptación de un formato a otro –del papel a la pantalla– como las
nuevas versiones deben hacer frente a una serie de preguntas del tipo:
¿
Qué dejar? ¿Qué quitar? ¿Qué modificar?
Contamos con muchas pistas sobre la insistencia de Arriaga en
diferenciar su obra literaria de la cinematográfica; sus novelas de sus
libretos: sus «novelas son anticinematográficas. El guión es distinto:
es sólo visual» (Enrigue, 2007: 49). Mientras que él ha reconocido la
práctica imposibilidad de adaptar una novela como El salvaje (2016) al
cine –rechazando las diversas ofertas que le han propuesto–, otros
trabajos suyos, como Amores perros, adoptaron su forma adecuada tras
varios intentos fallidos de nacer en forma de novelas; dos novelas en
el caso de Amores perros (Enrigue, 2007: 49). Aunque en sus libretos el
resultado es coherente con la idea de Arriaga según la cual el cine
debe ser stendhaliano, más centrado en la acción y en el avance de la
historia, la literatura (su literatura) permite explorar la interioridad
de los personajes desde otro ángulo, desde otra perspectiva.
Evidentemente, sí se podría adaptar El salvaje a la gran pantalla, tal y
como ha sucedido con otras novelas suyas, pero en este caso la
sensación de “pérdida” probablemente sería mayor.
¿
Es posible adaptar a Faulkner o Joyce al cine? Sí, siempre que se
esté dispuesto a acentuar en el receptor esa posible sensación de
pérdida”. A fin de que el lector pueda contrastar esta opinión, puede
“
revisar la adaptación del clásico de Faulkner Mientras agonizo que
realizó James Franco: As I Lay Dying (2013). No es el único intento,
siempre fallido, de llevar a Faulkner a la gran pantalla. En cambio,
hay escritores, como Barry Gifford, cuyo estilo esquemático, visual
y, en ocasiones, poco introspectivo se presta a ser filmado. Lo mismo
sucede con el thriller y la novela negra, por poner dos géneros
evidentes. ¿Se desprende de esta afirmación que la introspección no
cabe el cine? Indudablemente, no de forma categórica, pues hay
notables piezas en ese sentido: 8 y medio (Fellini, 1963), Pasión
(
Bergman, 1969), El espejo (Tarkovski, 1975), Sacrificio (Tarkovski,
199
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