La Mosca (1986): la ciencia y el body horror en el cine de David Cronenberg
The Fly
(1986): Science and Body Horror in David Cronenberg’s Cinema
XAVI
BRITO ALVARADO
Universidad
Técnica de Ambato
(Ecuador)
Universidad
de Málaga
ORCID ID:
0000-0001-8593-3691
ANA
SEDEÑO-VALDELLOS
Universidad
de Málaga
valdellos@uma.es
ORCID ID: 0000-0003-3897-2457
Resumen: El relato de George Langelaan
La mosca (1957), ha tenido cuatro
adaptaciones cinematográficas, la primera en 1959 y la última en 1989, pero las
adaptaciones de Kurt Neumann (1959) y David Cronenberg (1986), han sido las de
mayor trascendencia cinematográfica. Tanto el
relato como la película de Cronenberg se inscriben dentro del subgénero de cine de terror body horror. En él el cuerpo humano aparece como una máquina imperfecta, receptáculo de
malformaciones genéticas y anatómicas. Se configura una grotesca metamorfosis
en la búsqueda de nuevas formas corporales. El objetivo de este trabajo es
cartografiar la fragmentación del cuerpo y la mente que pone en juego la noción de la Nueva Carne en la obra La mosca (1986) y plantear
las diferencias en los discursos sobre el cuerpo y la tecnología en el relato y
la película.
Palabras clave: adaptación
cinematográfica, narrativa fílmica, cine de terror, David Cronenberg, Nueva
Carne, La mosca.
Abstract: George Langelaan's story The Fly (1957), has had four film adaptations, the first in
1959 and the last in 1989, but the adaptations by Kurt Neumann (1959) and David
Cronenberg (1986), have been the most important film adaptations. Both the
story and Cronenberg's film present the subgenre of horror body horror cinema.
In it, the human body appears as an imperfect machine, a receptacle of genetic
and anatomical malformations. A grotesque metamorphosis is configured by the
search for new body forms. The aim of this paper is to map the fragmentation of
the body and the mind that brings into play the notion of the New Flesh in The Fly (1986) and to raise
the differences in the discourses on the body and technology in the story and
the film.
Keywords: Film Adaptation,
Film Narrative, Horror Cinema, David Cronenberg, New Flesh, The Fly.
1. INTRODUCCIÓN: GEORGE LANGELAAN, EL
RELATO LITERARIO
La
mosca es un relato de
ficción escrito por George Langelaan, un autor
franco-británico, que fue publicado por primera vez en la edición de junio de
1957 de la revista Playboy como un relato corto. Posteriormente, en
1962, fue incluido en la compilación Nouvelles
de l’Anti-Monde.
La premisa del relato gira en torno a la vida del científico
Robert Browning, quien trabaja en experimentos financiados por el Ministerio
del Aire, entre ellos la teletransportación. Durante estos experimentos,
Browning observa alteraciones en los objetos sometidos al proceso de
teletransportación, como la desintegración de un gato de su familia. Cuando
finalmente encuentra la solución a estos problemas, decide probarla en sí
mismo. Sin embargo, durante el procedimiento, no se percata de que una mosca se
introduce accidentalmente en la cabina de teletransportación.
A partir de este evento, su cuerpo comienza a cambiar
rápidamente: su cabeza y uno de sus brazos se transforman en los de una. El
insecto escapa, impidiendo así que el experimento pueda repetirse para intentar
revertir la situación. En este escenario distópico, Browning destruye el
teletransportador y suplica a su esposa, Anne, que lo mate utilizando una
prensa hidráulica perteneciente a su hermano Arthur. Cumpliendo con la voluntad
de su esposo, Anne exige a su cuñado que contacte a la policía para entregarse
por el asesinato. Sin pruebas materiales, Anne es ingresada en un centro
psiquiátrico. Durante su internamiento, decide revelar la verdad con el
objetivo de que el experimento sea conocido. Ante la incredulidad de la gente,
opta por suicidarse.
El relato plantea una serie de interrogantes que reflejan el
pensamiento antropocéntrico que lo inspira: ¿qué es lo natural? ¿Cuál es la
división natural entre el cuerpo animal y el cuerpo humano? Los dilemas éticos
que presenta la obra trascienden la fragmentación del cuerpo y la mente,
destacando la capacidad humana de efectuar esta división, afectando no solo lo
biológico sino también el tejido social.
La
mosca se inspira en las
transformaciones kafkianas, presentando un proceso degenerativo del personaje
que nos enfrenta a la metamorfosis de una criatura (animal) socialmente
considerada horrenda. El relato descompone los límites éticos y ontológicos del
pensamiento antropocéntrico y nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de
la vida humana en un laboratorio científico, donde la ciencia y la tecnología
poseen un poder transformador. En esta situación, el científico no está ajeno a
los riesgos implicados en los experimentos de teletransportación, pero los
asume bajo la premisa de que la ciencia debe avanzar a pesar de todos los
riesgos. La mosca se configura así
como una grotesca obra de metamorfosis que denuncia los peligros del
pensamiento tecnológico antropocéntrico.
2. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA
La investigación se propone realizar una nueva
interpretación de la obra La mosca (1986) de David Cronenberg. El
objetivo es analizar este texto cinematográfico como representativo del body horror, un género conocido inicialmente
en la literatura y que posteriormente encontró un lugar destacado en el cine.
La metodología elegida combina la hermenéutica y el
análisis instrumental e interpretativo (Gómez Tarín y Marzal Felici, 2006) con el análisis de contenido textual. Se
considera a las películas como textos fílmicos, compuestos tanto por la banda
visual como por la sonora. Las películas se conciben dentro de la teoría de
autor, entendiendo que son textos inmersos en las trayectorias de sus
creadores, reflejando intereses temáticos, a veces transitorios, y un estilo
visual que consolida una puesta en escena coherente.
3. EL CUERPO GROTESCO O EL ROMANTICISMO MONSTRUOSO EN DAVID CRONENBERG
Desde la modernidad, el cuerpo ha sido concebido como una entidad
maleable, influenciada por perspectivas biológicas, tecnológicas, psíquicas e
ideológicas que moldean las subjetividades. Estas perspectivas han sido
abordadas por diversas disciplinas como la filosofía, el feminismo, y los
estudios culturales y científicos. En este contexto, las tecnologías modernas
han desarrollado narrativas que prometen soluciones a los problemas cotidianos
humanos, insertándose en un clima social dominado por una economía política de
la nostalgia y la paranoia, así como por la euforia y el entusiasmo (Braidotti, 2015).
Estas circunstancias han generado numerosas conjeturas. Peter Sloterdijk
(2006) sugiere que los nuevos humanos son producto de una incubadora
tecnológica, donde la experiencia sensorial es sustituida por simulaciones
tecnológicas. David Le Breton (2011) argumenta que el cuerpo contemporáneo es
percibido como fragmentado en diversas ideologías, prácticas e imágenes,
convirtiéndose en un escenario de evolución tecnológica. Esta visión promueve
el deseo de transformar el cuerpo más allá de lo biológico, consolidando la
idea de fabricar cuerpos.
El cine contemporáneo refleja estas inquietudes, explorando los impactos
tecnológicos en la corporalidad. Cineastas como David Cronenberg, Katsuhiro Otomo, Paul Verhoeven, y otros, abordan una ruptura epistémica sobre la
corporalidad, donde Cronenberg se inspira en Antonin
Artaud para concebir el cuerpo como un espacio anatopolítico
y artístico. Artaud (1997) plantea que el cuerpo no necesita de órganos,
considerando estos como parásitos que impiden la verdadera existencia del ser.
Por su parte, el body art,
surgido en el contexto de la Guerra de Vietnam y la Guerra Fría, transforma el
cuerpo en un espacio artístico y político. Las performances asociadas al body art radicalizan el cuerpo para explorar
las posibilidades de crueldad y creatividad inherentes al ser humano. Le Breton
(2011) lo describe como una práctica que expone el cuerpo en su totalidad,
disociándolo del individuo y convirtiéndolo en un elemento de la obra
artística.
Cronenberg, en su cine, juega con la idea de cuerpos mutilados y
corruptos, configurando una metamorfosis de lo monstruoso y lo grotesco. Sus
obras proyectan una imagen abyecta de la condición humana, llevando al cuerpo
hacia la aniquilación de su identidad y transformándolo en seres agonizantes
que transitan espacios liminales. Este proceso provoca una hibridación
genética-tecnológica, alertando sobre las dinámicas sociales y el autoexterminio.
Las narrativas de Cronenberg reflejan un mestizaje narrativo que nos
sumerge en la degradación corporal, característico de las sociedades
industriales y postindustriales. Sus películas representan una crítica al
cuerpo como laboratorio biotecnológico, visualizando el pensamiento de Deleuze
y Guattari sobre un cuerpo sin órganos. Esta Nueva Carne, según Cronenberg,
no solo es subversiva, sino también un fenómeno híbrido que combina lo
biológico y lo tecnológico, lo orgánico y lo artificial.
En resumen, la obra de Cronenberg explora las implicaciones del posthumanismo, redefiniendo lo orgánico a través de la
biotecnología y cuestionando la evolución natural. Sus películas presentan un
escenario donde la carne se transforma en un elemento mutante y protético,
reflejando las profundas inquietudes éticas y existenciales de la modernidad.
El mestizaje genético-tecnológico inserta una perturbación en el
discurso que afecta el género de terror, poroso a las dinámicas sociales de autoexterminio desde los años de su formación y desarrollo,
que se remontan al siglo XIX. A ello se une una llamada de atención al
antropocentrismo propio de la modernidad. Todo esto construye un contexto de
realismo romántico, que se asocia al terror gótico clásico. Como afirma Míguez
Santa Cruz (2020: 86), todos son rasgos estilísticos de la ciencia ficción que
pueden comprobarse en el castillo con niebla del laboratorio de Brundle, los escenarios misteriosos o las actitudes y
diálogos exagerados en muchas de sus escenas.
A partir de aquí,
es fácil ver cómo la película y la obra completa de Cronenberg hacen que el
realismo se pueble de monstruos cotidianos, tan cercanos como que parten del
propio cuerpo: mientras en lo grotesco romántico la representación de lo
horrible provoca un miedo centrado en lo repugnante y feo, en el cuerpo hipertecnológico de la Nueva Carne, la
problematización del ser humano parte del interior del cuerpo, del vientre y de
los órganos genitales, creando una estética de oposición entre lo bello, sublime
y placentero. Las películas de Cronenberg forman parte de este horror corporal;
un cine de hacer lo desagradable una crítica que ubica al cuerpo desde una mirada doble: 1) la construcción de lo monstruoso,
y 2) el cuerpo como laboratorio biotecnológico. Pilar Pedraza (2002:37) sostiene que este cineasta no es un
creador de monstruos, sino de las monstruosidades en que vivimos, emociones y
seducciones prohibidas, que no podemos manifestarlas públicamente por obscenas,
morbosas y atrapadas por los discursos morales.
Cronenberg
ha propuesto temas para reflexionar una nueva
forma de ser y de estar en el mundo donde la tecnosfera es el espacio
social imperante. Para Omar Kuri (2021) estas historias develan las relaciones
humanas basadas en lo mórbido, visceral y amorfo, matizados por la
tecnificación de la cotidianidad, que Linda Williams (1991) denominó cine body genres donde
el terror, lo pornográfico y lo dramático comparten excesos de emociones y
éxtasis corporales.
También en obras
como Videodrome (1983) o Cromosoma 3
(1979), Cronenberg se mueve en la disolución de límites o
distinciones entre cuerpo y mente, a través de
delgadas líneas narrativas de una metamorfosis que presenta una Nueva Carne,
producto del horror, que explora los miedos que producen las infecciones
virales, las mutaciones corporales y el uso de las tecnologías en el cuerpo.
Con esta nueva concepción de lo corporal, se tiende a difuminar las fronteras
entre lo orgánico y lo mecánico, estableciendo una transgresión que desmenuza
al cuerpo y la mente y visibibiliza su fragilidad
biológica y anatómica.
Las producciones de este cineasta se han
mantenido al margen, pero no lejos del cine mainstream, otorgándole un
nuevo sentido dialéctico a la corporalidad, contribuyendo a crear una especie
de «mestizaje narrativo», que nos inmiscuye en oscuros laberintos de la
degradación de la masa corporal al que somos sometidos en las sociedades
industriales y postindustriales; una vida compartida con metales, sangre,
suciedad y ruido. Como afirma Fernández (2019: 15), el director realiza una
reflexión sobre el cuerpo mediante personajes y tramas que «van a descifrar,
desde códigos representativos más verosímiles, aquellos fantasmas que hacían su
aparición en los primeros años». Estas mutaciones y transformaciones, para
David Blakesley (1998) representan metáforas de los
procesos de transmutación sociocultural, caracterizada por la excesiva paranoia
sobre el sexo y la violencia mediática. Por ello, en estas películas «abundan
las malformaciones, las prótesis, las mutaciones, las aberraciones y las
anomalías, e incluso los travestismos que reconfiguran los cuerpos en una
estética de lo abyecto, de la repulsión y de lo grotesco» (Sibilia, 2014: 216).
La obra de
Cronenberg puede ser agrupada en tres escenarios narrativos: el político, el
filosófico y el artístico, en que la persistencia del cuerpo subyugado a la
tecnología, la enfermedad y el arte confluyen y aceleran una corriente
romántica de la filosofía existencialista y de los movimientos de vanguardia
del siglo XX. El surrealismo, el futurismo y la literatura beatni,
crean una narrativa neofantástica
que invita a contemplar no solo los cambios
corporales, sino sociales. Como apunta Gorostiza, «el elemento fantástico científico
puede ser tan poco probable como el de un argumento perteneciente al género
fantástico sobrenatural, pero su inclusión en un ámbito científico, o su relación con doctrinas científicas le otorga un tono de
verosimilitud que lo sobrenatural no tiene»
(2003: 12).
Para Tonalli López (2019) la transgresión
que plantea Cronenberg tiene
las siguientes características: a) violencia hacia el cuerpo,
un quebrantamiento de la piel, tejidos y órganos,
b) descomposición corporal y su restitución por medios tecnológicos, y, c) el azar, la
enfermedad y la muerte como partes constitutivas del ser humano.
Cronenberg instaura un imaginario posthumano,
que parte de las teorías posbiológicas,
redefiniendo lo orgánico como frágil, lleno de vísceras y fluidos, una
envoltura anatómica, susceptible de daños, enfermedades y envejecimiento, que
hoy necesitaría de una reingeniería biotecnológica. Toda esta miscelánea
define al sujeto contemporáneo –cuerpo humano contemporáneo– que «ya no puede
depender de esa maquinaria biológica que se ha vuelto obsoleta; en cambio,
debería comulgar con las prótesis y los servicios de perfeccionamiento que
ofrece la tecnología más avanzada» (López, 2019: 77).
La Nueva Carne no solo es fetichista y subversiva, sino que designa
a un fenómeno de naturaleza mixta, un híbrido que
puede combinarse simbióticamente entre: yo/otro; mente/cuerpo;
masculino/femenino; natural/artificial; vivo/inerte; realidad/apariencia. La Nueva Carne engloba debates cinematográficos y
filosóficos sobre los cambios en la forma de vida y en el proceso de comunión
entre lo maquínico y lo biológico. Por ello, las obras de este
director constituyen la
visualización del pensamiento de Gilles Deleuze y Félix Guattari de un
cuerpo sin órganos.
Esta metamorfosis
implica trasgredir los límites de lo permitido y prohibido, es ubicar lo
corporal en una relación mórbida, que
se revela y repugna, lleno de cables, sangre y grasa, una alusión a la automutilación
suicida, «como si el sistema nervioso central de esos cuerpos ya no pudiera
depender de los órganos físicos para ser un parachoques protector contra las
ondas y flechas mecánicas» (Rodríguez, 2014: 109).
La Nueva Carne aparece asociada al concepto
de la realidad virtual, evidenciando una mutación que cambia la evolución
humana al reinventar los entornos de vida. La intención de esta carne es
moldear la naturaleza biológica desde adentro, prescindiendo de esta como
factor evolutivo, evocando una lucha constante entre lo natural y artificial,
convirtiéndolo en campo de lo abyecto.
Con ello, la Nueva Carne
representa lo que Omar Calabrese (1994) denominó neobarroco, concepto para describir rasgos
de la cultura contemporánea, asumiendo al cuerpo como un escenario posmoderno,
que llevado al cine implica presentar «el caos y el desorden, la composición
fragmentada y la destrucción del nexo lógico entre las imágenes» (Keska, 2004: 272). De esta forma, y como lo asevera Gerad Imbert (2019), la
Nueva Carne dibuja al cuerpo desde el marcaje, la hibridación, la
deformación y la transformación monstruosa. Es un material antisocial,
sexualmente transgresivo, por ello sus partes no son lugares de creación, sino
sitios de mutación y creatividad; sus órganos sexuales se multiplican por
orificios que aparecen en partes inesperadas de la anatomía: el corte abierto
en el abdomen en el que se insertan una cinta de video y una pistola, el
agujero en la axila de la mujer donde se encuentra un aguijón mortal, las
heridas y cicatrices provocadas por los accidentes de autos, o los orificios en
la médula espinal son las nuevas formas del cuerpo de Cronenberg, trasgresor,
mutante, protético, incontrolable, permeable, penetrable y abierto. Esta
apertura corporal ha modificado incluso el género fílmico de una manera tan
profunda que «la representación visualmente impactante de ese cuerpo les ha
valido a sus películas la definición de “terror biológico”, que reformula la
obra como un espejo en el que los dos protagonistas se ven a sí mismos; un
espejo que también refleja al espectador de la película» (De Laurentis, 2012: 99).
De cierta manera, Cronenberg se enfrenta
de forma irreverente al imaginario de lo posthumano
como un devenir de la historia natural de la humanidad, que redefine la idea de
lo orgánico, gracias a los avances biotecnológicos de las nuevas “ciencias de
la vida”. Denuncia, así, la existencia de un tipo de evolución que ya no es
biológica y natural, sino artificial, postorgánica y
con profundos dilemas éticos.
4.
LA RELACIÓN HUMANO-MÁQUINA-ANIMAL: LA MOSCA DE KURT NEUMANN (1959)
La fusión
humano-máquina ha sido una fascinación persistente, para la
humanidad. El poeta italiano Filippo
Tommaso Marinetti (1876-1944) fue
el ideólogo del movimiento artístico de vanguardia llamado futurismo.
Sus reflexiones giraban en torno a cómo la industrialización y la vida urbana
moderna habían cambiado las formas de vida del ser humano. El futurismo tendía
a crear obras artísticas donde la imitación y la fusión entre diferentes
elementos mecánicos eran definidos como un «animal nuevo, instintivo, cuya
personalidad innata solo la podremos conocer cuando nos familiaricemos con las
propensiones de las diferentes fuerzas que lo componen» (Marinetti, 2006: 111).
La relación del humano con la máquina visto como un nuevo animal ha animado
todo un imaginario de mutaciones entre estos tres componentes, que han
alimentado la ciencia ficción, y se encuentra, en realidad, en la base de
muchas películas de la Nueva Carne, entre ellas la analizada en el
texto.
La mosca
(1986), el único remake que ha producido Cronenberg, fue originalmente una
película de Neumann (1958). En ella, se expone una degeneración de la condición
corporal humana a partir de la mutación y la fragilidad somática en comparación
con otros animales.
La película de Neumann presentaba un
relato en tono trágico, intimista, diferente a las películas de ficción de
aquellos años. Estas estaban
marcadas por el miedo a la guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión
Soviética, y en torno a esta línea aparecieron películas sobre las posibles
consecuencias de la guerra nuclear: la aparición de criaturas gigantes,
mutaciones, monstruos que ponían en peligro a la humanidad. Constituyó la
primera película de terror producida en color y CinemaScope
de Twentieth Century Fox. Su éxito conllevó a que se
realizaran dos producciones más: Return of the Fly
(1959) de Edward Bernds y Curse of the Fly
(1965) de Don Sharp.
La adaptación de Neumann comienza con la investigación del
asesinato de un científico a manos de su esposa. El hermano del científico y un
inspector de policía sospechan que la mujer se ha vuelto loca, pero ella
insiste en que mató a su marido como consecuencia de unos extraños
acontecimientos a partir de un experimento que llevaba a cabo su esposo.
El éxito
de la película radicó en que interrumpe la comodidad y afable cotidianidad de
la vida estadounidense de aquella época, trastocando la familia feliz de clase
media, que es invadida por la monstruosidad ajena a la tranquilidad, como si se
tratase de un castigo divino por querer jugar a ser Dios. Esta película une narrativamente la intriga
policial, la sospecha y la ficción.
Neumann intentó acercarse
al relato de Langelaan; la diferencia se encuentra al
final: mientras en la historia de Langelaan la mujer se
suicida luego de la confesión, en la película de Neumann acaba en el manicomio
luego de que el inspector mate a la mosca-hombre atrapada en una telaraña y le
retire los cargos.
5. LA MOSCA
DE DAVID CRONENBERG (1985)
La película de Cronenberg empezó a
rodarse en 1985, con cambios marcados con respecto a la novela y a la primera
película, entre los más importantes: el laboratorio como escenario central; y
la transformación genética entre humano y mosca, que da como resultado un
híbrido humano-insecto, donde el
simbolismo fue más terrorífico, angustioso y dramático. Está
película juega con:
El miedo al cuerpo, propio de la cultura
puritana de los años ochenta, se manifiesta en estas obras en la conversión de
la carne en una anomalía siniestra de la materia, y la vida en una enfermedad
de la carne: este es el axioma que subyace en las creaciones de Cronenberg y
otros artistas fin de siècle. Sin embargo, el
horror a lo que hay bajo la piel no impide que se haga su –perverso–
panegírico. La mosca fue una celebración del caos
de la carne, la manipulación sistemática de un individuo por parte de una
revolución corporal no deseada (Pedraza, 2002:38).
La obra fue
filmada en tres escenarios, cada uno representa a un personaje. El antagonista,
jefe de redacción y exnovio de la periodista Veronica
Quaife, Stathis
Bornas (John Getz), presenta una oficina ubicada en
un rascacielos, donde puede divisar la ciudad, dando una sensación de poder. La
protagonista, Veronica (Geena
Davis), posee una casa rodeada
de objetos, desordenada, que invita a pensar que es una persona descomplicada y entregada a su trabajo, algo
característico de la vida urbana. Por último, el
laboratorio de Seth Brundle (Jeff Goldblum), ubicado en zona industrial deshabitada, lugar que
juega con el tránsito de lo industrial a lo postindustrial. Este escenario es
presentado como algo viejo, lleno de tubos y humos, donde se mezcla el
ladrillo, el metal y lo lúgubre. En general, representa un pasado que se quiere dejar en el pasado. El uso de un edificio abandonado representa una carga de
incertidumbre, sobre la tecnología y un miedo al fracaso que también están en
el discurso fantasioso y de científico loco del personaje.
La mosca escenifica perfectamente la
transformación del personaje e implica una celebración del caos de la carne y
la manipulación genética, que presenta al cuerpo humano fragmentado y débil en
comparación con otras especies de animales, sometido y torturado a una
metamorfosis lenta y degradadora, momento en que la tecnología asume el papel
de matriz de cambio, para luego desvanecer todo sentido de racionalidad. Como
apunta Marshall Berman (2005:34), La mosca se convierte en una tragedia
o una comedia «como cuando Fausto pierde el control de las energías de su mente,
que entonces pasan a adquirir vida propia, dinámica y altamente explosiva». En el
relato, la técnica deja de responder a la voluntad del ser humano. El cuerpo
corroído de Brundle, convertido en monstruo, es el
resultado de un discurso distópico, que coloca al ser humano en límites
psicológicos, biológicos y tecnológicos. El sueño de Prometeo se convierte en
una pesadilla. Brundle dejó de ser un humano, pero
tampoco es una mosca, es el resultado de un juego tecnológico, una hibridación
entre anatomía y técnica, entre lo natural y lo artificial.
Cronenberg
presenta al científico convertido en un ratón de laboratorio, que renace como
una criatura nueva; la conversión humana a insecto es tan paulatina y dramática
que modifica desde el interior al exterior a Brundle.
Según Matías Orta (2019:115) esta transformación puede dividirse en tres
momentos:
Primero: se
presenta a este ser con una fuerza sobrehumana: capaz de escalar paredes y en
su actividad sexual. El protagonista puede llevar horas practicando sexo con
Verónica, hasta llevarla a un cansancio extremo. En un momento de la trama, Brundle describe esta situación: «Curiosamente, cuando
logré lo que será la obra de mí vida, me convertí en mí mismo». Finalmente,
este poder lo convierte en un arrogante que cree ser superior a cualquier otra
persona: incluso cuando Verónica se niega a tener más sexo, acude a un bar en
busca de una mujer, no sin antes destrozar el brazo de un hombre en un juego de
pulso, evidenciando que su timidez ha quedado en el pasado.
Segundo: la
metamorfosis que el cuerpo de Brundle comienza a
sufrir se manifiesta mediante alteraciones corporales visualmente grotestas. Su piel se degenera rápidamente, sus uñas se
caen, y en general «luce como un engendro envejecido, quebradizo, viscoso, que
no inspira amenaza, sino pena. Cree que es una especie de cáncer y que morirá
cuando sus células terminen de desintegrarse» (Orta, 2019: 111). En el proceso
de mutación, Brundle cuestiona su nuevo aspecto: «qué
me pasa, me muero». De forma lenta, va comenzando a tomar calma y comenta con
Verónica: «parece una enfermedad con un propósito […] transformarse en otra
cosa, seré Brundlefly». /
Tercero: donde Brundle, Brundlemosca, ha dejado de ser un
humano-mosca híbrido, para convertirse en un nuevo ser cercano a una masa
deforme y grotesca, sin perder la racionalidad humana. Le dice a Verónica: «soy
un insecto que soñó que era hombre y le fascinó, pero el sueño terminó y el
insecto ha despertado».
Por último, como
producto del romance entre Seth y Veronica, ella
queda embarazada. Seth impide que aborte mientras afirma: «ese niño puede ser
todo lo que queda de mi verdadero yo». Este es el momento en que intenta
llevarla al telepods para fusionarse los
tres en un solo ser. Con él, puede comprobarse fácilmente la
importancia del número tres: «tres personajes principales –Seth, Verónica y Stathis–,
tres figuras cuando están en escena la pareja y el babuino abrazando a Seth y
luego éste hablando con el animal, tres telepods
al final para unir a la familia» (Gorostiza,
2003: 202).
A diferencia de la versión anterior del
58, o de las transformaciones kafkianas al uso, Cronenberg nos ofrece el
proceso degenerativo del personaje y no un cambio radical. Al principio, Brundle ve mejorar sus propias habilidades (resistencia,
fuerza, percepción), animalizándose y convirtiéndose en un ser ávido de
placeres sexuales (tras una discusión con Veronica
llega, incluso, a engañarla con otra), hasta que pronto descubre que la
mutación le está separando de su humanidad (Fernández, 2019: 57).
Cronenberg
establece una crítica al anhelo prometeico del mejoramiento tecnológico de la
vida. Esta película posee una narrativa de una tragedia neoclásica, que expone
a un hombre víctima de sus pasiones por la ciencia y que es abandonado por
éstas, y en última instancia deberá destruirla. La mosca presenta una
fuerte tensión entre el humanismo y el posthumanismo,
que se expresa constantemente; del experimento se deriva una nueva especie que
bien podría estar encasillada en un postulado: un humano mosca o incluso una
mosca humana. Como dice el protagonista en un momento: «Yo no era puro. El
teletransportador insiste en la pureza. Yo no estaba puro. No se suponía que
hubiera dos patrones genéticos. Mi teletransportador se convirtió en un fusionador de genes. Uno muy bueno. Ya no soy Seth Brundle».
La idea de
bioinformática en La mosca coloca en crisis la idea del humanismo como
única forma de inteligencia y destruye el límite de los dualismos entre el
sujeto y el animal. La mosca abraza una mezcla de seres extraños, dado a
que no está dentro del catálogo de monstruosidades que conocemos, más cercano a
un mundo de Fausto que de Prometeo.
Esta película
plantea una serie de preguntas direccionadas a las vinculaciones entre el
cuerpo y la técnica, entre ellas: ¿cuál es el límite de la ciencia? ¿La
tecnología es independiente del ser humano? ¿El límite ético de la ciencia es
secundario a favor de los intereses de las corporaciones tecnológicas? ¿Los
límites de la ciencia son el placer, goce, libertad y creatividad del pensar un
futuro mejor? La película profundiza y coloca a esta como un medio para un fin,
y su centralidad la ocupa el deseo humano por mejorar.
6. CONCLUSIONES
Una comparación
profunda entre el relato y las dos novelas resulta de interés ante todo por las
fecundas diferencias que han creado un imaginario literario-cinematográfico de
relevante riqueza, hasta complementarse en muchos enfoques en su relación con la
tecnología y su visión de lo humano. Por ejemplo, el proceso de transformación
está muy marcado en las dos películas, pero en la de 1959 es repentino,
mientras la de 1986 se presenta como lenta, dolorosa y asquerosa. Sin embargo,
la semejanza entre las dos es el relato del amor hacia las mujeres, que
terminan las historias de manera muy diferente.
Sin embargo, es
Cronenberg el más conocido como director, el más influyente en la
cinematografía contemporánea y la coherencia de su filmografía permite servirse
de La mosca como caso con que pensar el cine de terror contemporáneo,
ejemplificado en el body horror y en
esa Nueva Carne. Todo ello se ubica en el tecno capitalismo, con
conceptos y formas que son propios de la expresión moderna o posmoderna de los
temores, ansiedades, fetichismo y alegorías en torno al cuerpo como un espacio
de sangre, líquidos y masa, una cárcel que atrapa al individuo. Los personajes
de esta Nueva Carne se presentan desde una mirada metamorfoseante,
fetichista, condenatoria y subversiva sobre la mutación
orgánico-tecnológica destinado a crear un híbrido sostenido en los
dualismos: yo/otro; mente/cuerpo; masculino/femenino;
natural/artificial; vivo/inerte.
Cronenberg
propone una destrucción personal con la película, fusionando los géneros de
terror, desastre, ciencia ficción y conspiración para ofrecer meditaciones
sobre el destino del cuerpo: «en el cine posmoderno lo reprimido que regresa
para producirnos inquietante extrañeza, no viene de las sombras ni de la
animación de lo inorgánico, sino del propio cuerpo» (Pedraza, 2002: 39).
El cine de
Cronenberg nos presenta imágenes que modifican la experiencia corporal,
cuestionando la percepción sobre los cuerpos y su relación con los entornos en
que vivimos; presentando una estética con tres elementos: lo mental, lo físico
y el sistema nervioso, creando así una particular idea del cuerpo como máquina
biológica, sujeto a todo tipo de transformaciones procedentes de la tecnología
y la experimentación científica.
Los cuerpos en el
cine de Cronenberg presentan nuevos seres orgánicos que reemplazan al cuerpo
natural, que son nacidos de la evolución y del diseño de la sociedad de
consumo, desintegrados por la adquisición de bienes materiales. Cronenberg
instaura una estética posmoderna, que representa un cuerpo viscoso y en
decadencia.
El cuerpo de La
mosca que presenta Cronenberg es invadido, rehecho y deshecho, tanto por el
accionar tecnológico, como por la avaricia científica: tanto que plantea nuevos
desafíos a la supervivencia humana. Estos cuerpos que podrían denominarse (pos)modernos evocan nuevos retos políticos a lo huma-no,
por las implicaciones del quehacer de lo corpóreo en nuestra sociedad. La historia de La mosca no queda reducida al
interior del laboratorio y su máquina teletransportadora: «La mosca, que
es una película sobre híbridos y posibilidades híbridas, es también un híbrido
que sugiere el potencial de esas formas híbridas como son las películas de
miedo-ciencia ficción» (Telotte, 2012: 225).
Las ideas
presentes en este trabajo constituyen una aproximación a las dimensiones
filosóficas, políticas y sociales en La mosca. Por tanto, esta mirada es
una invitación a pensar esta obra como una expresión de la irrupción de las
tecnologías y de los avances biotecnológicos en los cuerpos biológicos, una
ruptura de la forma de pensar la vida. En La mosca, Cronenberg recodifica y deconstruye la anatomía, la
biología y la psiquis de los personajes, provocando momentos abyectos.
Con ello, construye una cartografía de las implicaciones culturales,
ontológicas, tecnológicas y de la psiquis del cuerpo humano
contemporáneo, y pone sobre la mesa dilemas éticos propios de las sociedades tardocapitalistas, amparadas en los discursos
biotecnológicos. Se abre una Caja de Pandora, llena más de incertidumbres que
de certezas.
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Fecha de recepción: 12/03/2024.
Fecha de aceptación: 24/07/2024.