Rafael Malpartida Tirado, Una nueva mirada entre la

literatura y el cine: el legado de Juan Luis Alborg,

Libros Pórtico, Zaragoza, 2022.

 

Los legados bibliográficos y documentales han deparado, sin duda, gratas sorpresas y han aportado considerables avances al estudio de la vida y obra de numerosos autores. Pero el hallazgo de un ensayo inédito sobre teatro y cine, y de varios tratamientos y argumentos cinematográficos a cargo de uno de los más destacados críticos e historiadores de nuestra literatura, Juan Luis Alborg, supera con creces cualquier expectativa sobre lo que podía albergar el fondo que hace unos años recibió la Universidad de Málaga.

En ese ingente archivo documental, que en 2017 pasó a ubicarse definitivamente en la Biblioteca de Estudios Sociales y Comercio de la Universidad de Málaga, se encuentran varios textos inéditos sobre cine a cargo de un crítico y ensayista de quien desconocíamos por completo esta faceta. Nadie hubiera imaginado que el autor de la más famosa historia de nuestra literatura, la inconclusa obra que fue publicando la editorial Gredos, había mostrado semejante interés por el séptimo arte. Junto a los documentos de los que ahora se da noticia por primera vez (uno de los cuales, el más extenso, se edita), conviven algunos artículos ignotos en prensa periódica, que ayudan a completar el panorama que traza este libro del profesor Malpartida.

Su principal objetivo es «rescatar un “eslabón perdido” en la consideración sobre las relaciones entre la literatura y el cine en  las décadas de los cuarenta y de los cincuenta; en particular, las que emite un estudioso de la literatura en una época en que no era habitual, y menos desde la defensa del séptimo arte que Alborg emprende cuando frisaba en la treintena y prolonga durante casi veinte años (hasta su marcha a EE.UU. a principios de los sesenta), primero desde la teoría y finalmente desde la práctica con la escritura fílmica» (págs. 9-10). Para ello, estructura la monografía en cuatro partes: una primera que pone en contexto la labor de Alborg, titulada «Teorías sobre el cine desde el flanco de la literatura»; una segunda que aborda los «documentos críticos» (ensayos y trabajos académicos), frente a los «creativos» (sinopsis y argumentos cinematográficos) de la tercera; y, por último, una coda que representa un «balance de los materiales» y una propuesta de «nuevas perspectivas para un legado entre la literatura y el cine».

En la primera parte, afloran los nombres de los otros dos estudiosos principales que desde el ámbito de la literatura abordaron el estudio del cine en los años 40 y 50: Guillermo Díaz-Plaja y Joaquín de Entrambasaguas. La principal diferencia de los trabajos de Alborg respecto a los de estos dos profesores y críticos, es que ambos encauzaron sus libros sobre literatura y cine como un correlato de su labor docente o como compilación de textos previos, mientras que Alborg diseñó y cuidó su ensayo más extenso de forma autónoma; además, abordó más específicamente las relaciones entre la literatura y el cine, lo cual lo sitúa en posición pionera en lo que atañe a los libros sobre este ámbito de estudio comparado.

En la segunda parte se estudia y edita, con abundantes notas, precisamente ese extenso ensayo, Talía y su sombra (1944), que había permanecido inédito entre los documentos de Alborg. Este lo concibió y redactó con suma minuciosidad, a juzgar por las distintas versiones conservadas, una manuscrita y las demás mecanografiadas, de las que hay testimonio en el apéndice de imágenes con que se cierra el libro. En  Talía y su sombra, precioso título que se completa con el subtítulo El teatro y el cine como fenómenos histórico-sociales, hay abundantes muestras de una reflexión crítica novedosa en torno a la crisis teatral y cómo se vincula con el cine, y de una prosa magnífica, tan afilada como precisa, que hará las delicias del lector. Es decir, que podrá encontrar un completo recorrido por las relaciones entre la dramaturgia y el séptimo arte, apuntalado por las notas críticas que enriquecen la edición, y también un estupendo ejemplo de la eficaz prosa de Alborg, que el profesor Malpartida destaca en un subepígrafe dedicado a reinvindicar «los valores de un ensayo». Como indica el autor, «a menudo, cuando tasamos la obra crítica nos ofuscamos en que recaiga todo juicio en el contenido, cuando la forma y aquí, en particular, la escritura ensayística, son indisolubles de las tesis que se lanzan» (pág. 44). Esto lo podrá comprobar el lector, por ejemplo, si atiende a los curiosos símiles que construye Alborg, como este del cap. II de Talía y su sombra: «El teatro se encuentra frente al cine como un carro ante el automóvil. Todavía existen carros, pero solo hasta que sus dueños puedan comprar un camión. Entretanto se puede mejorar el carro, pero es inútil: una tartana con almohadones no es un sedán, y diligencias… ya no hay» (pág. 69).

Se completa el estudio de este ensayo inédito de los años cuarenta con las consideraciones sobre algunos artículos desconocidos de Alborg sobre el séptimo arte y sus reflexiones acerca de la novela y el cine en su libro Hora actual de la novela española, con lo cual se abarca el arco que va de 1951 hasta 1958. Esto permite, además, formular algunas hipótesis  sobre la evolución de las ideas de Alborg, que defiende a ultranza el cine frente a la condena de un filmófobo como Keyserling, pero que termina incorporando algunos juicios más tibios cuando lo compara con la novela. No obstante, como señala el autor, «cada vez que Alborg parece deslizarse hacia la diatriba contra el cine —aunque con no poca ironía, que deja notablemente en suspensión su razonamiento—, termina echándole un capote a tiempo» (pág. 203). Además, «resulta evidente [...] que un profesor (y a la sazón historiador) de literatura presta una atención inusitada a un arte a menudo vilipendiado desde ese ámbito. Y lo hace no solo con el ensayo extenso que el lector puede leer aquí por vez primera, sino a través de artículos recónditos en prensa periódica y desde las páginas de uno de sus libros más conocidos» (pág. 203).

La tercera parte nos permite adentrarnos en otra de las grandes sorpresas que incluye el legado de Alborg: varios textos escritos para el cine, que nunca llegaron a cristalizar, en forma de sinopsis y argumentos. No se trata de una escritura recreativa, puesto que diseñó y cuidó esos escritos, de los que se conservan varios estadios, para que se llevaran al cine. De ello da cuenta una carta que reproduce el profesor Malpartida cuyo destinatario es Benito Perojo, figura relevante del mundo del cine en aquellos momentos. Pero no es el único cineasta al que intenta vincularse Alborg: el texto cinematográfico más valioso, Los marañones, un extenso argumento de 46 págs., lo firma junto a Juan García Atienza en 1958. Como explica el autor, este guionista y director, valenciano como Alborg, solo pudo estrenar una película, Los dinamiteros (1963), filme «delicioso y [que] nada tiene que envidiar a las más reputadas comedias de la época» (pág. 212), pero que cayó en desgracia, quedando frustrada una prometedora carrera en el cine. Que Los marañones contara con la autoría compartida de García Atienza representa, por tanto, un valor añadido, y hay que sumarlo ahora a «su más que necesaria rehabilitación» (pág. 212). El texto no solo destaca, según el análisis del profesor Malpartida, por su adaptación de varias obras sobre Lope de Aguirre y la conquista de El Dorado (acerca de las que se realiza un cotejo con algunos otros proyectos relacionados, como los de Herzog y Saura); también es necesario atender a la belleza de su prosa, de la que se antologan y comentan algunos pasajes como este, que incorpora «efectos lumínicos contrapunteados con los auditivos»: «Apenas empieza a amanecer sobre el poblado y una lluvia espesa ha cubierto la plaza y la playa de charcos. El monótono gotear del agua en los tejados de paja ha despertado a los hombres, que ahora se asoman a las puertas de las chozas, sin lograr distinguir nada a la incierta luz de un alba oscura que les envuelve» (pág. 221).

 Por último, en la coda encontramos reflexiones transversales sobre el panorama que traza el libro, con la invitación, entre otras propuestas, de «ahondar en la consideración crítica sobre las relaciones entre la literatura y el cine» (pág. 225) que ahora se enriquece con el hallazgo de estos materiales inéditos. La oportuna puesta en contexto de todos los documentos, la exhumación y anotación de uno de ellos (el excelente ensayo Talía y su sombra), y la abundante bibliografía con que se ha apuntalado el estudio, convierten Una nueva mirada entre la literatura y el cine: el legado de Juan Luis Alborg en una auténtica sorpresa editorial que puede avivar el debate sobre estos dos ámbitos artísticos.

   

ANA MARÍA ARAGÓN SÁNCHEZ

Universidad de Málaga