K.L.: ¿Qué le aporta el cine a tu vida y a tu escritura,
especialmente, a tu poesía?
C.M.: Mi historia personal en relación al cine tiene, creo, una gran
incidencia en el hecho de que haya pasado a formar parte de un modo
tan "nodal" de mi vida y mi escritura. Yo nací en una ciudad muy
pequeña, Resistencia, en la que viví hasta los diecisiete años y a la que
sigo volviendo asiduamente. En esos años, plena década de los ochenta,
es decir, antes del surgimiento de internet, de las redes sociales, del
acceso fácil y rápido a las imágenes y a la información acerca de otros
lugares, de otras costumbres y de otras historias diferentes a la propia,
no había en mi ciudad muchas posibilidades de acceder al mundo que se
extendía más allá de la reducida experiencia personal, salvo a través de
los libros y las películas. Y cada vez que podía, leía, veía films. Yo estoy
convencida de que el arte en general, y la literatura y el cine en
particular, permiten desarrollar una capacidad que es para mí
valiosísima, rara y hermosa: la de la empatía. La de poder ponerse en el
lugar de otro, otra, la de poder sentir cómo sería ser ese otro, esa otra.
Un niño, una niña, un hombre, una mujer trans, un anciano; o cómo
sería ser un animal, una planta, una piedra. La literatura y el cine nos
muestran la vida de los otros seres, y a partir de esa inmersión en la vida de
los demás, nos permiten ejercitar una herramienta necesaria para
desarrollar la empatía: la imaginación. Tiendo a pensar que el odio, el
miedo al otro, a la diferencia, no es –en la mayoría de los casos– más
que falta de imaginación. No maldad, sino falta de imaginación.
Incapacidad de pensarse como otro, como otra, ignorancia. Es decir, el
tipo de ignorancia que nos puede llevar a pensar que somos algo
concreto, irreductible, compacto, inmutable, que hay un yo que no
muta, una identidad monolítica. Que no somos afectados, contagiados,
tocados, conmocionados, conmovidos e incluso arrasados a veces por
los otros, por lo otro. El arte, desde mi modo de ver, nos otorga, en el
mejor de los casos, esa conciencia de no separatividad en relación a lo
que nos rodea, o al menos la posibilidad de adquirirla. La literatura y el
cine en particular relatan historias, muchas de ellas ligadas a paisajes,
subjetividades, realidades absolutamente ajenas al pequeño –y a veces
mezquino y solipsista– mundo en que se mueve cada uno/a. Ver una
película, leer un libro, filmar una película, escribir un poema son, creo,
modos de ejercitar la sensibilidad y la empatía, modos de salirnos de
nosotros/as mismos/as, de probar cómo sería ser otro/a.
K.L.: Eres una prolífica autora de poesía. Tu obra cuenta con
nueve poemarios y varias antologías. ¿Hay cuestiones que solo pueden
contarse a través de un poema?
C.M.: Creo que la poesía tiene una relación muy diferente con el
lenguaje que la narrativa, o al menos, que la narrativa más lineal, más