Rehacer cuerpos, construir identidades.  
La piel que habito (Pedro Almodóvar, 2011) y  
Tarántula (Thierry Jonquet, 1984)  
Remake Bodies, Build Identities.  
La piel que habito (Pedro Almodóvar, 2011) and  
Tarántula (Thierry Jonquet, 1984)  
CARMEN PEÑA ARDID  
Universidad de Zaragoza  
cpardid@unizar.es  
ORCID ID: 0000-0001-9824-5281  
Resumen: Este estudio profundiza  
en la relación de La piel que habito  
Abstract: This study aims to go  
deeper into the relationship between  
the film La piel que habito (2011) and  
the novel Tarántula (1984) by Thierry  
Jonquet, which is the main source of  
inspiration for Pedro Almodovar´s  
film, in order to analyze both the  
common links and the creative  
transformation that the Manchego  
film maker develops from the literary  
(
2011) con la novela Tarántula (1984)  
de Thierry Jonquet, principal fuente  
de inspiración del filme de Pedro  
Amodóvar, para observar tanto sus  
vínculos como la transformación  
creativa a la que el cineasta manchego  
somete el material literario en diálogo  
fecundo con otros referentes  
artísticos. Esta perspectiva de análisis  
source in  
a fruitful dialogue with  
atenta a la configuración narrativa  
other artistic models. This analysis  
perspective paying special attention  
to the narrative framework of the  
filmfocuses on the personal  
approach adopted by Almodovar as  
regards the subject of gender identity  
and its ties with the physical body and  
sexual orientation, which goes way  
beyond the epistemic views that can  
be found in the novel and in the  
traditional mythical estructures.  
del filmesaca a la luz el personal  
enfoque que adopta Almodóvar  
respecto al tema de la identidad de  
género, a su relación con el cuerpo y  
la orientación sexual, desbordando la  
propuesta epistemológica tanto de la  
novela como de los esquemas míticos  
tradicionales.  
Palabras clave: Cine y literatura;  
identidad de género; mitos clásicos;  
cuerpo; Almodóvar; Jonquet.  
Key words: Cinema and literatura;  
gender identity; classical myths;  
body; Almodóvar; Jonquet.  
Trasvases entre la literatura y el cine, 2, 2020, págs. 95-117  
ISSN-e: 2695-639X  
DOI: 10.24310/Trasvasestlc.vi2.10031  
Carmen Peña Ardid  
Hay una fantasía flotando, tenaz, en nuestra  
cultura desde hace siglos: la de que el hombre  
creó a la mujer. Y otra aún más osada, que  
procede de ella: la de que el hombre produce  
criaturas femeninas más hermosas y mejores que  
las mujeres, con las que puede sustituir a éstas  
con ventaja para lo bueno y para lo malo, para el  
amor sublime y para la paliza mortal.  
(
Pilar Pedraza, Máquinas de amar)  
La contrasexualidad no es la creación de una  
nueva naturaleza, sino más bien el fin de la  
Naturaleza como orden que legitima la sujeción  
de unos cuerpos a otros.  
(
Beatriz Preciado, Manifiesto contrasexual)  
1
. LA TRADICIÓN QUE HABITAMOS  
La piel que habito es un excelente ejemplo de cómo el fenómeno de la  
adaptación de una obra literaria al cine involucra muchas veces modelos y  
referentes artísticos que, más allá de la fuente literaria de partida,  
funcionan como hipotextos complementarios o referencias indispensables  
para la creación del nuevo texto (Fernández, 2003: 58-59; Peña Ardid,  
2
014: 205). Esta película de Pedro Almodóvar se inspira en una violenta  
novela negra Mygale (Tarántula, 1984)del escritor francés Thierry  
Jonquet. Sin embargo, desde su presentación pública en el Festival de  
Cannes de 2011, se destacaron la diversidad de géneros por los que el  
filme transita el melodrama familiar, el cine de anticipación científica, el  
1
terror psicológico, el thriller de suspense  y los múltiples lazos que,  
aparte de Mygale, entabla con un gran número de obras cinematográficas,  
literarias, pictóricas o musicales, en una complejísima «operación de  
transtextualidad» (Poyato Sánchez, 2015: 284) nada insólita, por otra  
parte, en la creación de Almodóvar y acorde «con la manera habilidosa  
como este autor aglutina en su discurso motivos procedentes de la cultura  
alta y popular, contemporánea y tradicional demostrando una capacidad  
innata de poner en relación lo viejo con lo nuevo» (Aronica, 2005: 58).  
La trama de La piel que habito reactualiza o revisita, con la mediación de  
otros textos, dos mitos ampliamente recreados en la cultura occidental: el  
de Pigmalión y el de Prometeo-Frankenstein (Almodóvar, 2012: 161-  
2
1
63) . El arquetipo del mad doctor revive en los experimentos con terapia  
1
Véase el prólogo de Vicente Molina Foix al guion de la película (2012: 7-12) y  
Zurian (2013: 263).  
2
Una de las mejores síntesis que he encontrado de la trama de La piel que habito  
procede de un comentario, sin firma, de internet que venía a formular esta  
pregunta: «¿Qué significa que un genio maligno intente resucitar a su esposa infiel  
96  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
transgénica que realiza el cirujano plástico Robert Ledgard, cuyo referente  
cinematográfico más directo se encuentra en Los ojos sin rostro (Les yeux sans  
visage, Georges Franju, 1960), un clásico del cine de terror europeo,  
inspirado en la novela homónima de Jean Redon (1959), con el que La piel  
que habito comparte el problema de la reconstrucción de un rostro  
quemado por medios nada éticos, el simbolismo del trasplante quirúrgico  
de la piel o la escenografía ambiental de la casa-clínica de los doctores  
protagonistas (Poyato Sánchez, 2015: 291-292; Zecchi, 2015: 47-48;  
Sánchez Noriega, 2017: 375). Por otro lado, en el empeño del doctor  
Ledgard de reproducir el rostro de su esposa muerta en otro ser humano al  
que convierte en el doble de su fetiche están las huellas pero también la  
transgresión del objeto de deseode Vértigo (Alfred Hitchcock, 1959), a la  
vez que sus manipulaciones sobre el cuerpo de un maniquí que se  
transmuta en el cuerpo real de Vicente/Vera han recordado al Archibaldo  
de la Cruz de Ensayo de un crimen (1955), de Luis Buñuel, a cuya película  
Tristana (1970) se rinde, por otra parte, un homenaje explícito en la  
3
imagen panorámica de Toledo con la que comienza La piel que habito .  
Y en este «juego de correspondencias con la memoria del cine»  
(
Poyato Sánchez, 2015: 291), otro tipo de diálogo que transgrede  
algunos de los esquemas sobre el binarismo de género de la tradición  
anteriores el que se establece con películas que han abordado  
expresamente aspectos sombríos de la experiencia transexual, como la de  
R. W. Fassbinder, Un año con trece lunas (In einem Jahr mit 13 Monden,  
1
978) (Morata, 2017), o con filmes anteriores de Almodóvar que han  
incorporado a su universo memorables personajes transexuales La ley del  
deseo (1987), Todo sobre mi madre (1999), La mala educación (2004) o han  
tratado situaciones de violencia ligadas al deseo masculino heterosexual  
en el cuerpo forzadamente transexualizado del hombre que violó a su hija?». Es una  
historia de restitución, venganza y metamorfosisdigna de figurar en Las  
metamorfosis de Ovidio. Pero el resumen no agota del todo los conflictos de la  
película. La piel que habito también es la historia de cómo la “víctima”  
(
Vicente/Vera) descubre su culpa y la causa del gran daño que sufre, se sobrepone  
al sometimiento y afronta un cambio físico de identidad sexual.  
3
El modo en que se aproxima la cámara a la finca El Cigarral, traspasando la verja  
de entrada y la ventana también enrejada que da acceso a la habitación en la que se  
encuentra Vera ha recordado justamente el comienzo de Citizen Kane (Orson  
Welles, 1941) (Dargis, 2011). Pedro Almodóvar ha desvelado, por otra parte,  
muchos de los referentes de su película: «Una historia de estas características me  
hacía pensar en Luis Buñuel, Alfred Hitchcock, todos los Fritz Lang (desde el gótico  
al noir). Pensé también en la estética pop del terror de la Hammer o en el más  
psicodélico y kitsch del giallo italiano…» (2012: 154-155). Reminiscencias de  
Fantomas (la versión interpretada por Jean Marais) o de la primera vamp del cine  
mudo Irma Vep/Musidora (Los Vampiros, Louis Feuillade, 1915)se encuentran  
también en la figura más andrógina de Vicente/Vera, con máscara, un body negro y  
esgrimiendo un cuchillo.  
97  
Carmen Peña Ardid  
Matador (1986), Átame (1990), Kika (1993), entre otros títulos–  
(
Coelho/Gonzaga, 2013; Smith, 2011: 204-205).  
No menos relevancia tienen en La piel que habito la pintura y la  
escultura, como formas artísticas que, imbricadas en la trama del filme,  
amplían la significación de los motivos tratados en la diégesis. Así, los  
cuadros de Tiziano, Jorge Galindo, Guillermo Pérez Villalta y Juan Gatti  
que presiden lugares estratégicos pasillos, dormitorio, despacho de la  
mansión del doctor Ledgard (Jung, 2014; Poyato Sánchez, 2015),  
asociándose a su voluntad de poder, pero también la hermosa cadena  
móvil, cambiante de color, de la estructura molecular del ADN que  
acompaña los créditos finales de la película. Y, sobre todo, la obra de la  
artista Louise Bourgeois, ligada al personaje de Vicente/Vera, para el que  
se convierte en tabla de salvación mental que inspira su creatividad  
4
superviviente . Esculpe con el propio cuerpo al comienzo del filme una  
postura de yoga que cita la escultura colgante Arco de histeria; ilustra la  
cuenta de los días de cautividad con imágenes de las Femme Maison y  
modela en plastilina pequeños bustos vendados con telas: figuras des-  
estetizadas, des-generizadas, semejantes a las que confecciona Bourgeois,  
que además de metaforizar el dolor provocado por el bisturí del cirujano  
en este personaje, son la antítesis de la perfección estética que el doctor  
Ledgard-Pigmalión quiere imprimir al cuerpo transexuado de  
Vicente/Vera, la nueva criatura femenina que construye a su medida  
(
Cabello Ruiz, 2014; Parés Pulido, 2014).  
Este mapa transtextual ha sido objeto preferente de numerosos estudios  
5
y de las interpretaciones del filme que, desde el psicoanálisis, el feminismo  
y la teoría queer, han analizado el modo en que La piel que habito subvierte  
los patrones de género socialmente instituidos (Coelho/Gonzaga, 2013;  
Russo, 2019), plasma radicalmente los efectos traumáticos provocados por  
«
la brutalidad de la violencia masculinista» (Martín, 2014: 110) o se  
adentra en una reflexión sobre la identidad que pone en entredicho la  
coherencia entre sexo biológico, género asignado y deseo sexual.  
Se echa de menos, sin embargo, en estas múltiples lecturas de la  
película una atención mayor al vínculo existente entre La piel que habito y la  
novela Tarántula, de Thierry Jonquet, principal fuente de inspiración del  
4
En los primeros momentos de su cautiverio, la imagen de un Vicente  
semidesnudo, de rodillas y hundiendo la cabeza en un balde de plástico azul, en  
busca de la última gota de agua, recrea la iconografía de la serie artística denominada  
Femme Maison que Bourgoise inició en la pintura ampliándola después a formas  
escultóricas.  
5
Añadamos la función narrativa de la canción de Ellen de Lima, Pelo amor de amar  
(
Poyato Sánchez, 2015: 300) o, en el campo literario, las referencias explícitas a  
Escapada, de Alice Munro, e indirectas a El libro de los muertos. Apuntes 1942-1988, de  
Elias Canetti (Cabello Ruiz, 2014). Con un cuento de Balzac Sarrasine compara  
Barbara Zecchi varios motivos de la película (2015: 52).  
98  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
6
filme . De ella toma, introduciendo importantes cambios, sin duda, el  
singular argumento, los rasgos de los principales personajes, la nociva  
relación entre captor y criatura, así como una estructura narrativa basada  
en anticipaciones, revelaciones sorprendentes  
y retrospectivas que  
introducen el punto de vista contrastado de varios personajes; unas  
estrategias que, además de crear suspense y jugar con la sorpresa, también  
contribuyen especialmente en un filme que no quiere dejar de ser  
comerciala mantener la complicidad de un mayor número de  
espectadores que quizá no estarían bien dispuestos a seguir una historia de  
venganza y sometimiento si desde el principio conocieran el origen de  
7
Vera” y la naturaleza de su transformación .  
En el momento del estreno de la película, el especial cuidado en no  
desvelar las incógnitas que encierra la trama favoreció las referencias  
superficiales a la novela por parte de la crítica. Pero el olvido posterior  
de esta obra, respecto a otros referentes artísticos, nos enfrenta al  
complejo problema de cómo nos acercamos a los géneros de la literatura  
popular y a las obras no canónicas, incluso cuando se reconoce su calidad,  
8
como es el caso de Tarántula . Sin reclamar ninguna “relación de  
dependenciade la película de Almodóvar respecto de la novela de  
Jonquet, creo que tiene interés acercarse a La piel que habito teniendo en  
cuenta la aportación de Tarántula, un relato en el que el papel  
9
convencional de la víctima atrapada corresponde a un varón-mujer y en el  
6
Una excepción al generalizado desinterés crítico es el trabajo de Ralf Junkerjürgen  
(
2018) y, sobre todo, María Cláudia Rodrigues Albes y María Celeste Tomasello  
2013)  
El descubrimiento de que la hermosa cautiva (Vera) era un guapo joven (Vicente)  
(
7
se produce cuando el espectador/a ya se ha identificado con y admirado a la frágil  
figura de apariencia femenina. Pese a ello, algún crítico mencionó los estallidos de  
risa de espectadores sorprendidos en el momento en que el Dr. Ledgard revela a  
Vicente que le ha hecho “una vaginoplastia”. Esta ruptura deliberada del esquema  
dramático convencional busca, para Thomas Sotinel, «la modification du  
comportement des spectateurs» (2011). Evidentemente, esa «modificación» no  
llega a todos, como muestra la reseña crítica de Carlos Boyero (2011).  
8
Francisco A. Zurian estudioso que presta alguna atención a la novela se esfuerza  
en destacar sobre todo las diferencias: «The director has retained from the novel its  
main idea only to proceed to completely rework the plot, characters, setting,  
narrative temporality, and structure of events. Almodóvar invest his version with a  
clear narrative structure, composed of three distinct acts (including a surprising  
second act, studded with flasbacks) and a number of effective plots point» (2013:  
2
62). No son menores, por ejemplo, los cambios que Luis Buñuel imprime a la  
adaptación de la novela de Pérez Galdós, Tristana (1970), pese a lo cual nunca se  
desvincula del prestigioso precedente literario (Peña Ardid, 2004).  
9
Refiriéndose a la tradición literaria, observa Margaret Atwood que, frente a la  
figura femenina de la “plañidera solitaria” que sufre todo tipo de percances y cuya  
única actividad es huir, «para los hombres adultos mostrar esas características  
temor, incapacidad de actuar, sentimientos de indefensión absoluta, llanto,  
sensación de estar atrapado y desamparado supone o estar loco o ser miembro de  
99  
Carmen Peña Ardid  
que la metamorfosis del cambio de sexo no se disfraza de duplicidades  
morales más o menos sexistas pienso en el filme Dr. Jekyll and Sister Hyde  
(
Roy Ward Baker, 1971), sino que constituye el núcleo de una venganza  
restitutiva que obliga a quien la padece a enfrentar un nuevo destino. Por  
otro lado, las diferencias de La piel que habito con la novela de Thierry  
Jonquet, además de impulsar el diálogo con otros referentes artísticos  
como los anteriormente mencionados, remiten al peculiar universo  
temático, simbólico e iconográfico del cineasta manchego e invitan a  
valorar también el alcance de los cambios que se han producido en el  
tratamiento de la transexualidad entre 1984, el año de publicación de la  
novela, y 2011, el de la producción del filme.  
2
. TARÁNTULA: UNA GALATEA TRANSEXUAL  
10  
Tarántula narra a dos voces, de forma fragmentaria y con un marcado  
desorden temporal la desasosegante historia de una venganza arquetípica e  
insólita a la vez: la venganza de un padre el prestigioso cirujano plástico  
Richard Lafarguecontra el joven Vincent Moreau, al que considera único  
autor de la brutal violación de su hija Viviane. Lo secuestra, lo somete a  
una operación de cambio de sexo y, convertido en la bella Ève, lo obliga a  
prostituirse, transformándose él mismo en un voyeur-testigo de sus  
sufrimientos, único medio de calmar el dolor que siente por el estado de  
enajenación en el que se encuentra su hija. Vincent lleva cuatro años  
desparecido al comenzar la novela y sabremos que lo sigue buscando su  
madre y que lo recuerda sobre todo su amigo de correrías juveniles, Alex  
Barny, coautor de la violación de Viviane, que está huyendo de la justicia  
tras asaltar un banco y matar a un policía. Por azar, Alex ve un documental  
de televisión en el que el profesor Lafargue habla de la cirugía plástica  
facial y secuestra a la que cree su esposa para obligarle a que le opere el  
rostro. Su violenta intervención extrema el calvario físico y psíquico de  
Vincent/Ève, aunque afecta también al doctor Lafargue, que engaña  
fácilmente a Alex, lo apresa y corre a liberar a su criatura. En el momento  
en que Ève reconoce al antiguo amigo que no puede identificarla, se  
desvelan los últimos enigmas de la trama y, con su muerte, se transforman  
las destructivas relaciones de odio que mantenían Richard y Ève.  
Dividida en tres partes («La araña»; «El veneno»; «La presa»), la  
novela se inicia in medias res con la presentación, por un aséptico narrador  
una minoría. Este tipo de sentimientos suelen considerarse una degradación de la  
naturaleza masculina, mientras que los mismos sentimientos en un personaje  
femenino se consideran la expresión de su personalidad. En los hombres la pasividad  
frente al desamparo es una aberración; las mujeres pasivas están dentro de la norma”  
(
2006: 33).  
0
Para una introducción a la figura y la obra del escritor francés Thierry Jonquet,  
1
«
maestro de la novela negra dentro del movimiento denominado en Francia “neo-  
polar”, impulsado en los años setenta por Jean-Patrick Manchette», véase Herrero  
Cecilia (2011).  
100  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
omnisciente, de la figura del doctor Richard Lafargue: un hombre culto,  
viudo perdió a su mujer en un accidente de avión que dirige en París un  
Servicio de Cirugía Plástica de fama internacional, posee una clínica  
privada en Boulogne y una lujosa villa en las afueras, donde, pese a su  
imagen externa de gran respetabilidad, tiene prisionera a la joven y  
hermosa Ève, con la que mantiene una ambigua relación de esmeradas  
atenciones e insólita crueldad. Hay en el personaje un lado oscuro y  
destructivo revelador de «la duplicidad y escisión de su personalidad»  
11  
Camero, 2011: 239) que se intensifica cada vez que visita a su hija  
(
Viviane en el psiquiátrico o cuando la joven sufre una crisis de  
automutilación, lo que lleva a Lafargue, ciego de odio, a obligar a Ève a  
prostituirse en un estudio alquilado en el centro de París, mientras él  
contempla, tras un falso espejo, el trato vejatorio que le dispensan los  
clientes más violentos. Alternando con este relato, el narrador sigue la  
peripecia del delincuente Alex Barny, manteniéndose más próximo a sus  
pensamientos, que perfilan una condición brutal y primaria en contraste  
12  
con la más inteligente y sensible de su amigo Vincent .  
Muy distinta es la otra voz que narra los hechos en Tarántula desde la  
subjetividad desdoblada del discurso en segunda persona (representado en  
cursiva). Es el diálogo interior de quien dice llamarse «Vincent Moreau» y  
habla consigo mismo para sobrevivir a la desventura de su sometimiento,  
aunque el empleo del «tú» ya desdobla al sujeto desde que comienza su  
ejercicio de memoria («Recuerda. Era una noche de verano… Conducías  
deprisa…», Jonquet, 2007: 21) y, poco a poco, pasa a ser el no-yo que  
sufre la tensión de una identidad psíquica y corporal escindidas. La voz de  
Vincent/Ève evoca su captura, los meses de encierro marcados por la sed,  
el silencio, la ignorancia de las causas de su pesadilla. Cuenta cómo el  
hombre sádico y misterioso que lo retiene, al que llama «Tarántula» y  
«
amo», le quita las cadenas, le permite cierta higiene y, con el tiempo, le  
ofrece manjares, libros, buena música, pinturas, incluso un piano.  
Comienza también el tratamiento de pastillas, inyecciones y el hábito de  
fumar opio para calmar su ansiedad. Es el «veneno» que le inocula  
Tarántula («una araña con múltiples redes», Jonquet, 2007: 101),  
provocándole la pérdida del deseo sexual e inquietantes transformaciones  
11  
El personaje de Jonquet también es heredero del Dr. Génessier, el brillante  
cirujano de Los ojos sin rostro, que rapta chicas jóvenes para utilizar su piel en la  
reconstrucción del rostro de su hija.  
12  
La tosquedad de Alex Barny contrafigura de Vincent Moreau se desplaza en la  
película al personaje de Zeca el medio hermano brasileño de Robert Ledgard, que  
seduce a su esposa Gal y provoca el accidente que le desfigura el rostro. Con  
grotesco disfraz de tigre, llega a la mansión del doctor también con la intención de  
que le opere el rostro. Ambos buscan mediante el chantaje un cambio de apariencia  
y mueren engañados por las apariencias. Alex se engaña al no reconocer en Ève a su  
amigo Vincent; Zeca se engaña al reconocer a Gal, su antigua amante rediviva, en el  
cuerpo transexuado de Vicente/Vera.  
101  
Carmen Peña Ardid  
como el crecimiento del pecho. Antes de contar la verdad del  
sometimiento de Vincent a un cambio quirúrgico de sexo, hay claros  
indicios de que él y Ève actores/actantes distintos en la trama son un  
13  
solo personaje, y de que Richard Lafargue es Tarántula . También es un  
acierto que el discurso interior de Vincent alterne de pronto el empleo del  
género gramatical masculino y el femenino, según hable de su vida pasada  
14  
o se acerque al presente de su nueva identidad . Cuando, al final, Ève se  
convierte, sin saberlo, en «la presa» de Alex y Tarántula le muestra su cara  
más compasiva y protectora, el relato retrospectivo de Vincent evoca,  
como si fuera un sueño, el momento más cruel de Tarántula, cuando le  
practicó la reasignación de sexo; una operación que, en la novela de  
Jonquet, a diferencia de la película de Almodóvar, se describe con gran  
precisión científica, empleando el recurso de reproducir la voz en off del  
documental médico que el doctor proyecta en una pantalla para que lo vea  
15  
la nueva criatura, regocijándose con su estupefacción y su horror .  
Tarántula no es una novela de anticipación científica, aunque la  
impronta mítica que posee explica «un exceso de perfección, un encanto  
demasiado deslumbrante» (Jonquet, 2007: 54) en los logros del cirujano  
plástico al transformar a Vincent en Ève. Por otra parte, como ha  
observado Carmen Camero, Tarántula aparece en una época «en la que la  
cuestión del transexualismo ha traspasado ya el exclusivo ámbito  
especializado de la ciencia y la medicina para convertirse en palabra de  
todos. Revistas, periódicos, literatura, emisiones televisivas… hablan de  
esta controvertida y difícil cuestión trans» (2011: 235-236). Pese a ello, el  
13  
«Pero con el tiempo, poco a poco y sin darte cuenta, acabaste jugando a otro  
juego. Un juego cuyas reglas había establecido Tarántula: el juego de la oca de tu  
degradación… Una casilla/sufrimiento, una casilla/regalo, una casilla/inyecciones,  
una casilla/piano… Una casilla/Vincent, una casilla/Ève» (pág. 102). Sobre la  
simbología andrógina de los cisnes del jardín de Lafargue, véase Mucha (2016: 128).  
14  
«En cuanto entraba en tu habitación, si estabas sentada al piano, te ponías a tocar  
The Man I Love, esa canción que detesta […] ¿Cuánto tiempo te va a dejar  
pudriéndote en este sótano? La primera vez, tras la persecución por el bosque, te  
dejó ocho días solo en completa oscuridad» (pág. 100). La cursiva es mía.  
15  
«“Tras haber administrado un tratamiento hormonal durante dos años,  
procederemos a practicar una vaginoplastia al señor X []. Después de la anestesia,  
empezaremos cortando un colgajo de glande de 1,2 centímetros, luego  
desprenderemos la totalidad de la piel del pene hasta su base. Diseccionaremos el  
pedículo, también hasta el nacimiento[...]. La siguiente fase consiste en practicar  
una incisión escrotoperineal cuyo extremo posterior debe quedar a 3 centímetros  
del ano []. Tarántula reía, reía... De vez en cuando se levantaba para enfocar la  
imagen, volvía a tu lado y te daba unas palmadas en la mejilla. “La tercera fase  
consiste en la creación de una neovagina entre el plano uretral por delante y el recto  
por detrás […]. Aquí podemos observar al mismo paciente varios meses más tarde.  
El resultado es muy satisfactorio: la vagina es de un tamaño adecuado  
absolutamente funcional, el clítoris está dotado de sensibilidad [...]”» (págs. 122-  
23).  
y
1
102  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
planteamiento naturalista y a la vez perturbador de la novela lleva a  
preguntarse «si el discurso científico y racional ha sido capaz de vencer  
nuestras creencias y miedos más ancestrales», si el transexualismo se ha  
convertido en algo tan «familiar» desvinculado de la inquietud que provoca  
el desarrollo científico y, en no menor medida, las teorías y prácticas que  
desestabilizan algunas nociones sobre la identidad humana al poner en  
cuestión la estabilidad binaria de los sexos y géneros normativos. Un  
cambio de sexo involuntario es sin duda una experiencia terrorífica,  
aunque, significativamente volveré sobre elloni en Tarántula ni en La  
piel que habito se genera un ser imperfecto o monstruoso en la estirpe de  
Frankenstein, quizá porque tiene la forma de una mujer.  
Cuando Richard Lafargue bautiza a Vincent con el nombre de Ève  
sanciona, como el legislador, la coherencia entre el sexo y el género propia  
del ideal científico heteronormativo que rige las operaciones de  
16  
transexualidad (Preciado, 2011: 120) . Y no evoca en vano a la primera  
mujer del Paraíso bíblico, ya que actúa como Yahvé cuando creó a Eva a su  
imagen, pero como un ser secundario, derivado del varón (aunque aquí no  
emplee una costilla). A la vez, la historia de Lafargue reelabora el mito  
misógino de Pigmalión desde que su hija Vivanne, como consecuencia de  
la violación, se transforma en algo inerte sin sentimiento ni emoción  
(
Jonquet, 2007: 18). Castiga al violador convirtiéndolo en una mujer a la  
que cosifica y enseña a vender su cuerpo y su belleza (evocando a las  
disolutas Propétides del mito, transformadas en rocas) hasta que, asqueado  
de tanta violencia y viéndola maltratada por otros, la percibe viva en el  
sufrimiento y su odio se disipa al caer en la cuenta de que él la ha creado y  
educado, según su deseo y a imagen de su ideal («El sufrimiento de Ève,  
que le pertenecía porque él había modelado su destino y su vida, lo llenó  
de repugnancia y de compasión», 2007: 72). Como señala de nuevo  
Carmen Camero, en los cuatro años de encierro, Vincent, «el joven  
violador, chico de pueblo que, en compañía de su amigo Alex, recorre  
bares y fiestas de localidades cercanas en busca de aventuras sexuales» se ha  
metamorfoseado en Ève, «un ser culto y refinado que lee a Balzac y a  
Stendhal, juega al ajedrez, oye música, toca el piano y pinta» y podrá llegar  
17  
a ser un miembro más de la clase alta (2011: 244) . Esta modelización del  
16  
«Querido Vincent, vamos a celebrar el primer aniversario de alguien a quien  
acabarás conociendo bien: Ève. Señaló tu pubis. Ahí ya no hay nada. Verás, voy a  
explicártelo: ya no eres Vincent; te has convertido en Ève» (Jonquet, 2007: 122).  
En la película, la asignación de un nuevo nombre se produce cuando la figura “está  
acabada”: «las manos del DOCTOR LEDGARD le quitan la máscara aséptica del  
rostro. Debajo se revela un bello rostro de mujer, con el pelo corto, le ha crecido  
como un centímetro. VICENTE: abre los ojos. DOCTOR LEDGARD: No puedo  
seguir llamándote Vicente. A partir de ahora te llamarás Vera. El hombre bautiza su  
obra con un nombre que transmite autenticidad» (Almodóvar, 2011: 118).  
17  
«
Las inyecciones carecían de importancia. Tarántula era tan amable… Hacías  
rápidos progresos en música. Tarántula, impaciente, pasaba horas buscando  
103  
Carmen Peña Ardid  
espíritu no tan acentuada en la película será un factor importante en la  
elección de su destino, ya que la subyugación de Vincent en la novela  
implica la desaparición del ser que era anteriormente. Las palabras que le  
ayudan a sobrevivir dan a la vez testimonio de la despersonalización que ha  
sufrido, sintiéndose un animal atrapado, luego un esclavo, una cosa, un  
18  
fantasma (sufriente) , notando cómo se difuminan los recuerdos del  
mundo al que perteneció. El cambio de sexo, para Vincent, no es solo un  
trauma físico y psíquico íntimo sino la pérdida de su potencia viril y de una  
existencia social reconocible por los suyos:  
Tarántula te visitaba todos los días y pasaba horas contigo. Hablabais  
de tu nueva vida, del ser en el que te había convertido...  
Volviste a tocar el piano, a pintar… Puesto que tenías pechos y ese  
orificio entre las piernas, no te quedaba más remedio que entrar en el  
juego ¿Escapar? ¿Volver a tu casa después de tanto tiempo? ¿Tu casa? ¿El  
lugar donde Vincent había vivido era realmente tu hogar? ¿Qué dirían las  
personas que él había conocido? No tenías elección. Maquillaje, vestidos,  
perfumes. Y un día Tarántula te llevó al bosque de Boulogne. Ya nada  
podía afectarte (Jonquet, 2007: 124-125).  
Veremos precisamente que la respuesta a estas preguntas y al dilema  
identitario que entrañan es uno de los aspectos que más aleja La piel que  
habito de Tarántula. En la novela de Jonquet, Richard Lafargue cierra la  
herida del odio por la violación de su hija Viviane al descubrir que había un  
responsable más, Alex, al que da muerte tras haber salvado esta vez de sus  
garras a su nueva y amada criatura (Ève). Ya no quiere imponerse a ella y,  
para demostrárselo, pone su vida en manos de la joven, que renuncia a  
19  
matar a su creador y acaba convertida en su aliada . En Tarántula, según  
Márcia Mucha, la violencia conduce a la redención tanto del que la ejerce  
como del que la padece, como lo grotesco transita a la esfera de lo  
sublime (2016: 135). Para Carmen Camero, por encima de la intriga, es la  
misteriosa identidad del ser humano y su capacidad de transformación el  
tema de una novela que, mediante la actualidad del transexualismo y la  
partituras en las tiendas especializadas. En cuanto al dibujo, en el sótano se apilaban  
los manuales y los libros de arte que te servían de modelo» (Jonquet, 2007: 77).  
1
8
«
Él ha aniquilado hasta el menor atisbo de rebeldía que hubiera en ti. ¡Te has  
convertido en su objeto! ¡Te has convertido en su objeto! ¡Ya no eres nada!»  
Jonquet, 2007: 98); «¿Morir? Pero si llevas ya dos años muerto. Vincent murió  
hace dos años. El fantasma que le sobrevivió nunca ha contado para nada» (págs.  
(
1
00-101).  
9
Lo expreso en estos términos porque, después de la muerte de Alex, Ève toma la  
1
mano de Richard, apoya la cabeza en su hombro y le susurra: «Ven…, no podemos  
dejar el cadáver aquí» (Jonquet, 2007: 138). Ayudándole a deshacerse del cadáver  
del que fuera su amigo, Ève entierra también su pasado y parece dispuesta a vivir  
junto al que fue su captor y aceptando su nueva identidad en una relación más  
igualitaria. ¿Ha triunfado Pigmalión?  
104  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
intervención de la ciencia médica, revive mitos clásicos en torno a la  
metamorfosis. Uno de los principales cambios que introduce La piel que  
habito es el desenlace de esta historia de violencia, torturas y mentes  
desequilibradas tan cercana a la novela gótica y que «desemboca en el  
descubrimiento de la comprensión y la ternura» (Herrero Cecilia, 2011:  
3
52). Almodóvar propone otro final esperanzador (Zurian, 2013: 276),  
sin duda más político, que somete a juicio sumarísimo el abuso del poder y  
apuesta por la capacidad de emancipación del sujeto sometido. Por otro  
lado, en Tarántula escrita en 1984-, el cambio (forzado) de sexo biológico  
ya saca a la luz la construcción cultural del género, que impone a Vincent  
el aprendizaje de una determinada feminidad. Pero no cuestiona la  
correspondencia causal del sexo al género ni el binarismo heteronormativo  
que mata a Vincent para que nazca Ève. En 2011, La piel que habito, en  
sintonía con nuevos planteamientos del feminismo y con la teoría queer,  
reformula la comprensión de estos parámetros (este modelo de  
metamorfosis) al plasmar con el personaje de Vicente/Vera una visión  
antiesencialista y relativamente autónoma de las categorías de sexo  
biológico, expresión de género y orientación sexual; esto es, la separación  
entre identidad de género y verdad del cuerpo, sugerida ya en el título de la  
película.  
3
. LA PIEL QUE HABITO  
Es indudable que, en este filme, no ha pretendido Almodóvar ofrecer  
una “simple” interpretación ni siquiera autorial de Tarántula, sino una  
obra distinta, erigida sobre su base, que introduce temas nuevos y da  
cabida, como hemos apuntado, a otros referentes artísticos muy valiosos  
20  
para su sentido . El hecho de que no conserve el título de la obra de  
Jonquet (aunque se reconozca la filiación en los créditos finales) es un  
modo de subrayar su autonomía, creando además una distancia muy  
interesante con el texto literario, al desplazar el centro de atención desde  
la figura del doctor-carcelero-Pigmalión (Tarántula) a la de su cobaya  
metamorfoseada, a ese “yo” que en la frase “La piel que habito” habla de  
una parte de su cuerpo como si fuera un envoltorio extraño a su ser más  
íntimo con el que no se identifica. El cine de Almodóvar, como bien se ha  
señalado, ha convertido el cuerpo, con toda su polisemia, en un tema  
20  
No obstante, aunque no puedo hacer un análisis pormenorizado, es destacable el  
hábil aprovechamiento y transformación de un buen número de motivos menores”  
procedentes de la novela (las canciones «The Man I Love» y «Pelo amor de amar»  
asociadas al trauma de la violencia y la pérdida; la contemplación voyeurista de los  
doctores; la duplicidad de los personajes masculinos: Vincent-Alex/Robert-Zeca; la  
obsesión de sustituir a las mujeres amadas perdidas: Ève en el lugar de la hija  
Vivianne; Vera en el lugar de la esposa Gal; el goce que encuentra Vincent/Ève en  
las artes, y, concretamente, pintando un grotesco retrato de Richard/Tarántula  
travestido, actividad que tendrá su propia plasmación, mucho más original, en los  
dibujos y pequeñas esculturas que confecciona Vera).  
105  
Carmen Peña Ardid  
constante de reflexión (Seguin, 2009). Y ello se acentúa en el caso de esta  
película, vinculada al género cinematográfico del body horror (Gascón-Vera,  
2014: 58), no solo porque sitúe en el centro de la trama la transexualidad  
y la transgénesis, sino porque, de principio a fin, la atraviesan cuerpos  
violados (Norma, Vera), sometidos a encierro y tortura (Vicente), cuerpos  
lacerados (el rostro quemado de la esposa del doctor), amputados,  
disciplinados (la práctica del yoga), objetos de representación (maniquíes,  
figuras de Louise Bourgeois) o de vigilancia, sin olvidar las máscaras y «las  
referencias constantes al recubrimiento del cuerpo» (Sánchez Noriega,  
2
017: 143). “La piel” extrañada del título encierra el secreto de varias  
metamorfosis corporales: la perfecta piel transgénica que cubre el cuerpo  
de Vicente/Vera, las formas femeninas y la imposición de un rostro ajeno  
que además reproduce los rasgos de otro ser (la esposa muerta del doctor),  
y la verdad anatómica y biológica de un cambio de sexo irreversible. El  
relato de estas desventuras no es asumido sin embargo por el “yo” que  
habla desde esa piel. El filme adopta la omnisciencia espectatorial, aunque  
incorporando parte del discurso interior de Vincent en la novela a través  
de dos flashbacks subjetivos en los que se descubre el lazo que liga a Vera  
con Vicentey del simbólico diario mural que este personaje pinta  
durante su encierro. El dilema de su identidad quién era, en qué se ha  
convertido, cómo nombrarlo mantendrá hasta el final las expectativas del  
filme que se abre y cierra con su figura, desde que vislumbramos a Vera  
tras una ventana enrejada practicando yoga, enfundada en un body del color  
de la piel y contorsionándose como la escultura Arch of Hysteria de Louise  
Bourgeois, hasta que escapa luciendo un ajustado vestido de flores para  
reencontrar a su madre y su amiga Cristina y atreverse a declarar: «Soy  
Vicente».  
3
.1. El cirujano-artista y la mujer hecha a su medida  
La piel que habito sitúa el presente de la historia en un tiempo  
«
modestamente futurista: “Toledo, 2012”» (Smith, 2011: 203), cuando el  
cirujano plástico Robert Ledgard (Antonio Banderas) ha materializado  
también su venganza contra el joven Vicente (Jan Cornet), el autor de la  
violación de su hija Norma (Blanca Suárez), al que ha cambiado de sexo, y  
está a punto de dar su obra por terminada («¿Te gusta lo que ves? ¿Hay  
algo más que quieras mejorar de mí?», le preguntará Vera). La primera  
parte del filme gira en torno a la figura de Ledgard, a los secretos que  
envuelven su existencia y los logros de su investigación científica. La  
secuencia de apertura ya muestra dos de sus posesiones: la gran mansión  
El Cigarral”, rodeada de olivos en un enclave aislado a las afueras de  
Toledo, y, cautiva en ella, la joven Vera (Elena Anaya), a la que custodia el  
ama de llaves Marilia (Marisa Paredes), y vigila, sobre todo, un inquietante  
ojo-cámara incrustado en la pared de su habitación (que vemos, al  
comienzo, proyectando una sombra alargada con la forma de un falo). Las  
secuencias posteriores presentan al doctor Ledgard disertando en un aula  
106  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
sobre su intervención en avanzadas operaciones de reconstrucción del  
rostro, investigando en el laboratorio privado de su mansión o dedicado a  
la habilidosa tarea de colocar fragmentos de tejido epitelial sobre un  
maniquí de plástico, que se transmuta luego en Vera, hasta que culmina  
con éxito el trasplante en su cuerpo de una piel artificial que prueba ser  
sensible, pero ignífuga e inmune a la picadura de cualquier insecto.  
Ledgard ha investigado durante años el cultivo de esa nueva piel que  
obtiene mediante la transgénesis (transfiriendo información genética de  
una célula de cerdo a una célula de piel humana para endurecerla) y a la  
que llama GAL en memoria de su esposa, que se suicidó arrojándose por  
una ventana al no poder soportar la visión de su rostro quemado tras un  
accidente de coche. Cuando expone ante sus colegas los resultados de su  
trabajo, el presidente del Instituto de Biotecnología le amonesta por su  
hybris, recordando el terminante rechazo de la bioética al empleo de la  
terapia transgénica en humanos, sin saber que Ledgard ha traspasado  
límites más graves de la ética, que lo sitúan en la estela del doctor  
Génessier, el cirujano sin escrúpulos de Les yeux sans visage que secuestra  
jóvenes para extraer la piel de su rostro y trasplantarlo al rostro dañado de  
21  
su hija . Ledgard converge con él y con tantos otros mad doctors al emplear  
el saber científico no bajo el orden de la razón y el amparo de las  
instituciones, sino el de las pasiones individuales. Califica su trabajo sobre  
la piel como «una aventura personal» que remite así lo averiguaremos en  
la segunda parte del filme a la novela familiar del doctor (Molina Foix,  
2
012:10), hecha de traiciones, pérdidas violentas la esposa y la hija,  
sentimientos de venganza y amores necrófilos; hecha también de la  
locura» atávica que dice llevar Marilia en sus entrañas, la madre de dos  
«
hijos sociópatas (Robert y Zeca). Toda esta vertiente trágica tiene mucho  
más recorrido en el filme que en Tarántula, al igual que la melancolía  
inherente a algunos motivos románticos (Molina Foix, 2012: 10; Sánchez  
Noriega, 2017: 375) o las reminiscencias góticas de un filme que no olvida  
22  
la tradición del cine de terror .  
La mansión de “El Cigarral” no solo alberga una sala de cirugía y un  
sofisticado laboratorio; es también un museo de obras de arte, signo de la  
riqueza de Ledgard y de sus pasiones megalómanas (como denotan las  
grandes reproducciones de cuadros de Tiziano). Más allá de la cita  
21  
Como apunta Poyato Sánchez, otras notables concomitancias con este filme son  
«la vertebración de los espacios interiores de la casa-clínica [], la fuerte presencia  
visual de las escaleras y, sobre todo, la inscripción en las imágenes de un rostro  
femenino que, desposeído de la piel, se enfrenta a su imagen en el espejo» (2015:  
2
91).  
2
Así, la iluminación del rostro de Ledgard custodiado por dos cabezas de  
2
maniquí durante su primera conferencia; o la aparición de una intensa luz roja en  
el techo del sótano de “La Maternidad” cuando recoge unas muestras biológicas. La  
apariencia de una catedral del saber tiene el escenario de la biblioteca donde el  
doctor se dirige a sus colegas como un demiurgo desde un púlpito elevado.  
107  
Carmen Peña Ardid  
artística, La piel que habito se esmera en vincular ciencia y arte no en vano  
convergen los mitos de Frankenstein y Pigmalion, la creatividad científica  
y la artística, consideradas además en su relación con el poder (y con la  
falta del mismo). Vera emerge en el filme como un objeto escultórico, una  
muñeca y, a la vez, un cuerpo con costuras-cicatrices. Es la cobaya  
enjaulada que usa la pared como lienzo y que, inspirándose en la artista  
Louise Bourgeois, de quien toma el lema «El arte es garantía de salud», da  
forma expresiva al trauma del encierro y al despojamiento de su identidad  
sexual reproduciendo figuras de las Femme Maison o pequeños bustos sin  
rostro definido que cubre con pedazos de los vestidos femeninos que se  
23  
niega a usar . Ha sido bien observado, por otra parte, que «las escenas de  
corte, incisión, pegado y cosido igualan la tarea médica de Robert y la  
artística de Vera con las labores de montaje de un filme» (Molina Foix,  
2
012: 9; Thibaudeau, 2012: 198). Y en la asociación del cirujano con un  
director de cine abunda Barbara Zecchi, para quien «los focos del  
quirófano parecen los de un plató, o el aparato con el cual modifica los  
24  
contenidos de unas ampollas parece un rollo de película» (2015: 47) . De  
hecho, la estilización que caracteriza al cine de Almodóvar está muy  
acentuada en las imágenes que describen aquí tanto el proceso de la  
transgénesis como el del trasplante de la piel «cuando el filme se aparta  
de la matriz narrativa para realizar una suerte de documental científico»  
(
Poyato Sánchez, 2015: 288). Retenemos, en un caso, la bella  
composición abstracta de las células de la sangre en los recipientes de  
cristal de la moderna tecnología médica; en el otro, la imagen del cirujano  
plástico como un artista-escultor-costurero que dibuja, rehace y cubre la  
superficie de un cuerpo cuya metamorfosis física se produce mediante la  
elipsis, la sobreimpresión y el fundido o, sobre todo, la máscara que oculta  
el trayecto doloroso hasta que emerge la nueva criatura a la que Ledgard  
23  
Ya he mencionado la importancia que, en Tarántula, tiene para Vincent la música,  
la lectura de los clásicos y la pintura («Dibujaste, torpemente al principio, luego  
cada vez mejor hasta acabar recuperando tu antigua habilidad. Bosquejabas retratos  
sin rostro, bocas, paisajes caóticos, el mar… Pegabas los dibujos en la pared… para  
olvidar el cemento desnudo», Jonquet, 2005: 58). Almodóvar centra estas aficiones  
en la lectura y, sobre todo, en la expresión plástica (que prolonga la labor de  
Vicente cuando viste maniquís en la tienda de ropa de su madre), pero  
incorporando la referencia a una propuesta artística muy potente y singular la que  
representa la obra (y la vida) de Louise Bourgeois que salva al personaje y es clave  
en el discurso del filme sobre la identidad sexo/género. Para un análisis de ese  
vínculo, véase Cabello (2014: 41-43), Martín (2013: 121-124) y Pares Pulido  
(
2014).  
4
Recordemos que, para Eisenstein, literatura y cine estaban emparentados por la  
2
línea del instrumento de trabajo dominante: las tijeras. «¡Ah, las tijeras!, ¡Quién  
podrá cantar dignamente al favor que vosotras prestáis []. Yo quisiera ser  
representado con unas tijeras, como una costurera… Así, en el filme como en el  
libro, las tijeras del montador son el último regente de la fisonomía y el alma»  
(
1982: 17).  
108  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
ha dado, además de una piel excepcional, el rostro de la esposa perdida,  
Gal (abreviación de Galatea) y el nuevo nombre de Vera.  
«
El doctor Frankenstein observa Pedro Almodóvarno podía  
enamorarse del monstruo que creó, pero el doctor Ledgard sí. Y aquí el  
mito de Galatea, del escultor enamorado de su obra, desplaza a los otros  
mitos» (2012: 163). Ledgard no solo es un científico, sino un esteta.  
Cuando no trabaja “con su criatura en el quirófano, la observa en la gran  
pantalla de su dormitorio que emite imágenes grabadas solo para él por  
el ojo-cámara mostrado al inicio. Bajo la mirada contemplativa de Ledgard,  
inicialmente casta como la de Pigmalión, Vera se convierte en espectáculo  
25  
y cobra otro valor sublimada como obra de arte . De ahí el placer  
voyeurista que siente Robert mirándola a distancia, “enmarcada” y en poses  
que emulan las representaciones del desnudo mitológico femenino de  
26  
Pérez Villalta y Tiziano que adornan las paredes de su mansión.  
Almodóvar enfatiza el efecto cuadro, teatralizador, en los paralelismos que  
crea en el atrezzo y posturas de sus personajes con las escenas de estos  
modelos de la tradición pictórica patriarcal, que se amplían a la Venus del  
espejo de Velázquez, o “Las Majasde Goya. Fascinado por Vera como  
imagen, refuerza su “feminización” en un plano simbólico y puede nacer en  
él esa clase de amor llamada eidolismo (Pedraza, 1998: 34). Por el  
contrario, la cercanía todavía lo perturba, pues pone en peligro un control  
que dista de ser absoluto. Así se insinúa cuando agiganta con el zoom el  
rostro de Vera, que le devuelve la mirada, o cuando rompe el hechizo  
pictórico, entra en su cuarto para ofrecerle una pipa de opio (como  
Dioniso ofrece vino a Ariadna) y descubre la sangre de quien, al agredirse,  
27  
muestra su resistencia a ser la «criatura a su medida» .  
El voyeurismo escópico de Ledgard no subyuga a Vera en términos tan  
sádicos como los empleados por Lafargue en Tarántula cuando obliga a Ève  
a someterse a otros hombres y disfruta siendo testigo de las vejaciones que  
sufre. En La piel que habito desaparece el castigo de la prostitución para  
25  
Es la mirada de Ledgard la que transfigura la realidad, como se advierte la primera  
vez que le vemos encender la pantalla que muestra la habitación de Vera. Aparece la  
imagen naturalista de una mujer desnuda, recostada de espaldas en la cama, y de ahí  
pasamos al primerísimo plano de la cámara subjetiva que recorre la superficie de su  
piel, dotada ahora de otro colorido, de una luz pictórica focalizada en el glúteo de la  
figura, evocando la figura mitológica de Ariadna representada en el cuadro de Pérez  
Villalta (Dionisos encuentra a Ariadna en Naxos, 2008) que acabamos de ver en el  
dormitorio del doctor.  
2
6
Presiden los pasillos de la mansión reproducciones de la Venus de Urbino (1538) y  
Venus recreándose con el amor y la música (1555).  
Los cortes superficiales que se ha hecho Vera, ¿no hacen pensar en la agresión con  
27  
una cuchilla que, en marzo de 1914, realizó la militante sufragista Mary Richardson  
contra la Venus del espejo de Velázquez en The National Gallery de Londres? Véase el  
análisis que hace Lynda Nead de cómo relató la prensa el daño a la pintura como si  
se hubiera magullado la blanda piel de una bellísima mujer (1998: 67-69).  
109  
Carmen Peña Ardid  
introducir el tema de la piel transgénica y el cambio de rostro. Pero lo que  
me interesa señalar, más allá de estas diferencias, es el hecho de que, en  
ambos casos, la reasignación de sexo de varón a mujer no es el objetivo  
último de la venganza, sino la condición previa el desempoderamiento  
viril y el borrado del cuerpo masculino para poder subyugar al nuevo ser  
femenino que «respira por la vagina», sometido a vejaciones físicas, la  
experimentación científica o incluso al amor. Este cambio forzado de sexo  
no solo es traumático en cuanto que no elegido; puede considerarse un  
rebajamiento en la escala de lo humano.  
3.2. El tiempo de las revelaciones  
El sueño de poder de Robert Ledgard se ve amenazado por malos  
augurios antes de que su hermanastro Zeca (Roberto Álamo), apodado el  
Tigre, irrumpa en “El Cigarral”. Como una voz del coro trágico, Marilia le  
advierte del grave error que ha cometido al dotar a Vera de rasgos tan  
semejantes a los de Gal; habla de matarla, pues intuye que el amor que se  
está despertando en él lo «devore como un cáncer». También Vera/Gal,  
una criatura nada dócil, interpela a su creador sobre el destino que le  
aguarda, retándolo a la posibilidad de «convivir», momento en que  
Ledgard despide a los criados de la casa y deja, sin saberlo, paso franco al  
intruso” Zeca, que con un ridículo disfraz de tigre amenaza por segunda  
vez sus bienes más preciados. Narrativamente, la función de este personaje  
es similar a la de Alex Barny en Tarántula, cuya violencia desvela enigmas  
de la trama y provoca un cambio en la relación de los protagonistas. Pero  
Zeca, hijo de Marilia y hermanastro de Robert, reaviva una historia  
familiar oculta y trae consigo un retorno de lo reprimido: el “pecado” de  
Marilia al no poder velar por igual por sus dos hijos de distintos padres, la  
ignorancia de Robert de la identidad de su verdadera madre y del vínculo  
que le une a un delincuente como Zeca, quien, once años atrás, huyó con  
su esposa y dejó que ésta se abrasara tras tener un accidente de coche.  
Ahora Zeca muestra una marca de nacimiento para que Marilia lo reconozca  
bajo el disfraz con el que se oculta de la policía y, ya en la casa, cree  
28  
reconocer a Gal en la mujer que aparece en las pantallas de vigilancia  
incitándole a saciar un apetito sexual incontrolado. Somete a su madre  
como hiciera Paul Bazo con la hermana en Kika para poder rastrear la  
presa”, atraparla y comérsela sexualmente. Su mirada es pura gula cuando  
lame la pantalla y borra toda distancia entre la imagen y la mujer-cervatillo,  
a la que inmoviliza bajo uno de los cuadros de Tiziano, como si fuera una  
figura del Bosco profanando la idealidad platónica del desnudo de la diosa  
Venus. Este hombre-alimaña, extravagante  
y carnavalesco, es la  
contrafigura del doctor Ledgard, aunque no en un plano ético, sino en el  
28  
El recurso de la anagnórisis, que revela identidades ocultas, es empleado en el  
filme para introducir giros en la acción y favorecer al final la reintegración de  
Vicente/Vera a su núcleo familiar-afectivo originario.  
110  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
refinamiento también para el malque proporciona el dinero, el poder  
social, la educación y la cultura. Ledgard sorprende a Zeca yaciendo sobre  
su víctima como si la traición de la esposa «se repitiese». Duda de a quién  
dar muerte (mientras Marilia murmura: «¡Mátala! ¡Mátalos!»), pero le  
conmueve la intensa mirada de Vera y mata a Zeca, conservándola a ella  
29  
consigo .  
El avance del relato se detiene en la parte central del filme para abrirse  
al pasado que contiene la clave de los enigmas creados en torno a los  
personajes. Mientras Robert entierra el cadáver de Zeca, Marilia quema las  
sábanas manchadas con la sangre de su hijo y cuenta a Vera una historia  
familiar que ni siquiera Ledgard conoce del todo. La del nacimiento de sus  
dos hijos en Brasil, la disparidad de su crianza y su “locura” («de niños sólo  
jugaban a matarse»). Ante las llamas de la hoguera, el relato oral hace  
surgir las visiones de la omnisciencia: el coche incendiado en el accidente,  
los cuidados que dispensa Robert a su esposa carbonizada o el momento en  
que Gal se levanta de la cama atraída por el canto de su hija en el jardín y,  
al ver su rostro reflejado en el cristal, se arroja por la ventana cayendo a  
los pies de la niña que, desde entonces, queda traumatizada y sigue su  
mismo camino años después.  
Tras este primer acto trágico, las revelaciones posteriores ya no se  
presentan como relatos de la consciencia sino que brotan de lo más  
profundo de la psique de Robert y Vera, justo cuando parece posible que  
nazca entre ellos un vínculo amoroso. La noche en que duermen  
castamente abrazados la narración retrocede seis años hasta el día de la  
violación de Norma en que ligaron sus destinos. El primer flashback se  
focaliza en el sueño de Ledgard, al que atormenta el recuerdo obsesivo,  
teñido de culpa, del día en que asistió con su hija Norma a la boda de doña  
30  
Casilda y hubo de encontrarla desmayada en el jardín y rechazando  
histéricamente sus caricias al identificarlo con su acosador. El despertar a  
la realidad de la vigilia, abrazado a Vera, lo reconforta, y el enunciador  
fílmico desplaza entonces la atención a ella, partiendo de un primer plano  
frontal de su rostro dormido que, mediante un encadenado, “extrae” del  
interior de su mente la imagen de un joven ocupado en vestir a un maniquí  
femenino tras el cristal de un escaparate. Sutilmente se sugiere ya una  
relación entre Vera y Vicente –remitiendo a las escenas en que Vera “viste”  
estatuillas, a cuya presentación se dedica este breve flashback que lo  
muestra en el núcleo familiar-afectivo que tanta importancia tendrá en el  
desenlace. Es un guapo joven, algo pagado de su masculinidad, que trabaja  
29  
No me detengo en las connotaciones de esta violación que supone para  
Vicente/Vera la primera experiencia y puesta a prueba del nuevo órgano sexual;  
también la vivencia de lo que significa la posición femenina en el coito y, en el orden  
patriarcal, una iniciación sexual que “la hace mujer”.  
30  
Esta pesadilla se inicia con la imagen de la cabeza de Robert adentrándose en la  
gran boca negra de la trompeta de uno de los músicos de la fiesta.  
111  
Carmen Peña Ardid  
en la tienda de ropa de su madre y, a veces, «acosa» a la atractiva empleada  
Cristina, a la que pretende redimir de su lesbianismo regalándole un  
vestido para que vaya con él a una fiesta. Cuando se aleja (solo) en su  
moto, la narración vuelve al presente de la vigilia. Hay un cambio en la  
postura simétrica de Robert y Vera, que, como un Jano bifronte, duermen  
ahora mirando a lados opuestos de la cama. Un suave movimiento de  
cámara hace surgir junto a Vera -compartiendo el encuadre- el rostro de  
Vicente, en la boda, que se gira como si la mirarse y gana nitidez como si  
cobrara fuerza desde el pasado lo oculto y reprimido. Es un recurso de  
31  
gran riqueza expresiva que anticipa la complejidad del enigma identitario  
como ocurre en la novela con el inesperado cambio de género gramatical  
que distingue el pasado-masculino (Vincent) y el presente-femenino (Ève).  
Este tercer flashback es el más prolongado. Retoma escenas ya vistas de  
la boda de doña Casilda donde Norma y Vicente entablan una relación  
equívoca, pues el joven ignora que ella está en tratamiento psiquiátrico.  
Vicente no es un agresor brutal como Vincent y, sobre todo, Alex. El  
filme muestra su inconsciencia y falta de empatía. Su deseo es la única  
medida del encuentro sexual e interpreta el contento de la joven con sus  
caricias como la aceptación natural del coito. Cuando intenta penetrarla,  
suena la canción Pelo amor de amar, que Norma asocia al trauma de la  
muerte de su madre, y la joven rechaza el peso de su cuerpo, grita, le  
muerde y recibe a cambio un golpe que la deja inconsciente. Robert  
Ledgard solo ve huir en la moto al hombre que ha devuelto a su hija a un  
estado de enajenación mental. A partir de ahora se desarrollan, próximas a  
la novela, las escenas de búsqueda, captura y encierro del violador al que  
Almodóvar concede la dignidad de «Prometeo encadenado» (2012:95),  
que alternan con las visitas del doctor al centro de neuropsiquiatría en el  
que permanece Norma hasta su suicidio. El día del entierro, con su antiguo  
equipo de colaboradores, Ledgard practica a Vicente una operación que  
solo cuando él lo pregunta sabremos que es «una vaginoplastia».  
En el filme, la revelación de que detrás de la persona de Vera está  
Vicente exige al espectador/a reinterpretar lo ya visto, modular la  
valoración previa de los personajes ajustada a otras razones o culpas y  
dar nuevo sentido a sucesos que pierden su carácter convencional al afectar  
a un sujeto “no del todo” femenino (la cautividad, la violación, el  
voyeurismo). Se ofrece ahora la descripción alusiva de las etapas del  
proceso de reasignación sexual (de varón a mujer), incidiendo solo en el  
resultado de las operaciones quirúrgicas (la mamoplastia, la ablación de la  
31  
Está ligado al uso de la “imagen translúcida” y a herramientas fílmicas  
distorsionadoras como el fuera de foco o el montaje encadenado. Como ha  
estudiado bien José Enrique Mora, cuando el cineasta manchego la emplea «suele  
aludir al universo del secreto, de lo oculto y oscuro, del fantasma, de aquello que ha  
sido reprimido o no debe ser nombrado. En concreto, lo encontramos con  
frecuencia asociado a las grietas del género…» (2016: 429).  
112  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
nuez…) para poner en escena –o dejar fuera de la escena las situaciones  
de mayor fuerza simbólica. Tras el afeitado/castrador de Vicente y su  
despertar en el quirófano, no vemos lo que él ve al mirar sus órganos  
sexuales en el cristal de una puerta, pero sí la desolación de su mirada  
cuando Ledgard le muestra el juego de penes-dilatadores de distintos  
tamaños que debe usar para mantener la elasticidad de la nueva vagina. El  
plano en el que su rostro queda cubierto por ellos no solo constata que el  
órgano viril que antes poseía está fuera de él, sino que, en la economía  
heterosexual del deseo, ha de aprender a “someterse” a esos penes extraños  
32  
que se disponen sobre su faz como los barrotes de una cárcel . A pesar del  
trauma, Vicente pregunta si puede irse «a su casa» y la respuesta de  
Ledgard («Solo estamos empezando») anuncia la etapa más tortuosa del  
proceso de metamorfosis que exige cubrir su cuerpo con un body y el  
rostro con una máscara. Pero pocas veces se muestra como una criatura  
dócil e interiormente sometida. Antes de que Ledgard la bautice con el  
nombre de «Vera», ya ha intentado huir y suicidarse. Y el bautismo no  
merma su rebeldía ni la resistencia a asumir un género (una piel) que no  
reconoce como propio y que además de vestidos y maquillaje también  
significa violación.  
3.3. Vicente Guillén / Vera (Cruz): el libre albedrío y la  
identidad de género  
La diferencia más profunda de La piel que habito con la novela de  
Jonquet tiene que ver con la concepción del personaje cuyo nombre  
Vincent/Vicenteno cambia. Vimos que en Tarántula, la culminación  
del proceso de cambio de sexo es vivida por Vincent como una muerte  
personal y social de su identidad anterior. Es más, incluso cuando expresa  
agresivamente rechazo y odio (al interpretar al piano la canción que más  
hace sufrir a Richard o al pintar un grotesco retrato que lo muestra como  
un travestí sentado ante la barra de un bar, con ligueros y zapatos de tacón  
alto), su mundo gira en torno a «Tarántula» y, junto a él, le llega la  
posibilidad de redención. No ocurre así en La piel que habito, donde  
Vicente Guillén –cuya culpa es más “leve”– sobrevive construyéndose un  
mundo propio guiado por la práctica del yoga, la lectura y la inspiración de  
Louise Bourgeois, convertida en luz de su encierro. La convicción con que  
emprende la escritura del diario mural un diálogo interior traducido en  
palotes, dibujos y lemas verbales repetidosda testimonio tanto de la  
voluntad de vivir como de una persistencia en la memoria del propio yo.  
La oportunidad de salvarse le llega, en un orden fuertemente patriarcal,  
adoptando la máscara femenina que ha descubierto que Ledgard ama. Y las  
huellas del pasado vienen en su ayuda. Cuando Vera sale de la mansión por  
32  
La escena subraya la visión faloesencialista de la masculinidad (y del poder que,  
como el falo, sigue poseyendo el doctor) y el coitocentrismo como práctica  
heterosexual.  
113  
Carmen Peña Ardid  
primera vez con Marilia para ir de compras, reconocemos, a su regreso, el  
vestido que quiso regalar a Cristina antes de su desaparición. También el  
azar pone a su alcance la fotografía de Vicente Guillén publicada en el  
periódico que lleva a la casa de Ledgard uno de sus colegas. Se reconoce en  
él con un beso porque Vicente permanece en Vera, y esa misma noche  
huye de la mansión de la única forma posible, dando muerte a Richard y a  
Marilia. Con este desenlace (justiciero), Almodóvar pone énfasis en el  
33  
derecho a la libertad y a la venganza por un castigo desmesurado . Y  
enfrenta a su personaje con otro dilema esencial: el de volver al hogar y  
hacerse reconocer por los suyos desde su apariencia femenina. Vicente ha  
salvaguardado durante seis años una identidad masculina fundada en la  
memoria y en un mundo afectivo al que volver. Lo pone a prueba cuando,  
en la tienda materna, declara ante Cristina y luego ante su madre: «Soy  
Vicente», luciendo el vestido que sirve a la anagnórisis, a la vez que revela  
la magnitud de su drama. De este modo pone de manifiesto igualmente  
que no va a vivir en su nueva piel de una forma coherente (como Ève en la  
novela), sino contradictoria, de acuerdo con la matriz normativa de la  
identidad sexo/género. El programa impuesto por el Ledgard-Pigmalión  
ha fracasado o se ha vuelto más complejo, pues Vicente no va a «respirar  
por la vagina»; vivirá con un sexo biológico femenino, una identidad de  
género masculina y una orientación sexual probablemente hetero-lesbiana.  
3.4. Lo femenino, ¿un ámbito vacío de identidad?  
Partiendo de la novela de Jonquet, La piel que habito propone, entre  
otros temas, una reflexión sobre la cárcel que representa para algunos  
seres el cuerpo “equivocado” en el que han nacido. La experiencia  
extremada que vive el protagonista ilustra sobre las violencias del poder  
(
hetero)patriarcal y allana el camino para entender que no es monstruosa  
la separación entre la identidad de género, la verdad del cuerpo y la  
orientación del deseo sexual. Pero algunas lecturas del filme han puesto el  
acento en su (supuesta) visión del cuerpo como algo inacabado en  
constante redefinición y en el apoyo a una identidad de género «flexible,  
inestable y fluida» (Coelho/Gonzaga, 2013: 77-78). También Barbara  
Zecchi sostiene que, en el desenlace, «tres mujeres unidas por lazos  
afectivos profundos la madre, la empleada lesbiana  
y la mujer  
transgénero anticipan la configuración de un universo inclusivo queer que  
prescinde de categorizaciones y que desestabiliza nociones de normalidad y  
34  
sexualidad» (2015: 50) . La pregunta que surge entonces es cómo  
33  
Cabe poner en parangón el desenlace por el que optó Buñuel en Tristana, cuando  
ella deja morir a Don Lope en lugar de vivir mutilada y “felizmente” casada con un  
viejo, como en la novela de Galdós.  
34  
Es inexacto considerar una «mujer transgénero» a quien cambia de sexo por  
imposición y quiere seguir llamándose “Vicente” (sobre las disimetrías en la  
transexualidad masculina y femenina, véase Garber, 1994).  
114  
Rehacer cuerpos, construir identidades  
entender que el escenario de la metamorfosis, la manipulación, la  
espectacularización y/o violación siga siendo únicamente el cuerpo  
femenino (el de Vera/Elena Anaya); por qué lo flexible y fluido solo tiene  
de momento cuerpo de mujer y por qué solo la feminidad deviene como  
un concepto vacío o incluso el punto de acogida para desheredados de la  
norma heteropatriarcal. ¿Cómo representar la «fluidez identitaria» (Russo,  
2
019: 180) imaginando el devenir varón? ¿Es realmente posible  
desestabilizar la norma de sexo/género imperante sin tocar el ser varón,  
privilegio con el que se nace?  
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