Paula Coronas es pianista y doctora en Comunicación y Música por la Universidad de Málaga, profesora titular en el Conservatorio Profesional de Música Manuel Carra, de Málaga, y vocal de Música del Ateneo de Málaga, además de directora de la revista musical Intermezzo. Ha sido distinguida con el Premio Andalucía, otorgado por la Junta de Andalucía, en reconocimiento a su labor musical y con el Premio Cultura Federación de Ateneos de Andalucía por su aportación a la divulgación musical. Así, a lo largo de su carrera la pianista ha ofrecido numerosos recitales y conciertos con orquesta en España y países europeos como Alemania, Francia, Italia, Portugal, Rumanía y Hungría.
Paula Coronas posa para TSN junto al piano de la Sala Unicaja de Conciertos María Cristina, donde tuvo lugar la entrevista para TSN.
¿Cómo se dio cuenta de que quería dedicarse a la música?
La música creció en mí de forma natural. Es verdad que mi familia siempre ha sido aficionada a los conciertos y a la música en vivo, por lo cual he crecido al hilo de esa pasión por la música. Luego, exactamente no sé desde cuándo, siempre me ha atraído el sonido del piano cuando escuchaba algo en la televisión o la radio. Me llamaba poderosamente la atención su sonido y, por ese motivo, empecé a jugar con este instrumento. A los seis años tuve un primer contacto de iniciación, a través de una rondalla que había en mi colegio, y pude dar mis primeros pasos musicales con bandurrias, laúdes y guitarras; de una forma muy infantil, pero al mismo tiempo muy agradable. Posteriormente, accedí a los ocho años al Conservatorio de la ciudad de Málaga, donde empecé a descubrir cómo me atraía este mundo, y en ese momento fui consciente de que la música podría acompañarme toda la vida. Así, a día de hoy sigo disfrutando de la música, que es mi pasión.
¿Qué le hizo elegir el piano en lugar de otro instrumento?
El piano siempre tiene la capacidad de reproducir los sonidos de la orquesta de una forma muy superior a la de otros instrumentos. Me atrajo de él que es polifónico, es decir, que tiene muchas voces, muchos timbres, y abarca toda esa gama de colores que puede producir una orquesta. La versatilidad del piano frente a otros instrumentos me llevó a decidirme definitivamente, porque puedes interpretar como solista o en una orquesta, te puedes agrupar con otros instrumentos, puedes acompañar a otros músicos y, además, también tienes la posibilidad de tocar cualquier tipo de música, no solamente música clásica, que es a la que yo me dedico, sino también jazz, flamenco, géneros urbanos, etcétera. Es una herramienta imprescindible para acompañar y para hacer música, algo que también me hizo ver la capacidad que tiene este instrumento, este astro rey que es el piano.
Por otro lado, en un concurso internacional en Ibiza tuve la suerte de ganar un premio. Quiero resaltar lo importante que fue para mí que uno de los miembros del jurado —el compositor de una de las obras que había que ejecutar obligatoriamente en aquel concurso— se fijara en mí, me felicitara y me transmitiera su entusiasmo cuando interpreté la obra que él había compuesto. Eso caló muy fuerte en mí y, de alguna manera, me hizo pensar que podía llegar a ser profesional de la música y alcanzar cotas elevadas dentro de este mundo. Es por eso que quiero transmitir que los concursos y este tipo de competiciones tienen ese lado importante, que sirven para darte a conocer y que quizá alguien relevante te escuche y pueda definir o marcar tu profesión para siempre.
¿Quiénes han sido sus maestros?
He tenido suerte de encontrar grandes guías y maestros. Al principio terminé mi carrera en la ciudad de Málaga en el Conservatorio Superior con el catedrático Horacio Socías, que fue discípulo de José Cubiles. Él me enseñó el rigor ante la partitura; me guio con mucho cariño y dulzura en esos pasos profesionales necesarios para acceder al texto musical y, al mismo tiempo, extraer de él la fidelidad que luego te permite ser intérprete y transmitir al público con la máxima honestidad. Posteriormente, tuve clases con la catedrática Ana Guijarro, quien estuvo un tiempo en Sevilla como profesora y actualmente es directora del Conservatorio de Madrid. Ella me enseñó un paso, quizá, más elevado, una técnica más dúctil, con la que pude acceder a obras de mayor calado, a un repertorio importante, ya que este instrumento posee una literatura musical extensísima, tal vez por su historia. Más tarde, en la Escuela Reina Sofía de Madrid con el catedrático Anatoli Povzoun, descubrí ya no solamente una técnica, un virtuosismo, sino algo más profundo, que es la filosofía de la música, el pensamiento que propiamente rodea toda la técnica de un instrumento y cómo es posible extraer un sonido de una manera aparentemente fácil y sentirte un bloque con este instrumento, algo que es apasionante, porque cada vez que te vas adentrando en él, vas descubriendo más y más, y es un proceso interminable. Así que pude estar unos años con Povzoun y toda esta escuela con un nivel tan elevado, durante los que profundicé en la herencia de tan grandísimo pedagogo y bebí de su legado.
Paula Coronas en el patio de butacas de la Sala Unicaja de Conciertos María Cristina.
¿Por qué ha decidido ligar su carrera a la docencia?
Cuando sientes pasión por alguna disciplina —como en mi caso por la música y el piano—, pues puedes transmitir y dejar algo a las generaciones venideras. Yo vengo de una familia de maestros, de enseñantes, de catedráticos, de pedagogos, y para mí ese peso de la tradición también ha sido importante, y quizá está en mi ADN enseñar a los demás. Además, en el año 1993 accedo a una plaza por oposición y desde muy joven tuve la suerte de ser profesora titular en el Conservatorio de Málaga y rodearme de gente muy joven, de la ilusión que me transmiten y me contagian las nuevas generaciones, con las que hago simbiosis dejando mi huella y mi aportación. Pienso que ser pianista y realizar viajes internacionales y, al mismo tiempo, llegar a mi aula y aportar algo me transmite estabilidad y me permite atender a lo que los jóvenes demandan y exigen, y todo eso me gratifica mucho. Así que me muevo en esa doble faceta pedagógica e interpretativa, y espero continuar así durante un tiempo.
¿En qué temas se centran sus investigaciones?
Estoy ligada permanentemente a la investigación de la música española. Siempre me he sentido muy atraída por el importantísimo patrimonio musical que hay en nuestro país, desde los grandes clásicos que bebieron en la escuela que fundó Felipe Pedrell —descubridor del cancionero de opúsculos de nuestro nacionalismo español a finales del siglo XIX— junto a sus discípulos Isaac Albéniz, Joaquín Turina, Manuel de Falla y Enrique Granados hasta otros que vinieron después y han continuado esa estela de grandes intérpretes, maestros y creadores. Luego, he tenido la suerte de recalar en el patrimonio musical malagueño y la escuela de grandes músicos, como Eduardo Ocón —fundador de la Sala María Cristina, en la que hoy nos encontramos, que a finales del siglo XIX fue el primer conservatorio de Málaga y posteriormente sería reformada como sala de conciertos por la Fundación Unicaja— y su discípulo Rafael Mitjana y Gordon —maestro, compositor y embajador de la musicología en España, además de un importante académico e investigador—. Posteriormente descubrí a Emilio Lehmberg —otro malagueño ilustre del cual tenemos un gran elenco de obras pianísticas—, a Joaquín González Palomares, Manuel del Campo y tantos otros que han venido después. En la actualidad, me interesan mucho todo este repertorio y la música contemporánea, porque pienso que los intérpretes de hoy tenemos el deber de dar a conocer las músicas actuales. He tenido la gran suerte de convivir con Antón García Abril, por desgracia fallecido en 2021, a quien he estado muy vinculada humana y profesionalmente. García Abril ha ejercido una decisiva influencia en mi trayectoria artística, con un importante legado que he podido dar a conocer y grabar, y sobre cuyo corpus pianístico versa mi tesis doctoral. En el campo de los artistas contemporáneos, también me parece de capital importancia el descubrimiento de nuevos valores en la reserva de nuestros músicos nacionales. Así que comparto todas estas investigaciones sobre compositores y compositoras.
¿Hay en el sector musical, al igual que ocurre en otros espacios, mujeres compositoras silenciadas a lo largo de la historia?
Sí las hay, por desgracia. Tenemos que seguir reivindicando el papel de la mujer en la sociedad actual y, por supuesto, la música es una manifestación más de este olvido al que injustamente se han visto sometidas las mujeres creadoras. En el plano musical recordamos muchísimos nombres, como Fanny Mendelssohn, Alma Mahler, Nannerl Mozart, etcétera, mujeres que desempeñaron un papel preponderante y que tuvieron que firmar con pseudónimos masculinos para poder pasar a la historia. Eso ha pesado mucho y, afortunadamente, en la balanza actual tenemos ya la suerte de poder dar a conocer muchísimas obras de compositoras actuales, como Zulema de la Cruz, Diana Pérez Custodio y tantas otras que nos han dejado obras importantes y nos demuestran que la mujer da un paso adelante, de modo que nosotras como intérpretes también tenemos que reivindicar y defender ese mundo. En mi caso no he sufrido personalmente esa discriminación, pero sí es verdad que he visto siempre cómo en la música el papel masculino ha tenido más relevancia y ha sido reconocido por encima del de la mujer. Así que esperemos que no necesitemos continuar con esa reivindicación y pronto tengamos realmente la igualdad entre mujeres y hombres en este campo.
¿Por qué cree que es relevante reivindicar el papel de la música española?
La música española se merece un puesto de honor en el imaginario musical universal, y yo creo que, afortunadamente, ya lo tiene. Son muchos los festivales, las programaciones, los ciclos en los que la música española ocupa una posición importante, pero es cierto que todavía tenemos que seguir expor tando, porque nuestra música es muy valiosa y exten sa. Tenemos músicos como Falla, que ha sido embajador en todo el mundo, Rodrigo o Albéniz, quien dejó huella con su suite Iberia y la Suite española, de los cuales posteriormente tanto compositores como intérpretes hemos bebido. Tenemos que seguir en ese campo, porque, al igual que otros países han defendido su patrimonio, nosotros también tenemos que sentirnos orgullosos. Siempre que viajo, observo que países como Alemania, Francia e Italia reconocen y veneran nuestra música como uno de los grandes tesoros mundiales. Prueba de ello es el flamenco, considerado por la Unesco patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. En la música española tenemos grandes raíces y, por supuesto, tesoros aún sin descubrir, pero también, afortunadamente, muchos que son premiados y valorados con la exigencia y la importancia que merecen.
¿Considera que la música puede servir como instrumento para el establecimiento de un diálogo intercultural?
Sí, la música es un instrumento imprescindible para el diálogo entre culturas. De hecho, la música, ante todo, es comunicación. Es una herramienta que transmite entendimiento entre los seres humanos y es portadora de un mensaje de belleza, sensibilidad e historia. Sin duda, nosotros, los intérpretes, tenemos la misión de portar la música y, con la universalidad que esta sostiene, poder hermanarnos con otras culturas, poder hacer simbiosis y mestizaje con otros pueblos hermanos y llevar ese poder a otros corazones, a otros seres humanos. La comunicación que transmite la música es muy poderosa y, desde luego, también es humanística, porque transciende no solamente al lado artístico, sino a otras disciplinas de ciencias para exportar y llegar, sin ninguna exclusión de identidad, a otros sectores de la sociedad de cualquier nivel, categoría, edad. En ese sentido, creo que nada mejor que la música para establecer puentes.
Tras la entrevista para TSN, Paula Coronas interpretó al piano Fandango de Málaga.
¿Cómo valora la relación musical entre España y Latinoamérica?
Creo que es una realidad que esa relación existe y siempre ha sido buena; en algunos períodos incluso ha sido excelente, por ejemplo, tras la guerra civil ha sido muy frecuente el tránsito de músicos de una orilla a otra del Atlántico, muy fluido en el sentido de que muchos países iberoamericanos recibieron nuestra aportación hispana y, desde luego, lo español siempre es síntoma de identidad, de unión. Iberoamérica y España laten en un mismo sentido. Se me ocurren casos concretos, como la música que exportó Falla cuando se exilió a Buenos Aires (Argentina) y de alguna manera llevó nuestros aires, melodías y ritmos allá, y también volvieron; son cantes de ida y vuelta. Cabe mencionar también la música de los hermanos Rodolfo y Ernesto Halffter, el primero en México y el segundo en Portugal, donde dejaron una herencia que al mismo tiempo nos la traen a España. Esos ritmos, como los tangos, las peteneras o las bulerías, han sido también nexo para llegar y volver. Tenemos muchísimas obras musicales, como las guajiras, los danzones de Joaquín Turina o piezas de Falla como la Cubana, en las que vemos ese leitmotiv que nos trae, nos lleva y nos recuerda cómo hemos convivido de forma extraordinaria con los países iberoamericanos, en los cuales hemos sido felizmente acogidos y donde ya también formamos parte de ese imaginario. En definitiva, creo que somos un mismo corazón latiendo al unísono.
¿Qué piensa sobre el auge del español en todo el mundo gracias a géneros tan actuales como el urbano?
El auge de lo español es una realidad ya no solo como cultura, sino también como idioma. El español ya viaja gracias a la música y se integra en esas latitudes. Gracias a géneros urbanos, como por ejemplo el reguetón, se ha podido seguir cumpliendo la misión de la música, que siempre es entretener y transmitir y, por supuesto, divulgar, enseñar y estar presentes a través de nuestro idioma, que es tan rico. Por ese motivo, pienso que tenemos que estar también presentes a través del flamenco y de ritmos tan necesarios en el piano como las peteneras, las bulerías, etcétera. Todos estos ritmos interesantísimos son intrínsecos, inherentes a la música española, y forman parte de nuestra identidad. Seguiremos estando ahí, porque nuestro patrimonio es amplio, rico y muy valioso.
Para Paula Coronas, la tarea del músico es transmitir en cada una de sus interpretaciones lo mejor de sí mismo y ponerlo al servicio de la sociedad.
¿Qué opina de la situación actual de la enseñanza del piano y de la música en general?
En general, la enseñanza de la música creo que marcha por buenas sendas, puesto que el interés que despierta la música en nuestro país y en el mundo es notorio. Cada vez proliferan más centros musicales, la investigación de la música, las agrupaciones instrumentales, las bandas, las orquestas, etcétera. Es decir, se nota el deseo de los jóvenes de acercarse al hecho musical en vivo, esto es una realidad innegable. También observo con el paso del tiempo que hay que seguir reivindicando la defensa de la música en dos niveles de la pirámide pedagógica. En primer lugar, me refiero a la base de la enseñanza musical en los inicios del aprendizaje del ser humano. Todavía necesitamos que la música esté integrada en la enseñanza primaria; en los colegios no se debe erradicar la música, sino al revés, hay que potenciarla para que siempre esté muy presente en el desarrollo del individuo. En segundo lugar, de forma ascendente, en el último peldaño de la pirámide situamos la necesidad de que la música exista ligada, de manera imprescindible, a la comunidad educativa universitaria. La música está como ciencia, pero no está integrada a un nivel real en el plano universitario. No puede haber ese alejamiento que existe entre los conservatorios de música y la realidad vigente en la universidad. Tenemos que acercar posiciones, encontrar que la música está viva de forma rigurosa como ciencia y como arte, y creo que hay que seguir trabajando unidos para lograrlo; no en direcciones contrarias, sino complementarias.
Por otra parte, en la música pianística, que es donde yo me muevo y la que conozco realmente, considero que el piano sigue siendo uno de los instrumentos más demandados, y por ello necesita más profesorado, porque sigue teniendo más éxito en el nivel del aprendizaje. El piano, sin duda, es un instrumento querido, muy popular y también muy difundido. Sin embargo, observo, quizá, una excesiva sobrevaloración de la técnica pianística por encima de lo artístico. Creo que está sobrevalorado este hecho y se descuidan algunos planos que tiene el artista como sello de identidad. Es decir, la personalidad artística debe primar por encima de lo virtuoso o técnico y, por tanto, deberíamos trabajar más en este sentido. La personalidad artística o el puro oficio artesano del pianista debe seguir existiendo. En ese sentido, creo que las escuelas tradicionales tenían un peso histórico más fuerte que el actual, pero por lo demás pienso que la técnica ha evolucionado fantásticamente, y ahora hay pianistas jóvenes y maduros que tienen una solera importante. Tenemos pianistas en España con nombres reconocidos y no hace falta salir de nuestras fronteras para tener esa formación, de modo que en nuestro país podemos disfrutar de grandes conciertos. Por este motivo, estoy muy feliz de ver cómo ha evolucionado en España nuestro nivel en cuánto al piano y a la música en general.
¿Cuál cree que es el futuro del músico profesional?
El futuro del músico lo marca muchas veces la determinación del propio individuo, pero creo que la música tiene una cantidad de salidas profesionales muy amplia, desde la pedagogía hasta la interpretación o la propia investigación. Esto, que es algo que yo triangulo en mi camino, puede ser interesante para cualquier joven que se dedique o acceda a la música. Además, creo que el futuro de un músico lo va determinando también el mismo perfil que desarrolla según avanza en su propio camino. Siempre digo que, si tuviéramos dos o tres vidas, nos las pasaríamos ocupados en la música, porque la nuestra es una profesión muy larga, de recorrido muy amplio, y podemos acceder a muchas ventanas que nos dan visibilidad y la oportunidad de seguir trabajando en distintos ámbitos.
¿Qué proyectos musicales tiene previstos para el futuro?
Ahora mismo estoy muy centrada en una labor de investigación que ha sido mi último trabajo discográfico: Femmes d’Espagne. En él se ha reunido música española de todas las vertientes, con un reconocimiento amplio que incluye el trabajo de mujeres compositoras y también a compositores masculinos inspirados por mujeres. Femmes d’Espagne reúne a músicos como Falla, Halffter y Turina, cuya obra da nombre a este trabajo, que fue una edición francesa de la obra Mujeres de España. En este álbum también incluyo a algunos compositores malagueños, como Lehmberg, Ocón y González Palomares. Creo que la música tiene muchísimos ámbitos, y a mí particularmente me seduce investigar estos músicos españoles en los que me encuentro trabajando, además de otros internacionales, como Chopin, Liszt y Scriabin, músicos impresionistas que trabajo de forma continuada en los conciertos que tengo por delante con orquesta. También estoy trabajando en los conciertos de Mozart, sin olvidar el patrimonio musical de grandes clásicos como Bach o Beethoven, que de alguna manera nos han dejado su huella para seguir caminando en la actualidad.
Mi intención es seguir siempre transmitiendo tanto desde el piano como a través de mi investigación. El compromiso de transmitir debe ser una constante, porque considero que un intérprete tiene que conectar y sacar lo mejor de sí para ponerlo al servicio de la sociedad. Ese sería mi mensaje para un futuro.