Monográfico
TSN nº 15, 2023. ISSN: 2530-8521
LA REFLEXIÓN SOBRE ESPAÑA, EUROPA Y AMÉRICA EN LOS PENSADORES DEL EXILIO REPUBLICANO DE 1939. INTRODUCCIÓN
José Luis Mora García
Universidad Autónoma de Madrid (España)

En recuerdo de Pablo de Andrés Cobos (1899-1973), en el cincuentenario de su fallecimiento

Recoge este número de la revista TSN las ponencias presentadas en el VI Workshop Internacional de Estudios Iberoamericanos y Transatlánticos, celebrado en el Aula María Zambrano de la Universidad de Málaga y organizado por el propio Centro de Estudios Iberoamericanos y Transatlánticos. Propusimos a los ponentes que nos ofrecieran sus investigaciones acerca de la reflexión que sobre España, Europa y América realizaron algunos de los pensadores del exilio republicano de 1939 por ser un tema que aquellos abordaron con intensidad y continuidad y la investigación reciente ha rescatado con dedicación y esfuerzo. El resultado fueron ocho ponencias dedicadas a Isabel Oyarzábal (Matilde Eiroa), María Zambrano (Elena Trapanese), Fernando de los Ríos (Álvaro Garrido), Pere Bosch i Gimpera (Yolanda Blasco y Armando Pavón), Joaquín Xirau (Conrad Vilanou), José Gaos (Agustín Serrano de Haro), Francisco Ayala (Giulia Quaggio), José Ferrater Mora (Joan Vergés) y a ese imperativo casi categórico que aún resuena en los oídos al ser pronunciado por la fuerza con que lo formuló Luis Cernuda: «Recuérdalo…» (Manuel Ángel Vázquez). Todos ellos con una obra sólida y con aportaciones muy relevantes y positivas para la construcción de la convivencia entre sí de los tres ámbitos políticos señalados. Se sumaban a estas aportaciones tres que ofrecían una visión más de conjunto sobre el exilio en Puerto Rico (Iliaris Avilés), Inglaterra (Stephen Roberts) y la antigua Unión Soviética (Carolina Castillo) 1. Este número recoge diez de las ponencias que conforman un cuerpo de doctrina muy completo sobre las propuestas que hicieron quienes padecieron el exilio con objeto de que no hubiera más exilios y para dar cuenta de las razones (sinrazones, más bien) que condujeron a su expulsión en 1939. Muchas son las reflexiones que prueban la importancia de la memoria histórica como base de la reconstrucción de una sociedad verdaderamente democrática en el marco de una convivencia «cósmica». Este fue el término que utilizó María Zambrano cuando en 1989 (Abc, 28 de agosto de 1989) afirmó que «hay ciertos viajes de los que solo a la vuelta se comienza a saber […], porque yo querría que no volviese a haber exiliados, sino que todos fueran seres humanos y a la par cósmicos, que no se conociera el exilio». Para que ello sea así, es preciso que las sociedades estén construidas sobre la justicia y que nadie se apropie de la verdad que es colectiva, como reflejan las reflexiones de Bosch i Gimpera, Joaquín Xirau o José Ferrater Mora, el autor que acuñó el término «integracionismo».

En este regreso del viaje permanecen reflexiones necesarias para la España democrática, plural y unida, pues «unión» era el término que gustaban de utilizar Bosch i Gimpera y sus interlocutores castellanos, los Carretero, padre e hijo, ya en México. O sobre la construcción de una realidad cultural iberoamericana, en la que incidieron con tanta lucidez Joaquín Xirau y José Gaos. O sobre el lugar de la religión respecto del Estado, sobre lo que habló Fernando de los Ríos a sus oyentes norteamericanos. O las reflexiones hechas por Francisco Ayala en los años de la transición bajo el título bien significativo de «España a la hora». La recuperación del pensamiento y el testimonio de Isabel Oyarzábal muestran gran riqueza de matices en cada una de las líneas de sus memorias escritas en México con mesura pero con alma, como alma tiene toda la obra de María Zambrano, como alma tiene ese casi grito de Cernuda. Quizá sea esta una de las experiencias radicales del exiliado: el descubrimiento de que sin ánimo no hay vida, que el ánimo es la fuente de la vida y que la realidad social y política necesitan ese ánimo. La historia de España, de Europa, de la América que vivieron los autores aquí tratados estaba dotada de ese impulso heredado de la tradición humanista a la que se sintieron pertenecer todos ellos. Cuando María Zambrano le escriba a José Luis Abellán (febrero de 1984), recordará el libro del profesor madrileño sobre el erasmismo (El erasmismo español, 1982) al tiempo que le confesará: «Al escribir su libro sobre el erasmismo, que no he podido escuchar todavía [se explica esta expresión porque estaba recién operada de cataratas y escuchaba los libros que su primo Rafael le leía], bien muestra usted por la vía que anda, por la que sin duda hemos andado, ¡qué remedio!, todos». Una referencia bien explícita a la necesidad que el Estado español tenía de recuperar a los heterodoxos y poder, así, recuperarse como tales en la conformación de una sociedad completa. Experiencia esta que tiene un carácter intelectual, que no prescinde de las herramientas propias del análisis y la reflexión, pero que está transida en todos ellos de esa vitalidad que define lo humano.

Esta experiencia se muestra muy a las claras en las ponencias más globales de los exilios, en las que se dan a conocer relaciones de reciprocidad, grupales, en las que se ven las tensiones entre personas de procedencias diferentes, como es el caso de españoles en Puerto Rico cuando la isla buscaba su propio lugar político; o como en el caso británico, donde recalaron personalidades bien reconocibles de la Institución Libre de Enseñanza en universidades de mucho prestigio. Con ello la revista TSN propone al lector un mapa con referencias muy claras, fruto de investigaciones de años, expuestas con rigor y muchos detalles que permiten ver la evolución de su pensamiento a lo largo de un tiempo dilatado, excepto el caso de Joaquín Xirau, que falleció pronto.

Mas este conocimiento ha necesitado de la complicidad que mostraron con el exilio republicanos de la España interior desde el primer momento, quienes recibieron distintos nombres, desde resistentes hasta exiliados del interior y otros similares. Recordamos en esta presentación a Pablo de Andrés Cobos, uno de estos testigos privilegiados, fallecido cuando ve la luz esta revista hace más de cincuenta años (2 de enero de 1973). Tras estudiar con Blas Zambrano, padre de nuestra filósofa, y convivir con Antonio Machado, del que sería más adelante un consumado estudioso, quienes fundaron la Universidad Popular Segoviana (1919), fue maestro en Valdepeñas, ciudad de nacimiento de Lorenzo Luzuriaga; más tarde de La Granja de San Ildefonso, ciudad de veraneo donde tenían casa ilustres miembros de la ILE; en Barcelona, donde tuvo ocasión de asistir al seminario de Joaquín Xirau y conocer a José Ferrater Mora; finalmente en Madrid, buen oyente de los cursos de Ortega, muy próximo a Bartolomé Cossío y con él a José Gaos y a los catedráticos de aquella incipiente Escuela de Madrid, algunos de los cuales publicaron en la revista fundada por él y otros dos maestros (Norberto Hernanz y David Bayón): Escuelas de España. La guerra sobrevino cuando se hallaba en La Granja, junto a la sierra del Guadarrama, que hacía de frontera entre la España republicana (Madrid) y la que ocuparon quienes dieron el golpe de Estado (Segovia). Juzgado y encarcelado durante un tiempo, se le privó de la docencia el resto de su vida, mas eso no impidió que se incorporara al grupo que formaron editores y contertulios en torno a la revista Ínsula, fundada por el granadino Enrique Canito y el algecireño, de vocación malagueña, José Luis Cano. Bien es sabido que esta revista fue un puente activo con el exilio, que publicó pronto textos de exiliados, que importaba sus libros y que recibía a los hispanistas que venían a hacer sus tesis doctorales a España a partir, sobre todo, de los años sesenta. Y sobre todo, que era una ínsula en la España interior que guardaba los ideales de libertad, democracia y justicia como rescoldos preparados para activarse en cuanto fuera posible. Fue José Luis Abellán, miembro igualmente de Ínsula que tenía a su cargo la crítica de libros, de los primeros, si no el primero, que reconocieron su deuda con este maestro segoviano cuando publicó Filosofía española en América (1966), libro temprano en la recepción de los exiliados. Por su parte, Pablo de Andrés mantuvo relación epistolar prolongada con María Zambrano durante más de dieciséis años, y más breve, pero intensa, con David García Bacca a propósito de su común admiración por Antonio Machado, y desde la revista hizo recensiones y apoyó la línea que había iniciado José Luis Cano a favor de reintegrar todo el pensamiento vivo del exilio, lo que la revista cumplió con creces. El propio Cobos nos dejó una amplia bibliografía como testigo de una época y fue lector atento de cuanto le llegaba a través de la librería de la propia revista.

Sirva, pues, esta presentación como homenaje a quienes mantuvieron estos hilos casi tan imperceptibles como imprescindibles en la recuperación de una obra dispersa por unos y otros lugares y sometida a un trasiego largo en el tiempo. A ellos se refirió José Luis Aranguren cuando publicó un temprano y controvertido artículo titulado «La evolución espiritual de los intelectuales en la emigración» (1953), y tirando de esos hilos ahora casi invisibles rescatamos el testimonio de un breve inédito, de los cuatro que legó Pablo de Andrés, titulado muy significativamente «Expelido», calificativo que se dio a sí mismo como expulsado de su «huerto». Es la única vez que se sepa de la utilización de este término para calificar la postura de los republicanos que o no pudieron o no desearon salir al exilio. Mas quizá es el más preciso. La Real Academia de la lengua define «expelido», participio del verbo «expeler», como expulsar, lanzar, despedir, arrojar. Es María Moliner quien añade un matiz importante: «Hacer una cosa que salga de ella con fuerza, algo que tiene en su interior». En esta última palabra está la clave en tanto en cuanto alude a algo que le pertenece propiamente, que no es algo espurio ni ajeno. Expelido, pues, es ser arrojado por el Estado de la sociedad a la que se pertenece como constitutivo de ella misma. Mas no es un mero acto sociológico, ni siquiera jurídico, lo es personal. Muchos lo fueron, los más comprometidos desde el interior fueron quienes tomaron conciencia de esta situación de «expelidos». Pablo de Andrés nos dejó este testimonio que leído hoy sobrecoge. Es el párrafo con el que concluye esta su confesión:

—Señor, por favor, ¿dónde queda mi mundo, el que dejé, aquel en que tuve un sitio?

—Las guerras son duras: destruyen mundos enteros.
La verdadera angustia lo es de soledad y la angustia de soledad es el camino, o agujero, que nos lleva hacia la Nada. Sentí, como Abel Martín, que Dios no me miraba, porque no me daba ya el hombre compañía, y momentos hubo en que se me hicieron ilusión descansadora el puñado de pajas de centeno del Magistrado y el petate de Rafael Pérez. ¿Por qué no tenderse en el mar del eterno reposo?

Mi mundo era mi casa, y mi oficio, y mi tertulia, y mis libros, y mis periódicos, los que leía y en los que escribía, y mis amigos, mis correligionarios, mis oponentes, mis diversiones… Pero ¿cómo encontrar los mis sin el yo? ¿Y cómo recuperar el yo sin el mundo que lo contenía? 2

Desde esta situación que no es puramente social, ni siquiera puramente psicológica, sino existencial, expelidos como Pablo de Andrés buscaron cómo reconstruir esa unidad entre su yo y los «mis» o el «nosotros». Este número de la revista TSN tiene como objetivo contribuir a esta restauración desde el estudio y el conocimiento, de la mano de investigadores cualificados que han conseguido encontrar claves que asienten el «nosotros», recuperando pensamientos, reflexiones y experiencias de los exiliados. Al tiempo que se conoce esta inmensa obra, nos apoyamos en el testimonio de cuantos mantuvieron esos hilillos nunca desaparecidos, aunque hubiera que buscarlos en las profundidades y en quienes tuvieron la oportunidad de bucear en aquellas aguas procelosas y contribuyeron a encontrar la paz y la unión que toda sociedad democrática necesita.


1  Por distintas razones no pueden ser incluidas en este número la ponencia dedicada a Francisco Ayala (Giulia Quaggio) ni la referente al exilio en la Unión Soviética (Carolina Castillo), que se pueden consultar en el enlace de la grabación. En cambio, se incluye la ponencia referente al exilio inglés (Stephen Roberts), que no se pudo presentar presencialmente por enfermedad del ponente.

2  Debo el conocimiento de estos inéditos a la generosidad de su hija Marisol de Andrés, profesora durante muchos años de la cátedra de Diego Catalán en el marco del Instituto de Estudios Históricos que impulsara Ramón Menéndez Pidal.

TSN nº15, 2023. ISSN: 2530-8521