Monográfico
TSN nº 14, 2022. ISSN: 2530-8521
LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LA PANDEMIA DURANTE LA COVID-19. UNA MIRADA TRANSATLÁNTICA
The Social Dimension of the Covid-19 Pandemic. A Transatlantic Perspective
María Eugenia Fazio
Centro de Políticas Públicas en Educación, Comunicación y Tecnología, Universidad de Quilmes (Argentina)
Carolina Moreno-Castro y Paula von Polheim
Instituto de Investigación en Políticas de Bienestar Social, Universitat de València (España)

RESUMEN

Del 24 al 25 de enero de 2023, se celebró el VII Workshop Internacional de Estudios Iberoamericanos Transatlánticos en la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga. El objetivo principal de este encuentro fue examinar, desde la perspectiva de las ciencias sociales, el impacto de la pandemia de la covid-19 en la investigación, la transferencia de conocimiento a la sociedad y los comportamientos individuales. Durante el seminario se evaluó cómo se recibieron las noticias relacionadas con la ciencia y la salud en diferentes países de la región iberoamericana, cómo la ciudadanía se vio afectada por esta emergencia sanitaria y cómo influyó en la investigación cualitativa con pacientes con enfermedades raras. También se analizó el papel desempeñado por las instituciones científicas durante el proceso de alarma sanitaria, cómo cambiaron los hábitos de las personas en sus hogares y qué efectos tuvo la difusión de noticias falsas, bulos y campañas de desinformación. En conclusión, se ofrecen una serie de sugerencias y recomendaciones finales de gran interés para comprender socialmente fenómenos como la pandemia de la covid-19, entre las que destaca la importancia de la colaboración entre las ciencias sociales y las ciencias básicas y experimentales para hacer frente a situaciones de emergencia.

Palabras clave: Comunicación científica, educación científica, covid-19, salud, alimentación, desinformación, universidad

ABSTRACT

From January 24th to 25th, 2023, the VII International Workshop on Transatlantic Ibero-American Studies was held at the Faculty of Medicine of the University of Malaga. The main objective of this meeting was to examine, from the perspective of social sciences, the impact of the COVID-19 pandemic on research, the transfer of knowledge to society, and individual behaviours. During the seminar, the reception of news related to science and health in different countries of the Ibero-American region was evaluated, as well as how the citizens were affected by this health emergency and how it influenced qualitative research with patients suffering from rare diseases. The role played by scientific institutions during the health alarm process was also analysed, along with the changes in people’s habits in their homes and the effects of the dissemination of fake news, rumours, and disinformation campaigns. In conclusion, a series of suggestions and final recommendations of great interest for the social understanding of phenomena such as the COVID-19 pandemic were provided, highlighting the importance of collaboration between social sciences and basic and experimental sciences in addressing emergencies.

Keyword: Science communication, science education, covid-19, health, food, disinformation, misinformation, university
• Contenido •
Inauguración institucional del VII Workshop de Estudios Iberoamericanos y Transatlánticos FGUMA-UMA (CEIT). (Foto: Raúl Orellana).

Inauguración institucional del VII Workshop de Estudios Iberoamericanos y Transatlánticos FGUMA-UMA (CEIT). (Foto: Raúl Orellana).

Introducción

La inauguración del workshop estuvo a cargo de la Inmaculada Bellido Estévez (vicedecana de la Facultad de Medicina, Universidad de Málaga), quien destacó que la pandemia había puesto de relieve cuatro hechos: a) que la salud no es un problema de un país, sino global; b) que la pérdida de la salud puede cambiar nuestra sociedad; c) que la información es clave; y d) que también es clave la colaboración entre todos los agentes sociales. Asimismo, Carolina Moreno Castro (catedrática de la Universidad de Valencia), durante su intervención, explicó que el workshop ponía de relieve la necesidad de vincular las ciencias exactas y biológicas con las ciencias sociales, algo que resultaba muy importante para reflexionar y generar nuevo conocimiento basado en la experiencia de la pandemia. Para los estudiantes de ciencias es importante no perder de vista la dimensión social de la ciencia, algo fundamental para estrechar el vínculo entre ciencia y sociedad. Añadía, además, que confiaba en que este foro propiciara recomendaciones para políticas públicas. Por su parte, Juan Antonio García Galindo (director del CEIT, Universidad de Málaga) expresó su alegría y satisfacción por que en este workshop, integrado en la programación del CEIT, se superara la barrera de las ciencias sociales, ya que, sin duda, suponía un salto cualitativo para la programación del CEIT. Asimismo, manifestó que la dimensión social de la ciencia era para ellos una línea prioritaria de trabajo. En esta misma línea intervino Diego Vera Jurado (director de la Fundación General de la Universidad de Málaga), quien explicó que este encuentro suponía un hito en los esfuerzos de los estudios transatlánticos y trasversales del Aula María Zambrano, el Centro de Estudios Iberoamericanos y Transatlánticos y la Fundación General Universidad de Málaga. Para finalizar, la clausura del acto de inauguración corrió a car go de Juan Teodomiro López Navarrete (vicerrector de Investigación y Transferencia de la Universidad de Málaga), quien explicó que la pandemia había puesto de manifiesto la importancia de disponer de un sistema sanitario y de investigación fuertes, lo que en este último caso se refleja, entre otros indicadores, en la cantidad de publicaciones científicas. Por ejemplo, subrayó que, si en la actualidad podemos llevar una vida medianamente normal, es gracias a la investigación. Además, añadió que la investigación en ciencias sociales es fundamental, especialmente cuando esta es de excelencia y con la capacidad de proyectarse a todos los ámbitos del saber.

Los grupos de trabajo que participaron en el workshop fueron, de una parte, el Grupo de Investigación en Enseñanza de las Ciencias y Competencias (ENCIC) de la UMA. Este equipo se dedica a investigar en educación científica para la ciudadanía en aspectos como el de la necesidad de formar a las personas para que tomen decisiones informadas en la vida cotidiana y aborden cuestiones de elevado impacto para la ciudadanía, como la alimentación y la infodemia, que tanta relevancia tuvieron durante la pandemia. Y de otra, el Grupo Disinformation Research de la UMA, dedicado a analizar la desinformación en el periodismo, en los contenidos y en las rutinas profesionales, además de la desinformación en materia de inteligencia artificial.

También participaron representantes de la sociedad civil como Alfredo de Pablos, presidente de la Asociación de Pacientes con Pluripatologías Crónicas de Málaga, que está formada por un colectivo de asociaciones de pacientes crónicos, de personas mayores y con discapacidades. Asimismo, estuvieron presentes investigadores de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (FISABIO), ya que trabajan sobre las enfermedades raras desde una dimensión social a través de estudios cualitativos con un enfoque sociológico.

En cuanto a los participantes internacionales, en calidad de relatora del encuentro intervino María Eugenia Fazio, docente e investigadora en comunicación de la Universidad de Quilmes (Argentina), quien ha participado en la elaboración de un amplio estudio sobre el papel que desempeñaron las universidades argentinas durante la pandemia como emisoras de información; Rafael Tuesca, investigador y docente en salud pública en Uninorte-Barranquilla de Colombia, que en estos momentos trabaja sobre cómo los gobiernos se enfrentaron a la pandemia en Iberoamérica y sobre cuál es la percepción social respecto a las decisiones que se tomaron; e Igor Waltz, investigador del Instituto Nacional de Comunicación Pública de Ciencia y Tecnología (Fiocruz, Brasil), quien actualmente investiga sobre el debate social en torno a las vacunas.

También participaron los miembros del Aula María Zambrano, el director del CEIT, Juan Antonio García Galindo, que destacó en todo momento el interés por fomentar los estudios comparados e interdisciplinares, así como miembros destacados del grupo E-COM (Estudios de Comunicación y Sociedad de la Información).

Finalmente, tomaron parte en el workshop varias investigadoras del equipo ScienceFlows de la Universitat de València, que, además, fueron las encargadas de coordinarlo. En ScienceFlows se estudia cómo se produjo la recepción de la información durante el confinamiento y cómo los diferentes grupos de población cambiaron de hábitos y de costumbres.

Ponencia inaugural de Antonio Heredia, presentada por Carolina Moreno Castro. (Foto: Raúl Orellana).

Ponencia inaugural de Antonio Heredia, presentada por Carolina Moreno Castro. (Foto: Raúl Orellana).

Hacer de la interrupción un camino nuevo

Antonio Heredia Bayona, catedrático de Bioquímica y Biología de la Universidad de Málaga, fue el encargado de impartir la conferencia inaugural. Heredia situó la transversalidad del conocimiento como eje central de su discurso. Según sus palabras, al recibir la invitación para impartir la conferencia inaugural en este workshop, se le vinieron a la mente los versos del poeta brasileño Fernando Sabino: «Hacer de la interrupción un camino nuevo». En ese momento tuvo claro que lo mejor que podía hacer para su ponencia era compartir su experiencia personal durante aquellos primeros tiempos de incertidumbre. Así, organizó su intervención en tres partes: la incertidumbre de los primeros meses; la postura crítica con respecto a las tareas de los investigadores en una sociedad confundida y sobreinformada; y una tercera parte dedicada a las conclusiones extraídas de aquellos tiempos.

Al inicio de la pandemia fungía como investigador, docente y como gestor en la dirección de Paradigma. Revista Universitaria de Cultura. En lo que respecta a la función como gestor al frente de la revista Paradigma, su experiencia fue excepcional. Junto con Sara Reyes, publicó la revista en el mes de abril de 2020. Aquel número salió a tiempo y estuvo dedicado a los cambios de paradigma del siglo XXI. En él, entre otros artículos y textos, incorporó «Paradigma cíclico», inspirado en Spinoza y en los poemas de T. S. Eliot sobre el tiempo, donde lanzaba preguntas como ¿dónde está la sabiduría que perdimos en aquellos días de la pandemia por el conocimiento?, ¿dónde está el conocimiento que perdimos en aquellos días por la información? «Transitamos una incertidumbre inevitable que nos puso a prueba como especie».

Continuó su intervención interrogándose sobre si nos sigue preocupando la existencia de nuestra especie. En este punto reflexionó sobre la ciencia, la comunicación y la política. Señaló que, durante el inicio de la pandemia, las palabras «ciencia» y «política» se refirieron incontables veces. La ciencia, según sus palabras, desplegó sus valores y realizó esfuerzos titánicos durante una crisis en la que, en España, fallecieron miles de personas. Algo que contrastó con el desempeño de la política y los medios de comunicación, así como con las posturas de algunos ciudadanos que colaboraron a que en ciertos ámbitos de la sociedad se propagara un modo confuso de ver la realidad. Es por ello, explicó, que «no deben sorprendernos por esto las posiciones negacionistas que aún persisten. ¿Cómo se deja vencer la sociedad por emociones sin contrastar con el pensamiento crítico? Sin el esfuerzo de la razón por parte los ciudadanos, nos enfrentamos a un destino preocupante. Para ejercer la democracia debemos buscar certezas».

En relación con la docencia y la investigación, explicó Heredia que estas requerían un acto de creación. «Nuestras prácticas de docencia e investigación son reflejo de cómo vemos el mundo. Son procesos creativos de primera magnitud. La pandemia modificó estas experiencias e incluyó vivencias de frustración, de impotencia, una especie de nostalgia del potencial de la clase presencial, la de siempre. Faltó la mirada de la oralidad y la comunicación en general».

Asimismo, afirmó que durante la pandemia se echó de menos la libertad, algo que aún hoy, según declaró, echaba en falta cuando daba clases a través de la pantalla. Finalizó su intervención diciendo que su discurso había intentado pivotar sobre cómo la pandemia había impactado en las personas. Celebró que hubiera tenido lugar el workshop para poder reflexionar al respecto. «A nivel personal, aprendí la fuerza que tiene la presencia y compañía de determinadas personas, muy pocas, que han supuesto y siguen suponiendo para mí claras referencias y cuyo ejemplo proporciona a mi trabajo y vida personal un constante incentivo extra que admiro, valoro y agradezco profundamente. La pandemia se convirtió en endemia y el virus se adaptó para ser menos letal, pero para sobrevivir. Me pregunto si en nuestra sociedad se ha olvidado todo, y sin extraer nada o casi nada de lo que llamamos experiencia, o suma de nuestros errores y fortalezas. Si fuera así, sería un grave y frívolo error. Porque, si de verdad queremos que todo lo pasado sea un recuerdo, al menos que sea un recuerdo en el sentido que el poeta Ranier María Rilke nos dejó escrito: “Los recuerdos, en sí mismos, no son importantes. Solo lo son cuando se transforman en nuestra propia sangre, en mirada y gesto, cuando ya no tienen nombre y cuando ya no se pueden distinguir de nosotros mismos”», concluyó.

Durante el turno de debate con las personas asistentes se lanzaron las siguientes preguntas, comentarios y aportaciones:

  1. ¿Cómo habían vivido las personas con alguna discapacidad las situaciones que había descrito el conferenciante? De hecho, se entabló un intercambio de opiniones en torno a la capacidad de resiliencia de las personas con alguna discapacidad, ya que no se había establecido para ellas ninguna excepción o eximente aunque las más de las veces tuvieran un grado alto de dependencia.
  2. También se comentaron los referentes personales, intelectuales, artísticos que habían sido de gran valor, especialmente durante el confinamiento.
  3. Algunos participantes aludieron a las desinformaciones que se diseminaron a través de todo tipo de medios y plataformas.
  4. Entre los asistentes, quienes contaban con experiencia docente señalaron los desafíos que implicó la virtualización en la enseñanza secundaria, las pérdidas que padecieron los adolescentes en pandemia, así como el impacto psicológico que sufrieron en una etapa de socialización extrema.
  5. Se comentó la necesidad de abordar con gran determinación en la agenda política el impacto de la pandemia en la salud mental, que es transversal para todos los ciudadanos.
  6. Algunos participantes, especialmente el público juvenil, explicaron sus experiencias personales en sus domicilios e indicaron que el confinamiento también tuvo una parte positiva, la de pasar más tiempo con la familia conversando y hablando de temas que antes no trataban porque no coincidían por los horarios ni por las diferentes ocupaciones. En definitiva, querían poner el foco en la diversidad de experiencias vividas, algo que consideraban una riqueza.
  7. Se habló de que las TIC que formaban parte de la vida cotidiana ahora eran esenciales y abrían nuevas oportunidades en el aula.
  8. También estuvo presente en la conversación la necesidad de colaboración y coordinación de los diferentes agentes del sistema de salud.
  9. Además se abordó la búsqueda del equilibrio entre razón y emoción.
  10. Finalmente, se hizo patente la importancia de la investigación social cualitativa para capturar la diversidad de vivencias en la pandemia.
Mesa redonda 1. Ángel Blanco, Lucía Páramo y Alfredo de Pablos. Moderada por Carolina Moreno Castro. (Foto: Raúl Orellana).

Mesa redonda 1. Ángel Blanco, Lucía Páramo y Alfredo de Pablos. Moderada por Carolina Moreno Castro. (Foto: Raúl Orellana).

Cambios de paradigma en la investigación social durante la covid-19

Ponentes: Ángel Blanco, catedrático de Didáctica de las Ciencias Experimentales (Grupo ENCIC, UMA); Lucía Páramo, investigadora (FISABIO, GVA); Alfredo de Pablos, presidente de la Asociación de Pacientes con Pluripatologías Crónicas de Málaga. Moderadora: Carolina Moreno Castro, catedrática de Periodismo (ScienceFlows, UVEG).

Ángel Blanco comenzó su intervención explicando que su grupo de investigación está dirigido al estudio de la educación científica para la ciudadanía. Esto es, a indagar sobre qué tipo de conocimiento habría que enseñar para que las personas tomaran decisiones informadas en la vida diaria sobre cuestiones como cambio climático, organismos genéticamente modificados (OGM) o energía. Según expuso, la covid-19 puso socialmente de moda muchos temas y conceptos de las ciencias y los proyectó al debate público. En general, la confianza en las ciencias aumentó, aunque paralelamente también crecieron los movimientos negacionistas. A su juicio, estos grupos pusieron en entredicho el papel de las ciencias. La función de la educación en ciencias es mostrar su relevancia e interpelar a los educadores en ciencias. «Algunos ejes por los que podemos continuar y orientar la investigación serían, por ejemplo, formar a los profesores y a los ciudadanos para que ayuden a los estudiantes a analizar problemas complejos y poder contrarrestar la parcialización en disciplinas; ayudar a los estudiantes a plantearse problemas complejos».

La moderadora le interpeló indicándole que más conocimiento científico no era sinónimo de comportamientos y actitudes procientíficas, por lo que esta situación acrecentaría el desafío.

Blanco explicó que no solo se refería a incrementar el conocimiento científico, sino sobre los procesos de la ciencia; por ejemplo, cómo se construye el conocimiento. «La ciudadanía necesita entender cómo funciona la ciencia». Por eso, añadió, comenzaron a analizar qué elementos se incluían en las noticias sobre la naturaleza de las ciencias. Especialmente sobre el conocimiento científico frente a otro que no lo es, como la magia, la religión o la pseudociencia. También consideraron que es relevante trabajar la idea de incertidumbre con el estudiantado de secundaria y universitario, dado que a los ciudadanos les genera mucha desconfianza que no se hable de certezas. Otro aspecto que destacó que era importante trabajar fue la diferencia entre objetividad y fiabilidad científica, así como la necesidad de diferenciar entre lo emocional y lo cognitivo.

Por su parte, Lucía Páramo explicó que ella se hallaba entre la teoría y la práctica, pues trabajaba con pacientes y con sus familiares. «En nuestro trabajo —aclaró— incorporamos a los pacientes en la investigación para que participen desde el inicio. Diseñamos un estudio para detectar la demora de diagnóstico a personas con enfermedades raras. La intención del estudio era medir el tiempo que comportaba todo este proceso. Nos dimos cuenta de que ver necesidades concretas a través de datos cuantitativos era complejo. Entonces comenzamos la indagación cualitativa. A partir de ahí, identificamos un montón de diversidades. Eso demandaba una metodología participativa y por eso aplicamos focus groups, pero llegó la covid-19. Al volver a la presencialidad, quisimos convocarlos nuevamente, pero no se logró, porque los pacientes no estaban dispuestos a juntarse con todas esas personas que no sabían si podían ser portadoras o podrían perjudicarlos en un hipotético encuentro. Por eso formamos grupos a través de plataformas digitales, y ahí identificamos las brechas tecnológicas que existían. Esto implicó muchos aprendizajes colectivos. Identificamos que no sintieron cambios con la pandemia, debido a que ya se sentían excluidos». Según Páramo, con la investigación cualitativa descubrieron que, en algunos casos, los pacientes se sentían más atendidos de lo que estaban acostumbrados.

Según Alfredo de Pablos, las personas con enfermedades crónicas dependen de la atención primaria, que en la pandemia colapsó. Eso aumentó exponencialmente todos sus problemas, incluida la soledad. El caso de los niños fue especialmente complejo. En España se solicitó a los familiares que tenían que salir a la calle con un niño por prescripción que llevaran un brazalete parar identificarse, puesto que otras personas no podían salir con sus hijos. Fue muy duro y de aquellos días se han derivado numerosas consecuencias que se ven hoy. A muchas personas se les diagnosticó cáncer más tarde y ello empeoró el diagnóstico.

La moderadora introdujo en el debate la necesidad de potenciar la investigación cualitativa para valorar mejor qué pasa en un momento determinado en un grupo etario. De Pablos señaló que él había observado la evolución de las conversaciones que escuchaba en una cafetería cercana a su domicilio y estas habían pasado de hablar sobre equipos deportivos y fútbol a tratar sobre vacunas. Lo que más le llamó la atención es que hubiera posturas contrarias a las vacunas basadas en el desconocimiento de cómo funciona la ciencia. «Con las vacunas, además de salud pública, hay estadísticas, pero curiosamente surgen debates casi esotéricos».

Algunas preguntas dirigidas a los participantes de esta mesa fueron:

  1. ¿Cómo se gestiona la incertidumbre científica junto con el aluvión de información? A esta pregunta respondió Blanco, quien adujo que la incertidumbre primero hay que nombrarla y, además, contar cómo funciona en ciencia. El enfoque de la indagación es fundamental. Otra idea que debe entender la audiencia general es qué es un modelo.
  2. ¿Se utilizan también entrevistas en profundidad para la investigación cualitativa? A este respecto, Lucía Páramo indicó que dependía de lo que se quisiera encontrar. Cuando se quería valorar necesidades generales, se hacían grupos focales. Las entrevistas serían para encontrar particularidades.
  3. ¿Estamos preparados para una nueva pandemia? ¿Se ha aprendido algo? De Pablos contestó que se deberían haber realizado itinerarios aislados en los hospitales para atender a las personas que no debían circular por donde se encontraban el resto de los pacientes. Asimismo, se deberían haber implementado nuevos protocolos basados en el conocimiento aprendido de la pandemia, aunque, según su punto de vista, las políticas tienen un horizonte de cuatro años y eso no permite planificar ni prever a largo plazo.
Mesa redonda 2. María Eugenia Fazio, Paula von Polheim y Juan Francisco Gutiérrez Lozano. Moderada por Empar Vengut. (Foto: Raúl Orellana)

Mesa redonda 2. María Eugenia Fazio, Paula von Polheim y Juan Francisco Gutiérrez Lozano. Moderada por Empar Vengut. (Foto: Raúl Orellana).

El papel de la información de las universidades públicas durante el inicio de la emergencia sanitaria de la covid-19

Ponentes: María Eugenia Fazio, investigadora y docente (Universidad Nacional de Quilmes, Argentina); Paula von Polheim, investigadora predoctoral (ScienceFlows, UVEG); Juan Francisco Gutiérrez Lozano, vicerrector adjunto de Comunicación (UMA). Moderadora: Empar Vengut, investigadora de POLIBIENESTAR (Instituto de Investigación en Políticas de Bienestar Social), ScienceFlows (UVEG).

La moderadora abría la sesión indicando que se iba a hablar sobre cómo la universidad se adaptó en la emergencia sanitaria de la covid-19 a través de varios ejemplos.

Comenzó su intervención Paula von Polheim, del equipo ScienceFlows, apuntando que las unidades de cultura científica de las universidades deberían desempeñar un papel relevante en la transferencia de los resultados a la sociedad. Según afirmó, habría que llegar a más públicos antes de que lo hagan los líderes de opinión, que cuentan con un gran número de seguidores y mucha visibilidad; lo que no significa que la información que diseminan sea positiva. A través de un estudio de veintidós universidades iberoamericanas, se puso al descubierto el escaso aprovechamiento del potencial de las redes sociales. En general, apuntó, no se estaban usando teniendo en cuenta la situación actual y todo lo vivido durante la pandemia. Hay numerosas universidades que prácticamente no cuentan con redes sociales y las que cuentan con ellas no las utilizan para promover la cultura científica o transferir a la sociedad los resultados de las investigaciones, sino más bien para ofrecer información institucional. Además, se observó que los contenidos tampoco estaban adaptados a personas con distintas habilidades intelectuales o edades diversas ni atendían a criterios lingüísticos, por lo que se consideró muy deseable adaptar la información. En síntesis, las redes sociales más utilizadas fueron Facebook e Instagram. A este respecto, si se tiene en cuenta el público que podría estar interesado en sus contenidos, como es el alumnado universitario, llama la atención que tan pocas universidades cuenten con TikTok.

Posteriormente, le tocó el turno de intervención a Juan Francisco Gutiérrez, vicerrector adjunto en Comunicación, quien intervino como representante de comunicación de las universidades. Para él, el inicio de la pandemia fue turbulento. Cuando todo el equipo de gobierno estaba confinado, se concentró en la comunicación interna de la institución con mucha intensidad. Según explicó, desde los dos años previos a la pandemia habían apostado por cambiar la comunicación institucional de la UMA, ya que habían identificado que su presencia en los medios aumentaba cuando generaban contenido sobre I+D. Llevaban un par de años produciendo vídeos científicos breves que servían para enlazar con reportajes en la web, que daban visibilidad a la I+D de la universidad. Además, se suscribieron a agencias internacionales de divulgación científica. ¿Qué pasó en la pandemia? Aumentó la comunicación digital y tuvieron que adaptar los vídeos al formato de videollamadas, etcétera.

La función del servicio de comunicación adquirió un papel protagonista en un momento crítico, explicó Gutiérrez. Nuestro momento álgido fue llevar a cabo la comunicación de un respirador (Andalucía Respira) y dos influencers fueron clave en este éxito, agregó. También apuntó que la información científica de las universidades públicas tiene un rol fundamental en la comunicación institucional y que es esencial la profesionalización de la comunicación científica universitaria.

Finalmente, para cerrar la mesa, la moderadora señaló la importancia y el desafío social que supone la comunicación inclusiva.

Mesa redonda 3. Sergio Rodríguez y Rafael Tuesca. Moderada por María Eugenia Fazio. (Foto: Raúl Orellana).

Mesa redonda 3. Sergio Rodríguez y Rafael Tuesca. Moderada por María Eugenia Fazio. (Foto: Raúl Orellana).

¿Ha aumentado la desconfianza de la ciudadanía en las instituciones después de la pandemia?

Ponentes: Rafael Tuesca, profesor de Salud Pública (Universidad Uninorte, Barranquilla, Colombia); Sergio Rodríguez, profesor asociado (Universitat de Barcelona). Moderadora: María Eugenia Fazio, investigadora y docente (Universidad Nacional de Quilmes, Argentina).

Nada más comenzar esta mesa redonda, Sergio Rodríguez excusó a su colega Núria Rodríguez, profesora también de la Universitat de Barcelona, que finalmente no pudo asistir a la presentación del trabajo realizado en equipo. En su intervención, Rodríguez destacó que durante la pandemia se informó masivamente sobre aspectos sobre los que no se tenía ninguna certidumbre. La infodemia circuló como un virus, lo que generó un pánico y una desinformación susceptible de poner en peligro la vida y seguridad de las personas, porque mucha de esa desinformación tenía que ver con la cura del virus. Fue un entorno desconcertante, poco riguroso y de postverdad. La urgencia llevó a todo el mundo a publicar datos apresurados, tanto por parte de la ciencia como por parte de la política.

Por su parte, Rafael Tuesca calificó la información que circulaba al principio de la pandemia como información venenosa. Se circunscribió al caso que conocía relativo a las autoridades en Colombia. Señaló que era importante determinar el concepto de comunicación del riesgo. Había que tener muy claro sobre qué informar para ganar confianza en las instituciones. «Para ello se necesitan mensajes sencillos y cortos que ayuden a generar confianza y tranquilidad. El problema fue que los políticos asumieron un rol que no les correspondía para comunicar cuestiones de ciencia e incertidumbre. Esto generó cansancio, agotamiento y confusión, ya que la realidad era muy cambiante; y además, no había expertos en comunicación del riesgo».

En referencia a lo que había indicado Alfredo de Pablos en la primera mesa, Tuesca dijo que en su país los sistemas de salud estaban fragmentados y que la atención primaria era deficitaria. Además, señaló que el fenómeno de la migración también impactaba en los sistemas de salud de la región iberoamericana. Por ejemplo, recordó que las comunidades indígenas se cerraron, lo que se combinó con la poca confianza que generaron en Colombia los sistemas de seguimiento y estadística. Por todo ello, finalmente no se sabe a ciencia cierta cuántas personas fallecieron por covid-19. Además, se produjo un gran rechazo a las instituciones en la población, porque soportó cuatro grandes oleadas de covid-19 a las que se sumaron episodios de corrupción. Por otra parte, hubo mensajes dirigidos a la población que colisionaban con las condiciones de vida reales de las personas, como, por ejemplo, lo del lavado de las manos y el acceso al agua potable. Esto también generó desconfianza hacia las instituciones. También se cuestionó el papel que desempeñaron tanto la OMS como la OPS. Los países más afectados por esta pandemia fueron Argentina, Paraguay y México. Distintos fueron los casos de Uruguay y Panamá. No obstante, no se reflexionó sobre los patrones de cada país ni sobre las casuísticas particulares, ni tampoco se pusieron en valor las medidas adoptadas. Ahora queda la sindemia, que, además, se mezcla con el final de la pandemia sin que haya habido una rendición de cuentas por parte de los poderes públicos ni un ejercicio de transparencia. Es como si no hubiera quedado nada. Se hicieron grandes aportes desde la I+D con el desarrollo de las vacunas en tiempo récord, pero no se evaluó todo lo que sucedió. Por ejemplo, en Colombia se produjeron protestas ciudadanas multitudinarias muy arriesgadas por la aglomeración de personas y no se pudo valorar cómo se gestaron estos procesos sociales ni las repercusiones de sus actuaciones. Tuesca, médico preventivista, pone una pregunta sobre la mesa: ¿cómo formar al personal de la salud y a los políticos para la comunicación del riesgo? Es importante atender a la prevención.

Por su parte, Rodríguez señaló que la investigación que realizaron durante la postpandemia fue un encuentro feliz entre el mundo de la empresa y el mundo de la universidad. El estudio se desarrolló en cuatro fases para ver cómo cambiaron el consumo y la percepción social durante el período de confinamiento. Se llevaron a cabo encuestas en diez países (cinco europeos y cinco americanos), que fueron lanzadas en febrero de 2022. El interés residía en valorar cómo reaccionaría la población una vez terminada la alarma sanitaria sobre todo lo que había sucedido. Se estudiaron los comportamientos de los internautas de más de 18 años; en total, 3.050 personas (300 por país). Los cuestionarios estaban configurados con preguntas abiertas y semicerradas. Se preguntaba a los individuos sobre su comportamiento, sobre sus hábitos de consumo y sobre cómo se habían informado durante la pandemia.

Uno de los resultados interesantes que arrojó el estudio fue el miedo a que se diera una nueva ola de covid-19, que era mayor en países centro y sudamericanos que en Europa y Estados Unidos. Esto se relaciona con las tasas de vacunación y con las fortalezas de los sistemas nacionales de salud. México, Chile, Brasil y Argentina resultaron ser los países más preocupados por una nueva ola pandémica. Curiosamente, el pesimismo sobre el futuro era mucho mayor en los países con un PIB más elevado: se manifestaba un mayor miedo en respuestas más pesimistas. Además, el individualismo se exacerbaba en los países con mayor PIB. La idea de que la sociedad fuera capaz de cambiar la deriva de los acontecimientos era más aceptada en América Latina. Rodríguez insistió en que los países con un PIB mayor eran más temerosos ante el futuro, aunque afirmó que «no eran lo mismo las respuestas de un internauta en España, en Estados Unidos o en Brasil». Las respuestas sin duda estaban condicionadas por los contextos de los internautas, y esa era una riqueza de datos que habían podido valorar gracias a la diversidad de la muestra. Además, explicó que no solo había que tener en cuenta las situaciones personales, sino también la polarización del discurso político, que realmente estaba afectando a los comportamientos y actitudes de las personas. Después de todo lo sucedido, afirmó el ponente, se podría decir que la universidad no se ha aprovechado de todo lo que hizo en su momento, algo que lograron en mucha más medida las empresas. Las marcas aprovecharon para hacer publicidad específica y posicionarse. Los consumos de alimentos los primeros días de la pandemia se modificaron en relación con los patrones estándar habituales. Al principio se incrementó la venta de latas, pero después se produjo un consumo más hedonista. En España se dio un incremento considerable de la venta de alcohol.

Algunas de las preguntas y reflexiones que se lanzaron a esta mesa por parte del público asistente fueron:

  1. Mucha gente comentó que tuvo una experiencia positiva durante el confinamiento porque les permitió pasar más tiempo en familia. La pregunta concreta fue: ¿sucedió lo mismo en los países latinoamericanos? Rafael Tuesca, respondiendo a esta pregunta, indicó que los grupos de personas con mayores niveles de renta probablemente se vieron favorecidos por la situación, pero, en cambio, en grupos con rentas más bajas y de zonas más deprimidas se dieron situaciones de violencia de género y hubo mayores desafíos para la salud mental.
  2. Hay medios de comunicación españoles que vieron cómo aumentó el número de suscriptores, lo que indica un incremento de la confianza frente a las redes sociales. ¿Del otro lado del Atlántico pasó igual? Varios participantes iberoamericanos indicaron que dependía del país y de los medios. No tenían claras las cifras.
  3. Un tema de interés para este debate de la mesa fue visibilizar la bibliografía existente sobre la experiencia de cada colectivo profesional según sus condiciones de vida durante la pandemia. Por ejemplo, en cuanto a violencia de género y acceso a la educación, los datos son muy duros, porque fueron los más pequeños de los hogares los que se vieron más afectados, llegando a vivir en condiciones límite. Lo mismo ocurrió con las mujeres que estaban viviendo en condiciones de violencia doméstica. También se dio una situación curiosa entre los investigadores y las investigadoras; aquellos aumentaron la producción científica durante la pandemia, mientras que las investigadoras tuvieron que cuidar de sus hijos pequeños o adolescentes, del hogar y ocuparse de la comida, por lo que su producción científica durante esos meses se vio completamente afectada. Por lo tanto, necesitaríamos diseñar investigaciones diacrónicas para entender qué hemos vivido, aunque corramos el riesgo de que al alejarnos en el tiempo se difumine la experiencia.
Mesa redonda 4. Igor Waltz, María Sánchez y Antonio Méndez. Moderada por Bella Palomo. (Foto: Raúl Orellana)

Mesa redonda 4. Igor Waltz, María Sánchez y Antonio Méndez. Moderada por Bella Palomo. (Foto: Raúl Orellana).

El papel de las organizaciones verificadoras de la información durante la covid-19 en Iberoamérica

Ponentes: Igor Waltz, investigador Fiocruz e INCPCyT (Brasil); María Sánchez, profesora asociada de la UMA; Antonio Méndez, director del diario Málaga Hoy. Moderadora: Bella Palomo, catedrática de Periodismo de la UMA.

La moderadora introdujo algunos datos sobre el récord del consumo de información en España durante la primera semana de confinamiento en los hogares. En un escenario de consumo elevado de información, los mensajes falsos tuvieron un 70 % más de posibilidades de ser virales. Solo el 10 % de los españoles conocía las plataformas verificadoras durante la pandemia. Los diarios españoles publicaron 11.000 noticias sobre covid-19 y desinformación.

Waltz explicó que, actualmente, en su grupo de investigación el principal foco de análisis es cómo se percibe y se discute la vacunación entre la ciudadanía para comprender cómo se disemina la desinformación. También cómo se produce la dinámica de viralización de la desinformación. Analizan España, Portugal y Brasil para comparar los resultados y establecer patrones. La verificación se popularizó en 2010 en Brasil, y desde 2018 crecieron los esfuerzos y las iniciativas en esta área. En Brasil las iniciativas surgieron como agencias de noticias. El objetivo de estas plataformas de verificación era vender contenidos supervisados a otros medios. En el caso de Brasil, la justicia tuvo en cuenta algunas iniciativas de verificación durante los períodos electorales. Cuando llegó la pandemia, la desinformación creció y el esfuerzo se orientó hacia los contenidos virales sobre la alarma sanitaria. Por ejemplo, con el negacionismo de la existencia del virus, con los tratamientos, etcétera. En Brasil, la desinformación durante la pandemia fue un problema más político que de otra naturaleza. El combate contra la desinformación se produjo de forma descoordinada y, de hecho, Brasil lideró las situaciones más críticas a este respecto durante la pandemia. En la investigación que realizó el equipo de Brasil, al que pertenece Waltz, seleccionaron un año de noticias falsas sobre covid-19 que estaban siendo desmentidas en los tres países observados. Entre los resultados que arrojó, cabe destacar que la mayoría de contenidos contrastados eran completamente falsos. Algo muy diferente de la información comprobada un año antes: las redes sociales fueron básicamente el procedimiento por el que proliferó la información falsa. Se detectó que la información falsa se expandía por las redes sociales, pero que el contenido chequeado circulaba por otros lugares. En relación con las fuentes falsas, en el caso de Brasil acabaron siendo atribuidas a científicos e instituciones científicas. Predominaron los contenidos sobre vacunación, que no necesariamente eran en contra de la vacunación. A pesar de que la desinformación es un fenómeno global, se relacionaba con características locales, por eso es global.

Por su parte, María Sánchez habló sobre los roles y las funciones que habían desempeñado las plataformas verificadoras. En un trabajo publicado sobre Innovación editorial en redes sociales de los verificadores hispanos de la #CoronavirusFactCheck Alliance: contenidos y visión de sus responsables, se analizó la actividad de verificación, el tipo de empresa, la financiación, la innovación editorial (cómo, formato y narrativa), la alfabetización y el uso de inteligencia artificial (IA). Se llegó a la conclusión de que las plataformas verificadoras son proyectos periodísticos innovadores en la gestión, en la narrativa, en la tecnología digital y en relación con la audiencia, que es más cercana y colaborativa. Se trata de plataformas abiertas que sirven como fuente de información a periodistas tradicionales. De hecho, son mucho más que medios: se trata de proyectos, de plataformas que, además, desempeñan una función social en virtud de su capacidad para alfabetizar y formar a la ciudadanía sobre desinformación. Para que sean capaces de identificar los mensajes susceptibles de ser falsos. Estas plataformas, recuerda Sánchez, acompañaron al común de los ciudadanos durante la pandemia. Destacan también por su empeño en la creación de recursos para la verificación, incluida la alfabetización de la ciudadanía y los grupos de comunicación.

Finalmente, Antonio Méndez, director de Málaga Hoy, indicó que durante la pandemia, en el periódico, les preocupó más la información que la desinformación. El tema central era la incertidumbre sobre qué transmitir a los lectores y qué no. El tratamiento del estigma y del miedo también supuso un desafío. Se podría decir que fue una transformación del entorno informativo en tiempo récord. Por ejemplo, las estadísticas ofrecidas por la administración pública resultaban abrumadoras y provocaron que el periodismo «perdiera el norte». En los inicios de la pandemia, las historias humanas quedaban perdidas en un uso excesivo del lenguaje técnico. Ante la dicotomía de informar mucho o poco, se optó por la prudencia. Por parte de los lectores, se produjo una demanda excesiva de información, pero al mismo tiempo no había novedades y las mismas fuentes decían una cosa y la contraria casi simultáneamente. Sin duda, la covid-19 también sirvió para hacer propaganda política. El periodismo, en términos generales, tiene la misión de contrastar la información de la que dispone y decir la verdad, pero no de estar desmintiendo. Sin embargo, en algunos momentos tuvo que hacerlo, cuando era necesario indicar que estaba llegando información errónea.

Con respecto a los referentes de verificación durante la pandemia, la moderadora preguntó a los miembros de la mesa si ellos tuvieron alguno.

Waltz afirmó que los verificadores saben que no pueden desmentir todo. Por tanto, se necesitan diferentes frentes contra la desinformación. También está el problema de quién verifica a los verificadores. La función de los verificadores no es solo verificar, sino que representan una innovación social muy importante: enseñar a verificar.

Otras preguntas o sugerencias que se plantearon en esta mesa fueron las siguientes:

  1. ¿Cómo interviene la inteligencia artificial en la desinformación? Méndez respondió que dependía de cómo avanzara la sociedad en términos educativos. Las certificaciones también podían jugar un rol importante. La inteligencia artificial ya funcionaba en el periodismo con los algoritmos. Al final, el tema es si la tecnología se usa bien o mal.
  2. Otra de las cuestiones fue sobre ética: ¿dónde está el límite de la automatización de acuerdo al servicio que queramos prestar?
Mesa redonda 5. Paula von Polheim, Aurelio Cabello y Carolina Moreno Castro. (Foto: Raúl Orellana).

Mesa redonda 5. Paula von Polheim, Aurelio Cabello y Carolina Moreno Castro. (Foto: Raúl Orellana).

El papel de la alimentación durante la pandemia. Algunos mitos que se publicaron sobre alimentos en los medios de comunicación

Ponentes: Carolina Moreno-Castro, catedrática de Periodismo (ScienceFlows, UVEG); Aurelio Cabello, investigador del grupo ENCIC (UMA); y Paula von-Polheim, investigadora predoctoral (ScienceFlows, UVEG). Moderadora: Carolina Moreno-Castro.

Al comienzo de su intervención, Aurelio Cabello indicó que él participaba en diferentes líneas de investigación sobre cuestiones vivas del grupo ENCIC de la Universidad de Málaga, donde han realizado varias investigaciones sobre consumo de alimentos antes, durante y después de la pandemia en América Latina (AL). Según expuso: «AL es la región que más alimentos exporta. Crea patrones climáticos mundiales y es la única que aún posee tierras por explotar, lo cual tiene un coste ambiental: usa el 75 % de su agua en la producción de alimentos y genera gases de efecto invernadero por la mitad de lo que produce. El hambre y el sobrepeso aumentan en la región más que en otros lugares del mundo. El 28 % de las muertes por covid-19 se dieron en AL a causa de enfermedades no transmisibles, como, por ejemplo, la obesidad o enfermedades respiratorias. Durante la covid-19 cayeron los ingresos de toda la población, se produjo menos y se transportó menos, por lo cual se consumieron más alimentos procesados. Aumentaron la inseguridad alimentaria y la desnutrición».

El panorama que se puede extraer de toda la situación pandémica es el incremento del hambre y de la inseguridad alimentaria. Es necesario modificar los sistemas alimentarios, algo que se viene observando desde 2008-2010, para mantener activa la cadena de suministro. Es necesario apoyar a los pequeños productores, llegar a los mercados locales y crear infraestructura para agricultura familiar.

Aurelio Cabello enumeró a continuación algunas metas que la ONU plantea para AL, como son fabricar productos básicos para la industria, exportarlos, consumir productos procesados o producir servicios ecosistémicos (oxígeno, agua).

Para abordar estos retos, Cabello repasó algunas alternativas de naturaleza variada: modelo descentralizado de sistemas alimentarios diversos, locales y reducidos, con menor necesidad de transporte. Existen asociaciones latinoamericanas que promueven estos modelos alternativos. En Brasil, por ejemplo, hay iniciativas para generar una nueva clasificación de alimentos denominada NOVA, que evitaría o penalizaría los alimentos ultraprocesados. Esta iniciativa también se ha adoptado en diversos países. Otras medidas serían el impuesto a las bebidas azucaradas, el etiquetado frontal o el apoyo a sistemas tradicionales de alimentación.

La pregunta con la que cerró su intervención fue si AL se enfrenta al mismo dilema que todos los países: ¿su sistema alimentario será globalizado o será más local y con menor impacto ambiental?

A continuación intervino Paula von Polheim, quien ha investigado el papel que desempeñaron los superalimentos en los medios de comunicación durante la covid-19. Hay voces que distorsionan los mensajes sobre alimentación otorgando valor a un producto determinado o marcando tendencias en dietas que no se basan en la evidencia científica. Según afirmó, desde la covid-19 existe una alerta latente, dada la obsesión in crescendo por la alimentación sana. La búsqueda de «superalimentos» en Internet arroja más de diez millones de resultados y se detectan ciertas incoherencias entre aspiraciones y conductas respecto a alimentación saludable. Su trabajo, centrado en investigar cómo se comunicó acerca de los superalimentos durante la pandemia, comprobó que la mayoría de contenidos se habían generado en España, en mucha mayor medida que en otros países de Iberoamérica. El 50 % no citaban fuentes, manifestaban escasa calidad informativa, en su mayoría eran de corte publicitario, cuando citaban fuentes de información estas eran poco claras y tampoco exhibían ningún método de verificación de información en este tema.

Por último, Carolina Moreno refirió que en un trabajo que había publicado recientemente se había comprobado que la prensa de referencia se había convertido en un verificador de información dudoso en las redes sociales. Asimismo, confirmó que, según un estudio bibliométrico que había realizado durante el confinamiento, hubo países donde los hábitos de alimentación por lo general mejoraron y otros en los que empeoraron. Además, citó una investigación previa realizada en 2019, justo unos meses antes del estallido de la covid-19, mediante una consulta ciudadana en Valencia, en la que se encontró que había tres grupos de personas que se relacionaban con la alimentación de forma diferente a como, según se comprobó, lo habían hecho después, durante el confinamiento. El primer grupo estaba compuesto por aquellas personas para quienes la alimentación no tiene ningún valor, más allá de obtener energía y estar nutrido; un segundo grupo estaba formado por personas que le daban mucha importancia a la alimentación en relación con cuestiones básicamente de salud (en general, personas que seguían dietas vinculadas a procesos de enfermedad, como diabetes, hipercolesterolemia, etcétera); y un tercer grupo lo componían aquellos que tenían una mirada holística sobre la alimentación que tenía en cuenta la dimensión planetaria, la sostenibilidad y la pérdida de recursos y que, en su mayor parte, eran personas veganas o animalistas. Después de la pandemia, es probable que algunas personas que no le daban tanta importancia a la alimentación hayan reconsiderado su actitud después de los meses de confinamiento.

Durante esta última mesa de debate, hubo muchas intervenciones por parte de los asistentes. Se habló sobre el etiquetado de Nutriscore (es un sistema de clasificación de cinco letras y colores, en el que la A de color verde oscuro es la opción más saludable y la E roja, la menos, pasando por la B, C y D), elegido por España para clasificar frontalmente los productos. También se habló sobre los ultraprocesados y sobre el etiquetado que se utiliza para describir las características de los alimentos. Por ejemplo, el producto más ultraprocesado que existe son las leches maternizadas y, sin embargo, son altamente recomendables, sobre todos en países con problemas de nutrición infantil. Por otra parte están algunos productos veganos, también muy procesados, por lo que en realidad el discurso no es dogmático. En una situación como en un país del tercer mundo, una leche maternizada podría evitar enfermedad, desnutrición y mortalidad infantil. En el primer mundo, el exceso de consumo de productos ultraprocesados podría generar problemas de salud, aunque sean veganos. Es un desafío para la comunicación sobre alimentos no ser dogmáticos y tratar de valorar también la dimensión social y el contexto. Se habló además sobre consumo local y sobre la introducción de nuevos alimentos que muchas veces ocasionan problemas. Por ejemplo, en la provincia de Málaga (España) se produce aguacate, un cultivo que requiere una enorme cantidad de agua, lo que genera graves problemas dada su escasez en esa provincia. El aguacate tiene el mismo perfil lipídico que el aceite de oliva y, sin embargo, socialmente se ha integrado el aguacate como el oro verde. Todas estas cuestiones hacen de la alimentación un punto clave en la educación. Sin embargo, el aguacate se está introduciendo con un coste y un impacto que son insostenibles en estos momentos. Para finalizar, en relación con la clasificación NOVA sobre alimentación, se señaló que indica mejores valores para alimentos frescos que para una mezcla de nutrientes. NOVA es un sistema de clasificación de los alimentos basado en su grado de procesamiento; es decir, informa sobre cuán procesado está un producto: desde los menos procesados —como pueden ser unas judías verdes congeladas— a los ultraprocesados, como, por ejemplo, un bollo envasado relleno de chocolate. NOVA se ha convertido en la herramienta más utilizada y estandarizada en muchos países. Surgió en 2010 en Brasil a partir del estudio de una tesis doctoral en la que se correlacionaba el grado de procesamiento de los alimentos consumidos por la población con la nutrición, la salud y las enfermedades.

Recomendaciones y sugerencias a partir de las mesas del workshop

TSN nº14, 2022. ISSN: 2530-8521