Es un hecho irrefutable que María Zambrano se encuentra vinculada al medio de la prensa escrita. A través de la publicación de artículos en los diarios de las ciudades en las que residió, así como de ensayos y artículos filosóficos en revistas especializadas, queda más que probada su contribución e influencia en la sociedad en la que le tocó vivir. Es una de las primeras intelectuales españolas en usar este medio para influir sobre su mundo. La pensadora estaba convencida de que la filosofía, solo cuando se vincula con los problemas reales, baja de la tribuna académica y habla al pueblo llano sobre las cuestiones que a este le interesan, remontaría y sería de interés para los intelectuales. Por eso habla constantemente de una filosofía vinculada con la vida, con la sociedad y con el hombre.
Ante este planteamiento, entendemos por qué gran parte de la producción literaria de Zambrano la va a llevar a cabo en la prensa. Su estilo, su modo de creación, requiere de un soporte capaz de adaptarse a un planteamiento, a una idea o conjunto de ellas, que puedan ser recogidas en sus páginas. Sus artículos no trabajan directamente sobre hechos, no tienen una finalidad rigurosamente informativa. Trabajan sobre ideas que nos ayudan a interpretar acontecimientos más o menos actuales y deducen consecuencias ideológicas o filosóficas.
Su pensamiento nunca se podrá comprender en plenitud sin recurrir a las revistas y diarios donde expuso en gran medida la originalidad de sus planteamientos, que posteriormente investigaría y desarrollaría en profundidad y extensión en sus tratados filosóficos. El método de investigación de Zambrano parte de los ensayos periodísticos que posteriormente darían pie a las obras fundamentales de su pensamiento filosófico. Al igual que lo hicieran otros muchos intelectuales como José Ortega y Gasset, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, etcétera, las ideas más originales de Zambrano se expresaron en primer lugar en sus artículos periodísticos, que posteriormente retomaría para sus obras filosóficas fundamentales.
María Zambrano es heredera de una tendencia que se había impuesto a principios del siglo XX en España. Algunos intelectuales, afectados por la crisis que experimentaba el país en aquellos años, creyeron que la regeneración nacional debía efectuarse mediante la educación (idea dominante en la Institución Libre de Enseñanza) y, a tal efecto, se lanzaron a una intensa labor periodística. El acercamiento de estos poetas/literatos/escritores a este medio de masas provocaría una doble respuesta con resultados distintos en ambos sentidos: el periódico, por un lado, adquirió una doble función al convertirse en herramienta creadora de conciencia social (esclareciendo y dando luz sobre aspectos y temas de interés político, social o filosófico) y en instrumento pedagógico eficaz para trasladar la cultura al pueblo y educar a las masas; y por otro lado, aquellos intelectuales vieron reforzada su imagen en favor de un grupo al convertirse en movimiento social, fenómeno que en aquellos años se conoció en España como «generación del 98». Aquella simbiosis entre periodismo y literatura se fraguó con aquellos colaboradores de alta calidad literaria, desde Mariano José de Larra al periodismo de Leopoldo Alas Clarín, Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset o Pío Baroja. Los periódicos se beneficiaron de aquel alto contenido intelectual político y filosófico.
A aquella generación habría de sucederle otra en la que se situará la propia Zambrano. Nos referimos a la generación del 27, que contribuirá en este momento histórico con el periodismo español. Era tanta la influencia que ejercía sobre ella aquel grupo llamado generación del 98 que muchos de los postulados defendidos en aquel momento por estos intelectuales se convertirán en la base fundamental del discurso político de la nueva generación de la que formará parte la escritora. Como dirá ella misma: «En aquel grupo procurábamos una relación desusada entre los jóvenes y los maduros, como así les llamábamos. No era una rebelión, sino un querer hacer real la palabra de algunos intelectuales en los que teníamos fe, un deseo de que su palabra se encarnara. Éramos, si es que puede decirse, del misterio de la encarnación» 1. Podemos afirmar, por tanto, que este tipo de «periodismo literario» en España se nutrirá de la pluma de estas dos grandes generaciones: la de los poetas Antonio Machado y Rafael Alberti o la de filósofos como Ortega y Zambrano.
Pero aquel escenario se vería truncado ante un acontecimiento sin precedentes en España: la guerra civil, que desterraría a aquellas plumas que habían enriquecido los diarios españoles y supondrá una interrupción brusca —de dieciocho diarios que se publicaban en Madrid, solo tres siguieron tras la guerra—, con incautaciones y confusión de cabeceras, que la paz de 1939 no conseguiría recuperar. En el exilio, aquellos escritores pasarían a engrosar las filas de aquellos diarios hispanoamericanos que, simpatizantes con el gobierno español caído, habrían de ofrecerles futuras colaboraciones. Zambrano correspondería con importantes artículos que no harían sino engrandecer y distinguir aún más la imagen de aquellos diarios. «Aunque no ejercieron de modo profesional el periodismo —destaca el escritor Jorge Domingo Cuadriello refiriéndose a aquellos escritores que tuvieron que viajar al exilio por motivo de la guerra—, algunos intelectuales que integraban también esta emigración elevaron con sus colaboraciones el nivel de la prensa» (Cuadriello, 2009, p. 183). En España, mientras tanto, algunos escritores, censurados por el régimen, soportarían el peso intelectual de los periódicos con artículos más o menos cultos y contenidos, poco comprometidos. El nuevo Estado surgido tras la guerra asignaría a la prensa un papel propagandístico incompatible con la libertad y, por tanto, ajeno al fin de la propia prensa 2.
Desde que María Zambrano comenzara su andadura filosófico-literaria en 1928, en el seno de una generación de estudiantes decididos a una regeneración de España, su posición sociopolítica y su crítica cultural se vislumbrarán en cada uno de sus escritos, en defensa de la democracia, de la igualdad y la libertad. Sus primeros artículos de juventud girarán en torno a la mujer, a la preocupación por el obrero y el campesino y, sobre todo, a su concepción inequívocamente democrática de la libertad. A través de las páginas del periódico madrileño El Liberal, dentro de la columna «Mujeres» en la sección «Aire libre. De la nueva generación», María Zambrano va a expresar algunas de las ideas que más tarde repetirá en sus artículos chilenos. Entre otras, la necesidad de que la mujer participe de forma activa en la vida social y política. La escritora hablará incluso de «obligación» cuando se refiera a los compromisos que, en su opinión, deberán adquirir ciertos sectores, como en el caso de las mujeres más jóvenes, que, por serlo, representarán un doble valor: el de la propia juventud, no mancillada ni adulterada por cuanto hay de «podrido» en la política tradicional, y el de mujer, cuyo valor intrínseco queda ligado al de estar «inéditas» en este campo. Su convencimiento ante el advenimiento de un orden nuevo, de una nueva estructura social, plantea como imprescindible «la integración espiritual de la juventud toda, masculina y femenina, burguesa y obrera» 3.
Muy pronto, con el acercamiento de María Zambrano a la política y a la creación de la Segunda República en España en los primeros años del siglo XX, vino el principio del alejamiento de su maestro, al que tanto admiraba. Había una necesidad de aproximar el intelecto al sentir del pueblo, de preocuparse por la falta de alimentos, por la espiritualidad, por la política, etcétera. Había esperado que los intelectuales pudieran cambiar las cosas para el proletariado. Por ello, los temas fundamentales de su discurso intelectual van a ser la sociedad, la política, el hombre, los problemas sociales, candentes en su momento histórico, y la renovación de una filosofía que estaba en crisis. El compromiso asumido por Zambrano en este período bien podría quedar definido como un intento por «instaurar la República y por su consolidación después de instaurada» (Bundgard, 2009, p. 126). Aquellos años ligados a organizaciones estudiantiles e intelectuales como Ortega promovieron un tipo de articulismo político y social que, combinado con otro tipo de publicaciones, defendió un nuevo modelo de organización nacional y de participación ciudadana, informador de la creciente amenaza de gobiernos fascistas.
El estallido de la guerra civil supondrá un giro radical en la temática producida para este medio. Zambrano va a profesar en sus artículos su repulsa ante los claros signos de fascismo que asolan España y que la empujarán a velar por los valores de libertad y dignidad tan expuestos en aquellas horas. A este período pertenecen los escritos publicados en Chile y a su análisis nos dedicaremos a continuación.
Contrae matrimonio con su amigo el historiador Alfonso Rodríguez Aldave el 14 de septiembre de 1936 y pronto abandonará España para viajar al continente americano 4 ante el reciente nombramiento de su marido como secretario de la Embajada de la República española en Santiago de Chile 5. En el viaje pasará unos días en La Habana. Allí, en un bar llamado La Bodeguita, le presentarán a José Lezama Lima, con el que la va a unir ya para siempre una estrecha amistad. Aquel encuentro lo describirá la autora así: «Un día de octubre del año 36, el mismo que pisé tierra de América en La Habana, pocas horas después de hacerlo y sin anuncio alguno, conocí a José Lezama Lima… Y a través de tantos años sigue no digo vivo, sino viviendo dentro de mí» 6. La llegada del matrimonio a Santiago de Chile no va a pasar inadvertida para la prensa local y en el periódico La Estrella de Valparaíso se va a recoger una crónica sobre aquella visita:
Llegó esta mañana a nuestro puerto el joven diplomático español Alfonso Rodríguez Aldave, que ha sido nombrado por el gobierno de Madrid primer secretario de la Embajada de España ante el gobierno de La Moneda […]. Viene acompañado por su esposa señora María Zambrano de Rodríguez Aldave, prominente escritora española que también es graduada como catedrática en Filosofía 7.
En aquellos meses, María Zambrano seguirá atenta a los dramáticos acontecimientos de la guerra civil española, los sufrimientos del pueblo español y el asesinato de su amigo el poeta Federico García Lorca, del que editará una antología de poemas. Publicará varios artículos en los diarios de izquierda chilenos acerca de la nueva dimensión que, según ella, debía adquirir la mujer ante los acontecimientos bélicos, sobre el compromiso social y político que debían asumir los intelectuales españoles en el escenario de la contienda y su profundo rechazo a los totalitarismos 8. Concretamente, las publicaciones en aquellos días fueron: en el diario Frente Popular, «Conversación con María Zambrano» (14 de enero de 1937), «Los poetas chilenos de “madre España”» (14 de enero de 1937), «La hora de España» (31 de marzo de 1937), «La vida de García Lorca» (12 de abril de 1937), «La intelectualidad española y la República» (14 de abril de 1937), «Romancero de la guerra española» (3 de mayo de 1937) y «La mujer en la lucha actual» (10 de septiembre de 1937); en el boletín La Mujer Nueva, «La mujer en la lucha española» (diciembre de 1936) y «Madrid» (mayo de 1937); en Ercilla, «El II Congreso de los Intelectuales» (agosto de 1937); y en Onda Corta, «La vocación de ser hombre» (núm. 1, 15 de diciembre de 1936, p. 4), «Unamuno y su contrario» (núm. 4, 6 de enero de 1937, p. 3) y «¡Madrid, Madrid!» (núm. 6, primera quincena de marzo de 1937, p. 4). Igualmente, debemos añadir el artículo en la revista publicada por la Universidad de Concepción Atenea. Revista Mensual de Ciencias, Letras y Artes: «La reforma del entendimiento» (febrero de 1937). Del mismo modo, publicará dos antologías poéticas con la editorial Panorama, fundada junto a su marido, Alfonso Rodríguez Aldave. Nos referimos a los libros Madre España: homenaje de los poetas chilenos y Romancero de la guerra española. También en ese mismo año verá la luz su obra Los intelectuales en el drama de España, de la que nos ocuparemos más adelante. Será un período de gran producción, reflejo de un pensamiento comprometido con el tiempo que le tocó vivir.
Su primera colaboración en Chile vendrá de la mano de un periódico editado por el Movimiento Pro-Emancipación de Mujeres de Chile (MEMCH), que entre los años 1935 y 1941 publicará La Mujer Nueva. Una importante publicación dirigida a la población femenina, cuyo objetivo era debatir sobre la situación social y política en la que se encontraba la mujer chilena en aquellos años. El planteamiento de esta cabecera entroncaba perfectamente con los intereses de la propia Zambrano, que no eran otros que obtener para la mujer los derechos civiles y políticos que no le habían sido reconocidos hasta entonces. Fiel al discurso político iniciado ya en España, algunos de aquellos textos manifestarán su rechazo a los totalitarismos y otros hablarán de la necesidad del acercamiento de los intelectuales al pueblo, así como de la importancia heroica que la mujer va a tener en el devenir de los acontecimientos bélicos, convirtiéndose en el baluarte para el encuentro entre un grupo y otro.
Los sufrimientos del pueblo español ante los acontecimientos dramáticos de la guerra los va a ejemplificar Zambrano en su artículo «La mujer en la lucha española», publicado en el diario La Mujer Nueva en diciembre de 1936 9. A la vez que va a elogiar la labor de las innumerables mujeres que de forma desinteresada acudirán a la contienda para ayudar en los cuidados médicos y en la evacuación de ancianos y niños, recuperará para la memoria colectiva dos nombres que según ella representarían el ejemplo vivo de toda su argumentación. Con un estilo propio similar al que pudiera desarrollar un corresponsal de guerra, un primer ejemplo lo dedicará Zambrano a hablar del trabajo realizado en el campo de batalla por Elena Felipe, nombre desconocido para el lector, pero imagen de muchas otras mujeres que como ella dedicarán su vida al cuidado de los heridos. Con el ejemplo de Rosa Chacel, Zambrano se acordará del conjunto de mujeres que con su labor de pensamiento mantendrán la esperanza de los milicianos en la defensa de los ideales de libertad y democracia desde la oficina de propaganda de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Considera la autora que aquellos escritos debían ser concebidos atendiendo a su utilidad para la sociedad. «La inteligencia —dirá más adelante— tenía que ser también combatiente». En su libro Los intelectuales en el drama de España lo expresará con claridad:
En los días del 17 al 20 de julio, muchos muchachos de profesión intelectual […] marcharon a combatir al frente […]; acudieron a los locales de los partidos republicanos o la Casa del Pueblo para que se les facilitasen armas […]. Pero pasados los primeros momentos, cuando se comprendió que la lucha sería larga y que no resultaba del todo adecuado el espontáneo y heroico ejército formado sobre la marcha, sino que sería preciso organizarse para una guerra larga, constituirse en pueblo que vive en pie de guerra, […] se pensó entonces […] en el máximo rendimiento que cada uno podía dar en esta tremenda lucha. […] El intelectual recordó su oficio, pensando que la guerra no debía despojarle de esta su condición, que debía, por el contrario, afinar y pulir como un arma más en servicio de la causa común. (Zambrano, 1998, p. 109).
Esta preocupación de Zambrano por España —dice la escritora Pamela Soto en su artículo «María Zambrano en Chile»— es común a todos los escritos de esta etapa y «se hace patente en una breve reseña biográfica que se le realiza durante una entrevista ofrecida por la pensadora el 22 de enero de 1937». El texto dice:
Ella partió desde Madrid en octubre trayendo apretada en su corazón toda la visión de la guerra civil. El recuerdo siempre vivo de su tierra natal la obsede. Y no puede estar alegre mientras su amada gente se desangra 10.
Encontramos elementos interesantes en esta conversación mantenida entre el periodista del diario Frente Popular y la escritora malagueña a comienzos del año 1937. Al igual que en el artículo antes citado, María Zambrano vuelve a traer a su discurso los casos concretos de aquellos intelectuales que, motivados por la revolución, «asumen relieves de conversión solo comparable a la leyenda de los santos» 11, mostrándose como ejemplos para el ciudadano que, atrincherado en el campo de batalla, comparte su mismo destino. «Los más valiosos escritores luchan en el frente con el fusil u organizan ese otro frente, no menos eficaz, de la cultura y el aliento a las milicias» 12, dirá Zambrano. La escritora encuentra la inspiración en casos como el del compositor Gustavo Durán, que pasó de la «alta sociedad en su más álgida expresión de refinamiento y decadencia» 13 a ser comandante de la Brigada Motorizada del Batallón de Hierro en la defensa de Madrid 14.
En el artículo «La hora de España», publicado el 31 de marzo de 1937 en el diario Frente Popular y recogido meses más tarde en su recopilación de artículos Los intelectuales en el drama de España, publicado por la editorial santiagueña Panorama aquel mismo año, María Zambrano va a dibujar un paisaje similar al citado por el escritor Andrés Trapiello en su libro Las armas y las letras muchos años después acerca de la actitud adoptada por los intelectuales durante la contienda. Si hace unas líneas Zambrano compartía su admiración por hombres de la cultura que no habían abandonado al pueblo, la escritora no iba a ser tan condescendiente con aquellos que habían preferido renunciar al compromiso y la denuncia. En sus palabras: «Los que no supieron encontrar en sí mismos estas reservas de humanidad y se metieron en la cueva de la impotencia disfrazada de arte o razón han quedado por debajo de los tiempos, incapaces de toda acción creadora. De entre ellos, los incapaces para correr el riesgo de ser hombres, han salido los “neutrales” y los renegados que aprovecharon haber pasado las fronteras españolas para lanzar su resentimiento. Resentimiento que, aunque ellos pretendan justificar en las injusticias sufridas, tiene su origen en sí mismos» 15. Un año antes, en un artículo que publicara Zambrano en la revista madrileña El Mono Azul, la filósofa malagueña iba a exponer esta misma idea de forma muy contundente en un artículo titulado «La libertad del intelectual». En él la escritora expondrá, de manera rotunda, el modo en que el intelectual se encontraba frente al conflicto, aburguesado y apartado «de los problemas vivos y verdaderos del pueblo» y encerrado en un «círculo restringido y limitado de preocupaciones, cada vez más indirectas y alejadas de la realidad» 16. El alejamiento del intelectual habría provocado la degeneración del concepto de libertad en un fatal individualismo. Para María Zambrano, «la verdadera libertad humana» hablaba no de individuo, sino de la persona, la que contaba con «los demás hombres que viven al mismo tiempo y son tan individuos a su vez como nosotros» 17. Fijémonos en lo avanzado de sus textos, lo arriesgado de sus comentarios, punto fundamental del paradigma de Zambrano: el mundo de la moral y la política, para ella, están estrechamente vinculados. Individuo y sociedad son conceptos complementarios, ya que el uno no puede existir sin el otro, y además el uno hace referencia esencial al otro. «Vivir es convivir», escribirá más adelante, y «convivir quiere decir sentir y saber que nuestra vida, aun en la trayectoria personal, está abierta a todos los demás […]. Es la condición esencial del ser humano» (Zambrano, 1996, p. 25).
Esta misma postura de aquellos intelectuales frente a la contienda será recogida por el escritor antes citado, Andrés Trapiello.
Se pueden establecer, en Madrid, tres grandes grupos de escritores, según la postura que adoptaron desde el primer momento del alzamiento de la facción. Uno, formado por aquellos que estaban abiertamente a favor de la República, representó en la guerra lo que vino a llamarse la España leal. Otro grupo, muy numeroso, lo formaron aquellos que de una manera habilidosa lograron soslayar compromisos políticos directos, y evitaron significarse. Dentro de este grupo están los que terminaron saliendo de España […] y los que esperaron al final de la guerra, y decidieron quedarse, porque su discreción no les hacía temer depuraciones ni represalias. Y en tercer lugar los que tuvieron que refugiarse en embajadas o evadirse del Madrid republicano, ya que su pública adscripción al bando de los sublevados les habría llevado a la cárcel. (Trapiello, 2010, pp. 80-81).
No nos cabe ninguna duda de que la postura adoptada por Zambrano ante la contienda distaba mucho de la de aquellos intelectuales que, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, decidieron mantenerse al margen y dedicar sus letras a otros menesteres.
El tiempo que permaneció en Chile, María Zambrano no dejó de reflexionar sobre el papel que el intelectual desarrollaba en la guerra española. En algunos casos, las hazañas de aquellos hombres y mujeres que a favor de la República habían padecido vicisitudes o infortunios volvían a la memoria de la escritora tornándose en elogiosos escritos. Algunos casos ya los hemos citado, como el de Rosa Chacel o Gustavo Durán. En el caso del artículo «La intelectualidad española y la República», publicado en Frente Popular el 14 de abril de 1937 en conmemoración del sexto aniversario de la República, María se va a acordar de otro mártir de la guerra, el rector de la Universidad de Granada, Salvador Vila, que, sorprendido por la sublevación militar durante unas vacaciones en Salamanca, fue detenido, posteriormente fusilado y arrojado a una fosa común en el Barranco de Víznar el 22 de octubre de 1936. El que fuera director de la Escuela de Estudios Árabes de Granada, «una de las más fundadas esperanzas de la cultura española», desaparecería como «tantos otros, por el delito de ser intelectual».
Una mención especial merecen los escritos dirigidos a su querido amigo Federico García Lorca. La profunda admiración que sentía por el poeta y las circunstancias trágicas de su muerte la llevarían a emprender una labor divulgativa de gran proyección en el continente americano. En aquellos meses seleccionó y prologó tanto un Romancero de la guerra española como una Antología. Federico García Lorca, e inspiró y epilogó la antología Madre España. Homenaje de los poetas chilenos. La Antología fue el primer libro sobre Lorca publicado en Chile. La editorial Panorama iniciaría con aquel volumen una colección de antologías de poetas castellanos. Aquella edición homenaje fue prologada y seleccionada por la propia María Zambrano y financiada con «el sueldo de diplomático» de su marido, tal y como indicaría posteriormente la pensadora en su introducción al facsímil editado por la propia Fundación María Zambrano en el año 1990.
En aquel prólogo para la antología de 1937, la escritora malagueña volvería a uno de los temas más recurrentes en sus escritos: la postura adoptada por el intelectual frente al conflicto. Lorca personificaría el ejemplo del poeta al lado del pueblo. En sus palabras:
Es difícil no caer en el folklore cuando el escritor observa al pueblo desde fuera. Pero en García Lorca esto era imposible porque él no fue hacia el pueblo, sino que le pertenecía y lo tuvo siempre presente, cosa que le diferencia de todos aquellos que pretenden copiar al pueblo y ofrecen, por tanto, un pueblo falsificado, porque es una visión del pueblo según sus miopes opiniones y no el pueblo mismo manifestándose poéticamente a través de las dotes expresivas de un poeta extraordinario, como en Lorca 18.
Queda mejor definido aún este planteamiento en otro párrafo que añadimos a continuación:
[…] En cambio en el siglo XVIII se plantea ya una separación entre el escritor y la sociedad, y encontramos a la misma sociedad escindida: por una parte, el pueblo con sus romances, sus boleros, sus coplas, sus tonadillas y de otro lado la «buena sociedad» […] que considera de mal gusto todo lo que queda de tradicional de nuestro arte, que vive con la conciencia de una inferioridad ante todo lo extranjero […]. La consecuencia para el intelectual es que queda aislado y en soledad. […] Esta escisión entre el intelectual: escritor, poeta, pintor… fue ahondándose al correr del siglo XIX, de tal manera que en nuestros días había llegado al máximum 19.
Aquella separación, dice Zambrano, fue superada por algunos poetas y escritores que a través de sus escritos, comprendidos y entendidos por todos, se convirtieron en la máxima expresión del pueblo, portadores de una gran función social, más que la de los propios partidos. «La función social del escritor, cosa más honda que una determinada política, estaba cambiando en España», dirá la malagueña más adelante. Y esto lo confirma un fragmento de uno de los artículos publicados por el poeta Antonio Machado en el diario La Vanguardia en 1937.
Para nosotros, defender y difundir la cultura es una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de conciencia vigilante. ¿Cómo? Despertando al dormido. Y mientras mayor sea el número de despiertos. […] Para nosotros, la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse, ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícitas las dos más hondas paradojas de la ética: solo se pierde lo que se guarda, solo se gana lo que se da. Enseñad al que no sabe; despertad al dormido; llamad a la puerta de todos los corazones, de todas las conciencias 20.
Los numerosos trabajos publicados desde el estallido de la guerra civil y su posterior análisis sobre la contienda la llevarían a publicar su segundo libro: Los intelectuales en el drama de España. En sus páginas, además de contener los artículos publicados hasta el momento sobre el transcurso de la guerra, se recoge lo que el escritor Sánchez Cuervo ha sugerido como «un diagnóstico explícito del fascismo» (Sánchez, 2009, p. 6). Este libro va a planear sobre dos ejes fundamentales que ya habían sido explorados por ella a lo largo de todo el discurso desgranado en los artículos publicados hasta ese momento.
Por un lado, responderá a la pregunta de por qué la ideología del fascismo triunfa en España a pesar de no encontrar su origen en el rencor provocado por la Primera Guerra Mundial. La escritora malagueña acierta al intuir que es precisamente la división que habita en el país la que lo favorece. La España tradicional de principios del siglo XX había chocado con un fuerte movimiento renovador promovido por un grupo de intelectuales que hoy conocemos como generación del 98. Estos, junto a la Institución Libre de Enseñanza y el partido que fundara Pablo Iglesias, se introdujeron en la clase obrera, provocando una nueva atmósfera que favorecería, según sus palabras, «un afán social que se traducía en lo intelectual en un deseo de “servir”».
A pasos agigantados se ha podido observar en Europa el crecimiento del rencor: una profunda insatisfacción corroía el alma europea, que en las clases proletarias se aliaba a la conciencia de su explotación económica. […] Y entonces es cuando comienza la aparición del fascismo. El fascismo pretende ser un comienzo, pero en realidad no es sino la desesperación impotente de hallar salida a una situación insostenible.
Y seguirá un poco más adelante:
El fascismo brota de una impotencia, de una energía detenida, de un estrangulamiento europeo. […] ¿Por qué medios, por qué caminos intelectuales se abrió paso el fascismo en España? Era evidente la separación real, la escisión que en España había desde largo entre la España viva y la España oficial. Los intelectuales pertenecían a esta España viva, al margen, cuando no en franca rebeldía, respecto a la España oficial y somnolienta. Es la significación de la llamada generación del 98, Unamuno, Baroja, Valle-Inclán y después Ortega, por citar los nombres de mayor significación. (Zambrano, 1998, pp. 97-98).
Un segundo eje profundizará en la relación entre el intelectual y España. La máxima de Zambrano en este sentido será contundente: «Por lo que sea, no hemos sido jamás un pueblo intelectual» (Zambrano, 1998, pp. 103-104). Los intelectuales españoles estarían al margen del pueblo, «viviendo en lo abstracto» (1998, p. 105), al margen del mundo. En este sentido, con un lenguaje muy combativo y recriminatorio, destacamos la «Carta al doctor Marañón», incluida en esta primera edición del libro Los intelectuales en el drama de España y publicada durante aquellos meses, según Zambrano, en un diario argentino 21. En ella, María Zambrano expresará con absoluta claridad su profunda decepción ante la actitud «neutral» adoptada por un grupo de intelectuales en torno a la grave crisis de conciencia humana que atravesaba España. En su misiva, van a converger muchos de los temas que preocupan a la escritora y que se habrían de plasmar en sus artículos y ensayos durante este intervalo de tiempo. Hablamos de la fracción de las dos Españas; de la posición del intelectual frente a la tragedia y al pueblo; del carácter estoico del español; de la reflexión sobre España; de la amenaza imperialista de los países con regímenes fascistas, como Italia o Alemania; etcétera.
Si para Zambrano el silencio de los intelectuales frente a la ocupación militar resultaba frustrante, la propaganda antirrepublicana del doctor Marañón, así como su postura indiferente ante la barbarie acaecida en ciudades como Madrid, habría de parecerle injusta e inhumana.
Y es que María Zambrano va a tener también muy presente en aquellos días la ciudad de Madrid 22. La capital española se encuentra inexorablemente unida a Zambrano por dos grandes momentos: aquellos que corresponden a la etapa de Zambrano más idealizada. Son los años de juventud, como estudiante, colaboradora de revistas y diarios nacionales, alumna de Ortega y de Zubiri, propagandista y participante en los mítines, etcétera; una época que culminaría con la proclamación de la Segunda República. Y otra imagen de la capital en la que la autora la sitúa ante el estallido de la contienda civil, las bombas, los falangistas, etcétera. Sobre la ciudad de Madrid escribirá Zambrano varios textos 23 durante su estancia en Chile y en todos ellos proyectará algunas de las imágenes de las que hablamos. Nos referimos a los artículos «Madrid, Madrid», este primero publicado en el periódico Onda Corta 24 en marzo de 1937, y el que publicaría en la revista La Mujer Nueva ese mismo año, titulado «Madrid». De este último extraemos un fragmento que advierte de la imagen desoladora arrojada por la contienda en la capital española.
Nunca pudo pensar el hombre de Madrid que sobre su cielo caería tan negra sombra nublando el sol de su dicha: nunca se le ocurrió esperar de la vida tan negro exterminio, porque su alegría le conducía más allá de todas las amenazas. ¿El asco del madrileño por las cucarachas? Por lo negro, lo sucio de Madrid, pero tan chico que enseguida se olvidaba. Nunca hubiera creído que esos bichos tan feos y repugnantes cubrieran su cielo en un mal día y vomitaran desde él toda su negra envidia almacenada sembrando el horror, desencadenando la muerte por sus limpias calles, aplastando a sus niños y a sus pájaros que gorjeaban juntos por sus plazuelas. ¡Cómo creerlo, Madrid! 25
Este dramático episodio bélico nacional provocará, para la autora, el nacimiento de una nueva oleada de intelectuales que, ante la barbarie de la guerra, habrían decidido actuar haciendo «sentir al pueblo combatiente la hermandad del intelectual» (Zambrano, 1998, p. 114).
Durante su estancia aquellos meses en Chile, la joven escritora no dejó nunca de apoyar la causa republicana, participando en diferentes actos promovidos por movimientos de ayuda solidaria y dirigidos por intelectuales chilenos. Aquel apoyo de la escritora se traduciría en numerosos artículos publicados simultáneamente tanto en diarios y revistas hispanoamericanas (Frente Popular o Atenea en Chile, Pan en Argentina) como españolas.
La autora escribirá, años más tarde, refiriéndose a este período de trabajo incansable:
En las funciones que desempeñaba allí en mi despachito organizaba actos a favor de la República, como conciertos de música en los que colaboraban conocidos ejecutantes y a los que asistía la alta sociedad, la cual eludía participar en pro de la causa del pueblo español. Los indios chilenos cortaban y me mandaban la flor de copihue (una especie de azucena roja) y los niños ofrecían su merienda para los niños españoles, lo que aceptaba; claro está que ellos no dejaban de merendar por eso. (Zambrano, 2014, p. 713).
En Santiago se relacionará con los intelectuales chilenos del momento y en especial con Gabriela Mistral 26, la cual el 19 de febrero de 1946 le escribirá desde Niza: «Me llena de gusto el que usted lleve a nuestra América el ejemplo de una mujer que tiene cultura filosófica verdadera y que sabe darla en una fuerza tan noble como la suya. Usted nos levanta a todos consigo y hará en el mujerío americano más bien del que sabe usted misma. Es un precioso mujerío. Véalo usted en las alturas también, pero véalo especialmente en el pueblo: vale su peso en diamantes» (Ortega Muñoz, 2004, p. 56).
Según nos cuenta la propia María Zambrano, aunque el embajador y numerosos amigos chilenos le pidieron que se quedara, ella y su marido volvieron a España cuando este fue llamado a filas. «Regresé —escribe— con mi marido a España, donde como consejera nacional de la Infancia Evacuada me ocupé de los niños españoles afectados por la guerra» (Zambrano, 2014, p. 714). Entre las despedidas que el pueblo chileno le dedicara a la filósofa, una de las más cariñosas llegaría de la mano de Elena Caffarena, secretaria general del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH). En su boletín La Mujer Nueva de fecha 16 de julio de 1937 se podían leer las siguientes palabras: «Usted, que ha sido en nuestro país la representante genuina de la mujer española, dígales a las mujeres de su patria que la mujer chilena no olvidará jamás la deuda de gratitud que ha contraído con ellas». Igualmente, en esa misma página, bajo el titular «Adiós a María Zambrano», junto a una fotografía de la filósofa de aquella época, las palabras de afecto se sucederán. De la influencia que su magisterio ejerciera sobre aquel grupo de mujeres da buena cuenta este texto, del que reproducimos el siguiente párrafo:
[…] En ella simbolizábamos espiritualmente a la persona a quien debíamos rendir cuentas de nuestra actividad o de nuestra arrepentida flojedad en los trabajos por España y a ella le hemos prometido cada una de nosotras mejorar nuestra labor. Y en la afectividad con que la cumplamos le daremos la mejor demostración [de] que su paso entre nosotras dejó profunda huella 27.
El 19 de junio de 1937 María Zambrano regresará a España tras ser llamado su marido a filas. En el transcurso de su viaje, la malagueña vivirá una experiencia a bordo del barco que habría de llevarla desde el continente americano a la España en guerra. Este suceso lo relatará a modo de crónica en el número 7 de la revista Hora de España, pocos días después de su regreso. En su artículo «Testimonios. Españoles fuera de España» se recoge el suceso protagonizado por un grupo de prisioneros deportados que desde el campo africano de Villa Cisneros, tras verse envueltos en un motín el 14 de marzo de 1937, consiguieron fugarse hasta Dakar para luego subirse en aquel barco que viniera desde América a Europa. «Este grupo tan mezclado —dirá Zambrano— había tenido su origen en veintitrés hombres que, a los pocos días de su criminal levantamiento, Franco había llevado desde Canarias a Villa Cisneros, donde empleados en trabajos forzados y sufriendo los rigores de la sed, la angustia y el hambre pasaron terribles meses. Sobre ellos sentían una amenaza de muerte» 28. Así era. Algunos prisioneros regresaban a las islas Canarias no para ser puestos en libertad, sino para ser fusilados. Profundamente conmovida por este relato y haciendo uso de grandes dotes narrativas, Zambrano recuperará para su artículo la fuerza exaltadora de un profundo sentimiento de españolismo. Escribirá:
¡Españoles fuera de España! Hoy no se llega a ningún rincón de España que no vibre estremecido por algún puñado de verdaderos españoles que lo han asombrado con sus hazañas. Y a las hazañas pertenece como lo mejor de ellas, como lo que les da su inconfundible estilo, esta serenidad, esta humanidad, este heroísmo natural, este sentido de la justicia y esta fe inverosímil, que crece y se agiganta como una llama en la oscuridad de los calabozos, en la soledad de los desiertos, en la angustia de la lejanía; todo esto que hemos visto resplandecer en las frentes de estos hombres reconcentrados que una mañana en las costas de África nos despertaron con sus gritos de aurora 29.
La tragedia española, que había conmocionado al pueblo chileno, provocó la proliferación de muchas publicaciones sobre España. Además de las ya citadas, escritas o prologadas por Zambrano, existen muchas otras que vieron su aparición entre los años 1937 y 1938. Merece la pena destacar uno de los ejemplos más representativos de esta literatura por las conexiones que mantiene con nuestra autora y por el desconocimiento existente en los numerosos estudios sobre la obra de la pensadora. Alberto Romero, novelista y miembro fundador de la Alianza de Intelectuales de Chile, creada en 1937 bajo el signo del Frente Popular, publicó en 1938 un libro de crónicas sobre la guerra en España que tituló España está un poco mal. La narración de su viaje, iniciada con el relato de su salida de Chile y su paso por París para asistir al XV Congreso Internacional de la Federación de los PEN Clubs, va a terminar con su participación en el II Congreso de Escritores Antifascistas, celebrado en Madrid en 1937. Angustiado por representar al «turista» que observa la guerra «desde la barrera», se disculpará en el ejercicio de hacer literatura y se preguntará: «¿Literatura? Un coche viejo, unos soldados, una niña, todo eso puede ser literatura. Pero la calle Alcalá no es literatura; los obuses que barren la calle Alcalá no son literatura ni son literatura los muertos, ni la chica que salió al balcón para salvar al canario que piaba de espanto en medio de un bombardeo» (Romero, 1938, p. 175).
Hay en estas crónicas un hecho más que nos confiere un pequeño margen de dilación y que plantea algunos datos de interés. Al congreso celebrado en julio y organizado por Rafael Alberti y José Bergamín acudirían intelectuales de muchos países tanto europeos como americanos. Curiosamente, en el caso de Romero sus crónicas nos llevan a pensar que es la propia Zambrano quien, una vez instalada de nuevo en España, invita al escritor a asistir además de acompañarlo aquellos días. En su libro son numerosas las citas en las que se alude a Zambrano. En su primer capítulo, «Presagio de España», Romero relatará el momento en que será devuelto a la realidad de este país a través de la llamada hecha por Zambrano para invitarlo a asistir al congreso de intelectuales. Por citar algunos fragmentos:
[…] Pero esta mañana ha repiqueteado el teléfono y tras el auricular he sentido el llamado de una voz de mujer y española: «Romero, ¿querría ir usted a España?».
[…] El libro de cuentas tenía cara de risa y el calendario marcaba una fecha: 14 de abril.
Y bajo este sol lindo del 14 de abril, me he puesto a redactar unas líneas dirigidas a María Zambrano, y un poco a la buena de Dios ha salido esta glosa con título y todo: Presagio de España. (Romero, 1938, p. 14).
Algunas biografías sobre la autora señalan su regreso a España el 19 de junio de 1937 (Bundgard, 2009, p. 181). Por el relato de Romero, sugerimos que Zambrano y su marido pudieron haber regresado a la península días antes del sexto aniversario del advenimiento de la República. La llegada de Romero a Valencia también la va a relatar el escritor con máximo detalle en su capítulo titulado «Encuentro de Valencia».
El 14 de abril, después que usted llamó por teléfono y después que yo escribí las notas aquellas sobre el «abuelito español», charlamos de Valencia, María Zambrano, y usted me dijo: «Cuando conozca Valencia, las huertas de Valencia y sus arrozales, comprenderá que en España quedan mucha alegría y mucho optimismo, que son las reservas del pueblo».
Paco 30, locuaz y alegre, no me ha dado tiempo para reflexionar en las palabras de usted y solo acá en Valencia las he recogido y comprendo que tenía usted razón y, constatación pueril, me he dicho: Estoy en Valencia, y luego la he visto a usted y a Alfonso, siempre inquieto, siempre preocupado, siempre con minutos de menos para hacer cosas que suelen estar de más.
En Valencia estaremos poco tiempo, esta vez, y me asalta una duda: ¿conoceré Valencia, su alegría? Presagios, más presagios, mientras María sale un momento con Alfonso, me he quedado solo en el salón-biblioteca de la Casa de la Cultura y por una ventana miro hacia la calle de Trinquete de los Caballeros, que es hermosa como la ilustración de un libro de Lope, de un verso de Calderón. (Romero, 1938, p. 118).
El ascenso del fascismo en varios países, los trágicos sucesos acontecidos en los años treinta, el advenimiento y posterior defensa de la República en España, etcétera, van a propiciar el auge de un sentimiento global en el panorama intelectual en defensa de la democracia y de la República como expresión de la misma. La Unión Soviética, que ya había promovido la unión internacional de intelectuales en el año 1934, se convertirá en el referente para la celebración del I Congreso Internacional en París en 1935. De aquel encuentro se tomará la decisión de celebrar un segundo congreso en Madrid para el año 1937. Dirigían la sección española los escritores Rafael Alberti y José Bergamín.
El congreso, celebrado en varias sedes (Valencia, Madrid, Barcelona y París), fue inaugurado por el jefe de gobierno de la República, Juan Negrín, en Valencia el 4 de julio de aquel año. Los diarios españoles más importantes afines al gobierno se hicieron eco de aquella noticia y recogieron las palabras del presidente, así como los nombres de los asistentes al congreso. El diario El Sol, el mismo día de la inauguración del congreso en Madrid, el 6 de julio de 1937, en su página 4 destacará la noticia con el titular «España defiende la cultura del mundo» e incluirá el subtítulo «Y en defensa de la cultura y de España se reúnen en nuestro país los más firmes valores intelectuales». Periódicos como El Sol o La Libertad cubrieron exhaustivamente el congreso y publicaron fragmentos de algunas de las intervenciones o reflexiones obtenidas de las ponencias. Otras publicaciones, como Mundo Gráfico, se atrevieron incluso a incorporar imágenes de algunos de los asistentes. Entre los participantes más destacados, por la parte francesa: André Malraux, Paul Nizan, Julien Benda, André Chamson y Jean-Richard Bloch; de la Unión Soviética: Alexei Tolstoy, Mijail Koltzove e Ylya Eheremburg; por Inglaterra: Stephen Spender o Ralph Bates; por Alemania: Anna Seghers y Gustav Regler; por Chile: Vicente Huidobro, Pablo Neruda o el propio Romero; por México: Carlos Pellicer y Octavio Paz; por Perú: César Vallejo; por Cuba: Nicolás Guillén o Juan Marinello; por Estados Unidos: Malcom Cowley, Langton Hughes, Ernest Hemingway y John Dos Passos; por Holanda: Jef Last; y por la delegación española: Antonio Machado, José Bergamín, Fernando de los Ríos, Arturo Serrano Plaja, Rosa Chacel, María Teresa León, Rafael Alberti, Ramón J. Sender, Corpus Barga, Juan Gil Albert, etcétera, y cómo no, María Zambrano.
Unos días después, María Zambrano publicará en la revista política chilena Ercilla una crónica de lo acontecido durante el congreso. Aquella revista pertenecería a uno de los grandes grupos editoriales chilenos más importantes de aquellos años: la editorial también llamada Ercilla. Esta editorial, presidida y administrada por el político Ismael Edwards Matte, director del Departamento de Radiodifusión del Gobierno del Frente Popular, curiosamente publicará un año después el libro del novelista antes citado: España está un poco mal, de Alberto Romero. De esta nueva relación entre ambos escritores que aquí hemos señalado, nace esta crónica, que verá la luz en agosto de 1937.
María Zambrano, lejos de analizar los aspectos discutidos en los diferentes debates y las conclusiones obtenidas de los temas tratados, se va a detener en otros aspectos que, a su modo de entender, habrían sido la verdadera «cosecha recogida» del congreso. El pueblo combatiente, el máximo protagonista, habría despertado la conciencia de la presencia del prójimo. Y ese sentimiento habría creado una atmósfera propicia para entender el valor y el sentido de la fraternidad, máxima significación del congreso.
[…] En el ánimo de todos estaba que el protagonista de todo no era lo que allí se trataba ni lo importante que se decía. El protagonista era el pueblo español combatiente, y la mayor edad del congreso el hecho magnífico de la estancia entre nosotros de esos hombres y mujeres que, abandonando sus todavía tranquilas tierras, sus afanes no perturbados por la metralla, los dejaron para compartir el riesgo, la angustia y el peligro de esta guerra, la más cruel e inhumana de todas cuantas se han conocido 31.
La escritora, además de apuntar las diferentes etapas del encuentro, señala una más de «mayor interés»: «el camino entre los pueblos que los congresistas han tenido que recorrer entre las ciudades». Aunque asegura en su artículo que desconoce el «efecto causado a los escritores llegados de fuera» de lo visto aquellos días, espera «vivamente» poder recibir sus artículos y conferencias sobre aquel acontecimiento. Desconocemos si Zambrano tuvo la oportunidad de leer aquel libro escrito por el novelista chileno un año después, pero en la memoria escrita del americano no dejamos de escuchar la voz de la malagueña. Terminamos con Alberto Romero y su recuerdo de la filósofa:
En Las Arenas la alegría de domingo flota en el mar, en la cara de las mujeres, de los niños; flota en el vino y en los manteles blancos. […] Realidad, realidad pura, del fondo del paisaje surgen las palabras de María Zambrano cuando me recordaba que España tenía intactas sus reservas de optimismo, de alegría. (Romero, 1938, p. 129).
En 1938 el gobierno de la República pasaría a instalarse en Barcelona, hecho que obligará a María Zambrano a cambiar su lugar de residencia nuevamente. Sin dejar de mostrar su apoyo al gobierno republicano 32, compaginará la docencia con otras actividades políticas. Una de ellas, su participación en la asociación Unión Iberoamericana. Una plataforma que había sido fundada en Madrid en 1885 con el objetivo de fomentar los vínculos de amistad y cooperación con Iberoamérica. A través de la Unión, la filósofa malagueña mantendrá en España el vínculo que la uniera a Chile durante los años de la contienda. La prensa española se haría eco de los encuentros de la asociación. Concretamente el 13 de febrero de aquel año, el diario madrileño La Libertad recogería entre sus noticias la reanudación de las tareas de esta sociedad, que desde que estallara la guerra no se había reunido con anterioridad. De aquel encuentro se decidirían, entre otros asuntos, la publicación de la Revista de las Españas y la designación de los nuevos cargos, entre los que María Zambrano figuraría como vocal.
En Revista de las Españas, María Zambrano va a colaborar junto a algunos de sus poetas admirados, como Manuel Altolaguirre o Corpus Barga. En sus páginas, Zambrano publicará un hermoso artículo dedicado a Pablo Neruda como recuerdo de aquel período que vivió en Santiago de Chile junto a su marido, Rodríguez Aldave. El artículo «Recuerdos de un viaje. La tierra de Arauco» 33 saldrá a la luz el mes de junio de aquel año y su publicación no pasará inadvertida para algunos diarios, que verán en cada una de estas publicaciones un material más que de interés. Concretamente, La Vanguardia, el domingo 3 de julio de 1938, reseñaría este número elogiando la calidad de la revista y la del grupo que conformaba el equipo editorial: «Es un número que responde al prestigio y a la categoría intelectual de los hombres que figuran en la Unión Iberoamericana y que con tan patriótico desvelo se preocupan de mantener entre España y las naciones hispanas de América aquellos vínculos espirituales que son el mayor orgullo y el más alto patrimonio de nuestra raza».
En este artículo, María Zambrano va a manifestar su malestar por el olvido y marginación que había sufrido el pueblo americano por parte de los gobiernos españoles. Aquella primera estancia en el continente americano descubrirá en la autora una nueva dimensión de España, de su propia patria: «[…] Fue entonces, avivada por el resplandor de España en tierras americanas —afirma— cuando se me revelaba con una fuerza indestructible la existencia misma de España» (Zambrano, 1998, p. 223). Al igual que muchos otros intelectuales republicanos, María Zambrano manifestará su vinculación con aquellos pueblos y la voluntad de que volvieran a encontrarse de nuevo.
Personalidades como Rubén Darío, Alfonso Reyes, Rafael Altamira y Miguel de Unamuno crean plataformas de acercamiento cultural entre España y América Latina. Si la cultura occidental nace en torno al Mediterráneo, en esta oportunidad el Atlántico se constituye en el Mediterráneo de la renovación cultural y sigue en gran medida siéndolo hasta nuestro tiempo. «En esos veinte años (1892-1912) —escribe José Luis Abellán— se fraguó una idea de fraternidad hispano-latinoamericana que no ha dejado de tener vigencia hasta nuestros días» (Abellán, 2007, p. 16). Otro factor a tener en cuenta también es la presión de la cultura anglosajona y la reacción de los países hispanos que se resisten a perder su identidad cultural.
María Zambrano llegará a afirmar que esta ribera —España— solo se conoce en verdad cuando se viaja y se la contempla desde la otra orilla. Así, tras su viaje a Chile y su estancia en Santiago, escribe: «Fue desde América cuando descubrí España» 34.
La unidad cultural entre ambas riberas —la española y la hispanoamericana— se da fundamentalmente, según Unamuno, en la lengua. En 1927, cuando reside en Hendaya, escribe un artículo titulado «Hispanidad» donde aclara: «Digo hispanidad y no españolidad para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que han hecho el alma terrena […] y a su vez celeste de Hispania» (Unamuno, 1968, IV, p. 1084). La importancia de la coincidencia en el idioma fue puesta de manifiesto por la propia Zambrano en más de una ocasión. Para la autora la lengua es una señal de identidad, vínculo que la une a un modo único de vivir y que atraviesa las fronteras del Atlántico para encontrarse con el pueblo latinoamericano. En sus palabras:
Por el solo hecho de ser españoles recibimos el tesoro con nuestro idioma, lo recibimos y llevamos en la sangre, en lo que es sangre en el espíritu, en aquello vivo, íntimo y que, siendo lo más inmanente, es lo que nos une: la sangre de una cultura que late en su pueblo 35.
Terminamos con otro precioso fragmento de una entrevista realizada a la filósofa, donde comprobamos su arraigo y profundo respeto a su lengua materna.
Y mi lengua la he defendido. Qué difícil es encontrar en mis libros un neologismo. Yo escribo en español, que es una lengua muy hermosa y además es la que me han dado, la que me pertenece. Y si un concepto no se puede decir en español, pues prefiero no decirlo a expresarlo en una terminología extraña e inaceptable. Pero no soy nacionalista, lo que soy es modesta 36.
El gobierno de la República, muy interesado en las relaciones con Iberoamérica, va a fomentar este tipo de iniciativas organizando coloquios y conferencias impartidas por muchos otros intelectuales hispanoamericanos también adheridos a la causa republicana. Sírvanos de ejemplo la conferencia impartida por el prestigioso escultor chileno Lorenzo Domínguez 37, quien, invitado por la Unión Iberoamericana, va a dar muestras de su apoyo en dicha ponencia. El diario español La Vanguardia, atento a los actos organizados por la asociación, publicará un artículo 38 sobre la conferencia y citará a la escritora andaluza a raíz de las palabras de presentación que dirigiera sobre el conferenciante en nombre de la Junta Directiva de la Unión. En sus palabras, el artista chileno profesará su apoyo al pueblo español republicano. Reproduce el artículo:
Yo soy un enamorado de España —continuó el conferenciante— con toda mi alma y con todo mi ser, y vengo de América llevando dentro de mí puño, apretado y en alto, la representación de millones y millones de puños de otros tantos americanos que han sentido, en lo más profundo de su corazón, la vileza y la traición de los generales que se alzaron contra la patria española.
Qué duda cabe que la breve estancia del matrimonio en la ciudad chilena tuvo un profundo impacto. Por un lado, aquellos intelectuales, escritores y políticos que acogieron y compartieron días con el matrimonio Aldave-Zambrano descubrieron en la joven pareja una actitud abnegada en defensa de la causa republicana y una devoción comprometida con un país que en aquellos meses vivía sus horas más tristes. Una dedicación que quedaría expresada por el trabajo de Aldave como secretario de la Embajada de España y su posterior renuncia para incorporarse a filas 40 y en todos los artículos publicados por la filósofa en las distintas publicaciones periódicas ya señaladas.
De igual modo, la capital chilena habría de convertirse para María Zambrano en un lugar único desde donde desarrollar ideas que, a través de sus artículos, habrían de contribuir, como ya lo hicieran en España, a la prosperidad y el reconocimiento de los derechos de la mujer en aquel país. Muestra del afecto y el compromiso manifestado por Zambrano en esta causa, la carta que le dirigirá la secretaria general del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH), Elena Caffarena, el 24 de marzo de 1939, pocos días después de su salida de España, ya en el exilio: «Si usted se decidiera a venir, sus amigas trataríamos de hacerle lo menos dura su estadía y la ayudaríamos para que encontrara aquí una nueva patria».
Aunque pudo ser deseo del matrimonio volver a Santiago de Chile tras su salida de España 41, este ansiado regreso jamás habría de producirse. Recuperamos para concluir una carta inédita que dirigirá al matrimonio el entonces embajador de la Segunda República española en Chile, Rodrigo Soriano, con fecha 11 de agosto de 1939, donde, con mucho pesar, les manifestará la situación tan delicada que en aquellos días estaban viviendo los refugiados en el país chileno.
Mis estimados amigos:
Estuve ausente y enfermo y muy preocupado largo tiempo y sin hogar establecido ni rumbo fijo. A esto se debe el que recibiera sus noticias muy tarde y que no haya sabido de ustedes algo concreto hasta ahora.
La situación de Chile es muy complicada en el sentido de que aquí parece dibujarse (aunque hasta ahora todo es solo dibujo) algo de lo que desgraciadamente ocurrió en España. Las izquierdas del Frente (ya saben cuánto, cuánto les agradezco personalmente) están un poco desconcertadas ante la furia salvaje con que sin perder minuto les acometen no ya las derechas, sino con ellos los capitalistas que no cesan de anunciar catástrofes como la de España, los rojos, Rusia [ilegible]. Todo esto se ha reflejado vivamente en la cuestión de los refugiados y desde hace mes y medio no se cesa de combatirlos ciegamente llamándoles criminales, forajidos y anunciando su presencia aquí como la invasión de Alarico o Genserico. El gobierno se cerró, pues, a consentir más refugiados y las derechas no descansan denunciando por sus nombres a los que llegaron y hasta los sitios donde se reúnen «para hacer en Chile lo que en España». Si les mandara recortes de prensa sobre esto, se asombrarían. Yo he tenido que salir a la defensa de esos amigos refugiados y se enredó aún más. El gobierno, la verdad, tiene miedo a que los refugiados le compliquen la situación. Les debo hablar con esta franqueza en bien de todos y para que estén prevenidos. Desde que dejé la embajada, claro está que mi acción es más limitada. No obstante todo esto y para probarles mi afecto voy a echar el resto a ver si consigo algo y les ruego que no lo digan a nadie ni hagan otras gestiones, porque caerían sobre mi cientos 42 de personas pidiendo igual [ilegible]. Por ustedes voy a ver a Juvenal Hernández 43, a ver si puede decirme algo y yo les avisaré lo que haya.
Muchos saludos de los [ilegible] y para ustedes y de su buen amigo R. Soriano. (Archivo de la Fundación María Zambrano).
Aquel regreso no llegaría nunca a producirse, pero quedará indeleble en la memoria de la filósofa el recuerdo de aquellos meses en la embajada chilena y el trabajo realizado durante aquel período en favor de la causa republicana.
Monografías
Bundgard, A. (2009): Un compromiso apasionado. María Zambrano: una intelectual al servicio del pueblo (1928-1939). Trotta.
Cuadriello, D. (2009): El exilio republicano español en Cuba. Siglo XXI.
Fuentes, J. F., y Fernández Sebastián, J. (1997): Historia del periodismo español: prensa, política y opinión pública en la España contemporánea. Síntesis.
Mainer, J. C. (1986): La edad de plata (1902-1939): ensayo de interpretación de un proceso. Cátedra.
Ortega Muñoz, J. F. (ed.), 2004: María Zambrano. La aurora del pensamiento. Centro Andaluz de las Letras.
Romero, A. (1938): España está un poco mal. Ercilla.
Seoane, M. C., y Saiz, M. D. (1998): Historia del periodismo en España, 3. El siglo XX: 1898-1936. Alianza Editorial.
Trapiello, A. (2010): Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939). Círculo de Lectores.
Unamuno, M. (1968): Obras completas. Escelicer.
Zambrano, M. (1937): Federico García Lorca. Antología. Panorama.
Zambrano, M. (1996): Persona y democracia: la historia sacrificial. Siruela.
Zambrano, M. (1998): Los intelectuales en el drama de España y escritos de la guerra civil. Trotta.
Artículos
Abellán, J. L. (2007): «España-América Latina (1900-1940). La consolidación de una solidaridad», en Revista de las Indias, núm. 239.
Cámara, M. (2013): «Chile: la experiencia latinoamericana de la “solidaridad” para María Zambrano», en Aurora: Papeles del Seminario María Zambrano, núm. 14, pp. 18-25.
Machado, A. (1937): «El poeta y el pueblo», en La Vanguardia, 16 de julio.
Ortega Muñoz, J. F. (1983): «Los intelectuales en el drama de España, según María Zambrano», en Litoral.
Sánchez Cuervo, A. (2009): «El legado filosófico-político del exilio español del 39», en Isegoría. Revista de Filosofía y Política, núm. 41.
Sánchez Cuervo, A., y Toledo, S. H. (2014): «La estancia de María Zambrano en Chile», en Universum. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, núm. 29 (1), pp. 125-137.
Soto García, P.: «María Zambrano en Chile», en República de las Letras, núm. 89.
Zambrano, M. (1928): «Obreras», en El Liberal, 11 de octubre.
Zambrano, M. (1936): «La libertad del intelectual», en El Mono Azul, núm. 3, 10 de septiembre.
Zambrano, M. (1937): «Madrid, Madrid», en Onda Corta, núm. 6, marzo.
Zambrano, M. (1937): «La hora de España», en Frente Popular, 31 de marzo.
Zambrano, M. (1937): «Españoles fuera de España», en Hora de España, núm. 7, junio.
Zambrano, M. (1937): «La guerra de Antonio Machado», en Hora de España, núm. 12, diciembre.
Zambrano, M. (1937): «Madrid», en La Mujer Nueva.
Zambrano, M. (1938): «Recuerdos de un viaje. La tierra de Arauco», en Revista de las Españas, núm. 102, junio, pp. 21-22.
Zambrano, M. (1938): «Madrid: cuadernos de la Casa de la Cultura», en Hora de España, núm. 20, agosto.
Zambrano, M. (1968): «Lezama Lima en La Habana», en Índice, núm. 232, junio.
Zambrano, M. (1987): «Un liberal», en Diario 16, 19 de mayo.
Zambrano, M. (2014): Obras completas, vol. VI. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Entrevistas
(1937): «Conversación con María Zambrano», en Frente Popular, 14 de enero.
Otros artículos
(1938): «Un americano ante la guerra de España», en La Vanguardia, 26 de junio.
1 Zambrano, M. (1987): «Un liberal», en Diario 16, 19 de mayo.
2 Sobre este tema hemos consultado las monografías Mainer (1986), Fuentes y Fernández Sebastián (1997), Seoane y Saiz (1998).
3 Zambrano, M. (1928): «Obreras», en El Liberal, 11 de octubre.
4 Se ha interpretado en este viaje una maniobra forzada para alejar a Zambrano, por unos meses, de la actividad pública. Parece ser que la pensadora, en aquellos días, habría atravesado por un momento vital muy complicado. En palabras del escritor Trapiello: «María Zambrano, que había sido amiga de Alfonso García Valdecasas (cofundador al poco de Falange Española) y combinado con él para la formación de un Frente Español, de claras excoriaciones fascistas, que había sido amiga de José Antonio y de algunos destacados miembros de Acción Española, fue, en los primeros días de la guerra, acusada públicamente en una asamblea de la Alianza de ser… fascista, lo que había obligado a Bergamín a defenderla y zanjar, con la autoridad de su palabra, algo que pudo haber traído consecuencias muy penosas. Tanto que decidieron enviarla a Chile una temporada, hasta que los ánimos se calmaran» (Trapiello, 2010, p. 89).
5 Sobre el diálogo intelectual mantenido por la pareja en aquel período comprendido entre el 18 de noviembre de 1936 y el 19 de junio de 1937 en Santiago de Chile, véase el artículo de la profesora Madeline Cámara (2013): «Chile: la experiencia latinoamericana de la “solidaridad” para María Zambrano», en Aurora: Papeles del Seminario María Zambrano (en línea), núm. 14, pp. 18-25.
6 Zambrano, M. (1968): «Lezama Lima en La Habana», en Índice, núm. 232.
7 (1936): La Estrella, 18 de noviembre. Valparaíso (Chile).
8 Sobre los meses que María Zambrano vivió junto a su marido Alfonso Rodríguez Aldave en Chile y la repercusión mediática que tuvieron aquel viaje y sus colaboraciones, nos remitimos al artículo de la licenciada en Filosofía Pamela Soto García, que con su artículo «María Zambrano en Chile», aparecido en el número monográfico de la revista República de las Letras, núm. 89, dedicado a la pensadora veleña, reconstruye una cronología muy exhaustiva sobre este período.
9 En la página 6, dentro de la sección «Página española», podía leerse, junto al artículo de María Zambrano, el siguiente comentario, probablemente dirigido por una de las responsables de la publicación: «María Zambrano acaba de llegar de España, su patria que ha dejado en momentos trágicos, pero para servirla, pues acompaña a su marido, que ha sido designado secretario de la embajada ante nuestro gobierno. Su inteligencia viva, su gran cultura, su trato sencillo conquistarán muchos amigos para ella y para la causa. La Mujer Nueva se siente honrada con su colaboración».
10 «Conversación con María Zambrano», en Frente Popular, 14 de enero de 1937. Santiago de Chile.
11 Ídem.
12 Ídem.
13 Ídem.
14 En la tesis doctoral El pensamiento democrático de María Zambrano: la génesis política de la razón poética, su autor, el doctor Álvaro Garrido, recupera del Archivo de la Memoria Histórica un documento que acredita la afiliación de la filósofa a la misma Brigada Motorizada del Batallón de Hierro y su posterior baja el 25 de agosto de ese mismo año. En este mismo documento figura, junto al de otros milicianos, el nombre de este músico barcelonés.
15 Zambrano, M. (1937): «La hora de España», en Frente Popular, 31 de marzo. Santiago de Chile.
16 Zambrano, M. (1936): «La libertad del intelectual», en El Mono Azul, núm. 3, 10 de septiembre. Madrid.
17 Ídem.
18 Zambrano, M. (1937): Federico García Lorca. Antología, p. 12. Santiago de Chile: Panorama.
19 Ídem.
20 Machado, A. (1937): «El poeta y el pueblo», en La Vanguardia, 16 de julio, p. 1.
21 Las indagaciones realizadas por el escritor Jesús Moreno acerca de la procedencia de este texto no nos permiten afirmar con seguridad lo citado por Zambrano en el artículo de 1987 «Un liberal», en el que aseguraba haber publicado en un diario argentino (La Nación) la carta en cuestión. En palabras del escritor: «La amable colaboración de este diario —se refiere, por supuesto, a La Nación— ha permitido constatar, tras una pormenorizada búsqueda en sus archivos informatizados, que durante los años de 1936 y 1937 no existe ningún artículo con ese o similar nombre, ni tampoco ninguno de Zambrano». Durante nuestra investigación hemos podido comprobar que la carta sí fue publicada en nuestro país en un semanario barcelonés llamado El Mirador. Al tratarse de una publicación enteramente catalana, el artículo en cuestión aparece traducido bajo el título «Carta oberta al Dr. Marañón» en su número 418 del 29 de abril de 1937. Este semanario de literatura, arte y política fue fundado por Amadeo Hurtado i Miró en el año 1929 y se publicó con normalidad hasta el 1 de julio de 1936.
22 Un recurso muy frecuente, utilizado por la autora a lo largo del exilio: rescatar de su memoria el recuerdo de aquellas ciudades que habrían de marcar su vida. Un mapa textual que nos posibilita conocer de forma descriptiva y espiritual vivencias de aquellos lugares en los que vivió la pensadora. Zambrano cuenta en su producción con artículos sobre Roma, Madrid, La Habana, La Pièce, Morelia, etcétera.
23 Además del ejemplo, también destacamos (1937): «Madrid, Madrid», en Onda Corta, núm. 6, marzo. Santiago de Chile, y (1938): «Madrid: cuadernos de la Casa de la Cultura», en Hora de España, núm. 20, agosto.
24 Sobre el periódico chileno Onda Corta señalarán los escritores Antolín Sánchez Cuervo y Sebastián Hernández Toledo, en su artículo «La estancia de María Zambrano en Chile», el papel que ejercería como «difusor de ideas libertarias y del apoyo público por parte de intelectuales chilenos y latinoamericanos a los españoles republicanos».
25 Zambrano, M. (1937): «Madrid», en La Mujer Nueva. Santiago de Chile.
26 Para conocer mejor la relación de María Zambrano con dos de las figuras literarias más importante de aquel país, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, remito al artículo Cámara, Madeline (2020): «Constelaciones chilenas de María Zambrano», en Monograma. Revista Iberoamericana de Cultura y Pensamiento, núm. 7, pp. 177-203.
27 (1937): «Adiós a María Zambrano», en La Mujer Nueva, 16 de julio.
28 Zambrano, M. (1937): «Españoles fuera de España», en Hora de España, núm. 7, junio, p. 59. Valencia-Barcelona.
29 Ídem.
30 Chófer del cuerpo de carabineros que acompañará al escritor en su viaje por España. «Por locuaz, por agudo y por buen camarada, ocupará más adelante algún espacio en estas notas» (Romero, 1938, p. 112).
31 Zambrano, M. (1937): «El II Congreso de los Intelectuales», en Ercilla, mayo. Santiago de Chile.
32 A este año corresponde la carta de Zambrano enviada a Rosa Chacel de la que recuperamos el siguiente fragmento: «Yo estoy aquí, ligada a esto, no a un partido político, pues estoy más sola aún q. [que] cuando me conociste, más aislada. Ligada a la lucha por la independencia de España, por la existencia misma de España contra Italia —caricatura del Imperio romano contra la cual voy por caricatura y por Imperio—, contra los bastardos del norte, contra la pérfida y zorra Albión, contra la degeneración y perversión + [más] grande de los españoles que han conocido los siglos… y con, con mi pueblo en el que creo a la par que en Dios» (carta del 26 de junio de 1938).
33 Zambrano, M. (1938): «Recuerdos de un viaje. La tierra de Arauco», en Revista de las Españas, núm. 102, junio, pp. 21-22. Barcelona.
34 Zambrano, M. (1938): «Recuerdos de un viaje. La tierra de Arauco», en Revista de las Españas, núm. 102, junio, pp. 21-22.
35 Zambrano, M. (1937): «La guerra de Antonio Machado», en Hora de España, núm. 12, diciembre, p. 166.
36 «Personajes» (entrevista de Lola Molinero), en Sur, 26 de mayo de 1984, pp. 10-11. Málaga.
37 Escultor chileno nacido en Santiago de Chile el 15 de mayo de 1901 y fallecido en Mendoza (Argentina) el 21 de marzo de 1963. Aunque no hay nada publicado en torno a la relación entre ambos autores, son muchas las evidencias que indican que pudieron haberse conocido durante el tiempo que la escritora pasó en el país andino. Su profundo apoyo al gobierno republicano español y sus vínculos con la tierra andaluza (hijo de padres malagueños) son motivos más que suficientes para entender por qué la escritora pudo haber presentado al escultor en aquel acto celebrado por la Unión.
38 (1938): «Un americano ante la guerra de España», en La Vanguardia, 26 de junio.
39 Fragmento de carta de María Zambrano a Gabriela Mistral con fecha 4 de febrero de 1952 (Biblioteca Nacional de Chile).
40 Así lo dejará expresado la propia autora en la introducción a la edición facsímil de la antología publicada por la Fundación María Zambrano en 1989 sobre el poeta Federico García Lorca: «Como mi esposo fue llamado a filas, el señor embajador don Rodrigo Soriano lo declaró insustituible en la embajada para que no fuera al frente. Pero el propio interesado conoció el cable en la cancillería y lo interceptó, y dijo al señor embajador que él no podía defender la causa a tan larga distancia, que tenía que dar la cara e incorporarse en la lucha y no estar en una retaguardia tan remota».
41 Hemos conocido recientemente el contenido de una carta enviada por el entonces marido de María Zambrano, Alfonso Rodríguez Aldave, al presidente del Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos con fecha 8 de diciembre de 1939, donde le hará esta solicitud. Para más información sobre este documento, remito a la tesis doctoral del doctor Álvaro Garrido (2021): El pensamiento democrático de María Zambrano: la génesis política de la razón poética. Universidad Autónoma de Madrid.
42 La cursiva no es nuestra.
43 Rector de la Universidad de Chile durante el período comprendido entre 1933 y 1953.