Entrevistas
TSN nº 12, julio-diciembre 2021. ISSN: 2530-8521
«UNA BUENA IMAGEN PUEDE TRANSMITIR LA EMOCIÓN DE LA PERSONA QUE SE ESTÁ FOTOGRAFIANDO»
Entrevista a Eric Hadj
Texto y foto: Raúl Orellana
Eric Hadj es un fotoperiodista francés que descubrió la fotografía a los quince años y realizó sus primeros reportajes en el barrio popular de Belleville (París). En 1996 obtuvo el premio al mejor reportaje social en el Festival Scoop de Angers con un trabajo sobre el tráfico y consumo de crac. Posteriormente, consiguió el reconocimiento por parte del festival de fotoperiodismo VISA pour l’Image por su trabajo sobre el barrio de Clichy-sous-Bois, escenario de las revueltas de 2005, que se concretó en la exposición La Forestière, en Perpiñán en 2007. Ha trabajado como reportero profesional en la agencia internacional Sipa Press realizando fotografías de contenido sociopolítico, así como en la revista Paris Match, donde colabora habitualmente.
Eric Hadj.

Eric Hadj.

En su biografía Sous la tête de ma mère relata que su infancia junto a sus amigos del distrito de Belleville no fue fácil. Además, su primer reportaje lo publica sobre ese lugar. ¿Qué recuerdos guarda de donde nació?
Recuerdo un barrio lleno de inmigrantes, en el que se juntaban musulmanes, africanos, españoles y portugueses. Había un ambiente muy solidario en esa época y no había tanta violencia como se puede encontrar ahora en los barrios en las afueras de París. En los años setenta y ochenta, casi todos los inmigrantes estaban juntos en el barrio y es verdad que Belleville es un lugar donde hubo mucha inmigración durante un siglo.

¿Cómo fue su primer contacto con la fotografía y qué quiere transmitir con las fotos que realiza?
Mi primer contacto con la fotografía fue mirando revistas cuando iba a casa de un amigo de mi hermana que era fotógrafo y tenía una pila de revistas. Empecé a mirarlas y descubrí la emoción que se puede sentir con una foto. Una buena imagen puede transmitir la emoción de la persona que se está fotografiando, eso es para mí una buena foto. Es más una transmisión de emoción que de imagen. Lo principal para mí es transmitir una emoción con la fotografía. Cada contexto tiene su emoción, por eso es importante mostrar los ojos de la gente cuando la fotografías, porque siempre van a significar algo.

¿Cuáles son las dificultades que tiene que superar cuando se lanza a realizar su trabajo?
La dificultad es que la gente no se dé cuenta de que la fotografío, porque hago muchas fotos sin que la gente lo sepa. A veces se lo toman bien o no dicen nada, y alguna vez se lo toman muy muy mal y me han hecho pasar un cuarto de hora muy complicado.

¿En algún momento ha recibido algún tipo de presión para que no publicase determinadas fotos?
Sí, en alguna ocasión. Publicar determinadas fotos puede acarrear consecuencias, sobre todo a las personas que están en una posición difícil. A veces he estado en barrios muy complicados en las afueras de París y allí ha habido momentos muy al límite, donde, si continúas fuera, al final te conviertes en cómplice. Hay un límite que no hay que traspasar y esto es importante, porque entonces ya no es un trabajo de periodista, sino un trabajo de complicidad, de delincuencia.

¿Cuál ha sido la foto más complicada que ha hecho?
Ha habido muchas, como las que estoy haciendo actualmente para un reportaje sobre narcotraficantes en Málaga. Estas son bastante complicadas, por los permisos que hay que pedir a la Guardia Civil y por el contacto con los propios narcos, ya que conseguir su confianza para que te hablen es todavía más difícil.

¿Qué importancia considera que tiene el fotoperiodismo tanto en la política como en lo social?
La fotografía política y la fotografía social son dos cosas diferentes. Las dos son importantes, porque en política se pueden captar emociones de los políticos, señales de mentira, de molestia cuando les haces una pregunta incómoda. Ese tipo de fotos se ven mucho en los periódicos. El gesto de quitarse el sudor de la frente cuando te hacen fotos te hace quedar como una persona muy asustada. Por ejemplo, Jean-Marie Le Pen sabía que cuando daba ruedas de prensa hacía mucho calor y, cada vez que cogía un pañuelo para quitarse el sudor, decía que ese era el momento que los fotógrafos aprovecharían para hacerle todas las fotos, lo cual realmente pasaba así. Son fotos de retrato que significan algo para publicar. Si alguien quiere decir que Le Pen tiene problemas, va a poner esa foto; si quieres mostrar a una persona como muy amable, la pones sonriendo. Los gestos son importantes en los retratos políticos. Por otro lado, la fotografía social es un tema completamente diferente, hay que investigar más. Tienes que hablar con gente, muchas veces antes de hacer fotos, y tienes que ser admitido en un grupo social que no es el tuyo, y que puede ser un barrio pobre, un barrio donde hay peligro, una banda. En un reportaje que hice sobre los bomberos, ellos tuvieron que admitirme previamente, para que no se fijasen en mí y fueran naturales. Lo más importante es que las personas sean naturales cuando las estés fotografiando y tengan confianza contigo.

¿Cree que la fotografía puede ser una herramienta para cambiar el mundo?
Muchos fotógrafos lo han creído, sobre todo los de guerra. Se motivan pensando que, si hacen buenas fotos, la sociedad va a tomar conciencia de una determinada guerra y va a cambiar de opinión. En los años setenta, con la guerra de Vietnam, muchos fotógrafos estaban motivados por cambiar la visión de la guerra. Existen dos o tres fotografías que han cambiado la opinión de una guerra, pero no existe la foto que haya parado una guerra. Desgraciadamente no existe; si fuese así, los fotógrafos habríamos cambiado el mundo.

¿Cómo fue cubrir durante más de medio año el movimiento de los llamados «chalecos amarillos» (gilets jaunes) y qué es lo que más le impactó de todas las escenas que vio en esas revueltas?
El reportaje sobre los «chalecos amarillos» fue bastante difícil, porque acudimos a la primera manifestación como completos desconocidos. Había gente que decía que no iba a acudir nadie, mientras otros aseguraban que iban a ir millones de personas. La primera manifestación fue una demostración de fuerza de este grupo. Esto les motivó para que semana tras semana —fueron muchos sábados— hubiera cada vez más violencia, así que, de una semana a otra, los fotógrafos comenzaron a equiparse con casco y protecciones para los codos y las rodillas, incluso con protecciones en la entrepierna, porque los disparos con el lanzador de balas de defensa (LBD) pueden causar heridas muy graves y hay personas que incluso han perdido un ojo. Ha sido un tiempo en Francia bastante complicado en cuestión de violencia. Lo que más me impactó de todas esas escenas fue que muchos robaban por robar, pero no querían lo que habían robado. He visto romper el escaparate de una tienda, coger los pantalones y tirarlos fuera para que la gente se los lleve. Era una rabia sobre la sociedad, los bancos, la ropa. Robar por robar. Puedo llegar a entender que una persona que tenga problemas robe para comer o vestirse, pero aquí eran personas de clase social media que robaban por el simple hecho de destrozar.

¿Sufrió algún tipo de daño mientras realizaba esa cobertura?
Sí, resulté herido. Tuve varias costillas rotas. Una vez me caí y todo el mundo pasó por encima de mí. Disparaban gas lacrimógeno cada sábado y por eso era importante armarse. Yo llevaba máscara, gafas, casco y hasta un traje impermeable, porque el camión que lanzaba agua era bastante potente y cada vez que te daba en la cámara tenías que volverte a casa a secarte con la cámara inservible.

«La cuarentena en París» es una selección de fotos publicada en la sección «Lugares y territorios» de la revista TSN (núm. 8, pp. 15-27) y ahora también forma parte de una exposición. Háblenos de esas imágenes, ¿qué quiso mostrar en ellas? ¿Qué ambiente se encontró en la calle en ese momento?
La cuarentena en París duró varios meses. Empecé a hacer fotos el primer día de confinamiento, lo cual supuso una revolución en Francia, ya que yo vivo en un barrio que es bastante popular y donde hay mucha gente, y es cierto que el primer día no se hizo mucho caso. Tuvieron que pasar unos tres días para que la gente se acostumbrase. Descubrí un París que nunca había visto, con canto de pájaros, con silencio, un coche se escuchaba llegar casi a kilómetros. Era un ambiente muy diferente. Lo único que daba alegría en esos tiempos de confinamiento fueron los aplausos para el personal de los hospitales, que duraban unos cuatro minutos; pero era un momento de mucha emoción, porque los vecinos que no se conocían se saludaban y era para mí la parte más emocional de todo. Darse paseos por París vacío es bonito en fotografía, pero no hay esa emoción que se transmite en los ojos de la gente. La mayoría de las personas que me encontraba eran sintecho, gente que iba a comprar el pan o policías registrando a los ciudadanos.

Dada la transformación digital que han vivido los medios, ¿cree que ha cambiado el papel del fotógrafo de prensa? ¿Considera que las redes sociales condicionan de alguna manera su trabajo?
El papel del fotógrafo de prensa ha cambiado muchísimo en estos últimos años. Antes trabajábamos con carretes de treinta y seis fotos y debíamos tener cuidado cuando llegábamos a treinta; ahora son tarjetas de memoria, con las que se pueden hacer tres mil o cuatro mil fotos sin problemas. También ha cambiado la realización de las fotos; ahora todo el mundo tiene un móvil y puede hacer fotos, si hay un accidente cualquiera hace fotos y vídeos para mandarlos a un amigo o colgarlos en Facebook. Se ha democratizado totalmente. Ya todo el mundo puede hacer fotos, por lo que el papel del fotógrafo o reportero de revista u otro medio de comunicación es bastante complicado, porque ya nunca estás tú solo haciendo fotos. Además, pueden robarte tus fotos. Ahora, cuando subes una foto a Instagram, puede ser que acabe en Twitter y por todos lados. A mí me pasa, me roban fotos y las suben a otras redes sociales. Me cuesta más caro contratar un abogado para que quite la foto que hablar con esa persona. Hay quienes descargan tu foto, se la quedan como propiedad, la suben a una página web y luego no quieren quitarla, porque, como estaba en Internet, consideran que es suya.

¿Cree que las redes sociales condicionan de alguna manera su trabajo?
Las redes sociales han cambiado muchísimo este trabajo. Cuando se producen accidentes o atentados, la primera imagen que se ve es en Twitter o Facebook, y antes de que llegue un periodista al lugar en el que ha sucedido algo puede haber pasado una hora, lo cual es muchísimo tiempo cuando ocurren este tipo de hechos.

La Asamblea Nacional francesa ha aprobado la ley de seguridad nacional, que provocó fuertes protestas de periodistas y organizaciones de derechos humanos. Esta penaliza la difusión de imágenes de agentes del orden, lo que atenta contra la libertad de expresión. ¿Qué opina de esta ley?
Yo estoy completamente en contra de esta ley y me he manifestado por ello. El principio de la democracia es poder filmar policías y la dificultad en todo este asunto es que en manifestaciones como las de los «chalecos amarillos» todo el mundo puede grabar, por lo que puedes encontrar a cincuenta fotógrafos con cámaras y cascos y nadie sabe de qué medio son. Cualquiera filma y se lo vende a cualquier medio, y muchos ni siquiera son periodistas e insultan a los policías, algo que no debe hacer un periodista. Entonces, esa ley quiere evitar que un fotógrafo que no se sabe de dónde sale se ponga delante de un policía, lo insulte, le haga fotos y esa imagen al cabo de una hora esté en Internet. Sin embargo, al ser una ley tan grande, también imposibilita que se pueda hacer una foto a un policía si este está golpeando a alguien en una manifestación o si le pegan a él; en este caso, nuestro deber como periodistas es grabarlo, así que pienso que finalmente no se aprobará la ley. En Francia se puede filmar poco, porque tenemos unos derechos de autor muy importantes; pero si ni siquiera se puede actuar como periodista para enseñar lo que pasa en una manifestación, entonces dejamos de ser periodistas y automáticamente estaremos siendo censurados, lo que no es bueno.

¿Qué reportajes tiene previsto hacer próximamente?
Ahora mismo estoy elaborando un reportaje sobre los narcotraficantes en Málaga que no sé cómo va a salir, porque es bastante complicado. Justo al comenzarlo, lo he hecho también en París, puesto que, aunque no suelen incautar tanta cantidad de droga, la lucha contra la droga también es muy importante en Francia. Pese a que ahora mismo tengo todas las autorizaciones de la policía del grupo de estupefacientes, es un reportaje bastante largo por la labor de investigación e incluso es posible que viaje a Colombia; todo está por determinar, pero llevo ya tres meses preparándolo. Después volveré a París, donde trabajo mucho con la actualidad semanal. Si, por ejemplo, hay un atentando, lo cubro. Además, tengo varios reportajes pendientes de realizar junto a la policía.

TSN nº12, julio-diciembre 2022. ISSN: 2530-8521