Del 22 de octubre de 2021 al 20 de febrero del 2022, el Museo del Prado exhibió en sus salas una inédita exposición titulada Tornaviaje. Arte iberoamericano en España. En ella, el visitante podía admirar obras de arte virreinal, muchas de ellas conservadas en colecciones privadas, instituciones culturales, templos, museos regionales e incluso repositorios fuera de la vista del público. El objetivo de la muestra, entre otros, era hacer visible la ingente red de relaciones transatlánticas que se construyó durante trescientos años entre España y sus reinos transatlánticos, mundos por lo demás distintos y distantes, aquende y allende el océano. Empero, no obstante su lejanía, estos serían ámbitos que, por razones históricas y geopolíticas, quedarían por siempre entrelazados. El trasiego de ida y vuelta no ha hecho más que evidenciar la importancia que los territorios de ultramar tuvieron para la monarquía hispánica cuando ejercía su soberanía en ellos e incluso posteriormente, ya que los contactos multidireccionales no han cesado a lo largo del tiempo.
En el presente número de la revista TSN, hemos querido sumarnos al esfuerzo por explicar más profundamente la trascendencia no solo de las relaciones culturales entre la península ibérica y la Nueva España, sino también de los aspectos políticos, económico-comerciales, estratégicos, sociales y devocionales de intercambio entre ambos mundos. En esta publicación encontramos la oportunidad de ofrecer trabajos de investigadores e investigadoras de ambos lados del Atlántico, especialistas en diversas áreas de conocimiento de la época moderna que describen diferentes facetas de esa ininterrumpida circulación de personas, objetos e ideas.
En una dinámica de continuo intercambio transcontinental, desde, cuando menos, el año de 1517 en adelante hasta principios de la década de los años veinte del siglo XIX, en que México consiguió su independencia de España, la salida cotidiana de los barcos de la península ibérica hacia América y el tornaviaje supusieron un hito en la construcción de relaciones humanas en mundos lejanos y diversos, pero conectados por el contexto histórico de la conquista y la colonización de las llamadas Indias Occidentales a partir de la llegada de los españoles. El trasiego significó también que el contacto favoreciera la construcción de una identidad compartida y una identificación cultural permanente. Las flotas itinerantes no solo iban cargadas de atractivas piezas suntuarias, enseres religiosos, cartas personales y ordenanzas de gobierno, entre otros, sino de personas que se movilizaban por diversas razones y que se forjaron una percepción de Nueva España como resultado de su estancia en estas novedosas tierras. Así, los territorios americanos empezaron poco a poco a cobrar importancia en la visión peninsular hispana como áreas estratégicas, sitios insólitos, mundos de oportunidad económica y social, así como ámbitos de legítima acreditación en su producción artística. Esos «caminos de ida y vuelta», al decir de José Luis Mora, colaborador en este monográfico, significaron encuentros, intercambios, asimilaciones, acomodos, apreciaciones, definiciones y variadas lecturas desde ambos escenarios.
El primer trabajo, de Carmen Martínez Martínez, analiza el «complejo mundo de relaciones bidireccionales» entre la monarquía hispánica y Nueva España y presenta, desde los inicios del tráfico atlántico tras la llegada de los europeos a tierra continental, cómo se estableció la comunicación en ambos lados del vasto océano a través de diferentes mecanismos de contacto, desde cartas, relaciones, documentos gubernamentales, de gestión comercial, de administración mercantil y de justicia, así como representación de particulares y corporaciones, etcétera. La autora presenta las diversas vías de comunicación que se implementaron y los vericuetos de la ida y tornaviaje que evidencian la tupida red interpersonal e intereses particulares y colectivos que caracterizaban la circulación de información entre los dos hemisferios.
Enseguida, Ana Díaz Serrano se centra, en primera instancia, en la parte conceptual del fenómeno de movilidad para después pasar a analizar los viajes realizados por principales tlaxcaltecas a España durante el siglo XVI, principalmente para gestionar ante la corte privilegios y concesiones por su participación y lealtad en las gestas de conquista. Esto trasluce interesantes aspectos sociales, políticos y culturales y reciprocidades entre las dos regiones en el contexto transoceánico. Su trabajo permite, además, entender la configuración de la modernidad a través de «un gobierno de las distancias» y el papel de América como vector de movilidad, más allá de lo continental, incluso en el ámbito planetario.
El estudio de Francisco Montes analiza la existencia de múltiples imágenes de la Virgen de Guadalupe en Madrid durante los siglos XVII y XVIII, lo que demuestra la intensa propagación de un culto mexicano en las altas esferas del poder cortesano en la península. El «movimiento devocional» guadalupano en España, visible en la presencia de estos sagrados íconos en ámbitos domésticos, recintos monásticos femeninos y masculinos, así como en cámaras palaciegas, refleja no solo aspectos del fervor mariano en ambos lados del Atlántico, sino intereses políticos multidireccionales.
La colaboración de Trilce Laske a este monográfico trata de la trayectoria e influencia de un autor americano, el religioso jesuita Juan Antonio de Oviedo, que tuvo una importante ascendencia en la configuración intelectual a ambos lados del Atlántico. Utilizando un método que emplea los instrumentos de las humanidades digitales, la autora muestra la oferta editorial del mercado del libro religioso en España y señala cómo los sectores eruditos de Nueva España contribuyeron a proveer el espacio peninsular de la monarquía hispánica de producción intelectual.
Dentro de las mismas entretelas de este comercio atlántico del libro, Olivia Moreno Gamboa, por su parte, traza también aspectos del comercio ultramarino de libros, a través de la experiencia personal y profesional de Juan Leonardo Malo Manrique, que fue marchante de libros en la primera mitad del siglo XVIII. Este personaje se relacionó con las corporaciones mercantiles de Andalucía y Nueva España, y su actividad refleja la rica actividad comercial de la administración borbónica a ambos lados del Atlántico.
Hugo Martínez Saldaña presenta el ejemplo de una familia prominente de comerciantes jenízaros, los Geraldino, que también dejaron constancia de su actuar en la historia del comercio atlántico de la segunda mitad del siglo XVIII. Estos hombres de negocios, en su papel de agentes comerciales, muestran cómo se desarrollaron las cadenas de suministro entre los dos mundos y en un ámbito más amplio de interconectividad oceánica, al tiempo que revelan cómo se desenvolvían en el comercio de las Indias españolas los extranjeros y sus hijos, su capacidad de maniobra y su papel como negociantes y mediadores.
El texto de Guadalupe Pinzón se inscribe en el contexto del ámbito geopolítico hispánico, donde se presenta el mundo atlántico como zona decisiva, al tiempo que se analiza la relación entre las dos costas a mediados del siglo XVIII y la importancia que empezaron a cobrar las regiones costeras del golfo de México en los planes estratégicos de España, como bien se muestra en mapas elaborados ex profeso. La autora destaca la trascendencia de Nueva España para el sistema naval de la monarquía hispánica, como sede de la construcción de barcos, industrias marítimas, puertos y comercio ultramarino, así como en la formación del personal dedicado a la navegación y el sistema de vigilancia y control de las regiones en posesión de la corona.
Tomando el ejemplo de otro personaje destacado, el militar y político canario Antonio de Benavides (1678-1762), quien fuera gobernador de la Florida, Veracruz y Yucatán, Francisco Eissa-Barroso reconstruye el arquetipo de un agente de la monarquía borbónica. Este sujeto, «profundamente atlántico», fue ejemplo de una «movilidad escalonada» cuya imagen virtuosa y heroica se fue construyendo al paso de los años. El autor trata de capturar al hombre real detrás del mito para quedarse con el individuo histórico cuya vida se desarrolló en el azaroso espacio imperial de la primera mitad del siglo XVIII.
Finalmente, cerramos este dosier con la colaboración experta de José Luis Mora, quien realiza un sólido recorrido de las relaciones México-España/España-México en el ámbito de la reflexión filosófica a través de las experiencias compartidas entre colegas e instituciones de ambas naciones. El autor enfatiza los estudios filosóficos y su mediación en las relaciones hispanomexicanas del último medio siglo (1975-2021), en el que la dimensión transnacional de las historias de la filosofía estrecharon una comunidad cultural y generaron un debate sobre el devenir de las experiencias multinacionales y la interpretación acerca de complejos procesos de contacto y vivencias comunes cuya continuidad es visible hasta nuestros días.
Los trabajos aquí presentados tienen la finalidad de exhibir ante el lector la trascendental importancia del intenso movimiento de personas, ideas y objetos por los caminos atlánticos de Indias. Este trasiego no hace más que evidenciar una verdad histórica contundente y un legado positivo del contacto que se estableció desde el siglo XVI entre las dos costas del vasto océano: tras la conquista de Mesoamérica, se abrieron amplias rutas que originaron generosos intercambios, vínculos y lazos permanentes entre los reinos ultramarinos y la península ibérica, que paulatinamente rebasaron incluso los confines del Atlántico y se proyectaron a nivel global-mundial.