3 Análisis comparativo de la función semántico-pragmática del uso de los diminutivos en la traducción literaria español-alemán: el caso de Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé

:: MISCELÁNEA. Literaria. Págs. 199-222 ::

Análisis comparativo de la función semántico-pragmática del uso de los diminutivos en la traducción literaria español-alemán: el caso de Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé *

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José Manuel Blanco Mayor

Universität Rostock

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El objetivo del presente artículo es analizar comparativamente el uso de diminutivos en español y en alemán desde una perspectiva semántica y pragmática. El corpus lingüístico específico que se somete a examen es la novela Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé, en su versión en español en contraste con su traducción al alemán por Andrea Rössler (1991). La razón que ha motivado la selección de este corpus textual es que ofrece un amplio elenco de ejemplos de diversa índole que nos permiten aproximarnos a la variada casuística del empleo de los diminutivos en español, a la vez que ponen de manifiesto la dificultad de reproducir determinados rasgos semánticos y pragmáticos del texto original al verterlo al alemán. En última instancia, el uso de los diminutivos ilustra paradigmáticamente las peculiaridades estilísticas de un texto que, por sus propias características argumentales y lingüísticas, se plantea como polifónico, lo que supone todo un desafío para su traducción.

palabras clave: traducción de sufijos diminutivos, semántica, pragmática, español, alemán, traducción literaria.

A Comparative Analysis of the Semantic and Pragmatic Function of Diminutives in Literary Translation from Spanish into German: the case of Últimas tardes con Teresa by Juan Marsé

This paper aims to offer a comparative analysis of the use of diminutives in Spanish and German from the point of view of semantics and pragmatics. Specifically, the linguistic corpus which is examined is the novel Últimas tardes con Teresa by Juan Marsé. The Spanish version is contrasted with the German translation by Andrea Rössler (1991). The vast range of examples that instantiate the variety of uses of diminutives in Spanish justifies the choice of this textual corpus. Not least, it shows how difficult it is to reproduce some semantic and pragmatic traits of the original Spanish text in the translation into German. Ultimately, the use of diminutives illustrates paradigmatically the stylistic features of a text that, considering its plot and linguistic characteristics, turns out to be polyphonic a true challenge for any translation.

key words: Translation of diminutive suffixes, semantics, pragmatics, Spanish, German, literary translation.

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recibido en DICIEMBRE de 2020 aceptado en julio de 2021

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INTRODUCCIÓN

Últimas Tardes con Teresa dramatiza el encuentro entre dos clases sociales bien diferenciadas: Manolo, apodado el Pijoaparte, muchacho de extracción humilde y escasa formación educativa, seduce y se enamora de Teresa, una joven burguesa universitaria. Sobre todo las partes dialogadas reproducen variedades diastráticas del castellano e incluso, en ocasiones, incorporan variedades diatópicas propias del español hablado en Cataluña. Al margen de ello, la presencia de determinados conceptos de realia propios de la España —y, específicamente, de la realidad barcelonesa— de mediados del siglo XX puede generar dificultades hermenéuticas para un lector moderno, y, por ende, contribuye a crear una barrera interpretativa adicional desde el punto de vista traslaticio. A estas dificultades se enfrenta la traducción al alemán realizada por Andrea Rössler (1991).

Nuestro objetivo en relación con la novela es doble: por una parte, estudiaremos los usos semánticos y pragmáticos de los diminutivos de manera intrínseca, esto es, desde la perspectiva interna del funcionamiento de la lengua española. Por otra parte, también se abordará el corpus textual desde una perspectiva translingüística y transcultural: a través del análisis comparativo con la versión en alemán trataremos de comprobar en qué medida y por medio de qué recursos los valores semánticos y pragmáticos inherentes a los sufijos diminutivos en el texto fuente permanecen inalterados o bien sufren modificaciones al verse trasvasados a una lengua que se rige por unas normas morfológicas, semánticas y pragmáticas no coincidentes (o, al menos, no siempre coincidentes) con el español.

1. CUESTIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS

1.1. Los diminutivos: entre la morfología, la semántica y la pragmática

Desde el punto de vista terminológico, la communis opinio lingüística admite la definición del diminutivo como «une unité lexicale, une formation ou un morphème qui exprime la petitesse» (Debowiak, 2014: 16). Sin embargo, más allá de esta noción básica de la expresión de pequeñez, el diminutivo expresa toda una serie de valores semánticos adicionales relacionados con la matización afectiva del enunciado por parte del emisor. Como señala Debowiak (2014: 17), los matices afectivos expresados por un diminutivo dependen, más que del tamaño factual del referente, de la naturaleza del referente mismo. Si bien es cierto que los diminutivos suelen expresar (desde el punto de vista tipológico) connotaciones más bien positivas1, el abanico de posibilidades de expresión afectiva es muy variado: «En general, le sens évaluatif d’un diminutif donné ne se comprend correctement que dans le context, à l’aide d’indices prosodiques, comme l’intonation, ou extralinguistiques, comme la mimique, les gestes, etc.» (Debowiak, 2014: 18). En tal sentido, la cuestión de la comprensión contextual del sentido del diminutivo se revela como una dificultad teórico-metodológica considerable, habida cuenta de que el corpus lingüístico con el que trabajaremos es un texto literario, que, por definición, carece de rasgos prosódicos unívocos y no ofrece la posibilidad de verse acompañado de elementos extralingüísticos. No obstante, antes de abordar esta dificultad metodológica, es necesario apuntalar las cuestiones terminológicas y ofrecer una visión general interlingüística del uso de los diminutivos en alemán y en español.

Si atendemos a la tipología, el uso de los sufijos diminutivos es un rasgo que comparten numerosas lenguas de familias diferentes. Debowiak (2014: 18) sostiene que se trata de una categoría universal propia de prácticamente todas las lenguas del mundo. Además, en no pocas lenguas genéticamente inconexas los diminutivos sirven para expresar nociones pragmáticas2. No obstante, en el caso específico del alemán (en contraposición explícita al español), la comparación revela la gran diferencia existente entre estas dos lenguas en lo relativo al rédito lingüístico ofrecido por los diminutivos. Por una parte, el espectro de variedades morfológicas en la sufijación diminutiva en español es cuantitativamente mucho mayor3, además de que forma parte activa de la lengua usada en coordenadas diatópicas, diastráticas y diafásicas de índole muy diversa. Por otra parte, a esta mayor variedad morfológica corresponde una mayor gama de valores semánticos y pragmáticos4. A través de los ejemplos seleccionados veremos, pues, que desde el punto de vista cualitativo, los distintos matices semánticos/pragmáticos (como afecto, ironía, desprecio, atenuación retórica, intensificación, etc.) que se hallan implícitos en el uso de determinados sufijos diminutivos en español no son los mismos que en alemán. El motivo fundamental es que, si bien los sufijos diminutivos existen en alemán, su uso ha quedado reducido a expresiones lexicalizadas o bien tiene un valor semántico y/o pragmático mucho más limitado que en español. Más allá del valor hipocorístico (el rasgo que más claramente comparten el español y el alemán), el alemán no comparte con el español el uso del diminutivo para la expresión de nociones semánticas/pragmáticas que en español son esenciales, como, por ejemplo, la atenuación de un acto de habla5.

En el marco de estas consideraciones teórico-metodológicas preliminares, es preciso atender al concepto de la morfopragmática, que, fundamentalmente en el caso de los ejemplos pertenecientes a las partes dialogadas, juega un papel importante. Mariottini (2006: 110) define el concepto del siguiente modo:

El término morfopragmática se refiere al estudio de la información pragmática que conllevan ciertas clases de morfemas. Tanto la morfología derivacional como la flexiva son campos relevantes en la investigación morfopragmática, puesto que los hablantes hacen uso de estos dos recursos para producir diferentes tipos de efectos perlocutivos. La morfopragmática puede definirse como el área de la combinación de los significados pragmáticos con las reglas morfológicas, es decir, el área en la que una regla morfológica produce efectos pragmáticos regulares.

Por su parte, Dressler y Merlini Barbaresi (1994: esp. 84-169), señalan tres vertientes funcionales en el estudio de los diminutivos: en primer lugar, la denotativa, merced a la cual se expresa la noción semántica de lo «pequeño». En segundo lugar, la connotativa, que corresponde a los rasgos «emocionales» implícitos en los diminutivos. En tercer lugar, la pragmática, según la cual los actos comunicativos de los que forman parte los diminutivos adquieren el rasgo general de lo «no-serio». Esta distinción es importante para nuestros objetivos en la medida en que el corpus textual examinado ofrece ejemplos de tres tipos diferentes: a) dotados de un valor funcional meramente denotativo; b) que presentan rasgos semánticos emocionales; c) con matices pragmáticos adicionales condicionados por el contexto comunicativo.

Desde el punto de vista estrictamente morfológico, nos centraremos esencialmente en los sufijos diminutivos -ito/-a e –illo/-illa. No solo se trata de los diminutivos que más recurrentemente aparecen en el corpus con el que trabajaremos, sino que, además, son los sufijos más productivos en español6.

Por otra parte, volviendo a la cuestión del contexto, nos topamos con el problema de que, metodológica y epistemológicamente, el corpus textual seleccionado, sin duda, condiciona las conclusiones del presente artículo, habida cuenta de que se trata de un texto literario. Si bien es cierto que las partes dialogadas tienen una amplia presencia en esta novela y que, por ende, el autor pretende reproducir el habla coloquial, deben valorarse con suma cautela las conclusiones sociolingüísticas de un análisis pragmático. El medio literario puede imitar, acaso, la lengua hablada «real». Sin embargo, se tratará en todo caso de una reproducción artificial, condicionada por las exigencias estéticas de la obra. Así pues, cualquier función pragmática, y especialmente aquellas relacionadas con la cortesía, deberán examinarse necesariamente con la debida conciencia de que, en el mejor de los casos, imitarán fenómenos pragmáticos de interacción social.

En tal sentido, resulta interesante evocar la teoría de los «actos de habla» de Searle (1975), para quien en el discurso literario y especialmente en el novelístico no hay auténticos actos de habla, sino «imitaciones» o «simulaciones» de actos de habla auténticos. En esta línea hermenéutica, el discurso ficcional de la novela es, pues, de acuerdo con Cofré (1991: 313), una consecuencia de «[e]l acto de pretender emitir actos ilocucionarios pero no realizarlos en realidad (en serio)». Con una postura análoga, Austin (1962: 22) excluye de su análisis de los actos de habla el discurso literario por considerarlo como un lenguaje «parasitario» en relación con el uso normal del lenguaje.

A pesar de que las limitaciones espaciales del presente trabajo no nos permiten abordar en profundidad esta compleja cuestión, la justificación de nuestros objetivos nos obliga a considerar aquellas posturas que, en contra de la opinión de Austin (1962) y Searle (1975), tienen en cuenta la validez del lenguaje ficcional como sede de actos de habla. Así, nos parece adecuado optar por una postura metodológica ecléctica, y admitir, siguiendo la línea de Ohmann (1971) e Iser (1971: esp. 60-61), que, pese a que los actos de habla de la literatura ficcional no tienen una fuerza ilocucionaria real, se atienen a los principios que regulan los actos de habla reales, por lo que se consideran, en palabras de Ohmann (1971: 14-17) «quasi-speech acts»:

[T]he writer pretends to report discourse and the reader accepts the pretense. Specifically, the reader constructs (imagines) a speaker and a set of circumstances to accompany the quasi-speech-act, and makes it felicitous (or infelicitous, for there are unreliable narrators, etc.) […] A literary work is a discourse whose sentences lack the illocutionary forces that would normally attach to them. Its illocutionary force is mimetic. […]. The reader may well attend them [i.e., the quasi-speech-acts] in a non-pragmatic way, and thus allow them to realize their emotive potential. In other words, the suspension of normal illocutionary forces tends to shift a reader’s attention to the locutionary acts themselves and to their perlocutionary effects.

La consecuencia de estas premisas teóricas es que debemos establecer una división bipartita en relación con la idiosincrasia ilocucionaria de los distintos tipos de discurso en el seno de la novela que configura el corpus textual a examinar: diálogo y partes narradas. En el primer caso aceptaremos que, pese a su naturaleza mimético-ficcional, existe una transacción entre los interlocutores que condiciona sus relaciones (lo que supone el fundamento de los actos de habla), y que, por tanto, estamos en condiciones de analizar los diálogos en los mismos términos en los que lo haríamos si se tratase de actos ilocucionarios reales. En el caso de las partes narradas asumiremos que se produce una marcada suspensión de la fuerza ilocucionaria del acto de habla, por lo que queda descartado un análisis de las estrategias de cortesía en estos pasajes, en la medida en que la cortesía per se es, como señala Níkleva (2011: 64), un fenómeno sociopragmático operativo entre la instancia del emisor y su(s) interlocutor(es) destinado a mantener un equilibrio entre una y otra parte de esta transacción comunicativa7.

Dado que no nos hallamos ante un contexto comunicativo donde entra en conflicto directo el face de sus interlocutores (ya que uno de ellos es el narrador heterodiegético y el otro es el lector) queda excluido el examen de la vertiente pragmática de las estrategias de cortesía inherentes en el uso de los diminutivos en las partes narradas. Ahora bien, esto no significa que la palabra narrada no sea un acto comunicativo. Como señalábamos anteriormente, la consideración de los actos de habla de la lengua literaria como «quasi-speech-acts» (Ohlmann, 1975: 14-17) resuelve la aporía de la comunicación efectiva entre la instancia del emisor y el receptor del discurso literario. Pese a que el narrador y el lector no pueden considerarse interlocutores que participan en un acto de habla normal, los actos de habla sui generis del narrador pretenden alcanzar un efecto determinado en el lector, esto es, están dotados de un valor quasi-perlocutivo8. Así se entiende que, como veremos, el autor usa en algunas ocasiones los sufijos diminutivos como recurso destinado a crear ironía o bien los dota de un valor peyorativo o despectivo.

Se trata, pues, de casos en los que el emisor del mensaje (en este caso, la instancia discursiva del narrador) pretende conferir a la expresión o al término en cuestión un valor pragmático adicional al inherente en la semántica del término, más allá del uso denotativo de aminoramiento, que es el valor primario de los diminutivos en español.

La diferencia en términos pragmáticos entre diálogos y partes narradas responde a cuestiones de orden teórico que es necesario definir de manera preliminar. Ahora bien, desde el punto de vista organizativo, esta división no afectará a la disposición de nuestros argumentos, ya que optaremos por un procedimiento de análisis predominantemente inductivo. Esto es, nuestro modus operandi consistirá en pasar de la realidad lingüística (en nuestro caso, de los ejemplos concretos del corpus textual analizado) a la teoría, y no a la inversa. En todo caso, como veremos, la mayor parte de los usos pragmáticamente neutros de los diminutivos se concentra en las partes narradas, por tratarse de un discurso más objetivo y descriptivo, mientras que los casos en los que pueden apreciarse matizaciones pragmáticas se insertan mayoritariamente en las partes dialogadas.

Por otra parte, la clasificación de Mendoza (2005) en cuanto al uso de los diminutivos en español servirá asimismo de orientación metodológica. La autora distingue dos grandes categorías, a saber, los usos morfopragmáticos y los usos morfosemánticos de los diminutivos. En el primer caso, Mendoza se centra fundamentalmente en el valor de estos afijos como atenuadores retóricos, mientras que en el segundo grupo establece, a su vez, una subdivisión entre diminutivos hipocorísticos y diminutivos de aproximación.

No obstante, esta clasificación servirá como guía terminológica, más que como fundamento teórico sistemático, ya que, tal y como se desprende de los argumentos de Dressler y Merlini Barbaresi (1994), la distinción entre usos morfosemánticos y usos morfopragmáticos está fuertemente condicionada por aspectos contextuales9. Así, por ejemplo, no es posible decidir si un diminutivo funciona como expresión de cortesía o como mero sufijo pragmáticamente neutro que denota pequeñez si no se halla inserto en un contexto conversacional concreto (e incluso en estos casos pueden darse divergencias interpretativas).

Las categorías establecidas por Mendoza (2005) son, pues, solo una clasificación de referencia, no compartimentos estancos. En consecuencia, numerosos ejemplos de diminutivos que se hallan en nuestro corpus textual o bien no pueden adscribirse a ninguna de las categorías establecidas por la autora, o bien son susceptibles de asignarse a más de una categoría a la vez.

1.2. La traducción de los diminutivos

La gran dificultad que entraña la traducción de diminutivos radica en su naturaleza misma: se trata de afijos derivativos que expresan aminoración y cuyo valor predominante es, como acertadamente defiende Hummel (1997: 196-197)10, apreciativo:

Por esto los diminutivos son, y no en último término, especialmente apropiados para la expresión de la apreciación subjetiva, puesto que no establecen la apreciación en los nombres con la precisión de los adjetivos, sino que la realizan indirectamente a través del contexto y la situación. Al lector u oyente, frecuentemente, la apreciación le es tan sólo sugerida sin despejarle la última duda. Cuando utiliza los diminutivos, el hablante opera conscientemente con su indeterminación, que él puede eliminar contextualmente de forma más o menos clara.

El uso de diminutivos que designan «objetivamente» la aminoración es, pues, sin duda, claramente secundario en relación con los usos en los que está presente una valoración subjetiva. Precisamente este hecho condiciona crucialmente la traducción de los diminutivos, puesto que en muchos casos el traductor se hallará ante la dificultad que surge de la indeterminación de los diminutivos y se verá obligado a decidir, en función del contexto y de su apreciación subjetiva, si el sufijo en cuestión designa meramente aminoración o bien si (y estos serán la mayoría de los casos) hay un componente de naturaleza emocional/afectiva. Si se da esta circunstancia, el traductor deberá, por último, interpretar qué tipo de noción afectiva prevalece. Esto no implica necesariamente transformar la indeterminación del diminutivo en determinación, pues, precisamente en la traducción literaria es fundamental preservar la ambigüedad inherente al discurso literario11. Pero, aunque la traducción como producto mantenga la indeterminación, la traducción como proceso deberá tratar de desambiguar el valor o los valores denotativos predominantes en cada caso12. En última instancia, esta observación entronca con la necesidad, según defiende Nord (1991: 79-81), de examinar la función del texto fuente como paso indispensable para la praxis traslaticia13.

2. EXPOSICIÓN DE RESULTADOS

Proponemos, pues, clasificar los diminutivos del corpus en cuestión conforme al siguiente esquema:

2.1. Diminutivos denotativos de «pequeñez»
2.2. Diminutivos hipocorísticos
2.3. Diminutivos con connotaciones irónico-peyorativas
2.4. Diminutivos de aproximación /atenuación retórica
2.5. Diminutivos con valor intensificativo
2.6. Lexicalizaciones

2.6.1. Hipocorísticos semilexicalizados
2.6.2. Pseudodiminutivos

2.1. Diminutivos denotativos de «pequeñez»

A esta primera categoría corresponden la mayor parte de ejemplos del corpus seleccionado. Se trata de sufijos pragmáticamente neutros cuyo uso predominante es denotativo. El valor semántico que el sufijo añade al lexema es el de «tamaño pequeño». Como señalábamos antes, este uso de los diminutivos se da sobre todo en partes narrativas. Es más, ninguno de los ejemplos citados corresponde a partes dialogadas. A continuación, se enumeran los ejemplos que corresponden a esta categoría14:

De los ejemplos citados pueden extraerse las siguientes conclusiones: por una parte, desde una perspectiva interna del funcionamiento del español, debe matizarse que es muy difícil determinar con absoluta seguridad en qué medida se trata de un diminutivo exclusivamente denotativo o si tiene un matiz emocional (afectivo-familiar) adicional. Se deberá convenir en todo caso en que solo puede hablarse de valores predominantes, sin que ello excluya la posibilidad de que la intención del autor (el emisor del discurso) diverja de la interpretación del lector-receptor. La ambigüedad de la intencionalidad autorial inherente a toda obra literaria se extiende, pues, también a este ámbito de interpretación lingüística. Algunos ejemplos que corroboran dicha ambigüedad son granito, risita, ojitos, traserito, novelita, francesita, criadita, muchachita, polvillo, pelusilla o arenilla, donde la aminoración objetiva se ve matizada por un componente apreciativo en una proporción imposible de cuantificar. En algunos casos la disminución objetiva desafía incluso las leyes de la lógica. A título de ejemplo, hablar de *polvo pequeño o de *grano de arena pequeño no difiere sustancialmente de algunos ejemplos que Hummel (1997: 197) califica de «agramaticales», como *año u *hora pequeña (a partir de añito u horita). No obstante, insistimos, nuestra clasificación no pretende establecer categorías impermeables, pues, como vemos, hay numerosos ejemplos de diminutivos que pueden adscribirse a más de una categoría a la vez.

Por otra parte, desde el punto de vista translingüístico, se observa que la traductora opta en gran parte de las ocasiones por verter el término con diminutivo al alemán a través de la fórmula «kleine(r)(s)…»; en otras ocasiones en la versión alemana aparece el sufijo diminutivo -chen en alemán, si bien este último caso ofrece un rendimiento lingüístico más limitado, ya que, como señalábamos anteriormente, el alemán es mucho menos prolífico que el español en el uso de diminutivos. En los casos en los que la autora no recurre al diminutivo en alemán (que son la mayoría), los motivos son de índole diversa: en unos casos puede retrotraerse a motivos de uso. Así, por ejemplo, la expresión *Schwesterchen o *Schwesterlein —como traducción de la palabra hermanita— está más bien en desuso en el alemán actual o bien tiene connotaciones semánticas distintas de las que tiene el término en español. En otros casos la motivación es de índole puramente morfológica: por ejemplo, para perrita no cabe la posibilidad de usar el diminutivo Hündchen en alemán si no quiere convertirse el género sexualmente femenino del español en epiceno. Por último, la elección estilística también desempeña un papel relevante como condicionante para la opción traslaticia. Este es el caso en Bittlied para cancioncilla o Blumenblätter para florecillas: en estos ejemplos y en otros análogos, la traductora evita añadir, por motivos aparentemente estilísticos, un sufijo diminutivo e incluso un adjetivo que refleje la semántica hipocorística o la mera denotación de pequeñez del adjetivo en español.

2.2. Diminutivos hipocorísticos

En ocasiones, además del valor que denota pequeñez, se dan casos en los que el diminutivo añade una connotación que expresa matices relacionados con la familiaridad, la intimidad y el afecto. Para Mendoza (2005: 165), se trata de uno de los usos más comunes de los diminutivos no solo en español sino también en otras lenguas románicas y también en alemán. A continuación, se enumeran aquellos ejemplos, que, atendiendo a motivos contextuales y de uso del español, pueden considerarse como pertenecientes a esta categoría:

A partir de los ejemplos citados se reafirma, por una parte, la observación llevada a cabo supra, a saber: solo el contexto permite discernir si existe o no una connotación emocional. Por otra parte, como se desprende de los ejemplos, la traductora opta por recursos diversos a la hora de plasmar en el texto alemán los matices afectivos de los diminutivos en español. Para abordar esta dificultad no existe una fórmula polivalente, de modo que los recursos morfoestilísticos son variados. No obstante, la versión en alemán no siempre logra reflejar diversos matices connotativos del original español. Así ocurre en el último ejemplo citado (calorcillo // Wärme).

2.3. Diminutivos con connotaciones irónicas o peyorativas

Mendoza (2005: 163-164) menciona, pero no examina a fondo, una categoría semántica de los diminutivos que en español, y, en concreto, en el corpus textual analizado, tiene una importancia notable: el uso de los diminutivos como recurso destinado a crear ironía, o bien dotados de un valor peyorativo o despectivo. En efecto, tal y como señalan Márquez Reiter y Placencia (2005: 208), en el español peninsular no es infrecuente la asociación de los diminutivos con matices negativos o irónicos (frente a lo que ocurre en otras variantes del español, donde los diminutivos sí se usan con mayor frecuencia como atenuantes retóricos en contextos de cortesía verbal). A continuación, se enumeran y comentan los ejemplos correspondientes a esta categoría:

La palabra señoritos tiene una carga semántica que va más allá de su uso denotativo básico (señorito como diminutivo de señor). El uso del término señorito resulta interesante, ya que, tal y como señala Stoll (2006: 82): «se utiliza, sobre todo, en sentido irónico y despectivo para denominar a un joven de familia acomodada que lleva una vida ociosa o a alguien que intenta lo segundo sin contar con la primera condición». En este caso particular, resulta interesante observar que la traductora lo deja tal cual y opta por explicar su significado en una nota final (en un breve apéndice donde se definen algunos términos de realia que la traductora reproduce en su texto alemán sin traducirlos; en el caso de señorito la traductora reseña: «junger Mann aus reicher Familie» (444).

Al margen del valor denotativo primario, solo el contexto nos permite distinguir si su uso encierra un matiz peyorativo y/o irónico. La decisión de la traductora de usar la palabra señoritos tal cual en su traducción es adecuada, si bien implica que una parte, difícilmente cuantificable, de la connotación negativa de la palabra señorito en español se pierde en la traducción (o, en este caso, en la no traducción del término). Al margen de otros ejemplos análogos del uso de señoritos18, en la página 70 (nosotros, los señoritos) nos hallamos ante un caso particular, pues la traductora opta por verter el término al alemán como wir Bürgersöhne (143). Resulta interesante comprobar a través de la traducción cómo el valor semántico/pragmático de un mismo sustantivo con el mismo sufijo puede variar en función del contexto en el que es usado. En este caso, la particularidad que lo distingue de la mayor parte de los usos de señoritos a lo largo de la novela es que es Luis, uno de los jóvenes que, desde una perspectiva heterodiegética, pertenece a la categoría de «joven burgués», quien se denomina a sí mismo señorito. La autoironía implícita en el uso contextualizado del término implica que el matiz peyorativo externo, por así decir, no ha lugar. Luis asume el apelativo señorito, que en otros contextos se ve impuesto a determinados personajes por un narrador omnisciente que se erige en «portavoz» de una colectividad socioeconómica. Pese a que el término es el mismo, tiene lugar un cambio semántico/pragmático consistente en la sustitución del valor peyorativo externo por la autoironía. Con gran acierto, la traductora refleja esta modificación lingüística y opta por la traducción alternativa de Bürgersöhne. En la página 148 hallamos un ejemplo similar: en el contexto de un pasaje narrado, el término señoritos es traducido como reiche Bürgerkinder (300).

Otro caso interesante se halla en la página 70. Teresa denomina a Luis señorito sabelotodo, lo que es traducido como du Alleswisser (142). La traductora interpreta adecuadamente que en este caso no predominan las connotaciones socioeconómicas del término (como sí ocurre en la mayor parte de los casos en los que se usa este término), sino que responde a un uso hipocorístico. Dado el tono afectivo que se desprende del contexto, el ejemplo podría igualmente incluirse en la categoría que hemos examinado anteriormente en el punto 2.2.

Resulta interesante observar cómo el caso de la palabra señorita difiere en relación con la versión masculina del término. Mientras señorito está dotado, en la mayor parte de las ocasiones, de un cierto matiz peyorativo, tanto en virtud de su lexicalización como del uso contextual concreto que se da en algunos de los pasajes anteriormente señalados, la palabra señorita no tiene un valor peyorativo por sí misma. En este caso, el diminutivo tan solo añade la noción (sutilmente hipocorística) de «juventud» en relación con el término señora. Significativamente, la traductora opta por conservar el término tal cual, sin traducción: Ein schönes Schauspiel für eine Señorita! (42) (¡Vaya espectáculo para una señorita! [21]). De esta manera, la traducción conserva el valor denotativo primario de la expresión en español, renunciando a usar el diminutivo en alemán *Fräulein, en cuyo caso el término habría quedado dotado de un matiz semántico levemente peyorativo ausente en el texto original.

No menos reseñable resulta el hecho de que se mantenga en la traducción el término español «Señorita» con la mayúscula alemana, mientras que en casi todos los casos de «señoritos» se emplea el término en minúscula y en cursiva. La única excepción la constituye el ejemplo de la página 56 (trad. p. 114), donde aparece en mayúscula y en letra redonda. A pesar de que pueda parecer una inconsecuencia, la decisión de la traductora no es, creemos, arbitraria: mientras que «señorito» aparece consignado en el glosario final (y, por tanto, debe entenderse como un término de realia, que, en consecuencia, es adecuadamente transcrito en cursiva, al igual que ocurre con los otros términos del glosario), la traductora considera la palabra «Señorita» como una mera fórmula de tratamiento lo suficientemente conocida para un lector alemán como para no tener que traducirla. Lo mismo ocurre con el único ejemplo de «Señorito» en mayúscula y letra redonda, que, en el contexto en el que se inserta, es meramente una fórmula de tratamiento sin connotación despectiva. La decisión, como vemos, es coherente, aunque no por ello menos discutible, pues, entre otras consecuencias que se derivan de ella, el texto alemán produce un efecto exotizante (una opción que, en última instancia, siempre es susceptible de crítica o de interpretación alternativa19).

Otros ejemplos de diminutivos con connotaciones irónicas o peyorativas son:

Y sin dejar de peinarse [Teresa], remedando graciosamente con la expresión y el tono cierto tipo de interrogatorio que debía serle familiar, bromeó apuntándole con el dedo—: A ver, usted, jovencito, dígame: ¿conoce a esas chicas?

La versión en alemán traduce el término como junger Mann, a través de la cual se evoca el tono paternalista-autoritario del original en español, pero de un modo mucho más atenuado. En la página 159 nos hallamos de nuevo ante un caso similar, con la diferencia de que, en esta ocasión, la traductora sí opta por una versión que refleja claramente el matiz despectivo del sufijo: ein Grünschnabel (322).

2.4. Diminutivos de aproximación / atenuación retórica

Los diminutivos de aproximación son definidos por Mendoza (2005: 166) como «a way of attenuating the meaning of adjectives and adverbs»21. En los ejemplos que citamos a continuación los diminutivos funcionan en su vertiente pragmática como «hedges», también conocidos como atenuadores retóricos22. El sufijo está destinado a mitigar o atenuar la fuerza ilocutiva del acto de habla, en un contexto comunicativo de cortesía verbal en el que el emisor trata de no dañar la imagen positiva o negativa de su interlocutor23. Como señalábamos anteriormente, la posibilidad de realizar un análisis de estrategias de cortesía queda reducida a las partes dialogadas, donde nos hallamos ante una versión mimética de actos de habla reales24. El examen de la pragmática comunicativa es, pues, posible en estos casos.

—¿Es que piensas dejarnos? —preguntó el Cardenal.

—No es eso, caray, ya te contaré.

—No hace falta, ya veo que tienes un plan. ¿Y por qué no lo has dicho antes, cabrito?

—Aún no he decidido nada. Por una temporadita a ti no te va ni te viene, quiero decir que no te hago falta, tienes otros negocios… (111)

“Du willst uns wohl verlassen?” fragte der Kardinal.

“Darum geht es nicht, verdammt, ich erklär dir das noch.”

“Ist nicht nötig, ich habe schon begriffen, dass du etwas planst. Warum hast du das nicht gleich gesagt, du Hund?

“Noch hat sich nichts entschieden. Es ist ja gar nicht für lange, kann dir also egal sein, ich meine, du kommst auch ganz gut ohne mich aus, du hast ja noch andere Geschäfte...” (221-222)

El diminutivo temporadita se usa como mecanismo de atenuación retórica, pues no solo incide en la brevedad del espacio de tiempo, sino en su insignificancia. El sufijo entra en la categoría de lo que Mendoza (2005: 166-171) considera un «hedge» metalingüístico, esto es, un elemento que modifica el contenido metalingüístico de un acto de habla25. El sufijo expresa la modificación no sólo del sustantivo «temporada», sino del acto de habla completo. En este caso, nos hallamos ante dos actos de habla yuxtapuestos: la afirmación; y la excusa de dicha afirmación, que queda implícitamente calificada como insignificante y, por tanto, factible. En el contexto comunicativo, el emisor (Manolo) emite una petición indirecta (pide ausentarse durante un tiempo). Dado que la petición supone, desde un punto de vista pragmático, una amenaza para la imagen del interlocutor (un face threatening act, según la terminología de Brown y Levinson [1987: 66]), el diminutivo se usa como recurso destinado a no dañar la imagen de su interlocutor.

2.5. Diminutivos con valor intensificativo

El valor intensificativo de un diminutivo se da cuando el término sufijado (normalmente adjetivos o adverbios26) adquiere una semántica según la cual se realzan las cualidades inherentes a su semántica básica. Así, por ejemplo, Mendoza (2005: 164) cita el ejemplo de tempranito > muy temprano; o bien limpiecito > muy limpio. Nuestro corpus textual ofrece varios ejemplos que se adscriben a esta categoría:

2.6. Lexicalizaciones

2.6.1. Hipocorísticos semilexicalizados

En español existe un elenco relativamente amplio de palabras (por lo general sustantivos y, en menor medida, también adjetivos) con sufijos diminutivos que pueden considerarse como semilexicalizadas. Es decir, se trata de términos compuestos por un diminutivo que, en su origen, añade un valor hipocorístico al lexema, si bien su uso se ha consolidado en el uso lingüístico hasta tal punto que el diminutivo se percibe más como parte de un giro idiomático que como un sufijo hipocorístico propiamente independiente. Los ejemplos que Últimas tardes con Teresa ofrece son los siguientes:

Como se aprecia implícitamente a través de la traducción alemana, la conciencia lingüística del sentido hipocorístico de estos términos queda difuminada como consecuencia de su uso idiomático. De nuevo, la versión en alemán revela la dificultad de verter a otra lengua distinta del español esta gama de valores semánticos e idiomáticos. En todo caso, la traductora opta acertadamente por no reproducir en ninguno de los casos matices hipocorísticos en la versión alemana, conservando, así, fielmente el valor cercano a la lexicalización de los diminutivos en los ejemplos citados.

2.6.2. Pseudodiminutivos

Consideramos como pertenecientes a una categoría diferente de la anterior aquellos sustantivos que han sufrido una lexicalización completa. Pese a que su origen morfológico es un sufijo diminutivo, este tipo de términos (por ejemplo, calderilla, bolsillo o bordillo) han alcanzado un grado de lexicalización tal que la derivación semántica en relación con el término del que proceden prácticamente ha desaparecido de la conciencia lingüística del hablante. Frente a expresiones semilexicalizadas a nivel de uso lingüístico27, el fenómeno de la lexicalización completa se define como «proceso por el que determinados elementos con valor gramatical o derivativo adquieren valor léxico al perderse sus significaciones primarias» (Montero, 2008: 118). Como señala Debowiak (2014: 39-42), se trata de un fenómeno frecuente en las lenguas románicas:

[C]ertains diminutifs s’emploient avec une si grande fréquence et / ou dans des contextes si précis qu’ils finissent par fonctionner en tant qu’unités lexicales non marquées et stables dans le lexique d’une langue. Ils commencent alors à être enregistrés dans les dictionnaires comme des entrées autonomes avec des acceptions parfois complètement détachées de leur signification originelle […] Alors, […] ils ne doivent pas désigner des objets forcément petits.

La marcada lexicalización de este tipo de términos ha llevado a los lingüistas a referirse a ellos como «pseudodiminutivos», «quasi diminutivos» o bien «diminutivos absolutos», entre otras denominaciones al uso (Debowiak, 2014: 40). A menudo resulta difícil distinguir claramente entre estos falsos diminutivos y expresiones semilexicalizadas, como las que hemos visto en el punto 2.6.1. Sin duda el contexto es un factor a tener en cuenta; no menos lo es la conciencia lingüística del hablante y su percepción subjetiva de la distinción entre lo idiomático y lo lexicalmente consolidado. En tal sentido, la información aportada por los diccionarios tampoco es concluyente, ya que, como es sabido, los repositorios lexicográficos siempre van detrás de la lengua activa.

Probablemente el criterio de distinción más eficaz es examinar el grado de desvinculación semántica del pseudodiminutivo en relación con el lexema sobre el que se basa. El siguiente ejemplo es ilustrativo: la palabra bolsillo (168) no designa un bolso pequeño, sino que ha adquirido una semántica independiente. De entre los numerosos ejemplos que incorpora el corpus textual examinado, esta es una breve muestra:

Pese a que, en algunos de estos casos (como cabrito, tirilla y chiquitas) el diccionario de la RAE los identifica como diminutivos de, respectivamente, cabro, tira y chica, la conciencia lingüística del usuario del español los distingue con claridad como términos que, desde el punto de vista semántico, son independientes del lexema sin sufijo.

Un último caso interesante es el que ofrece el término carajillo (168), que en la versión alemana aparece tal cual como carajillo (341), sin traducir. La traductora incorpora este término en el apéndice de términos de realia que no se traducen en el texto de la novela en alemán:

Aquí nos hallamos ante un interesante ejemplo de colisión de percepciones semánticas o bien un «conflicto lingüístico» relacionado con cuestiones de orden sociolingüístico. En el primer caso, puede entenderse que Teresa usa el término carajillo como término lexicalizado, esto es, no percibe la palabra como término compuesto del lexema caraj- más el sufijo diminutivo –illo, sino como una palabra semánticamente autónoma. Sin embargo, también puede especularse con la posibilidad de que Teresa, una joven burguesa que quiere mezclarse con el «proletariado» y ve a Manolo como el arquetipo de esta clase social, lleva a cabo un intento espontáneo de integrarse también lingüísticamente en una clase social distinta a la suya a través de la reproducción de un rasgo de habla que podría considerarse como vulgar. Este intento resulta fallido, pues Manolo la «corrige», invitándola a usar un término más «fino» (perfumado [168 // 341]). Además, en un pasaje posterior, el hermano de Manolo se ríe de ella cuando esta pide en un bar un perfumado28. La risa del hermano de Manolo refleja, en cierto modo, la vacilación de Teresa entre el habla propia de su auténtica clase social (y las variedades diastráticas que, en consecuencia, se esperan de ella) y el registro lingüístico «obrero» que Teresa cree encarnado en Manolo y los suyos. En cualquier caso, en la versión en alemán no es posible apreciar este conflicto lingüístico (salvo con la ayuda de la nota de la traductora).

3. CONCLUSIONES

El análisis contrastivo de la función semántica y pragmática de los diminutivos en Últimas tardes con Teresa en su versión española y alemana nos ha permitido llegar a una serie de conclusiones que afectan a dos vertientes interpretativas. Por una parte, desde el punto de vista del funcionamiento interno de la lengua española, el uso de diminutivos permite la expresión de una amplia gama de valores semánticos y pragmáticos, desde la mera denotación de pequeñez hasta la expresión de intensificación y de connotaciones afectivas o irónico-peyorativas. Numerosos ejemplos del corpus textual han puesto de manifiesto, además, la importancia de los diminutivos como estrategias de atenuación retórica en contextos de cortesía verbal y, por último, se ha comprobado que el fenómeno de la lexicalización desempeña un papel notable en el uso de los diminutivos. En todo caso, el contexto es determinante a la hora de establecer la prevalencia de uno u otro matiz semántico y/o pragmático.

Por otra parte, la comparación entre la versión española y su traducción al alemán nos ha permitido ratificar la notable diferencia existente entre estas dos lenguas en lo relativo el rédito lingüístico de los diminutivos, ya que en la mayor parte de las ocasiones el uso de este sufijo en alemán no es funcionalmente válido o bien conlleva la adición de connotaciones de tipo estilístico o prosódico o bien semántico y pragmático intrínsecas a los diminutivos en alemán que a menudo divergen de las del español.

Ante tal dificultad, la traductora opta por estrategias de variada índole que, como hemos tenido ocasión de ver, logran reflejar en unos casos mejor que en otros la gama de valores (semánticos y pragmáticos o también estilísticos) propios del texto original. No obstante, de la traducción se desprende que las decisiones contextuales predominan sobre las fórmulas prefijadas a la hora de solventar los casos concretos en los que aparecen diminutivos. Un recorrido sumario por los numerosos casos examinados pone de manifiesto que la misma palabra con el mismo sufijo puede dar lugar a traducciones diferentes. A través del ejemplo de jovencitos (por citar solo uno de entre varios) se ha comprobado que el contexto es crucial: en unos casos se opta por una traducción, aparentemente, más neutra (junger Mann), mientras que en otros la solución traslaticia trata de reflejar las connotaciones (irónicas o peyorativas, o bien afectivas) inherentes al diminutivo (Grünschnabel / Bürschhen). A partir de este ejemplo ilustrativo pueden extraerse dos conclusiones que afectan a la praxis traslaticia: en primer lugar, no es posible aplicar una regla general que sea válida para todos los casos, por lo que es necesario el examen detenido de cada ejemplo en su contexto. En segundo lugar, es igualmente determinante la conciencia lingüística de la lengua meta: la sensibilidad de la traductora en relación con el uso de la lengua alemana queda patente al demostrar a través de su traducción que, por ejemplo, junger Mann puede, en ocasiones, denotar nociones paternalistas / autoritarias, pero en otras ocasiones puede designar meramente a un hombre joven. Por lo tanto, nuestro estudio viene a confirmar que, de un modo más o menos analítico, más o menos intuitivo, una labor concomitante a la traducción es el examen semántico y pragmático (y, por extensión, funcional) del texto fuente. Este proceso, a su vez, requiere y se ve complementado por la revisión semántica y pragmática de la solución propuesta en la lengua meta, en el marco global del análisis funcional del texto meta y de la determinación de su skopos, tal como postula Nord (1991: esp. 10 y 27ss.).

El desiderátum de toda traducción es que exista una equivalencia que abarque desde el nivel semántico hasta el pragmático e incluso estilístico entre ambas lenguas29. En el caso concreto de la traducción de diminutivos en textos literarios, el examen de las soluciones traslaticias nos permite aventurar que, al menos en relación con los diminutivos que denotan pequeñez (los más neutros desde el punto de vista pragmático e intercultural, y que, además, suelen hallarse en contextos de narración heterodiegética), la obtención de dicha equivalencia es menos compleja que en aquellos casos en los que el diminutivo connota nociones semánticas adicionales (generalmente afectivas) o bien pragmáticas que, per se, no son unívocas. Mientras los diminutivos en español ofrecen una amplia gama de posibilidades de matización semántica y pragmática, el alemán se ve obligado a expresar estos mismos valores a través de medios lingüísticos (y, en este caso, también estilísticos) alternativos.

Pese al carácter eminentemente descriptivo de nuestro trabajo, las estrategias de traducción examinadas dan pie a colegir cautelosamente algunas pautas a la hora de traducir al alemán diminutivos procedentes de textos literarios. Basándonos en la distinción tripartita en relación con el estudio de los diminutivos por parte de Dressler y Merlini Barbaresi (1994: esp. 84-169), la vertiente funcional denotativa (expresión de la semántica de lo «pequeño») ofrece soluciones comparativamente menos complejas, como es la adición de un sufijo diminutivo en alemán (-chen o -lein), o el uso de la perífrasis kleine(r)(s) junto con el adjetivo correspondiente. No obstante, si el contexto prosódico o estilístico del texto meta lo requiere, y en función de una serie de aspectos contextuales en el seno del texto fuente (como, por ejemplo, el grado de lexicalización del término) será en ocasiones inevitable optar por soluciones traslaticias ad hoc.

La vertiente funcional connotativa, que da cuenta de los rasgos «emocionales» implícitos en los diminutivos, se halla en una escala de complejidad mayor. En estos casos la incorporación del sufijo diminutivo en alemán es una opción que puede funcionar en algunos casos, siempre y cuando se obtenga un efecto de familiaridad o afecto análogo al original. En los casos en los que esto no sea posible (por ejemplo, si el diminutivo afecta a un adjetivo), será preciso optar por estrategias de compensación estilística, como hemos visto a propósito de «el niño corría hacia ellos desnudito // der Kleine lief nackig auf sie zu».

Por último, la vertiente funcional pragmática representa, sin duda, el mayor desafío, ya que este tipo de casos está más fuertemente condicionado tanto por el contexto como por la propia apreciación subjetiva de los participantes del acto comunicativo (en este caso de la instancia del lector). A través de los diferentes usos del término señorito y de sus múltiples soluciones traslaticias hemos comprobado que el contexto es el único factor determinante. No puede colegirse una pauta de traducción universalmente válida, por lo que el traductor se verá enfrentado en cada caso particular con el reto de hallar una equivalencia en la que, en ocasiones, deberá respetarse la dimensión pragmática tanto como la semántica. Cuando la pragmática del diminutivo permita inferir usos irónicos o incluso humorísticos30 deberemos convenir con Attardo (2002: 175) en que, dado que la ironía y el humor se definen por sus efectos perlocutivos (dicho de un modo muy reductivo: pretenden hacer reír), será preciso anteponer, en ocasiones, la equivalencia pragmática sobre la semántica, o, cuanto menos, equipararlas31. A título ilustrativo cabe recordar que la traductora opta en una ocasión por verter burguesita como bürgerliches Dummchen al alemán, a pesar de que la palabra *tonta o *tontina32 no aparece en el texto original. El tono sutilmente irónico-humorístico motivado por la adición del sufijo diminutivo obliga a la traductora a buscar la equivalencia pragmática, a sabiendas de incurrir en una leve licencia semántica33.

Pese a las limitaciones inherentes a todo estudio de caso, nuestra contribución no solo ratifica la validez del concepto de morfopragmática (tal y como lo defienden Dressler y Merlini Barbaresi [1994]), sino que, además, demuestra que el análisis de la traducción de fenómenos que recorren transversalmente el terreno morfológico, estilístico y/o pragmático es un campo tan complejo como feraz. Las líneas de investigación, más allá de los diminutivos, se abren hacia el examen de otros afijos, elementos prosódicos y estilísticos cuyo análisis desde perspectivas traductológicas encierra, sin duda, un gran potencial.

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Marsé, Juan (1991): Letzte Tage mit Teresa, trad. Andrea Rössler, Múnich: Serie Piper.

*Quisiera expresar mi agradecimiento a Beate Kern, quien leyó un esbozo de este trabajo y me animó a publicarlo. Asimismo, agradezco a los revisores anónimos sus valiosas sugerencias.

1 Además, en el terreno específicamente pragmático, «el uso de diminutivos se asocia tradicionalmente a la expresión de cortesía positiva», como señala Curcó (1998: 153).

2 Véase Mendoza (2005: 171).

3 Véase la clasificación de los sufijos diminutivos en español realizada por Debowiak (2014: 118-122). Véase asimismo Martín Zorraquino (2012: 127-130).

4 Tal y como demuestra Martín Zorraquino (2012), quien presta especial atención al uso de los diminutivos como estrategia de cortesía verbal.

5 Como señala Waltereit (2006), apud Contreras (2012: 465).

6 Cf. Debowiak (2014: 118-119). Véase asimismo Eddington (2002: 395-396), quien presta atención específicamente sobre el sufijo –ito/-a, por ser el más común.

7 Véase Brown y Levinson (1987: esp. 61ss.) en relación el modelo de equilibrio entre la imagen (face) positiva y negativa de los interlocutores de un acto de habla como fundamento de la cortesía verbal.

8 Véase Austin (1962: esp. 94-113) y Searle (1969: esp. 22-26) en relación con las modalidades de transacción en los actos de habla (locución, ilocución y perlocución), así como Linke —Nussbaumer— Portmann (1991: esp. 182-195).

9 Véase también, en tal sentido, Mariottini (2006: 107-108).

10 Quien, a su vez, se basa en los postulados de Amado Alonso (1965 [= 1931]) sobre los valores subjetivos de los diminutivos.

11 En otras palabras, por más que la traducción, como forma de lectura, aspire a encontrar el sentido de un texto literario, se debe ser consciente de que el texto literario nos sitúa ante una polivalencia de significados que le es intrínseca. Dicha indefinición del potencial semántico del texto literario debe ser respetada a toda costa por el traductor, tal y como defienden Hatim y Mason (1990: 11), quienes concluyen que «the translator´s task should be (…) not to reduce the dynamic role of the reader».

12 En relación con dicha distinción entre proceso y producto traslaticio, véase Hatim y Mason (1990: 3-4), cuyo enfoque propone, en palabras de Hurtado Albir (1994: 36), «un análisis integrador del proceso discursivo del traductor (proceso y producto)».

13 Lo que, a su vez, conducirá a una traducción instrumental o bien documental. Nos hallamos ante un problema (el de la necesidad de examinar y determinar la función del texto fuente y las consecuencias que de ella se derivan) que, como es sabido, no está exento de polémica y ha sido cuestionado por parte de algunos estudiosos, como, por ejemplo, Pym (1993: 184-185).

14 En lo sucesivo se usará para las citas procedentes del corpus textual seleccionado las versiones en español y en alemán, con el número de página de la edición respectiva (en paréntesis tras la cita).

15 Véase Dressler y Merlini (1994: 105).

16 En relación con la técnica de la compensación en el ámbito de la traductología, véase Newmark (1991: 143-144) y Hurtado Albir (2001: 258, 270 y 634), quien, a su vez, coincide en parte con los resultados de Vinay y Darbelnet (1958).

17 Estos casos de diminutivos pertenecerían a la categoría de lo que Dressler y Merlini (1994: 147) denominan el diminutivum puerile.

18 Véase: p. 11 (traducción, p. 22: «die señoritos»); p. 21 (trad., p. 43 idem); p. 46 (trad., p. 92 idem); p. 56 (trad., p. 114 idem); p. 77 (trad., p. 157 idem); p. 102-3 (trad. p. 206 idem); p. 151 (trad. p. 307 idem).

19 Nos hallamos, así, ante la consabida dicotomía entre traducción documental o instrumental, según defiende Nord (1991: 79-81). Para la oposición entre las estrategias, respectivamente, exotizante y naturalizante, véase asimismo Venuti (2012: esp. 157, 160-163), así como Holmes (2004: esp. 47ss.), cuyas teorías al respecto no se restringen a la poesía, sino que son extensibles al lenguaje literario en general.

20 Véase también el mismo uso p. 66, con la misma traducción en p. 134.

21 Terminológicamente, es, pues, importante remarcar que nos adherimos al uso que hace Mendoza (2005) de esta categoría, ya que para otros autores el concepto de diminutivo aproximativo no tiene exactamente el mismo significado. Así, por ejemplo, Taylor (1989: 144-149), «[lo] relaciona (…) con expresiones de cantidad en las que el valor exacto no es relevante y el hablante se excusa por ello» (Ruiz de Mendoza, 2000: 363).

22 Véase Poveda (2008: 114), donde se revisan otras denominaciones alternativas que en los estudios lingüísticos se han dado al recurso pragmalingüístico del «hedging».

23 Para un marco teórico en relación con los principios de cortesía y los modos de evitar el daño a la imagen positiva o negativa del emisor o bien del receptor, véase Brown y Levinson (1987: esp. 61-70).

24 O, en palabras de Ohmann (1971: 14-17), «quasi-speech acts».

25 Véase asimismo Fuentes (2010: 27-28), Monjour (2006: 32-33) y Moser (2006: 110-111), quienes también consideran los diminutivos como recursos de atenuación de actos de habla percibidos como (potencialmente) descorteses para el oyente.

26 Véase Ruiz de Mendoza (2000: 364), quien va más allá al afirmar que no se usa nunca con sustantivos.

27 Como es, por ejemplo, el caso del sustantivo braguitas (ver supra), que, por motivos eufemísticos, suele usarse con el sufijo diminutivo, sin que por ello se pierda la conciencia de su asociación con el lexema brag-.

28 «Sin saber muy bien lo que hacía, pidió un perfumado (lo cual provocó una cumplida carcajada del hermano de Manolo) al tiempo que interrogaba al muchacho con los ojos, aturdida, deprimida por lo que acababa de ocurrírsele» (171).

29 En relación con el controvertido concepto de equivalencia y las variadas interpretaciones de las que ha sido objeto, véase Hurtado Albir (2001: esp. 203-223), quien la considera, en la línea de otros autores, «como un concepto relacional entre la traducción y el texto original que define la existencia de un vínculo entre ambos; esta relación se establece siempre en función de la situación comunicativa (…) y del contexto sociohistórico en que se desarrolla el acto traductor y, por consiguiente, tiene un carácter relativo, dinámico y funcional» (Hurtado Albir, 2001: 209).

30 Recordemos que, desde la perspectiva funcional pragmática, los actos comunicativos de los que forman parte los diminutivos adquieren el rasgo general de lo «no-serio», de acuerdo con Dressler y Merlini Barbaresi (1994: esp. 84-169).

31 Attardo (2002: 175) propone una definición de la traducción en la que se respete la fuerza pragmática del texto del mismo modo que su fuerza semántica: «a correspondence between two texts T1 and T2, such that the meaning (M) of T1 (MT1) and the meaning of T2 (MT2) are similar (approximate): MT1 ≈ MT2 and/or the pragmatic force (F) of T1 (FT1) and the pragmatic force of T2 (FT2) are similar/approximate: FT1 ≈ FT2». Es importante precisar en este punto que, como señala el propio autor (2002: 174), la distinción entre semántica y pragmática es meramente pedagógica, al menos en lo que respecta a las teorías del humor.

32 Este término es usado por Marsé en otro pasaje de la novela (p. 59), que en la traducción alemana se traduce como Dummerchen (p. 120).

33 No obstante, es cierto que la elección del término Dummchen no es arbitraria, sino que se ve legitimada por el contexto, donde el término burrada justifica semánticamente la decisión de la traductora:
ES: «¿Será que no le gusto lo bastante, habré dicho alguna burrada de burguesita, de esas que él no puede soportar?» (p. 71).
DE: «Ob ich ihm wohl nicht gut genug gefalle, ob ich Unsinn geredet habe wie eines dieser bürgerlichen Dummchen, die er nicht ausstehen kann» (p. 144).
Como se ve, una vez más, la traductora pone de manifiesto su notable sensibilidad lingüística y estilística y su capacidad para discernir si el contexto exige dar prioridad a lo semántico o bien lo pragmático.