:: TRANS 26. 25 AÑOS DE TRANS. Textos de las charlas. Págs. 361-370 ::

La traducción: ese oscuro objeto de desvelos. Un cuarto de siglo de avances en la traductología*

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M. Rosario Martín Ruano

GIR TRADIC,

Universidad de Salamanca

ORCID: 0000-0003-1383-6977

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La conmemoración del 25 aniversario de Trans: Revista de traductología presta una ocasión única para hacer balance de la evolución de la investigación traductológica en las últimas décadas. Con el apoyo de ejemplos ilustrativos, se comenta la transformación del objeto de estudio de los estudios de traducción y la mayor apuesta en la investigación por la interdisciplinariedad y el refinamiento metodológico como formas de abordar lo que se conceptualiza como un fenómeno ubicuo y escurridizo que se da en las numerosas intersecciones entre lenguas, culturas e identidades heterogéneas que conviven y compiten en espacios en traducción, especialmente en la era global y digital.

PALABRAS CLAVE: estudios de traducción, (in)visibilidad, metodología, interdisciplinariedad.

Translation: That obscure object of (re)search. A quarter century of progress in translation studies

The commemoration of the 25th anniversary of the journal Trans. Revista de traductología provides a unique opportunity to take stock of the evolution in research in the field of translation studies over this period. Drawing on illustrative examples, this contribution discusses important transformations in the object of study of translation-related research, as well as its increasing commitment to interdisciplinarity and to the fine-tuning of its methodological approaches. These emerge as ways forward for addressing a ubiquitous and elusive phenomenon which is conceived as occurring at numerous intersections among heterogeneous cultures, languages and identities coexisting and colliding within spaces-in-translation, especially in the global and digital age.

KEY WORDS: translation-related research, (in)visibility, methodology, interdisciplinarity.

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recibido en noviembre de 2022 aceptado en noviembre de 2022

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*Este texto, que sirvió de guion para la intervención de la autora en la mesa redonda titulada “25 años de Trans”, remite a Martín Ruano (2022), en este mismo volumen, para un mayor desarrollo de algunos de sus contenidos y para la consulta de referencias bibliográficas adicionales.

No sin antes manifestar mi reconocimiento y gratitud al Consejo de Redacción de Trans. Revista de traductología y a la Universidad de Málaga por su confianza y por concederme el honor y el placer de tomar parte en una mesa redonda que, además, brinda la oportunidad de celebrar con Juan Gabriel López Guix su merecidísimo Premio Nacional a la Obra de un Traductor, correspondiente al año 2022, y la ocasión única e inusitada de hacerlo gracias a la invitación y en compañía de otro laureado más, el profesor Salvador Peña, actual director de la revista, también distinguido en 2017 con el Premio Nacional a la Mejor Traducción por su versión de la obra Las mil y una noches, es de recibo felicitar al Departamento de Traducción e Interpretación de la UMA por el motivo que impulsa esta conmemoración postergada por la pandemia: los 25 números de una publicación especializada de reconocida calidad y prestigio que, tanto en España como internacionalmente, se ha erigido en un referente indiscutible en la diseminación de la investigación traductológica. En realidad, es no solo de recibo sino también de justicia extender dicha felicitación y reconocimiento: del inmenso caudal de saber que atesoran las páginas de la revista nos hemos beneficiado incontables personas, ya durante nuestra fase de formación en el ámbito de la traducción e interpretación, ya en la práctica profesional, ya en la docencia o en el estudio y análisis de la traducción e interpretación o de otros procesos que con la traducción y la interpretación se emparientan.

Un aniversario, una efeméride, invita siempre a la mirada retrospectiva, si bien esta no tiene por qué servir necesaria y únicamente para regocijarse en la nostalgia, sino que también puede permitir mirar al futuro y enfrentar sus desafíos con fuerzas renovadas. Efectivamente, toda celebración presta la ocasión para hacer balance, alegrarse de los progresos logrados y diagnosticar los cambios experimentados, pero asimismo para reflexionar sobre los retos pendientes y animar a aventurarse por caminos que solo se intuyen en el horizonte. A eso me propongo contribuir con un breve recorrido, necesariamente selectivo, por este cuarto de siglo de la traductología contemporánea, al que tanto ha contribuido Trans, a fin de destacar algunos rasgos sobresalientes de la evolución percibida y apuntar algunos de los desafíos que se avistan en algunas de las últimas aportaciones en la bibliografía especializada. Me atrevo a esta empresa con la esperanza de que las ideas y ejemplos empleados puedan espolear, especialmente entre el alumnado, la inquietud investigadora por este fenómeno apasionante que es la traducción. Si se me permite un apunte personal no exento de añoranza, así lo hicieron para mí, a finales de los noventa, lecturas como el primer número de Trans, en el que publicaron artículos varios de quienes por entonces eran mis profesores en la Universidad de Salamanca (África Vidal, Ovidi Carbonell o nuestro recordado John Hyde) y otros investigadores que han moldeado la traductología en lengua española; como también lo hicieron volúmenes que dichos profesores recomendaron en las aulas, entre ellos los trabajos pioneros sobre traducción jurídica coeditados por Emilio Ortega Arjonilla (San Ginés Aguilar y Ortega Arjonilla, 1997a, 1997b), quien también en este aniversario de Trans merece ser homenajeado, o los manuales que en esas mismas fechas publicaron, por ejemplo, mi compañero de mesa (López Guix y Wilkinson, 1997) y el actual director adjunto de la revista (Zaro y Truman, 1999); y como lo lograron volúmenes colectivos que dejaron en mí especial huella como El papel del traductor, integrado en una colección también pionera, Biblioteca de Traducción de la editorial salmantina Almar, coeditado por Juan Pablo Arias y Esther Morillas (1997), un libro que recogía los trabajos, entre otros, de Salvador Peña, Vicente Fernández González, Juan Jesús Zaro, María José Hernández Guerrero, Ioanna Nikolaidou, María López Villalba, etc., investigadores de la Universidad de Málaga también muy implicados en Trans a lo largo de su trayectoria y en toda una infinidad de iniciativas adicionales en colaboración con colegas de otras universidades españolas y extranjeras que, en conjunto, ayudaron a crear algo que claramente se estaba forjando en esa época en la que nace la revista Trans: el sentimiento de pertenencia a una comunidad de práctica y, de manera más general, de intereses compartidos en torno a una actividad tan relevante como, según se lamentaba por aquellos tiempos, frecuentemente ignorada.

Primer número de Trans. Revista de traductología

Figura 1. Primer número de Trans. Revista de traductología.

Y es que, hace 25 años, en esas y otras investigaciones traductológicas, se resaltaba lo que trata de recoger el título propuesto haciendo un guiño a Buñuel: que la traducción era por entonces un oscuro objeto; oscuro por cuanto, como puso de manifiesto de manera muy sonora Lawrence Venuti (1995) en una obra que se erigió en una suerte de best-seller de la traductología de aquella época, tiende a ser invisible a ojos de la sociedad y a adoptar, según denunciaba este autor con unas tesis que le granjearon tanta notoriedad como matizaciones y críticas, estrategias de invisibilidad, por ejemplo las que caracterizan a las que denominaba traducciones domesticadoras y fluidas frente a otras por las que proponía apostar, marcadas por estrategias exotizantes y desfamiliarizadoras.

Lo cierto es que, por esa época, ese oscuro objeto empezaba a cobrar también interés y visibilidad académica gracias a una confluencia no siempre tersa de desvelos que, de una manera no orquestada pero prácticamente simultánea, reclamaron atención para la traducción no como un producto secundario y derivado, sino como actividad de primordial importancia que, según se transmitía en las aulas de las cada vez más numerosas instituciones de educación superior que instauraron titulaciones de traducción en aquella época, había que acometer no como reproducción servil de unos originales hasta entonces idolatrados sino prestando atención a la restitución de su potencial sentido, tal y como abogaba l’école du sens, conforme a un fin o skopos concreto y de acuerdo con las expectativas o “normas” (según la terminología aprendida de Toury y de los estudios descriptivos de traducción) de la cultura de destino. En efecto, algo que aúna a esas tendencias por otra parte tan diversas entre sí que, no obstante, obraron una reorientación de la mirada desde el original hacia el polo receptor que, por otra parte, permitió también reivindicar la importante aportación de la traducción a la historia y el papel de la traducción en la construcción de las culturas fue su participación en una empresa común; una que, si tomamos prestada otra gráfica expresión de Venuti (1998: 27-28), puede calificarse de academic empire-building o “construcción de soberanía académica”: de reconocimiento de la traducción como disciplina autónoma. Ciertamente, esa labor de construcción no estuvo libre de luchas intradisciplinarias: entre la traductología y los estudios de traducción; entre los enfoques lingüísticos y los culturalistas; entre los partidarios de un descriptivismo riguroso y quienes hablaban con más frecuencia de “manipulación”; entre las aproximaciones estrictamente teóricas y las aplicadas; o entre los enfoques más analíticos y la investigación abiertamente comprometida. Ello sucedía en un momento en el que se asistió a una proliferación y dispersión de enfoques (feministas, poscoloniales, desconstructivistas, procesuales, etc.) en una disciplina que se autodiagnosticó toda una serie de “giros” (“cultural”, “del poder”, “tecnológico”, etc.) y en plena explosión investigadora en subámbitos disciplinares emergentes (traducción jurídica, para los servicios públicos, científico-técnica, localización, etc.) que reclamaban un espacio propio, todo lo cual suscitaba la duda de si constituía un preaviso de la decadencia de la disciplina o un signo de su progreso y creciente grandeza.

Sin ánimo de tratar de unificar la variedad de diagnósticos sobre la situación de la disciplina o de minimizar la aportación de voces que expresaron reacciones singulares, lo cierto es que entre las respuestas ofrecidas en torno al cambio de siglo destacan las llamadas, que encontraron mucho eco en la bibliografía especializada posterior, a encontrar un “terreno común” o shared ground en los estudios de traducción (Arroyo y Chesterman, 2000) y a fomentar, por emplear el adjetivo del título de una obra de Snell-Hornby (1988) que se erigió como referente de esa época, una visión integral o “integrada” de la traducción, una actividad que Neubert y Shreve (1994) definieron por esa época con una metáfora muy plástica también muy citada en investigaciones posteriores: como una “casa con muchas estancias”. Así, a partir de la convicción de que de una realidad tan vasta y compleja se obtienen vistas diferentes en función de la vía de acceso elegida o del espacio concreto desde el que se retrata, en esta época se acumularon las invitaciones a conjugar perspectivas y enfoques de múltiples tendencias y disciplinas, así como las apuestas por combinar herramientas metodológicas. A modo de ejemplo, se instaba a complementar la visión del microscopio y la lupa con que los enfoques lingüísticos se aproximan a la textura de corpus de traducciones con el macroscopio que prestan los planteamientos de la sociología, pero también con los prismáticos con que se avista la participación de la traducción en conflictos o con el telescopio con que trata de apuntar hacia otro futuro la investigación declaradamente activista.

Primer número de Trans. Revista de traductología

Figura 2. La traducción como “a house of many rooms”, en el sentido de Neubert y Shreve (1994). Fuente: x-ray delta one en Visualhunt.com.

Aunque el retrato de la investigación traductológica en torno al cambio de siglo presentado en este brevísimo repaso panorámico es necesariamente esquemático y simplificador, es posible identificar a partir de él una evolución en los estudios del siglo XXI en cuanto a la percepción de la naturaleza y los retos de ese “oscuro objeto de desvelos” que, a pesar de su mayor visibilidad social y de su mayor reconocimiento académico, hoy sigue siendo la traducción: como de ello dan prueba los trabajos publicados en Trans y otras publicaciones especializadas en las dos últimas décadas, la traducción continúa suscitando intensos y variados “desvelos”. Ciertamente, se ha experimentado un exponencial crecimiento del volumen de análisis y reflexiones que, desde perspectivas cada vez más diversas, han arrojado luz sobre su funcionamiento e implicaciones, si bien se ha insistido asimismo en la inmensidad de lo que, respecto de la traducción o con la traducción como lente de aumento, queda aún por conocer y rescatar de la “oscuridad”. De hecho, si algo ponen de manifiesto los estudios traductológicos de las últimas décadas es la inmensa complejidad y heterogeneidad de un hecho escurridizo y camaleónico que se adivina cada vez más multiforme y poliédrico. Tal vez una característica con la que sintetizar la evolución detectada a través de la comparación diacrónica es que, progresivamente, la investigación sobre la traducción ha ido poniendo más y más el acento sobre los significados e implicaciones del prefijo inter- que compone muchos adjetivos con que se define actualmente a la traducción. La traducción, en efecto, no se entiende hoy solo (o, como veremos, no necesariamente de manera categórica) como una actividad inter-lingüística e inter-cultural, sino también como una operación en muchas ocasiones inter-semiótica, y, ante todo, inter-sticial que intermitentemente opera en el interior de lenguas y culturas plurales, entremezcladas, interseccionales, cuyo abordaje, por tanto, no solo requiere un abordaje inter-disciplinar sino que, además, se argumenta, permite obtener conclusiones reveladoras para otros campos del saber y la sociedad en general.

De hecho, y por centrarnos en primer lugar en este último rasgo, una de las tendencias que puede resaltarse de los estudios sobre traducción en el siglo XXI es un compromiso, si cabe, más proactivo que en décadas previas con la interdisciplinariedad. En cierta medida, a ello ha coadyuvado la constatación de que, en otros ámbitos del saber, la noción de “traducción” ha demostrado ser inmensamente explicativa y productiva. Se aprecia, en efecto, que en disciplinas tan variadas como el derecho, la antropología, los estudios literarios y culturales o la teoría política se ha producido en los últimos tiempos un “giro traductológico” (Bassnett, 1998; Bachmann-Medick, 2009) que ha permitido obtener una visión más certera sobre la naturaleza y los retos de las realidades contemporáneas, donde a diario conviven lenguas, culturas e identidades diversas. Entre las corrientes que han abogado por esa interdisciplinariedad no solo como modo de nutrir la investigación sobre la traducción sino también para hacerla útil más allá de los confines de la disciplina traductológica destaca el que ha dado en llamarse el outward turn, “giro hacia afuera” o “de apertura” de los estudios de traducción (Bassnett y Johnston, 2019), que reclama, además de planteamientos transdisciplinares en el diseño de la investigación, una vocación de transferencia. Se recalca que los estudios de traducción gozan de una posición privilegiada para actuar como disciplina nodular que aporte o exporte hallazgos útiles para otros campos del saber y, de manera más general, para la comprensión de los ecosistemas sociales y digitales de la globalidad, donde incluso se reivindica como herramienta para la articulación de fórmulas de entendimiento y convivencia cívica acordes con la composición plural de los órdenes sociales de nuestros días. En este sentido, se percibe que los estudios sobre la traducción pueden revelar claves fundamentales para entender los desafíos y responsabilidades que se plantean, tanto en el ejercicio de la traducción como en los paisajes actuales tan transformados por las migraciones, los desplazamientos, la interconexión digital o la mezcla de idiomas, cosmovisiones y tradiciones, frente a aspectos tan importantes como pueden ser la comprensión y la gestión de la diferencia, la representación de la alteridad, la posibilidad y límites de hablar para otros o legítimamente en nombre de ellos, la inclusión y la exclusión o la expresión y representación de determinadas identidades lingüísticas, sociales o culturales y de los infinitos matices y declinaciones que estas adoptan al combinarse o manifestarse en determinadas coordenadas.

Así, por otro lado, como segunda tendencia perceptible en la evolución en la investigación sobre la traducción de las dos últimas décadas cabe señalar la preocupación por la traducción como un componente omnipresente y ubicuo en los discursos, las culturas y las identidades de los espacios, esferas y manifestaciones lingüísticas, sociales y culturales. De hecho, los estudios sobre la traducción han puesto de relieve cada vez con mayor claridad aquello de lo que advirtiera George Steiner (1998: 107) en su Errata: que bien pudiera ser que el monolingüismo y la uniformidad no sean la norma sino la excepción histórica y cultural. La investigación traductológica actual parece validar que, tal y como lo expresa, por ejemplo, Gentzler (2017), la traducción es un ingrediente básico, quizás el fundamental, de las identidades y las sociedades, una clave para entenderlas y un útil mecanismo para avanzar en su configuración. Esto es especialmente visible en la era de la globalización y la digitalización, que han sido conceptualizados como procesos de traducción en sí mismos (Bielsa, 2005; Cronin, 2012; Bielsa y Kapsaskis, 2021), y en la que, sin ir más lejos, los individuos y los colectivos construyen su subjetividad expuestos a discursos que, cruzando todo tipo de fronteras, llegan hoy a golpe de clic o a través de las redes o los medios de otras partes del planeta; es decir, gracias a la traducción, incorporándola u obligando a acometerla. Ciertamente, como también han puesto de manifiesto numerosas investigaciones, acostumbrados como estamos a pensar la realidad en términos monoculturales, por lo general no advertimos su presencia. La investigación traductológica del siglo XXI ha instado a tomar conciencia crítica de las implicaciones de esa traducción que, hoy en día, actúa constante pero fragmentaria y veladamente en discursos que tienden a borrar la huella de la mediación, mezclándose y camuflándose en discurso que ingenuamente denominamos “original”. Así se ha ilustrado, sin ir más lejos, en el ámbito de la traducción periodística, donde autores señeros como Hernández Guerrero (2009, 2019) han señalado cómo la traducción, con múltiples acepciones y formas, subyace hoy a un sinnúmero de procesos en la producción y recepción de noticias en la era global, por ejemplo en prácticas como la transedición, donde la traducción suele permanecer oculta a pesar de su activa y prolífica concurrencia.

Figura 3. Ejemplo de transedición. Elaboración propia a partir de textos disponibles
en Ximénez de Sandoval (2015) y CBS13/AP (2015).

Figura 3. Ejemplo de transedición. Elaboración propia a partir de textos disponibles en Ximénez de Sandoval (2015) y CBS13/AP (2015).

Una creciente percepción de la ubicua presencia de la traducción en prácticas como esta, en las que la traducción a menudo supera y/o dinamita los significados convencionalmente asociados a ella, explica que la investigación traductológica de las últimas décadas haya ampliado el espectro de sus desvelos más allá de la definición social de “traducción”. Así, las páginas de Trans y de otras numerosas publicaciones especializadas del ámbito dan cuenta de la preocupación del colectivo investigador por fenómenos tan complejos y variados como la creación y adaptación a escala global en múltiples plataformas y medios de contenidos o productos culturales que se someten a procesos traslativos de relocalización cultural, reposicionamiento ideológico o reconfiguración intersemiótica a través de lenguas o incluso en el interior de lo que conceptualizamos como un idioma; por procesos como la accesibilidad, la comunicación clara o la divulgación de conocimiento especializado para la ciudadanía; o por prácticas expertas habitualmente desempeñadas hoy por traductores profesionales, reivindiquen o no en la esfera profesional su identidad de “traductores”; pero también por campos como la traducción amateur, que, como se ha argumentado, puede revelar percepciones o vías especialmente interesantes para la práctica profesionalizada; y, en general, por las características e implicaciones de cualquier enunciado que, cuando se asume la convivencia de lenguas y culturas como rasgo definitorio de la realidad, pasa a poder ser visto como la materialización, voluntaria o involuntariamente articulada, de una política lingüística o de comunicación concreta que, como argumenta Meylaerts (2011), es por definición, una “política de traducción” (incluido el monolingüismo o la “no traducción”, una opción en absoluto inocente en sociedades culturalmente diversas).

De hecho, una tercera tendencia que puede avistarse en los estudios sobre traducción del siglo XXI es la convicción cada vez más patente de que los espacios que asociamos a determinadas lenguas, culturas e identidades son en realidad múltiples y polifónicos, e incluso disonantes, confluencias en sí mismas de diferentes legados, visiones del pasado y del presente e incluso de deseos y reivindicaciones para el futuro no carentes de contradicciones y paradojas. La investigación en traducción de las últimas décadas explora cómo la traducción opera en las infinitas intersecciones de esos complejos cruces entre idiomas, variedades y códigos que emplean las complejas (post)identidades individuales, institucionales, sociales o culturales de nuestra era, y escudriña o propone cómo se negocia o se podría abordar ese solapamiento tan rico como conflictivo de factores, ante los cuales es necesario adoptar decisiones de inmensa responsabilidad y cargadas de implicaciones éticas. Como de ello dan cuenta las investigaciones publicadas en Trans y otras revistas especializadas y los debates que en los últimos tiempos han tenido eco en la esfera profesional e incluso en los medios de comunicación, un ejemplo paradigmático de los cuales es la reciente controversia en torno al trasvase en otros contextos del icónico poema de Amanda Gorman, la traducción ha de gestionar una multiplicidad de variables que se entrelazan de manera tan singular como polivalente en voces, textos y coordenadas sociopolíticas complejas que, al viajar a otros lugares, otros formatos, otras lenguas y otras localizaciones de la mediaesfera, añaden a su trasvase y a sus posibles interpretaciones otra serie de variables igualmente compleja. En el siglo XXI, la traductología ha ido diversificado los instrumentos y vocabularios para acercarse y contribuir a estos debates. A las reflexiones sobre las dificultades en la traslación del sentido dependiendo de la función declarada de los textos o de las traducciones y al escrutinio de si dicha traslación sigue o contradice una determinada norma se añaden hoy reflexiones, por ejemplo, sobre aspectos como las relaciones de poder, las dinámicas de hegemonía y subordinación que se dan en esos conflictivos actos de reconocimiento o de violencia simbólica que es todo ejercicio de traducción (cf. Rodríguez Espinosa y Martín Ruano, 2019, en Trans), una negociación a múltiples bandas que simultáneamente toma posiciones frente a toda una pluralidad de elementos que se atienden, descartan, afirman, perpetúan, silencian o incluso excluyen o niegan y que, voluntaria o involuntariamente, desencadena efectos a menudo impredecibles.

Figura 4. La traducción: una negociación multifactorial
y multilateral de consecuencias imprevisibles.
Fuente: callejero en Visualhunt.com.

Figura 4. La traducción: una negociación multifactorial y multilateral de consecuencias imprevisibles. Fuente: callejero en Visualhunt.com.

Para el avance de estos análisis, la investigación traductológica del siglo XXI también reclama el refinamiento de sus paradigmas metodológicos: nuevos modelos que den cuenta no solo de las abundantes caras y aristas de esa realidad poliédrica que es la traducción, sino también de su capacidad para actuar como fuerza motora de realidades dinámicas, en transformación, que hoy se ven como acción y efecto de traducciones perpetuas. En concreto, se solicita una superación de los binarismos (lengua de partida/de llegada; cultura original/receptora; contexto de origen/meta; naturalización/exotización; etc.). En este sentido, la lógica transnacional, multilateral y frecuentemente asimétrica de culturas que, según nos alerta con una evocadora imagen Peña (2005), mantienen relaciones “casi siempre radiales”, insertas como están en una especie de “rueda de carro, sin cerco”, en la que “para que un elemento cultural periférico, es decir, situado en uno de los radios de la rueda, llegue a otro espacio también periférico, tiene que pasar por el eje”, difícilmente se capta con dicotomías excluyentes. La traducción, además, por lo general se topa con realidades abigarradas, heterogéneas, que, al proyectarse en otros escenarios, metamorfosean también y transforman la nueva realidad en la que se injertan, deshaciendo los límites entre lo ajeno y lo propio, reinventando las lenguas y las culturas a partir de otras propuestas. Por ilustrarlo con algún ejemplo, quien me acompaña en la conmemoración de los 25 números de Trans. Revista de traductología se preguntaba en las páginas de la revista al reflexionar sobre el desafío de traducir A Man in Full, de Tom Wolfe, “¿cuál es el ‘equivalente’ castellano del habla rústica de los blancos pobres de los condados de Georgia o del habla degradada de los negros o de los trabajadores blancos menos cualificados de la zona de Oakland? ¿Y del criollo hawaiano, una lengua basada en el inglés con influencia del hawaiano, pero también del chino, el japonés, el portugués y el filipino?” (López Guix, 2015). Su titánica traducción, que identifica los rasgos de las distintas voces y las recompone sirviéndose de toda una multiplicidad de registros, variedades, jergas, recursos expresivos, etc. pero sin limitarse a plasmar referentes fácilmente identificables, aunando la documentación y el rigor con la experimentación creadora, no solo recrea la obra de Wolfe, sino que innova y ensancha los límites y posibilidades de ese espacio lingüístico y cultural policéntrico forjado gracias a contactos y contagios lingüísticos y culturales que asociamos al adjetivo “español”, al que, reinventándolo a partir de una alteridad que hace nuestra, también transforma. De hecho, esas entelequias de los idiomas que portan las huellas de conflicto, convivencia y cruce entre muchas culturas están llamados a seguir haciéndose en y gracias a la traducción, ya sean fluidas, domesticadoras, desfamiliarizadoras, exotizantes o, si superamos esa lógica dicotómica siguiendo las indicaciones de las últimas investigaciones traductológicas, tal vez en diferentes momentos, niveles o planos todo eso a la vez.

Cronin (2013: 500; nuestra traducción) define la traducción como una “iniciación en la complejidad insospechada”, en tanto enfrenta a la “multidimensionalidad de textos, lenguas y culturas” que describe como “enloquecidamente plurales” y por cuanto suscita “desconcertantes preguntas” sobre la extrañeza de lo propio y la particularidad de lo ajeno que, por obra y gracia de la traducción, quizá pasa a no entenderse ya como tal. Los estudios del siglo XXI que han osado seguir arrojando luz sobre ese objeto que acumula ya décadas de desvelos investigadores demuestra que, a pesar de seguir siendo oscuro, el fenómeno multiforme y plural de la traducción es, además, fascinante. Las investigaciones de las últimas décadas también han puesto de relieve que, aun en su relativa y cautivadora oscuridad, como categoría de análisis, actividad o disposición vital tiene un potencial sumamente esclarecedor. Bielsa (2018: 57; nuestra traducción) argumenta que “la clave para la convivencia en sociedades heterogéneas y a escala planetaria” reside en “prácticas de traducción cultural en las que la apertura a los otros propicia una problematización de lo propio y el cambio”. Por esta razón, entre otras muchas, hay que reconocer el valor de la investigación traductológica que, en este cuarto de siglo, sin duda ha contribuido a un mayor conocimiento de ese oscuro pero, paradójicamente, fascinantemente esclarecedor objeto de desvelos, así como otros desvelos más concretos que en esta ocasión conmemorativa merecen un especial agradecimiento: los de quienes con su esfuerzo han hecho posible que, a lo largo de sus 25 números consecutivos, Trans haya ayudado e inspirado para desentrañar los desafíos inherentes a esa empresa tan enigmática como necesaria, cuando no inevitable, que es la traducción.

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