Traductores dobles. Entrevista a Dimitris Pournias y Dimitris Issigonis

Peristera Dimopoulou

Becaria de traducción en el Consejo de la Unión Europea

Este año he tenido la suerte de realizar unas prácticas de traducción en el Consejo de la Unión Europea. Sin duda, una experiencia única para mí. Ya no solo por lo más obvio —la posibilidad de participar en el servicio lingüístico de una de las instituciones europeas más importantes— sino también porque una se da cuenta de que los traductores de la Unión Europea son profesionales apasionados con su oficio, con amor por las palabras y muy afables, aparte de tremendamente interesantes y polifacéticos. En esta entrevista doble y de doble carácter, se presenta a dos traductores de la División griega de la Dirección de Traducción y Gestión de Documentos del Consejo de la Unión Europea1, y su lado menos conocido, su lado literario. Se trata de Dimitris Pournias y Dimitris Issigonis, que comparten en este encuentro sus trayectorias tanto en las instituciones europeas como en el mundo editorial.

Dimitris Pournias [Δημήτρης Πουρνιάς] ya ha traducido al griego tres de las novelas de Paolo Coelho, Veronika decide morrer (1998), O demônio e a Srta. Prym (2000) y Onze minutos (2003). Su última traducción ha sido una novela de José Rodrigues dos Santos, A fórmula de Deus (2006). En literatura traduce del portugués, mientras que en su trabajo como traductor en el Consejo de la Unión Europea sus lenguas de trabajo son el inglés y el francés. ¿El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde en el mundo de la traducción? Conozcamos a este traductor políglota y versátil, padre de dos hijos y actor aficionado en un grupo de teatro griego en Bruselas.

Dimitris Issigonis [Δημήτρης Ισηγώνης] es un joven traductor que acaba de incorporarse a la División griega de la Dirección de Traducción y Gestión de Documentos del Consejo de la Unión Europea. De vocación literaria, trabajó como traductor y corrector en varias editoriales griegas para luego aterrizar en Bruselas y en el mundo de los textos comunitarios. Ha traducido varios libros y ha sido corrector de decenas de libros publicados, desde novelas hasta cómics y guías de viaje. Cercano, muy positivo y tan modesto que pensó ponerse un apodo para esta entrevista. Conozcamos a Dimitris Issigonis y su recorrido por el mundo de la traducción sin fronteras.

¿Cuánto tiempo lleva trabajando como traductor?

Dimitris Pournias (DP) Comencé a traducir en 1989, si no recuerdo mal, cuando todavía vivía en Grecia. En ese momento me dedicaba a varios tipos de traducción. Empecé poco a poco, primero con el subtitulado de series televisivas y luego para la versión internacional de la radio pública griega, La Voz de Grecia. Al principio trabajaba en el departamento de inglés, después, cuando mi portugués fue mejorando, con la ayuda de dos compañeras asumí traducciones del portugués al griego. Me dedicaba a preparar los boletines informativos y trabajaba como locutor en programas de radio. Me incorporé al Consejo de la Unión Europea como traductor en 2000 y desde entonces vivo en Bruselas. La traducción literaria surgió antes de llegar a Bruselas. Siempre me ha gustado la traducción, en todos sus aspectos. Incluso los textos de la Unión Europea, tan aburridos en apariencia, me parecen fascinantes y atractivos. La traducción —no sé cuándo ocurrió ese «clic» dentro de mí— es un verdadero gozo para mí y es una auténtica alegría poder vivir de este oficio.

Dimitris Issigonis (DI) Llevo haciendo traducciones ocasionalmente desde 1998, pero desde 2011 trabajo en esto con dedicación exclusiva. Vivo en Bruselas desde 2006.

¿Cuáles fueron sus primeros pasos en la traducción literaria?

DP Mi primer libro publicado fue una novela de Paolo Coelho, Veronika decide morrer. Ahora bien, justo cuando empezaba en el mundo de la traducción editorial, me propuse para traducir una serie de novelas rosas, pero me rechazaron. Según ellos, hacía falta tener una pericia especial para este tipo de literatura que yo no poseía. Yo no sabía qué demonios exigía este tipo de traducción. De hecho, todavía me lo pregunto. En cuanto al mundo del subtitulado, ya había traducido varias series televisivas brasileñas, sobre todo culebrones, casi 120 capítulos. Sinceramente, me resultó un trabajo fácil y agradable, se repetían muchas cosas y la mayoría de las frases eran muy sencillas. Así aprendí portugués, traduciendo culebrones. Para mí, traducir del portugués es un verdadero placer, lo que me gusta es la búsqueda eterna de la palabra exacta. Además, es algo distinto a traducir del inglés.

DI Empecé como revisor en una editorial griega en 1999 e hice mi primera traducción al año siguiente. Siempre me ha fascinado el mundo del libro y el proceso de edición. En aquel momento creía que solo la traducción literaria tenía valor y cualquier otra cosa era de segunda categoría… Pero he cambiado de opinión desde entonces.

¿Cuántos idiomas habla?

DP Solo tengo conocimientos de idiomas, no los hablo. Puedo traducir del inglés, alemán, francés, italiano, español, catalán y portugués. Suena arrogante, pero considero que se puede traducir de un idioma que uno no conoce a la perfección. Eso es lo que pienso. La actriz griega Tasó Cavadía [Τασσώ Καββαδία] —quien también se dedicaba a la traducción literaria— dijo una vez: «Puedes ir domando una lengua extranjera, tu lengua, sin embargo, la tienes que dominar».

DI El inglés es mi lengua de trabajo. He hecho unas pocas traducciones del francés al griego, pero no me siento cómodo traduciendo de esta lengua.

Sr. Pournias, ¿por qué ha elegido traducir del portugués?

DP ¡Porque está mejor pagado que el inglés! Hablando en serio, cuando ya conoces dos o tres lenguas romances, eso te sirve como bagaje. Por tanto, fue una lengua fácil de aprender, te metes en ella más fácilmente, porque una lengua te lleva a la otra. Desde luego, hay lenguas igual de fascinantes que desconozco por completo. En mi caso, lo que me impulsaba a aprender más idiomas era su proximidad, su afinidad, sus puntos comunes. De hecho, he empezado a aprender catalán precisamente por esta razón, y ya tengo un conocimiento pasivo de esa lengua. No es que de repente me pusiera a aprender portugués. Aprender húngaro, por ejemplo, sería para mí empezar de cero. Aunque ya digo, depende del texto. Por ejemplo, pongamos que puedo traducir del gallego; sin embargo, hay demasiados aspectos que desconozco de la cultura gallega, cosas que serían necesarias para traducir cabalmente. Depende del texto, no todos los casos son iguales, a veces uno tiene que torturarse para meterse en la lengua extranjera.

En ese sentido, las novelas de Coelho, por ejemplo, no tienen un trasfondo muy marcado; el autor brasileño habla de todo el mundo y se dirige a todo el mundo. Su obra no tiene un sabor local, brasileño o portugués, tan vibrante como la de Saramago, por ejemplo. Al decir esto, en cierto modo, estoy menospreciando mi propio trabajo. Me explico. No es que no sea necesario investigar y documentarse, pero Coelho hace referencias a conocimientos generales que cualquiera posee. Es más general y, por ello, más fácil de traducir. Creo que el traductor es como el periodista. Sabe muchas cosas sin entrar a fondo.

¿Cómo se relaciona la traducción de textos de la Unión Europea con la traducción editorial? ¿Existe alguna interconexión desde el punto de vista metodológico? ¿Se considera usted un traductor flexible?

DP Hay muchos traductores aquí en el Consejo de la Unión Europea que se dedican a la traducción literaria; traducen literatura, filosofía, todo tipo de textos; todo se puede compaginar. Todo te ayuda, incluso los subtítulos. Al igual que la traducción de cómic, como se menciona en la entrevista que leí en el último número de TRANS;2 traducir subtítulos te enseña a ser económico, a ser conciso, por el tiempo y espacio limitados. En la traducción de noticias hay otro tipo de lenguaje; siempre intentas meterte en el papel del traductor que se te exige. Es un oficio, se puede traducir desde lo más trivial hasta lo más grandioso. Me explico. En Grecia, tenía tres trabajos: traductor para la radiotelevisión pública, traductor audiovisual (subtitulación) y traductor literario; estaba todo el día ocupado. Así que se puede afirmar que hay que ser muy flexible en este oficio.

DI Creo que todos los tipos de traducción se basan en los mismos principios, pero en la práctica son muy diferentes. La mentalidad es la misma: intentas atribuir con corrección el significado del texto original al griego, es decir, intentas crear un texto en griego que diga lo mismo que el original. La metodología difiere según el tipo de texto y su función. En la Unión Europea tratamos sobre todo textos jurídicos, y por tanto nos vemos obligados a utilizar más terminología y expresiones relativamente fijas; además usamos en mayor grado bases de datos terminológicas. Por el contrario, lo más esencial en la traducción literaria es mantener y reproducir el estilo. En resumidas cuentas, la traducción literaria implica tener mucha inspiración y ser menos meticuloso con la terminología, mientras que en la traducción para las instituciones europeas se requiere justamente lo contrario.

¿Hay, entonces, una metodología diferente para cada tipo de traducción?

DP En mi opinión, cada uno tiene una única manera de traducir. Yo, por lo menos, solo tengo un estilo traductor. No se trata tanto de la estilística del texto, sino de la manera de acercarme al texto, ya sea un texto institucional u otro tipo de texto.

DI Como he comentado, en los textos de la Unión Europea hay que asegurarse de que la terminología es la correcta y que se cumplen algunas convenciones lingüísticas. En la literatura, lo primordial es la atribución correcta del estilo, por lo que la corrección es también estilística, aparte de lingüística.

Sin embargo, hay muchos que defienden que la traducción literaria requiere otro acercamiento.

DP Es cierto, porque el texto literario te ofrece otros placeres, te da otras cosas, no es lo mismo. Antes de nada, en literatura traducir significa leer, porque vas siguiendo la aventura del protagonista, te metes en el papel y vas desenredando el hilo de la trama. Está claro que la forma de acercarse al texto, las emociones creadas a través de la lectura y, por tanto, la manera de enfrentarse al texto, hacen que todo sea distinto. Me entrego mucho más con la literatura, es una actividad traductora que requiere una implicación total. El escritor literario ha elaborado mucho su texto, por lo menos eso es lo que percibo yo; hay más sentido, más complejidad semántica en la literatura, hay que prestar más atención. Más que las palabras, son los sentidos y los conceptos los que predominan en la traducción literaria.

¿Usted cree que un traductor de la Unión Europea puede ser traductor literario? ¿Se trata de dos actividades compatibles?

DP Por supuesto, ¡un traductor puede ser incluso bailarín! Depende, no hay que dejarse llevar por la actividad rutinaria de la traducción de textos comunitarios. Es imprescindible leer literatura, no se puede dejar de leer, su papel es primordial.

Sr. Pournias, ¿cuál ha sido la relación que ha tenido con la editorial ateniense Livani [Λιβάνη] que publicó sus traducciones?

DP Muy buena, la verdad es que no he tenido ningún problema con ellos. A los revisores les gustó mucho mi escritura. Me comentaron que el resultado era muy cercano al original y al mismo tiempo vibrante en mi propia lengua. Lo cierto es que no me gusta alejarme del texto original cuando traduzco.

¿Traducir literatura es una afición, una forma creativa de expresión u otra manera de ganar dinero?

DP Todo a la vez, no tiene por qué ser solo una cosa. Era algo que me gustaba, por eso lo hice; si no me hubiese hecho tanta ilusión, no me habría esforzado. El único aspecto negativo es que no tenía tiempo para mis hijos, y esta es la razón por la cual ya traduzco menos literatura y con menos frecuencia. Salía del Consejo y volvía a retomar el texto y a traducir con afán y esmero, no me cansaba nunca, me quedaba a veces hasta más allá de la medianoche traduciendo. Pasaba las horas de forma muy agradable, el texto me enganchaba. Para organizarme mejor, acordé un plazo más largo para la entrega, ya que sabía que no podría trabajar todos los días, dadas mis condiciones laborales y personales.

DI Llevo mucho tiempo sin dedicarme a la traducción de textos que no sean institucionales, pero si lo hiciese lo haría por afición.

¿Y cómo es la vida laboral de un traductor de la Unión Europea?

DP Empecé como traductor en el Consejo de la Unión Europea en 2000, soy uno de los nuevos aquí, y cada vez contratan a menos gente. El siguiente después de mí se incorporó en 2010. Las condiciones laborales son incomparables, los compañeros son todos muy buenos, el trabajo a veces es duro, pero también hay periodos más suaves. Tras haber trabajado como traductor en el sector privado, valoro y agradezco la calidad del trabajo y la formación continua ofrecida. Además, puedes dedicarte a otras cosas al salir del trabajo, como practicar deporte; tienes tiempo para tus aficiones… Personalmente, yo no me aburro nunca traduciendo. Traducir me hace feliz y por eso me encanta mi trabajo aquí en el Consejo de la Unión Europea.

DI ¡No está nada mal la vida cotidiana! Hay una cierta monotonía con los textos y a veces me gustaría contar con más tiempo para conseguir mayor calidad, pero todos los trabajos tienen sus desventajas. También tengo tiempo para la lectura y la traducción literaria, aunque por el momento no quiero dedicarme profesionalmente a ella.

En su trabajo como traductor, ¿qué opina usted que es más importante, la experiencia o los estudios de traducción?

DP Está claro que ambas cosas ayudan, las dos son necesarias, trabajar y formarse; además trabajar es formarse al mismo tiempo. Cuando llegué aquí, me enseñaron a traducir textos comunitarios, me formaron. En cambio, en la traducción literaria nadie me enseñó nada, de hecho, no tengo formación traductológica alguna; solo mis estudios universitarios en Filología Alemana. En el mundo de la traducción literaria entré sin ayuda, por vocación, entregué mi traducción a una editorial y les gustó. Fue algo parecido a un instinto lo que me llevó a la traducción literaria. Y eso se desarrolla y se mejora, en mi opinión, a través de la lectura. Leer mucho es lo más importante en la traducción literaria.

Cuando me entrevistaron para mi actual puesto en el Consejo, no tenía estudios de traducción, solo poseía experiencia en varios ámbitos de la traducción profesional. Ahora bien, valoraron mi experiencia, de hecho obtuve la primera plaza en el concurso para traductores griegos. Había muchísimos candidatos en el proceso de selección, más de cien personas en la última fase. Todos eran muy buenos traductores, conocía a muchos de ellos. Y en la entrevista también, ya en la última fase, mi experiencia resultó de gran valor. Valoraron mi trabajo como obrero adiestrado en el oficio de la traducción.

DI Lo más importante es la experiencia, pero hay que aprender unos principios. Creo que, en cuanto a los estudios de traducción, lo mejor sería un único semestre intensivo de teoría de traducción y, a continuación, muchos módulos prácticos de todo tipo de traducción. Además, con la experiencia aprendes a detectar las posibles dificultades con más facilidad y desarrollas varios tipos de estrategias de traducción.

Volvamos a la traducción literaria, Sr. Pournias, ¿cuál es su método a la hora de traducir novelas?

DP Lo que caracteriza mi forma personal de traducir es que nunca leo el original entero antes de empezar a traducir. Siempre hago un primer borrador mientras leo la novela. Tras acabarlo reviso este primer borrador de traducción, y a partir de ahí ya trabajo casi exclusivamente en mi traducción. Me gusta ir leyendo el original a medida que voy traduciéndolo; si conozco el final, algo se estropea. También cambio de opinión sobre los caracteres según voy leyendo. Tengo la sensación de que si leo antes el texto entero, me quitan una alegría, la alegría del lector–traductor. Hay compañeros aquí en el Consejo de la Unión Europea que leen el texto entero, incluso los textos de la Unión Europea que, cabría afirmar, no tienen un final como el de las novelas. Creo que cada traductor tiene su estilo personal, yo prefiero seguir los pasos de los protagonistas de la novela y sorprenderme. Me gusta funcionar como el escritor, ir creando la traducción paso a paso, como si de una obra original se tratase. Meterme en el papel del autor es un placer. Ahora bien, tengo el libro original siempre abierto; bueno, ya poco se puede hablar de libros abiertos, es el documento abierto en el ordenador, primero reviso el borrador que ya he elaborado en griego y consulto el original. Tras acabarlo, releo el texto ya traducido en su totalidad para detectar errores y procurar la coherencia textual.

¿Qué supone traducir al griego moderno para usted? ¿Comparte usted el temor por la pérdida de las lenguas minoritarias?

DP Todas las lenguas exigen atención y cariño; en mi caso, intento no maltratarla mucho. El griego es mi lengua materna; cuando traduces a tu lengua materna, demuestras más sensibilidad, porque es tu lengua propia, la cuidas más, de la mejor manera posible, le tienes más cariño, la quieres más. Yo no creo que el griego se esté perdiendo, al contrario, soy muy optimista sobre el futuro de la lengua griega. No todas las lenguas tienen la suerte de tener una historia y tradición de más de 3.000 años. Y todavía sigue viva, por eso creo que de alguna forma sobrevivirá. El otro día visité una exposición en el Parque del Cincuentenario en Bruselas sobre el Chipre Antiguo y me encantó. Era fascinante ver grabados en mármol que se escribieron en griego hace 2.500 años. Poder leerlos y pensar que se trata de una lengua que todavía sigue viva es un hecho impresionante. La cuestión es saber lo que quieres decir y encontrar la manera de hacerlo. Para mí la lengua griega es una y única, ya sea griego antiguo, cazarévusa o griego demótico.3

¿Cree usted, Sr. Pournias, que el lenguaje de la Unión Europea es distinto, que hay un griego o un español comunitario que distan del griego y el español hablado y escrito en los países correspondientes?

DP Cuando empecé en el Consejo, me vi obligado a adaptarme a este lenguaje de la Unión Europea al que hace mención. Hay un molde, un modelo, un formato que todos los traductores tenemos que seguir de forma obligada. Sin embargo, siempre se pueden introducir formas de expresión más elegantes, frases más elaboradas y de estilo personal. No se trata solo de términos técnicos. Por ello, considero imprescindible incorporar nuevos profesionales al oficio de traductor comunitario. Los traductores jóvenes pueden aportar otro punto de vista, otra mirada hacia la traducción. Solo de esta forma se puede actualizar y renovar el lenguaje comunitario, un aspecto que considero imprescindible. Cuando llegué a Bruselas, todo era más rígido, había frases fijas y muy concretas, no había tanta flexibilidad de expresión.

También es verdad, por otro lado, que en el caso de la División griega, empezaron de cero. Cuando Grecia entró en la Unión Europea no había nada, no había ninguna base de datos, ningún corpus, ni tampoco había archivos, diccionarios u ordenadores. Entonces los traductores se reunían en una sala para decidir cómo traducir los términos, incluso las frases más cortas. En aquella época heroica, se creó y compiló un corpus lingüístico con mucho esfuerzo y dedicación. Ahora bien, desde mi punto de vista, hay que luchar por un lenguaje menos aburrido, menos rígido, y más rico, variado y versátil. Estoy convencido de que podemos conseguirlo con el esfuerzo individual de los traductores de las instituciones europeas, cada uno puede aportar su granito de arena.

¿Cuáles son los autores favoritos de un traductor de la Unión Europea?

DP Lo dejo a la suerte, puedo leer cualquier libro que llegue a mis manos. Últimamente, no sé por qué, me ha dado por leer obras en griego antiguo. Estoy leyendo a Platón y a varios otros autores griegos clásicos, siempre en versión original, en griego antiguo, lo cual es algo que me apasiona. Además, llevo tiempo planteándome un proyecto de traducción un poco loco: me gustaría traducir al griego antiguo. Parece ambicioso —¿insensato?— pero quisiera intentarlo. Hay un libro que presenta la ciudad de Alejandría en la época de la filósofa y matemática Hipatia, y quisiera traducirlo a la lengua que se hablaba entonces. Ya sé que parece un poco descabellado pero me gustaría hacerlo y atreverme con el griego clásico.

DI Me gusta mucho David Mitchell, pero últimamente no leo mucha literatura contemporánea. Me dedico sobre todo a la lectura de griegos clásicos y libros de historia. No creo que vaya a traducir ningún libro hasta que me jubile.

¿Cómo ve la producción de libros y el mundo editorial en Grecia?

DP Cada vez que vuelvo a Grecia, suelo visitar unas cuantas librerías. Me gusta comprar muchísimos libros para mis hijos, quizás demasiados, aunque, siendo sinceros, no parecen muy contentos con este tipo de regalos por el momento. Aprovecho estas visitas para conocer cuál es la situación del mundo editorial, y es verdad que todos echan la culpa a la crisis. Cuando pregunto, me contestan «los libros van bien, nosotros somos los que estamos en apuros». Personalmente, como lector, me encanta el nivel de literatura de la Grecia actual. Me complace leer literatura griega, hay muy buenas publicaciones, tanto en el contenido como en el formato. Considero que se ha alcanzado un buen nivel literario, los nuevos libros son interesantes y están bien escritos, a pesar de la crisis y el entorno económico actual. La traducción también ha mejorado, el nivel es mucho más elevado comparado con el de épocas anteriores. Recuerdo que antes encontraba —demasiado a menudo— fallos y errores horribles en las traducciones literarias, se me ponían los pelos de punta, llegaban a ser casi ilegibles. Eso sí, por deformación profesional ya no leo tantos libros traducidos, disfruto más con el original, tanto por placer como para mejorar mis conocimientos en lengua extranjera. Y esa misma deformación profesional me lleva a veces a leer unos fragmentos traducidos de algún libro que ya haya leído en versión original.

DI El mundo editorial ha sido demasiado grande para el tamaño del mercado griego; siempre se han publicado miles de títulos y yo me preguntaba quién compraba todas esas obras. Además, los libros en Grecia son bastante caros en comparación con el Reino Unido o EE.UU, que yo conozca. No puedo corroborarlo, pero tengo la sensación de que los buenos libros se perdían entre esa proliferación editorial. Conozco casos de editoriales que tuvieron éxitos efímeros con los que consiguieron mucho dinero fácilmente, mientras que otras publicaron libros de calidad y acabaron quebrando. Sin ninguna duda, se seguirán publicando buenos libros —tanto por la calidad de la escritura como por la calidad del formato editorial— pero, por desgracia, la gente no dispone de suficiente dinero como para adquirirlos. Por otro lado, sigo con optimismo el hecho de que haya muchas iniciativas independientes que siguen adelante a pesar de la crisis.

¿Qué opina de las literaturas periféricas? ¿Cree usted que hay un espacio para la interconexión de las culturas y las lenguas periféricas, por ejemplo, las mediterráneas, a través de la traducción? ¿Se puede combatir la fuerza de la lengua inglesa?

DP Eso se ve en todas partes, no se trata solo de libros, sino de las películas que vemos, las canciones que escuchamos… Lo mediterráneo, desde luego, siempre es más próximo, se nota sobre todo en las palabras, incluso en las frases. Sobre todo con los portugueses, yo noto una intimidad, un punto de conexión, no sé, quizás por su pasado «glorioso» con las colonias, la sensación de que en el pasado lo tuvieron todo. Es la propia mentalidad de la lengua. Lo que pasa con la lengua inglesa es que nos parece todo demasiado familiar. El año pasado fui de viaje a EE.UU. y me sentía muy a gusto, como si lo hubiese visto todo antes, tan acostumbrados estamos, tan bien los conocemos. A los portugueses no los conoces en este sentido, pero cuando abres un libro te sorprende tanta proximidad, te das cuenta de que tienen la misma forma de vivir, el mismo modo de pensar que los griegos. Es una sorpresa muy grata.

Por otro lado, me gustaría aprender lenguas balcánicas y turco, me atraen mucho estos idiomas. Además, las semejanzas con el griego tienen que ser tremendas, teniendo en cuenta que hemos compartido el mismo territorio y hemos vivido tantos siglos juntos. De hecho, me acuerdo de una anécdota que ocurrió en Alemania cuando acompañé a una empresa como intérprete. Fuimos a un restaurante turco a comer, y al abrir la carta y leerla, lo entendía todo, pero no por mis conocimientos de alemán, sino porque casi todas las comidas llevan el mismo nombre en turco y en griego, fue impresionante.

¿Algún consejo o mensaje para futuros traductores?

DP Nada más que amor por la traducción, pasión por las lenguas. Hay que amar las lenguas, tanto las extranjeras como la propia, así las aprendes mejor y aprendes a amar el oficio de traducir.

DI Paciencia, ánimo y keep your day job! Cuando yo residía en Grecia no era fácil vivir de la traducción literaria: tenías que haber cumplido los 40 y tener muchos años de experiencia a tus espaldas. Es verdad que ahora la situación es diferente; tengo amigos que viven exclusivamente de la traducción, pero se dedican a traducciones de no ficción y ocasionalmente tienen encargos de traducción literaria. Lo ideal, para mí, es poder tener otro trabajo y traducir libremente los fines de semana o cuando hay inspiración. Y, sobre todo, disponer de un plazo largo, como por ejemplo un libro de 300 páginas al año. Además, es muy recomendable mantener el mayor contacto posible con la lengua extranjera: leer el original sin cesar, ver películas y series sin subtítulos, escuchar emisoras radiofónicas… ¡Empezar a soñar en una lengua extranjera es muy buena señal!

RECIBIDA Y VERSIÓN FINAL: ABRIL DE 2013

1 El Servicio Lingüístico del Consejo de la Unión Europea desempeña una función esencial para la aplicación en el Consejo del régimen lingüístico de las instituciones de la Unión Europea. Su misión principal es facilitar todas las traducciones necesarias para que los documentos sobre los cuales el Consejo debe deliberar sean presentados en todas las lenguas oficiales y de trabajo. Estas traducciones deben poseer una calidad adecuada y estar disponibles en los plazos requeridos, que con frecuencia son muy cortos.

2 Angelo Nestore, «Entrevista a la traductora Rocío de la Maya», Trans. Revista de Traductología, nº 16 (2012), pp. 119–129.

3 El griego demótico o dimotikí (en griego, δημοτική [γλώσσα], ‘lengua del pueblo’) es la variante lingüística más extendida del griego moderno y la lengua oficial del Estado griego. El griego demótico es la forma de lengua que evolucionó a partir de la koiné helenística y del griego bizantino en oposición a la cazarévusa (en griego, καθαρεύουσα, ‘lengua purificada’), forma arcaizante y artificial, que fue la lengua oficial del Estado hasta 1975. Estas dos formas del griego moderno convivían, en un ejemplo típico de diglosia, desde principios del siglo xix hasta la resolución de la cuestión lingüística con la consagración de la variante demótica en la constitución actual vigente (1975).