Guadalupe Aguado de Cea
Madrid, Paraninfo, 1994, 424 págs.
Manuel Mata Pastor
Desde que a principios de los noventa la informática se consolidara en nuestro país como uno de los frentes tecnológicos de mayor y más rápido crecimiento (primero, en el terreno profesional y seguida- mente en el ámbito doméstico), ningún trabajo había acometido con tanto acierto y esmero un estudio aceptablemente riguroso de la terminología utilizada en este campo. Refundición de una tesis doctoral y fruto del trabajo colectivo de varios años, esta obra pretende y lo consigue con creces en poco más de 400 páginas realizar un análisis razonado del léxico informático desde la óptica de las dificultades que plantea la traducción al castellano de una terminología acuñada, en su mayoría, en inglés por el gigante tecnológico estadounidense.
El brillante prólogo de Emilio Lorenzo, académico y director de la tesis que habría de convertirse en el germen de este trabajo, constituye un excelente augurio de lo que se avecina pocas páginas más adelante: una sistematización tan rigurosa como útil de los términos y expresiones más comúnmente empleados por los profesionales y usuarios de la informática. A los albores de ésta y a su posterior desarrollo en los últimos lustros, dedica la autora algunas de las páginas introductorias de su diccionario comentado, haciendo un breve e interesante recorrido histórico.
El corpus del que se han extraído las formaciones léxicas que se analizan en este libro reúne, además de los usos orales más generalizados, textos de procedencia varia: revistas informáticas, publicaciones periódicas de carácter divulgativo, manuales informáticos sobre el funcionamiento y manejo de dispositivos y programas, libros utilizados en algunas asignaturas de las facultades de informática, diccionarios especializados en la terminología de este campo, e incluso artículos publicados en la prensa diaria, en la que cada vez resulta más frecuente encontrar espacios dedicados a la informática.
Guadalupe Aguado adopta la perspectiva de la traducción para engarzar las conclusiones de su análisis en un sólido entramado lingüístico y para exponerlas racionalmente en una minuciosa clasificación que, en definitiva, vertebra el contenido de este trabajo. El resultado de tan ambicioso estudio aparece estructurado en cuatro capítulos centrales, dedica dos, respectivamente, a: los anglicismos puros PP· 15-126), los adaptados (pp. 127-162), los calcos (pp. 163-306) y los neologismos por afijación (pp. 307- 369). Basta con hojear el libro durante unos minutos para calibrar la profundidad y el grado de acierto de un análisis que no tiene reparos en abordar aspectos etimológicos, ortotipográficos, fonéticos, morfológicos, semánticos, sintácticos, etc. Un botón de muestra de lo que decimos lo hallamos en «soluciones razonadas» tan brillantes como las que la autora propone para un binomio ya célebre, hardware/software (pp. 59-70).
Un indudable acierto de la «taxonomía» de Aguado -pocas veces resulta tan apropiado este término, pues de entidades «vivas» trata este libro- lo constituye la agrupación de dos o más términos en un mismo encabezamiento cuando gobierna la relación que media entre ellos algún fenómeno morfológico-derivativo (format/formatting/formatted), semántico (de sinonimia, como en run/execute; de antonimia, como en on-line/off-line; o de otra índole, como en bit / byte / nibble / gulp / word) o de ambos tipos (expanded / expandable / extended / extensible / extension). Esta clasificación no sólo facilita la consulta, ahorrándonos los habituales saltos de «véase» en «véase también», sino que contribuye de forma decisiva a la óptima comprensión de cada término al estudiarlo en compañía de otros con los que está emparentado lingüística o conceptualmente. Son tres las formas de consultar este libro según se apunta en su «Introducción»: mediante el glosario alfabético de términos (inglés-español), por medio del índice de términos (voces en inglés seguidas del número de las páginas en las que se analizan el término o términos en cuestión) o siguiendo la distribución conceptual por capítulos descrita anteriormente. Todo lo dicho da idea de la flexibilidad organizativa del contenido de esta obra, de lo fructífera que puede resultar su consulta y de lo gratificante y hasta entretenida que llega a ser su mera lectura secuencial.
Ineludible en un diccionario de este género -y así lo ha entendido su autora- resulta la inclusión de un apartado dedicado a las siglas y abreviaciones, tan comunes en el lenguaje informático. A este último hay que añadir otro de los muchos aspectos que jalonan la seriedad de este trabajo: la inclusión de numerosas notas explicativas o ilustrativas de aspectos técnicos y lingüísticos, imprescindibles en cualquier obra de consulta.
Al tono descriptivo que preside el análisis de Aguado, subyace un ánimo normalizador tan loable y necesario como ausente hasta la fecha en la «jungla terminológica» de la informática, donde siguen reinando -cómo no- una arbitrariedad no menos absoluta que la primacía del inglés y de la pereza lingüística.
Uno de los pocos lunares que pueda achacarse a un trabajo por otra parte plagado de virtudes, es -a nuestro juicio- la ausencia de un apartado -siquiera una página- donde se recojan las convenciones ortotipográficas (negrita, cursiva, comillas, etc.) utilizadas en la catalogación y presentación del material estudiado. Aunque el empleo de éstas es coherente en todo el libro, no por ello resulta menos necesario en una obra de estas características detallar qué convenciones se han elegido y por qué han merecido la preferencia de la autora en detrimento de otras.
En cuanto al nutrido apartado de referencias bibliográficas (pp. 405-414), no podemos pasar por alto la ausencia de una clasificación más o menos pormenorizada de las obras consultadas. No deja de contrastar con la meticulosa estructuración de otras secciones el hecho de que, en las páginas dedicadas a recoger la bibliografía, no exista una línea divisoria entre, por ejemplo, obras de consulta de carácter muy general y trabajos de investigación sobre temas extraordinariamente específicos.
Aunque son muchos los profesionales que se han congratulado -o lo harán en breve- de la aparición de esta obra en el mercado (estudiantes y profesionales de distintas ramas de la informática y las telecomunicaciones, lingüistas, terminólogos, etc.), quizá sean los traductores quienes con mayor ansiedad esperasen la publicación de este trabajo. Téngase en cuenta que una de las consecuencias inmediatas de la reciente eclosión de la informática en nuestro país es el aumento del número de ellos que en los últimos años se han especializado en la traducción de programas informáticos y de documentación afín. Para estos últimos, «el Aguado» se ha convertido ya en una herramienta de consulta irrenunciable que, sin duda, los sacará de más de un apuro terminológico.
A este respecto, cabe decir que el diccionario de Guadalupe Aguado no es una obra de consulta convencional. Además de haberse convertido a la vuelta de dos años en un punto de referencia obligado para muchos profesionales más o menos emparentados con las ciencias de la computación, este trabajo supone un modélico ejercicio, en primera instancia, lingüístico y, por ende, discursivo de tal envergadura que se presta con docilidad a ser empleado como patrón en el estudio de otros lenguajes especializados.
Transcurridos pocos meses desde su publicación, comienzan a echarse en falta algunos términos surgidos fundamentalmente como consecuencia del advenimiento de Internet y de la comercialización a gran escala de productos «multimedia». Digamos, sin embargo, que, por su propia naturaleza y por los objetivos que motivan su existencia, es éste un trabajo no «incompleto» sino «abierto». Poco menos que imposible resultaría -como reconoce su autora- abarcar la totalidad del léxico informático, y, naturalmente inviable, la actualización permanente de una obra de semejante calibre. Confiemos entre tanto en la pronta aparición de una edición revisada y puesta al día que recoja los términos surgidos de los últimos avances informáticos, y-por qué no- en una deseable versión de ésta en soporte electrónico.
Quizá la meticulosidad lingüística de este diccionario comentado -que sin duda llegará a apasionar al lector que cuente con un mínimo interés por el lenguaje- vaya en detrimento -ojalá que no- del número de lectores que potencialmente podrían comprar un ejemplar. No olvidemos que la informática es un campo en el que, como en otros terrenos de la técnica, «inventan ellos» -si se nos permite retomar la alusión unamuniana con la que E. Lorenzo abre su prólogo-. Recordemos, sin embargo, que a la postre «nombramos nosotros», y que, con obras como ésta, estaremos cada vez más cerca del día en que deje de estremecerse nuestra «sensibilidad lingüística » cada vez que entremos en un establecimiento de productos informáticos o leamos en la prensa un editorial sobre Internet.
Aguas Vivas Catalá & Enriqueta García
Valencia, Galaxia Octaedro, 1995, 70 págs.
María López Villalba
Este breve e interesante trabajo de Aguas Vivas Catalá y Enriqueta García sienta las bases teóricas y prácticas para un acercamiento distinto y, según mi opinión, fructífero al pandemónium que domina actualmente en los discursos: ¿qué hacer con los femeninos en el lenguaje? «El hecho lingüístico no es neutro, refleja la relación de los sexos en la sociedad patriarcal y la posición de la mujer en dicha relación.» Las autoras comparten dicha hipótesis, sin embargo se distancian de la mayoría de los estudios que abordan estas cuestiones en tres aspectos fundamentales. En primer lugar, consideran que su objeto de estudio es el uso del lenguaje y no el sistema de la lengua. En segundo lugar, afirman que sexismo lingüístico no es 217 ocultación de la mujer, sino ciertas formas de presencia de mujeres y varones en los discursos. Y en tercer lugar, que dichos fenómenos lingüísticos sexistas no se pueden analizar como unidades abstractas descontextualizadas, sino como fenómenos discursivos.
1. Objeto de estudio: uso del lenguaje
Las autoras consideran que el lugar teórico apropiado para situar un problema sociolingüístico, como es el de las relaciones entre ideología sexista y lenguaje, no es el sistema abstracto de la lengua, sino el uso de la lengua. Por ello, siguiendo a Hierro S. Pescador, proponen como lugar teórico el concepto de norma formulado por E. Coseriu. De esta forma, las autoras se distancian tanto de los estudios sobre sexismo lingüístico que defienden que realidad (y/o pensamiento de la realidad) y lenguaje tienen una relación isomórfica, es decir, que el lenguaje es un fiel reflejo del mundo, como de los estudios que sostienen la tesis del relativismo lingüístico, o sea, que es la propia estructura de la lengua la que condiciona la percepción e interpretación de la realidad. Además del uso colectivo del lenguaje, a las autoras les interesa lo que el texto contiene virtualmente: los elementos discursivos que configuran al autor y al lector modelo.
2. ¿Qué es sexismo lingüístico?
Las autoras afirman que el problema fundamental del sexismo lingüístico no es la ocultación de la mujer, debida al uso del género gramatical masculino y no del femenino, como proclaman las conocidas «Recomendaciones para un uso no sexista de la lengua », sino las formas de emerger la mujer en los discursos. Más que en la ausencia, la ideología sexista se pone de manifiesto en las formas de presencia. Los fenómenos lingüísticos sexistas no se pueden observar en el plano del sistema, en unidades aisladas de contexto: son fenómenos discursivos. La mayoría de los estudios sobre el sexismo lingüístico adolecen, según las autoras, de un planteamiento erróneo de la cuestión. Dicho planteamiento parte de la hipótesis de que el sistema de la lengua está socialmente motivado. Así se concluye que la lengua está sexistamente estructurada y que, debido al no paralelismo de los géneros gramaticales, la mujer es ocultada y menospreciada en el lenguaje. El error más frecuente y generalizado es la identificación del género gramatical y el género social/sexo. Sin embargo las autoras piensan que la relación género gramatical y sexo no es unívoca y que el género gramatical no es el único vehículo lingüístico que informa del sexo del referente.
3. Identificación y análisis de los factores responsables del sexismo en el lenguaje
Para analizar estos fenómenos lingüísticos las autoras han diferenciado metodológicamente entre: textos de aparente significación específica, que hablan de mujeres o de varones; y textos de aparente significación genérica o universal, que tienen como sujeto al género humano. La autoras analizan, con ejemplos extraídos del diario El País, los mecanismos que emplea la ideología sexista en el lenguaje: conceptualización disimétrica de lo masculino y lo femenino, apropiación de la Genericidad por parte de los varones y exclusión de las mujeres, en tanto que sujetos, de los discursos con pretensión universal, con el consiguiente solapamiento de lo masculino con lo genérico humano y la consideración de la mujer como lo otro. El corpus de los textos analizados aparece recogido en un apéndice, clasificado en cuatro bloques: Sobre el género gramatical, Disimetría, La falsa Universalidad y Realizaciones lingüísticas no sexistas. Se echa en falta un índice y una bibliografía final ordenada alfabéticamente y/o por temas. Las citas bibliográficas aparecen a pie de página.
Rosemary Arrojo
Río de Janeiro, Imago (Biblioteca Pierre Menard), 1993, 210 págs.
Charlotte Frei
Después de la confusión de Babel y la diseminación de las lenguas, quedó para el traductor no sólo la inmensa tarea de reconstruir cada vez de nuevo el entendimiento entre los pueblos sino también el trabajo de Sísifo para no perder las trazas bibliográficas que florecen esparcidas y escondidas por el mapa lingüístico y geográfico, y que irónicamente dependen de su propia traducción a fin de llegar a un público numeroso. Es en Brasil donde encontramos a Rosemary Arrojo, profesora del Instituto de Estudos da Linguagem da Unicamp en Brasil, que se dedica a los estudios de la traducción bajo el signo de la postmodernidad. Entre sus interesantísimas publicaciones destacan Oficina de Tradução-A Teoria na Prática (1986) y O Signo Desconstruído-lmplicaçóes para a Tradução, a Leitura e o Ensino (1992), editadas por editoriales brasileñas en portugués.
De estos estudios y del libro aquí presentado pueden hallarse investigaciones sueltas, principalmente en inglés, y publicadas en revistas especializadas brasileñas e internacionales. Este volumen del año 1993 reúne un total de diez ensayos de distintos enfoques teóricos, todos examinando las relaciones peligrosas entre la traducción y el original, el traductor/ lector y el autor. Las reflexiones expuestas hacen referencia, de manera explícita e implícita, a teorías literarias postestructuralistas del campo de la deconstrucción, de la estética de la recepción y del psicoanálisis de Freud a Lacan. La autora afirma en el prefacio del volumen que su objetivo es la «redefinición de la «originalidad», del papel del traductor, de las relaciones posibles entre la traducción y la lectura, traducción e interpretación, traducción y autoría» (10)1.
La ideología logocéntrica que, desde por lo menos veinte siglos, flagela la traducción con los sempiternos clichés de la «pérdida», la «fidelidad», la «intraducibilidad» de determinadas obras literarias y sobre todo poéticas, desenmascarada aquí, pone en cuestión la supuesta «invisiblidad» del traductor. En el primero ensayo, titulado «¿A qué son fieles los traductores y críticos de la traducción?», se trata de analizar la polémica entre el crítico Nelson Ascher y el traductor Paulo Vizioli acerca de la versión de este último de poemas de John Donne, ofrecida en una antología bilingüe publicada en 1985 en São Paulo. Arrojo invita a repensar la cuestión de la fidelidad y de la valorización de textos traducidos a partir de una reformulación del concepto del original. Si el canon clásico de las teorías del lenguaje siempre consideraba el texto como tal un conjunto de signos estables y reflejos de las intenciones del autor, entonces la tarea del lector era determinar este significado «original» y transmitirlo de forma «íntegra» a través del tiempo y del espacio. Esta concepción mistificadora de que sólo la conservación del sentido «auténtico» podría garantizar la sobrevivencia de la palabra y de la obra, comienza a sufrir sus primeras quiebras con Nietzsche en cuanto precursor del espíritu desconstructivista. Con la muerte de Dios ha muerto también el mito de la palabra intangible y sagrada, única, divina y pura. Según Nietzsche, la palabra es símbolo del poder; según Saussure, el significante es arbitrario y atribuido. Podríamos añadir a Bakhtin, que destaca la polifonía diacrónica del logos. Freud exalta el deseo como motor de todos los actos y articulaciones humanos que, al fin y al cabo, determina la integridad del individuo, «su tiempo, su ideología, su formación, su psicología» (18). El lector, por lo tanto, al entregarse al texto y establecer una relación con éste, no puede actualizar la letra sin involucrarse a sí mismo, sin perderse a sí mismo en este acto de amor. Aunque la autora no nombra aquí a Wolfgang Iser o N. N. Holland, queda claro que en la memoria ínter e intratextual surgen el Reader Response Criticism y la Estética de la Recepción que dentro de sus diferentes puntos de partida giran alrededor de la cuestión del sujeto-receptor y del efecto de la obra sobre un público históricamente determinado. Cuando el crítico/lector confronta al traductor/lector, las exigencias del uno y la metodología del otro revelan muchas veces discrepancias en la lectura del significado y del valor atribuido a los originales. Las predilecciones -tanto en la teoría como en la poética de la traducción- se muestran forzosamente distintas y desembocan, así, en estéticas divergentes. Los objetivos preferidos y puestos en práctica por el traductor no pueden corresponder en términos absolutos a la lectura de otro lector con otro acceso a la obra y su sentido. La polémica pone de manifiesto que en el campo de la traducción poética cualquier traducción y su valorización «no se podrán realizar fuera de un punto de vista o de una perspectiva o sin la mediación de una interpretación» (24). Cuando Arrojo habla acerca de las teorías y políticas de la traducción destaca el predominio, desde Cicerón y Horacio, de un afán logocéntrico desesperadamente a la busca de un imposible ideal que salvaguarde el significante y su significado en este viaje a través de las culturas. Es preciso llamar aquí la atención sobre el hecho de que Cicerón y Horacio en cuanto traductores no pueden ser caracterizados como ‘logocentristas’ ya que propugnaron las dos maneras de traducir -la forma literal y la liberal-, y que como poetas, oradores y divulgadores de la filosofía griega pusieron en práctica la segunda opción. La importancia idealista dada a la palabra «fiel» al texto original se refirió en primera línea a las Sagradas Escrituras donde etiam verborum ordo mysterium est. Al referirse a la traducción interlingüística, Arrojo sostiene con Paul de Man que el traductor nunca puede«hacer» lo mismo que el autor hizo en su pre-texto puesto que el traductor/lector abarca el original con una lectura enraizada en otro espacio y otro tiempo, siendo otra persona y por consiguiente releva significados que nunca serán independientes o desprovistos de su contacto interpretativo. La fidelidad en este sentido es un fantasma inexistente e imaginario. El crítico puede dar una sugerencia sobre la supuesta intención del autor pero nunca será ni la única ni la «correcta». Cuando Molly Bloom suspira a lo largo de un orgasmo varias veces yes, parece realmente arbitrario querer prescribir al traductor la forma correcta de expresar el placer de Molly en portugués, sea con un sim o un é o lo que sea. En otro, estudio Arrojo se adentra en las relaciones múltiples que la traducción tiene con el psicoanálisis. Partiendo de la traducción francesa de las Obras Completas de Freud bajo la dirección de J. Laplanche, ella explora sus consecuencias para una teoría general de la traducción. La perspectiva logocéntrica, basada en el mandamiento supremo de la fidelidad, ha cargado al traductor con un complejo de inferioridad y autocastigo, conservando de este modo la posición ejemplar e incuestionada del autor. «Dividido entre el tributo que precisa y quiere prestar al autor/padre y el deseo de apropiarse de su derecho de producir significado, el traductor parece encontrar en su reivindicación de fidelidad un refugio de la culpa que le permite, no sólo ocupar la posición privilegiada del autor, sino también su humildad y el reconocimiento de su lugar de hijo y sucesor» (36). Lacan y Laplanche, que proclaman su absoluta fidelidad al significado y significante freudianos, reescriben, no obstante, el psicoanálisis a partir de sus propias perspectivas, distintas entre sí e interpretando a Freud según sus lecturas personales. Arrojo concluye para la teoría de la traducción que toda interpretación, siempre y cuando se trata de una relación transferencia!, es «siempre fetichista, puesto que establece como su principal objetivo revelar algo que de hecho no se encuentra en el propio texto» (47).
Profundizando más tarde en el tema del fetichismo dentro de la traducción, hace alusión a Edgar Allan Poe, que considera el poema un espacio construido y controlado exclusivamente por el poeta para guiar al lector de tal modo que acaba por ser la solución lógica de una ecuación matématica, es decir, el poema. Este deseo de poder sobre el lector o interpres por parte del poeta tiene su correspondencia en Freud cuando éste compara la actividad del «escritor de ficción» (Freud, aquí: 119) con los juegos infantiles. Es el deseo narcisista de construir un mundo propio con reglas y normas propias, protegido de elementos externos y ajenos a este universo. Surge, pues, el miedo a la castración, así llamado en el psicoanálisis, la irrupción de lo extraño que causa la pérdida de una «plenitud imaginaria» (122). El proceso íntegro de la escritura literaria, según Arrojo, podría pensarse así como una forma de fetichismo por pretender fijar el significado y su deseo de protegerlo. Como el fetichista descrito por Freud, el poeta en general construye la ilusión de una obra con propiedades inherentes, permanentes y verdaderas tan sólo en su formación original e ilesa. De este afán utópico resulta el mito de la intraducibilidad derrumbado por la reformulación deconstructivista de que la traducción es una forma de transformación, una intervención inevitable que modifica tanto el original como la traducción, el autor como el traductor. La traducción sería, entonces, imprevisible y, no obstante, siempre visible. El pensamiento postmoderno deconstruye igualmente el sueño soñado por ciertas filosofías lingüísticas obsesionadas con una «askesis purificadora» (Richard Rorty, aquí: 92), una langue «inmaculada» y desprovista de las marcas de la subjetividad, del cuerpo, etc. Derrida deconstruye magistralmente esa concepción antiséptica saussuriana de una lengua transparente y le devuelve sus necesarias «impurezas», las contaminaciones diacrónicas e intersubjetivas que le han proporcionado precisamente el placer y juego y la interferencia del deseo. Esta desestabilización de las dicotomías (languelparole), afirma Arrojo, lejos de introducir el caos, abre el camino para la investigación de las jerarquías de poder establecidas en el cuerpo mismo del lenguaje y permite enfrentar la «violencia» (Lecercle, aquí: 100) de la lengua que es penetrada por otro. Ya no es posible distinguir entre mots y choses porque les mots sont des choses. En los trabajos sobre el Pierre Menard de Borges y la Maria Mutema de Guimarães Rosa, que representan indagaciones ampliadas de partes de la tesis de la autora, reflexiona sobre la lectura en cuanto traducción que constantemente amenaza el «original» con su propia diferencia, su dijférance, que hace del lector un conquistador que asume el poder autorial y somete el texto a una lectura -en el caso de Menard- que llega al Quijote a través de las experiencias de Pierre Menard. El proyecto fantástico de Menard de apagar la diferencia de 316 años entre el autor y el traductor y repetir el personaje quijotesco mediante un desdoblamiento idéntico, simboliza toda obsesión logocéntrica de «salvar» el original a través de la historia y es de antemano consagrado a la derrota. Maria Mutema simboliza el poder de la palabra/bala que seduce y mata como plomo líquido vertido en los oídos del interlocutor. No existe un discurso inocente o inmotivado, el discurso es elaborado para la escena, para actuar y ser activado. El lector o destinatario debe interpretar para asegurar la vida del «original» en un acto de antropofagia que disuelve y reintegra el tú y el yo en un continuo círculo vital de «transformación regulada» (Derrida). Los caminos que llevan a la traducción son múltiples, lo que el libro de Arrojo demuestra de modo comprensible y bien fundamentado. Las notas y referencias bibliográficas con que termina cada estudio proveen al lector del instrumentario necesario para seguir investigando en este campo. El lector de Arrojo puede, de vez en cuando, dudar de las transiciones lógico-conceptuales y sospechar de cierto ímpetu deconstructivista que parece llevar a la construcción de artefactos teóricos sorprendentes, por no decir temerarios. Pero es de hecho esta violación de la lógica pura, del fluir de las palabras y el desvío del texto lo que resalta el carácter íntimo de la traducción, lo que deforma el texto al mismo tiempo de ser deformado por él. Así que -y sin tampoco poder evitarlo--, el deseo de la autora expresado en su prefacio se cumple irreversiblemente: el lector y la lectora se apasionan en la prisión de la lectura, en el fluir de estos ensayos que «nos obligan a leer y a escribir, a ser, al mismo tiempo, lectores y autores, a seducir y a ser seducidos» (12).
Michel Ballard (ed.)
Presses Universitaires de Lille, 1993, 262 págs.
María José Hernández Guerrero
En la línea de publicaciones anteriores, como La Traduction: de la théorie à la didactique (1984) o La Traduction plurielle (1990), Michel Ballard reúne en este volumen una serie de artículos bajo el título de La Traduction à l’Université, título bastante indicativo que apunta a la procedencia universitaria de todos estos trabajos. Ya en la presentación de la obra, Ballard es muy explícito al indicar cuál es el hilo conductor que le ha guiado en esta recopilación, y que no es otro que el interés en reflejar las investigaciones que se están llevando a cabo sobre la traducción en la universidad francesa por parte de sus profesores investigadores.
De todos es conocido el importante papel que las universidades están jugando en el avance de los estudios sobre la traducción. La doble condición de docente y de investigador ha hecho de los profesores universitarios, desde su cometido didáctico, unos excelentes observadores de los problemas teóricos y prácticos de la traducción, contribuyendo enormemente sus trabajos a los cada vez más numerosos progresos de la traductología. De hecho, la investigación influye en la calidad de la enseñanza superior y es, en realidad, su característica específica, lo que impide su anquilosamiento. La ingente cantidad de manuales, tratados o artículos sobre la traducción procedentes del ámbito universitario son una buena muestra del interés que han despertado los estudios traductológicos y los esfuerzos que se están realizando por mejorar su vertiente didáctica.
En esta obra, en concreto, nos encontramos con trabajos de once conocidos profesores de la universidad francesa, la mayor parte de ellos autores de manuales de traducción, y que analizan el fenómeno traslativo desde diferentes ángulos (la traducción profesional, la enseñanza de la traducción, la traducción en la didáctica de las lenguas, etc.). A pesar de la variedad de temas tratados, destaca en todos ellos la preocupación didáctica de los autores que, al tratar los aspectos teóricos y prácticos, no olvidan su aplicación a la enseñanza de la traducción.
El lector encontrará en estas colaboraciones temas muy dispares, que apuntamos a continuación en un rápido repaso. A. Bourgois analiza los sin sentidos, tan frecuentes en los trabajos de traducción efectuados por alumnos. M. Paillard, por su parte, destaca la importancia de la lexicología contrastiva, mostrando la eficacia de la aplicación de técnicas lexicológicas adecuadas en la enseñanza de lenguas extranjeras y, sobre todo, en traducción. F. Antoine presenta un estudio sobre la didáctica del diccionario, aspecto un tanto marginal en los estudios de traducción pero de una enorme importancia, al ser ésta la herramienta base del traductor. La presentación y comparación de diccionarios ingleses y franceses sirve a este autor para establecer los criterios que se deben seguir al seleccionar un determinado diccionario, a saber valorar sus errores y aciertos, sus límites y su poder didáctico. C. Demanuelli, por su parte, realiza un estudio sobre los marcadores gramaticales a partir del análisis de las traducciones francesas de un mismo texto inglés, y J. Demanuelli reflexiona sobre la condición de «extracto» de los textos literarios que se utilizan para traducir en la universidad francesa. É. Lavault analiza en su artículo la enseñanza de la traducción en la rama de LEA (Lenguas Extranjeras Aplicadas), sus condiciones actuales, y propone una serie de medidas para mejorar estos estudios. J.-P. Mailhac realiza un interesante estudio sobre los errores que se producen al traducir cifras. L. Hewson aborda el futuro de la traducción inversa en la universidad y J. Martin la importancia que tiene el contexto sociocultural en el establecimiento de una traducción. B. Richet analiza las traducciones al inglés de las citas literarias que aparecen en las historias de Asterix. Por último, M. Ballard ofrece una nueva definición de la unidad de traducción, tras analizar la evolución de este concepto y las actuales tendencias de la traductología.
En suma, un compendio de trabajos diferentes con un nexo común, la doble preocupación traductológica y didáctica, que, por otro lado, nos ofrece un panorama representativo de los avances de la traductología en la universidad francesa de los noventa.
Samia Barrada & Yousif Elias
Tánger, Université Abdelmalek Essaadi, Publications de l’École Supérieure Roi Fahd de Traduction, 1992, 214 + VII págs.
Basil Hatim
Tánger, Abdelmalek Essaadi University, Publications of the King Fahd School ofTranslation, 1994, 234 págs.
Juan Pablo Arias
Varios son los motivos que podemos aducir para reseñar conjuntamente estas dos obras. En primer lugar, ambas son una muestra más de la labor nada desdeñable que en el ámbito de la reflexión traductológica y la formación de profesionales de la traducción está realizando la nombrada Escuela Superior de Tánger, responsable asimismo de la revista especializada Turyumán y referencia obligada para este tipo de estudios en el mundo árabe. En segundo, ambas están concebidas fundamentalmente por sus autores como guías para la reflexión y autoformación de los actuales y futuros profesionales de la traducción desde o al árabe, aunque subsidiariamente puedan ser utilizados por el profesorado de traducción como material complementario en sus clases. Pese al largo oficio de trujimán del arabismo español, la manifiesta ausencia en nuestro entorno de manuales de traducción árabe-español-árabe conlleva para todo el que se interese en esta materia una casi irremediable dependencia de este material ajeno, aunque sobre él gravite la dificultad añadida de tener que comprender una segunda lengua extranjera. Por último, ambas obras promulgan, con matizaciones que veremos, una aproximación a la traducción desde el discurso.
Comenzando por Barrada-Elias 1992, nos hallamos, según las palabras de sus propios autores, no ante un verdadero manual sino ante un conjunto de pautas de reflexión dirigidas principalmente a los alumnos de traducción económica francés-árabe y que en un segundo plano pueden ser de utilidad para el profesorado de dicha materia. La obra está estructurada en cuatro partes bien diferenciadas. En la primera, de carácter teórico, los profesores Barrada y Elias se detienen en analizar el discurso económico (sintaxis, estilística, terminología y pragmática), con especial referencia al discurso económico de la prensa, juzgado fase inicial en la formación del futuro especialista en traducción económica (p. 9-93). El segundo bloque, la aplicación práctica de todo lo anteriormente expuesto, está conformado por tres textos de aplicación, en los que se sigue el modelo 1) análisis textual, 2) comprensión del texto, 3) búsqueda de equivalentes, 4) traducción y 5) justificación de la misma. Este segundo apartado es considerado por los autores como de igual o mayor importancia que el anterior y en él se esfuerzan continuamente por unir la práctica de la traducción con la reflexión teórica. Configura, pues, el núcleo primordial de la obra (p. 94-152). Sigue un tercer bloque o apéndice de textos en los que ensayar los conocimientos adquiridos integrado por 13 textos de divulgación (prensa) y 10 textos especializados, acompañados a su vez por otros textos que permitan al estudiante, sin menoscabo de una búsqueda documental mayor, familiarizarse con determinadas nociones del ámbito económico. La parte final del trabajo está dedicada a una bibliografía selectiva agrupada en torno a los epígrafes traducción, terminología, lengua general y lengua de especialidad y diccionarios especializados (monolingües, bilingües y plurilingües).
Sin tener que insistir en los méritos indudables de esta obra, entre los que aún no hemos citado la diferenciación entre la extensión geográfica oriente/occidente árabe de determinados términos, y en su enorme utilidad para estudiantes y docentes, hemos de apuntar nuestro deseo de que hubiera sido mayor el número de textos de aplicación y que entre éstos se hallara algún texto no de divulgación sino algún texto con un nivel elevado de especialización, con los que completar la etapa de entrenamiento inicial que los artículos de prensa suponen en el dominio de la traducción del discurso económico.
Adentrándonos ya en la segunda de estas obras, podemos ver en Hatim 1994 la respuesta efectiva a su propia propuesta didáctica defendida junto a Ian Mason (1990) en su Discourse and the Translator (trad. S. Peña, Teoría de la traducción. Una aproximación al discurso, p. 205) consistente en adiestrar a los futuros traductores (en este caso, inglés-árabe/ árabe-inglés) en los principales tipos textuales comunes a los diferentes discursos. Es además, en consecuencia, un ilustrativo complemento práctico a conocedores del inglés y del árabe para comprender y profundizar en su posicionamiento teórico. La obra está concebida en primer lugar como instrumento de reflexión para profesores e investigadores que compartan la inquietud del autor por la importancia del texto en la enseñanza de la traducción así como para traductores profesionales en activo. Es un material diseñado para el estudio personal y la autoformación. Secundariamente puede servir para entrenar a futuros traductores como material suplementario del profesor en clase. Para la disposición interna de la obra se ha hecho de su clasificación de los tipos textuales el eje temático de la misma (cfr. Hatim-Mason 1990, cap. 8). El orden de aparición de los mismos viene marcado por su grado de valoración, comenzando, pues, por los textos legales (de naturaleza objetiva, estructuras determinadas, fórmulas fijas, etc.) para progresivamente avanzar hacia textos con mayor grado de valoración como la exposición o la argumentación. Para Hatim es necesario iniciar la formación de los futuros traductores con textos nada valorativos, pues implican unas mínimas modificaciones al traducir, para pasar a textos más valorativos donde la dificultad de traducirlos se ve acrecentada por la mayor posibilidad de modificar estos textos durante el proceso de traducción. El esquema de la obra queda como sigue:
I. Traducir textos legales
1. El preámbulo
2. El artículo legal
3. Las disposiciones inicial y final
II. Traducir Exposición
4. La sinopsis
5. El sumario
6. El resumen
7. El reportaje (sobre personas/entidades)
8. El reportaje (valorativo/no valorativo)
9. El informe (formulaico, ejecutivo, memoria)
III. Traducir argumentación
10. La argumentación a fondo objetiva
11. La argumentación a fondo subjetiva
12. El contraargumento explícito
13. El contraargumento implícito
14. El contraargumento oculto
En cada una de las unidades se combinan textos árabes e ingleses con sus respectivas estructuras características subrayadas para presentar la tipología en la que se inscriben, y a los que se acompaña de unas interesantes notas y de un vocabulario ad hoc a fin de traducirlos al árabe o al inglés, según corresponda. Al final del volumen el lector puede encontrar un provechoso glosario de términos de lingüística del texto y traducción, imprescindible para acercarse al planteamiento teórico del que parte el autor, y una muy seleccionada bibliografía.
Para completar el programa de adiestramiento de traductores conforme a su desarrollada tipología textual, podría haber incluido algún texto del tipo exhortación con alternativa (p.ej. publicitario), quizás no presente porque, como Hatim-Mason (1990:202) reconocen, este tipo tiene mucho en común con la argumentación o bien porque la clara intencionalidad de los mismos, donde el mensaje es más importante que la forma, convierte en altamente modificable la estructura de estos textos en su traslado a otro idioma. De igual modo, dentro del tipo textual exhortativo sin alternativa, no se ofrecen ejemplos de textos legales como poderes otorgados, certificados de matrimonio, testamentos, etc. textos que por su -en palabras de Hatim-Mason (1990: 237)- «cariz cultural» pueden sufrir alteraciones considerables al ser traducidos. Probablemente el estudio y traducción estos dos últimos tipos de textos debería encuadrarse en una etapa cronológica posterior de la formación de los traductores.
Hechas las presentaciones, sólo nos cabe felicitarnos por la aparición de estas dos obras en el reducido panorama de la teoría y práctica de la traducción en el que intervienen lenguas culturalmente tan distanciadas como es el caso del árabe.
Albert Bensoussan
Presses Universitaires de Rennes, 1995, 130 págs.
María José Hernández Guerrero
Difícil es encontrar en la cada vez más amplia bibliografía sobre la traducción testimonios de los propios traductores sobre sus experiencias personales en el ejercicio de tan compleja tarea. La voz del traductor, normalmente silenciosa y secundaria, apenas si se deja oír en la ingente cantidad de tratados, manuales o artículos que pasan por nuestras manos y que buscan la exégesis del complejo fenómeno de la traducción. De ahí que la relación del traductor con los autores a los que traduce, los escollos en su trabajo, así como su satisfacción ante las dificultades vencidas, muy raramente nos lleguen. La lectura del último trabajo de Albert Bensoussan, Confessions d’un traítre. Essai sur la traduction, abre a todos los interesados en este apasionante mundo una nueva perspectiva sobre los problemas de la traducción: el punto de vista del traductor.
Bensoussan, figura suficientemente conocida en nuestro ámbito, reúne en su trayectoria personal la reflexión teórica y la experiencia de la práctica, dos facetas de la traducción que hasta hace muy poco marchaban disociadas y cuya fusión se reivindica cada vez con mayor fuerza para un correcto enfoque de esta actividad. A sus numerosos artículos sobre los problemas teóricos y metodológicos que se plantean al traducir se une su ya abultada carrera como traductor del español al francés, que se ha centrado principalmente en versiones de grandes escritores hispanoamericanos de la talla de Cabrera Infante, Onetti o Vargas Llosa.
Toda esta experiencia acumulada en la traducción de más de sesenta obras literarias aflora en este hermoso libro a través de vivencias, anécdotas y reflexiones que acercan al lector a un oficio que es vivido por el autor con auténtica pasión, tal y como se refleja en cada una de estas páginas. Bensoussan aúna su amplio bagaje profesional con una concepción personal de la actividad traductora reflejada en esta afirmación que otorga al traductor dignidad creadora: «El texto de una traducción es un texto producido, un texto de autor, al igual que cualquier otro texto». De ahí estas confesiones de un traidor, que aún reconociéndose como tal, no abandona su lugar secundario con respecto al autor, y que con la habitual humildad del traductor se cobija tras su sombra.
Las mil y una vivencias que se recogen en estas páginas giran en torno a un único concepto que se repite de principio a fin, «empatía». Empatía necesaria para poder llevar a cabo con éxito la traducción de textos literarios y que en el caso de Bensoussan va acompañada de una especial amistad con los autores a los que traduce, la gran mayoría de ellos escritores de nuestro tiempo. Sus contactos con ellos son momentos de «aprehensión» de la persona, de sus gestos, de sus obsesiones, en definitiva, de los enigmas de sus obras. Pero todas estas vivencias, como ya apuntábamos, están sembradas de reflexiones y principios teóricos sobre los problemas de la traducción. Interesantes opiniones sobre las notas a pie de página, sobre la traducción de los aspectos culturales o incluso algunas reglas de conducta para el traductor -como el respeto a la forma y volumen del texto original, el respeto al alejamiento cultural, y por último, al lector- hacen que esta obra sea de una extra- ordinaria riqueza.
En conjunto, este libro de Albert Bensoussan acercará a sus lectores a un testimonio muy personal y directo, cuya calidad y atractivo resultará de interés para todos aquellos que reflexionan sobre la traducción.
Henry Campbell Black Et Al.
St. Paul (Minnesota), West Publishing Company, 1990, 6ª ed., 1657 págs.
Miguel Duro Moreno
En 1891, el polígrafo Henry Campbell Black, author of Treatises on Judgments, Tax Titles, Intoxicating Liquors, Bankruptcy, Mortgages, Constitutional Law, Interpretation of Laws, Rescission and Cancellation of Contracts, etc., dio a la imprenta en Estados Unidos el mejor diccionario jurídico en lengua inglesa que jamás se haya compuesto: el Black’s Law Dictionary--Definitions of the Terms and Phrases of American and English ]urisprudence, Ancient and Modern. Cien años después, la casa que lo publicó -West Publishing Company-, radicada en St. Paul (Minnesota), alumbró su sexta edición, a la que aplicó el justo sobrenombre de Centennial Edition (1891-1991), con la muy encomiable querencia de rendir homenaje a una de las obras más venerables de su catálogo, mas también a sabiendas de que el hecho iba a constituir el acontecimiento editorial del año entre las cofradías jurídicas estadounidenses -corno en efecto así ocurrió.
Yo conocí el Black’s Law Dictionary («el blacks»: así lo llamarnos en España quienes lo frecuentarnos) merced a la traductora argentina Ada Franzoni de Moldavsky. Fue a principios de 1990, con ocasión de unas sesiones de noviciado en traducción jurídica presididas por ella misma en Granada. Hoy, cinco promociones de alumnos de la asignatura de traducción jurídica de la Universidad de Málaga saben de él por mi anuncio, y tengo la completa certidumbre de que sus alumnos -si los tienen, o cuando los tengan- lo conocerán a través de ellos: tal vez no haya mejor propagación para la buena propagación de un libro que la que se efectúa de boca en boca.
Por una pirueta temporal, la edición con cuyo manejo me inicié -y engolfé- en la obra no fue la sexta sino la quinta, salida a la calle en 1979, la cual naturalmente aún conservo, siquiera sea por los tres quilos que pesa (y que me pesaron cuando tuve que transportarlos desde Estados Unidos corno parte de un ya copioso equipaje). Está preparada por el equipo editorial de la West Publishing Cornpany, que contó con la cooperación de un juez y de un profesor de lingüística, y constituye un avance considerable con respecto a la precedente (la cuarta, de 1968), de un lado porque, de las veinticinco mil voces que incorpora, más de diez mil son nuevas o han sido revisadas en profundidad y de otro porque incluye una guía de pronunciación (es decir, una suerte de transcripción fonética) inmediatamente después de cada uno de los términos que, por su singularidad, rareza, infrecuencia o desvarío, presentan problemas de pronunciación al hablante del inglés. En sus xiv+1511 páginas de papel biblia encuentran cobijo, por orden secuencial, a más de los lemas recogidos de la a A la Z, un prefacio del editor, una breve explicación de la forma de pronunciar el latín, un cuadro de transcripciones al inglés de los sonidos de esta última lengua, una justificación del método de transcripción elegido, un repertorio de ejemplos de pronunciación de cada uno de los sonidos transcritos y una plétora de apéndices: un índice de las abreviaturas y abreviaciones empleadas en la obra, la Constitución estadounidense, un cuadro cronológico con todos los componentes del tribunal supremo de justicia de los Estados Unidos desde 1789, un esquema de la organización del Estado en este país y, por fin, una enumeración de la totalidad de los monarcas británicos desde Guillermo el Conquistador.
La sexta edición -verdadero objeto de esta reseña- es aún más admirable, pues integra todos los beneficios de aquélla sin traicionar ninguno de los principios que la informan; la sobregana en ciento y pico de páginas (xiv+1657); añade o revisa más de cinco mil voces (insider trading, soft dollars, credit balance, corporate raider, debtor in possession, horizontal restraints of frade, etc.), con lo que el caudal terminológico se incrementa hasta superar las treinta mil definiciones; distribuye por doquier una muchedumbre de referencias internas con el propósito de que el consultante del delicado tejido del conocimiento jurídico y parajurídico que aloja no se pierda por su gigantesca malla; y, maravilla de las maravillas, se halla disponible no sólo en papel sino también en un soporte electrónico que cabe adquirir en su modalidad magnética (disquete) u óptica («cederróm»).
El lector interesado que tenga la posibilidad de acceder a esta última forma de presentación de la obra puede tenerse por afortunado, ya que sus ventajas con respecto a la impresa son notables: en el peso (cincuenta gramos frente a los tres quilos susomentados), en la rapidez de búsqueda (nanosegundos frente a minutos), en la comodidad de transporte (puede instalarse en el disco duro de un ordenador portátil), en el espacio que ocupa en una habitación (mínimo), en su facilidad de manejo (funciona por sí sola o en combinación con cualquier programa informático de tratamiento de textos) y, obviamente, en su precio (veintiún dólares frente a los treinta y siete de la edición en pasta).
No obstante, sí dicho lector opta por la rancia
presentación en papel, no verá menoscabada su preferencia, toda vez que se le ofrecen dos modalidades: la antecitada edición en pasta (hardbound), excelentemente terminada, y la edición de luxe, destinada a bibliófilos, con encuadernación en piel, gran riqueza de materiales y un acabado esmeradísimo (que no desdeña, para gozo del lector, la identificación mediante pestañas del comienzo de las voces abrigadas por cada par de letras: AB, CD, EF, GH, etc.).2
En un ámbito hispanohablante como el nuestro, ¿a quién y en qué medida es útil el diccionario? Es indudable que al traductor de textos jurídicos del inglés al español, a modo de instrumento de trabajo de primer orden. El derecho, en su inmensa pluralidad de manifestaciones, se expresa, tanto en aquel idioma como en éste, por mediación de un discurso especializado, por lo que para su traslación de uno a otro resulta indispensable acometer un proceso previo de investigación que cabe desglosar en dos fases, muchas veces simultáneas: la documental y la terminológica. Ninguna de las dos, parece evidente, dará el debido rendimiento si no se ejecuta con el pormenor y la precisión exigibles o con el utillaje adecuado en cada circunstancia. En concreto, la fase de investigación terminológica -de la cual depende en bastantes ocasiones la felicidad de una traducción- consiste en industriarse del sentido que poseen los términos de un original producido en una lengua (por ejemplo, el inglés) y establecer las correspondencias pertinentes con sus equivalentes en otra lengua distinta (por ejemplo, el español), operación que exige la utilización de unas fuentes de consulta que suelen materializarse en bancos (o, como se dice ahora, bases) de datos, glosarios, tesauros o diccionarios, y una cierta pericia. El «blacks» constituye en este punto una herramienta inapreciable. Adviértase lo que de él apunta su editor en el prefacio:
[...] a legal dictionary should only be used as a “starting point” for definitions. Additional research should follow for state of federal variations, for further or later court interpretatíons, and for specific applications.
Sin duda, un diccionario jurídico monolingüe en inglés es un punto de partida inmejorable para echarse a recorrer el tortuoso camino de la investigación terminológica en un terreno tan abrupto, y nadie podrá impugnar el «blacks» como el más idóneo de los de su especie, ni siquiera el defensor de obras similares pergeñadas en el Reino Unido, ya que la mayoría de las voces que deben ser están, y resulta evidente que todas las que están son. Esto que sostengo no lo digo por decir: compulsadas al azar dos páginas del diccionario británico Mozley & Whitey’s Law Dictionary,3 uno de los más reputados entre los especialistas, con sus equivalentes en el Black’s Law Dictionary, cabe concluir que todos los términos del primero excepto dos están recogidos en el segundo, en tanto que ciento treinta y cinco de los censados en este último no figuran en aquél.4 Sí a esta circunstancia se le añade el hecho de que no sea difícil tropezarse a menudo en el diccionario estadounidense con palabras y expresiones en español, la cosa parecerá desproporción o desatino: sólo al abrigo de la letra H el asombrado lector puede encontrarse con voces tales como «hacienda», «hallazgo», «heredad», «heredad yacente», «heredero», «hermandad», «hidalgo», «hidalguía», «higuela [hijuela]», «hipoteca», «hológrafo», «hombre bueno», «homologación» y «horca». La sombra de España e Hispanoamérica es alargada...
Malo será que al traductor jurídico que sepa proveerse del material y de los aparatos de trabajo necesarios para sus oficios no le salgan las letras bien trabadas. En el transcurso de cien años cumplidos, el Black’s Law Dictionary ha servido de báculo al profesional del derecho en Estados Unidos y el Reino Unido, y lleva el camino de servirle otros cien; por lo tanto, el traductor español o hispanoamericano que lo recuse como trasto inútil para su labor en el campo del derecho hará bien en replantearse sus estrategias en la profesión. O de lo contrario correrá el riesgo de que le digan aquello de que cuando un diccionario jurídico choca contra la cabeza de un traductor y la cosa suena a hueco, la culpa no siempre es del diccionario.
David Crystal (Dir.)
(Director de la edición española: Juan Carlos Moreno Cabrera) Madrid, Taurus, 1994. 475 págs.
Emilio Ortega
La obra que aquí presentamos es un libro de consulta imprescindible para aquellas personas que se dediquen al ámbito de la lingüística general o aplicada. Si bien no podemos hablar de un tratamiento exhaustivo de todos los temas tratad os en ella, que son muchos, sí que podemos hablar de una presentación sistemática de muchos aspectos del estudio del lenguaje que por su especificidad no siempre sabemos donde enmarcarlos con exactitud.
Si se quiere, se trata de una obra con un marcado talante pedagógico en el que podemos encontrar respuesta a muchas cuestiones lingüísticas, aun cuando las respuestas encontradas sean en muchos casos de tipo general y divulgativo. En cualquier caso, al final de la obra encontramos una bibliografía detallada en la que se nos remite a obras más especializadas que nos permitan profundizar en aquellos temas que por la extensión de esta obra no hayan sido tratados con la exhaustividad que requiere un especialista en la materia.
La obra responde a una división en once capítulos que van seguidos de una serie de apéndices, como recogemos a continuación:
Índice de la Enciclopedia del lenguaje...
l. Ideas populares sobre el lenguaje, 1 § II. Lenguaje e identidad, 17 § III. La estructura del lenguaje, 81 § IV. El medio del lenguaje: hablar y escuchar, 123 § V. El medio del lenguaje: leer y escribir, 177 § VI. El medio del lenguaje: los signos y la visión, 219 § VII. La adquisición infantil del lenguaje, 227 § VIII. Lenguaje, cerebro y trastornos del lenguaje, 257 § IX. Lenguas del mundo, 283 § X. El lenguaje en el mundo, 341 § XI. Lenguaje y comunicación, 395 § Apéndices, 413 § l. Glosario, 414 § 2. Símbolos fonéticos, 434 § 3. Cuadro de las lenguas del mundo 435 § 4. Lecturas recomendadas 445, § 5. Bibliografía, 450 § 6. Índice de lenguas, familias y dialectos, 455 § 7. Índice de autores y personajes citados, 459 § 8. Índice de materias, 461.
Jean Delisle
Les Presses de l’Université d’Ottawa, 1993, 484 p.
Isabel Cómitre Narváez
Manual práctico de iniciación a la traducción profesional del inglés al francés para estudiantes de Traducción e Interpretación y para todos los que deseen adentrarse en el mundo de la traducción. No se limita a plantear una metodología teórica sobre la traducción sino que propone la adquisición de unos principios de traducción adecuados a través de ejercicios de aplicación que responden a las necesidades de los futuros traductores.
El libro se divide en objetivos que consideramos fundamentales para el aprendizaje de la traducción y el desarrollo de la competencia traductora.
Cada objetivo incluye ejercicios y textos traducidos por traductores profesionales como textos de estudio.
Objetivo 1. Metalenguaje de la traducción: Recoge un glosario de 180 términos que permite abordar, asimilar y saber utilizar la terminología específica de la traducción.
Objetivo 2. Documentación básica del traductor: Enumera todos las recursos a disposición del traductor tales como los diccionarios, las fuentes documentales (revistas y publicaciones especializadas) y los recursos informáticos (bases de datos, Traducción Asistida por Ordenador, etc).
Objetivo 3. Método de trabajo: el autor propone una metodología en tres fases: la primera consiste en la documentación, lectura y comprensión del texto.
La segunda fase, constituye el proceso propiamente dicho de la traducción (reconocimiento de dificultades de traducción, análisis de textos y elaboración de estrategias traslativas).
La última fase se dedica a la revisión de la traducción.
Objetivo 4. Proceso cognitivo de la traducción: constituye la parte teórica del manual. Señala los errores usuales en materia de traducción (desconocimiento de las técnicas de traducción, trascodificación, hypertraducción, falta de coherencia, etc).
Objetivo 5. Normas de presentación de textos: Recoge las normas de escritura y de estilo adecuados para la presentación de los trabajos de traducción.
Objetivo 6. Dificultades de orden léxico: Aborda los aspectos léxicos del lenguaje tanto en lo que se refiere a las estructuras como a la unidades (palabras frecuentes, muletillas, construcciones repetitivas, etc).
Objetivo 7. Dificultades de orden sintáctico: Plantea el problema de la traducción de los juegos de palabras, alusiones culturales, construcciones idiomáticas, etc.
Objetivo 8. Dificultades de orden redaccional: Hace hincapié en la importancia para el traductor del dominio de las técnicas de expresión y de redacción de su propia lengua.
Paolo Fabri (Traducción De Alfredo Báez)
Barcelona, Gedisa, 1995, 361 págs.
Carmen Mata
A mediados de 1995 se publicó en España este denso volumen (361 páginas) de uno de los semiólogos europeos más destacados de las úl timas décadas. Paolo Fabbri, que trabaja a caballo entre Francia e Italia, cuenta con una prolija obra que, sin embargo, hasta ahora no había sido recopilada en forma de libro, por lo que era difícil acceder a algunos de sus trabajos, dispersos en actas de congresos, revistas especializadas y colaboraciones en distintos medios.
Eliseo Verón, que dirige para Gedisa la colección de comunicación y sociología y es autor del prefacio de la obra, define el proyecto intelectual de Fabbri como «un resultado del cruzamiento de varias influencias». Descubre en él las huellas de Umberto Eco (amigo, colaborador y colega de Fabbri en la Universidad de Bolonia), Erving Goffman, Algirdas Julien Greimas o Jean Baudrillard.
El libro está estructurado en forma de pequeños ensayos, de aproximadamente 10 páginas, que han ido apareciendo en los últimos años en distintas publicaciones periódicas europeas como Traverses, Revista de Occidente, Sfera, Carte Semiotiche y Cruzeiro Semiotico, entre otras. La selección y recopilación de los textos ha corrido a cargo de Lucrecia Escudero, que ha incluido una entrevista suya a Fabbri. Algunos de estos trabajos han sido realizados en colaboración con reconocidos investigadores como el matemático Pierre Rosensthiel (profesor de Fabbri) o la lingüista Marina Sbisà (Universidad de Trieste).
Varias ideas y conceptos, presentes por otra parte en toda la obra del semiólogo italiano, permiten, si se quiere, trabar los distintos textos. Fabbri se muestra interesado por la comunicación, especialmente por las «formas menores» de la comunicación, por «las sombras de los discursos». Así, «[los semióticos del lenguaje] proponemos, pues, cambiar la teoría de la comunicación, y adoptar un sistema en el cual sólo serían tomados en cuenta los actos del lenguaje y las modalidades de la enunciación; esto nos indicaría en qué nivel se debe comprender lo que es dicho. Así, y sólo así, podrán ser leídas las comillas, la parodia, y la simulación, expresiones dominantes del mundo de hoy».
Otra idea recurrente es la de la manipulación y las pasiones como fuentes de acciones y conocimiento: «Nosotros consideramos el lenguaje como un conjunto de acciones, de pasiones, de tácticas y de estrategias de poder». De ahí el título de la obra.
Fabbri se ocupa asimismo del secreto «estratégico», es decir, de su fuerza retórica, de su capacidad de persuasión: «Desde el momento en que uno jura compartir un secreto se convierte en alguien capaz de traicionarlo [...]. Lo que nos interesa es [...] más la circulación de los secretos que su naturaleza, más la modalidad de su proceso que su estado».
Otro tema que trata el autor es el del origen de las lenguas, con alusiones a 1984 de Orwell, a las «novlenguas» y a la profecía de la instauración de un lenguaje universal.
Dedica dos ensayos -La Babel feliz y El tercer hombre: saber tácito y traducciones discursivas- a la traducción y, en especial, a la traducibilidad. Empieza aproximándose al punto de partida de la lingüística del discurso: «Con la lengua cometemos la injusticia de estudiarla partiendo de sus elementos mínimos [...]. Debemos comenzar [...] fenomenológicamente por la totalidad de su comprensión para luego articularla o desarticularla. La unidad [...] es el relato». Después, tras una interesante interpretación del episodio de Babel, Fabbri afirma: «Las irreducibles lenguas posbabélicas tienen un principio -casi trascendente- que es su posibilidad de traducción; el efecto babélico especial es el de que estemos condenados a la traducción por aquel acontecimiento». Y en el segundo texto que dedica a la traducción, entendida no exclusivamente como traducción interlingüística, añade: «Toda traducción [...] modifica la lengua de partida y también la lengua de llegada».
Este interesantísimo y necesario libro de Fabbri requiere, sin embargo, una gran dosis de complicidad por parte del lector que queda cautivado por la simplicidad, casi siempre aparente, de los planteamientos del autor, que no duda en ilustrar con ejemplos reales y próximos (la mafia, las Brigadas Rojas, la masonería, la prensa, la guerra del Golfo), cuando no cómicos, sus tesis.
Por lo que respecta a la traducción de la obra, sin restarle mérito a la ardua tarea que debe de ser traducir un texto como el que nos ocupa, parece que el italiano se deja sentir más de lo que sería deseable («la mentira y el secreto desempeñan una parte constitutiva»).
Gianfranco Folena
Turín, Einaudi, 1991, 105 pp.
Esther Morillas
Publicado por primera vez en las actas de un congreso celebrado en Trieste (La traduzione, saggi e studi: Trieste, 1973), Volgarizzare e tradurre se ha convertido en una obra de indispensable consulta. Volgarizzare e tradurre realiza un recorrido por los textos más significativos que abordan la idea de la traducción desde la baja Edad Media romance hasta el Humanismo europeo. Gianfranco Folena, desde el horizonte hermenéutico de que no es posible una teoría que no contemple una experiencia histórica, verá a la teoría de la traducción siempre inserta en una parte de las teorías generales de la literatura, de la lingüística o de la misma hermenéutica filosófica. Folena no se limita a examinar aisladamente un gran número de obras de hace muchos siglos, sino que las pone en relación con los grandes teóricos de nuestro tiempo. En este sentido, hay que destacar las notas finales que acompañan al ensayo, con referencias bibliográficas que no sólo recogen textos de cita obligada (Jakobson, G. Steiner, Benjamín...) sino muchos otros igualmente interesantes pero a los que no se recurre con tanta frecuencia (Terracini, Fubini, Flora, Devoto, Traina, Carena, Roncaglia... por citar sólo autores italianos, y los más conocidos).
Volgarizzare e tradurre quiere ser, ante todo, el estudio de una «semántica del traducir», una historia de las ideas sobre traducción. El hilo conductor del ensayo lo constituirá el estudio de la terminología empleada en el campo de la traducción, hasta llegar al término traducere y sus derivados, que se consolida primero en latín y luego en todas las lenguas romances. En este sentido, el lector encontrará al final del ensayo un utilísimo cuadro-resumen terminológico. Folena analiza la terminología y la concepción traductológicas en la Grecia y Roma clásicas antes de abordar los escritos del s. XIII hasta llegar a Leonardo Bruni, el primer y mejor tratadista de la traducción en el Humanismo europeo a decir de los estudios de Baron, Bertalot o Garin. Folena profundiza en el conocimiento de los criterios de traducción de la Edad Media y el Humanismo y destaca la importancia cultural de la traducción como medio de contacto con la antigüedad y como forma de consolidar el Humanismo.
Traducir asume en la Edad Media, con la dicotomía latín-lengua vulgar, nuevos valores en relación a los niveles culturales y a los géneros literarios, textos religiosos y didácticos, jurídicos, históricos o poéticos. Flora Ross Amos para la tradición anglosajona y del inglés medio, Berger para los estudios de traducción bíblica en Italia y Francia o Morreale para los de nuestro país (y Nida, Schwarz, Meschonnic, Segre...) contribuirán a profundizar en el conocimiento de este período. En los albores del Humanismo el binomio traductivo se desplazará de la relación latín-vulgar al griego-latín. De las traducciones con función meramente didáctica, se va pasando a la idea de la traducción artística en las traducciones de los clásicos latinos y se traduce del griego al latín desde una nueva hermenéutica, hasta que se configura una metodología unitaria en lo que respecta a la traducción, que se consolidará en las reflexiones y las traducciones de Salutati, Bruni y Guarino.
Jean-Louis Joubert (Ed.)
París, Nathan-Al Madariss, 1994, 239 págs.
Salvador Peña
La evidencia tiene un componen te de subjetividad. Es decir, no basta con que un hecho sea real para que resulte evidente; y, por supuesto y en un grado más allá, tampoco basta que algo sea evidente para que deje en la realidad todas las consecuencias que debiera. Tal es el caso, para nuestro entorno social y cultural, del referente de este libro: la literatura árabe en lengua francesa, tradicionalmente dejada (con alguna excepción loable) de lado tanto por los especialistas en francés como por los arabistas, a causa de la persistente vigencia en ámbitos académicos de cánones centralistas, hegemonistas y, por lo general, poco amigos de lo mestizo y de lo difícil de clasificar.
Produce, por lo tanto, satisfacción encontrarse (ya) con obras del estilo de la reseñada, de manera especial para quienes tuvieron (todavía) al francés como lengua extranjera en la enseñanza secundaria, quienes seguramente recordarán las antologías de literatura francesa que se utilizaban en los últimos cursos del bachillerato como libros de texto para lectura o traducción. Pues bien, con unos criterios y una presentación formal semejantes a las de aquéllas, un grupo de especialistas en literatura, en su mayor parte árabes ellos mismos, presentan esta antología, donde, en lugar de F. Rabelais, P. Corneille o Stendhal, encontramos una sugestiva selección de textos poéticos, narrativos y ensayísticos, debidos p. ej. a la argelina Assia Djebar, al marroquí Abdelkébir Khatibi o al libanés Amin Maalouf. En total, un centenar de autores distribuidos según dos criterios: en primer lugar el país de origen (Argelia, Marruecos, Mauritania, Túnez, Egipto, Líbano y un pequeño grupo de escritores del oriente árabe), y luego, en algunos casos, por épocas o por tendencias.
Junto a una cronología y una introducción general a la literatura francófona de autores árabes, el libro ofrece visiones generales sobre los países, los contenidos («Guerre et littérature»), cuestiones de género («Écritures féminines») o de posición estética («Le surréalisme dans le monde arabe»), y, fundamentalmente, uno o más fragmentos significativos de cada autor, acompañados de notas biográficas y de ejercicios de «compréhension et langue», etc., además de una excelente y amplia selección de ilustraciones gráficas.
Muy bien todo hasta aquí. Está claro que el libro tiene un considerable valor objetivo. Pero es necesario, en cualquier caso, adoptar una postura inquisitiva ante obras como ésta, sobre todo si las miramos desde nuestra perspectiva, como receptores de un conjunto de manifestaciones culturales que, gracias a iniciativas como ésta, se nos hacen más accesibles.
Ahora bien, habrá que convenir en que estamos ante un producto generado desde un proyecto centralizador y hegemonista de la francofonía, semejante a otros, que se ofrecen universalmente bajo el rótulo de lo mestizo y lo multicultural, pero siempre dentro de una concepción que no ha variado mucho de la que sirvió de punto de partida a la idea postimperialista y el hecho económico de la Commonwealth (para el caso inglés).
Diciéndolo de otra manera, esta antología (recomendable siempre) es un claro exponente del modelo intermediador que los centros de poder cultural tratan de imponer, oponiéndolo a cualquier posibilidad de contacto interperiférico, que estaría más en consonancia con la verdadera utopía multicultural.
De algún modo el propio libro, en su contenido, parece apuntar a esto que decimos con una sorprendente última parte en la que, bajo el título «Rencontre des cultures», se ofrece una breve colección de textos de asunto árabe pero ahora sí, generados más cerca del centro hegemónico que todos los anteriores. Se trata esta vez de los consabidos fragmentos de A. de Lamartine, G. de Nerval o G. Flaubert (de sus respectivos Voyage en Orient); junto con otros de escritores más recientes (con propuestas renovadas de gestión del hecho colonial), como el gran A. Camus o P. Loti. O bien Jean-Pierre Millecam (Mostaganem, Argelia, 1927), un interesante y entre nosotros poco conocido narrador, representante de la postura más emocionalmente comprometida con los colonizados y, según nos indican los antólogos, «victime, en 1956, d’un attentat sans doute suscité par ses amitiés algériennes et sa fascination pour l’Islam» (p. 234). Su presencia en la antología nos lleva a preguntarnos por qué, contrariamente, no se ha incluido ningún fragmento de la obra de Frantz Fanon (1925-1967), el psiquiatra nacido en la Martinica y establecido en Argelia, muerto prematuramente pero no sin haber dejado una denuncia definitiva del colonialismo en obras ya clásicas como Les damnés de la terre (1961).
Al lado de todo ello, los fragmentos de la traducción de Galland de Las mil y una noches nos despierta definitivamente del sueño utópico y nos recuerda que, al menos en España, se sigue recibiendo muy poco de las manifestaciones culturales árabes y norteafricanas, fuera de los estereotipos más cansinos. En esta situación habrá que concluir que la intermediación francesa (o inglesa, cuando corresponda), con antologías como ésta o con la difusión p.ej. de la música rai tal vez sea preferible a que se siga silenciando sin más a escritores poco usuales en la bolsa de best-sellers, en tanto sigan existiendo unas barreras salvables para los contactos interperiféricos, incluso fuera de los canales (lingüísticos y no lingüísticos) francés e inglés.
Miguel Gallego Roca
Madrid, Júcar., 1994, 200 págs.
Marcos Rodríguez Espinosa
Miguel Gallego Roca es doctor en filología hispánica por la Universidad de Granada (1993). Ha sido investigador visitante en diversas universidades extranjeras de gran prestigio entre las que podemos mencionar la Universidad Católica de Lovaina, la Universidad de Nueva York (NYU) y en la Universidad de Harvard (1994-1995). Miguel Gallego es autor de otros dos libros: la que fue su tesis doctoral Traducción y poesía en España 1918-1936: ensayo metodológico para el estudio de las traducciones literarias (Servicio de Publicaciones Univ. de Granada: 1995) y otra obra que está a punto de salir al mercado Poesía importada. Traducción poética y renovación literaria en España (1909-1936) (Universidad de Almería). En estos momentos trabaja como profesor titular interino de literatura española e hispanoamericana en la universidad de Almería.
El capítulo primero del libro comienza esbozando un tópico de la reflexión traductológica desde el Romanticismo, la discusión ontológica en torno a la traducción poética. Para Gallego Roca aquellos juicios que insisten en la imposibilidad de traducir poesía son una herencia de la filosofía idealista de raíz kantiana que insistía en sacralizar la literatura. A continuación analiza desde tres puntos de vista el ensayo de Walter Benjamín Die aufgabe des übersetzers (1923) como heredero de las ideas de F. Schleiermacher. En primer lugar, por su defensa de la traducción no etnocéntrica, es decir, aquélla que lleva al lector hacia la lengua del autor y que permiten al traductor ejercer el papel de enriquecedor de su tradición literaria. En segundo lugar, por definir la traducción como la mejor ilustración de las discusiones estéticas que origina el TO, y por último, por considerar las traducciones como textos que nos permiten estudiar la evolución de la historia de la literatura. Esta perspectiva hermenéutica se perpetúa a través de la obra de George Steiner (After Babel: 1975) y el pensador francés Jacques Derrida (1988) en su ataque a las jerarquías que han marginado a las traducciones como fenómenos relevantes desde una perspectiva histórica y literaria. Para concluir el capítulo, se recogen una serie de reflexiones teóricas de ciertos poetas como Charles Baudelaire, Ezra Pound, Luis Cernuda y Jorge Luis Borges que contemplaron la traducción como un campo de experimentación poética y de especulación estética.
El segundo capítulo hace un extenso análisis de los modelos metodológicos de la Historia de la literatura y la Literatura Comparada que coinciden en destacar los textos traducidos como factores pertinentes a la hora de establecer las relaciones intertextuales y el gusto dominante en una época histórica determinada. En este sentido se repasa de manera extensa las aportaciones del formalismo ruso, la escuela de Praga, la teoría de la recepción, las propuestas de la semiología, de la pragmática y la sociología de la literatura. En relación con una polémica que parece enfrentar disciplinas como los estudios de traducción y la literatura comparada, a Gallego Roca le parece exagerado el punto de vista desarrollado por Susan Bassnett en su obra más reciente Comparative Literature (1993) en la que afirma tajantemente que «We should look upon translation studies as the principie discipline from now on, with comparative literature as a valued but subsidiary subject area» (p. 161), ya que la literatura comparada se ocupa de otros muchos problemas que no están relacionadas con la traducción. No obstante, no deja de reconocer que ambas disciplinas «coinciden en el acercamiento sistemático a la literatura y en consecuencia estudian la traducción literaria desde un punto de vista funcional orientado hacia la literatura destino» (p.116).
Concluye la obra con un capítulo que se centra en las consecuencias metodológicas de la teoría del polisistema en las investigaciones traductológicas. El profesor Gallego Roca ya había analizado con bastante detenimiento este tema en su artículo «La Teoría del Polisistema y los estudios sobre traducción» [Sendebar, 2 (1991), 63-70]. En esta ocasión resalta la capacidad de la teoría de adentrarse en fenómenos estéticos pocos conocidos, su rechazo del concepto estático o apriorístico de la literatura y cómo se aleja de la historiografía biográfica para estudiar las normas históricas que han hecho posible el fenómeno literario. Además, este capítulo tiene la virtud de describir con gran claridad conceptos como el canon literario {el conjunto de obras legitimadas por el gusto o la ideología dominante) y el mecenazgo literario {el elemento socioeconómico o político que manipula los sistemas culturales). Desde estos preceptos teóricos es posible analizar el lugar que ocupan determinados autores y obras en un momento histórico, las interferencias que se producen entre los diferentes sistemas literarios y el papel fundamental que ejercen las traducciones, las antologías y revistas literarias a la hora de «afianzar el sistema de valores vigente o ayudar a la formación de un nuevo sistema de valores» (p.150).
Considerando los textos traducidos como un sistema más dentro del polisistema literario, que en muchas épocas históricas como la medieval y renacentista son más importantes que los textos originales, Gallego Roca revisa alguno de los modelos más destacados para la descripción de traducciones entre las que podemos señalar la obra de Gideon Toury (1980), recientemente puesta al día en su obra Descriptive Translation Studies and Beyond (1995) y la de José Lambert (1989). Por último, el autor hace una apuesta ideológica en defensa del misticismo cultural y lingüístico en la que coincide con lo expuesto por Carlos Fuentes en su artículo «Las dos democracias son una sola», (El País, 22 febrero 1994) y que es precisamente el compromiso político que Lawrence Venuti reivindica en su última obra The Translator’s Invisibility (1995).
Para concluir, nos gustaría subrayar la seriedad de una obra en la que el esfuerzo por asimilar y exponer con claridad un extenso corpus teórico se acompaña del empeño del autor por ofrecer al lector una gran variedad de ejemplos referidos a las aportaciones de escritores y teóricos españoles al campo de la traducción. En este sentido y aunque en la obra se deja constancia de la falta de una tradición española acerca de la traducción, merecen señalarse las ideas de Ortega y Gasset, el similar concepto de imagen poética aplicada a la traducción que tenían el creacionismo español y los «imagistes» anglosajones, las aportaciones de la generación del 27, las reservas de Jenaro Talens a las ideas de Walter Benjamin, etc. El libro se cierra con una bibliografía que puede resultar utilísima para cualquier estudioso que desee iniciarse en este tipo de trabajos de investigación.
Wilhelm Góssmann/ Christoph Hollender (Hrsg.). Transfer
Düsseldorfer Materialien zur Literaturübersetzung 8, Gunter Narr Verlag Tübingen, 1994. 216 págs.
Hannelore Benz Busch
Los editores de la obra ya advierten en su subtítulo que se trata de un «intento de una justificación». La organización del libro que se compone de 14 artículos de otros tantos autores es clara y sistemática. Como sus editores explican en el prefacio, hay cuatro artículos sobre los estilos de escritura más frecuentes en nuestros días, como son: la narrativa literaria, el ensayo, el estilo periodístico y el audiovisual (guión de cine o televisión), a continuación tres artículos de experiencias didácticas de redacción literaria (o creativa) en universidades. En la última parte del libro aparecen cinco artículos sobre diversos aspectos de la traducción. Todos estos artículos van enfocados al alemán como lengua término.
Wilhelm Gössmann resalta en su artículo «Das literarische Schreiben als Zentrum von Schreiberfahrungen» la importancia de la lectura y de la literatura para la escritura y considera la traducción (como actividad, no como resultado) un ejercicio importante para la escritura. Efectivamente nuestros poetas renacentistas utilizaban los textos clásicos como estímulo para sus propias producciones, pero hasta qué punto esta práctica sigue siendo válida entre los escritores de nuestros días habrá que preguntarles a ellos.
No comento los artículos sobre los diferentes tipos de texto aquí, aunque me parecen interesantes, porque los considero demasiado centrados en la lengua alemana.
Los artículos sobre los cursos o seminarios de redacción literaria (creative writing, o también escritura espontánea) basados en experiencias recientes o en curso, invitan a la reflexión. A la vista de la aptitud para la redacción de muchos de los estudiantes, me he preguntado más de una vez si clases de redacción (creativa) en las carreras no serían convenientes. La didáctica apuntada en los artículos me parece lo suficientemente importante como para tenerla en cuenta.
Frank Liedtke en su artículo «Von Ufer zu Ufer - Übersetzen aus linguístischer Sicht» se ocupa del eterno dilema entre traducción «libre» y traducción «fiel». Analiza el problema de la definición de traducción» como proceso y como resultado para llegar a la conclusión de que «meta de la traducción solamente puede ser posibilitar la mirada desde la propia cultura a la foránea y se le exige demasiado si se le pide transportar al lector de la traducción a la cultura o a la nación del texto original.» (p. 157, mi traducción). El problema de la imposibilidad de comparar se plantea en los dos niveles de la lengua, en el sistema y el uso, {lengua y habla) al que se suma la estrecha conexión de lengua y cultura. Por último, dedica algunas consideraciones a la «equivalencia», analizando tanto la equivalencia estructural, como la de significado y la comunicativa.
Thomas Reschke «Wann ist eine literarische Übersetzung gut?» pone el dedo en la llaga de un tema muy controvertido: la valoración de una traducción. ¿Quién debe, puede o tiene capacidad de realizarla? Después de mostrar con ejemplos las incongruencias que aparecen en algunos textos, establece algunos criterios para una valoración entre los que destacan referidos a la lengua origen (LO): 1) el volumen, que no debe diferenciarse excesivamente del original. Para la pareja ruso/alemán establece una diferencia de un 20%; 2) una buena traducción ha de tener una riqueza de vocabulario similar en el TLO y TLT; 3) Un buen traductor ha de seguir el «hilo rojo» que sigue toda obra literaria, lo que resume en una frase: una traducción literaria ha de ser «tan literal como sea posible y a la vez tan alemana como posible» (p. 193, mi traducción); además se refiere a la obligatoriedad de reconocer y reproducir adecuadamente medios estilísticos como longitud de las oraciones, citas, modismos jergas y otros. Referido a la lengua término (LT) hay que destacar entre otros los siguientes puntos: 1) las frases han de tener «tensión interna»; 2) el uso moderado de modismos y medios estilísticos propios de la LT; el buen traductor debería sentirse obligado a agotar plenamente la riqueza del vocabulario de la LT y cuidar su uso correcto. Además, considera que sólo un traductor con experiencia puede valorar la calidad de una traducción.
El artículo de Barbara Johnson (traducido al alemán por A. Boger y Ch.Hollender) analiza la fidelidad desde el punto filosófico, basándose sobre todo en las teorías de Jacques Derrida.
La última aportación, la del coeditor Christoph Hollender aborda la traducción desde el punto de vista psicológico analizando la importancia de la lengua interior y la lengua exterior recurriendo a las teorías de Freud y Wygotski.
S. Hervey, I. Higgins & L. M. Haywood
Londres, Routledge, 1995, 232 págs.
Juan Jesús Zaro
Este manual de traducción, escrito por profesores de la universidad de St. Andrews, Escocia, es el segundo de la serie Thinking Translation de Routledge, que comenzó con el manual francés-inglés de Hervey y Higgins publicado en 1992. Como se indica en el prólogo, se trata en realidad del curso de traducción que se ofrece a los estudiantes undergraduate de español de tercero y cuarto año en dicha universidad, ilustrado con práctica y actividades reales. La obra se acompaña de libro del profesor y cintas con grabaciones de textos orales para utilizar en las tareas que se proponen.
Sin embargo, el enfoque seguido por el primer manual ha sufrido una ligera variación, acorde con el cambio de enfoque que recientemente ha podido observarse en ciertas aproximaciones lingüísticas a la traducción, como es el caso de la influyente obra de Mona Baker In Other Words (1992). Según señalan los propios autores, la progresión del curso se ha alterado, y en este caso el recorrido es de abajo arriba (bottom up) en vez del de arriba abajo (top to bottom) que se aplicó en el primer libro. Como indica el prólogo, los estudiantes se sienten más cómodos trabajando de lo particular a lo general que en sentido contrario, y por esta razón la organización del curso comienza por el análisis de elementos gráficos y fónicos en traducción hasta llegar a los capítulos últimos, dedicados a cuestiones generales intertextuales y culturales.
Cada capítulo (veinte en total) se compone de una exposición de nociones y problemas relativos al tema en cuestión, seguida de una o varias tareas para el alumno. Sin embargo, no todas las tareas son de carácter estrictamente traductológico: en el prólogo (p. 7) se subraya la estrecha relación que la traducción guarda con procesos universales como la comprensión y la interpretación de textos, y el modo decisivo en que lo personal, lo social y lo cultural mediatizan dichos procesos. Por eso se recalca el valor que en la formación del traductor tienen actividades como la comprensión de textos, la exégesis, la reescritura o la traducción intersemiótica, y se proponen ejercicios al respecto. Debe resaltarse también el relevante papel del texto literario en las actividades incluidas, justificado por la razón de que otros tipos de texto, como los jurídicos o comerciales, son demasiado específicos para un manual de estas características.
Nos han resultado de especial interés los capítulos situados en la parte final, concretamente desde el once al catorce. Antes (capítulo 6), al repasar los niveles de análisis textual, se introduce el concepto de «contundencia» (cogency) textual, del que formarían parte los de cohesión y coherencia, y que resulta útil para establecer diferencias entre las dos lenguas analizadas. En el capítulo 11 se exponen con claridad las consecuencias que los tipos o géneros textuales plantean en la traducción, así como las variaciones que implica su carácter escrito u oral, mientras que en el 12 se pone de manifiesto el carácter mixto, oral y escrito, de ciertos géneros como las películas subtituladas, incluyéndose diversas tareas de cariz imaginativo para los alumnos. El capítulo 14 propone la definición de ciertos géneros textuales -publicitarios, turísticos, incluso libros de cocina- como de «textos orientados al consumo» (consumer-oriented texts), significándose de forma especial la pertinencia que la cultura respectiva ejerce sobre ellos. El capítulo 15 trata de la edición o -revisión- de traducciones, un tema raramente tratado en este tipo de manuales, y en él se comentan con cierta extensión conceptos novedosos como el de connotative clash, o connotaciones que faltan y/o sobran con respecto al texto de partida, fenómeno que queda ilustrado con diversos ejemplos, o el de fellicitous collocation, que se produce cuando colocaciones aceptables en la lengua de partida han de editarse en la de llegada. Así, «un film en blanco y negro» no debería quedar como «a film in white and black» sino como «a film in black and white».
Finalmente, los últimos capítulos -del dieciséis al diecinueve- constituyen una sección aparte dedicada a lingüística contrastiva, en la que se tratan cuatro aspectos considerados de especial dificultad para el traductor español-inglés: el subjuntivo (capítulo 16), las órdenes (17), la pronominalización (18) y las construcciones pasivas e impersonales (19). Para el lector español, siempre resulta especialmente interesante comprobar las opiniones que emiten sobre nuestra lengua usuarios no nativos. En este caso, nos han llamado la atención los problemas que suscita la traducción de diversos exponentes lingüísticos de la función «orden o petición» en español y la dificultad intrínseca de interpretación que plantean para un hablante o traductor no nativo, así como la opinión, incluida y razonada, de que el uso más restringido de la pasiva en la lengua española con respecto a la inglesa es más mito que realidad en la lengua de hoy debido a la influencia del texto periodístico anglonorteamericano (p. 207).
En definitiva, un manual probablemente necesario, cuya publicación evidencia una demanda de alumnos y/o profesores de español en el Reino Unido que de momento se encuentra en tímida expansión (ya se anuncian otros textos similares). Como la mayoría de obras de este tipo elaboradas por profesores británicos, está basada en la experiencia docente de los autores, siendo su carácter esencialmente pragmático y escasamente normativo, lo que no significa que no aporte, como ha podido verse, innovaciones de interés.
I. Hohnhold
Stuttgart, Intra, 1. Fachübersetzergenossenchaft eG, 1990, 223 págs
María José Varela Salinas
Escrito por un traductor y profesor de traducción con experiencia docente en varios centros de traducción renombrados (lnsbruck, Heidelberg, Saarbruken), este libro tiene un gran valor pragmático.
La obra se centra, ante todo, en una exposición de la práctica de la terminología, describiendo sus diferentes etapas y teniendo en cuenta el trabajo terminológico multilingüe. El autor trata tanto las bases de la terminología como su aplicación. El libro consta de cuatro partes: La traducción especializada y el trabajo terminológico, aspectos metódicos del trabajo terminológico orientado hacia la traducción, su organización y una bibliografía con las partes más importantes respecto a este tema. Paso a paso va iniciando, a estilo de manual, en los conceptos fundamentales y hace reflexiones sobre cuestiones teóricas decisivas. A raíz de su larga experiencia profesional da consejos prácticos para la estructuración de una tarea terminográfica, la recopilación de los términos y la evaluación de la documentación, la creación de un banco de datos, etc.
En general, un compendio sobre la práctica del trabajo terminológico muy inteligible y claramente estructurado y, por lo tanto, verdaderamente útil para traductores, terminólogos, estudiantes de traducción y para quien más desee iniciarse en este tema.
Marta Mateo Martínez-Bartolomé
Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1995, 311 págs.
Marcos Rodríguez Espinosa
La doctora Marta Mateo Martínez-Bartolomé es profesora de la universidad de Oviedo. Este estudio sobre la traducción del humor en un conjunto de comedias inglesas está basado en su tesis doctoral dirigida por Patricia Shaw, prologuista del libro y catedrática de filología inglesa.
Las obras dramáticas y los textos traducidos que constituyen su campo de investigación son las siguientes:
1. Much Ado About Nothing de William Shakespeare en las traducciones de Luis Astrana Marín (Mucho ruido y pocas nueces: 1929) y otra en la que no se menciona el nombre del traductor (Mucho ruido para nada 1978).
2. Tres traducciones del dramaturgo isabelino, Ben Jonson Volpone; la primera realizada por Luis Araquistain en 1929 (Volpone o el Zorro), la segunda, una adaptación libre para la escena de Tomás Borrás (Volpone, el Magnifico: 1952) y por último, una edición bilingüe de A. Sarabia Santander ( Volpone o el Zorro: 1980).
3. Dos obras representativas del teatro de la restauración inglesa: The Plain Dealer de William Wycherley, en la traducción de José Joaquín Ribó (Teatro selecto antiguo y moderno: 1868) y The School for Scandal de Richard B. Sheridan en otras dos traducciones publicadas a finales del siglo XIX. La primera de Rafael Galves Amandi (La escuela de la murmuración: 1861), la segunda de Marcial Busquets (La escuela de la murmuración: 1868) y por último, una traducción argentina de José María Coco Ferraris (La escuela del escándalo: 1955).
4. Una de las comedias más famosas de Oscar Wilde (The lmportance of Being Earnest: 1895) en dos traducciones españolas. La primera realizada por el traductor de las no menos famosas obras completas de la editorial Aguilar Julio Gómez de la Serna (La importancia de ser formal: 1943) y la segunda del dramaturgo José López Rubio (La importancia de llamarse Ernesto: 1952).
5. Por último la traducción española de Blithe Spirit (1941) de Noël Coward en versión de Luis Escobar y Fernando Mondragón (Un espíritu burlón: 1941).
En la introducción al libro la autora se propone realizar un estudio descriptivo de las traducciones al español de las comedias inglesas anteriormente mencionadas en el que se podrán apreciar las estrategias utilizadas por los traductores. Además, las traducciones se analizarán teniendo en cuenta si los textos dramáticos están pensados para ser representados en un teatro (con los cual es necesario tener en cuenta la dimensión oral de las obras, el espectador al que se dirige y lo que esa audiencia considera cómico), o si están dirigidas a un público lector (con las restricciones que se imponen sobre la labor del traductor desde la cultura meta y su lengua en esta situación). No obstante, la autora, desde el comienzo, desea dejar claro que lo relevante «en un estudio de este tipo no es el análisis puntual de una traducción determinada, si bien esto es un primer paso para la investigación posterior, sino las conclusiones generales a que se llega al observar la variedad de estrategias» (p.19).
El capítulo segundo se centra en el estudio de la traducción de los títulos de las comedias, la presentación del texto meta, el nombre del traductor, el público receptor y otros aspectos metatextuales relacionados con el momento en que la obra ha sido traducida.
En el capítulo siguiente se hace un análisis descriptivo de la traducción de los juegos de palabras en las obras mencionadas. La profesora Martínez-Bartolomé admite que en la mayoría de las ocasiones se suprime el juego de palabras, aunque aquellos casos en los que se consiguen verdaderos logros traductológicos hacen útiles este tipo de búsquedas. Para ello se sigue tipología de Dírk Delabastita («Translating Puns, Possibilities and Restraints»: 1987) que podríamos resumir con las siguientes ecuaciones: 1. PUN > PUN: un juego de palabras se sustituye por otro; PUN > NON PUN: traducción parcial del doble juego de significados; 3. PUN > PUNOIDS: otros juegos de palabras, notas a píe de páginas y otras figuras retóricas; 4. PUN > ZERO: omisión del juego de palabras; 5. ZERO > PUN: crear un juego de palabras un texto original.
En el capítulo cuarto se profundiza en cómo los autores han resuelto la traducción de los diferentes tipos de ironía según la clasificación que hizo D.C. Mueck en su obra The Compass of Irony (1969). A continuación, el capítulo cinco contempla el humor como un recurso dramático que surge del trastocamiento de las expectativas que comparten el emisor y el receptor de un texto.
El capítulo sexto, que junto con el tercero podría considerarse de los más logrados de todo el libro, se centra en cómo los traductores se han enfrentado a las referencias históricas, políticas o económicas de las comedias. En opinión de Martínez-Bartolomé, las traducciones analizadas se clasifican en literales (con el riesgo de que el público no codifique la referencia concreta), explicativas (en las que se introducen en el texto meta elementos que hagan comprensibles las referencias) o adaptaciones (en las que se cambia el texto origen para conservar sus efectos pragmáticos.
El último capítulo, siguiendo los preceptos teóricos de Mary Snell-Hornby (1988) contempla los textos traducidos como productos de una época y con una función en la cultura meta. Además, introduce el concepto de norma desarrollado por Gideon Toury (1980), que la autora considera muy interesante desde la perspectiva del humor puesto que «está íntimamente unido a los valores morales y a las tradiciones de una comunidad, los cuales pueden estar a su vez más o menos vinculados a una cultura determinada. La cuestión de la diferencia entre los sistemas de valores de las comunidades implicadas en un proceso de traducción incide directamente en la traducción de sus obras humorísticas» (p. 242). Por último, incide en la importancia del lugar central o marginal que un texto tenga en ambas culturas (Bassnet y Lefevere 1990). Una vez establecido este marco teórico las transformaciones que se observan en el texto meta se dividen en tres grupos: cambios con transfondo social, moral o político; intervenciones en la caracterización de los personajes; y finalmente, transformaciones que afectan a la trama argumental.
Podríamos subrayar la capacidad de la obra para seleccionar textos relevantes para extraer conclusiones interesantes desde el punto de vista de la traductología. No obstante, hubiéramos deseado que la autora hubiera profundizado más en el conocimiento de lo que, utilizando la terminología de Gideon Toury, se conocen como normas preliminares de la traducción.
Juan Mayor & José Luis Pinillos (Dirs.)
Madrid, Alhambra-Longman, 1991, 846 págs.
Emilio Ortega Arjonilla
Esta obra que aquí presentamos es, a nuestro entender, uno de los mejores manuales que sobre el tema se han escrito en España. En esta obra tan extensa se suceden una serie de capítulos que tratan temas diversos sobre la comunicación y el lenguaje, capítulos de los que son autores especialistas en cada una de las materias tratadas, por lo que nos parece que constituye un punto de referencia ineludible para aquellas personas que quieran profundizar en el conocimiento de las ciencias del lenguaje y en particular de aquellos temas que se encuentran a caballo entre la psicología del lenguaje, la lingüística aplicada y la lingüística general.
Si hay que poner adjetivos a este manual tendríamos que hablar de rigurosidad, exhaustividad y profundidad en los temas que se van tratando a lo largo de los 16 capítulos que componen la obra en su conjunto.
Por otro lado hemos de destacar, por experiencia propia, la utilidad de esta obra para aquellos docentes o profesionales que están investigando en alguno de los temas que aquí se recogen. También resulta de gran utilidad la bibliografía específica que aparece al final de cada capítulo así como el índice analítico y onomástico que aparecen al final de la obra.
Recogemos aquí el título de los 16 capítulos y el autor de cada uno de ellos con objeto de facilitar la búsqueda a aquellos que se interesen por los temas aquí tratados.
Índice de la obra
La actividad lingüística entre la comunicación y la cognición (Juan Mayor), 3 § 2. El lugar de la teoría de la comunicación entre las ciencias del comportamiento (Manuel Martín Serrano), 239 § 3. El concepto de información en comunicación y lenguaje (José Luis Piñuel Raigada), 267 § 4. Pragmática: lenguaje y acción (Carmen Caffarel Serra y Cristina Estévez Díez), 295 § 5. La comunicación no verbal (Antonio P. Muñoz y José Avelló F. Lórez), 321 § 6. La comunicación en el reino animal (Caries Riba y Campos), 349 § 7. Bases biológicas y neurológicas (Jordi Peña Casanova y Joseph Bagunia Durich), 393 § 8. Origen y desarrollo de lasfanciones del lenguaje (Miguel Siguán y Soler), 421 § 9. El lenguaje en la mente (Susana López Hornat), 443 §
10. Segmentación y acceso al léxico en la percepción del lenguaje (José E. García-Albea), 463 § 11. El analizador léxico (Josep M. Sopena y Nuria Sebastián), 495 § 12. La ambigüedad (Juan Mayor y José Moya), 519 § 13. Comprensión del lenguaje metafórico (Carlos Gallego López), 601 § 14. Procesos de lectura y comprensión del lenguaje (Javier Sáiz Sánchez), 641 § 15. Bilingüismo (Miguel Siguan Soler e Ignasi Villa Mendiburu), 739 §16. Trastornos del lenguaje y la comunicación (Miguel Serra Reventós), 767 § Indice analítico, 813 § Índice onomástico, 825.
Luis de Mora-Figueroa
Cádiz, Universidad de Cádiz, 1994. 343 págs.
Salvador Peña
Al elaborarse algunos planes de estudio de las nuevas Licenciaturas en Traducción e Interpretación (p. ej. el de la Universidad de Málaga), se pensó en completar la formación de los futuros traductores añadiendo a las asignaturas más «esperables», como Traducción, Interpretación, Lengua, Teoría de la Traducción, Documentación, etc., otras que sirviesen a la introducción en campos susceptibles de dar materia a los textos por traducir; de ahí que contemos con asignaturas de introducción al Derecho, a la Historia, a la Economía, etc. La medida no requiere explicación, ya que parece emanar del sentido común más a pie de tierra y de factura.
Ahora bien, la práctica profesional enseña que, por amplia y variada que sea la preparación de un futuro traductor, estará siempre expuesto a tenérselas que ver con textos donde se tocan temas para los que se carece en absoluto de adiestramiento. En estos casos es cuando el traductor valora como verdaderos tesoros obras documentales terminológicas como la que aquí se comenta, libro de por sí precioso, más allá de su potencial utilidad para un traductor en apuros.
Se trata de un repertorio terminológico eruditismo, preciso, didáctico y riguroso donde se ofrecen: 1) definiciones léxicas de cada una de las entradas, p. ej. «Poterna: Puerta pequeña para acceder del recinto a los aproches y destinada a entradas y salidas discretas, por lo que suele abrirse en sector áspero y poco frecuentado e incluso en ocasiones a cierta altura sobre el terreno exterior» (s. v.); 2) ampliaciones enciclopédicas con referencias terminológicas cruzadas y gran cantidad de datos históricos pertinentes; 3) ilustraciones fotográficas y dibujos, esto es, figuras, esquemas o muestreos, como el ofrecido para las troneras (s. v.), muy notables en cantidad y calidad, referentes a cada entrada; 4), a modo de apéndice, descripciones y croquis de una serie de castillos, en su mayoría españoles; 5) índices analíticos y toponímicos.
En suma, siempre manteniendo la perspectiva del traductor (pues no nos corresponde a nosotros la valoración arqueológica, histórica o propiamente lexicográfica), obra de referencia de cuya existencia es al menos imprescindible tener constancia. El cuidado en la elección de tipos de letras, el diseño de la composición y la gran cantidad de ilustraciones atenúan las dificultades de acceso a lo descrito por los no especialistas. Eso sí, para éstos pueden resultar de especial utilidad esquemas como la «sección de unas defensas urbanas tardo-medievales prototípicas» (p. 147), donde se desmenuza terminológicamente y con gran claridad gráfica una estructura superior como pueda ser la muralla, o bien todo el castillo, representado con iluminador detalle, p. ej. en el croquis del castillo de Montalbán (p. 263).
Es evidente el potencial de un libro como éste de cara a la elaboración de glosarios multilingües y, desde luego, la necesidad de que se multipliquen obras semejantes por nuestras bibliotecas. Desgraciadamente, una obra como la del Profesor de Mora-Figueroa destaca aún más en nuestro panorama por su infrecuencia.
J. Oakland
Gran Bretaña, Routledge, 1989/1995, 3ª ed., 256 págs.
Adela Martínez García
Esta introducción a la civilización británica da una visión muy clara de las instituciones y de la diversidad social del Reino Unido. Abarca los aspectos de la civilización útiles para el traductor, estudiados en los cuatro países que componen el Reino Unido.
Los doce capítulos del libro permiten comprender cómo es la vida entre los británicos en la actualidad. El profesor John Oakland analiza y sintetiza las principales instituciones -la ley, el gobierno, la enseñanza y los medios de comunicación- la gente, dedica igualmente atención a la movilidad y a la interacción social. Examina el país, los habitantes y su actitud frente a los problemas actuales hasta el presente. Al ir tratando cada uno de los apartados va resaltando los dos aspectos característicos de la sociedad británica: complejidad y dinamismo, que se manifiestan de inmediato si observamos cualquier sesión en el Parlamento en la Cámara de los Comunes. Los británicos, y los ingleses en especial, han tenido a lo largo de la historia una gran capacidad para combinar la tradición, manteniendo una estructura social rígida y, al mismo tiempo, adaptarse a las necesidades de un momento concreto. Mas, no sólo adaptarse sino anticiparse a ellas y tomar medidas de antemano para paliarlas.
En el capitulo doce, «Social behaviour and attitudes», en sólo cuatro páginas hace un compendio de las clases sociales y de su movilidad y expone claramente su evolución: hasta el siglo XVI había gobernantes y gobernados, en el XVII destacan algunos artesanos y surgen los comerciantes y los mercaderes que en los siglos XVII y XVIII se convierten en un grupo social con cierta influencia. La industrialización lleva a una mayor fragmentación de las clases sociales; la clase trabajadora se divide en obreros cualificados y no cualificados y la clase medía en media baja y medía alta según el empleo o la riqueza. La clase alta sigue siendo cuestión de cuna cuando la movilidad entre las clases sociales se da en 1888, fecha en que se establece la enseñanza obligatoria hasta la edad de doce años. En la actualidad, el 72 por ciento los británicos es consciente de la diferencias de clase y del lugar que ocupa.
Con la misma habilidad, Oakland nos da una visión del arte, de la situación de las mujeres, del ocio, etc. No es tan feliz, en nuestra opinión, al hablar de los deportes; sin embargo, en el apartado ‘Social characteristics and attitudes’, hace una descripción tan acertada de los estereotipos, que nos parece que es como una radiografía por su coincidencia con la realidad y podría ser el punto de partida para un estudio serio sobre el tema.
La obra abarca los últimos cambios ocurridos en la sociedad británica en todos los campos. Nos vamos a centrar en los medios de comunicación, en la enseñanza y en la política. Al hablar de los medios de comunicación, expone los cambios llevados a cabo por el ejercicio.Thatcher, entre ellos la creación de una comisión para canalizar las quejas: (Broadcasting Complaints Comission) la cual controla y prohibe lo que considera nocivo o inapropiado. Esta comisión recoge y toma medidas ante las quejas expuestas por los ciudadanos a la comisión (p. 205), verbigracia los «video nasties» que exhiben formas de extremada violencia y brutalidad y que han sido prohibidos. Oakland pone sobre el tapete el debate actual de los ciudadanos sobre los medios de comunicación, su interés porque prime la calidad sobre la variedad en la lucha de los distintos canales por acaparar la atención de una mayor audiencia, y cómo conseguir mayores beneficios por medio de la publicidad. El sentir común de los anglosajones en el momento actual es que el gobierno debería financiar los medios de comunicación para que continúen siendo independientes, y no se sometan a los intereses comerciales de las multinacionales ni se monopolicen a través de un sólo propietario.
John Oakland coge al lector de la mano y, con la experiencia y la soltura de un maestro, le hace ver como ha ido evolucionando el sistema educativo hasta llegar al momento actual, e incluso prevé como se desarrollará en el futuro. Quizá podría haber tocado también los internados (Boarding Schools) y haber reseñado la dinámica de «Las Casas» (The Houses) que ayudan a tener una visión de lo genuino de la enseñanza británica y de su sistema de tutorías. Por lo demás nos presenta el mosaico compuesto por los tres tipos de centros de enseñanza secundaria que coexisten y el proceso completo desde la guardería hasta el doctorado, pasando por el formas de acceso, la financiación de la enseñanza e incluso los acuerdos con los sindicatos de estudiantes, por ejemplo, el gobierno conservador cambió las becas y ayudas dadas a los estudiantes por préstamos que los mismos deberán devolver al iniciar su vida profesional.
Por último, la política está presente en todos los temas, pero quizá lo más novedoso en esta obra que está publicada en el año 1992, sea el análisis de los datos tan recientes que aporta, p. e. el resultados de las elecciones llevadas a cabo días antes de que apareciera el libro.
El profesor Oakland deja claro que el Reino Unido puede ser multiracial o multicultural pero por encima de todo mantiene un conservadurismo institucionalizado.
El libro contiene mapas, ilustraciones, gráficos y esquemas que dan información adicional. Me parecen especialmente útiles los de la página 56 sobre la división de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial; el de la página 74, donde expone los distintos pasos que sigue una propuesta de ley hasta convertirse en Acta del Parlamento; el de la página 114, donde esquematiza el proceso civil o el criminal que sigue la ley cuando se apela una sentencia. La ilustraciones que contiene son las precisas, muy acertadas por su diseño y contenido.
El carácter analítico del libro, que nos explica la evolución y movilidad social de la sociedad británica, se redondea con un glosario terminológico de palabras clave o que son vehículo de conceptos cuya comprensión es imprescindible. Al final de cada capítulo, propone al lector la reflexión sobre un aspecto determinado sugiriendo cuestiones a las que recomienda contestar por escrito, verbigracia en el capítulo 2, «The people», una de ellas es ‘Is it correct to describe contemporary Britain as a ‘multiracial’ society? If so, why?’
La bibliografía se divide en dos apartados. En primer lugar, las referencias bibliográficas, donde cita una treintena de libros entre los que se encuentran la mayoría de obligada lectura, lo cual nos hace pensar que John Oakland ha pasado muchas horas de lectura, de reflexión y de experiencia docente sobre el tema; sin embargo, esta obra no es una amalgama de referencias varias, sino que sus abundantes lecturas vienen a ilustrar, a servir de contrapunto a una elaboración propia. En segundo lugar, sugiere otras lecturas clasificadas por temas. En la selección se encuentran la mayoría de las consideradas mejores obras dentro la disciplina, p.e. The Changing Anatomy of Britain de Anthony Sampson. Por supuesto que hay algunas ausencias, por ejemplo del mismo autor la versión posterior The Essential Anatomy of Britain; pero es evidente que la intención del autor no es la de ser exhaustivo sino servir de instrumento para la introducción a la civilización, por lo tanto no procede decir qué otras obras podría haber citado.
La obra que nos ocupa es una herramienta muy útil para el traductor ya que le proporciona el conocimiento necesario en el ámbito de la civilización para que pueda desentrañar la ambigüedad de los textos al efectuar el transvase cultural.
R. Pope
Londres, Routledge, 1995, 214 págs.
Gloria Corpas Pastor
In line with the critical linguistics movement, the present book sets out to explore the possibilities of textual intervention as a means to grasp the full meaning of texts. Rob Pope explodes the myth of the existence of a single homogeneous reading and invites the potential reader to be as resistant as possible in this respect: there is not a single preferred interpretation of the literary «work of art» (in accordance with the changing taste of times), but many.
Despite the word «Literary» in the subtitle, no attempt is made to define literariness. Text is, in fact, Pope’s starting point: «By text I mean any more or less cohesive communicative act which involves a substantial verbal component and is in some way recorded (on paper, plastic, electronically, etc.)» (p. 3). Such an extensive definition allows the author to deal with a wide range of text types.
After a brief guide to using the book, the first chapter («Preludes») outlines the interventionist approach as a series of creative practices to challenge and change the base text. There is contextual, and sometimes crosstextual, de- and re-centring of an advertisement, a literary classic, a philosophical text and some government health warnings. The present chapter is intended as preliminary reading to introduce the principles of choice and combination, creativity and constraint, and the transformation of differences into preferences. Both micro- and macro-linguistic analytic tools can be used in order to produce parallel, alternative and counter-texts. A useful list of references for further reading and rewriting is provided at the end of each chapter.
Chapter 2 («Subjects and agents; selves and others») focuses on the different positions which can be encountered -personal, interpersonal and depersonalised- within a triangular model of subject/agent relations through a wide range of text types (narration, ads, poems, etc.). There is also regenreing of the «I», to elucidate the question of «Who speaks?» in different contexts and co-texts, taking into account its intertextual alignment with specific genres and discourses.
Chapter 3 («From narrative to narration and beyond») introduces the main terms and techniques of narrative analysis and relates them both to purely verbal texts and mixed-media materials, such as drama and film. Narrative choices and combinations are explored at every level. The same text can be both narrative and drama, and apparent nonsense can be full of narrative possibilities. Narratives are products from a constant process of narration and re-narration, as Pope clearly shows by looking at different versions of Robinson Crusoe’s island (on the basis of Defoe’s novel), together with relevant «pretexts» and «post-texts» filtered through differences of race, gender and culture.
Chapter 4 («Dialogue, discourse and dramatic intervention») pursues further the dramatic-narrative duality of all language acts. The author uses dramatic intervention to disrupt ritual and experiments with alternative turns and moves in conversation and drama. Closely connected with the former, an assertive (non-cooperative) pragmatic principle is formulated. The rest of the chapter is devoted to the cross-cultural dialogues which can be found in colonial and post-colonial texts, with a view to determine what is meant by «English language» and «English literature» in various contexts. A review of several realizations of Hamlet’s «To be or not to be» speech during the last four hundred years (as script, film, play or even as a tobacco advertisement) rounds up the discussion.
Chapter 5 («Review of theories and practices») is divided into three sections. The first one is an annotated bibliography where Pope acknowledges those authors whose work has been influential in the writing of the book, from such different fields as pedagogy and theories of learning to philosophy, as well as reader-response literature and modern literary theory. The second part is a useful checklist of stylistic features at the micro-linguistic levels of word choice and combination, sound-patterning and visual presentation, and the role of participants, processes and circumstances. The next section lists the types of textual intervention used throughout the book at the macro-textual levels. It is divided into general strategies («monologue or dialogue?», «decentring or re-centring?», etc.) and specific techniques, such as «narrative intervention», «hybrids and ‘faction’» or «collage», among others.
Despite some missing references (e.g. Kress and Hodge, 1993, in page 45, are not included in the bibliography); and a complete ignorance of the important contribution of discourse analysis and Al text theory to stylistic analysis, Textual Intervention remains, no doubt, an innovative handbook, interpersonal, addressee-centred and overtly directed towards ‘you’(=the reader) in an environment of openly negotiated group work. In this sense, the present volume can be used as a powerful teaching too! not only in translation-oriented text analysis classes but also when introducing the deconstruction approach in translation theory.
Luis Alonso Schókel & José María Bravo
Madrid, Trotta, 1994, 169 págs.
Emilio OrtegaArjonilla
Si Eugene Nida supone uno de los máximos exponentes en el mundo de la traducción de la Biblia en lengua inglesa, Luis Alonso Schökel sería su equivalente en el ámbito de la traducción al español de la Biblia.
Los Apuntes de Hermenéutica que acaba de publicar en cola- boración con uno de sus alumnos del Pontificio Istituto Bíblico de Roma son el resultado de muchos años de docencia impartiendo cursos de Hermenéutica.
El trabajo que aquí nos presentan Luis Alonso Schökel y José María Bravo tiene la ventaja de su oportunidad, debido sobre todo a la reciente implantación del área de conocimiento de Lingüística Aplicada a la Traducción e Interpretación en la Universidad española. Presenta, sin embargo, el inconveniente de estar muy ceñida al ámbito de aplicación de dicha hermenéutica, el de la traducción de la Biblia. Y al igual que ocurre con las obras de Nida los ejemplos se centran fundamentalmente en el mundo de la Biblia y en las peculiaridades de los textos de las Sagradas Escrituras.
Decimos que es un inconveniente porque el enfoque hermenéutico tiene otras muchas derivaciones que no se centran en el ámbito bíblico, como pueden ser la hermenéutica jurídica, la hermenéutica filosófica e incluso la hermenéutica lingüística, y es muy posible que las reflexiones que aquí se plantean las debamos circunscribir al ámbito de la traducción literaria, pero poco más.
Esto no quiere decir que no sea útil para el ámbito de la traducción e interpretación, sino que al igual que ocurre con otros enfoques actuales como la Teoría de la manipulación, hay que saber con certeza que cuando se habla de traducción nos estamos refiriendo a la traducción literaria y no a otros campos de traducción especializada, a la que sí dedican su atención otros enfoques metodológicos del ámbito de la Lingüística aplicada a la traducción e interpretación. En cualquier caso felicitamos la oportunidad de la aparición de estos apuntes y la utilidad de los mismos si se trata de abordar de una forma general lo que conlleva un enfoque hermenéutico en el ámbito de la teoría y práctica de la traducción.
La obra aparece dividida en dos partes que vienen precedidas por una introducción. Los autores nos restringen el campo de aplicación de estos apuntes en la página once al afirmar que «el tema de estos apuntes es la hermenéutica. El tema específico restringe: de textos literarios. Algunos apartados y muchos ejemplos proceden del campo bíblico. El centro de gravedad es lo específico».
Recogemos aquí el índice para facilitar a aquellos lectores que se interesen por el tema un adelanto del contenido de esta obra:
Índice de la obra
Prólogo, 9 § Entrando en materia, 11 § 1. Introducción, 13 § primera parte: inspiración, lenguaje y hermenéutica § 2. Inspiración en calve de juicio y en clave de lenguaje 21 § 3. De una hermenéutica de autor a una hermenéutica de texto 27 § 4. El método histórico-crítico, 37 § segunda parte: hermenéutica de texto §
Introducción. 1 Cor 2: Una teoría hermenéutica, 45 § 5. Línea Autor-Obra-Receptor 51 § 6. Línea Autor-Tema-Receptor 71 § 7. El lenguaje, 87 § 8. El texto 113 § 9. El exégeta en la sociedad, 135 § 10. Interpretación normativa, 147 § Apéndice, 155 § Bibliografía, 157 § Índice de citas bíblicas, 159 § Índice analítico, 163 § Índice de autores, 165 § Índice general, 167
Joe Sheils
Éditions du Conseil de l’Europe, 1993, 349 págs.
José Ant. Gallegos Rosillo
La didáctica de las lenguas modernas se encuentra desde hace casi cuatro décadas en un proceso acelerado de evolución. Tras el abandono de los conceptos estáticos de los sistemas lingüísticos que conducían a metodologías más o menos centradas sobre la lengua en sí misma, se ha llegado a otra visión más dinámica de las lenguas: éstas se justifican más bien como medio de comunicación. Su aprendizaje, en consecuencia debe tener en cuenta esa variación de perspectiva.
Desde mediados, pues, de los años ochenta se viene aplicando una metodología de la enseñanza de la lengua basada en la idea de su naturaleza de instrumento de comunicación. Y para ello es preciso que, en el proceso de su aprendizaje, ésta se utilice ya con fines comunicativos.
Dentro de la evolución metodológica en el aprendizaje de las lenguas, el Consejo de Europa, a través de su «Consejo para la cooperación cultural» y por medio de las publicaciones de este organismo, ha desarrollado una intensa labor de propulsor y de guía de las diversas corrientes de la lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas. La obra que presentamos se inscribe en este contexto, aunque pensamos que no es una obra corriente sino que representa un hito importante en la evolución de los trabajos del Consejo de Europa en el tema del aprendizaje de las lenguas modernas.
El objetivo de la obra es suministrar elementos de juicio e instrumentos de trabajo para la clase de lengua, desde la perspectiva comunicativa. El libro en sí es el resultado de los esfuerzos de un grupo de trabajo, actuando en el marco del Consejo de Europa. Su coordinador, el irlandés Joe Shiels, profesor del «Linguistics Institute of lreland», ha realizado una síntesis muy completa y estructurada de las diversas aportaciones. En torno a los puntos básicos del aprendizaje de la lengua para y por la comunicación, Joe Shiels reúne ideas, experiencias y materiales de variada procedencia. Algunos de éstos conservan incluso su lengua original de redacción (italiano, español, alemán, etc.), aunque esta obra, que está redactada en francés, posee también su versión en inglés. Los puntos sobre los que se articula el libro son: las interacciones en la clase de lengua; desarrollo de la comprensión en general; desarrollo de la comprensión oral y escrita; desarrollo de la expresión oral y escrita; la competencia lingüística.
El carácter ya tradicional de los enunciados generales elegidos no debe conducirnos a engaños sobre la novedad y la variedad de las experiencias didácticas y de las sugerencias propuestas a lo largo de la obra. Dichas sugerencias, además, aunque sean válidas sobre todo para el aprendizaje del francés y del inglés, valen también para las demás lenguas. Como dice Denis Girard en la presentación, este libro «se va a convertir en el referente indispensable para los profesores de lengua y para la formación de profesores».
Las breves introducciones teóricas de Joe Shiels a cada uno de los puntos señalados aciertan siempre en sus planteamientos y encuentran el tono adecuado, tanto por su brevedad como por la claridad de su exposición.
Como nota más negativa cabría señalar el hecho de su presentación tipográfica austera y la encuadernación en rústica, algo endeble en un libro de frecuente manejo. Todo ello, quizás, en aras de la economía de costes y de venta.
Lawrence Venuti
Londres, Routledge, 1995, 354 págs.
Juan Jesús Zaro
Lawrence Venuti, profesor en la universidad de Temple (Filadelfia, Estados Unidos), es uno de los escasos investigadores norteamericanos de la traducción desde una perspectiva original, que se puede encuadrar en la Teoría de la Manipulación y que ha encontrado sus mejores ecos (así como casa editorial) en Europa y no en los Estados Unidos. Sus raíces norteamericanas no pueden olvidarse, como tampoco su condición de traductor profesional del italiano. Ideológicamente, Venuti podría encuadrarse en el activo grupo de intelectuales que mantiene una estrategia de rebeldía y provocación inteligente frente a la dominación cultural practicada sobre las masas a través de los medios, de raíz conservadora y destinada a preservar el aparato político y los valores y creencias predominantes.
Su gran obra, después de editar Rethinking Translation (Londres: Routledge, 1992) e intervenir en el libro editado por C. Schäffner y H. Kelly-Holmes Cultural Functions of Translation (Clevedon: Multilingual Matters, 1995), ha sido la reciente The Translator’s Invisibility (1995). El término invisibility queda definido desde el principio: por un lado, se refiere al discurso traducido, y por otro, a la presión ejercida sobre el traductor por la práctica traductora «oficial». La creencia predominante es que un texto traducido sólo es aceptable cuando es «transparente», es decir, cuando se lee sin dificultad, dando la impresión de que refleja el estilo y el significado esencial del texto extranjero: la impresión, en otras palabras, de que la traducción no es tal, sino el original. Esta forma de traducir, en la que prevalece la noción de transparencia, es común a otros tipos de escritura, que exigen la inteligibilidad inmediata del texto y la apariencia de factualidad. Por otra parte, la invisibilidad del traductor es también producto de otra idea asumida por la cultura anglo-norteamericana: la autoría como auto-representación no mediatizada por otros factores (lingüísticos, culturales o sociales), que podrían desvirtuar la idea de originalidad. Desde este punto de vista, a la traducción se le exige ser el «original», no una copia, y la figura del traductor, siempre de segundo orden, tiene como única misión producir el discurso transparente que de él se espera. Es una especie de auto-aniquilación: el reconocimiento legal del traductor es mínimo y su labor nunca se protege tanto como la del autor. Las cifras que demuestran el escasísimo número de traducciones al inglés que se publican, comparadas con las del inglés a otras lenguas son también elocuentes y demuestran la preponderancia de la cultura anglonorteamericana en el mundo actual y el magro interés de ésta por las demás.
Como resultado, las actuales culturas británica y norteamericana son agresivamente monolingües, escasamente receptivas a lo extranjero, y acostumbradas a leer traducciones «transparentes» impregnadas de valores ligados a la lengua y cultura de llegada. El concepto que de todo esto se deduce es el de «domesticación» (domestication) del texto extranjero, y la propuesta téorica de Venuti consiste, en primer lugar, en establecer bases para que las traducciones sean leídas como traducciones, es decir, que el texto de partida no pierda la virtualidad cultural que contiene antes de ser traducido, y en segundo lugar dignificar la labor del traductor de modo que las traducciones se consideren textos de pleno derecho. Traducir «extranjerizando» (foreignizing) significa precisamente mantener la «diferencia» del texto extranjero violando los códigos culturales que dominan en la lengua término, en este caso el inglés. En un momento del libro (p. 118), Venuti argumenta que «lo que suena extraño (unidiomatic) en una cultura puede ser estéticamente eficaz en otra». En otro momento (p. 146), señala que «detectar y eliminar el translationese, supone suprimir determinados valores lingüísticos y culturales en favor de otros».
Para Venuti, el concepto de Nida de dynamic o functional equivalence, que establece que la traducción debe lograr una completa naturalidad en la expresión, es en realidad un constructo teórico que comporta la domesticación del texto extranjero. En su última intervención pública (Dublín, conferencia Translation: Unity in Diversity, mayo 1996), Venuti atacó los denominados Linguistics-based approaches to Translation, a los que tachó de conservadores. La premisa de estos enfoques es que la lengua es un instrumento de comunicación, y por tanto todos ellos se basan en las «máximas» de Grice, fundamento de la pragmática. Grice postuló en 1975 que, en aras de lograr la mayor comunicación, hablante e interlocutor deben ser sinceros, relevantes, breves y claros (truthful, relevant, brief and clear). Estas máximas han inspirado gran parte de los enfoques lingüísticos, entre ellos los aplicados a la traducción -Hatim y Mason, Baker, Neubert, etc.-, pero Venuti argumenta que todos ellos describen una realidad «virtual» más que real, pues hablante e interlocutor se colocan en una situación ideal de comunicación, en la que ambos están en pie de igualdad; suprimen el remainder (término de Jean-Jacques Lecercle que significa «el resto, lo que queda después de los usos transparentes de la lengua destinada a la comunicación, y que en realidad la impiden violentamente»), y en definitiva, encubren una estrategia de domesticación que favorece implícitamente los estereotipos culturales. Las máximas, además, pueden diferir en una y otra cultura. En concreto, las de sinceridad y relevancia son especialmente valoradas en el mundo anglosajón. Los enfoques lingüísticos, aparentemente científicos, reprimen pues la hetereogeneidad cultural e incluso la evidencia empírica -en este caso, textual- en la que se fundan no es suficiente, porque las deducciones que se elaboran están cargadas de ideología.
La noción de extranjerización se basa en un concepto de subjetividad muy diferente del que subyace bajo el de domesticación. En realidad, se trata de un desenmascaramiento de la noción burguesa de posesión: el texto no «pertenece» al autor, ni al traductor, sino que la subjetividad la constituye en realidad un conjunto de determinantes sociales y culturales que son diversos y opuestos, que mediatizan los usos de la lengua y que varían en cada formación cultural y cada momento histórico. La apariencia de unidad del texto es sólo eso, apariencia, y una lectura atenta (que Venuti preconiza como método: symptomatic reading) localiza discontinuidades en el texto traducido, que no es sino una reescritura violenta del texto de partida.
En el capítulo 2 -Canon-, el autor hace un recorrido por la historia de la traducción en lengua inglesa, describiendo el progresivo establecimiento de la noción de domesticación. Parte del concepto de fluency en el siglo XVII, que asume que el significado es esencialmente intemporal, universal y fácilmente transmisible a través de lenguas y culturas. Cita el caso de Pope y Tytler, que asumen que no hay diferencias lingüísticas ni culturales en un nivel fundamental, invocando una «razón y buen sentido» universales que se extienden a toda la raza humana. La idea se afianza en el siglo XIX, fundamentándose en que, de acuerdo con el humanismo liberal, la subjetividad determina y es determinada por la naturaleza humana, individual y a la vez genérica, trascendiendo la diferencia social, cultural e histórica.
En el capítulo 3 -Nation-, pasa a comentar la función de la traducción en la formación de naciones como Alemania, a través de la importante figura de Friedrich Schleiermacher. La teoría traductológica del pensador alemán, destinada a enriquecer su lengua y por ende el papel de Alemania en el mundo, constituye una paradoja, puesto que mientras condesciende de forma chauvinista con otras culturas, respeta sus diferencias convencido de que, por el momento, la cultura germánica es inferior y debe tenerlas en cuenta para poder crecer. En definitiva, el método de Schleiermacher «se apropia» de lo extranjero para confirmar y desarrollar el narcisismo cultural germánico.
Ya en la época victoriana, Venuti pasa a comentar algunas posturas contrarias a la domesticación, como el caso de Francis Newman, hermano del cardenal, traductor de Horacio y de la Ilíada. En consonancia con el original, elige una forma antigua para traducir a Homero (the ballad), así como arcaísmos y formas poco literarias más propias del lenguaje oral (por ejemplo, el uso de Me en vez de I, p. 129), arriesgándose a la incomprensión del lector. La traducción de Newman fue atacada por Matthew Arnold unos años después, tachándola de «poco noble», «excesivamente familiar», e «inferior al verso de Homero» (p. 132).
En el capítulo 4 -Dissidence-, Venuti trata de probar cómo la elección de determinados textos para la traducción ha supuesto en ocasiones una disidencia cultural al desafiar el canon literario predominante e incorporar rasgos extraños a una lengua y cultura concreta. Para ello comenta la labor traductora del escritor italiano Iginio Ugo Tarchetti (1839- 1869), introductor del género gótico-fantástico en una Italia en la que el realismo burgués era la forma predominante en la novela.
El capítulo 5 -Margin- trata del enfoque modernista de la Traducción. Pasa revista a la labor traductora de Ezra Pound, practicante de la extranjerización del texto para desviarse de las normas canónicas de la literatura en inglés. Por medio de elementos diversos (sintaxis distorsionada, hipérbaton, polisemia, arcaísmos, dialectos poco estándares, estrofas y metros extraños, efectos fónicos, la mayoría procedentes del inglés antiguo o pre-isabelino, la escritura prerafaelista, y el lenguaje coloquial norteamericano) Pound trata de frustrar la inteligibilidad inmediata, la empatía del lector, la interpretación unívoca. Pero lo interesante es que esta extranjerización no se logra con elementos foráneos, sino con rasgos presentes en la cultura término, sólo que considerados marginales porque son arcaicos, demasiado nuevos o especializados, o alejados de las normas estándar. Lo extranjero es, en este caso, la disrupción de los valores predominantes.
El capítulo 6 -Simpatico--, explora la relación entre autor y traductor a partir de la creencia tan extendida de que cuanto mayor sea ésta más «transparente» será la traducción. Venuti pone el ejemplo del poeta italiano Milo De Angelis, a quien él tradujo y que es aproximadamente de su misma edad. De Angelis es un poeta experimental, hermético y fragmentario, cuya traducción supuso para Venuti la percepción de lo ilusorio de la transparencia, al enfrentarse a textos que se resistían a la fluidez. Su traducción, siguiendo la estrategia que él denomina «resistancy», fue mal recibida, entre otras razones porque el radical desafío al lector que propone De Angelis no forma parte del canon poético de la literatura norteamericana, con excepción quizás de los Language poets como Charles Bernstein, traducidos al español por Esteban Pujals Gesalí.
El último capítulo -Call to Action-, preconiza una aproximación a la traducción desde una perspectiva «no transparente»: la traducción debe leerse como traducción, los proyectos de traducción deben dejarse al traductor y no a intermediarios, el investigador debe analizar las decisiones del traductor, sobre todo la de traducir en función de los cánones de la cultura de llegada. Pero no se trata de la misma propuesta del grupo de Tel-Aviv: la aproximación a la traducción no puede ser simplemente descriptiva, puesto que el estatus de la traducción en la jerarquía cultural contemporánea es marginal, y por otro lado la pura elección de un período o tema para investigar ya implica elementos culturales del presente.
La invisibilidad del traductor plantea preguntas muy serias con respecto a la geopolítica cultural del mundo de hoy. Venuti, como él mismo confiesa, mantiene una fe utópica en el poder de la traducción para dar a conocer otras formas culturales en contextos concretos, pero también para construir nuevas relaciones culturales entre distintos sistemas. Para ello, insiste, habría que ser mucho mucho más receptivo a las diferencias con las que el traductor dialoga continuamente.
Anne walter
París, Actes Sud, 1994. 110 págs.
Charlotte Frei
El draguerotipo de 1847 que sirve de portada para el libro muestra a Emily Dickinson cuando tenía apenas diecisiete años, con una flor en la mano, un lazo que circunscribe su cuello blanco, un vestido de color oscuro que más tarde será siempre blanco. Lleva el pelo recogido por detrás, un brazo descansando en una mesa, al lado de un libro, probablemente la obra de uno de sus escritores favoritos como Dickens o Eliot, Goethe o Shelley. La historia ficticia que Anne Walter elabora en su novela sigue las huellas que ya otros autores habían dejado en el ámbito de la literatura imaginándose la fusión o identificación absoluta del traductor o de la traductora con el autor que traducen. En este caso se trata de una escritora que traslada a Emily Dickinson del inglés al francés. La traductora sin nombre hace al lector sospechar que podría ser la misma Walter pero, en el fondo, el individuo aquí no tiene ninguna importancia puesto que a lo largo del texto el lector ni siquiera consigue distinguir entre la realidad y la ficción, su vida y la vida de los personajes novelescos. Comienza el libro con una breve conversación entre la traductora y su editor donde éste da la premisa teórica del problema descrito: el editor distingue entre los buenos traductores y los traductores capaces de identificarse integralmente con el autor del original, es decir aquellos que -a través de un acto de entrega y pérdida del propio yo- poseen el texto de manera que borran la duplicidad, niegan el acto de la traducción negándose, así, a sí mismos. La traductora ficticia acepta la tarea -malgré elle-, consciente del poder tremendo de las palabras textualizadas donde cada una constituye un Schibboleth, esta contraseña que suspende o da el movimiento, siempre un juicio que no pretende ser justo -simplemente inevitable. No es casual que la traductora viva en una calle con sentido único y en una casa amenazada por una «renovación» completa, desastrosamente determinativa. Es un libro sobre el 'después' de la traducción, no sobre el proceso o acto mismo de la traducción. Dibuja el posible resultado psicológico de un determinado método de traducir, las huellas que este oficio puede dejar en un sujetotraductor cuando este se deja disolver en la insondable sensibilidad del otro. Walter levanta de nuevo la cuestión de la evidente complejidad casi esquizofrénica de la traducción poética, un hacer particular que según la predisposición mental del sujeto puede desembocar en un desdoblamiento aniquilador por parte del lector/escritor «secundario». Para poner de manifiesto esta confusión de voces, la autora sitúa al lector alternativamente en Amherst, donde vivió Emily toda su vida (1830-1886), y la Villa Pauline, situada en el París actual y domicilio del yo narrador. El incipit de un poema de Emily acompaña al lector a lo largo de la historia, «This World is not conclusion » / «Ce monde n'est pas conclusion» (10), y evoca la problemática central, central también para la teoría de la traducción. Si el texto en cuanto mundo no tiene márgenes, desborda constantemente, entonces la escritura del otro se incrusta por fuerza en otros textos, los modifica, traduce y determina al mismo tiempo de ser reescrito por ellos. Cuando Charles, el ex-marido del yo pregunta si la traducción de tales poemas no cambió a la traductora, ella no sabe contestar. Ella no tiene respuesta porque tampoco consigue distinguir entre el yo y el tú, entre ella y Emily, de tal modo que acaba por decir que es ella la poetisa americana: Emily, c'est moi (85). Una frase que, por cierto, recuerda la cita de Flaubert, el autor que utiliza las mismas palabras a fin de identificarse plenamente con la protagonista de su obra Madame Bovary. Tenemos aquí un problema equivalente al enunciado por J .L. Borges en Borges y yo. Distinguir entre el autor real, el autor implícito y un eventual narrador o negar cualquier matiz, incluso mínimo, de ressemblance es solamente posible hasta cierto punto, al igual que no se pueden refutar las interferencias palpables entre el original y la traducción, el autor y el traductor. El yo borgiano sirve de soporte material para que el Borges real pueda tener su vida en un mundo ficticio tanto como el sujeto-traductor francés funciona como soporte humano para la construcción de la poesía de Emiliy Dickinson en el mundo de la poesía francesa. La autoría del yo francés es indudable e inevitable y sólo así se puede garantizar la simbiosis de los textos y de los tiempos. Cuando Pierre Menard fracasa con su intento de repetir exactamente el Quijote apagando la distancia temporal y espacial entre el autor y la segunda obra, es porque se trata de un intento ficticio y artificial, un sueño logocéntrico que pretende «salvar» el original en su íntegra composición textual, una pretensión que claramente no puede corresponder al objetivo conceptual de la traducción como tal. El autor cuando habla en el texto es siempre un on como dice Foucault, es decir, siempre algo transtextual. De la misma forma el autor existe como segmento visible en la polifonía de los autores y el traductor se añade como otro segmento a este coro de voces. El traductor, por consiguiente, debe considerarse un «transautor», como afirma Santoyo, o, según la metáfora que utiliza, el director de una orquesta. La obra es irrepetible y única pero varía la performance siempre y cuando el traductor/lector es otro. Nothing must be altered if Schubert is to remain Schubert, but his Unfinished Symphony does not emerge identically from Bernstein’s baton and from von Karajan’s (Santoyo, 1990: 97). Los títulos de cada secuencia del libro pretenden situar al lector en la vida de Emily o en la vida de la traductora y, sin embargo, quedan indistinguibles las voces, las transtextualidades. Cuando el libro de las traducciones de Dickinson es discutido en una emisión televisiva, alguien advierte que la traductora corre peligro. Este mismo alguien augura más tarde: Je vois deux visages, dit-il: deux femmes en «surimpression»- mais le regard est unique, intense, effrayé (35). Esta transplantación del uno sobre el otro, llamada más tarde también décalcomanies (63), confunde los textos y las lenguas al modo de la torre de Babel. La traductora comprende a través de la vida y la poesía de Emily su propia vida, su más íntimo sufrimiento y deseo. Si este mundo no tiene su finalidad última en sí mismo entonces la poetisa americana del siglo XIX tampoco murió en 1886, sino que «transvive» y «transmuere» incansablemente en las traducciones posteriores y con las existencias dispuestas a prestarle su vida como cáliz de su memoria. La traductora completa la vida de la poetisa, explicita una vida misteriosa a partir de unas poesías que escribe de nuevo, o mejor dicho nuevamente y a partir de su propio mundo. El supuesto amor de Emily por un hombre casado, la relación ambigua con su hermano Austin son fijados por la vida de la traductora que reencuentra a su amante, también un hombre casado y ahora viudo, y Charles, como precisa ella, antiguo esposo, amigo y compañero. La vida desconocida de Emily es concretizada, rellenada por Anne Walter en su ficción. Las especulaciones sobre su muerte, sea por causa de la enfermedad de Bright o realmente por un suicidio -como sugieren recientes hipótesis- desembocan en este libro en un inevitable suicidio, un suicidio pasivo, contemplativo, un morir por falta de energía de vivir. Cuando comienza a caer el agua y a inundarse el sótano donde el yo se refugió, se cierra, por fin, el círculo existente entre Emily y ella, la grieta entre el uno y el otro, entre el dedo de Dios y el de Adán. Como afirma el yo en la última página -siempre cautivo en una sintaxis invertida, monologizante y de frases interrumpidas-: Peur, désespoir et chagrin ne font pas mourir -mais l’envie d’étre ailleurs- làbas, chez, moi, dans ma chambre d’Amberst. Ríen n'importe que d'enfin rentrer chez moi (110). ¿El moi pertenece a quién? Para Emily Dickinson el sentido de la existencia se hallaba precisamente en esta compound vision del mundo, donde las oposiciones como calor y frío, luz y oscuridad, salud y enfermedad, muerte y vida rellenaban de profundidad y sentido el momento presente. La dualidad, visible o invisible, explícita o implícita determinaba el significado precisamente por su reciprocidad. Así proclama en sus versos: ... the Finite-Jurnished / With the Infinite... (cit. por Elliot, 1988: 625).
La novela de Anne Walter nos puede incitar a algunas reflexiones sobre la posibilidad y la imposibilidad de la traducción. La finalidad del traductor de poesía no seria, por lo tanto, en un primer lugar «reencarnarse», como dice la novela, en el autor del original. El acceso hermeneútico al texto no consiste en hacer una lectura despersonalizada, enajenada para someterse al yo del otro considerando el poema una hermética mónada leibniziana, encerrada para siempre en su propia lengua y forma. Sólo a partir de la concepción del texto en cuanto entidad abierta, múltiple y orgánica, es posible la traducción entendida como acción dinámica, tanto en su aspecto epistemológico como metodológico. Propugnar una concepción del acto traductológico utilizando la metáfora de la reencarnación equivale, de hecho, a un fallo lógico puesto que esto supondría eliminar la diferencia histórica entre el escritor y el traductor, o sea, la traducción se convertiría en un proceso sincrónico. No obstante, la traducción, per definitionem, llega siempre más tarde, con un desfase inherente a su papel de palimpsesto. Por ello, es preciso aceptar, pues, la necesaria diacronía espacial y temporal del traductor como interpres determinado por su lectura y su circunstancia. Entre dos individuos no puede existir una equivalencia absoluta, así tampoco entre dos textos o dos traducciones. La traducción en este sentido se parece mucho más a la interpretación diacrónica del acto de la recepción literaria descrito por H. R. Jauß como ... die Nichtidentität des Wiederholten im zeitlichen Abstand der Wiederholung (Jauß., 1987: 31), es decir «la no-identidad de lo repetido en la distancia temporal de la repetición». No es ni posible ni deseable negar la presencia, la visibilidad del traductor en su texto, y tampoco las presiones extratextuales que influyen y confluyen en el tejido de la traducción. La teoría de la traducción debe, al contrario, aceptar los nuevos caminos propuestos por las corrientes postmodernas que le permiten indagar con mayor intensidad en este campo y multiplicar sus dispositivos de investigación para que los mitos existentes sobre la traducción puedan paulatinamente ser desconstruidos. Es ciertamente posible, como afirma Anne Walter ya desde el título de su libro, que la hierba no crezca en las palabras. Pero claro está también que si los textos fuesen hierba, crecerían entre las palabras de la traducción, porque la traducción fue el primer texto, el primer texto en desear su propia traducción.
Referencias bibliográficas
Elliot, E. (general editor)(l 988): Columbia literary history of the United States, New York: Columbia University Press.
Jaug, H. R. (1987): Die Theorie der Rezeption - Rückschau auf ihre unerkannte Vorgeschichte, Konstanz: Universitätsverlag.
Santoyo, J. C. (1990): «Translator, Transauthor», en: Übersetzungswissenschaft, Ergebnisse und Perspektiven, Arntz, R., Thome, G. (eds.), Tübingen: Gunter Narr.
Alicia Yllera
Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1991, 471 págs.
Elena Echeverría Pereda
Alicia Yllera, en colaboración con Rosa Calvet, Brigitte Leguen y Rosario Ozaeta, miembros de la sección de Filología Francesa de la U.N.E.D., presenta en esta ocasión un manual de Fonética y Fonología francesas de cuya utilidad pueden beneficiarse no sólo los estudiantes de Filología, sino también los alumnos de Traducción e Interpretación que cursen estudios de Lengua Francesa en cualquiera de sus dos modalidades -primera o segunda lengua extranjera.
La elección metodológica, en lo que a la fonología se refiere, se encuentra en la línea de Trubetzkoy y la Escuela de Praga, «pensando -tal y como reza en la Presentación de la obra- que sería el de más fácil aprendizaje y utilidad para nuestros alumnos (teniendo en cuenta la orientación práctica, destinada al perfeccionamiento de la lengua, de estas unidades)».
Facilidad en el aprendizaje, utilidad, orientación práctica: términos en los que se enmarca perfectamente la obra que nos ocupa. En efecto, la exposición clara y concisa de los contenidos, la redacción de la obra en un francés estándar de fácil accesibilidad, así como la inclusión de seis cintas magnetofónicas que acompañan al texto, hacen de este manual un instrumento diríamos imprescindible para todos aquellos que deseen emprender el estudio de la lengua francesa en su vertiente fonética y fonológica.
La obra consta de doce lecciones divididas en dos partes claramente diferenciadas y cuasi simétricas en cuanto a su extensión. En la primera parte (lecciones I-VI), de carácter teórico, se exponen los contenidos esenciales concernientes a la Fonología y a la Fonética en general. Destaquemos que en las dos últimas unidades que conforman este primer bloque se abordan aspectos tales como la frecuencia de aparición de los fonemas consonánticos franceses, las oposiciones vocálicas inestables y neutralizables, las oposiciones de cantidad consonántica y vocálica, los rasgos suprasegmentales y la comparación de los sistemas fonológicos español y francés.
En la segunda parte, de índole eminentemente práctica, se procede a la descripción, diríamos exhaustiva, del fonetismo francés contemporáneo en tanto se aportan todas las grafías posibles, acompañadas de ejemplos, de cada uno de los sonidos (lecciones VII-X). En las dos últimas unidades (XI y XII) se incluyen los elementos de fonética combinatoria y prosodia.
Los numerosos ejercicios -relativos tanto a los aspectos teóricos como prácticos expuestos en cada una de las 12 unidades- incluyen asimismo sus propias correcciones en las últimas páginas del volumen. Por último, una Bibliografía básica sobre la materia tratada recoge los títulos de posible consulta ulterior. Dada la fecha de publicación de este manual (1991), no se recoge en dicha lista una obra impresa en 1992 que nos parece de especial relevancia: Phonétisme et Prononciations du français, de Pierre R. Léon (Nathan, París). A él remitimos a todos aquellos alumnos que, una vez hayan emprendido el estudio de la Fonética y de la Fonología francesas de la mano de Alicia Yllera, deseen profundizar sus conocimientos teóricos en este campo.
1 Los títulos y las citas son traducidos al español por mí.
2 La difusión en España del diccionario es inquietantemente escasa. Así, sólo es posible hallarlo en ciertas librerías de grandes dimensiones o en alguna que esté especializada en idiomas; otros establecimientos lo sirven exclusivamente bajo pedido y previo depósito de un porcentaje de su precio, que suele ser, para la edición ordinaria en pasta, de unas nueve mil pesetas, es decir, casi el doble del que hay que pagar en Estados Unidos (unos treinta y siete dólares). A la persona curiosa siempre le cabe encargarlo de forma directa a la editorial por conducto de Internet; la dirección en la «telaraña» es la siguiente: http://www.westpub.com/practice/gen/loblck.htm
3 E. R. Hardy lvamy, Mozley & Whithey's Law Dictionary, Londres, Butterworths, 1988, 10ª edición.
4 Las páginas referidas son la 84 y la 85 del «mozley» (con closure y collation to a benefice como primer y último término respectivamente), que equivalen a las páginas 255-263 del «blacks».