U..bersetzungs- theorien. Eine Einführung

Radegundis Stolze

Tubinga, Gunter Narr Verlag,

1994, 254 págs.

Charlotte Frei

Universidad de Germersheim

La poetisa alemana Hilde Domin, al reflexionar sobre el sentido y la función de la lírica en la sociedad actual, pone de relieve como una de las características esenciales su poder de mantener el lenguaje «limpio» (Sprachhygiene), de desvelar la realidad en cuanto tal, de adaptar las palabras constantemente a las mudanzas del tiempo y del mundo inmanente. Denn für den Lyriker gibt es keine wichtigen und keine unwichtigen Worte (Puesto que para el poeta no existen palabras importantes o carentes de importancia). La teoría cuida y destaca igualmente su terminología y circunscribe con ella el campo de su investigación, da un cuerpo verbal, una realidad lógica a los fenómenos que sólo a partir de este momento pueden reclamar una existencia científica e institucionalmente reconocida. Stolze afirma ya desde el introito que su libro, dirigido en primer lugar a los estudiantes de filología y de traducción, presenta y explica las «más importantes» vertientes en este campo (10), revela las influencias mutuas y especifica las diferentes terminologías utilizadas de forma didáctica. La falta de una cohesión teórica y práctica entre los determinados grupos dentro y fuera de Alemania originó inevitablemente lexicografías heterogéneas, hecho que al público interesado en la materia fácilmente puede llevar a confusiones e interpretaciones erradas. La autora se propone remediar este estado con un acceso cronológico, desde la pre-historia traductológica de Cícerón hasta la psicolingüística de Krings. Como justamente advierte es difícil aunque no imposible hablar de una linealidad en los estudios sobre la traducción dado el constante sincretismo epistEmológico de las reflexiones.

La distribución de los capítulos abarca cuatro macrocapítulos que tratan de los sistemas lingüísticos, el texto, el proceso y el sujeto-traductor, ilustrando así el cambio de perspectivas que determina la evolución global de dicho sector de investigación. En sólo seis páginas sobre la prehistoria, Stolze concentra veinte siglos de reflexión más o menos intensa sobre este oficio y explica la fundamental dicotomía existente entre la traducción libre y literal que ya destacó Cícerón en De optimo genere oratorum. La preferencia del último por la versión libre no propugna una exigencia prescriptiva y dogmática, como Stolze y tantos otros divulgan, sino la descripción de una técnica personal delimitada por su función oratoria y/o poética (véanse García Yebra, 1994: 36-39, Vermeer, 1992: 209-249). La teorización sobre la traducción de Jerónimo a Lutero no sobrepasa, según la autora, la justificación del caso particular y hay que esperar el siglo XIX y las reflexiones hermenéuticas de Friedrich Schleiermacher para alcanzar cierta envergadura. Stolze enfatiza sobre todo el verfremdendes Übersetzen, la «traducción desfamiliarizadora», y concluye que la justificación metodológica y la polémica entre traducciones fieles e infieles no llegaron a construir paradigmas concretos o, por lo menos, empíricamente elaborados (19).

El primer macrocapítulo sobre los sistemas lingüísticos contempla en una primera fase las teorías relativistas de Humboldt, Weisgerber y la hipótesis de Sapir/Whorf. Stolze describe de manera compacta y comprensible cómo la filosofía lingüística acuna la imposiblilidad de la traducción de ciertos textos que, más que otros, reflejan una determinada forma de pensar, un Weltbild concretizado en el idioma nacional, intransferible a otra cultura y mentalidad, portadora de su propia y distinta imagen del mundo y de la existencia. La autora nombra también a J. Leo Weisgerber y Benjamin Lee Whorf, quienes comparten -a su manera- la concepción pesimista de Humboldt. Cada lengua constituye un sistema cerrado y delimitado frente a otras lenguas. El principio de una lingüística relativista, desarrollada por Whorf y Sapir, se basa en el hecho de que las dispares estructuras gramaticales de cada lengua desembocan en una necesaria discrepancia de las visiones de la realidad. Cuando Stolze habla de las diferentes teorías semiológicas y la teoría universalista de la traducción, se fundamenta en aquellas teorías que consideran el lenguaje un instrumento lógico-universal para fines de comunicación y transmisión de pensamientos. Desde la gramática de Port-Royal (1660), concebida en el espíritu cartesiano del racionalismo francés, la lingüística no ha cesado de buscar las invariables necesarias para describir y analizar la lengua como tal. La terminología de Saussure, -langue/parole, signifiantlsignifié- parte de la hipótesis estática de que la palabra pertenece a un referente externo y viceversa. El triángulo semiótico de Ogden/Richards especifica la relación indirecta entre el símbolo y su referente a través del pensamiento. Este modelo añade el aspecto dinámico de que son los hablantes los que relacionan el símbolo con su correspondiente referente real. El factor comunicativo ya indicado por Peirce atribuye la importancia al hablante en cuanto intérprete y variable encargada de convertir el signo en signo. Aquí Stolze destaca la importancia de la arbitrariedad del significado y de su significante, una relación convencional y fijada precisamente por una comunidad específica de hablantes. Sigue una descripción compacta de las funciones del lenguaje de K.Bühler y de la gramática generativa de N.Chomsky junto con ejemplos prácticos que acompañan cada teoría y permiten al estudiante adentrarse con mayor facilidad en el mundo abstracto de los constructos lingüísticos. Otros precursores de las discusiones actuales en el campo de la traducción y que han contribuido a la polémica cuestión de la (s) equivalencia (s) son los universalistas, como G. Mounin o E. Koschmieder, que destacan el carácter instrumental del lenguaje. A partir del momento que resulta posible distinguir categorías lingüísticas universalmente vigentes y válidas, queda implícito, por cauce de un tertium comparationis, que todo texto es finalmente traducible. La autora, que al final de cada subcapítulo termina con un breve y crítico comentario sobre lo referido, destaca aquí justamente que tales observaciones teóricas muchas veces olvidan dar las condiciones precisas para ejecutar una traducción apropiada. En el tercer subcapítulo sobre el proceso traductológico como transferencia interlingüística, Stolze documenta al lector sobre la escuela de Leipzig, representada por Kade y Neubert, quienes consideran la traducción como disciplina complementaria de la lingüística, aplicando nociones como: Kode (código), Kodewechsel (cambio de código), o Infarmationsgehalt (contenido de información) etc., al investigar en el campo del intercambio de informaciones sobre la base de los sistemas de signos. La fórmula de Lasswell (1948) constituye aquí una base de desarrollo continuo. La busca de equivalencias en el proceso de descodificación y recodificación siempre está ligada a una exigida invariación de la información transferida. Los cinco géneros de «equivalencias potenciales» (potentielle Äquivalente) que distingue Kade, abren en el sector léxico de dos lenguas nuevas perspectivas de acción, aunque apenas existan ejemplos textuales concretos. El acceso de W. Wilss por vía de la semiótica lingüística va del léxico al texto como unidad de traducción. A partir de aquí argumenta con un modelo cognitivo de la constitución de textos basado en un análisis semiótico de las estructuras múltiples del texto. Describir la acción y la competencia del traductor apunta a una posible utilización didáctica de los factores implicados. Los procedimientos desarrollados en el acto de la traducción interlingüística son descritos por la estilística comparada, representada, según Stolze, por Vinay, Darbelnet y Malblanc. Además de su categorización de los distintos pro- cesos, la estilística comparada prevé también transposiciones facultativas y obligatorias en el nivel lexicográfico de dos lenguas. Los translation procedures de Newmark se limitan igualmente a la traducción semántica de las palabras. Sus teorizaciones, que establecen un abundante catálogo de reglas, pueden considerarse de escaso interés para un estudiante que pretenda conocer el mecanismo del fenómeno traductológico. En el ámbito alemán R. W. Jumpelt es considerado uno de los primeros representantes de una tipología de textos que determina su correspondiente tipología de la traducción. Con lo que él llama Umsetzungsprozeduren (procedimientos de transposición) se refiere sobre todo a textos de carácter técnico y describe los problemas comunes a la mayoría de los géneros, tanto en lo referente a su contenido como a la gramática. La terminología de Jumpelt difere de la de otros autores sin que los problemas referidos muestren diferencia alguna. Surge aquí un factor inherente a muchas ciencias que no facilita en absoluto la rápida comprehensión del tema. La noción de translation shift creada por J. C. Catford (1965) está enraizada en su concepción de una lengua como entidad hermética, semánticamente única, semejante a los enunciados de Weisgerber o Sapir y Whorf. Para Catford, traducción no significa, por tanto, una transferencia de meaning o content, que según él es imposible, sino la substitución de un material textual por otro material textual en otra lengua y una situación determinada. Reconocemos aquí una tesis que más tarde E. Coseriu retoma en su estudio sobre traducción. Los translation shifts conciernen a modificaciones en el tejido gramatical de la lengua meta, como, por ej., la transformación de construcciones pasivas en activas, etc. El comentario de Stolze sobre este primer capítulo de la traducción interlingüística destaca el reduccionismo de varias de estas teorías que se limitan a estructuras léxicas y conjuntos sintácticos, de tal modo que no se consigue una visión global adaptable a textos enteros. Los resultados extraídos de estos teoremas descriptivos, utilizados para fines didáctico-prescriptivos, muchas veces tienen que limitarse a parejas de lenguas. Esto, al mismo tiempo de dar una base circunscrita de investigación, puede limitar el campo de aplicación práctica siempre y cuando se trate de otras parejas lingüísticas.

En el segundo macrocapítulo Stolze pasa de las lenguas a los textos como entidad suprema de investigación. Un escalón de gran importancia lo constituyen aquí las reflexiones de Nida sobre la «equivalencia dinámica» en el ámbito de las traducciones bíblicas. Este término recuerda, como afirma la autora, el concepto luterano que da prioridad a la comprensión y el efecto en el público receptor. Se opone claramente a la metodología propugnada por Schleiermacher de amoldar la lengua receptora a la lengua del original. En el caso de la teoría desplegada por Nida, el aspecto pragmático-comunicativo del mensaje bíblico refleja claramente un fuerte peso ideológico. Nida y Taber (1969) reclaman sobre las bases de la gramática generativa una metodología trifásica del analysis, transfer y restructuring para su modelo. Stolze ilustra cada fase con los correspondientes ejemplos. Koller se preocupa también y quizá de manera más detallada de la problemática de las equivalencias. En el fondo se acerca mucho a las técnicas de la estilística comparada, aunque contempla en mayor medida la entidad del texto. Este hecho lleva a la autora a explicar la envergadura y connotación conceptuales de las nociones Äquivalenz, équivalence o translation equivalence. Según la escuela o el grupo teórico, el termino varía en su composición significativa. Los matices divulgados por las distintas vertientes pueden resultar -según la función del texto- más o menos convincentes pero, es cierto, como advierte la autora, que la crítica de la traducción puede valorar mejor este aspecto sobre bases intertextuales. Es también la meta de la lingüística del texto, surgida en los años setenta: desarrollar métodos para la descripción y clasificación de textos. Se buscan aquí las condiciones esenciales de la constitución y coherencia, la función y efecto de los textos (Lewandowski, 1975), aspectos que la ciencia de la traducción sabía integrar en su campo. El aislamiento de segmentos textuales, el enlace interfrástico que determina y dirige la secuencia significativa han sido descritos por Wilss y Hönig/Kußmaul y fueron analizados con vistas al contexto de cada situación enunciativa. El análisis de la macroestructura de Gülich/Raible remite a invariaciones específicas según el tipo de texto en cuestión. Convenciones comunicativas determinan así sobre todo en el ámbito de los textos pragmáticos ciertos procedimientos metodológicos. Aquí K. Reiß añade con su tipología textual una herramienta de aproximación práctica y afirma incluso que el tipo textual decide sobre el método a utilizar en cada caso. Su clasificación de textos informativos, expresivos y operativos constituye una división funcional y no lingüística. Como comenta Stolze, en la polémica sucitada por la tipología de Reiß se argumenta sobre todo que en la práctica las fronteras no suelen mostrarse con tanta nitidez. Koller, por el contrario, divide los textos en dos categorías, los textos fictivos y no fictivos, que crean diferentes horizontes de expectativas para los que el traductor tiene que determinar las equivalencias vigentes. La teoría del discurso como actos de habla (speachacts), fundada por J. L. Austin y desarrollada por J. R. Searle, recupera el pensamiento wittgensteiniano de que las palabras son también actos. Los indicadores ilocativos en los enunciados y los textos performativos precisan de una traducción según su función (119), de forma que para Hönig/Kußmaul la función del texto en la lengua meta y las convenciones del género textual en su ambiente cultural específico constituyen los criterios más relevantes para la traducción. Los Translation Studies, encabezados en su principio por J. S. Holmes, preveen, como sugiere Stolze, una aproximación al conjunto de las cuatro partes teóricas de la traducción (proceso, producto, función, didáctica) para guardar la interdisciplinariedad como factor característico del campo, sin pretender una teoría global para un campo tan diversificado. Los Descriptive Translation Studies, situados principalmente en los Países Bajos, están ligados a teóricos como A. Lefevere, J. Lambert o T. Hermans, S. Bassnett-McGuire (Reino Unido), Gideon Toury (Israel) e investigan en primera línea los textos literarios bajo el concepto del polisistema (Even-Zohar). La traducción considerada por esta Manipulation School emerge como género literario propio, con un papel importante dentro de una literatura nacional, con sus influencias en cuanto entidad histórica, como receptáculo y agente activo que contribuye a la recepción multicultural, etc., y que permite mediante estudios diversificados revelar las relaciones que la traducción tiene dentro y más allá del sistema literario. Stolze da aquí un gran espacio a las reflexiones de Snell-Hornby, que propugna la interdisciplinariedad e introduce aspectos varios para romper con el Kästchendenken (el pensar en categorías herméticas) de la mayoría de los modelos ya explicados. Su modelo de estratificación tiene fronteras fluidas y permite la integración de múltiples recursos para la descripción del fenómeno. Teorías lingüísticas, hermeneúticas y psicológicas (E. Rosch) ofrecen fecundas posibilidades de investigación que aún tienen que identificarse como válidas. Si los Translation Studies precisamente renunciaron a proponer una teoría global de la traducción, el modelo de Reiíl.Nermeer defiende, por el contrario, este objetivo en su libro Grundlegung einer allgemeinen Translationstheorie (1984). Partiendo de la idea de que lengua y cultura son interdependientes, este modelo se sitúa como categoría pragmática de la lingüística aplicada. Stolze critica su inmenso aparato científico de complicada terminología que, además de reducir la traducción al papel de una subdivisión de la lingüística aplicada, vuelve a negar otra vez aquella autonomía que el modelo de Snell-Hornby le había concedido. Esta teoría centrada en la función o fin de la traducción (Skopostheorie) está sobre todo vinculada a una tipología pragmática de los textos y sólo con restricciones al ámbito de la literatura. Holz-Mänttäri añade junto con Nord las variables circunstanciales, es decir, las condiciones y premisas que condicionan el trabajo del profesional, y las desarrollan para fines didácticos.

El último macrocapítulo dirigido a la hermenéutica contempla al personaje del traductor como eje principal de la traducción. Por el cauce humanista de la ciencia del conocimiento, el traductor en cuanto ente racional e intuitivo está, según explica Ladmiral, «condamné a être libre» (aquí: 184). Esta libertad responsable desemboca en la fatalidad de tener que decidir si quiere actuar como sourcier (orientado hacia el original), o como cibliste (orientado hacia la traducción), decisión que, en su opinión, es preciso tomar en función del texto y de la lengua de llegada. La noción de multiperspectivismo, añadida por Paepcke, insiste en el carácter integral de los textos que no pueden reducirse a segmentos puesto que -y en la línea de la estética de la recepción de Iser-- en el objeto textual confluyen constantemente diferentes perspectivas que se determinan e influyen mutuamente. Es el traductor como lector individual quien constituye el sentido en un momento concreto, dialogando con el texto como si fuese la voz viva del otro, a la manera de un Gespräch, de una conversación o de un diálogo (Gadamer, aquí: 191). Se encuentran dos horizontes que se activan y funden y así lo desconocido se transforma en algo conocido. En seguida la autora presenta su propia teoría, que combina la lingüística textual con la hermenéutica. Distingue entre las categorías de la comprehensión (recepción) y de la formulación (producción) y propone cinco categorías lingüísticas para una exégesis de todos los tipos de textos, sin necesidad de dividirlos en géneros o tipos textuales. En el apartado sobre la psicolingüística y la didáctica de la traducción, Stolze recoge en resumidas palabras las tesis de Krings, Wilss y Hönig al respecto. Investigaciones empíricas acerca de los procesos mentales que tienen lugar en la traducción se han realizado mediante el Lautes Denken, el pensar en voz alta. Si este acceso al acto mental ha dado resultados valiosos también para la didáctica, la promesa de Wilss, afirma Stolze, de representar y esquematizar el proceso cognitivo no ha sido cumplida, puesto que sus parámetros carecen de congruencia y nitidez. La competencia de la asociación, argumenta Hönig, representa el verdadero motor del proceso traductológico, aunque es fundamental que sea dirigida por una macroestrategia con el fin de realizar su objetivo.

Valorar obras de índole general resulta siempre más difícil porque son bien conocidas las restricciones múltiples, sobre todo cuantitativas, impuestas por las editoriales. Esto ilustra particularmente bien la bibliografía final de cinco páginas y media que no cubre ni siquiera mínimamente el corpus del campo de investigación. R. Stolze, que ya en sus anteriores publicaciones combinaba la lingüística textual con la hermenéutica, acentúa de nuevo en esta ocasión el lado lingüístico de las investigaciones actuales, los textos pragmático-funcionales. De aquí que un grupo vinculado sobre todo al aspecto literario de la traducción, como el de Gotinga para el caso alemán, no sea siquiera mencionado. Los manuales teóricos forzosamente tienen que decidirse acerca de qué vertientes presentar y cuáles no, y siempre ofrecen, por consiguiente, una selección determinada según las predilecciones del autor. (Otra alternativa ofrece, por ejemplo, la representación de las teorías de E. Gentzler). Se trata, sin duda alguna, de un manual conciso y funcional, comprensible e ilustrativo para un público no iniciado. Al profesional le faltarán muchos nombres y corrientes más o menos destacados, más o menos reconocidos por los tradicionales círculos científicos pero -también sin duda alguna- altamente interesantes como portadores de ideas y esquemas venideros. Son teorías vinculadas a la hermenéutica de la desconstrucción (Derrida, Johnson, Graham, de Man, etc.), a concepciones feministas (Díaz-Diocaretz, Godard, etc.), a exploraciones historiográficas (Ballard, García Yebra, Kelly, etc.) por sólo nombrar algunas. El lector, al igual que el poeta, no debe pesar con mezquindad las palabras, demasiado ambivalentes y fugitivas como para juzgarlas. Es la constelación de las palabras lo que puede modificar el mundo, cambiar su inevitabilidad. Así ocurre con las teorías. Siempre será justo y necesario leer más y no contentarse con una sola constelación propuesta, aunque cada una nos lleva más allá en nuestra búsqueda de la causa última de la traducción.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Domin, H. (1993): Wozu Lyrik heute, Frankfurt a. Main: Fischer.

García Yebra, V. (1994): Traducción: historia y teoría, Madrid: Gredos.

Gentzler, E. (1993): Contemporary translation theories, London - New York: Routledge.

Vermeer, H. J. (1992): Skizzen zu einer Geschichte der Translation, Frankfurt a. Main: IKO.