Una carta oficial china y sus problemas

Joaquín Pérez Arroyo

Madrid

Una carta en chino, firmada por Xu Guangjing, alto funcionario imperial en el sur de China en contestación a una en español dirigida por el legado español en China el año 1849, Sinibaldo de Mas. La carta tiene mucho interés histórico y es un buen ejemplo de las dificultades que se encuentran al traducir el chino en general y en particular los documentos históricos que necesitan de la comprensión del contexto. Son especialmente relevantes las dificultades en la transcripción e interpretación de los nombres chinos y occidentales, las diferentes soluciones en la traducción de los tratamientos de cortesía y las dudas que puede suscitar la incoherencia del estilo literario chino tardío.

A Chinese letter signed by Xu Guangjing, Imperial Commissioner for the south of China, answering Sinibaldo de Mas, Spanish envoy to the Chinese court in the year 1849. The letter is of great historical interest and is a good example of the difficulties found when translating from the Chinese, particularly when dealing with historical documents, for which an understanding of their background becomes necessary.

Especially relevant are the difficufties arising from the transcription and interpretation of Chinese and western names, the different approaches to the translation of polite formulas, and the inconsistencies of the later literary Chinese.

El texto que se comenta a continuación es una carta de respuesta a la enviada por el Legado de España, Sinibaldo de Mas, a Xu Guangjin, Alto Comisionado Imperial para las provincias chinas de Guangdong y Guangxi.

Hasta el último tercio del siglo XIX estos comisionados hacían el papel de ministros de Asuntos Exteriores, ya que el Imperio Chino se negaba a considerarse una nación más y a recibir embajadas que pusieran a los monarcas extranjeros en un plano de igualdad con el “Hijo del Cielo” en posesión del “Mandato Celeste”.

Esta carta se encuentra, con algunas otras, entre la voluminosa correspondencia enviada por los legados y cónsules españoles en Extremo Oriente al Ministerio de Estado a partir de 1843, fecha en la que comenzaron los intentos de España y otras naciones europeas por establecer relaciones diplomáticas formales con China, Corea, Japón y otros estados de la zona. Tiene por tanto un indudable interés histórico y ayuda a clarificar unos sucesos hasta ahora poco conocidos y escasamente estudiados.

Aparte de esto el texto chino plantea una serie de interesantes problemas de traducción, no sólo por las dificultades inherentes a un lenguaje y estilo arcaizantes, sino porque demuestra la necesidad de comprender el contexto histórico, a la hora de hacer versiones de textos algo antiguos de otras lenguas, así como los mecanismos desarrollados para transliterar nombres exóticos en lenguas que se escriben con caracteres sólo parcialmente fonéticos. En cierto modo, puede decirse que los traductores del chino pueden encontrar en esta carta prácticamente todos los problemas importantes que siempre se encuentran al traducir esta lengua.

Las cartas se cruzaron en 1849, en una época en la que España intentaba conseguir un tratado de amistad y comercio con China con muy poco éxito. Los ingleses habían conseguido abrir los puertos del Celeste Imperio a cañonazos en la Guerra del Opio ( 1840-1842), y algunos de los beneficios pactados en el Tratado de Tianjin, que puso fin a la guerra, se extendieron a las demás naciones, pero la corte china estaba decidida a interpretar las cláusulas del tratado de la forma más restrictiva posible, y a que nada cambiara si podía evitarse. Los deseos de España (como los de otras naciones) de hacer un tratado como los que habían firmado el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos no fueron atendidos. Aún más, todavía se creía posible en Pekín hacer que los extranjeros volvieran a la situación previa a 1840, cuando sólo podían comerciar en Cantón y vivir en Macao.1

Por disposición natural y porque éstas eran las instrucciones que había recibido de la capital, Xu Guangjin se dedicaba a obstaculizar en lo que podía la aplicación de los tratados, a dar largas y, en general, a hacer la vida difícil a los legados de otras potencias, a los que casi nunca recibía y a los que sometía a una serie de graduadas y bien calculadas humillaciones.

El texto sólo puede ser comprendido plenamente si se tienen en cuenta las circunstancias históricas arriba expresadas. Las numerosas cartas y despachos del legado español al Ministerio de Estado o las otras enviadas a las autoridades chinas, así como las que se cruzaban entre diplomáticos de diversas naciones, ayudan a clarificar totalmente un texto que, en caso contrario, no sería de tan fácil interpretación.

La carta a la que este texto responde, enviada el 28 de Marzo de 1849 por el Legado Español estaba redactada en los siguientes términos:2

Excmo. Sr. El día 19 del actual venía en la lorcha3 portuguesa nº 33 el empleado español D. Manuel de Orense, que había sido enviado por el gobierno de España para traer despachos para mí y para el Gobernador General de Filipinas. La barca fue atacada durante la noche por piratas, de resultas de lo cual han desaparecido los despachos y la persona misma de Orense. Fueron enviados desde aquí dos lorchas para tratar de hallarlos, si era posible, e hice anunciar públicamente que daría una recompensa al que me procurase noticias del paradero de los papeles o del español que los traía, si es que se hallaba con vida, mas hasta ahora nada he sabido. En esta situación me veo obligado a recurrir a V. E. rogándole providencie lo necesario para que sean hallados los despachos referidos, para que se adquieran todos los datos posibles acerca de la suerte de su desgraciado conductor, y para que sean castigados los perpetradores de semejante atentado.

Y ya que escribo a V. E. con tan triste motivo, no puedo menos de hablarle de otro asunto no menos interesante. En el día 19 de la cuarta luna del año 28 de Tao Kuang,4 me escribió V. E. que sabía era de su obligación el venir a visitarme a Macao, así como su antecesor Kihing lo había verificado con el Sr. Lagrenée y el Sr. Cushing,5 mas que atendido a que V.E. estaba muy ocupado con los vastos negocios que le están encomendados, no venía inmediatamente, teniendo intención de verificarlo tan pronto como sus tareas se lo permitieran.

Mas he aquí que ha transcurrido cerca de un año sin que V. E. haya cumplido su promesa. No era de esperar, ciertamente, esta conducta de V. E. para con el enviado de una nación que jamás ha hecho la guerra a la China, que hace tantos años está con ella en relaciones íntimas de comercio, y contra la cual no ha tenido jamás este Imperio la más mínima queja. Ni comprendo bien como V. E. no ha hallado ocasión para venir a verme en tanto tiempo, y más cuando después de mi llegada aquí ha salido V. E . de Cantón y ha visitado al Representante de los Estados Unidos y dos veces al de Inglaterra.

De todo esto tengo que inferir, o que V. E. sólo regula el grado de atención y las consideraciones que debe guardar con los enviados de las naciones de Europa por el número de buques de guerra de que los ve rodeados, o bien que tiene razones especiales para no venir a este punto de Macao. Creer lo primero sería hacer poco honor a un alto empleado, como es V. E. de una nación poderosa e ilustrada, por lo cual no puedo menos de persuadirme de lo segundo. Si es así, hubiera sido fácil a V. E. indicármelo y, de todos modos, le ruego me lo diga, pues, en este caso, no tendré inconveniente en salir de Macao e ir al Bogue6 o a otro punto del río a tener el honor de recibir a V. E. a bordo del bergantín “Ligero”, si V. E. me hace el favor de indicarme el sitio y el día en que se pudiesen verificar nuestras respectivas visitas. Macao, 28 de Marzo de 1849, al Alto Comisionado Imperial Sin.7

El Alto Comisionado respondió con notable prontitud en carta fechada el 3 de abril de 1849, cuya traducción y comentario se incluyen en el apartado II. La carta está redactada en lenguaje literario chino. De uso común en la administración hasta 1919 y aún después. Este lenguaje, muy diverso de la lengua hablada, era un código que podía ser comprendido en todo el imperio, con independencia de los dialectos que se hablaran, gracias a las características ideofonográficas de los caracteres chinos.

Aparte de algunas fórmulas estereotipadas, no se usaba nada más que para escribir, aunque no era la única lengua escrita, ya que desde tam­bién muchos siglos antes se había ido desarrollando una literatura en lengua vernácula (Baíhua) que, aunque usaba los mismos caracteres, reproducía las características de los dialectos regionales, entre los que el dialecto del norte, extendido por más de dos terceras partes del territorio, era con mucho el predominante. Las influencias mútuas entre ambas lenguas escritas siempre se dieron, pero tendieron a hacerse mayores cuando la literatura vernácula alcanzó una indudable calidad y difusión a partir de la dinastía Míng (1366-1644).

En la práctica, los funcionarios también habían desarrollado una forma de entenderse verbalmente: el Guanhua o “lengua de los mandarines”, que daba a los caracteres la pronunciación básica del dialecto del norte, con variantes de no gran consideración al norte y al sur del Yangzi. Ciertamente que esta parla, aunque llena de formulismos de origen clásico, era una variante más de la lengua vernácula, por lo que, junto a los modelos literarios en Baihua, se convirtió en la base para la normalización fonética y ortográfica del chino a partir de 19198

Los letrados se entrenaban en la memorización de los textos clásicos y en la redacción de rígidos ensayos del más puro estilo, pero en los muchos documentos que redactaban no siempre guardaban esta rigidez, aparte de que en muchas ocasiones se limitaban a poner su sello sobre cartas que habían dictado rápidamente de palabra y que un escribano de inferior categoría había escrito para ellos.

El resultado son textos como esta carta, en la que es fácil apreciar la influencia del Guanhua y de la literatura en Baíhua, aunque la estructura sea todavía la de la lengua clásica, pero a un paso de un híbrido que se haría muy común hasta el definitivo asentamiento de la lengua normalizada moderna. Esto suele aumentar, no disminuir las dificultades de traducción, que se complican a veces con el descuido de los calígrafos, que introducen caracteres erróneos o mal escritos.

No es de extrañar que para la mayor parte de los occidentales del tiempo en que se escribió la carta el chino representara un desafío imposible. Llegaban al sureste de China, donde estaban los puertos abiertos a los extranjeros y donde, para mayor complicación, se hablan las variantes más alejadas del dialecto del norte. Si aprendían el cantonés o los dialectos de Fujian no podían entender nada de lo que les dijera nadie en China central y del norte. Además, para escribir casi cualquier documento se veían obligados a aprender chino literario, que cada cual pronunciaba al modo de su región. Los altos funcionarios no eran nunca de la provincia donde desempeñaban su función, por lo que, aunque aprendieran el dialecto local, hablaban Guanhua.

Los misioneros solían tener suficiente con el chino hablado localmente y algunos rudimentos de lectura, pero esto no bastaba para las comunicaciones oficiales, que el gobierno chino del tiempo dificultaba lo más posible. De hecho estuvo prohibido durante mucho tiempo enseñar el chino a los extranjeros, con graves penas y castigos para los súbditos del imperio que no obedecieran.

Pocos diplomáticos se interesaban por algo tan imposible y los intérpretes eran relativamente escasos y difíciles de conseguir. La legación de España tuvo siempre que depender de ciudadanos portugueses, seguramente mestizos chinos, mientras estuvo predominantemente en Macao y de los intérpretes de otras legaciones occidentales, especialmente de la francesa, cuando se estableció en Pekín.

Las traducciones que éstos realizaban eran generalmente correctas, ya que tampoco era demasiado difícil aprender las fórmulas del estilo oficial. Sin embargo, todas pecan de un exceso de literalidad que les hace reproducir palabra por palabra expresiones que resultan a veces algo cómicas o redundantes en idiomas europeos. Por una parte reflejan muy bien el significado de los caracteres, pero por otra traicionan la concisión y brevedad del texto original y lo hacen aparecer más prolijo y barroco de lo que es.

TRADUCCIÓN Y COMENTARI09

1. Respuesta de Xu (Guangjing) Alto Comisario Imperial del Imperio Qing, Presidente del Consejo de guerra y virrey de las dos provincias10.

2. A día 9 del corriente mes recibí un oficio (de V.E.) en que decía que Manuel Orense había sido secuestrado por los piratas y que, no obstante todas las diligencias que se habían practicado, ninguna noticia se tenía de él; en consecuencia, me rogaba tomase alguna medida sobre esto, a fin de que sean descubiertos y castigados los autores del crimen.

3. En cuanto a esto, debo decir que ya he expedido las órdenes necesarias a los funcionarios del distrito para que hagan las debidas averiguaciones.

4. En el mismo oficio también decía que, habiendo transcurrido ya tanto tiempo, aún no he tenido una ocasión para poder encontrarme con VE. y que, habiendo salido de Cantón para visitar al representante de los Estados Unidos y dos veces al de Inglaterra, infería V.E. que yo regulaba la atención con que deben ser tratados los enviados extranjeros por el número de buques de guerra de que se ven rodeados.

5. A esto debo decir que V.E. se ha expresado de una manera que no parece bastante propia. Yo hago extensivas mi sinceridad y justicia a todas las naciones igualmente, y no tengo dos maneras de tratar (a los extranjeros). El salir de los límites de mi provincia y el permanecer en ella no es lo mismo. Dentro de la provincia soy autónomo, pero para salir necesito una licencia imperial. Si en el año pasado me encontré con el representante de los Estados Unidos, fue porque él se hallaba en Cantón y, así, en un día determinado, fui a verle en los almacenes Renxin11 En el primer mes de este año fui a ver al representante inglés, pero así lo hice porque tenía asuntos que tratar con él, y como debía así mismo ir a ver las fortalezas, después de haber recibido una orden imperial para este fin, llegué hasta Humen (Bocca Tigris).12

6. La entrevista que V.E. desea tener, según me manifiesta en su oficio, no es sino de cumplimiento. Para esto no puedo ir a Macao por mi libre voluntad. Si V.E. tuviera tiempo de venir a Cantón, cuando aquí llegue fe indicaré un día para que nos encontremos, de fa misma manera que hice con el Representante de los Estados Unidos.

7. Esto es lo que se me ofrece responder.

8. Contestación especial.

9. Dirigida al Excmo. Sr. Mas, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de España.13

10. del tercer mes del año 29 de Daoguang (3 de abril de 1849)

Las dificultades de esta carta aparecen ya en la línea 1, que corresponde aproximadamente al párrafo 1. El nombre del Alto Comisionado aparece sólo con el carácter único del apellido, que es el marcado con un asterisco al final de la línea. Los chinos usaban una profusión de nombres: personales (ming), de cortesía (zi), literarios (hao) y otros, que pueden hacer aparecer a la misma persona como varías distintas. En éste como en otros casos la única forma de saber el nombre completo es acudir a los repertorios, más o menos extensos, que nos suelen dar los datos personales y biográficos de todas las personas de alguna nota. Como Xu Guangjing era un funcionario importante que se distinguió en los difíciles años posteriores a la primera guerra entre China e Inglaterra, su nombre figura en el más accesible de estos repertorios: Eminent Chinese of the Ch'ing period.14 En él se encuentran sus nombres, tanto en el original chino como en transcripción y su biografía.

Esto nos lleva al problema de las transcripciones, particularmente agudo en chino hasta hace poco. En el repertorio antes citado se usa el sistema Wade-Giles, preferido en el ámbito de lengua inglesa hasta los años 70 de este siglo. Según esta transcripción el nombre Xu Guangjíng aparecería como Hsü Kuang-ching.

Muchos diccionarios antiguos y valiosos y la enorme bibliografía en inglés anterior a 1970 utilizan el sistema Wade-Giles, lo que produce una considerable confusión, especialmente en el autor no especialista y en el traductor del inglés a otras lenguas que se encuentra con nombres personales o geográficos chinos. La confusión aumenta porque los franceses utilizaban otra transcripción, que figuraba los sonidos chinos con grafías más próximas a las del francés, y esta transcripción de nombres se difundió mucho en España y otros países a través de la traducción indirecta de algunos textos chinos y de libros de historia, enciclopedias y otras obras de divulgación.

El problema está resuelto para el especialista desde que la transcripción oficial china (pinyin)15, desarrollada a fines de los años 50, desplazó a todas las demás del ámbito académico. Su principal mérito estriba en estar concebida específicamente para el chino y no basada en grafías propias de otras lenguas, así como en haber unificado el hasta ahora confuso panorama. El traductor no especialista en chino, sin embargo, todavía tropieza con frecuencia en este escollo al transcribir nombres chinos que se encuentran en obras en idiomas europeos. El problema aún existe, aunque en el caso de esta carta, como en el de todas las traducciones nuevas, no hay duda de la transcripción a utilizar.

Más interesante es lo que nos indica la transcripción al chino del nombre del español Manuel Orense, que ocupa los cinco últimos caracteres de la línea 2 y el primero de la 3: con un sistema ya muy antiguo, el nombre se transcribe desmenuzándolo en sílabas que se representan con caracteres chinos a los que se ha añadido el rádical gou (boca), con lo que se les quita todo valor de significado y se les deja con el simple valor fonético. La transcripción aparece en chino como: Ma-nu-wei A-lun-shi. Cómo saben todos los que se han enfrentado a estas transcripciones, es casi imposible averiguar el nombre, si no se ha visto antes en la lengua original. En este caso, la transcripción nos indica que en el despacho del comisionado Xu no se utilizaba la fonética cantonesa, sino la del “mandarín” (Guanhua) que, como dije antes, era habitual en la administración. Dando a los caracteres la pronunciación que da hoy día cualquier diccionario de la lengua normalizada moderna el nombre de Manuel Orense es reconocible, lo que no sucedería de usar la fonética del cantonés habitual del área entonces y ahora.

Lo mismo puede observarse en la transcripción del apellido “Mas” del legado español, que aparece en los dos últimos caracteres de la línea 19, y que corresponden exactamente a la pronunciación del mandarín.

Distinto es el caso de los nombres de Estados Unidos (Zhòngguó), Inglaterra (Yingjílìguó) y España (Dàlüsôngguó), rayados lateralmente en las líneas 5, 6 y 19 respectivamente. Cada uno es una solución diferente, dentro de las limitadas posibilidades que se ofrecían entonces para representar en chino los nombres de países lejanos, diferentes y absolutamente exóticos. Todos llevan el sufijo guó (estado, reino), precedido de otras sílabas.

Zhòngguó (Estados Unidos) es un intento de traducción del significado: “el país de todos”, muy poco feliz en verdad, aunque el moderno Mêiguó: “el bello país” no sea mucho mejor ni tampoco muy afortunado fonéticamente.

Yingjílìguó (Inglaterra) es un intento de transcripción fonética, de donde ha salido el moderno Yingguó, que también puede interpretarse como “el país heróico”, si nos atenemos al significado de los caracteres, aunque los chinos ciertamente no son muy partidarios de ellos.

Dàlüsôngguó, es el más extraño, por ser un nombre geográfico mal interpretado. En efecto, como los españoles venían de la isla de Luzón, en Filipinas, pero los chinos sabían que venían de más lejos, de lo que ellos creían que eran otras islas, se dio al país el nombre de “Gran Luzón”.

Aparte de lo curioso que resulta esto hoy y de los problemas que se entrevén de traducción al chino de lenguas extrañas a su ámbito cultural, el problema que esto plantea al traductor moderno de textos chinos no tan antiguos es el de la dificultad de encontrar estas denominaciones en la mayor parte de los diccionarios. En muchos casos no es tan difícil sacar el significado por el contexto, en otros será preciso consultar diccionarios de nombres o diccionarios antiguos que recojan la acepción.

A partir de la línea 3 se hace también visible el uso de muchos disílabos idénticos a los que se usan en la lengua moderna, y se usaban ya en las novelas en Baihua, pero que resultan de uso raro o desconocido en el estilo clásico puro. Así tenemos los caracteres 5 y 6 de la línea 3, dâjié (robar) y los 11 y 12 de la misma línea, yingxiang (aquí con el significado de rastro, huella). Más adelante, en los marcados como 10 y 11 en la línea 4 tenemos: dìfang (lugar) y en los caracteres 6 y 7 de la línea 9 bìxu (tener que, precisar).

El uso de estos disílabos, aunque muy común ya en esta época, no es siempre coherente, ni favorece la comprensión para el traductor moderno, que se encuentra ante una mezcla de estilos algo confusa y bastante alejada tanto del clásico como del moderno que se estudian teóricamente.

Debe hablarse, por último, de los traducción de los términos de tratamiento que aparecen en el texto. Como otras lenguas, el chino tiende a evitar, especialmente en el estilo formal, el uso de los pronombres personales, que son sustituidos por fórmulas indirectas de tratamiento. Ha sido muy corriente entre los traductores el verter estas fórmulas casi literalmente, aunque aparecieran grandilocuentes o ridículas en lenguas occidentales, lo que a mi parecer da una idea excesivamente barroca del idioma. La estructura monosilábica del chino lleva en ocasiones a la acumulación de sílabas con significados iguales o parecidos, mientras que otras veces varias sílabas de significados diferentes se unen en una fórmula única. En ambos casos, la traducción literal produce una larga retahila en inglés o castellano, que tiene poco que ver con la concisión del lenguaje original, en el cual, de todos modos, lo que se vierte como algo ampuloso y largo no es más que una fórmula cuya repetición ha convertido en tratamiento corriente.

En el caso del texto que nos ocupa, estas fórmulas aparecen en la línea 4, caracteres 1, 2 y 3: bêndàchén, repetido en la línea 7, caracteres 12, 13, 14, y en la línea 14, caracteres 1, 2 y 3 guidàchén, repetido en la línea 16, caracteres 1, 2 y 3. Traducidas literalmente estas fórmulas serían: “el presente alto funcionario” y “el honorable alto funcionario”, que ocupan el lugar de “Yo” y “Usted”. Ya que en el encabezamiento del texto se dan todos los títulos del alto comisionado, la repetición de estas fórmulas en castellano resulta tan redundante como poco exacta, puesto que es más apropiado y elegante traducirlas como “yo” y “V.E.” o alguna otra abreviatura que viniera al caso, sin por ello descender de un estilo muy formal. Los prefijos bên (éste, el presente) o (humilde) y gui (honorable) pueden aparecer ante una infinidad de sustantivos para sustituir a los pronombres de primera y segunda persona, del mismo modo que en un estilo formal castellano se usaban fórmulas como “su servidor” y “vuestra merced”, hoy en desuso. El chino moderno ha evolucionado hacia un uso mucho mas frecuente de los pronombres personales y hacia una simplificación de las formas de tratamiento igual que el castellano, pero ya en la fecha en que se redactó este texto los tratamientos que en él aparecen no son nada especial ni deben ser traducidos con palabras más ampulosas que los correspondientes castellanos aún corrientes hoy en el estilo de los documentos oficiales y de las comunicaciones diplomáticas.

El texto presenta otros problemas menores: caracteres incorrectos, expresiones oscuras, etc., y su análisis no se agota con los problemas examinados en este breve artículo, pero creo que éstos son los más interesantes y los que con más frecuencia se pueden presentar en textos chinos similares, que resultan más oscuros y difíciles si se los ve aislados, pero que se vuelven más transparentes si se conoce el trasfondo histórico y otros documentos relacionados. Igualmente, creo que es una buena introducción al estilo clásico decadente de los últimos tiempos del imperio, así como a los problemas de transcripción y a la traducción de fórmulas de cortesía del lenguaje oficial, que tan repetidamente se han exagerado en las traducciones occidentales.

BIBLIOGRAFÍA

A sino-western calendarfar two thousand years 1-2000

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KRATOCHVIL, Paul, The Chinese Language Today, Features of an emerging standard, London, Hutchinson University Librar y, 1968, 199 pp.

MORSE H. B., The International Relations of the Chinese Empire. Taipei, 1971, Ch'eng Wen Publishing Co. 3. vol. Reimpresión.

RECIBIDO EN SEPTIEMBRE DE 1995

1 Una crónica muy detallada de esta época puede encontrarse en MORSE H.B., The International Relations of the Chinese Empire. Taipei, 1971, Ch'eng Wen Publishing Co. 3. vol. Reimpresión.

2 Conservada en Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAEX) L.H-1445.

3 Embarcación en uso en Macao y luego en Hong Kong y otros puertos del sur de China. Era una adaptación del velamen de los juncos y sampanes chinos, muy fácil de manejar y muy eficaz en aguas costeras, a un casco de diseño occidental. Véase MORSE, op. cit. VOL. I, p. 406, nota 30.

4 Los chinos contaban el tiempo por eras que en la antigüedad podían no corresponder exactamente con un reinado, pero para esta época se había hecho normal que empezaran cuando se entronizaba a un emperador y terminaran con la entronización del siguiente y el principio de otra era. Los nombres de las eras eran siempre altamente simbólicos y los emperadores, a los que nunca se llamaba por su nombre personal, podían ser denominados por el nombre de su era, lo que ha acabado por ser de uso común entre los historiadores occidentales, para evitar la habitual maraña de apelativos. Daoguang (Tao Kuang, según la grafía original de la carta) es la era que va de 1821 a 1851.

5 Enviados Francés e Inglés.

6 Nombre dado por los extranjeros a la barra del Río de las Perlas, a poca distancia de la ciudad de Cantón.

7 Pronunciación dialectal del apellido Xu.

8 Una excelente introducción al chino puede encontrarse en KRATOCHVIL, Paul, The Chinese Language Today, Features of an emerging standard, London, Hutchinson University Library, 1968, 199 pp.

9 Original conservado en Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAEX) L.H-1445

10 Guangdong y Guangxi.

11 Esta alusión plantea enormes dificultades. Renxin era el nombre de un almacén o empresa perteneciente a la familia Wu, los comerciantes más ricos de Cantón, a los que los europeos llamaban Hougua (How qua, How Kua etc. según las diferentes transliteraciones). Ver más adelante nota 14.

12 Nombre dado a la desembocadura del Río de las Perlas, aguas abajo de la ciudad de Cantón, en los mapas occidentales antiguos aparece latinizado como Bocca Tigris.

13 El nombre de España aparece como Dàlüsông, es decir “Gran Luzón”. Ya que los españoles eran conocidos como provenientes de Filipinas, cuya isla mayor es Luzón. A la isla se la conocía con este nombre, mientras que a la lejana España se le añadía el calificativo de “Grande”. Los nombres de Estados Unidos e Inglaterra en el texto chino tampoco aparecen como son ahora en chino moderno, sino con otros, a mitad entre Ja transliteración y el significado, en el caso de Inglaterra, y con un carácter que significa unión de muchos en el caso de los Estados Unidos. Ver más adelante en texto.

14 HUMMEL, Arthur W, Eminent Chinese of the Ch’ing Period (1644-1912) The Library of Congress, 1943, Reprinted by Ch’eng Wen Publishing Company, Taipei 1972, vii+l103 pp.

15 Una tabla completa de este sistema de romanización puede encontrarse, entre otros, en el Hànyú jiàokeshu (Manual de chino), Beijing, Shangwu, 1964 y otras muchas ediciones.