Lingüística per tutti y salga el Sol por Antequera

Ricardo Muñoz Martín

Universidad de Granada

Mi contribución a esta mesa redonda se puede resumir como sigue: 1) El rechazo a la lingüística en general en los Estudios de Traducción se debe a la confusión reinante en ese campo (1.1) y en el de los Estudios de Traducción (1.2) en cuanto a la lingüística. 2) La lingüística, dentro de los Estudios de Traducción, es necesaria porque (2.1) permite formular una base común a todas las perspectivas de nuestro objeto de estudio; (2.2) es la mejor aproximación para describir los procesos de mediación; y (2.3) es útil para estructurar el aprendizaje del análisis, interpretación y creación textuales, para profundizar en sus implicaciones.

1 LINGÜÍSTICA Y ESTUDIOS DE TRADUCCIÓN

Los escasos resultados de las aproximaciones lingüísticas tempranas al fenómeno de la mediación han provocado más de una justa crítica por parte de quienes adoptaban otras perspectivas teóricas y el rechazo generalizado de la profesión a la lingüística en conjunto. Sin embargo, el rechazo general a la lingüística está dirigido en realidad contra algunos estadios de la misma y sus deficientes aplicaciones a nuestro campo.

Cuando se cuestiona el papel de la lingüística en la traducción jamás se implica la renuncia al uso de categorías tales como sustantivo, objeto directo, párrafo u oración subordinada de relativo. Estas categorías son fruto de la tradición gramática (cuya vertiente descriptiva es desde hace más de un siglo patrimonio de la lingüística, así como la prescriptiva lo es de la filología) y, aun cuando se admite que no están bien definidas, facilitan el análisis de los textos. En la medida en que toda interpretación textual hace uso directo o indirecto de las mismas, son consustanciales a la traducción. Tengo lo anterior por evidente y por prueba de que la crítica se restringe en realidad a algunos niveles de análisis lingüístico. Lo que está en tela de juicio, en mi opinión, no es la lingüística, sino al menos unos niveles de análisis frente a otros de reciente tradición o, mejor, unas visiones concretas de los objetivos en el estudio del lenguaje. Para adoptar una perspectiva amplia se me hace necesario primero abordar la situación de la lingüística actual.

1.1 ¿Qué lingüística?

En lingüística, el siglo XX ha visto ya pasar dos paradigmas predominantes, el estructuralista y el generativista. El estructuralismo nos ha permitido un conocimiento aceptable de los sistemas de muchas lenguas. El generativismo ha descubierto muchas regularidades sintácticas y nos ha alejado de un nominalismo nihilista empíricamente insostenible, pero ha traído consigo distorsiones para cuyo análisis remito, por abreviar, a Givón (1979).

Desde entonces, una línea de filósofos -Austin, Wittgenstein, Grice, Putnam, Habermas, etc- ha ido minando, junto al propio agotamiento del modelo, los presupuestos de ambos paradigmas, especialmente restricciones artificiales como la de la exclusión del estudio del significado primero y del contexto después, y el uso de métodos puramente especulativos. Entre los mismos lingüistas estadounidenses, el primer grupo en disentir fue el de la semántica generativa, especialmente George Lakoff, James McCawley, Paul Postal y John Robert Ross, entre los que había alumnos del propio Chomsky. Este grupo intentaría en vano introducir el estudio del significado en el modelo generativista hasta que sus propios avances fueron haciendo evidente que había que revisar las bases. Las críticas al modelo generativista general, basadas en gran parte en las aportaciones de los filósofos del lenguaje, fueron cristalizando en lo que hoy se conoce como pragmática estadounidense, y que se suele restringir al estudio de los deícticos, la implicatura, los actos de habla, la presuposición y la cortesía, frente al concepto europeo, más amplio y difuso.

La apertura al estudio del significado y la restitución imparable de consideraciones contextuales abren el campo a otras aproximaciones. Pronto aparecieron el análisis de la conversación, de la mano de Sacks y Schegloff, y los estudios de género y lenguaje, de la de Robin Lakoff. En la misma época Fillmore publicaba la Case Grammar y Labov su Sociolinguistic Patterns. Dell Hymes y John Gumperz se pueden considerar fundadores de la lingüística antropológica, y Paul Kay dejó su puesto de profesor en el Departamento de Antropología de la Universidad de California en Berkeley para aceptar otro en el de Lingüística.

Mientras tanto, el generativismo llegaba tarde a Europa, donde tendría una tibia acogida en un principio. En Gran Bretaña no había habido fractura con la tradición pero se había evolucionado hacia una lingüística contextual. En los Países Bajos y en la RFA se constataba que el análisis oracional no agotaba la codificación del significado ni podía explicar todos los fenómenos sintácticos. Se intuían estructuras superiores normalizables y así se desarrollaba la teoría de la macroestructura y la Gramática del texto. Francófonos e italianos se interesaban en la semiótica y en España teníamos una filología integradora de aproximaciones excluyentes entre sí, a modo de chico para todo.

Todas estas aproximaciones al estudio del lenguaje de uno y otro lado del Atlántico han ido creciendo, aproximándose y cobrando importancia al mismo tiempo que rechazaban las etiquetas externas que la relegaban a los aledaños del objeto de estudio de la lingüística, lo que en inglés se expresaba como la oposición entre “Hyphenated Linguistics” y “Core Linguistics” y en español entre “Lingüística Externa” frente a”Lingüística Interna”. Sin menoscabo de la lingüística orientada a la abstracción del sistema y la postulación de sus reglas, hoy se puede decir que los desvelos de los estudiosos ya no están ahí. La lingüística de hoy está en otros pagos: en el uso, en los textos, en el significado. Creo que, de momento, es mejor dejarlo aquí. La discusión, aun siendo interesante, porque delimita la escasa idoneidad de ciertas aproximaciones al significado y a la comunicación, es un tanto vacua para nosotros, que contemplamos la lingüística para apropiarnos de todos los conocimientos pertinentes a nuestro objeto de estudio, la mediación entre lenguas.

1.2 La evolución de la teoría de la traducción

La reflexión rigurosa en torno al fenómeno de la mediación entre lenguas se remonta a la segunda mitad de nuestro siglo, es decir, a la aplicación de modelos lingüísticos a la teoría de la traducción. Coincido con Hurtado en que la producción anterior se puede denominar ateórica, aunque creo que tanto Hurtado como yo apreciamos esas aportaciones como antecedentes remotos exentos del rigor exigible a una nueva disciplina universitaria.

La aplicación del estructuralismo nos llevó a estudios contrastivos y al análisis de campos semánticos y rasgos pertinentes. La adopción del modelo generativista llevaría a formular el concepto de equivalencia -mil veces modificado desde entonces. Condujo además a la separación del estudio de todo significado no formalizable y así excluyó el estudio de la traducción literaria. También alumbró el desarrollo de la traducción automática y originó los primeros estudios sobre el proceso, que fomentarían el debate en torno a la unidad de traducción. Las primeras disidencias lingüísticas del generativismo se mostrarían en conceptos como el de equivalencia dinámica y en la preferencia, en Occidente, por los modelos europeos en la teoría de la traducción: la teoría de Catford es buen reflejo de la aproximación contextual británica, que tiene su continuación en Hatim y Masan (1990), y los excelentes trabajos de Nord (1991, por ejemplo) tienen una clara influencia de la Gramática del Texto. La semiótica indudablemente influyó en la teoría de la interpretación desarrollada por la escuela de París, falta de herramientas mejores propiamente lingüísticas, y el eclecticismo tradicionalista español también produciría buenos resultados, como las obras de García Yebra.

Hoy, según afirma Snell-Hornby (1988:43- 4, traducción mía), la mayor parte de las teorías de la traducción comparten”[...] la orientación a la transferencia cultural, más que lingüística; en segundo lugar, ven la traducción no como un proceso de transcodificación sino como un acto de comunicación; en tercer lugar, todas se orientan hacia la función del TT, antes que hacia la prescripción sobre el TO; finalmente, contemplan el texto como una parte integral del mundo y no como una muestra aislada de lenguaje”. Hoy se intenta explicar el proceso de mediación desde perspectivas psicolingüísticas, la lingüística cognitiva está revisando los conceptos básicos del campo (por ejemplo, Lewandowska-Tomaszcsyck 1992, Tabakowska 1993; Muñoz 1994a, Padilla 1994), el análisis textual se considera condición sine qua non y en las clases se introducen consideraciones sociolingüísticas habitualmente. Como se ve, la lingüística no solo está en el origen de la teoría de la traducción sino que además ha ido informando su evolución y hoy está presente incluso en las perspectivas de quienes niegan su idoneidad. Por ejemplo, Vidal (1995) defiende la importancia de los actos de habla y de las máximas de Grice, si bien los remite a la filosofía del lenguaje.

Ahora bien; heredamos todos una serie de elementos sueltos de aproximaciones dispares que no hay modo de ligar, como ajoaceite de zurdo. En las vertientes más lingüísticas podemos encontrarnos, atendiendo solo al ámbito español, que, por un lado, se comienzan a traducir aportaciones novedosas fundamentales, y por otro se nos (re-)descubre, aparentemente ex novo, la bondad de la aplicación de la teoría de actos de habla a la traducción, tras quince años de literatura sobre el tema. En 1995 se publicaba una obra en la que se critican las perspectivas lingüísticas sobre la mediación remitiéndose al estadio en que los debates centrales giraban en torno a la equivalencia y los universales lingüísticos, cuando hoy son marginales.

En las vertientes más reflexivas se advierten posiciones solo lícitas si se ignoran los avances en la descripción rigurosa del fenómeno de la interpretación y la creación lingüística en general y la mediación, en sus varias facetas, en particular. Por ejemplo, las aplicaciones desconstructivistas suelen hablar del significado disperso por el texto sin advertir de que lo que desconstruyen son las interpretaciones dominantes y no los textos, puesto que el significado no reside objetivamente en ellos. Un análisis exegético que intenta mostrar la urdimbre de las interpretaciones establecidas y sus mecanismos permite la crítica y favorece la formación de opiniones propias. Es, por tanto, conveniente y necesario en los Estudios de Traducción. Pero el uso constante de la analogía, el razonamiento por inducción y la metáfora hacen aun hoy inviable su inclusión dentro de un cuerpo de conocimientos del que se esperan resultados.

Otro ejemplo: el uso metonímico de competencia entre polisistemas puede inducir a distorsiones. Los polisistemas no compiten entre sí. Se trata de abstracciones de textos cuya fortuna depende de las gentes que los usan. Son las personas las que compiten, y para ellos usan recursos lingüísticos a los que confieren un significado peculiar. Ese significado peculiar no es inherente al recurso lingüístico, y por tanto no es lícito asignar contenidos ideológicos a versos alejandrinos, sibilantes sordas o notas a pie de página, como he argumentado en otro lugar (Muñoz, 1995b). En este sentido es bienvenida la línea de trabajo de Hatim y Mason (en prensa), que parten del rigor lingüístico para hacer análisis ideológicos sólidos.

Finalmente, la dispersión permite dobletes terminológicos que contribuyen a la confusión general. Por ejemplo, mientras en los estudios centrados en el proceso utilizamos las etiquetas top-down y bottom-up para referirnos a los dos tipos de procesamiento cerebral simultáneo que intervienen en la interpretación de un texto, en algunos dedicados al producto usan top-down y down-top para hablar del orden de los niveles de análisis y descripción de los modelos teóricos. Si los Estudios de Traducción pretenden constituirse en un cuerpo de conocimientos útiles con un reflejo social tienen que vertebrarse de algún modo, porque, ya se ve, también aquí hay una considerable confusión. Ante tamaño desbarajuste, no es de extrañar que muchos estudiosos rechacen la lingüística de plano, e incluso que intenten fundamentar sus perspectivas en ese mismo rechazo.

2 LOS ESTUDIOS DE TRADUCCIÓN

El campo de los Estudios de Traducción no se agota en las aproximaciones lingüísticas. En toda disciplina rigurosa la naturaleza del objeto de estudio y la orientación y el desarrollo del campo deben ser materia de reflexión constante, una reflexión en cualquier caso siempre necesaria en las ciencias sociales, en donde se encuadran los Estudios de Traducción. El estado actual de nuestra disciplina permite hablar ya de un objeto de estudio desarrollado: se trata de un conjunto de modos específicos de comunicación y sus productos, realidades sociales cambiantes que, en consecuencia, también hay que estudiar como constructos interrelacionados con otras manifestaciones culturales, como apunta Carbonell.

Un primer análisis permite apreciar puntos comunes entre muchas de las concepciones traductológicas particulares y muestra también que estas coincidencias pueden tener correlatos históricos, políticos, sociológicos y/o culturales. Por ello se puede afirmar que nuestro objeto de estudio es una institución social. Como tal, hay que analizarla en su contexto amplio, ver sus relaciones con los demás sistemas simbólicos que conforman la cultura y realizar análisis éticos e ideológicos de sus circunstancias. De ahí que nos interese incluir aproximaciones filosóficas y también el estudio de otros modos de comunicación y de todo tipo de textos, incluida la literatura. Además, si la mediación es una institución, se puede redefinir: los conceptos de traducción de la época de Chaucer, la de Lutero y la de las Belles Infidelles son bien distintos y se explican en el contexto histórico que las promovió. Se hacen necesarias, pues, aproximaciones históricas y antropológicas.

2.1 Hacia una base (lingüística) común

Los Estudios de Traducción se pueden dividir de muchos modos, más o menos defendibles. También pienso que Estudios de Traducción (o, como prefiere Hurtado, Estudios sobre la Traducción) es un nombre conveniente porque es amplio y neutral, y aún mejor si se llamaran Estudios sobre la Mediación, siempre en aras de delinear un marco lo más amplio posible, pero no voy a insistir en ello. Más urgente me parece el intentar contribuir a disipar las brumas que repartir los terrenos a ocupar. Hoy muchas perspectivas abordan la mediación desde sus paradigmas originales distintos, aglutinadas tan solo por un objeto de estudio común. Esta multidisciplinariedad suele implicar la aceptación de presupuestos de otros modelos teóricos, diseñados para otros objetos de estudio, y también la delimitación peculiar de las aproximaciones al fenómeno de la mediación entre lenguas. Como quiera que los aparatos conceptuales de las distintas aproximaciones no coinciden a menudo, es imposible evaluar estas aportaciones, qué decir ya de establecer puentes entre ellas. El resultado es que los esfuerzos de los unos no son aplicables para los otros y que, como se ha visto, hay bastante confusión.

Recientemente opinaba Komissarov (1995, traducción mía del inglés) que “los intentos de desarrollar una disciplina científica cuyo objeto son las actividades en torno a la traducción debe partir de tres requisitos básicos: primero, debe ser posible acceder al objeto de estudio para analizarlo (a quien investiga le debe ser posible reunir un número suficiente de datos obtenidos por observación directa, experimentación, construcción de modelos teóricos, o cualesquiera otros procedimientos de análisis cuantitativo o cualitativo). Segundo, los datos recogidos deben conducir a generalizaciones y clasificaciones válidas y no resultar unos batiburrillos. Una aproximación científica a las actividades en torno a la traducción asume que hay ciertas regularidades y que los actos de traducción se pueden describir mediante principios, estrategias, técnicas y demás. Tercero, las regularidades descubiertas debieran permitir generalizaciones más amplias y servir de base a hipótesis y teorías sólidas que expliquen los aspectos esenciales del objeto. Una aproximación lingüística a los problemas de traducción podría satisfacer estos requisitos”.

A mí me gustaría compartir las alegrías científicas de Komissarov, pero no creo que la lingüística deba ser la aproximación no ya hegemónica, sino ni siquiera prevalente. Me conformo con un conjunto armónico de aproximaciones diversas pero rigurosas. Creo que es hora de filtrar las aportaciones partiendo de unos presupuestos básicos propios y de intentar conciliar líneas de trabajo distintas. No podemos, por ejemplo, seguir usando oposiciones como significado y sentido, de nula realidad psi­cológica. Necesitamos comenzar a formular propuestas de una base común, que permita crear y delimitar el campo de estudio, el conjunto de aproximaciones al objeto y su interrelación, y así compartir y compatibilizar avances. Es necesario, por consiguiente, distinguir entre multi- o interdisciplinariedad y la diversidad de aproximaciones que estudian un mismo objeto que se descubre multifacético. Si se pretende que sea una disciplina, tiene que dejar de ser interdisciplinar.

Común a toda perspectiva sobre la mediación es la necesidad de contar con conceptos -implícitos o explícitos- de qué es el lenguaje, cómo funciona, qué es el significado, qué es la comunicación y finalmente, cuál es el concepto de mediación que se describe o defiende. Lörscher (1991) argumenta convincentemente que las formulaciones personales de estos conceptos influyen en su manera concreta de traducir y en sus resultados. Así pues, se opera siempre desde una cierta teoría, explícita o no. La primera relación obvia entre lingüística y los Estudios de Traducción sería pues la de usar la primera para ofrecer definiciones de significado, comunicación y mediación contrastables y verosímiles. La primera tarea, pues, es la de revisar y adaptar esos conceptos desde una perspectiva propia de la mediación e intentar extenderlos a todas las perspectivas.

2.2 La lingüística en los estudios dedicados al proceso de meditación

Hoy hay consenso en distinguir entre los estudios dedicados al proceso y los dedicados al producto. Si, aparte de las disquisiciones teóricas, la decisión de estudiar por separado este conjunto peculiar de modos de comunicación que denominamos mediación de entre todos los existentes, como antes ocurrió con periodismo y ahora con comunicación audiovisual, es consecuencia de una importancia económica y de unas necesidades sociales crecientes, también presupone que vamos a ser capaces de algún modo de mejorar la calidad de estas formas de comunicación. Para ello tenemos que intentar aislar (no mutilar) los fenómenos de mediación (en último extremo, actividades gobernadas por una serie de procesos mentales), determinar su calidad y conseguir recrearla, potenciarla o adquirirla.

En el estudio del proceso se hace necesaria la concurrencia de la psicolingüística, la pragmática y la lingüística cognitiva, cuyos avances parecen estar tardando en calar. No podemos seguir hablando, por ejemplo, de fase de comprensión y de reexpresión cuando es patente que se trata de una simplificación exagerada que no nos lleva a ninguna parte y cuando ya tenemos otros modelos que describen mejor la realidad (Nord, 1991; Muñoz 1995a). No podemos seguir denominando estrategias de traducción a unas categorías que tan solo permiten describir lo ocurrido mediante unas abstracciones cuestionadas desde principios de los ochenta.

En línea con lo anterior, la primera reacción ha sido la de pasar a los estudios empíricos, sobre todo mediante protocolos de pensamiento en voz alta. Esta línea de investigación levanta justificadas reticencias entre quienes se preguntan si la actividad concreta de mediación que se estudia no está desvirtuada por el procedimiento de obtención de datos (la paradoja del observador) y también entre quienes señalan que los datos no parecen muy relevantes. En otro lugar he intentado mostrar que los presupuestos teóricos implícitos -la base de la que hablaba en el apartado anterior-- condicionan los resultados de estas líneas empíricas (Muñoz 1994b). Pero también se ha inaugurado otra serie de investigaciones en Trieste que van abriendo camino a descripciones rigurosas del proceso.

2.3 La lingüística y la enseñanza de la mediación

Desde el punto de vista estrictamente pedagógico, el proceso de interpretación y creación textuales se simplifica aplicando múltiples niveles de análisis lingüístico, entre los que destacan aspectos sociolingüísticos y gramaticotextuales. No se trata, naturalmente, de introducir estas disciplinas per se, como se suele interpretar, sobre todo en algunas clases de lengua A, sino de usarlas como herramientas para la descripción, clasificación e interpretación de las variables de textos reales, tanto en las clases de lenguas como en las de traducción. Se trata, por tanto, de un conocimiento instrumental.

Si es cierto que todos partimos de una teoría del significado, del lenguaje, de la comunicación y de la mediación cuando mediamos, entonces habrá que asegurarse de que el estudiantado no repite ni opera desde formulaciones erróneas. Con mucho más motivo cuando la mayoría de procesos mentales parecen extensiones de los habituales en otros tipos de comunicación y en actividades no comunicativas y son, por tanto, susceptibles de automatización y fosilización. Por esta razón creo que es necesario familiarizarse con la descripción del proceso de mediación antes de comenzar a mediar, mientras que es recomendable abordar aspectos más reflexivos cuando ya se ha acumulado una cierta experiencia, hacia el final de los estudios. Como puede verse, entonces, el papel de la lingüística es triple: ayudar a establecer la base común del campo de los Estudios de Traducción, facilitar el estudio de los procesos de mediación, y apoyar el avance de los estudiantes. Es decir, lingüística per tutti. Y salga el Sol por Antequera.

Vale.

OBRAS CITADAS

Givón, Talmy. 1979. On Understanding Grammar.Orlando: Academic Press

Hatim, Basil, and Ian Mason. 1990. Discourse and tbe Translator. London: Longman. [1995. Teoría de la Traducción. Una aproximación al discurso. Trad. de Salvador Peña. Barcelona: Ariel]

The Translator as Communicator. En prensa. K0missarov, Vilen N. 1995. lntuition in Translation. Target, 712: 347-54.

Lewand0wska-T0maszczyk, Barbara. 1992. «Effability, Expressibility, and Translation». En: Le Wand0Wska-Tomaszczyck, Barbara, and Marcel Thelen, eds. Translation and Meaning, part 2. Maastricht: Rijkshogeschool.

Lörscher, Wolfgang. 1991. Translation Performance, Translation Process, and Translatio Strategies: a Psycholinguistic Investigation. Tübingen: Narr.

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-. 1995a. Lingüística para traducir. Barcelona: Teide.

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PADILLA, Presentación. 1994. «Procesos de memoria y atención: hacia una teoría cognitiva de la interpretación». Sendebar, 5: 55-66.

SNELL-H0RNBY, Mary. 1988. Translation Studies. Amsterdam: John Benjamins.

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Vidal Claram0nte, Mª del Carmen África. 1995. Traducción, manipulación, deconstrucción. Salamanca: Colegio de España.