La opacidad de la autotraducción entre lenguas asimétricas

Xosé Manuel Dasilva

Universidade de Vigo

Este artículo profundiza en el concepto «autotraducción opaca», esto es, aquella traducción del propio autor en la que no se indica que existe un texto escrito en otra lengua, transmitiéndose así al receptor del texto autotraducido la idea de que se encuentra ante una obra original. Para la posibilidad contraria, es decir, la autotraducción donde no se oculta que hay un texto de partida, usamos el concepto «autotraducción transparente». Nuestro estudio examina las particularidades de la referida opacidad sobre todo en las autotraducciones efectuadas desde una cultura periférica a una cultura central. Se intentará determinar si la no visibilidad del autotraductor como traductor en tales transvases es aleatoria o depende de una estrategia premeditada.

palabras clave autotraducción, autotraducción opaca, autotraducción transparente, asimetría.

The Opacity of Self-Translation between Asymmetric Languages

The present article aims to develop the concept of ‘opaque self-translation,’ i.e., a translation made by the author himself/herself in which there is no indication of the existence of a previous text written in another language, so as to give to the recipient of the self-translated text the impression that the text he/she reads is the original work (with reference to the other possibility, i.e., a selftranslation that makes explicit that there exists a source text, the term used is ‘transparent self-translation’). Our study examines the properties of the aforementioned opaqueness, especially in those self-translations made from a peripheral culture into a central culture. We will try to ascertain whether the self-translator’s non-visibility in those renditions is unintentional or, rather, it has to do with a conscious strategy.

key words self-translation, opaque self-translation, transparent self-translation, asymmetry.

INTRODUCCIÓN

Es notorio el auge cada vez mayor a lo largo de los últimos años de la autotraducción como realidad cultural y, a consecuencia de ello, también como objeto de estudio reiteradamente abordado. La intensidad de los flujos migratorios, por un lado, así como la jerarquía imperante en la relación entre las lenguas en el mundo global de hoy en día,1 por otro, son algunas razones que contribuyen a explicar en buena medida tamaño éxito. El florecimiento que vive la autotraducción conduce a descubrir un fenómeno que no ofrece contornos uniformes, lo que provoca la necesidad de establecer clasificaciones y asignar términos a fin de sistematizar la dilatada variedad de productos autotraducidos.

En este estudio pretendemos desarrollar una dicotomía a nuestro parecer de sumo interés: la «autotraducción transparente» y la «autotraducción opaca». Presentamos estos conceptos inauguralmente en una ponencia con el título «Algunas claves sobre la paratextualidad de la autotraducción», expuesta en el congreso 7th International Conference on Translation: The Paratextual Elements in Translation celebrado en la Universitat Autònoma de Barcelona en el mes de junio de 2010. El trabajo después se publicó, precisamente bajo el título «La autotraducción transparente y la autotraducción opaca», en el volumen colectivo Aproximaciones a la autotraducción (Dasilva, 2011).

Uno de nuestros objetivos en esa ponencia era hacer notar la pertinencia de discernir la transparencia o la opacidad de las autotraducciones. Entonces ya estábamos persuadidos de su influencia en el proceso de recepción de los textos autotraducidos en la cultura de llegada, dando lugar a que sean vistos como textos originales más que como textos traducidos. Al mismo tiempo vislumbrábamos, no obstante, que esta dicotomía podía ser fértil en otros órdenes, especialmente cuando la autotraducción se materializa entre lenguas asimétricas.

¿QUÉ ES LA «AUTOTRADUCCIÓN TRANSPARENTE» Y QUÉ ES LA «AUTOTRADUCCIÓN OPACA»?

De acuerdo con nuestra propuesta teórica, la «autotraducción transparente» es aquella en la que figuran informaciones paratextuales que ponen al receptor al tanto de que se halla ante una obra traducida por el autor a partir de un texto escrito en otra lengua. Estas informaciones suelen aparecer en los peritextos, más o menos visiblemente según los casos pero siempre de modo explícito.

La «autotraducción opaca» es, al revés, la que no contiene ningún dato que desvele su condición de traducción llevada a cabo por el autor partiendo de un texto anterior. Esto motiva que el lector reciba la autotraducción como una auténtica obra original. En realidad, es el público del texto de partida el que percibe que ese aparente original constituye una traducción del autor, ya que previamente dispone de tal conocimiento.2 Desde nuestro punto de vista, la «autotraducción opaca» puede ser «fortuita» o «deliberada» y, dentro de esta, «voluntaria» o «forzosa». La «autotraducción opaca deliberada» es la más frecuente, como lo demuestra que escasos autores se hayan quejado de que su papel de traductores no se hubiese consignado en la versión correspondiente.

No deben confundirse la «autotraducción opaca» y la «autotraducción anónima». Efectivamente, la importancia de delimitar la opacidad de la autotraducción no reside en atender a si consta o no en ella el nombre de su responsable. La autotraducción es transparente desde el momento en que se aclara en algún peritexto la existencia de un texto de partida. La omisión del nombre del autotraductor lleva solo a dudar, en todo caso, de si se está ante una traducción de autor o una traducción alógrafa. De manera afín, tampoco es una autotraducción opaca la «autotraducción firmada con seudónimo», pues la transparencia está determinada, como acabamos de ver, por cualquier peritexto referente al texto de partida.

Resulta oportuno evocar otra opción más que puede generar equívocos en lo que concierne a la autotraducción opaca. Se trata de la «supuesta autotraducción», es decir, la traducción ejecutada por el autor de forma presumible al no hacerse referencia en los peritextos a ningún otro traductor. Dicha autotraducción se convierte en una supuesta autotraducción cuando noticias posteriores, reflejadas en algún epitexto, ponen en evidencia que es realmente una traducción alógrafa.3

La conveniencia de distinguir la transparencia o la opacidad de la autotraducción no obedece a una utilidad meramente taxonómica. De inicio, una cuestión que hay que tener en cuenta es por qué un autor transfiere una obra suya a otra lengua sin declararlo, e incluso en algunas ocasiones eliminando cualquier vestigio. ¿Qué es lo que incita a un autotraductor a no comunicar su cometido? ¿Por qué llega a callar que es él quien traduce un texto a una lengua desde otro texto en una lengua diferente? Hay que dar respuesta a estas preguntas, dado que la opacidad de la autotraducción tiene una secuela inmediata que consiste en que el texto autotraducido se vea en la cultura de llegada, conforme ya hemos dicho, como un original y no como una versión.

House (1977) deslinda las nociones de «overt translation» y «covert translation», reservando la primera para el texto traducido en el que permanecen especificidades del texto de partida que desencadenan que se acoja como tal en el contexto receptor. La segunda noción, inversamente, se adjudica al texto traducido en el que el texto de partida se diluye mediante un «cultural filter». Para esta autora, «a covert translation operates quite ‘overtly’ in the different frame and discourse world provided in the target lingua culture without wishing to coactivate the discourse world in which the original had unfolded» (House, 1997: 114). No se detiene House en la autotraducción ni menos aún en la paratextualidad de esta, ocupándose básicamente de la traducción alógrafa.

¿CUÁNDO LA AUTOTRADUCCIÓN ES «TRANSPARENTE» Y CUÁNDO ES «OPACA»?

En principio, cabría imaginar que la autotraducción transparente es la que suma un número abrumador de ejemplos, por cuanto simboliza la autotraducción más natural. Lo que se espera es que se acredite en una autotraducción su cualidad de traducción realizada por el autor, apareciendo tal cosa en los peritextos destinados a ese fin. Algo tan lógico como eso, sin embargo, no ocurre invariablemente. Más aún, una acusada tendencia en la actualidad, a la vista de lo que se observa en las estanterías de nuestras librerías, estriba en excluir cualquier indicio que obstaculice lucir como original lo que es una autotraducción. Antes era más común anunciar que el producto autotraducido emanaba de un texto redactado por el autor primeramente en otra lengua.

A continuación comentaremos diversas muestras de cómo se manifiesta en la autotraducción la transparencia y la opacidad. Tales muestras proceden del territorio gallego, uno de los lugares del Estado español en donde la autotraducción es algo acostumbrado. A este respecto debe destacarse la notable vitalidad que la práctica autotraductora posee en el ámbito ibérico, como ha sido remarcado por bastantes autores.4 De cualquier modo, estamos convencidos de que no resultaría complejo rastrear modelos similares en otras áreas geográficas.

La transparencia de la autotraducción se exterioriza, primeramente, a través de la cubierta, la portada interior, la página de créditos y la página de los títulos, bien manejando una de estas posibilidades o bien varias simultáneamente. El hecho de que nos encontramos ante una autotraducción también puede resaltarse a través de otras fórmulas peritextuales, como un prólogo o una breve nota introductoria. El poeta y narrador Celso Emilio Ferreiro acude a este recurso para avisar al lector de que tiene en sus manos una autotraducción en el libro de relatos El alcalde y otros cuentos (1981), versión española del original gallego A fronteira infinda (1972), puntualizando asimismo el método desplegado para volcar la obra. Ese método, de acuerdo con su testimonio, se asentó en seguir «el hilo argumental primitivo, pero en muchos casos sin someterse necesariamente a un criterio de literalidad léxica» (Ferreiro, 1976: 7).

Es semejante el caso del prosista Marcial Suárez, con una traducción al español, El acomodador (1972), de su obra en gallego O acomodador e outras historias (1969), donde en un preliminar con el título «Nota a la edición castellana» se refiere a su labor autotraductora. Dice en él que preservó nutridas huellas del original: «En la traducción que he realizado, he optado por dejar en gallego los nombres de personas, de lugares o de pueblos, y algunos otros vocablos —muy pocos—, cuya traducción me ha parecido ociosa, en unos casos, o forzada, en otros» (1972: I). También puede ser nombrado el narrador Eduardo Blanco Amor, que acometió versiones propias de obras en gallego (Os biosbardos, 1962, y Xente ao lonxe, 1972) al español (Las musarañas, 1975, y Aquella gente, 1976, respectivamente) con prólogos en los que medita profusamente sobre el reto de autotraducirse (Dasilva, 2013a).

El novelista Xavier Alcalá proporciona un ejemplo en donde lo relativo al texto de partida y a la incumbencia del autor sobre la traducción se desplaza a las solapas de la edición, como se verifica en las versiones de algunas de sus novelas gallegas (Alén da desventura, 1998, y Nas catacumbas, 2005) en español (Al sur del mundo, 2009, y En las catacumbas, 2009). Algo parecido se constata en Las aventuras del capitán Duchesnoy (2008), del narrador Xavier Queipo. Sólo en la contracubierta se plasma que el libro es una autotraducción española del original gallego O paso do noroeste (1996).

Hay otros casos en los que la autotraducción es transparente no solo porque emerge el texto de partida en los paratextos hasta aquí enumerados, sino también porque el autor echa mano en la versión de notas a pie de página a través de las cuales rinde cuentas de su tarea. En la novela El Griffón (1987), de Alfredo Conde, traducción española de Xa vai o Griffón no vento (1984), el autor aprovecha las notas para fundamentar soluciones en la lengua de llegada, corroborando de ese modo, despreocupadamente, que es traductor de sí mismo.

En oposición a la autotraducción transparente, la autotraducción es opaca, según nuestro criterio, cuando no se registra ni tan siquiera en el paratexto más escondido la prioridad de un texto de partida trasplantado por el autor. La opacidad se ve reforzada, algunas veces, por la aplicación de algunas tácticas, como la elección libre o por imperativo editorial de títulos idénticos en la lengua de partida y la lengua de llegada. Se fomenta así la impresión de que la obra está solo en una lengua, la de más difusión, que coincide con el idioma de la autotraducción.

El novelista Alfredo Conde, antes citado, personifica elocuentemente esta conducta, sobre la cual por cierto nunca se ha expresado. No es casual que para sus libros, sistemáticamente autotraducidos, se muestre proclive a escoger títulos con una misma forma en gallego y en español: Breixo, Memoria de Noa, Música sacra, Azul cobalto, Romasanta y Lukumí. En otras autotraducciones de Alfredo Conde, las divergencias gramaticales entre los títulos del texto de partida y el texto de llegada son inevitables, pero resultan casi imperceptibles: Sempre me matan / Siempre me matan, Memoria dun soldado / Memoria de soldado y María das batallas / María de las batallas.

Otra táctica para garantizar la opacidad se basa, aunque parezca paradójico, en proveer de un título completamente diferente a la autotraducción, insinuando con ello que el texto de partida y el texto de llegada nada tienen que ver entre sí. Alfredo Conde vuelve a encarnar un prototipo al haber dado el título de Peregrino en invierno a la autotraducción española de la novela en gallego O fácil que é matar. No se hace dificultoso localizar otros ejemplos de esta táctica, y así hay que recordar a Xurxo Borrazás, quien resolvió titular como La aldea muerta la autotraducción española de la novela Ser ou non, y a Ramón Loureiro, que eligió el título León de Bretaña para la versión al español de su libro O corazón portugués.

¿CUÁLES SON LOS MÓVILES DE LA «AUTOTRADUCCIÓN OPACA»?

Es adecuado ahondar en las razones que inducen a un autor a disimular que es él quien traduce un texto a una lengua a partir de otro texto en una lengua distinta. Inicialmente, aceptemos la anomalía que entraña la opacidad de la autotraducción. Todas las autotraducciones tendrían que ser transparentes, o al menos eso es lo que se aguardaría. No se olvide que en la autotraducción el texto de partida se transforma en un texto de llegada gracias a un traductor que es a la par el autor. Ahora bien, el cultivo de la autotraducción, como muy bien subrayó Whyte, no es nunca inocente (2002: 69).5

Grutman articula una dualidad que permite adentrarse en las causas de la opacidad de la autotraducción. Diferencia entre «bilinguisme d’écriture exogène» y «bilinguisme d’écriture endogène», según la capacidad bilingüe de los escritores comporte atravesar o no fronteras. Conforme afirma, «le première catégorie est celle des écrivains chez qui le changement de langue se double d’un passage de frontière: frontière linguistique, culturelle ou nationale, frontière réelle ou symbolique, parfois tout cela en même temps» (Grutman, 2007a: 35). Cuando es endógena, sin embargo, la traducción atañe a un par de lenguas que conviven en un mismo espacio, por lo común en situación de desequilibrio.6

A nuestro modo de ver, la opacidad de la autotraducción exógena se conecta con la aparición de un nuevo texto con entidad propia, por lo tanto de naturaleza inmanente, que difiere estéticamente del texto de partida. El autotraductor, consciente de que ha sometido el texto de partida a una reescritura, se inclina por la opacidad, otorgándole al texto de llegada el estatuto de segundo original, al margen de la simetría o asimetría que una a la lengua del texto de partida y a la lengua del texto autotraducido.

Es trascendental en la autotraducción la equidistancia del autotraductor en sus funciones de autor y traductor (Dasilva, 2002; 2013b: 7-20). Cabe que el autor discrimine con nitidez estas dos facetas y se ciña a poner en una segunda lengua su obra. No obstante, es factible que el autotraductor, en vez de una simple traducción, elabore una recreación, valiéndose de sus privilegios como propietario intelectual de la obra que transpone. Entre otras clases de autotraducción, Oustinoff realza, no en vano, la que denomina «auto-traduction (re)créatrice», que se singulariza por la actuación omnímoda del autor al traspasar a otra lengua su texto.7

Resulta obligado, en síntesis, interrogarse si la autotraducción se cifra en un mecanismo estricto de cambio lingüístico y cultural o si además es una operación de transformación textual.8 No debe ignorarse el dilema que suscitan en la figura del autotraductor sus identidades de traductor y autor, traduciendo en el primer caso y reescribiendo en el segundo caso. Sería congruente invocar, en este último supuesto, la reversibilidad del texto de partida, ya que el texto de llegada alberga reformulaciones de índole creativa.

Santoyo señala acertadamente dos rasgos que caracterizan a la autotraducción. Por una parte, la libertad del autor para introducir modificaciones en el texto autotraducido, según pautas privativas, mediante procedimientos que van desde la adición a la supresión, pasando por la amplificación, la perífrasis y hasta la adaptación.9 Por otra parte, la complementariedad del texto de partida y el texto de llegada como si fueran el anverso y reverso de una moneda, puesto que son inseparables e intercambiables.10

En definitiva, el texto autotraducido puede conservar el sello de la obra que le sirve de fuente o, por otro lado, ser una reconversión, más que una versión, de la obra precedente. Si esto se cumple, el acto autotraductor acarrea la coexistencia de dos creaciones artísticas: el texto de partida y el texto autotraducido. Por eso es recomendable, en nuestra opinión, emplear para el texto de partida, en lugar de la designación «texto original», preferiblemente la etiqueta «texto primigenio». La dosis de originalidad del texto autotraducido a veces no es inferior a la del texto primigenio.

Sospechamos que esto influye en la opacidad de la autotraducción exógena, pero en menor escala en la opacidad de la autotraducción endógena. Sabedor de que el texto de partida y el texto de llegada son variantes del mismo original —o, por decirlo más claramente, dos originales—, el autotraductor opta de esa manera por no subordinar el segundo texto al primer texto, silenciando el lazo entre ellos. Es significativo que raramente se hagan «retroautotraducciones» —esto es, versiones ulteriores en la lengua de partida tomando como base el texto autotraducido−, un vacío que ratifica la superioridad que la autotraducción a menudo adquiere frente al texto primigenio.

Merece la pena tener presente, una vez más, que no es lo mismo la autotraducción como fruto de la capacidad bilingüe de un autor que la autotraducción como maniobra consistente en trasladar una obra entre dos lenguas de una comunidad, habitualmente desde la más débil a la más fuerte. Como sostiene Grutman, «l’autotraduzione non è un fenomeno isolato ma forma parte di uno svolgimento socio-culturale» (2012: 45). Y es que prevalece la relación de fuerzas que vincula a los dos idiomas que participan en la acción autotraductora, con independencia de la competencia lingüística que se tenga.

Lagarde plantea, en el campo de la literatura, un contraste relevante entre bilingüismo y diglosia que ayuda a aproximarse a la vertiente sociológica que es inherente a la autotraducción. Desde su óptica, corresponde separar «écrire en tant que sujet bilingue» y «écrire en contexte diglossique», aunque se mezclen estas dos esferas al estimarse que ambas son manifestaciones de un marco de bilingüismo (2004: 9). Lo más cotidiano es lo segundo, donde resulta patente el uso no paralelo de las lenguas implicadas, y más cuando la autotraducción es endógena.

El componente diglósico que hay que admitir en la autotraducción entre lenguas asimétricas no se atiene tanto, a nuestro juicio, a que la lengua mayoritaria se asocie a los grupos sociales de prestigio superior. Responde, más bien, a que esa lengua acapara usos a la lengua de baja fortaleza. En efecto, en la autotraducción una señal indiscutible de diglosia funcional es que el autor de una lengua minoritaria conciba que deba traducirse a sí mismo a la lengua más poderosa para ser transportado a otros idiomas. La lengua minoritaria deja de considerarse necesaria en ese uso, y se apuesta por una lengua intermedia, de mayor pujanza, con la intención de alcanzar una proyección más extensa.11

No es igual, por consiguiente, la opacidad de la autotraducción entre lenguas simétricas y la opacidad de la autotraducción entre lenguas asimétricas, más todavía si la autotraducción es endógena. Desde una perspectiva general, la autotraducción presupone por principio a una persona bilingüe que actúa como autor y traductor de su obra. Con todo, esta definición se complica cuando tal persona desarrolla su actividad no tanto a nivel individual, sino en el seno de una comunidad bilingüe en la que prima una descompensación entre las lenguas que cohabitan. En ese caso, lo que sería una actividad bilingüe se transfigura en una actividad diglósica (Dasilva, 2009).

Para nosotros, la opacidad es uno de los síntomas más vivos de la diglosia que afecta a la autotraducción entre una lengua minorizada y una lengua normalizada, que no es equiparable a la autotraducción entre dos idiomas que gozan de análoga catalogación. Entre otros síntomas más de diglosia, hay que llamar la atención sobre la direccionalidad de las autotraducciones, pues estas se emprenden casi exclusivamente desde la lengua más débil a la lengua más vigorosa, o sobre algunos de los motivos que los autores de lenguas minoritarias aducen asiduamente para justificar la decisión de traducirse ellos mismos (Dasilva, 2010: 268-272). Igualmente es un síntoma de diglosia la extrema rapidez con que los autores que escriben en lenguas más frágiles tienden a traducir personalmente sus obras.

La posición desigual de las lenguas dilucida en grado crucial la opacidad de las autotraducciones endógenas desde el momento en que las culturas centrales no se limitan a importar los productos de las culturas periféricas. Mejor habría que decir que se apropian de ellos, asimilándolos incluso por medio de su absorción. Parece lo más correcto, así pues, sugerir un especial nexo entre las transferencias textuales de una lengua dominada a una lengua dominante y la opacidad de la autotraducción endógena.

Por lo pronto, es más difícil en la autotraducción exógena que el autotraductor no exhiba que ejerce de traductor al ser distinta su nacionalidad civil y, consecuentemente, su nacionalidad lingüística nativa. Si la autotraducción es endógena, en cambio, el autotraductor tiene acceso a la ventaja de compaginar sin estorbos dos perfiles lingüísticos. Solo deberá publicar la obra en el primer idioma y, a través de una autotraducción opaca, hacer pasar esta como un original en el segundo idioma. A casi nadie le extrañará que utilice espontáneamente cualquiera de las dos lenguas.

El comparativista eslovaco Dionýz Ďurišin defiende para ciertos entornos la existencia de una «comunidad interliteraria específica», en la que se conjugan los conceptos de «literatura nacional» y «territorialidad» (1995). Este teórico contempla la autotraducción como una de las expresiones de la interliterariedad ligada a la traducción. Ďurišin califica de «escritor biliterario» al autor que crea para dos literaturas o, según otra eventualidad, crea para una literatura y traduce para otra: «La bi- ou polylittérarité exprime un certain degré de l’acceptation de deux ou plusieurs systèmes littéraires» (1993: 51). Cuando esa dedicación tiene lugar con el fin de integrarse en más de una literatura, Ďurišin propone el sintagma «escritor binacional».

A nuestro entender, hay que buscar aquí la razón más plausible para que un autotraductor decida no revelar su trabajo como tal, al menos cuando se mueve entre dos lenguas de dispar rango. El autor que se traduce a sí mismo de forma opaca perseguiría que la obra no se reconozca en la cultura de llegada como cualquier traducción, sino como un producto genuino. Una prueba tangible de que muchas veces logra ese propósito es que, con total normalidad, coseche en ambas lenguas premios estipulados para obras originales, no para traducciones, lo que pone en entredicho las bases que rigen la concesión de tales premios. Hokenson y Munson identifican lúcidamente la predisposición de numerosos escritores bilingües a incorporarse a la vez a más de una literatura con pleno derecho, principalmente gracias a la autotraducción (2007: 161).

Si tomamos como ejemplo el Estado español, se advierten en este escenario dos actitudes, que no son recíprocamente equitativas, en las transacciones entre la lengua central y las lenguas periféricas a través de la traducción. La primera actitud es que desde el centro —agentes culturales, instituciones, editoriales, etc.— no se alienta que los textos escritos en español sean vertidos a las lenguas periféricas, es decir, al gallego, al catalán y al vasco. La segunda actitud es que la atracción del centro demanda que los textos en las lenguas periféricas no solo se traduzcan al español, sino que se transmuten en originales en la máxima proporción. Para ello se juzga que la autotraducción representa un instrumento excelente, y si esta es opaca más todavía.

Queda de relieve en las cifras oficiales que arrojan los informes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en lo concerniente al sector del libro. Año tras año, el español es la lengua a la que más se traduce desde el gallego, el catalán y el vasco. Se comprueba, además, que no es corriente que se traduzca de modo directo entre el gallego, el catalán y el vasco. El escritor y autotraductor gallego Suso de Toro fue bastante expresivo al describir su experiencia: «Pero cuando llegué a Madrid con mi primer libro traducido y editado en castellano hubo quien no pudo reprimir esa incomodidad que embarga a tantos y me lo preguntó. Me preguntó lo que siempre está ahí: «¿Y por qué no escribes directamente en castellano?» (1996: 24). Y Suso de Toro añadía después: «No les basta con que no lo escriba en gallego; si pudieran harían desaparecer la edición en gallego. No es que amen su idioma, es que odian el mío. Quita, hombre, no seas paranoico. No todo el mundo dice esas cosas. No, pero las piensan» (1996: 24).

La opacidad de la autotraducción entre lenguas asimétricas conlleva, como no es arduo comprender, un problema de adscripción en lo tocante a los productos autotraducidos y también a los autores, cuya personalidad lingüística y cultural se desdobla. El español se erige en lengua puente en la traducción desde el gallego, el catalán y el vasco a otros idiomas, propiciando que el público exterior tenga la sensación de que recibe un producto jamás escrito en esas lenguas. De tal forma, la obra en la lengua periférica sufre un doble eclipse: primero, al ser traducida opacamente a la lengua central; segundo, funcionando la lengua central como intermediaria en las versiones a idiomas foráneos.12 Esto no sucede con magnitud equivalente cuando la autotraducción se da entre lenguas simétricas.

Un escritor periférico del Estado español, para llegar hoy en día a otras latitudes, no solo debe ser traducido, sino que en abundantes oportunidades tiene que pagar el tributo, voluntario o no, de autotraducirse, y además no pocas veces opacamente, asumiendo el carácter subalterno de su lengua primera. El escritor y autotraductor gallego Carlos Casares confesó: «A literatura galega fóra de Galicia practicamente se descoñece, e se a coñecen é a través do castelán. O primeiro paso que ten que dar un escritor galego é saltar do espazo galego ó español» (Fortes, 2002: 64). Tanto es así que la negativa de un autor a verterse a sí mismo puede suponer un estorbo para que obtenga eco más allá. La lengua central se instituye hegemónicamente como vehículo interpuesto para la comunicación internacional, y en ese sentido la autotraducción, y mejor si es opaca, facilita que un texto periférico se expanda por encima de sus lindes.

FINAL

La opacidad es un tipo de invisibilidad quizá específico de la autotraducción. Pensamos que la ausencia de visibilidad que se aprecia en las autotraducciones opacas no se ajusta a los mismos condicionamientos que están detrás de las traducciones alógrafas (Venuti, 1995). La autoridad que el autotraductor ostenta sobre el texto impide creer que padezca las presiones ordinarias de un traductor alógrafo para relegar su ocupación a un segundo plano. El autor es el valedor, por su iniciativa o no, de la ocultación de su rol como traductor, aunque en determinados casos no hay que soslayar la intervención de imposiciones externas, sobre todo de las editoriales.

Por lo demás, y en esto sí que puede haber convergencia con las traducciones alógrafas, se detecta que, en cuanto a sus características, una buena parte de las autotraducciones opacas prescinden de dejar rastro del universo cultural de partida. Si el autotraductor no debe ser visto, la autotraducción tampoco se tiene que notar, podría decirse. Los textos autotraducidos opacamente se supeditan a la aceptabilidad como patrón esencial de traducción, de manera que el texto autotraducido se amolda a las normas de la cultura meta (Toury, 1995: 56-57). En otras palabras, serían lo que Oustinoff llama «auto-traductions naturalisantes» (2001: 29-30), al encajar en los parámetros de la cultura de llegada. Por otra parte, de acuerdo con las posturas que según Casanova los autores de circunscripciones literarias pequeñas abrazan, los autotraductores opacos propenden a la «asimilación» (1999), esto es, a la negación de sus diferencias.

Antes de concluir, conviene hacer hincapié de nuevo en que la opacidad de la autotraducción, concretamente si esta es endógena, favorece que el centro capte las obras que surgen en la periferia. De ese modo, la filiación lingüística de no pocos autores se duplica al convertirse en autores biliterarios, toda vez que forman parte de dos literaturas, una la periférica y otra la central.

RECIBIDO EN DICIEMBRE DE 2013

ACEPTADO EN OCTUBRE DE 2014

VERSIÓN FINAL DE NOVIEMBRE DE 2014

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1 Cocco apunta que el rumbo de los estudios sobre la autotraducción ha evolucionado desde el análisis de autotraductores significados hacia el examen de los intercambios asimétricos entre lenguas minoritarias y lenguas mayoritarias (2009: 105).

2 La distinción entre «autotraducción transparente» y «autotraducción opaca», aunque reciente, ha merecido cierta repercusión. Ha sido adoptada por el grupo de investigación Autotrad (Tanqueiro, 2011: 247). Santoyo ha acomodado ambos conceptos a la seudoautotraducción, diferenciando entre «seudoautotraducción transparente o explícita» y «seudoautotraducción opaca o implícita» (2012: 357-359).

3 La fiabilidad de las fuentes paratextuales es relativa, lo que no deja de ser otro signo de opacidad. En ocasiones los paratextos, y los de las autotraducciones aun más, no suministran informaciones completas o correctas (Manterola Agirrezabalaga, 2013: 63). El novelista catalán Lluís Maria Todó avanzó que «nunca hay que fiarse de portadillas y páginas de crédito» (Todó, 2002: 17).

4 Así lo atestigua Santoyo: «In my own country, Spain, there are nowadays hundreds (literally, hundreds) of self-translators between Basque, Catalan or Galician on the one side and Spanish on the other» (2004: 225). Grutman asegura que se trata de una eclosión sobresaliente en las últimas décadas: «L’Espagne post-franquiste a en effet été marquée par une augmentation du trafic autotraductionnel» (2007b: 223). Desideri pone énfasis en la trabazón, en el dominio ibérico, entre el dinamismo de la investigación alrededor de la autotraducción y el generoso número de autotraductores: «Data la condizione di plurilinguismo istituzionalizzato che caratterizza il paese iberico, in Spagna la ricerca scientifica sull’autotraduzione è decisivamente avanzata e, di conseguenza, sono sempre più numerosi gli scrittori che traducono in castigliano le proprie opere originariamente scritte in catalano, galiziano, basco, o viceversa» (2012: 11-12). Años atrás era embarazoso vaticinar la efervescencia de la autotraducción en España, como se desprende de estas palabras de Alsina: «Me parece difícil pronunciarse sobre el futuro de la autotraducción como práctica creadora. ¿Se trata de una práctica de transición efímera y urgente? ¿O de la afirmación de una particularidad de la escritura fecunda y universalizante?» (2002: 45).

5 Parcerisas incide en este aspecto de la autotraducción: «Là encore, l’autotraduction n’est donc pas innocente, idéologiquement parlant, et elle apparaît bien plus comme une tactique de camouflage de l’original chronologique (ou dialogique) afin de donner la primauté a une second original susceptible de rapporter plus gros» (2007: 116).

6 Molina Romero (2003) llama «transnacionales» a las traducciones en las que la lengua de partida y la lengua de llegada son de realidades nacionales diferentes, y «translingüísticas» a las traducciones donde la lengua de partida y la lengua de llegada comparten una misma realidad nacional. Ramis habla perspicazmente de «autotraducción interestatal o en exilio» y de «autotraducción intraestatal o entre literaturas en contacto» (2013: 99).

7 Oustinoff recalca este atributo del autotraductor: «Un auteur peut naturellement prendre toutes les libertés en se traduisant lui-même, quitte à introduire des modifications majeures au texte original» (2001: 33).

8 Desideri opina, en consonancia con esta tesis, que «l’autotraduzione oscilla tra due poli, quello letterario come forma speciale di ri-scrittura e quello traduttologico come tipo particolare di traduzione» (2012: 16). Recuenco Peñalver alarga el abanico que depara la versatilidad de la autotraducción: «¿De qué hablamos cuando nos referimos a una autotraducción? ¿Se trata de una traducción, de un nuevo original, de una obra en evolución, de una segunda versión, de una versión definitiva que viene a suplantar la primera…?» (2011: 200).

9 De esta manera condensa Santoyo ese rasgo de la autotraducción: «Es una obviedad y casi una verdad de Pero Grullo (il va de soi) que en la traducción de autor el traductor es además, y también, autor: libre, por lo tanto, de actuar sobre un texto que es suyo» (2001: 248). En otro estudio, Santoyo expone en dirección pareja: «Ciertamente, autotraducirse es y no es traducir: el autor traductor de su propia obra actúa en su segunda redacción con una opcional libertad creativa que no le está permitida al traductor de obra ajena» (2002: 159).

10 Santoyo insiste en esta propiedad de la autotraducción: «A self-translation, just like any translation, is also another text, derived from a former original and, consequently, its reflected image (my apologies for such an obvious statement). But the self-translated text is not something alien to the original from which it derives, nor does it come from the hand of another author we call the translator: in self-translations both original and translated text are brought forth by one and the same hand, and therefore the hoped-for faithful, specular image may appear as deformed and distorted as the author may fancy» (2013: 28).

11 Anselmi esboza esta circunstancia: «Numerous authors writing in minor languages translate their works into major languages to reach a wider audience and more prestigious literary markets» (2012: 51).

12 Repárese, como paradigmas, en estas autotraducciones opacas del gallego al español: Herba moura (Vigo, Edicións Xerais de Galicia, 2005) / Herba moura (Madrid, Lumen, 2006), de Teresa Moure, y A praia dos afogados (Vigo, Editorial Galaxia, 2009) / La playa de los ahogados (Madrid, Ediciones Siruela, 2009), de Domingo Villar. La primera fue traducida a otros idiomas desde el texto autotraducido al español: portugués ( Erva-do-Diabo, Lisboa, Difel, 2007), italiano (Le tres donne di Cartesio, Milano, Corbaccio, 2008), neerlandés (Nachtschade, Utrecht, Signatuur, 2007) y serbio (Trava za zaljubljivanje, Beograd, Mono & Manjana, 2008). Únicamente la traducción catalana (Herba d’enamorar, Barcelona, La Campana, 2006) partió del texto en gallego. La novela de Domingo Villar se tradujo sin excepciones desde el texto autotraducido al español: inglés (Dead on a Galician Shore, London, Abacus, 2011), portugués (A Praia dos Afogados, Porto, Sextante Editora, 2013), italiano (La spiaggia degli affogati, Milano, Kowalski, 2010), alemán ( Strand der Ertrunkenen, Zúric, Unionsverlag, 2010), francés (La plage des noyés, Paris, Liana Levi, 2011), polaco (Plaża topielców, Wroclaw, Wydawnictwo Dolnośląskie, 2011), neerlandés. (Het strand van de verdronkenen, Uithoorn, Karakter Uitgevers, 2011) o sueco (De drunknades strand, Inbunden, Ekholm & Tegebjer, 2011).