:: TRANS 26. RESEÑAS. Págs. 389-392 ::

A (Bio)Semiotic Theory of Translation: The Emergence of Social-Cultural Reality

Kobus Marais

Nueva York, Routledge, 2019, 208 pp.

José María Castellano Martínez
Universidad de Córdoba

ORCID: 0000-0002-8179-1590

Optimización de las competencias del traductor e intérprete: Nuevas tecnologías –procesos cognitivos– estrategias

La Traductología comprendida como disciplina per se es cuestión de debate para muchos académicos. Entre tal denominación y Estudios de Traducción existe un abismo conceptual que gira en torno al propio propósito de investigación. Desde los diferentes enfoques y propuestas teóricas que han surgido fundamentalmente a partir de la década de los años 50 del pasado siglo, la traducción ha sido siempre objeto de crítica. Ya sean perspectivas lingüísticas, culturales o cognitivistas, entre tantas otras, se evidencia una falta de consenso académico que defina a la Traductología como disciplina autónoma que no precise de la multi o interdisciplinariedad tan apabullante de los últimos años. Kobus Marais propone una teoría de traducción que rompe con la tradición interlingüística imperante desde los postulados de Jakobson para retornar a los principios de Peirce y ampliar el espectro traductológico hacia una conceptualización más ambiciosa de la traducción que no se reduzca a lo interlingüístico. En esta obra, el autor organiza en seis capítulos su teoría (bio)semiótica en la que lleva a cabo una profunda revisión del concepto de traducción. Comienza su empresa con “Translation problematized” (pp. 1-10), donde critica cómo los Estudios de Traducción se han limitado a la traducción interlingüística, noción insuficiente ante el nuevo desarrollo tecnológico y el ambivalente panorama de la comunicación. A pesar de los numerosos turns que se han dado para conceptualizar la traducción, Marais afirma que aquellos no escapan del modelo interlingüístico de Jakobson. Ante esto, propone retornar a los fundamentos de Peirce (de los que también parte el lingüista ruso) en tanto que las sociedades y las culturas surgen por medio del proceso semiótico de creación de significados, esto es, de la traducción. La traducción se torna en fenómeno-proceso por el que se crean y construyen sentidos entre los individuos.

En el capítulo “Conceptualizing translation in translation studies” (pp. 11-46) el autor revisa en términos históricos los principales enfoques traductológicos desde 1945 y establece tres períodos bien diferenciados. Autores clásicos como Jakobson, Nida y Holmes en el primer período (1945-1972) ya anuncian la preponderancia del sesgo lingüístico en el estudio de la traducción. Más prolífico y amplio es el segundo período (1972-2007) en el que referencia los trabajos de Toury, Steiner, Baker, Tymoczko y Stecconi. Entre estos autores, destaca la consideración semiótica en la epistemología traductológica. Si bien las conclusiones de Marais son variopintas, constata la misma visión interlingüística que en la etapa anterior. Merecen especial mención por parte de Marais la posición postpositivista de Tymoczko —el problema de los Estudios de Traducción no se limita solo a ideas, sino a ideas en un espacio-tiempo— o la tímida propuesta de conceptualización semiótica de Stecconi. En un segundo plano, el autor revisa los trabajos de Nord, Lefevere, Cosculluela, Deledalle-Rhodes, Sturge y Bassnett y su cultural turn que, si bien pretende ofrecer una alternativa en el plano cultural, se mantiene en la misma tradición interlingüística. El período tercero y último (2007-2018) se caracteriza por un mayor enfoque sociológico con exponentes como Bandia, Venuti, Gentzler, Hermans o Munday. El autor se centra en los postulados de Tyulenev y su conceptualización de la traducción en términos sistémicos —en tanto que la traducción explica la comunicación entre sistemas sociales—, así también en Robinson, Sonzogni, Littau y en Gambier y Van Doorslaer, siendo estos últimos promotores de la visión interdisciplinar de los Estudios de Traducción. Concluye Marais que los enfoques sociológicos tampoco cambian la conceptualización de la traducción per se, pues sigue el enfoque de traducción interlingüística. Lo anterior permite introducir el capítulo “Conceptualizing translation in semiotics” (pp. 47-82) y retomar la cuestión de la traducción intersemiótica como posible punto de partida para reformular la cuestión. Para ello, Marais define un marco a partir de los postulados de Gorlée, Petrilli, Torop, y Eco, entre otros autores. Gorlée argumenta que la escasa vinculación entre la Traductología y la Semiótica apenas se nutre de los trabajos de Saussure frente a las posibilidades que la teoría de Peirce ofrece al considerar la semiosis como proceso. Al alimón de Gorlée, Marais aprovecha para plantear la necesidad de incorporar el binomio entropía-neguentropía para abordar la conceptualización de la traducción como proceso espacio-tiempo que incluya la teoría de los signos. Asimismo, las reflexiones sobre la traducción del polifacético Eco ya despuntan, de entre las categorías de Jakobson, la traducción intersemiótica como la más innovadora. Sin embargo, Marais achaca falta de claridad en los conceptos con los que Eco conceptualiza la anterior (sistema, signo verbal y no verbal, etc.) y afirma que el semiólogo italiano yerra al igual que Toury o Pym al limitarse al concepto de traducción interlingüística y perpetuar la idea interlingüística entre los Estudios de Traducción y sus fines. Por su parte, Petrilli sí considera que tanto Semiótica como Traductología estudian el mismo objeto, aunque desde diferentes perspectivas, pues la traducción es un proceso de creación de significados. Mientras que Torop identifica cuatro tipos de traducción que, si bien no termina de convencer a Marais, sí destaca la consideración de que el propósito del proceso de traducción en la tríada del signo de Peirce (representamen, objeto e interpretante) no se limita sólo a la mediación, sino a la creación de significados. Finaliza Marais este interesante capítulo reafirmándose en el linguocentrismo y antropocentrismo que limitan la reflexión de los Estudios de Traducción.

Sin dudas, será el cuarto capítulo “Translation: the process underlying semiosis” (pp. 83-119) en el que Marais comienza a argumentar cómo una teoría integral del sentido puede ayudar a los traductólogos a comprender el espectro total de la traducción. Si la traducción es un fenómeno-proceso, se precisa explicar las trayectorias o atracciones semióticas que se dan en el mismo. Por este motivo, recurre de nuevo a Peirce en cuyo metalenguaje semiótico profundiza con mayor ahínco para hablar de la faneroscopia y la tríada semiótica anteriormente mencionada. De todo esto se sirve el autor para introducir la cuestión biosemiótica en la que posteriormente se centra: si la semiótica estudia los sistemas de signos con los que los seres humanos construimos nuestras realidades e ilusiones, la biosemiótica lo hará con respecto a la interacción de los organismos vivos entre sí y su contexto (cómo obtienen y construyen el conocimiento para sobrevivir a su entorno). Estar vivo significa estar conectado e interactuar con sistemas a nivel físico (lo material) y semiótico (aquello que no es material).

A tenor de lo anterior, el autor propone su teoría en “Conceptualizing a semiotic theory of translation” (pp. 120-157) en donde vuelve a incidir en el problema del enfoque lingüístico predominante y establece una categorización para la traducción (proceso-fenómeno) que se justifica en la tríada de Peirce desde un enfoque tridimensional: a) traducción representamen (de impronta sensorial), b) traducción objeto (realismo semiótico) y c) traducción interpretante (dinámica, inmediata y final). La concepción tradicional de la traducción por parte de los Estudios de Traducción resulta estática al precisar de un texto original (TO) y un texto meta (TM), pues para Marais son categorías espaciales y demasiado restringidas en términos de estabilidad. Frente a esto, el autor propone términos alternativos como incipiente o subsiguiente en el marco de la conceptualización de la traducción como proceso en el que se crean relaciones entre significados que crean a su vez nuevos significados y así ad infinitum (p. 123). El factor tiempo es importante con respecto al espacio en la conceptualización tradicional de la traducción. Para ello, el autor recurre a Merrell, quien considera que la traducción de un signo o concepto no consiste en un eje X-Y sobre el plano cartesiano, sino que es una espiral que se inicia dentro de un espacio tridimensional cuya finalización de ciclo no regresa adonde comenzó, sino a algún otro punto espacial y temporal. Para continuar con su propuesta, Marais precisa de la asunción del caos como origen del universo. Este desorden de materia adopta puntualmente formas, hábitos o trayectorias, modelos y patrones en donde ciertas materias tienen la característica de cobrar vida, y de entre estas, ciertas tienen la capacidad de la consciencia. El autor reconoce que el objeto de esta compleja forma de pensamiento es averiguar los modos por los que se explica el surgimiento de la organización semiótica, el hábito, la trayectoria, el patrón que surgen a través de los procesos de traducción, esto es, de creación de significados entre los individuos (p. 134). La traduccion es, por lo tanto, una labor semiótica y de carácter neguentrópico que —he aquí el matiz que puede ser de gran utilidad en lo teórico—, ejecutada por un agente, cambia cualquiera o cualesquiera de los componentes de un sistema de signos o cualquiera o cualesquiera de las relaciones entre aquellos, o de las relaciones entre el signo y su entorno en términos de espacio-tiempo.

Finaliza esta obra con el breve “Translating socio-cultural emergence” (pp. 158-186), donde el autor pretende reforzar el capítulo anterior y recurre para ello al Segundo Principio de la Termodinámica. Según esta ley física, todo en la realidad subyace en la tendencia de los procesos a incrementarse en el tiempo (entropía). En todo momento el autor justifica su propuesta de prefijo bio integrador en contraposición al modelo cartesiano que diferencia férreamente por una parte el materialismo de las Ciencias en donde el significado es mecánico y, por otra, el idealismo propio de las Letras en las que el significado se corresponde con procesos del pensamiento. Frente a esto, Marais se refiere al uso semiótico para explicar la sociología del conocimiento y menciona a exponentes como Latour y su consideración de la traducción como el proceso en el que, entre otros, lo material se traduce al fenómeno semiótico; o Greimas, quien asume que el conocimiento supone un proceso semiotizante en el que proyectamos lo discontinuo en el continuo, esto es, la realidad semiotizante significa irremediablemente perder parte de la información total en favor de la significación. En pocas palabras, la teoría (bio)semiótica de la traducción concibe la traducción como el fenómeno-proceso que se formula continuamente en la tridimensionalidad espacio-temporal por la que se crean y construyen significados.

En conclusión, A (Bio)Semiotic Theory of Translation: The Emergence of Social-Cultural Reality presenta un desafío teórico y conceptual para los Estudios de Traducción. Marais critica sin tibieza la preponderancia lingüística en lo traductológico, así como la incapacidad de este tradicional enfoque para dar respuesta a los desafíos y retos que la comunicación multimodal, multicanal o transmedia plantea a la traducción en donde insta a los traductólogos a devolver la mirada al marco semiótico para ofrecer un concepto de traducción más ambicioso y abarcador que el de mera traducción interlingüística. Se trata, quizá, del siguiente estadio al que nuestra disciplina se adentra en pleno siglo XXI; y precisa de crítica y aperturismo suficientes que posibiliten la aplicabilidad real y efectiva de los resultados que nuestros estudios ofrecen. El cambio de paradigma que propone Marais merece, al menos, atención y consideración académicas, aunque para muchos sirva para reafirmarse en los fundamentos teóricos lingüísticos y culturales ya asumidos.