:: TRANS 26. RESEÑAS. Págs. 397-401 ::
Mª Carmen África Vidal Claramonte
Granada, Comares, 2022, 107 pp.
David Marín Hernández
ORCID: 0000-0002-5512-0689
Las migraciones son inherentes a la condición del ser humano. Tal como nos demuestran los hallazgos arqueológicos y los estudios genéticos, el homo migrans se ha estado desplazando desde la noche de los tiempos por todo el planeta. En las últimas décadas, sin embargo, la intensidad de los fenómenos migratorios les ha concedido un especial protagonismo y ha atraído sobre ellos la atención de múltiples disciplinas sociales, entre ellas, los estudios de traducción. Una de las líneas de investigación más fructíferas de la traductología reciente se ha centrado en las repercusiones lingüísticas que el desplazamiento implica para el migrante. Incluso en aquellos casos en los que este abandona su país por obligación y sin tiempo para hacer el equipaje, siempre hay algo que el migrante lleva consigo: su lengua. Y por muy competente que llegue a ser en la nueva lengua de la sociedad que lo acoge, su idioma materno (con todas las resonancias culturales y sentimentales que este arrastra consigo) no lo abandonará nunca. El migrante es, por ello, un “ser traducido” (Salman Rushdie), un individuo que estará continuamente traduciéndose a sí mismo, un ciudadano fronterizo que vivirá entre dos culturas. Esta manera de concebir la traducción (no como una mera operación interlingüística, sino como una condición existencial, como la nueva patria del desarraigado) está generando en los últimos años muchas y muy interesantes reflexiones con profundas repercusiones tanto en el plano teórico como en la práctica de la traducción. No son pocos los traductólogos (Blommaert, Canagarajah, Gentzler, Kellman, Kramsch, por citar solo algunos) que están estudiando en qué medida el concepto tradicional de traducción puede ensancharse a partir de la experiencia de estos hablantes multilingües que han hecho de la traducción (esto es, de la transformación, del cambio) uno de los componentes esenciales en la construcción de su identidad.
Una de las autoras imprescindibles en este campo es África Vidal Claramonte, catedrática de la Universidad de Salamanca. Varios de sus trabajos más recientes versan sobre los textos híbridos de las autoras latinas en EE.UU. y la dificultad de traducir las obras en las que el inglés y el español se fusionan para generar una literatura translingüe. No es de extrañar que la doctora Vidal Claramonte se sintiera atraída por esta literatura en la que la hibridación lingüística refleja una actitud política en defensa del mestizaje social, pues una de las constantes en su trayectoria investigadora ha sido el estudio de la traducción como hecho social y político en el que se pueden rastrear las huellas de las relaciones asimétricas de poder (Traducción y asimetría). El título de uno de los últimos proyectos de investigación que ha dirigido resume perfectamente la temática a la que se adscriben algunos de sus últimos trabajos: “Violencia simbólica y traducción: retos en la representación de identidades fragmentadas en la sociedad global”.
Este interés la ha llevado a adentrarse en territorios muy variados de la traductología, desde las repercusiones de las relaciones de género en la práctica de la traducción hasta la situación de los traductores en las guerras. En todos estos trabajos subyace una concepción del lenguaje como instrumento (como arma) para construir la realidad. Siguiendo esta idea que vertebra todo su pensamiento, África Vidal estudia ahora el desafío que las comunidades lingüísticas minoritarias le lanzan al monolingüismo hegemónico, entendiendo por monolingüismo no una mera referencia cuantitativa, sino un “paradigma que nos proporciona una sensación de pertenencia y nos reafirma en una narrativa clara […] sobre una identidad unívoca, completa y cerrada” (p. 42). En este ámbito se enmarca su última publicación hasta la fecha: Ilan Stavans, traductor. Si en su anterior trabajo sobre este tema África Vidal nos ofrecía una visión panorámica de las voces latinas en Estados Unidos (Traducción y literatura translingüe. Voces latinas en Estados Unidos), en esta ocasión ha optado por concentrar el foco en un traductor concreto y ofrecernos la semblanza de uno de los escritores que mejor ilustran esta concepción de la traducción como apuesta por la hibridación y la inestabilidad identitaria: Ilan Stavans. Mucho más leído y estudiado en Estados Unidos que en España, resulta extremadamente difícil encuadrar a Stavans en alguna categoría concreta, puesto que una de sus características más notables es su aversión a ser enclaustrado en una única identidad cerrada. Anticipemos algunos de los datos que el lector encontrará en este libro:
[E]scritor, académico, profesor y traductor judío-mexicano-norteamericano con una producción ingente: ha publicado más de cuarenta libros, más de setenta ediciones, […] traducciones y una infinidad de artículos. Está al frente de la editorial Restless Books, donde la traducción es una constante, así como la idea de dar voz a los subalternos. Es profesor de cultura latina y latinoamericana en Amherst College. Se define como filólogo. Ha recibido multitud de premios y reconocimientos. La obra de Stavans está traducida a veinte lenguas y se ha adaptado para el teatro y la pantalla. La lista de méritos podría seguir. (p. 29)
Añadamos a estas pinceladas que Stavans habla yiddish, hebreo, inglés y español. Pero si África Vidal ha decidido concentrarse en Stavans no es por las muchas lenguas que habla o las múltiples obras que ha publicado y traducido, sino porque este prolífico traductor y traductólogo es el ejemplo paradigmático del multilingüismo hacia el que tiende el mundo contemporáneo y que ya es una realidad para multitud de hablantes. Como teórico de la traducción, Stavans se ha manifestado en sus muchos trabajos a favor de una concepción fragmentada y múltiple de la identidad, esto es, en contra de posturas esencialistas que propugnan la pureza y la homogeneidad social. La frontera (física y metafórica) es para Stavans el territorio más fértil intelectualmente, pues nos desestabiliza y nos obliga a cuestionarnos de forma continua. En este afán por huir de la zona de confort, Stavans llega incluso a traducir desde lenguas que desconoce mediante diversas estrategias (p. 95) con las que pretende introducirse en esos recovecos gramaticales y léxicos que suelen pasar desapercibidos a los hablantes nativos. Cuando abandona la comodidad de lo conocido para adentrarse en el terreno fértil de lo “unhomely” (Bhabha), Stavans nos recuerda a la “literatura exofónica” (pensemos, por ejemplo, en novelistas como Yoko Tawada).
Esta breve obra de algo más de cien páginas, en la que resuenan los ecos de trabajos previos y conferencias de África Vidal, se nos presenta como un ensayo en el que la autora vuelve a hacer gala del estilo literario que caracteriza su escritura. El libro está dividido en cinco capítulos de alrededor de veinte páginas cada uno y viene acompañado de un prefacio de Steven G. Kellman. En el primero de los capítulos se nos describe el posmonolingüismo como un nuevo paradigma que fomenta la diversidad lingüística y se reflexiona sobre la postura ética que ha de adoptar el traductor para preservar la apuesta por el mestizaje de la literatura translingüe. Tras esta exposición inicial, las siguientes páginas se dedican a la figura de Stavans y las múltiples caras de su personalidad poliédrica. Reaparecen una y otra vez en este retrato intelectual algunas constantes: su apuesta por el mestizaje cultural y lingüístico; su negativa a decantarse por una sola de las muchas lenguas o tradiciones en las que ha sido educado; su elección de la inestabilidad y el movimiento (es decir, de la traducción) como ingrediente definitorio de su identidad; en suma, su rechazo a dejarse atrapar por identidades fijas, puras, unívocas.
En esta semblanza de Ilan Stavans, África Vidal no se limita a resumir el pensamiento de este traductólogo, sino que lo hace dialogar con otros muchos autores que, desde posturas similares, también han desmontado el esencialismo identitario. Esta es, de hecho, una de las grandes virtudes del trabajo que se está reseñando: a partir de las reflexiones personales de Stavans, África Vidal va tejiendo una densa red de conexiones con otros pensadores, de manera que esta obra no solo complacerá a los ya interesados en esta temática, sino que también resultará de especial utilidad a quienes deseen adentrarse en ella, pues encontrarán en estas páginas los autores y las obras clave con los que profundizar en esta línea de investigación.
Se trata, pues, de un trabajo polifónico en el que las múltiples citas que se intercalan de forma constante se fertilizan recíprocamente y adquieren nuevas significaciones gracias a esta conversación intertextual moderada por la autora, lo cual podría entenderse como un guiño borgeano que Vidal le lanza a Stavans: un juego de espejos en el que la retratista muestra su afinidad con el retratado. El espíritu de Borges, en efecto, deambula por muchas páginas del libro, no solo porque es uno de los autores de referencia para Stavans (especialmente en la propuesta de difuminar la frontera entre original y traducción), sino porque también África Vidal pone en práctica durante la escritura de su ensayo muchas de las ideas del escritor argentino. Es significativo, en este sentido, el título del capítulo con el que se cierra el libro: “Para no concluir” (utilizado también por la autora en ensayos anteriores). Las reflexiones de África Vidal no pretenden en ningún momento zanjar los temas abordados mediante una conclusión definitiva, sino invitar al lector a continuar la reflexión, como si esta obra se descompusiera “en un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales” (p. 27) que conectan la traductología con otras disciplinas y nos obligan a reajustar nuestra forma de concebir la traducción. A este nuevo “outward turn” (Bassnett y Johnston) se adscriben muchas de las reflexiones del libro, como cuando se nos presenta la ciudad como un texto en continua traducción (p. 68), o cuando se establece una analogía entre la autotraduccion y el autorretrato en la Historia del Arte (p. 77), o cuando Vidal y Stavans conversan sobre los modernos memes en las redes sociales y nos los presentan como reescrituras borgianas a las que se les van añadiendo capas de significación (p. 78).
La faceta traductora de Stavans no podía faltar en esta obra. Adquiere especial protagonismo en el capítulo cuatro, en el que África Vidal nos describe algunas de las traducciones hacia el spanglish que Stavans ha publicado. Aunque no le han faltado críticas por haber reescrito obras clásicas de la literatura universal en esta lengua híbrida (quizás por estar vinculada a estratos socioculturales desfavorecidos), Stavans defiende sus traducciones en spanglish como un acto político con el que subvertir la hegemonía del monolingüismo y desafiar las posiciones puristas de las instituciones normativas, más propias de épocas pretéritas en las que se sentía la necesidad de apuntalar la uniformidad del Estado nación en detrimento de su diversidad interna. Mediante este uso literario del spanglish, Stavans reivindica el mestizaje cultural y lingüístico en el que viven millones de personas. En su defensa de estas traducciones translingües surge otro de los grandes filósofos que merodean en el pensamiento de Stavans: Walter Benjamin. En una argumentación de evidente raigambre benjaminiana, Stavans concibe la traducción como un enriquecimiento del texto original, una vía para completarlo, para ampliar sus posibilidades significativas. En estas páginas dedicadas al spanglish reaparece nuevamente la profunda sintonía entre Vidal y Stavans, pues la autora predica con el ejemplo y emplea ella misma el spanglish en algunos pasajes de su ensayo (que quizás constituyan el primer uso de esta lengua híbrida en un texto académico publicado en España).
Con esta obra África Vidal vuelve a demostrar no solo la solvencia necesaria para cartografiar toda una línea de pensamiento, sino también su gran habilidad como divulgadora: las múltiples referencias a todo tipo de obras (desde los clásicos de la literatura universal hasta la cinematografía más reciente, pasando por las novelas de autoras translingües latinas, africanas o asiáticas) están engarzadas de tal manera que, a medida que avanzamos en la lectura, se va dibujando ante nosotros esa sfigura del tapiz que nos permite captar, como si la estuviéramos contemplando desde un dron, toda una región de los estudios de traducción que, sin duda, seguirá generando mucha bibliografía. Esperamos con impaciencia la próxima obra de África Vidal.