:: RESEÑAS. Págs. 613-615 ::
Pascaline Faure (dir.)
Bruselas, Peter Lang, 2021, 136 págs.
Tamara Varela Vila
Esta obra, dirigida por Pascaline Faure, tiene por objetivo realizar un análisis comparativo interlingüístico que permita abordar las dificultades y retos a los que se enfrentan las diferentes lenguas de la medicina. Para ello, su autora se rodea de reconocidos especialistas que se encargan, en cada uno de los capítulos, de ilustrar el estado actual y las perspectivas de futuro del discurso médico en inglés, francés, alemán, español, italiano y portugués, haciendo especial hincapié en los distintos mecanismos empleados por estas lenguas para crear nuevos términos. El prestigioso John Humbley firma el prefacio, tras el cual la propia Pascaline Faure introduce la obra, compuesta por seis capítulos dedicados a cada una de las lenguas objeto de estudio.
El primer capítulo, centrado en la lengua inglesa, lo redacta la propia Pascaline Faure en tanto que especialista en el discurso médico en este idioma. En él se describe la extraordinaria capacidad del inglés médico para formar nuevas denominaciones mediante, por ejemplo, el uso de antropónimos, términos motivados, topónimos o préstamos, así como para abreviarlos en aras de una comunicación más fluida. Del mismo modo, analiza el empleo de la jerga o el argot por parte de los profesionales médicos para encriptar sus mensajes con el fin de no alertar o herir a los pacientes. Resulta de especial interés la gran variedad de ejemplos que proporciona.
La autora defiende que, a pesar de que es innegable la existencia de imprecisiones terminológicas en el inglés médico (términos aproximativos o ambiguos, arcaísmos, dobletes…), la intervención de organismos como la OMS, que en 2015 publicó una serie de recomendaciones para la denominación de las nuevas enfermedades infecciosas humanas (OMS, 2015), hace que los términos creados sean cada vez más motivados y, por tanto, precisos.
La última parte del capítulo se dedica a la lengua del paciente y, más concretamente, al uso de términos de origen germánico por parte de los pacientes frente a los términos usados por los profesionales médicos, de origen greco-latino. Así mismo, la Faure aborda el empleo de los eufemismos y el cambio que han supuesto las series médicas en el conocimiento del vocabulario especializado por parte de la población general.
El segundo capítulo lo firma Serge Quérin, que realiza una aproximación a las características del discurso médico en lengua francesa. El autor lleva a cabo una presentación detallada de los distintos métodos para acuñar términos médicos en lengua francesa, como la composición y la derivación, la creación de epónimos mediante antropónimos o topónimos, o el uso de acrónimos, siglas y otros métodos abreviativos. Del mismo modo, analiza la fraseología y las colocaciones propias del francés de la medicina y otros recursos frecuentes como la metonimia, la metáfora o la hipálage. Destaca los esfuerzos institucionales (p. ej., del Comité d’études des termes médicaux français o de la Commission générale de terminologie et de néologie en Francia, y del Comité québécois d’étude du français médical en Quebec) para acuñar términos bien conformados y evitar los anglicismos.
Quérin dedica también un apartado a la normalización de los nombres de medicamentos mediante las denominaciones comunes internacionales (DCI), a la coexistencia de la Terminologia Anatomica (TA) con la terminología anatómica clásica, y a la actualización de la nomenclatura de los trastornos mentales, especialmente con el fin de evitar términos estigmatizadores. Los ejemplos proporcionados son numerosos y muy ilustrativos de los distintos recursos con los que cuenta el discurso médico en lengua francesa.
Gabriele Berghammer es la encargada, en el tercer capítulo, de presentar la situación del alemán como lengua de la medicina. Para contextualizar su análisis, realiza un valioso recorrido histórico: desde Hipócrates a la actualidad, pasando por el Renacimiento, época en la que las lenguas vernáculas comienzan a emplearse en lugar del latín, y por la pérdida de la hegemonía del alemán como lengua de la ciencia tras la segunda guerra mundial. La segunda parte del capítulo está dedicada a las características del alemán médico y, concretamente, a la influencia de las diferentes nomenclaturas (como las ya mencionadas TA o DCI) y a la variedad de mecanismos para la creación de términos (el uso de formantes principalmente griegos, pero también latinos sin naturalizar; la presencia de huellas del árabe, el hebreo o el francés; el empleo de epónimos o abreviaciones, etc.). Es especialmente interesante la reflexión que esta autora hace sobre la paulatina sustitución de aquellos términos formados por antropónimos de personas de dudosa honorabilidad, especialmente aquellas ligadas al régimen nazi o con una ética muy reprochable desde la perspectiva actual.
En la tercera y última parte del capítulo, Berghammer defiende el uso del alemán (y de las lenguas vernáculas en general) en la publicación de los resultados científicos, así como en entornos no internacionales, como congresos o talleres con asistentes de habla alemana. Se apoya en diferentes estudios que aportan datos sobre la considerable reducción de la comprensión y de la participación por parte de la audiencia si las presentaciones se hacen en inglés en lugar de en su lengua materna.
El cuarto capítulo se centra en el español médico y corre a cargo de Carmen Quijada Diez. Comienza destacando la privilegiada posición que la lengua española ocupó gracias al rey Alfonso X el Sabio, cuyo impulso haría que en el siglo XV se convirtiese en una de las lenguas más relevantes de expresión médica en Europa, además del latín. En la segunda parte del capítulo, la autora desgrana la terminología médica actual en español, desde el origen de los términos médicos (principalmente con formantes provenientes de la lengua griega, pero también del latín, híbridos greco-latinos y formantes de otras lenguas), hasta el uso de epónimos, abreviaciones y acrónimos, y los diferentes tipos de neología empleados. Concretamente, considera que debe darse más importancia a aquella neología que Gutiérrez Rodilla (2005: 58-59) denomina «sintáctica», que hace que la estructura del español se vea contaminada por la sintaxis de la lengua inglesa, una fuente de impropiedades y confusiones.
En la última parte, Quijada Diez pone de manifiesto la inexistencia de un plan institucional de defensa y promoción del español como lengua de la ciencia y de la medicina. Pone sobre la mesa un hecho tan innegable como inconcebible: que muchos profesionales médicos que se forman en España reciben formación en inglés, cuando uno de los objetivos de esa formación debería ser aprender a comunicarse de forma eficaz con sus pacientes.
Rosa Piro es la encargada de describir el panorama del discurso médico italiano en el quinto capítulo. Presenta, en primer lugar, los distintos procesos de formación de los términos médicos en lengua italiana, que incluyen una base latina enriquecida con formantes griegos, árabes, franceses y de otras lenguas, más o menos adaptados. En segundo lugar, la autora realiza diferentes reflexiones lingüísticas sobre el lenguaje médico tomando como base el análisis del Lessico Medico Italiano (Benigno y Li Voti, 2012). Concretamente, empleando este diccionario, extrae, clasifica y analiza una serie de denominaciones eponímicas, toponímicas y compuestas por nombres de profesiones, de animales y de agentes atmosféricos que resultan de sumo interés. Asimismo, estudia las diferentes denominaciones metafóricas, onomatopéyicas y eponímicas utilizadas para designar los distintos ruidos corporales, especialmente los cardíacos. La autora mantiene una actitud positiva respecto a la autonomía del italiano frente a la presión del inglés en el campo médico.
El sexto y último capítulo, de la mano de Ana Julia Perrotti-Garcia, presenta las características del discurso médico en portugués de Brasil. Tras conducirnos brevemente por la historia del portugués como lengua médica, la autora destaca las duplicidades existentes a causa de la formación de términos mediante afijos griegos y latinos con el mismo significado, y describe los distintos métodos de creación de abreviaciones y acrónimos, todo ello convenientemente ejemplificado. A continuación, analiza la conveniencia del uso de epónimos y préstamos, además de proponer distintos ejemplos del modo en que la población general expresa diversos términos y unidades fraseológicas del campo médico, y de los eufemismos utilizados tanto en contextos especializados como por parte de los pacientes. Para finalizar este capítulo, Perrotti-Garcia destaca la labor de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA), que fomenta el desarrollo de una terminología médica adecuada en portugués de Brasil.
Estos seis capítulos ofrecen un completo panorama de la situación actual de las lenguas de la medicina estudiadas. El lugar hegemónico que ocupa el inglés en la ciencia en general y en la medicina en particular le confiere unas características muy diferentes a las del resto de las lenguas objeto de estudio, y es innegable su valor en tanto que lingua franca. En cuanto al resto de las lenguas que en esta obra se analizan, el interés se centra precisamente en que puedan desarrollar todo su potencial sin sucumbir a la presión del inglés: por un lado, acuñando neologismos bien conformados; por otro, siendo empleadas siempre que sea posible en la comunicación médica especializada, tanto oralmente como por escrito. Los distintos análisis comparativos propuestos permiten observar que todas estas lenguas disponen de suficientes recursos propios para la creación terminológica y fraseológica, como ponen de manifiesto los múltiples ejemplos pertinentes y esclarecedores que se brindan en cada capítulo. Sin embargo, cuentan con niveles muy dispares de apoyo institucional, lo que va a condicionar en buena medida el lugar que ocupen tanto en el plano nacional como internacional en el futuro.
Referencias
Benigno, Pietro y Pietro Li Voti (2012): Lessico Medico Italiano, Turín; goWare.
Gutiérrez Rodilla, Bertha María (2005): El lenguaje de las ciencias, Madrid: Gredos.
OMS (2015): World Health Organization Best Practices for the Naming of New Human Infectious Diseases. Recuperado de <https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/163636/WHO_HSE_FOS_15.1_eng.pdf>