:: RESEÑA. Págs. 588-591 ::
María Luisa Rodríguez Muñoz
Madrid, Sindéresis, 2019, 256 págs.
Víctor Anguita Martínez
Carente necesidad la de introducir la fuerza de poder político que oculta la traducción en las esquinas de sus jerarquizaciones culturales. Sin embargo, la obra que aquí reseñamos es todo un enclave de la visibilidad tardía de fenómenos subversivos de la praxis traductora en relación con la literatura poscolonial americana y su acogida en los EE.UU.
De su autora, el prólogo del catedrático Juan Pedro Monferrer Sala nos deja poco que introducir. La Dra. María Luisa Rodríguez es profesora en la Universidad de Córdoba e investigadora avezada en traducción literaria y de arte, actividades que ha compaginado con su trayectoria como traductora jurada. El presente trabajo recoge varios años de investigación, donde la interculturalidad queda patente no solo en el objeto de estudio, sino en el arduo trabajo de compilación bibliográfica mediante diversas estancias de investigación, valor fundamental para la representatividad del trabajo crítico de la autora.
El volumen cuenta con una división estructural de cinco capítulos, precedidos del prólogo que acabamos de nombrar y seguido de las referencias bibliográficas y anexos taxonómicos de los subgéneros internos del corpus que completan el giro de 360 grados de la investigación. Como objetivo central, el estudio se ocupa de indagar en la fenomenología socio-política que propulsó el Boom de los 60 y su respectivo fenómeno traductológico. A este fin, somete a microscopio el neorrealismo de Pantaleón y las visitadoras, obra menor del Nobel peruano, Mario Vargas Llosa, justificando la elección en el carácter rompedor con el canon imperante marcado por el modernismo y el realismo mágico.
En la introducción y primer capítulo encontramos varias reflexiones de especial interés para la concepción cultural de la novela y que exhorta al lector a la reflexión sobre cuestiones de lo contrario recónditas: la institucionalización estadounidense de la llegada de imágenes de otros continentes y el colonialismo sumergido en una visión subdesarrollada del continente Sudamericano. Una segmentación semiótica impuesta por estereotipos retroalimentados que vienen determinados por factores superpuestos a la mera reescritura y que no son otros que el cierre blindado a aspectos que no encajan en el molde del exotismo sureño.
Consciente de ello, la Dra. Rodríguez individualiza los hechos históricos que contextualizan la obra del Nobel y que sirven de bazar cultural para defender la crítica de dicha jerarquización cultural como hipótesis y perspectiva del análisis contrastivo. Sin extendernos demasiado y extrayendo de la obra el término “incentivo geopolítico” en plena Guerra Fría, destacan los avances del comunismo cubano y los distintos mecanismos que actuaron los Estados Unidos para contrarrestar su influencia financiando asociaciones para la divulgación de la cultura latinoamericana. Estos contribuyeron a la creación de bestsellers latinoamericanos en el mercado editorial estadounidense, al precio de la exclusión de autores ajenos a lo que preconcebidamente se consideraba el canon sureño, es decir, el modernismo y realismo mágico de Isabel Allende, Borges o Gabriel García Márquez. Estos movimientos que surgieron como contrafigura al realismo convencional de la primera mitad del siglo xx y a la centralización del español por parte de instituciones peninsulares. En línea contraria, Mario Vargas Llosa se desliga de la fuerte influencia para dar vida a una obra con una carga humorística potente y de gran maestría narrativa.
Por otro lado, en el capítulo tres, la autora hace gala de sus conocimientos exhaustivos en Traductología y nos hace de guía por un viaje diacrónico a través de la polaridad pendular en el devenir metodológico de la traducción. A partir de la traducción literal, se recogen las diferentes visiones de la traducción oblicua y el nacimiento de las escuelas de traducción que sirvieron para su alzamiento como disciplina independiente. Desde las belles infidèles y la muerte al TO con el resurgir de la figura del traductor, remamos por los meandros de las contribuciones científicas en este ámbito humanístico, que vivió una gran revolución con el funcionalismo y la escuela de la manipulación. Poco después sumó el giro cultural de la traducción, cuyos máximos exponentes son Ayala y Nord, que sentenciaron el despotismo de la forma en virtud de una fidelidad bidireccional, aquella hacia el TO en contenido y al TM en la naturalidad. Con la atención sobre los culturemas y las asimetrías en los pares de lenguas en contacto, la autora dirige coherentemente la teorización (Tymoczko o Miranjana, entre otros) del acto traslativo hacia el debate de la jerarquización de poderes y la interacción literaria postcolonial. Para ello, recuerda que el traductor, en cuanto armado del mecanismo de conquista o liberación, ha de considerar la formación carente de prejuicios y tomar consciencia de su rol antropológico, para que su máxima sea el equilibrio entre la adaptación y la extranjerización con la que combatir el etnocentrismo del destinatario.
Una vez concluida esta introducción contextual y teórica sobre la que cimienta la metodología de su análisis, encontramos un comentario filológico (contenido y forma) de la novela del peruano. Como premisa, recurre a los escasos estudios críticos existentes y publicados casi de forma contemporánea a la fecha de publicación de la traducción. De nuevo, destaca la madurez investigadora de la Dra. Rodríguez al condensar aportaciones en otras lenguas, un ejemplo candente de la precisión de su investigación y la ambición representativa de su trabajo.
Sin embargo, remarca la pertinencia del estudio en la poca presencia de estudios académicos previos centrados en esta obra menor del autor y en el humor casi satírico de corte costumbrista. El ritmo narrativo lo consigue el contraste de escenarios y conversaciones paralelas, un ritmo veloz a través de omisiones verbales, períodos breves y las acotaciones escasas del narrador. Se describen los rasgos idiolectales de los personajes, el registro alto contrastante con la vulgaridad de los argumentos conversacionales de los personajes.
Consecuentemente al alto porcentaje dialógico del libro, la oralidad fingida se plantea como el principal reto de traducción. A cada rasgo estilístico del peruano, la autora extrae una serie de retos traductivos que reagrupa en culturemas, variedad diafásica, humor e ironía, erotismo y ortotipografía. Sobre este último aporta documentación bibliográfica sobre la posición del mismo autor, imposición pertinente para no perder la intención comunicativa de su escritura que parece ignorada por los traductores estadounidenses.
Acto seguido acota el corpus de análisis, compuesto por un total de veinte fragmentos de diálogo seleccionados para abarcar las categorías que acabamos de demostrar. Toma los fragmentos donde se agruman rasgos ideológicos y la variedad peruana es mayor. El análisis presenta el original cotejado en espejo con la traducción al inglés estadounidense, seguido de un comentario subdivido en tres categorías: en primer lugar, el nivel paradigmático y sintagmático, en segundo lugar, el nivel léxico; por último, un nivel traductológico donde trata las cuestiones de la reescritura que no son clasificables en las anteriores.
Sin entrar en lo específico, el análisis oscila entre las divergencias sintácticas, la estructuración del discurso, la búsqueda de equivalentes, señalando errores y aplaudiendo aciertos. Más allá de un mero parangón entre original y traducción en búsqueda canina de errores, la autora propone un estudio descriptivo de la traducción como producto, que perfila con notas al pie de página de índole documental sobre los peruanismos, estudios teóricos sobre un hecho concreto o para profundizar sobre la terminología traductológica empleada. El análisis textual está en equilibrio entre la forma estructural y las intenciones comunicativas de la obra, incurriendo en la recepción de la traducción. Un corte pragmático que considera, de forma acertada, las distintas técnicas empleadas para saltar los escollos de traducción que marcábamos previamente y proponer, en algunos casos, versiones posibles como alternativa al texto en mercado.
Concluye la investigación con una lectura reagrupada de las imprecisiones en el texto meta con la que traza una serie de patrones en la praxis de los traductores, para los que encuentra, en algunas ocasiones, una justificación en hechos históricos del momento de la traducción. Llega a conclusiones interesantes que dejamos descubrir al lector, pero que resumimos una falta de homogenización en las técnicas traductoras, una mayor extensión en la L2, una tendencia a la generalización de los peruanismos, un cambio del continuum verbal y cambio temporal de los verbos, entre otros.
La autora consigue verificar la hipótesis del estudio y demuestra una imposición limitante de la cultura receptora sobre la original. Prejuicios sobre la transcripción de las consonantes líquidas de personajes de origines asiáticos, la estandarización de las unidades fraseológicas en inglés o la modulación sutil de comentarios negativos en las conversaciones entre personajes masculinos, que se refieren a aquellos femeninos, demuestran la sumisión de los traductores a unos estereotipos que no pretenden abandonar y que denotan la supremacía altiva del norte del continente respecto al sur.
Para finalizar, destacamos la escritura de la investigadora que da una lección magistral de traductología y literatura comparada a lo largo de la obra. Un estilo académico con un manejo loable de la terminología con pinceladas poéticas, pasajes más figurados, que agradece la lectura del volumen. A través de su estudio el lector desdibuja prejuicios adquiridos inconscientemente, se arma de datos filológicos para una mejor comprensión del texto vargasllosano y se percata de un interés naciente por la lectura íntegra de Pantaleón y las visitadoras.