Introducción
Como describe Solé (1992), leer es un proceso de interacción entre el lector y el
texto
mediante

el

cual

el

lector

trata

de

satisfacer

de

una

forma

activa,

procesando

y
examinando
el

texto,

los

diversos

objetivos

que

motivan

su

lectura,

siendo

estos
imprescindibles para que tenga lugar dicho proceso. El lector construye el significado del
texto
según

sus

experiencias

y

conocimientos

previos

y

guiado

por

sus objetivos.

Los
objetivos
del

lector

condicionan,

por

tanto,

su

lectura,

a

pesar

de

que

el

texto

sea
invariable, y son esenciales porque no solo determinan las estrategias de lectura de las que
depende la comprensión, sino que influyen en el control inconsciente que tenemos sobre
este proceso.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD)
la
competencia

lectora

consiste

en

“la

capacidad

de

un

individuo

para

comprender,
utilizar,
reflexionar

y

comprometerse

con

textos

escritos

para

alcanzar

sus

objetivos,
desarrollar
sus

conocimientos

y

potencial,

y

participar

en

la

sociedad”

(Ministerio

de
Educación,
2010,

p.

34).

Es

la

práctica

de

la

lectura

en

sus

diversos

formatos,
respondiendo
a

las

necesidades

que

se

presenten

a

lo

largo

de

la

vida,

la

que

puede
favorecer que el lector alcance una competencia lectora conforme a los objetivos de cada
situación, y esta debe ser desarrollada y evaluada durante todo el proceso educativo del
alumnado y no tan solo en las etapas iniciales. Como señala Solé
(2012),
Confinar
el

aprendizaje

de

esta

competencia

a

la

adquisición

inicial

de

los

debutantes

es
extremadamente restrictivo: es necesario aprender a leer, por supuesto. Pero también es necesario aprender
a leer para aprender, para pensar, para disfrutar. En la época de la sobreinformación, saber leer con criterio,
de forma inteligente y reflexiva es tal vez un bien más preciado que nunca. Formar lectores equivale a formar
ciudadanos que puedan elegir la lectura para una variedad de propósitos, que sepan qué leer y cómo hacerlo,
que puedan utilizarla para transformar la información en conocimiento. (p. 50).
Diversos estudios evidencian que los estudiantes universitarios tienen dificultades
en la interpretación de textos, en encontrar las ideas principales o en la generación de una
opinión crítica con respecto al texto (Arnoux, 2007; Calderón & Quijano, 2010; De Brito
&
Angeli,

2005;

Felipe

&

Barrios,

2015;

Irigoren,

Jiménez

&

Acuña,

2008;

Martínez
Solís,
1997;

Velásquez,

Cornejo,

Valderrama

&

Roco,

2008).

Para

Delgadová

y
Gullerová (2015):
la competencia lectora es un complejo de habilidades y capacidades lectoras necesarias para el
trabajo efectivo con el texto. No es solo la habilidad de leer palabras, frases y textos; significa también
comprender todo
lo

leído,

trabajar

con

el

contenido

y

con

la información

obtenida

para interpretarla

y
transmitirla
correctamente

y,

sobre

todo,

para

crear

nuestras

propias

ideas

a

partir

de

la

información
obtenida, es decir, crear un nuevo conocimiento innovador a partir del conocimiento adquirido a través de
la lectura. (p. 49).
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