ISL (2020). Mediación musical y agentes de animación a la lectura… ISL, 13, 123-136.
niños o jóvenes que no acuda antes o después a los conceptos de ‘canon’ y de ‘mediación’ como
importantes resortes explicativos”. En nuestro caso, incidimos en el concepto, obviamente, de
mediación.
Acotando la labor de mediación al ámbito escolar nos encontramos, en primer lugar, la
figura del docente como mediador. Para Mendoza (2010), los profesores de literatura han de
plantearse, por lo menos, un par de cuestiones: “primero, que su actividad esta
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centrada en la
mediación entre la obra literaria y el lector; y segundo, que lo esencial de su actividad es
formarles como lectores, por encima de transmitir contenidos y aprendizajes historicistas y/o
teóricos” (p. 53). En este sentido, investigaciones recientes sobre mediación se interesan por la
figura del docente denominándose intencionadamente mediador escolar de lectura literaria
(Munita, 2014; Fittipaldi y Munita, 2019) a causa de la especificidad de esta mediación centrada
en la recomendación y prescripción de lecturas en el contexto educativo. La actividad de este
mediador escolar de lectura literaria se dibuja desde esta perspectiva de formar lectores y huir de
una enseñanza historicista de la literatura que pueda desembocar en el rechazo por la lectura.
Así, bajo el paraguas de la escuela, se incluyen otras prácticas que resultan decisivas para
el hábito de la lectura y en las que la participación de la biblioteca (Osoro, 2000; Sánchez y
Yubero, 2015) merece especial atención; no obstante, no nos detendremos en este aspecto
detalladamente ya que, los diferentes ámbitos de mediación lectora (incluidas las bibliotecas) se
abordarán en futuras investigaciones. Con todo, nos supone interesante mencionar que, en
opinión de Aguiló, Florit y Trobat (2013), las bibliotecas escolares han de ser un pilar básico
para mejorar la comprensión lectora del alumnado y conseguir que se adquieran buenos hábitos
de lectura, ya que a través de las actividades que en ellas se realizan puede fomentarse el gusto
por la lectura. Más aún, las bibliotecas son
“un lugar de encuentro abierto a la comunidad
educativa que permite el desarrollo de competencias informacionales y el acceso a la cultura
desde diversos prismas” (Santos Díaz, 2017, p. 37).
En relación con lo expuesto por Santos Díaz sobre este caleidoscopio cultural que
suponen las bibliotecas, la mediación del docente y el resto de las prácticas escolares se ven
envueltas en un ecosistema diverso (Romero y Trigo, 2019) mucho más amplio que el académico
–donde se enmarcan las prácticas vernáculas adolescentes–, y van a condicionar de manera
decisiva la relación que estos tienen con los textos. La hora de la lectura se acompaña de música,
los libros favoritos se comparten en la red y las series, películas y otros productos audiovisuales
se consumen, en algunas ocasiones, más que el propio libro. Todas estas creencias y actitudes
hacia la lectura hacen ampliar el concepto tradicional de mediación docente acotado al ámbito
académico hacia la consideración de otros nuevos mediadores: la música, los contextos y la
imagen, entre otros.
Según la última encuesta sobre hábitos y prácticas culturales en España (2018–2019)
realizada por el Ministerio de Cultura y Deporte, del Ministerio de Educación y Formación
Profesional, aquellas actividades culturales más frecuentes, en términos anuales, son: escuchar
música, leer e ir al cine, con tasas del 87.2 %, el 65.8 % y el 57.8 %, respectivamente. Asimismo,
a tenor de los datos recabados por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez (2019), los hábitos
de lectura son una variable decisiva para la definición del perfil de los grandes aficionados a la
música. Igualmente, entre los proyectos que desarrollan, tratan de demostrar cómo la música –o
la danza– potencian el perfil lector cuando se combinan con estrategias de fomento de la lectura.
ISSN 2340-8685
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