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Se resguarda la posibilidad absoluta y abierta del ser, mientras que la concre-
ción-limitación de un mundo resulta una operación secundaria.
¿Pero qué debe exigir entonces un realismo? En principio, que haya algo
que opere sin el hombre, sin conciencia y sin lenguaje, pero teniendo efectos
vaya del lenguaje a las cosas solamente, sino también de éstas a aquel, pero
también de la multiplicidad al uno y del uno a la multiplicidad; que el mundo
posea su propia estructura autónoma y, con ello, su propia libertad e inventi-
va, lejos de una abstracta y estéril multiplicidad; que la naturaleza, las cosas
y el mundo sean algo más para nosotros que la mera pantalla de proyección
del lenguaje y nuestro enredo subjetivo.
Pero, ¿tiene sentido el realismo?
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pensamiento no son sino una idea, que podemos formular entre comillas: “las
ontológica de Badiou, que salva la impresentabilidad del ser y la presentabilidad de los seres,
descansa sobre una doble decisión arbitraria. La primera es aquella que toma la teoría de con-
juntos como teoría metamatemática y no, por ejemplo, la teoría de categorías. Badiou opera
con esta decisión una inversión del platonismo: el ser será de lo múltiple, el mundo de lo uno.
Pero con invertir los términos no se resuelve el problema de la comunicación entre ellos (la
comunicación de los géneros). Badiou reacciona así contra el giro lingüístico, pero pretende
hacer de la matemática precisamente un lenguaje trascendental, capaz de hablar del ser sin
participar del mundo. La segunda decisión proviene del adoptar una axiomatización concre-
ta de la teoría de conjuntos, a saber, la ZFC (Zermelo–Fraenkel + axioma de elección). Ésta
surge, lo sabemos, para resolver el escándalo de la paradoja de Russell: una contradicción en
el corazón de la teoría de conjuntos. Al prohibirse la autorreferencia, se salva la contradicción,
pero entonces el sistema será, como mostrará después Gödel, incompleto. La ontología de
Badiou es, necesariamente, incompleta. No hay, como dice Fink (, E., VI. Cartesianische
Meditation: Teil 1. Die Idee einer transzendentalen Methodenlehre, Dordrecht, Boston, Londres:
pues, para que ella hable de la ontología, sus términos deben ser apareados, con los conceptos
del mundo).
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Que algo “escape” para nosotros, que no se agote ni en las palabras ni en las representa-
ciones. Esta excedencia es siempre un signo de lo real: rebasar lo pensable. Pero, por otro
lado, debemos decir que lo real es justa y precisamente lo que se nos da todo el tiempo: ¿qué
otra cosa si no? Lo real está ahí, desnudo, sin mayores secretos, ofrecido, sin más. Lo real es
paradójico porque, por un lado, para ser real, debe exceder nuestra aprehensión, pero, por el
otro, debe hacer sentir sus efectos sobre nosotros. La naturaleza, decimos, nunca la abando-
comprenderla para que ella ejerza sus efectos. La naturaleza desbordará cualquier presenta-
ción suya (en nosotros y en cualquier ser concreto). Si el lenguaje produjese a priori el marco
de todo lo que la naturaleza puede ser, si ella solamente fuese lo que es “para nosotros”,
lenguaje, entonces aquellas no harían falta en absoluto. Si la descripción de una cosa pudiese
reemplazar a la cosa misma, no sería posible decir diferentes cosas de ella. La cosa excede al
lenguaje. A todas luces. Eso exige que las cosas tengan su propia sintaxis, su propia lógica.
Pero si el lenguaje no fuese sino un mero nombre en correspondencia con las cosas (teoría de
mundo de las cosas, las divide, las reparte, las une, las envía, las recibe, las promete, les