Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 14, Núm. 28, Julio-Diciembre, 2022, ISSN: 2007-9699
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prenda su unicidad en el mundo. De acuerdo con el autor, el carácter propio de
la persona, al igual que la resistencia, tiene que sublimarse para comprenderse
desde su puesto singular. Esto auspicia, como hemos visto, el espíritu.
Naturalmente, una cuestión que podría plantearse sería si hay una dife-
rencia entre la experiencia fenomenológica de la persona y la del espíritu, y
de haberla, cuál sería. En primera instancia, la experiencia fenomenológica de
la persona radica en la aprehensión axiológica: su actitud amorosa frente al
mundo y frente a otros es lo que la lleva a dimensionar su relación con la reali-
dad. Por otro lado, el espíritu tiene más apertura fenomenológica; pues se su-
blima con Dios en una suerte de penenteísmo y a través de la experiencia del
acto religioso. Asimismo, el espíritu tiende a comprenderse desde la persona,
esto es, experiencia su núcleo personal, su mundo circundante, o bien, tiene
una aprehensión de sí en tanto que microcosmos, lo cual auspicia que este
ser, en la medida en que tiene su mundo proporcional con el mundo macro-
cósmico –relación microcosmos-macrocosmos–, tiene, a su vez, una apertura
al mundo: se abre al mundo como si él lo fuera desde su estructura esencial.
El espíritu vive, pues, el mundo de la vida desde su cosidad, desde aquello
que estructura esencialmente su núcleo y el núcleo de la realidad misma. En
todo caso, la vivencia del espíritu, al abrirse y tener mundo, es una suerte de
constitución fenomenológica, o bien, es una suerte de supradecantación de la
conciencia amorosa de la persona hasta el panenteísmo del espíritu mismo.
Sólo el hombre, en tanto que persona, puede elevarse por encima de sí mismo,
como ser vivo, y a partir de un centro situado, por decirlo así, más allá del
mundo espacio-temporal, convertirlo todo, incluso a sí mismo, en objeto de su
conocimiento. El hombre, pues, en tanto que ser espiritual, es el ser superior
al mundo y a sí mismo en tanto que ser vivo. Como tal, también es capaz de
ironía y de humor, que implican siempre una elevación sobre la existencia.
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Así, algo que, fenomenológicamente el espíritu hereda de manera di-
recta de la persona, es lo que Scheler llama acto de ideación.
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El acto de
ideación es una aprehensión eidética de la cosa o de depositarios de cosas
que trazan conexiones de esencias. En el espíritu, el acto de ideación surge
desde los umbrales de ver las cosas mismas, de la descripción de hechos
a través de vivencias y desde la experiencia de la realidad misma. Lo pe-
culiar de este acto es que en el espíritu siempre hay una reitencionalidad
hacia sí mismo, de modo que la actitud o, como líneas arriba llamamos, la
supradecantación de la conciencia, forja una actitud contemplativa esen-
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, M., El puesto del hombre en el cosmos, p. 77.
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, M., El puesto del hombre en el cosmos, p. 81.