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Metafísica y Persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 25, Enero-Junio, 2021, ISSN: 2007-9699
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
Pain as an experience intertwined to hope

1
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México
roman.chávez@correo.buap.mx

El objetivo central del presente artículo es la elaboración y el desarrollo de un argumento
-
gir como una base sobre la que la esperanza, una emoción moral, pueda erguirse. Para cumplir

cualquier otro tipo de emoción, para posteriormente mostrar que, a pesar de que el dolor no
pueda ser considerado por sí mismo como una emoción moral, no será posible extrapolar esta
quid de la cuestión será
que el dolor, al intervenir la normalidad con la que el sujeto vive su vida, logra dislocar la con-
-
personal con el otro, característica esencial para hablar de una emoción moral. El nexo entre la

en sus propias acciones para alterar de forma notoria la situación en la que se encuentra.
Palabras clave: dolor, esperanza, emociones morales, disrupción, desesperación.

The main objective of this article is the elaboration and the development of an argument
that has the purpose of showing the possibility that certain painful experiences can serve as

what sense moral emotions are distinguished from any other type of emotion, then to show
that even though pain cannot be considered by itself as a moral emotion; it will not be possible
to extrapolate this statement to deny a possible participation of pain in these experiences. The

his life, manages to dislocate the trust that the world has, giving way to a despair that opens
an interpersonal link with the other, an essential characteristic of the moral emotions. The
nexus between hope and pain will correspond to the acceptance of the human being’s own

Keywords: pain, hope, moral emotions, disruption, despair.
1



Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 25, Enero-Junio, 2021, ISSN: 2007-9699
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1. Emociones morales y la emotividad
Al inicio de su libro Moral emotions, reclaiming the evidence of the heart, An-
thony Steinbock realiza un pertinente comentario al establecer una distinción
entre las emociones normales y las así llamadas emociones morales, tal dis-
tinción, la cual citaré en un momento, le permitirá fundamentar una postura
que tendrá como cometido revalorar el rol que las emociones morales juegan
en el seno de la persona. La distinción que Steinbock realiza entre las emocio-
nes normales y morales es la siguiente:
Por emociones, yo entiendo aquellas experiencias que pertenecen al domi-
nio de los sentimientos (o lo que algunos han llamado el orden del ‘cora-
zón’), pero que toman lugar o son promulgados en el nivel del espíritu […].

esencialmente intrapersonales o que esencialmente surgen en un nexo in-
terpersonal. En lugar de entender la esfera moral como perteneciente a un
concepto individualista del ser humano relevante únicamente para la com-
posición interna del sujeto, yo concibo a la esfera moral como si expresara la
existencia humana como coexistencia interpersonal, y de esta forma partici-
pando en la esfera de la ‘praxis’.
2

aquí no niegan el entorno emotivo en el cual las emociones morales y no mo-
rales surgen. Expresado de un modo más claro, en las emociones morales, tal
como el nombre lo indicia, el aspecto relativo a la moralidad tendrá mayor
vehemencia que la propia carga emotiva que éstas puedan tener. Es preciso
matizar de forma cuidadosa el siguiente juicio, en vista de que éste no debe

el sostener que el aspecto emotivo, en las ya mencionadas emociones mo-
rales, sea irrelevante o inexistente. La emotividad no actúa como principio
regulador de meras costumbres o actos, o tal como lo expresa Steinbock: “El
tenor moral de la emoción no está calibrado de acuerdo a si algo es juzgado
como ‘bien’ o como ‘mal’, o si la emoción encaja en estándares aceptables o
si se ajusta a las normas”.
3
La relevancia que las emociones morales tendrán
en comparación con aquellas otras que carecen el distintivo en cuestión, será
que hacen gala de una estructura vivencial que cimenta las bases de la dimen-
sión interpersonal de la experiencia; mientras que, aquellas otras se limitan
a actuar en una esfera de lo puramente personal, es decir, afecta de forma
positiva o negativa al sujeto.
2
, A., Moral emotions, reclaiming the evidence of the heart, Illinois: Northwestern Uni-
versity Press, 2014, pp. 12-13.
3
, A., Moral emotions…, p. 14.
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La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
La intención de Steinbock es clara, él no tiene ningún interés por con-
ceptualizar las emociones morales únicamente desde el estrato de la afec-
tación de lo puramente personal. Su rechazo se materializa a partir de la
incapacidad que este plano, el de la afectación positiva o negativa del sujeto,
tiene para incidir en la esfera de lo interpersonal. Las emociones en tal plan-
teamiento se limitan a ser meras directrices positivas o negativas. Tal como
puede ser constatado en la Ética demostrada según el orden geométrico de Ba-
la esperanza
no es sino una alegría inconstante surgida de una imagen de una cosa futura
o pasada, de cuyo resultado dudamos”.
4
No se debe perder de vista que

torno al sentido mediante el cual ésta es vivida, es decir, lo fundante de esta
emoción no será la relación interpersonal que el sujeto pueda engendrar a
partir de ésta, sino la forma en que la esperanza afecta la agencia del indivi-
duo. De tal modo que el rol que la esperanza tiene, se consolida a trasluz de
-
rizada, de acuerdo con Spinoza, del siguiente modo: “la pasión por la que el
alma pasa a una perfección mayor”.
5
Las emociones, para Spinoza, cumplen
el cometido de boyas marinas que encaminan hacia una vida en la que el co-
nato del sujeto se aviva o se mengua. Conforme el panorama establecido de

afecta a las emociones, regresando a la cuestión de la esperanza, será lógico
deducir porqué Spinoza titula la proposición 47 del cuarto apartado de su
Ética bajo el siguiente título: “Los afectos de la esperanza y del miedo no pueden
ser por sí mismos buenos”,
6

Los afectos de esperanza y de miedo no se dan sin tristeza, puesto que el
miedo es tristeza, y la esperanza no se da sin miedo […]. Así, pues, cuanto
más nos esforzamos en vivir bajo la guía de la razón, más nos esforzamos
en depender menos de la esperanza y librarnos del miedo, y en dominar, en
cuanto podemos, a la fortuna, y en dirigir nuestras acciones con el consejo
seguro de la razón.
7
La esperanza para Spinoza únicamente se articula en función de los pro-
pios afectos que ésta es capaz de despertar en el seno hombre, pero el hecho
-
ne para encaminar a los sujetos hacia una vida plena, aunque no hagan uso

4
, B., Ética demostrada según el orden geométrico, traducción de Atilano Domínguez, Ma-
drid: 
5
, B., Ética demostrada…
6
, B., Ética demostrada…, p. 216.
7
, B., Ética demostrada…, p. 216.
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 25, Enero-Junio, 2021, ISSN: 2007-9699
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orientación con la que la esperanza es concebida si únicamente se toma en
consideración su capacidad afectiva en el sujeto. Spinoza es muy claro cuan-
do en su Tratado teológico-político resalta la capacidad afectiva de la esperanza
al señalar que el gobernante es capaz de dirigir a sus súbditos por medio
de la esperanza. Esta capacidad de encarrilar al gobernado surge, como dirá
Spinoza, de que “nadie desprecia algo que considera bueno, si no es por la
esperanza de un bien mayor o por el miedo de un mal mayor; y que no sufre
ningún mal, si no es por evitar un mal mayor o por la esperanza de un bien
mayor”.
8
A pesar de la existencia de un nexo interpersonal entre el gobernan-
te y gobernado, la esperanza únicamente es considerada como un aliciente
para la toma de una decisión, pero nunca es considerada a partir de la pro-
pia relación que emerge entre el gobernado y aquello en lo que deposita su
esperanza. Toda esa estructura vivencial respecto al nexo interpersonal es
subsumida al valor positivo que tiene la esperanza.
-
ciones morales, es posible señalar que Steinbock no desatiende la valencia
        
que dicha valoración constituya la piedra angular de su investigación en las
emociones morales. Su interés recaerá en el modo en cómo una emoción mo-
ral “puede ser medida de acuerdo a cómo abre o cierra el nexo interperso-
nal”.
9
El hecho de que el interés de sus investigaciones gire en torno al nexo
interpersonal, le permitirá trascender el halo afectivo de las emociones para
descubrir una rica veta fenomenológica. Será en este contexto que analizaré
la posible relación que acontece entre una vivencia dolorosa y un acto de es-
peranza. En aras de evitar cualquier traspié conceptual, considero con suma
premura acotar un último concepto, a saber, el afecto. A la par que Steinbock
ofrece una distinción entre las emociones normales y las morales, también
realiza un muy pertinente comentario respecto al concepto del afecto.

morales. Los afectos o la vida afectiva pertenecen a aquellos que somos
seres psicofísicos: gusto o disgusto, placer o dolor, malestar, excitación,
tristeza, nerviosismo, ira, agresividad, angustia, etc., según correspondan
a motivos y metas.
10

debe ser contextualizada a trasluz de su abierta exclusión en su investigación
al ser juzgados como parte del ámbito psicofísico de la persona. De hecho,
8
, B., Tratado teológico-político, traducción de Atilano Domínguez, Madrid: Altaya, 1997,
p. 335.
9
, A., Moral emotions…, p. 14.
10
, A., Moral emotions…, p. 16.
99
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
Steinbock señalará que “Al aludir a la distinción entre afectos y emociones,
quiero enfatizar que yo no inicio desde una noción de persona, y que después
deduzca algo como una emoción,”
11
su reticencia a incluir a los afectos en el
alcance inicial de su estudio se debe a la búsqueda de una clara delimitación
del aspecto interpersonal de las emociones morales. La razón detrás de esta
exclusión responde de forma inequívoca al hecho de que la afectividad no
se encuentra en juego cuando se habla de la capacidad de incidencia que las
emociones morales puedan tener sobre el nexo interpersonal, expresado de
un modo más conciso, Steinbock únicamente está interesado en el modo en el

el sujeto tiene con la otredad.
2. El dolor y las emociones morales
Será en este contexto que considero oportuno realizar la siguiente observa-
ción: Steinbock es bastante claro al resaltar la imposibilidad de que una viven-
cia de dolor, al considerarla como un mero afecto, pueda ser tematizada como
una emoción moral; dado que no hay forma alguna de que el dolor pueda
actuar sobre el nexo interpersonal. Mi intención en este escrito no es refutar
dicha sentencia, sino mostrar un posible escenario en el que una vivencia do-
lorosa pueda dar pie a una emoción moral. Sin embargo, considero de forma
muy prudente señalar que comparto la postura de Steinbock, expresado en
otras palabras, de la imposibilidad de que el dolor por sí mismo pueda ser con-
siderado una emoción moral. Para llevar a cabo tal empresa, será necesario
puntear el particular sentido en el que la vivencia del dolor es comprendida en
la fenomenología, ya que en el texto aludido anteriormente de Steinbock, ésta

Erklärung) causal de
mi ataque al corazón a través del uso técnico de los ecocardiogramas, rayos
X, o exámenes de sangre. Al contrario, el objetivo es llegar a un entendimien-
to (Verstehen) descriptivo de lo que signica y lo que se siente experimentar un
ataque al corazón.
12
El cambio de interés puesto sobre los modos en los que el dolor es vivido
es una consecuencia directa de la epojé que pone entre paréntesis la acepta-
ción del mundo natural. El llevar a cabo esta exigencia fenomenológica con-
11
, A., Moral emotions…, p. 16.
12
 en Phenomenology of the broken body, London: Routledge,
2019, p. 190.
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 25, Enero-Junio, 2021, ISSN: 2007-9699
100
lleva una revaloración radical del modo en que el dolor es vivido. Cae en
desuso la validez de aquellos razonamientos que se limitan a describir cómo
el dolor acontece en el cuerpo humano; lo que se vuelve imperioso, en el ám-
bito fenomenológico, es indagar la razón por la cual el dolor duele y cuáles
son sus estructuras esenciales:
Mientras que a través del método de la epojé se pierde el dolor como un fe-
nómeno natural, por medio de la reducción fenomenológica uno lo recupera
como experiencia pura. La meta fundamental de la fenomenología del dolor
se encuentra señalada: su ambición fundamental es dar una explicación del
   
todas las aprehensiones naturalísticas.
13
La suspensión de la validez de los conocimientos naturalistas no puede
ser equiparada a una mera recolección de una narrativa personal del dolor
de cada sujeto, la fenomenología no pretende validar dichos discursos; eso
-
ciales en dichas vivencias.
Prosiguiendo con esta línea argumentativa, la forma en la que el dolor es
vivido se asume en dos grandes categorías, como dolor físico y dolor aními-
co. Los particulares modos en los que el dolor es experimentado no pueden
ser propiamente homologados con una misma palabra, es innegable que el
dolor duele, pero la forma en cómo el dolor dolerá varía de vivencia en vi-
vencia, inclusive dentro del seno de las dos categorías a las que he hecho
alusión. Quien haya experimentado cualquier tipo de dolor físico sabrá la di-
ferencia entre cómo es sentido una cortada en un brazo, un piquete de abeja,
un dolor de muelas, o en los casos más extremos, un ataque al corazón o la
amputación de algún miembro; mientras que, en el caso del dolor anímico, el
experimentar la lamentable muerte de un ser querido no duele de la misma
forma que una decepción amorosa, y ni ésta dolerá en el mismo sentido que
un fracaso laboral, etc. Ya sea que se trate de dolor físico o anímico, el cuerpo
vivido (Leib) tendrá un papel central en el modo en cómo son experimenta-
dos, no obstante, es de suma importancia acotar que el cuerpo físico (Körper),

hablar del dolor, pues si tuviese un rasguño en alguna parte de mi cuerpo
que no pueda percibir, me sería imposible saber su tamaño, su profundidad,
los músculos que ha afectado, etc., esta vivencia no me dice absolutamente
nada de aquello que la ciencia estudia en torno al dolor; sólo puedo hacer
referencia a este dolor mediante
13
, S., The phenomenology of pain, Ohio: Ohio University Press, 2020, p. 16.
101
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
señalamientos indexicales, deícticos –‘aquí, acá, más arriba o más abajo, ha-
cia dentro, a derecha o izquierda’–, constituyen el lenguaje primordial de la
-
ción mejor, sino una estructura primaria de la manifestación del doler.
14
El dolor físico es localizable en alguna parte de mi cuerpo físico, pero el
sujeto sobre el cual el dolor actúa es sobre la dupla que se forma entre el cuer-
po vivido y el yo trascendental.
          
aparición del dolor anímico, por ejemplo, la noticia de la muerte de un ser
amado no acontece propiamente en un miembro del cuerpo, escucho las te-
rribles palabras con mis oídos, mis ojos ven cómo los labios del portador de la
noticia funesta se mueven y emiten lo impensable, pero en ninguno de estos

en mi cuerpo. Este tipo de afectación acontece, no en el cuerpo mismo, sino
sobre éste como si una ola lo subsumiera por entero. Será así que:
[…] la presencia y el sentido del dolor anímico no coinciden con una deli-
mitación corporal; duele el fracaso, duele la injusticia, pero la opresión en el
pecho, la debilidad en las piernas, el nudo en la garganta que acompañan a
las noticias funestas y las colorean, no se confunden con la situación lamen-
table que suscita la pena; el yo “se duele” por el acontecimiento en cuestión,
no por su cuerpo, y lo hace en una forma de conciencia intencional, de inten-
cionalidad dirigida a lo penoso del suceso.
15
En sentido estricto, el dolor anímico no se hace presente en las propias
vivencias afectivas del cuerpo físico, no obstante, la gravedad con la que di-
cha situación se hace patente sobre el cuerpo es innegable; no posee ningún
origen físico, pero actúa sobre éste.
La inmediata reacción al duelo, en particular a la inesperada y súbita muerte
de un ser amado, se asemeja en muchos aspectos a un accidente físico o un
trauma. Es usualmente descrito como un ‘shock’ o un ‘golpe’, que destroza
la existencia de uno hasta su núcleo, y a menudo es experimentada como una
debilidad física repentina, como si uno perdiera el suelo debajo de los pies.
16
De forma precisa, estos dos conceptos denominan situaciones muy con-
cretas, pero comparten una imbricada relación entre estos, a saber, que en
ambos hay un encuentro que acapara en buena medida el horizonte aten-
14
  A., “Espacialidad y dolor: Meditaciones fenomenológicas”, en Isegoría.
Revista de losofía moral y política, vol., 60, 2019, p. 118.
15
 A., “Espacialidad y dolor…”, p. 107.
16
, T., “Presence in absence. The ambiguous phenomenology of grief”, en Phenomenology
and the cognitive sciences, Primavera, vol. 17, 2017, p. 45.
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 25, Enero-Junio, 2021, ISSN: 2007-9699
102
cional del sujeto. El particular modo en el que el dolor se hace presente en
el sujeto se caracteriza por su súbita aparición y su capacidad por irrumpir
la normalidad con la que vivía su vida, en concordancia con los particulares
modos en los que el dolor anímico y físico se hacen presente en el cuerpo. No

buena medida por el cuerpo, tal como lo plantea Marlen Wehrle:
El cuerpo es la condición concreta de cada experiencia sensitiva y, como sis-
tema kinestésico lleva a cabo la constitución de los objetos y del espacio. Por
lo tanto, un cuerpo que funciona de forma normal es la precondición para
cualquier forma de normalidad.
17
La constitución de la normalidad es uno de los grandes temas husserlianos
por la gran gama de implicaciones que tiene entre el proceso constitutivo, el
cuerpo y la generación de expectativas en las vivencias. El tema en sí mismo
-
do, bastará con señalar que la constitución de la normalidad es en sí misma

el cuerpo adolorido hace su terrible aparición se altera, en un mismo movi-
miento, el curso de la cotidianidad de la experiencia de un modo estructural.
El dolor trastoca cualquier sensación que pueda acontecer sobre el cuerpo:
si la mano está excoriada, entonces todas las propiedades táctiles de las cosas
están dadas de otro modo. Si veo con ojos bizcos, si palpo con los dedos cru-
zados, entonces tengo dos “cosas visuales”, dos “cosas táctiles”, pero declaro
que solamente hay una cosa real ahí delante.
18
A este respecto es preciso comentar que esta miríada de concepciones que
acontecen frente a un objeto que es conocido de antemano y que se muestra
como ajeno al ser experimentado, tal como podría ser el caso de morder un
ajo y no percibir su característico sabor acre, una cebolla, o el voltear la mi-
rada hacia el cielo y notar que su característico azul se ha tornado grisáceo,

de las experiencias. Justamente por esta razón es que el cúmulo de posibles
apariciones de un objeto
aparece como unidad, es traída a dependencia del cuerpo que aparece él
mismo como cosa de los sentidos. Todas las cosas de los sentidos con sus
17
, M., “Normality and Normativity in Experience”, en , M. et al. (Eds.), Norma-
tivity in perception, Basingstoke: Palgrave McMillan, 2015, p, 132.
18
, E., Ideas relativas a una fenomenología pura y una losofía fenomenológica: Libro II: Inves-
tigaciones fenomenológicas sobre la constitución, traducción de Antonio Zirion Quijano, México:
, 2005, p. 93.
103
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
propiedades sensibles son por ende de maneras reguladas, “inherentes” a las
cosas de los sentidos “cuerpo”, o a sus partes y momentos sensibles.
19

cuerpo es dado, siempre es asumido desde una dimensión anónima que no
toma protagonismo en el transcurso de la cotidianidad. En ésta nunca estoy
vuelto sobre el cuerpo desde alguna perspectiva temática, mi atención siem-
pre se dirige al particular sentido con el que vivo en el mundo. Cuando el
cuerpo se vuelve un objeto temático no lo hace de forma exclusiva debido a
la vivencia del dolor, sino a cualquier sensación extraña que dirija la atención
hacia éste y que sea experimentado con cierto desasosiego.
3. La disrupción inherente del dolor
Las distintas formas con las que el dolor hace su terrible aparición en el
cuerpo dictan la pauta con la que cada una de las sensaciones dolorosas son
experimentadas. Quien ha experimentado un calambre, una quemadura en

forma en la que cada uno de éstos acontece sobre el cuerpo vivido, sabrá
diferenciar entre el hormigueo doloroso del calambre, el pulsante dolor de
una aguja sobre la mano y el abrasivo dolor de una quemadura, así como
también podrá diferenciar el amargo dolor que acompaña a la noticia del fa-

de divorcio, etc. Todas estas formas en las que el dolor es experimentado en
el cuerpo se constituyen como sensaciones de las dos distintas acepciones
existentes del dolor.
El dolor concebido como una experiencia completa descansa en los hombros
de las sensaciones de dolor, las cuales, a su vez, tienen características desa-
gradables y repulsivas. La imposibilidad con la cual el dolor no deja de cesar
-
rias en las que una mera sensación de dolor se transforma a sí misma en una
“experiencia de dolor completa”.
20
Las sensaciones dolorosas tienen como sujeto de su aparecer el cuerpo vi-
vido, es gracias a éstas que una leve molestia en un diente se transforma en
un insoportable dolor de muelas. El dolor no acontece y desaparece, sino que
perdura de forma testaruda. Hay una persistencia que resulta propia de la
sensación dolorosa, y que es distinta a aquellas que surgen de las sensaciones
19
, E., Ideas relativas a una fenomenología pura…, p. 356.
20
, S., The phenomenology…, p, 79.
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 25, Enero-Junio, 2021, ISSN: 2007-9699
104
ubiestésicas. La duración del dolor no es dada de forma consistente, es decir,


se explica a partir del hecho de que “Los dolores no saben durar idénticos e
invariados, sino que cambian casi constantemente; ellos desconocen el reposo,
no paran quietos. Un dolor individual es, pues, una secuencia de cambios tem-
porales, nunca un estado en reposo que se prolongue sin variación”.
21
Hay una inherente aversión en cada sensación dolorosa, por eso cada una
de ellas porta la disrupción de la normalidad, con la que el dolor es vivido, y la
cual impide que el sujeto se desenvuelva de forma ordinaria en su día a día.
El dolor limita la capacidad de acción del sujeto al ofuscar su atención me-
diante la aparición de dichas sensaciones dolorosas, las cuales actúan sobre
el cuerpo vivido de la persona. Todos estos ejemplos a los que he aludido ex-
hiben características genuinas de distintos tipos de dolor y que bien podrían
poner en tela de juicio el mero intento por agruparlos en estas dos categorías,
pero considero que lo fundante de estos múltiples ejemplos no se constituye
en las terribles formas en las que son experimentadas, sino que todas éstas
tienen como piedra angular la disrupción con la que son vividas por el sujeto,
aunque dicha disrupción se concretice de distintos modos en cada una de es-
tas vivencias. Se logra de tal modo que el sujeto conciba su vida en función de
dicha disrupción, esto es, la disrupción que el dolor produce ocupa el lugar
central en la vida del sujeto y se muestra en abierta oposición a la normalidad
con la que habita el mundo día a día.
El concepto de disrupción tendrá un papel decisivo para hablar sobre un
-
za. Ya sea que se trate del dolor anímico o del físico, lo fundante en ambos
casos será la genuina forma en la que el dolor desvertebra la vida del sujeto

a su dolor. Cada vez que el dolor hace su aparición, la normalidad con la
cual nos desenvolvíamos desaparece, aunque sea por un instante o de forma
prolongada, debido a que es suprimida por la disrupción con la cual el do-
lor es vivido, esto es, la coexistencia entre el dolor y la normalidad es nula;
únicamente en la medida en que el dolor es vivido como un evento incierto
que escapa la expectativa de la vida. La formación de nuevas expectativas
corresponde a la intrínseca importancia que el cuerpo vivido tiene como polo
de experiencias, pero la constitución de éstas y la depuración de aquéllas que
ya no logran ser llevadas a concreción. La pérdida de la normalidad se asume
como una vivencia difícil en la medida en que
21
, A., “El largo presente del dolor físico. Cinco leyes de la temporalidad ado-
lorida”, en Revista losóca de Coimbra, vol. 29, núm. 57, 2020, p. 158.
105
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
Chocar con los límites del cuerpo es una experiencia dolorosa y estresante.
[…] Ahora, la vacilación caracteriza los movimientos corporales, y la sensa-
ción de la duda corporal se cierne sobre el más simple de los movimientos,
lista para descender en forma de pánico: ¿qué le está pasando a mi cuerpo?
[…] Mi cuerpo se convirtió en un enemigo temido y engorroso, saboteando
mi día a día […].
22
La continua pugna entre la voluntad del yo y las nuevas limitaciones del
cuerpo se contextualizan desde la necesidad de la creación de una nueva ha-
bitualidad desde la que el cuerpo vivido pueda volver a orientar todo aquello
que acontece a mi alrededor, pero este intento es intervenido de un solo tajo
cuando el dolor acontece.
Si el dolor no es categorizado como un suceso novel en la vida del sujeto,
entonces cómo es posible que sea capaz de intervenir en la normalidad con
la que el ser humano habita el mundo, pues dicha normalidad seguramente
vislumbra la existencia del dolor. La disrupción con la que el dolor es vivido
no puede ser comprendida como si se tratase de un mero cambio en la nor-
malidad, sino justamente como la pérdida de la misma, en la medida en que
la normalidad sea concebida
[...] no meramente como un indicador de comportamiento usual o habitual,
sino como un necesario criterio para cada posible experiencia. En este senti-
do, la normalidad es caracterizada por dos criterios: la concordancia de sus
contenidos de experiencia y su inherente relación con cada experiencia en
curso hacia un ideal u optimo relativo”.
23
Lo cual implica, a su vez, que para que el dolor sea considerado como tal,
la disrupción que es inherente a la sensación dolorosa asalta al sujeto de tal
modo que tiende a copar el horizonte atencional del sujeto por entero. El do-
lor es vivido de forma intensa y aversiva y no como una mera desviación del
horizonte atencional del sujeto.
La desviación tendrá que alcanzar un punto en el que se interrumpa la ca-

que este sea el caso. Y cuando lo haga, la desviación sobresaldrá en nuestra
experiencia de una manera que nos obligue a atenderla.
24
La pérdida de dicha normalidad conlleva un radical cambio en el modo en
que el mundo es experimentado por aquel que sufre, el cambio más evidente
22
, H., Phenomenology of illness, Oxford: Oxford University Press, 2016, p. 116.
23
, M., “There Is a Crack in Everything. Fragile Normality: Husserl’s Account of Nor-
mality Re-Visited”, en Phainomenon, vol. 28, 2018, p. 51.
24
Phenomenol-
ogy of the broken body, London: Routledge, 2019, p. 163.
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 25, Enero-Junio, 2021, ISSN: 2007-9699
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que el dolor produce será que el sujeto pierde todo control sobre su cuerpo
vivido, una vez que la vivencia del dolor haya acontecido, y en este senti-
do, las experiencias que tiene de su mundo circundante serán aprehendidas
como ajenas a la concordancia con la que antes experimentaba el mundo, le
será imposible, mientras el dolor dure, intentar retomar su vida. Es necesario

vez que el dolor se ha hecho presente, éste se asume como una vivencia que
es capaz de someterme y tomar las riendas de mi vida según su intensidad,
en tanto que dirige o tiende a dirigir la atención hacia sí mismo, ofuscando de
dicho modo la atención del sujeto. El dolor al hacerse presente
[…] no solamente interrumpe la conciencia atenta, sino que también la
conciencia que permanece ausente. Cuando el dolor irrumpe, fuerza a
la conciencia a retirarse de cualquier contenido intencional que se encon-
-
do, imaginado o solamente soñado.
25
En este particular punto en el que el dolor acontece y el sujeto se encuentra
deslumbrado por éste, le será insoslayable esta vivencia. Siguiendo en este
mismo tenor, esta vivencia es asumida con un halo de extrañeza ante los ojos
del sujeto porque es ajena a mi voluntad, esta extrañeza suspende toda creen-
cia que pueda tener frente al dolor, partiendo del hecho de que el cuerpo
“aparece con un sentido de urgencia y demanda tomar acción con respecto
al dolor, la incomodidad o las náuseas a través de las cuales el cuerpo pasa
a primer plano. Hay una acentuación de la atención corporal en momentos
de enfermedad y disrupción”.
26
Sé que se trata de una vivencia que tiene una
-

el que éste es vivido; la certeza que tengo sobre que eventualmente el dolor
acabará desaparece.
La desaparición de la certeza con la que habito el mundo es el gozne median-
te el cual es posible que el dolor pueda engendrar una emoción moral. Esta
pérdida me posiciona en los límites de mi propio ser; el dolor es una vivencia
que me rebasa por completo y pone al desnudo los límites de mi existencia


conlleva forzosamente a una revelación del nexo interpersonal, en vista de
que esta experiencia bien puede generar dicho nexo, al apelar a la existencia
del otro ya sea a través de su misericordia o su ayuda, pero a la par de esta po-
25
, S., The phenomenology…, p. 46.
26
, H., Phenomenology…, p. 60.
107
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
sibilidad también se erigen otras tantas, como por ejemplo, que el dolor sea lo
-
vinidad para que interceda a mi favor en esta situación, o que simplemente no
pueda dar cuenta de esta realización dado que me encuentro completamente
ofuscado por las notas afectivas que esta violenta vivencia desencadena. Ex-
presado de forma concreta, el nexo interpersonal que puede surgir del dolor,
en el mejor de los casos, es contingente, y necesita de otro acto para que la
esperanza pueda surgir. Esta realización no debe ser tomada como sorpresiva
o adversa a la línea argumentativa que he seguido en este texto, pues, como
comenté en un principio, comparto la pertinente aclaración que Steinbock rea-
liza respecto a los afectos, en este caso el dolor, no pueden ser considerados
como una emoción moral, no obstante, no por eso se sigue que el dolor no
pueda servir como base para el surgimiento de una emoción moral.
4. Emociones morales de posibilidad y el dolor
De los tres grandes grupos en los que Steinbock organiza las emociones
morales, considero que será el correspondiente al de las emociones mora-
les de posibilidad donde el dolor puede tener mayor resonancia como base
de las mismas. Éstas son caracterizadas con tal distintivo debido a
[…] las formas en las que modalizan nuestras formas directas de existir en el
mundo. Con esto quiero decir que ellas expresan la transformación en rela-
ción con el modo en cómo las cosas han sido o son, una liberación respecto

en algo más.
27
El mote de posibilidad que es otorgado a este tipo de emociones morales
queda en perfecta sincronía con la perdida de la normalidad y certeza con
la que se habita el mundo. Para que el dolor pueda fungir como base de una
emoción moral es necesario que el individuo que se encuentra sufriendo sus-
penda cualquier creencia que tenga respecto al futuro y el pasado, es decir,
tendrá que aceptar el presente en el que vive, pero debo ser lo bastante pun-
tual al remarcar que esta aceptación únicamente puede ocurrir si el sujeto es
capaz de reconocer que no puede interceder en el curso de esta vivencia para
hacer que pare o que el dolor disminuya.
Tanto futuro como pasado salen por la ventana en la medida en que el
dolor cobra las riendas de la vida y clava al yo en el cuerpo, ofuscándolo de
27
, A., Moral…, p. 135.
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 25, Enero-Junio, 2021, ISSN: 2007-9699
108
tal modo que le hace enfocarse únicamente en el cruel presente en el que está
viviendo. De forma estricta, el pasado y el futuro no han desaparecido, pero
éstos carecen de sentido para aquel que sufre. La “tendencia inherente del
dolor es provocar la peor respuesta posible, y aquí también debemos contra-
rrestar nuestros propios impulsos para enfrentarlo y depender de la ayuda
de los otros para brindar cuidados, apoyo emocional e información”.
28
Es su-

sujeto se encuentra constreñido en tanto que el propio devenir del dolor está
fuera de su alcance precisamente porque le da rienda suelta a los peores im-
pulsos que uno puede llegar a tener. Si uno se pierde en dichos impulsos, avi-

tenga en sí mismo, la única forma en la que podrá encontrar un semblante
de esperanza será en la intervención del otro. El dolor carcome la seguridad
con la que experimento el mundo; ya no hay ninguna certeza. Ahora bien,
es cierto que hay algunas posibilidades para paliar el acontecer del dolor, ya
sea desde movimientos corporales hasta la ingesta de analgésicos, pero todas

logran suspender en seco el devenir del dolor. Únicamente lo atenúan o, en
el mejor de los casos, hacen que el sujeto pierda la consciencia, pero el dolor
persiste y permanece. De tal modo que el sujeto, en su desesperación, apela
de forma instintiva a la existencia del otro para buscar una respuesta que pare
su dolor, un modo con el cual pueda resarcir su futuro y su pasado.
Una vez mencionada la forma en la que el dolor puede brindar una apertura
a un nexo interpersonal, considero necesario mencionar por qué la esperanza
            
dolor otorga para la fundamentación de una emoción moral. La carga emotiva
de la esperanza es la única forma con la que me es posible paliar la descarnada
experiencia del dolor en la medida en que renueva mi espíritu y me permite
afrontar mi propia limitación como sujeto vulnerable. Esta carga emotiva se da
sobre el propio fundamento del nexo interpersonal en la medida en que:
La esperanza posibilita un futuro que no está sujeto a logros pasados, ni a

espera en el acto de la esperanza es sostenible, y únicamente es sostenible
porque se da como base de esperanza sin que yo lo haya pretendido. La cosa
o evento esperado está fuera de mi control para producirla y sin embargo lo
que espero es sustentable por estar fundada en una base de esperanza (que
28
, C., “No way out: a Phenomenology of pain”, en Phenomenology of the broken body,
London: Routledge, 2019, p. 126.
109
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
no es dirigida) dada por aquello o por quien me constituya en esta relación
de dependencia.
29
La predisposición que se tiene por la búsqueda del otro en el dolor no co-
rresponde a una dirección propia que pueda ser adjudicada únicamente a una
-
do, pero uno no espera que ellos se materialicen de la nada. Cualquier otro que
se encuentre presente bastará para darme esperanza alguna respecto al dolor

únicamente el avatar de la humanidad misma cuando se está en dolor.
La esperanza en su seno es un:
[…] acto que está relacionado con un ‘afuera’ o con un ‘otro que no soy yo
mismo’. Esta es la estructura esencial a todos los actos de la esperanza, y
constituye una de las características principales de esta experiencia. Negati-
vamente puesto, esta característica es sugerida por el hecho de que cuando
yo tengo esperanza, aquello que es objeto de mi esperanza es dado como
fuera de mi control para llevarlo a cabo.
30
La dependencia que surge del dolor es capaz de ser aprehendida por el
acto de esperanza en la medida en que el sujeto acepta dicha dependencia tal
y como es dada, es decir, la realización de la necesidad de la intervención del
otro al experimentar el dolor. A mi parecer, es justamente en este punto de la
argumentación en donde es posible ubicar la posibilidad de que ciertas viven-
cias del dolor puedan otorgar una base sobre la que la esperanza pueda surgir.
Lo cual supone la necesidad de establecer la distinción entre la esperanza que
surge a partir de cualquier otra vivencia y la esperanza fundada en el dolor. En

una experiencia de un poder mayor al mío como un poder del que yo dependo
para ocasionar el evento sobre el que la esperanza recae; evoca una relación de
dependencia”.
31
Aunando tanto la valencia positiva como la relación de depen-
dencia que surge en la esperanza, considero que es posible señalar que la di-
ferencia estribará en que dicha valoración positiva profundiza la dependencia
respecto a ese poder mayor al mío. En cualquier otro tipo de vivencias sobre las
que la emoción moral de la esperanza surja no estaré predestinado con tanta
facilidad a una desesperación desgarradora. La vivencia del dolor logra trasto-
car los propios límites que el sujeto tiene, de tal modo que esta característica se

tengo la esperanza de encontrar en el suelo de mi casa una pluma que ha roda-
29
, A., Moral…, p. 136.
30
, A., Moral…, p. 167.
31
, A., Moral…, p. 168.
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do desde mi escritorio hasta mi silla y de ahí le he perdido la pista, no sufriré
si no encuentro dicha pluma. Por el otro lado, si me he lastimado la columna al
organizar el librero de mi cuarto y he estado pidiendo a gritos ayuda y nadie
ha acudido en mi socorro, ciertamente sufriré, y la desesperación que surgirá
de esta vivencia será mucho mayor que la del lápiz, a pesar de que éste tenga
una connotación especial para mí. La diferencia está, entonces, en que el dolor
borra cualquier resistencia que tenga frente a las vicisitudes que se me puedan
presentar en el acto de la esperanza. La relación de dependencia que surge con


desencadenar en un acto de esperanza, pero a la par de éste, también es capaz
de ser experimentado como desesperación. Este posible desenlace a este tipo de
vivencias expone una cuestión central que apoya mi argumento sobre la po-
sibilidad de que el dolor puede sentar las bases para una emoción moral.
Parecería que la desesperación se sitúa en una postura antitética de la espe-

es falaz, en la medida en que la desesperación “es un modo de esperanza que
intenta forzar una cuestión; trata de acelerar las cosas por medio de mi in-
tervención”.
32
El vaivén entre la esperanza y la desesperanza, al tomar como
punto de partida una vivencia de dolor, puede durar tan sólo unos instantes,

permite trazar la diferencia esencial entre la esperanza y la desesperación, a
saber, el rol con el cual la vivencia de dolor es experimentada como una espe-
ra perdurable en el marco de un acto de esperanza. Para dilucidar esta cues-
tión recurriré a un ejemplo. En el patio de mi hogar hay un frondoso abedul
que se erige de forma imponente en medio del jardín; al intentar trepar para
alcanzar la cima de éste y poder apreciar desde las alturas el paisaje, resbalo
por una de las ramas dando hasta el piso y fracturándome una pierna. La
vivencia dolorosa de esta experiencia ha trastornado todo a mi alrededor,
ya no presto atención al frondoso árbol que se encuentra a unos metros de
mí; toda mi atención recae en mi pierna y el dolor que me achaca. Tendido
en medio del pasto doy cuenta de mi propia limitación por intentar que el
dolor pare o hacerlo más llevadero, pido ayuda a gritos y la gente se acerca
a socorrerme. En medio de la conmoción alguien ha llamado a una ambu-
lancia y me informan de forma constante que la ayuda ya está en camino.
El escuchar esas palabras me permite tener una esperanza por la llegada de
los paramédicos, pero si el dolor aumenta o la ambulancia se ha demorado,
aquel objeto de esperanza ahora es tematizado como desesperación. La espe-
ranza de saber que los paramédicos se encuentran en camino muestra que se
32
, A., Moral…, p. 180.
111
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
trata de un evento que tiene una estructura temporal que concierne al futuro,
pero que “no es ella misma un acto temporal a la manera de la protención, la
expectación o la anticipación, pero sí tiene un carácter temporal. Su carácter
temporal es aquello que yo llamo una ‘espera perdurable’ ”.
33
El hecho de
que la esperanza sea dada en una espera perdurable explica el motivo por el

acto; puedo retorcerme en el suelo, rasgar mi vestimenta por la desesperación
de saber que la ambulancia aún no llega, pero todos estos actos se dan en un
contorno que utiliza la estructura vivencial de la esperanza.

el nexo interpersonal es sumamente pequeña y posee fundamentos vacilantes,
ya que, si el dolor aumenta, pierdo el conocimiento. No obstante, considero que
a pesar de que la vivencia del dolor, que es capaz de brindar una base para la
esperanza, sea juzgada como contingente, no será posible atribuir este mismo
-
cansa en el hecho de que el dolor y la esperanza comparten una característica
esencial mediante la cual es posible que ciertas vivencias de dolor puedan dar
pie a un acto de esperanza. Con mayor precisión decimos: todas las vivencias
de dolor donde el sujeto da cuenta
un acto de esperanza. Esta realización se encuentra presente únicamente en
ciertos tipos de dolores, pero en todos éstos la esperanza acontecerá “cuando
yo experimento la esperanza en alguna dimensión en mi vida, no solamente
indica un poder ajeno o mayor a mí, o un ‘fuera’ de mí; no solamente evoca una
relación de dependencia, revela de forma profunda que yo no estoy auto-fun-
damentado”.
34
-
tud con la que el ser humano se desenvuelve en el mundo; la referencia al nexo

forma relevante la situación en la que se vive. En el caso del dolor, es posible
verlo desde una postura que haga esto más claro: tendido en el piso y en la
espera de la ambulancia, puedo intentar apretar mi pierna para aliviar el dolor

que pueda alterar el dolor que es producido por la fractura. La aceptación de
los propios límites de mi capacidad para interceder en esta cuestión resulta
fundamental para que la esperanza sea capaz de surgir, puesto que en ésta:
Yo no niego la realidad actual al apelar a una realidad distinta; yo implíci-
tamente reconozco tanto la posibilidad negativa como la positiva y vivo el
evento que es causa de la esperanza como sustentable. La postulación de
una nueva realidad presente en cualquier lado de la balanza (aceptación o
33
, A., Moral…, p. 175.
34
, A., Moral…, p. 168.
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negación) no constituiría una experiencia de esperanza; podría ser el cum-
plimiento o la decepción de la esperanza como aceptación de una nueva rea-
lidad, pero no sería o dejaría de ser esperanza.
35
El hecho de que la esperanza sea constituida únicamente al aceptar la rea-

las condiciones en las que es dado para que pueda ser considerado como tal,

las que la vivencia aparece, tal como el negar, retomando el ejemplo anterior,
que me haya fracturado la pierna y que todo esto que ocurre sea parte de un
sueño, en este particular ejemplo no habrá cabida alguna para hablar de la
esperanza; aquí únicamente habrá delirio.
Para que la esperanza pueda ser experimentada como tal se debe aceptar
tal y como se presenta la vivencia, pero si tal es el caso, entonces cómo es
posible tener esperanza en los casos en los que la situación se asume como
imposible. Si se cambia el contexto de mi ejemplo del árbol de mi casa por el
de un pino en un bosque despoblado donde no habrá nadie que escuche mis
súplicas de auxilio, ¿cómo será posible tener esperanza en este tipo de casos?
La aceptación del particular modo en el que una vivencia es dada, no implica
la resignación a la misma. La esperanza se acentúa como una antípoda de la
resignación, en vista de que:
La esperanza vive la situación de tal modo que los ‘límites’ objetivos ya no

la experiencia de la imposibilidad; la conmuta en sustentabilidad. Tener es-
peranza en algo no lo hace posible; sino, más bien, la entera estructura de la
posibilidad es transformada, es dada ahora como sustentable en la esperanza
y esto permite que la esperanza sea precisamente optimista.
36
Dado que la aceptación no conlleva una resignación, la esperanza logra
trastocar los límites con los que la vivencia es dada, pero si la esperanza afecta
dichos límites, ¿no se trata acaso de una manipulación o negación de la reali-

esperanza lleva a cabo no constituye una manipulación o negación de aquello
-
natural de ésta, como el armar que mágicamente mi pierna será curada de la
nada en medio del bosque, o creer que todo esto es parte de un sueño, etc. La
esperanza no puede surgir en medio de esos casos en los que el sentido prin-

en función de la dilución de lo imposible como posible, pero únicamente en
35
, A., Moral…, p. 175.
36
, A., Moral…, p. 173.
113
La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
la medida en que los límites de lo imposible son dados en la vivencia en cues-
tión, es decir, el tener la esperanza, y no la certeza de que alguien haya oído mis
desesperados gritos en medio de un bosque despoblado. “Yo describo la es-
peranza como la conversión o transmutación de lo imposible en una situación
que es precisamente esperanzadora; lo improbable, y en efecto, lo imposible
son conmutados en ‘sostenibles’ ”.
37
La esperanza con la cual una vivencia dolorosa puede ser experimentada
siempre tendrá un contorno positivo posicionado hacia el futuro, a pesar de
que el dolor sea cruento, en vista de que la propia estructura vivencial de la
esperanza no se encuentra atada a la carga afectiva de la vivencia dolorosa, es
decir: “La esperanza libera al futuro del pasado y del presente, e incluso de
aquello que puede ser anticipado. Por lo tanto, el futuro dado en la esperanza
no es meramente una anticipación o un futuro prometido, sino un futuro libe-
rado que implica una espera perdurable.”
38
El futuro que la esperanza postula
no se encuentra limitado por el presente desde donde esta vivencia surge;
expresado de un modo más claro, la esperanza es capaz de paliar los más
cruentos dolores que alguien pueda padecer, en la medida en que el futuro
que ésta muestra no se encuentra supeditado por las expectativas que se ge-
neran el presente, sino al contrario, el futuro es visto como la posibilidad en
donde estas expectativas dejan de tener cabida.
La esperanza, como hemos visto, es una modalización de una creencia direc-
ta (a diferencia de la expectativa y de la certeza), la esperanza puede persistir
frente a expectativas compensatorias, probabilidades e improbabilidades.
Cuando se trata de lo imposible, este último se transforma como sustentable,
y de esta manera, como una liberación, una emancipación de lo imposible.”
39
La esperanza no cancela, ni niega el particular sentido en el que el dolor es
vivido, sino que le otorga al sujeto un medio mediante el cual podrá soportar
dichas tribulaciones.
A modo de conclusión, considero prudente señalar que las bases que la
vivencia del dolor es capaz de otorgar para que una emoción moral surja.
El considerar la relación que el dolor y la esperanza engendran permite un
nuevo tipo de acceso a una de las experiencias más complejas que puedan
ser estudiadas en fenomenología, pues el dolor, a pesar de la violenta forma
en la que es vivido, puede ser aprehendido en un contexto positivo, al estar
enmarcado en un acto de esperanza, el cual le permitirá al sujeto sobrellevar
dicho dolor. La esperanza, vista como una emoción moral, juega un rol sig-
37
, A., Moral…, p. 184.
38
, A., Moral…, p. 177.
39
, A., Moral…, p. 186.
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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
aparición del dolor; actúa como un incentivo que impulsa al sujeto a superar
el particular modo en el que el dolor lo pudo haber afectado. La esperanza
hace que el sujeto sienta el cálido abrazo de su comunidad, inclusive cuando
dicha comunidad parece no estar ahí. Tal como puede ser abstraído del ejem-
plo de la pierna fracturada en medio del bosque, la esperanza me permite

dejo de pedir ayuda a sabiendas de que estoy en un área deshabitada, pero
ese hecho poco importa; no me resigno ante la situación en la que me encuen-
tro y la esperanza es quien me hace perdurar en esta terrible vivencia.
Bibliografía
       en Phenomenology of the broken body,
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         -
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