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La esperanza: una vivencia entrelazada en el dolor
señalamientos indexicales, deícticos –‘aquí, acá, más arriba o más abajo, ha-
cia dentro, a derecha o izquierda’–, constituyen el lenguaje primordial de la
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ción mejor, sino una estructura primaria de la manifestación del doler.
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El dolor físico es localizable en alguna parte de mi cuerpo físico, pero el
sujeto sobre el cual el dolor actúa es sobre la dupla que se forma entre el cuer-
po vivido y el yo trascendental.
aparición del dolor anímico, por ejemplo, la noticia de la muerte de un ser
amado no acontece propiamente en un miembro del cuerpo, escucho las te-
rribles palabras con mis oídos, mis ojos ven cómo los labios del portador de la
noticia funesta se mueven y emiten lo impensable, pero en ninguno de estos
en mi cuerpo. Este tipo de afectación acontece, no en el cuerpo mismo, sino
sobre éste como si una ola lo subsumiera por entero. Será así que:
[…] la presencia y el sentido del dolor anímico no coinciden con una deli-
mitación corporal; duele el fracaso, duele la injusticia, pero la opresión en el
pecho, la debilidad en las piernas, el nudo en la garganta que acompañan a
las noticias funestas y las colorean, no se confunden con la situación lamen-
table que suscita la pena; el yo “se duele” por el acontecimiento en cuestión,
no por su cuerpo, y lo hace en una forma de conciencia intencional, de inten-
cionalidad dirigida a lo penoso del suceso.
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En sentido estricto, el dolor anímico no se hace presente en las propias
vivencias afectivas del cuerpo físico, no obstante, la gravedad con la que di-
cha situación se hace patente sobre el cuerpo es innegable; no posee ningún
origen físico, pero actúa sobre éste.
La inmediata reacción al duelo, en particular a la inesperada y súbita muerte
de un ser amado, se asemeja en muchos aspectos a un accidente físico o un
trauma. Es usualmente descrito como un ‘shock’ o un ‘golpe’, que destroza
la existencia de uno hasta su núcleo, y a menudo es experimentada como una
debilidad física repentina, como si uno perdiera el suelo debajo de los pies.
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De forma precisa, estos dos conceptos denominan situaciones muy con-
cretas, pero comparten una imbricada relación entre estos, a saber, que en
ambos hay un encuentro que acapara en buena medida el horizonte aten-
14
A., “Espacialidad y dolor: Meditaciones fenomenológicas”, en Isegoría.
Revista de losofía moral y política, vol., 60, 2019, p. 118.
15
A., “Espacialidad y dolor…”, p. 107.
16
, T., “Presence in absence. The ambiguous phenomenology of grief”, en Phenomenology
and the cognitive sciences, Primavera, vol. 17, 2017, p. 45.