RECENSIÓN
Miguel Requena Jiménez, Los espacios de la muerte en Roma, Madrid: Síntesis, 2021, 366 pp. ISBN: 9788413570501.
Este volumen forma parte de la nueva colección Temas de Historia Antigua de la editorial Síntesis. Se ocupa de la muerte en Roma desde muy diferentes puntos de vista organizados en tres grandes bloques: mito, rito y recuerdo. Como todos los volúmenes de la serie, cuenta con un apartado final dedicado a una selección de textos representativos del tema tratado.
Se trata de una monografía muy completa, como puede verse consultando su índice.
En el apartado dedicado al mito se abordan tres asuntos fundamentales: (1) la separación del cuerpo y el alma, así como la naturaleza divina de esta última y el carácter impuro del primero; (2) el camino que lleva hasta el Hades y su descripción geográfica; (3) la suerte de aquellos que, por diferentes motivos, se ven excluidos del acceso al Más Allá. Todos estos temas son tratados recurriendo a numerosísimas fuentes antiguas, aunque con el problema de que en ningún momento se presentan los datos de manera histórica, de modo que los testimonios de Homero y Platón conviven con los de Plauto y Virgilio. Esto resulta especialmente llamativo en el capítulo dedicado a la descripción del difícil camino al Hades, que no por casualidad se abre con referencias a obras dedicadas al imaginario griego del Más Allá y en el que las fuentes griegas predominan sobre las romanas. En los otros dos apartados, la balanza se inclina del lado latino.
El segundo apartado, dedicado al rito, es el más extenso y mejor documentado. No solo se detallan los ritos domésticos, o privados (despedida, preparación del cadáver, duelo, purificación y luto), y los públicos (pompa funebris, inhumación, cremación, ludi), sino que, muy fiel al título del volumen, el autor dedica también unas páginas a los lugares del óbito, menos tratados en las obras dedicadas a este tema. Así, se habla de los que mueren en tierra extraña (mors peregrina), de aquellos que mueren bajo la condena de no recibir honras fúnebres, y, en último lugar, de los siniestros lugares en los que tenían lugar las ejecuciones. En el apartado dedicado a los ritos funerarios domésticos el autor insiste con razón en el hecho de que el riguroso ritualismo que los caracteriza no debe interpretarse como señal de una disposición fría o mecánica de los deudos; muy al contrario, en el contexto de un rito de paso tan fundamental como es éste, que debía garantizar el acceso al Más Allá al fallecido, la repetición exacta era el medio más seguro de evitar errores.
El tercer y último apartado está dedicado a los espacios del recuerdo. Se habla del sepulcro y de las diferentes viae de ubicación de las tumbas en Roma; de la laudatio fúnebre pronunciada en los funerales públicos y a la que tenían derecho solo los personajes de relieve; de las composiciones poéticas denominadas neniae, que se cantaban al son de las flautas; de los epitafios y, finalmente, de las fiestas en honor de los muertos, tanto públicas como privadas.
El volumen se cierra con una selección de textos de Plinio (“Dudas de un filósofo sobre el más allá”), Valerio Máximo (“Actitudes ante la muerte”), Lucano (“El constante acecho de las brujas”), Séneca (“Manes vengadores”), Ovidio (“Morir fuera de la patria”), Apuleyo (“Los peligros del velatorio”), Petronio (“Preparativos del funeral de Trimalción”), Cicerón (“Los derechos de los manes”) y Polibio (“La pompa fúnebre”).
El indudable atractivo de citar pasajes de autores variadísimos que van, por mencionar solo a los latinos, desde Plauto en el siglo III-II a.C. hasta Macrobio en el siglo IV-V d.C., se ve un tanto deslucido por el hecho de que se pierde la perspectiva histórica. Salvo en la selección final de textos, éstos nunca están contextualizados, ni siquiera se fechan los numerosos epitafios latinos citados en los diferentes apartados. El autor señala en la introducción que “mi percepción de la historia como un relato continuo, coherente y vivo me ha llevado a articular el presente libro en tres grandes bloques en los que, priorizando los testimonios de los protagonistas frente al debate historiográfico o filosófico, nos aproximemos a los espacios del mito, a los espacios del rito y a los espacios del recuerdo de la muerte en la sociedad romana” (p. 11). Una percepción histórica de los hechos debería haber llevado a una discusión de los ritos y costumbres con una perspectiva cronológica; en el estudio de los mitos el caso es diferente, ya que llevaría muy lejos el análisis de cuándo estamos ante herencia griega, pero, en todo caso, debería haberse dado prioridad a los textos latinos presentándolos, de nuevo, en orden cronológico. Por otra parte, si por protagonistas se entiende a los anónimos autores de los epitafios, su valioso testimonio pierde fuerza al no indicarse ni fecha ni lugar; si se trata de los autores grecolatinos, al presentar al lector sus textos (textos de un enorme espesor, que han sido objeto de comentario durante siglos) sin contextualización alguna, sin orden ni perspectiva cronológica, sin diferenciar textos filosóficos y poéticos, cómicos y trágicos, ni, como ya se ha dicho, griegos y romanos, los árboles no dejan ver el bosque. Efectivamente, se han priorizado los textos, pero a costa de reducir al mínimo la reflexión histórica.
A pesar de todo, el volumen ofrece una información muy valiosa en la que se combinan datos religiosos, sociológicos, históricos y arqueológicos, lo que sumado a la variedad de los pasajes citados hace de este volumen un texto atractivo para estudiosos del mundo antiguo interesados en las ideas sobre el Más Allá en Roma.
Marta González González
Universidad de Málaga
martagzlez@uma.es