HISTORIAS MÍNIMAS

Expectativas

Expectations

Cristóbal Gómez Mayorga1

Recibido: 02 de noviembre de 2019 Aceptado: 21 de noviembre 2019 Publicado: 31 de enero de 2020

To cite this article: Gómez Mayorga, C. (2020). Expectativas. Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga,

1 (1), 237-239

DOI: http://dx.doi.org/10.24310/mgnmar.v1i1.6923

1Cristóbal Gómez Mayorga

C.E.I.P. El Romeral (Vélez-Málaga, Málaga)

cgomezmayorga@hotmail.com

http://xtobal-educacioninfantil.blogspot.com

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Resumen

Es habitual crear bajas expectativas educativas en las personas con discapacidad. Es necesario, en coordinación constante con las familias, lanzar esperanzas sobre una infancia siempre en continuo desarrollo. Sólo hacen falta miradas de posibilidades.

Palabras clave: expectativas educativas; diversidad; prejuicios

Abstract

It is usual that we create low educational expectations in people with disabilities. It is necessary that, in constant coordination with families, we raise hopes about childhood, which is always in development. We just need a look that takes into account the possibilities of others.

Keywords: educational expectations; diversity; prejudices

La madre de mi alumna más querida me envía fotografías del cumpleaños de un compañero de clase de su hija, al que han asistido. En una, mi alumna más especial, está sentada junto al homenajeado, comiendo y mirando a cámara fijamente, como sólo ella sabe mirar. En otra, aparece bañándose en la piscina, rodeada de chiquillada, disfrutando. Me comenta su mamá que ha podido comprobar el buen trabajo que hemos hecho con su hija en el colegio viéndola feliz con sus iguales. Y es entonces cuando me he puesto a pensar en la historia de esta chica que hoy disfruta con los demás.

La entrada al colegio de mi alumna comienza cuando las especialistas en autismo diagnostican que era un caso “grado 1” con pocas posibilidades; que la chica no entendía nada, que no se podría comunicar, que tenía características para un centro específico, que sería difícil de integrar… Eso nos dijeron las máximas autoridades administrativas cuando la evaluaron y rellenaron un cuestionario con cruces, con las que tendría que cargar toda la vida.

Algunas personas del colegio le dijimos a las expertas que teníamos esperanzas; que miraba de soslayo como buscando, que entendía “agua” o “pipí”. Nos dijeron que eso eran conductas rutinarias aprendidas, que no comprendía nada. Nos trataron como ingenuos, y seguro que lo éramos, ¡menos mal!

Otros expertos nos invitaron a programar todo metódicamente. Nos dejaron muchos libros para que aprendiéramos cómo teníamos que actuar. No podíamos improvisar, ni aventurarnos a probar. Todo debía estar rutinizado, sin posibilidad de salirnos del guión que nos marcaron.

Nos dijeron, además, que las familias crean falsas expectativas sobre sus vástagos con discapacidad. Pero desoímos el consejo. Vimos tanto amor y esperanzas en las familias que compartimos sus deseos. Estábamos dispuestos a equivocarnos. No teníamos nada que perder y sí mucho que ganar. Preferimos lanzar expectativas posibles aunque no fuesen, en ese momento, reales. Aventuramos esperanzadoras profecías por si acaso se cumpliesen.

Las personas que en el cole trabajamos con la chica fuimos observando, reflexionando y probando actuaciones. Y siempre, en coordinación con la familia, fuimos andando caminos inexplorados.

El primer curso, en infantil de tres años, evitaba el contacto, no se comunicaba, ni sabía señalar lo que quería. Pero enseñamos a sus compañeros a abrazarla con cuidado porque se agobiaba si la violentaban. La primera comunicación surgió saltando en la cama elástica, que tanto le gustaba. La paraba de pronto, me miraba a los ojos y me decía: “más”. La conexión y la comunicación ya apuntaban, y vimos que ese era el camino de un posible aprendizaje. Todo ser se desarrolla como humano cuando se le abre una ventana, cuando algo desde fuera le llega dentro y enciende su deseo. El segundo curso, observamos cómo se llevaba todo a la boca, para conocer las cosas de forma oral, como todo el mundo a cierta edad. Luego, la vimos mucho tiempo tirando chinos en el patio, y nos miraba buscando nuestra reacción. ¡Nueva comunicación! También pasó tiempo mirándose al espejo para juntar sus pedazos. Y así fue pasando por diferentes etapas, conquistando cada curso proezas insospechadas, aunque a su tiempo y manera.

Esta alumna ya ha llegado a Tercero de Primaria, y escribe y lee de forma aceptable, conoce los números hasta el 100, te mira a los ojos como nadie, te abraza y te dice lo que quiere y lo que no. Disfruta en las fiestas del colegio, a pesar del bullicio, el ruido y descontrol. Trabaja en clase junto a sus iguales con material adaptado y es feliz jugando con los demás.

Y fue entonces cuando me acordé de aquellas especialistas y expertos que nos tomaron por ingenuos. Y di gracias a la familia por enseñarnos el camino de la utopía, esa que nunca se alcanza pero que nos permite andar hasta lugares insospechados. Y dimos gracias a esta niña tan especial que nos ha enseñado a dudar de los diagnósticos que limitan el camino, en vez de abrir horizontes.

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Preferimos lanzar expectativas posibles aunque no fuesen, en ese momento, reales. Aventuramos esperanzadoras profecías por si acaso se cumpliesen.

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