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Título: Oficios para vivir
Autora: Mari Carmen Díez Navarro
Año: 2024
Páginas: 78
Editorial: Olé libros
Colección: Poesía ITAES
ISBN: 9788410053168
Las palabras tienen su propio curso de vida. Esto quiere decir que atraviesan diferentes periodos en los que pueden ser arropadas o pisoteadas; enaltecidas o defenestradas. Cada uno de esos tratamientos responde a cómo las circunstancias históricas nos apremian. Y es que cada época trae consigo disputas lingüísticas que resultan ser expresiones de luchas entre visiones del mundo.
Con la palabra oficio, la cual corona el título de la obra que reseñamos, ocurre esto mismo. Al parecer resulta sospechosa, especialmente cuando la emparentamos con la palabra educación. Me explicaré.
Atravesamos un periodo (largo ya) en el que la mejora de la educación se entiende en gran medida como un desplazamiento desde la socialización profesional (cuestionada por repetitiva y por apoyarse en preconcepciones y creencias) hacia el perfeccionamiento que deviene de una formación bien sustentada científicamente (reflexiva e informada por la investigación educativa). Sucede que, en el curso de ese desplazamiento, se han fortalecido ciertas posturas según las cuales palabras como oficio (también otras, como vocación) resultan una rémora; vestigios de un tiempo ya superado que conviene mantener a raya, y cuya simple mención enciende las alarmas de una nostalgia pedagógica a la que oponerse.
Pues bien. Encuentro en esas reacciones ante ciertas palabras (ante ciertos universos de sentido) algunos puntos sobre los que me interesa pensar. El primero de ellos tiene que ver con la beligerancia aplicada al pasado (a la memoria y a la herencia cultural, también la pedagógica). No porque esté queriendo reactivar una defensa numantina ante un tiempo anterior, sino porque entiendo que toda actitud castradora con el pasado encierra también sus propios fantasmas (fundamentalmente, el de la autosuficiencia). El segundo asunto tiene que ver con la estrechez de miras que acarrea la autocensura; dicho de otro modo, con la pérdida de libertad de pensamiento que puede conllevar el que no nos permitamos explorar las posibilidades de ciertas palabras (de ciertas ideas), como es el caso de oficio. Y es que la ideología del profesionalismo ha traído consigo una buena dosis de descrédito antes los saberes situados y frente al aprendizaje que alegre y vívidamente pueda darse entre docentes experimentados y noveles.
Sirva este largo preámbulo para presentar —con vocación de apertura— el libro de Mari Carmen Díez Navarro, Oficios para vivir. Y pese a este alegato inicial, conviene aclarar que nuestra autora no circunscribe su obra a la enseñanza, sino que abraza la palabra oficio para meditar poéticamente acerca de la existencia.
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En los museos etnográficos solemos encontrar una sección dedicada a los oficios y a las artesanías. Allí se nos presentan distintos útiles y herramientas, dispuestos a menudo en escenarios que recrean zonas de trabajo. Los oficios artesanos han ido desapareciendo de nuestras comunidades desde hace tiempo y estos museos, como parte de las políticas de conservación del patrimonio cultural, tratan de preservarlos en tanto que legado que forma parte de nuestras tradiciones.
En su libro El artesano, Richard Sennett (2008)1 nos recuerda que la artesanía (los oficios artesanos, diremos aquí), no se refieren en exclusiva a una habilidad manual, sino que expresan más hondamente un impulso humano duradero y básico: el deseo de realizar bien una tarea.
Precisamente, ese impulso o ese deseo del que nos habla Sennett se percibe en el breve prólogo de la obra que nos ocupa, y que tiene por título Tener oficio. En esas líneas introductorias, Mari Carmen Díez Navarro nos cuenta que tener oficio está conectado con afanarse provechosamente en una tarea, dedicándose a fondo hasta ir alcanzando maneras cada vez más logradas de desempeño. Y si vivir es todo un arte (una artesanía…), los oficios de los que nos habla este libro remiten a ámbitos de la experiencia humana; a esos territorios de vida que la autora ha llamado en otros textos las entretelas de la cotidianeidad, y con conviene cuidar debidamente para sostenernos en el mundo (y para sostener el mundo).
No hemos dicho aun que se trata de un libro de poemas, compuesto desde la particular voz de una maestra (y madre, y amiga, y abuela…) que, como ella misma expresa, dan cuenta de su “genuina forma de mirar” el hecho educativo y la propia vida, bajo el deseo de que se produzcan resonancias. En algo más de setenta páginas, acompañadas de unas cuantas fotografías tomadas por amigas y amigos, Mari Carmen Díez Navarro comparte hasta cincuenta poemas que nos invitan a considerar lo cotidiano con otras luces y a otros ritmos. Poemas que, quizás, nos reconcilien con la palabra oficio.
Nos cuenta también en el citado prólogo que hubo tres oficios sobre los que escribió de un tirón: el de niño, el de maestro y el de la escuela; y cuenta, además, que poco a poco lo hizo sobre otras facetas del vivir que también hay que aprender a dominar, como una forma de manifestar ese cuidado por la vida propia y la común del que hablamos.
Si bien los poemas son presentados de forma corrida, sin secciones ni apartados, al prestar atención a los títulos podemos identificar algunas agrupaciones que van desde los ya citados, hasta otras familias de versos. Así, nos encontramos con los referidos a ciertas formas de filiación (Oficio de… padres, abuelos, amigos); los que remiten a los cuerpos que somos (Oficio de… ojo, mano, piel); aquellos otros que reivindican las palabras mismas (Oficio de… leer, escribir, cuento); los que apelan al mundo natural (Oficios de… tierra, mar, aire); o aquellos que ponen el foco en nuestras emociones (Oficios de… cariño, vida, amor).
Una lectura amable, presentada en una cuidada edición, que bien puede convertirse en un bonito regalo para familiares y amigos en este recién estrenado final de curso.
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1 Sennett, R. (2008). El artesano. Anagrama.