Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga
HISTORIAS MÍNIMAS

Nadie es normal

No one is normal
Cristóbal Gómez Mayorga
Recibido: 29 de septiembre de 2023  Aceptado: 13 de junio de 2024  Publicado: 31 de julio de 2024
To cite this article: Gómez Mayorga, C. (2023). Nadie es normal. Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga, 5(2), 193-195. http://dx.doi.org/10.24310/mar.5.2.2024.17631
DOI: http://dx.doi.org/10.24310/mar.5.2.2024.17631

copyrightEsta obra está bajo licencia internacional Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0.

Cristóbal Gómez Mayorga
Maestro jubilado (España)
cgomezmayorga@hotmail.com
Cristóbal Gómez Mayorga

Cristóbal Gómez Mayorga

RESUMEN:
Contra una institución educativa homogeneizadora, proponemos una escuela que acepte la diversidad. Para ello debemos diagnosticar los desvaríos de muchos centros educativos, en vez de etiquetar la normal diversidad de las personas.

PALABRAS CLAVE: diversidad; homogeneización; inclusión

ABSTRACT:
Against a homogenizing educational institution, we propose a school that embraces diversity. To achieve this, we must diagnose the missteps of many educational centers instead of labeling the natural diversity of individuals.

KEYWORDS: diversity; homogenization; inclusion

Procuso

Procústeo es lo contrario de ergonómico. Lo procústico pretende modificar a los individuos para que se adapten a una situación determinada, mientras que lo ergonómico propone adaptar los contextos a la diversidad de las personas. El primer concepto es adaptativo, el segundo es transformador.

Dice la RAE que «El adjetivo procústico puede aludir al hecho de que se espera que las personas se adapten a un sistema u objeto y no al revés… Alude a Procusto, un personaje de la mitología griega que ataba a sus invitados a una cama: si la cama era pequeña para ellos, les serraba las piernas para que cupieran exactamente; si la cama era demasiado grande, les estiraba las extremidades hasta conseguir que ocuparan todo el lecho».

Procusto siempre acertaba con su idea de tener una cama de hierro perfecta, aunque para ello tuviera que amputar a los viandantes que no se adaptaban a su lecho. Así funciona, a veces, el sistema educativo, como en el mito griego.

Que una personita no llega a comprender las matemáticas, la estiramos hasta que las comprendan. El objetivo académico se antepone a la felicidad de las personas, aunque sufran y se destruyan. Muy al contrario, lo ergonómico busca mil estrategias amorosas para que las chicas y chicos de nuestra escuela acepten sus peculiaridades, afianzando sus proezas.

Que una chica es demasiado inteligente y se aburre en la escuela, le cortamos media cabeza, para que se ajuste al sistema (un sistema que siempre busca la mediocre homogeneidad). Se parte de que la cama es perfecta y lo que fallan son las personas que no se adaptan a ella. Lo ergonómico, por el contrario, implicaría diversificar el currículum, crear metodologías colaborativas para permitir el máximo desarrollo de cada persona.

Que un chico se muestra tímido y no habla, lo estiramos hasta que brote algo de su boca, aunque sea un grito desesperado. La cuestión es que se ajuste a la cama perfecta de Procusto. Por el contrario, lo ergonómico trataría de crear espacios seguros de comunicación multiplicando las posibilidades expresivas.

Que una chica tiene autismo, desde la mirada de Procústeo debería adaptarse al ruido, a la complejidad del aula, a las normas establecidas…, y cortaríamos sus peculiaridades porque no encajan en el sistema. En cambio, lo ergonómico sugiere mejorar todos los elementos organizativos necesarios para que esta alumna pueda educarse en la escuela con las demás personas.

El mito de Procusto pretende eliminar las diferencias personales y las circunstancias especiales provocando intolerancia a la diversidad. Es un pensamiento simplista. Es pensar de forma adversa y perversa. Pretende poner el carro delante de los bueyes. Pero la realidad es la que es, y a ella nos debemos.

Recuerdo cuando en mi aula tenía a un chico con tetraplejia, muy inteligente aunque, obviamente, con dificultades de movilidad. En mi clase de Educación Infantil se integró perfectamente. Le conseguimos un ordenador para escribir, trabajaba de forma adecuada y toda la clase lo quería. Sus compañeros llegaron a jugar al futbol de rodillas para estar a su altura, tal era la camaradería que reinaba en el aula. Pero cuando llegó a Primero de Educación Primaria le pusieron su aula en el primer piso del edificio. Es decir, en vez de adaptar la organización escolar al individuo, le cortaron las piernas. Era obvio que no podía subir escaleras. Según algún maestro, de cuyo nombre no quiero acordarme, era complicado pasar la clase de primero a la planta baja, porque siempre estuvo en el primer piso (profundo argumento pedagógico).

Así funcionan las organizaciones educativas en muchos casos, en modo Procústeo. La ergonomía, por el contrario, promueve que la diferencia es un valor y una ocasión única para mejorar los contextos y adaptarlos a la diversidad. Y es que las mujeres y los hombres de este mundo somos complejos, diferentes, únicos, especiales, cada cual es a su forma y manera. Son las organizaciones las que deben adaptarse a la diversidad humana. Porque, como canta Caetano Veloso, visto de cerca, nadie es normal.

Esperemos que Teseo nos siga salvando del burdo mecanismo igualitario del mito griego de Procústeo. Bailemos, mientras tanto, la canción de Caetano Veloso sobre la diversidad, porque nadie es normal del todo.


Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga