RESUMEN:
En este texto, el profesor Martínez Bonafé realiza un recorrido de lo que ha significado para él, en su vida académica y profesional, la figura de Ángel Pérez Gómez definiéndolo como un acontecimiento transformador de su concepción de la pedagogía y la didáctica.
PALABRAS CLAVE: pedagogía; didáctica; valor de uso
ABSTRACT:
In this text, Professor Martínez Bonafé takes a tour of what the figure of Ángel Pérez Gómez has meant to him in his academic and professional life, defining him as a transforming event in his conception of pedagogy and didactics.
KEYWORDS: pedagogy; didactics; use value
En la novela Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi (1995), el doctor Cardoso le dice a Pereira, cuando este parece que se inicia en el compromiso de la transformación social:
Evento es un término del psicoanálisis, no es que yo crea demasiado en Freud, porque soy sincrético, pero sobre el hecho del evento sin duda tiene razón, el evento es un acontecimiento concreto que se verifica en nuestra vida y que trastoca o perturba nuestras convicciones o nuestro equilibrio, en fin, el evento es un hecho que se produce en la vida real y que influye en la vida psíquica, usted debería reflexionar sobre si en su vida ha ocurrido algún evento. (p. 44)
Volví a sentirme interpelado por la idea del “evento” y su influencia en la comprensión de mi particular recorrido vital, al leer a Alain Badiu (1999) y su concepto de “acontecimiento”. Estudiaba entonces la posibilidad de argumentar la condición de sujeto político para un profesorado que, como el Pereira de Tabucchi (1995), pretende caminar la autonomía profesional arropado de una conciencia crítica sobre su función social. En efecto, he defendido que sujeto político es, saberse en un camino, un proceso, una exploración, una búsqueda y una deriva. Sin embargo, la condición de sujeto político requiere que en ese camino pasen algunas cosas, nos pasen algunas cosas, acontecimientos, creación de situaciones que nos permiten vivir compromisos y rebeldías ante toda forma política de control. La metáfora del camino es precisamente la posibilidad de la deriva, la decisión de no seguir cualquier trazado ordenado previamente, la resistencia. Y creo que esa posibilidad de la deriva, ese deseo de rebeldía, ese movimiento continuo, ese acto de creación y resistencia, produce saberes, genera significados, desde los que nos dotamos de esa identidad de sujeto (que se sabe sujetado, nos diría Jesús Ibáñez). Saberes producidos por sujetos comprometidos con la lectura interpretativa y crítica de los síntomas de una situación, y de las posibilidades de subversión de la misma.
Viene a cuento esta parafernalia porque en mi biografía profesional y en el modo en que me he ido haciendo sujeto en el mundo tiene mucho que ver el acontecimiento Ángel Pérez. Quiero decir que el estudio de los textos de Ángel y mi relación personal en la que pude descubrir un estilo humano y una forma de saber estar en el mundo tan cargada de humanidad ha sido uno de los acontecimientos que me ayudaron en la construcción de mi tarannà personal y profesional pero también en el modo en que me he ido pensando como ciudadano en el mundo. Y no me refiero aquí a un hecho puntual (la publicación de un libro, la asistencia a un congreso, una tesis doctoral…) es otra cosa que tiene que ver con el modo subjetivo en que yo pude ir quebrando saberes ya instalados sobre la educación y la renovación pedagógica.
Debo decir que en el inicio el nombre de Ángel Pérez siempre lo viví asociado al de José Gimeno Sacristán, de quien he tenido el privilegio de tenerlo muy cerca durante todo mi desarrollo profesional. La primera vez que tropiezo con estos dos nombres yo era un joven maestro de escuela, militante en los Movimientos de Renovación Pedagógica y el ecologismo antinuclear, por tanto, con preocupaciones que vinculaban el cambio y la mejora de la escuela a la transformación social. Me había formado en el discurso de la renovación pedagógica, que venía nutriéndose en España desde los años 60 con influencias del llamado Movimiento de la Escuela Nueva. Leíamos a autores como Freinet, Freire, Dewey, Milani o Ferrer, cuyos textos circulaban adquiridos en librerías de lance, además de aquellas traducciones de Lorenzo Luzuriaga para la Revista de Pedagogía, editadas por Losada. Cultivaba y acumulaba saberes construidos en ámbitos cómo los seminarios de invierno o las escuelas de verano de los Movimientos de Renovación Pedagógica y siendo todavía estudiante me iniciaba en unos cuasi-clandestinos seminarios de iniciación que impartían maestras del Movimiento Freinet. Estaba suscrito desde el primer número a la revista Cuadernos de Pedagogía y despreciaba a la Academia tanto como esa misma Academia despreciaba cuando no simplemente ignoraba ese discurso renovador.
Mi compromiso y estudio militante en aquel momento tenía que ver con enraizar la escuela en el entorno (cultural, lingüístico, social, medio-ambiental…) y considerar al profesorado como intelectual que acaricia y cuida el conocimiento y la cultura en el sentido que había estudiado en Gramsci (1975); y en el plano más estrictamente sindical estaba por el tronco único de enseñantes.
Y aquí se produce la primera quiebra. En 1983 Ángel Pérez y Pepe Gimeno publican en AKAL La enseñanza: su teoría y su práctica, poniendo en nuestras manos autores como Pierre Bourdieu, M. W. Apple, N .R. King, B. Bersntein, Robert Dreeben, David Hamilton, B. MacDonald, J. Schwab… y desde ellos otra forma de entender la escuelas, la selección cultural, el currículum, la evaluación, la investigación y el trabajo docente.
Aquellas primeras preocupaciones sobre la didáctica del medio y el compromiso docente se fueron convirtiendo, poco a poco, en una preocupación investigadora por profundizar en los problemas del currículum y hacerlo en relación con otra mirada más en profundidad sobre el conocimiento profesional práctico docente. Y los argumentos me servían, tenían valor de uso. Podía defender que el currículum no es un objeto de aplicación mecánica por parte del profesor; antes, al contrario, deviene un problema práctico del docente, para lo que se requieren procesos reflexivos e investigadores del propio profesorado en y sobre la acción del desarrollo curricular. El discurso del currículum como proceso de investigación, tenía entonces como apoyo teórico más significativo la obra de L. Stenhouse, y fue el trabajo de Ángel y el de Pepe los que facilitaron la posibilidad de la lectura en castellano de sus libros. Por otra parte J. Elliot y el equipo de CARE recorrieron en aquella época diferentes centros universitarios y convocatorias de formación mostrando el carácter estratégico de la Investigación/Acción para esta propuesta de investigación curricular y aunque no lo sé con precisión, intuyo que el afortunado aterrizaje de Elliot en España tiene mucho que ver con Ángel Pérez.
Lo interesante de esta quiebra es que no reniega de la raíz original y el sentido profundo con el que en aquel momento pensábamos el cambio en la escuela, sino que incorpora nuevas miradas y complicidades y amplia y hace más complejo en campo de las reflexión. En este proceso a mí me ayudó mucho la extensa obra de Ángel, que merecería ahora un cuidado detenimiento.
Sin embargo, en este breve texto de reconocimiento me interesa más subrayar lo que ha significado el Departamento de Didáctica de Málaga como formación discursiva. Porque creo que las mujeres y los hombres que han venido conformando, en su dispersión y singularidad, los enunciados y la textualidad de ese espacio académico han constituido el origen de la producción de sentido con el que muchos de nosotros en muchos lugares diferentes, hemos ido acercándonos a las posibilidades transformadoras de la pedagogía. Y en mi caso, descubrí una red de solidaridad, compromiso, complicidad, acompañamiento, pero también, amistad y reconocimiento, sin la cual no puedo pensar mi desarrollo profesional. Y creo que no se puede entender esa extraordinaria explosión de saberes y la sabiduría para compartirlos, sin la influencia y el liderazgo de Ángel Pérez. Tengo todos los nombres en mi cabeza, pero dejadme que recuerde ahora a Kiko, Sebas y Pepe Conteras, aunque solo sea porque les vi saltar a intempestivas horas de la madrugada el muro de un Colegio Mayor, tal era el generoso ímpetu y la solidaria dedicación con la que compartían saberes sin importar horarios en una de nuestras Escoles d’Estiu.
Y aquí la producción de la segunda quiebra. Ángel Pérez y el enriquecedor grupo humano en la esfera del Departamento y el contexto discursivo que generan me ayudaron a pensar de otra forma el sentido de la Academia y su producción de saber. Fueron intelectuales y académicos universitarios como Ángel Pérez y Pepe Gimeno el acontecimiento que me empujó a incorporarme al trabajo en la Universidad en el Departamento de Didáctica en Valencia. Descubría un espacio académico que ya no generaba la desconfianza y el distanciamiento anterior.
No me marcho de estas páginas sin hacer referencia a una forma de hacer pedagogía que pone en relación, creo yo, el compromiso moral con la expresión corporal que es, nos diría Bourdieu, una expresión socialmente construida. Porque además de agradecer y reconocer en la persona de Ángel su afabilidad, su particular bonhomía, he comprendido que, en ese estilo comunicativo, en los gestos tranquilos, el uso de la palabra, el tono de voz o la mirada, constituyen una lección de horizontalidad y de reconocimiento. La sociología crítica y otras áreas de conocimiento en el campo de las teorías críticas nos enseñaron –estoy pensando ahora en Marcuse (1964) y El hombre unidimensional– que el cuerpo es atravesado por discursos y prácticas que lo convierten en una manifestación ideológica de la hegemonía. Pero es más difícil encontrar otra reflexión que en mis clases formulé como “las pedagogías del espejo”: el modo en que nos miramos en ora persona y nos vamos a casa pensando que nosotros y nosotras también podemos. Cuando me he encontrado cara a cara con Ángel, cuando le he escuchado en charlas o reuniones reconocí esa forma de pedagogía encadenada en lo corporal en la que siempre me encontré cercano, posible, reconocido, presente.
Pues por todo esto y por lo que no he sabido decir, muchas gracias, Ángel, y feliz jubilación.
Badiou, A. (1999). El ser y el acontecimiento. Manantial.
Gimeno Sacristán, J. y Pérez Gómez, Á. (1983). La enseñanza: su teoría y su práctica. Akal.
Gramsci, A. (1975). Cartas desde la cárcel. Cuadernos para el Diálogo.
Marcuse, H. (1964). El hombre unidimensional. Ariel.
Tabucchi, A. (1995). Sostiene Pereira. Anagrama.