Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga
HISTORIAS MÍNIMAS

A Ángel I. Pérez Gómez, maestro y amigo

To Ángel I. Pérez Gómez, teacher and friend
Antonio Guzmán Valdivia,* Manuel Zafra Jiménez**
Recibido: 18 de mayo de 2022  Aceptado: 18 de septiembre de 2022  Publicado: 30 de septiembre de 2022
To cite this article: Guzmán Valdivia, A. y Zafra Jiménez, M. (2022). A Ángel I. Pérez Gómez maestro y amigo. Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga, 3(3), 225-229. https://doi.org/10.24310/mgnmar.v3i3.14702
DOI: https://doi.org/10.24310/mgnmar.v3i3.14702

*Antonio Guzmán Valdivia. Profesor y maestro (España). ibnguzman@eresmas.com

**Manuel Zafra Jiménez. Profesor y maestro (España). manolozafra@gmail.com



RESUMEN:

Conocimos a Ángel I. Pérez a finales del año 1983 cuando llegó a la Universidad de Málaga como catedrático de Didáctica y Organización Escolar.  Pronto comprendimos su valía científica y personal desde sus responsabilidades como asesor del Ministerio de Educación en temas como el de la experimentación de la reforma educativa y la formación del profesorado y, poco después, desde la confluencia con amigos comunes, unidos por la idea de transformar la educación defendiendo una escuela comprensiva, abierta, democrática y comprometida socialmente. 

PALABRAS CLAVE: maestro; didáctica; pedagogía; LOGSE

ABSTRACT:
We met Ángel I. Pérez at the end of 1983 when he arrived at the University of Malaga as a professor of Didactics and School Organization. We soon understood his scientific and personal value from his responsibilities as advisor to the Ministry of Education on issues such as experimentation with educational reform and teacher training and, shortly after, from the confluence with mutual friends, united by the idea of transforming education defending a comprehensive, open, democratic and socially committed school.

KEYWORDS: teacher; didactics; pedagogy; LOGSE

Carta


Conocimos a Ángel I. Pérez a finales del año 1983 cuando llegó a la Universidad de Málaga como catedrático de Didáctica y Organización Escolar. Pronto comprendimos su valía científica y personal desde sus responsabilidades como asesor del Ministerio de Educación en temas como el de la experimentación de la reforma educativa y la formación del profesorado y, poco después, desde la confluencia con amigos comunes, unidos por la idea de transformar la educación defendiendo una escuela comprensiva, abierta, democrática y comprometida socialmente.

En aquellos años creamos una red de afectos donde a la afinidad de nuestros planteamientos profesionales se fueron superponiendo, en armonía perfecta, el cariño y admiración que hoy mantenemos. Nuestra relación con este humanista, de mente abierta y valiente, como Erasmo, ha tenido pues, una doble vía, la profesional y la personal.

La figura de Ángel Pérez siempre estuvo vinculada para nosotros, maestros de la escuela pública, a los grandes maestros –también– de la Pedagogía y la Didáctica de nuestro país con proyección internacional, muy especialmente a las figuras de hombres tan excepcionales como José Gimeno Sacristán y José Manuel Esteve Zarazaga. Gimeno siempre nos sorprendió a los maestros con sus geniales análisis sobre los problemas de la escuela y su valentía insobornable denunciando las carencias del sistema público; de José Manuel Esteve sus análisis empáticos sobre los problemas del profesorado y la necesidad de ensanchar las bases de un sistema educativo inclusivo, justo y capaz de ofrecer una auténtica igualdad de oportunidades.

Los docentes que hemos seguido los pasos de Ángel I. Pérez a partir de sus investigaciones y reflexiones, hemos vivido a veces con la sensación que debieron tener los maestros que se formaron en los entornos de la Institución Libre de Enseñanza: poner como principal centro de atención al alumno y sus circunstancias y relativizar, cuestionando incluso, todas las formas de un academicismo escolar con trasfondo de alienación y exclusivismo selectivo. Las propuestas de Ángel nos han invitado siempre, incluso obligado en conciencia, a dejar lastres adquiridos, dándole la vuelta y orientando nuestra práctica hacia ámbitos de indagación crítica sobre nuestro quehacer, abriendo ventanas a la creatividad y al desarrollo personal.

Con él vivimos y compartimos cuatro años de ilusión, organizando la puesta en marcha de la recién creada Consejería de Educación centrados especialmente en una formación del profesorado que Ángel Pérez concebía de abajo a arriba, dando una gran importancia a la experimentación e innovación surgida en el seno de los propios centros, así como de los grupos de profesores más comprometidos.

Aquel impulso inicial se frustró. Nuestro querido amigo ha contado lo que pasó. Al Ministerio, y en consecuencia a la Junta de Andalucía, el camino de la experimentación de la reforma educativa le pareció muy largo y complejo y decidieron generalizar de facto el proceso con la promulgación de la LOGSE, que establecía con claridad un nuevo curriculum. Todo se precipitó y lo peor es que, según Ángel Pérez, esta reforma cambió su sentido, se estableció el proceso de arriba a abajo, sin tiempo suficiente de experimentación ni evaluación y se puso en marcha con escasos medios y sin contar con el profesorado adecuado, que en gran parte se empezó a poner en contra de esta nueva regulación del sistema educativo. No obstante, él siguió insistiendo en la importancia del profesorado y de su formación inicial y permanente relacionada con proyectos de innovación, surgidos en centros autónomos y lejos de las estrategias centradas en un control externo excesivo.

Desde esos planteamientos, nos ha invitado a recoger por escrito nuestra práctica diaria revisando nuestras decisiones, haciéndonos preguntas y alimentando procesos de investigación crítica sobre nuestra acción diaria. Con él hemos aprendido que el acceso al curriculum puede ser un maravilloso instrumento de equidad y justicia o convertirse en una barrera infranqueable generadora de frustración, fracaso, disrupción, y finalmente de exclusión. Damos fe de que llevaba razón, porque solo desde unos diseños abiertos e integrados que atiendan a todo el alumnado en su diversidad, se consigue un clima de progreso y un ambiente de aula capaz de generar aprendizajes y valores que culminan con éxito, haciendo que la Escuela tenga pleno sentido para todo el alumnado.

Otro aspecto interesante de la reflexión de Ángel Pérez que destaca en el proceso de aprendizaje es tener en cuenta el estrecho vínculo que existe entre razón y emoción. No hay ninguna decisión racional que no implique interés, motivación, emoción. En definitiva, en cualquier aprendizaje cuentan poderosos componentes emocionales de aceptación o de rechazo. Es imposible pensar en algo que nos interesa sin experimentar una emoción.

También ha proporcionado reflexiones muy acertadas sobre la educación en la era digital señalando que el problema principal de estos recursos está en seleccionar lo que merece la pena. Por ello insiste siempre en la necesidad de fomentar la autonomía intelectual y la capacidad crítica. Para ello no sirven los aprendizajes repetitivos y de datos, sino los aprendizajes de orden superior, que se basan en la creación de mapas mentales útiles para orientarse en este mundo, valorar, plantear alternativas y resolver problemas. Esta aportación de Ángel supone nada menos que un acertado plan para la educación actual y del futuro próximo.

Pero quizás uno de los aspectos que más admiramos en sus diferentes líneas de investigación y de su labor docente ha sido el componente profundamente ético que subyace en el fondo de ellas. Así lo pone de manifiesto cuando se refiere a las competencias básicas educativas encaminadas a un desarrollo humano integral. La reflexión de Ángel I. Pérez nos lleva a seleccionar tres importantes: capacitar a los individuos para utilizar el conocimiento de manera rigurosa, crítica y creativa, pensando que el conocimiento no es algo acabado y que se va modificando continuamente; la segunda nos llevaría a capacitar al alumnado para vivir y convivir en grupos humanos heterogéneos, respetando la diversidad y discrepancia; la tercera supondría buscar la capacidad de ser autónomo, de transitar de una personalidad heredada y adquirida a otra elegida.

Con Ángel hemos sido testigos directos de su insobornable compromiso por la escuela pública. Lo hemos visto trabajando para las administraciones educativas que han querido oírlo y lo hemos visto hablándole a los maestros en sus innumerables intervenciones formativas. Lo recordamos con su verbo impecable, sencillo y directo, transmitiéndonos reflexiones que invitaban a la autocrítica sobre nuestra práctica diaria. Una práctica que, escuchándolo, ganaba en trascendencia y generaba compromisos de mejora inexcusables haciéndonos dignos protagonistas de una noble tarea.

Ángel no es un intelectual que mire a la sociedad desde una torre de marfil. Ya nos lo hizo ver hace tiempo desacralizando las disciplinas, las asignaturas, que eran desmontadas del altar de la escuela vieja para dar paso a unas aulas donde se investiga, se coopera, se comparte, se tolera al diferente, se crea y donde todos pueden expresarse desde la libertad y el respeto.

En el plano personal, hemos tenido la suerte de conocer a Ángel I. Pérez desde hace cuarenta años lo que nos ha permitido compartir juntos momentos inolvidables. Así, pudimos disfrutar de algunos conciertos del Festival de Música de Granada en la Alhambra ;también hicimos visitas a lugares arqueológicos únicos como Gorafe, lugar increíble en las cercanías de Guadix por sus cuevas y conjunto incomparable de sus dólmenes que nos hizo pensar en un “valle de los muertos” en Andalucía; también inolvidable fue nuestra visita a Marruecos donde disfrutamos de la convivencia con nuestros amigos tetuaníes y pasamos unos días de vida relajada y auténtica en un ambiente que nos recordaba nuestras raíces andalusíes, en la medina de la ciudad conocida como la “hija de Granada”.

Han sido muchos más los momentos compartidos con él y con su compañera Encarnita Soto, jornadas intensas de trabajo –Baeza, Granada, Málaga, Sevilla, Córdoba…– De ellos aún saboreamos el recuerdo de su cálida proximidad y de su elegante sencillez, disfrutando siempre de nuestras coincidencias por la historia del arte, la música, la poesía y los grandes valores que inspiran nuestras vidas.

Ángel I. Pérez Gómez cierra esta etapa de su vida, abriendo otra más serena, con la inmensa fortuna de poder mirar atrás habiendo dejado un legado fructífero para las nuevas generaciones, así como un ejemplo de trabajo infatigable, de honestidad y de compromiso.

Como Federico García Lorca le expresó a don Manuel de Falla en una ocasión de emoción contenida, queremos decirte

Con el laurel y flores que ponemos,
amigos de tu casa en este día,
pura amistad sencilla te ofrecemos.
(Final del Soneto A Manuel de Falla. Federico García Lorca.)


Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga