Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga
HISTORIAS MÍNIMAS

Otras historias de la innovación

Other stories of innovation
María Clemente Linuesa*
Recibido: 18 de abril de 2022  Aceptado: 2 de septiembre de 2022  Publicado: 30 de septiembre de 2022
To cite this article: Clemente, M. (2022). Otras historias de la innovación. Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga, 3(3), 230-235. https://doi.org/10.24310/mgnmar.v3i3.14615
DOI: https://doi.org/10.24310/mgnmar.v3i3.14615

*Universidad de Salamanca (España). mcl@usal.es

RESUMEN:
Los conceptos de innovación, de cambio y de mejora en educación parecen surgir en los años 90 del siglo pasado, sin embargo, es evidente que en nuestra historia, al menos reciente, se ha innovado, ha habido cambios y a veces se han producido mejoras.
En los años 80 viví dos historias que para mi fueron experiencias de innovación. Una pertenecer a Concejo Educativo, el grupo de Castilla y León que, dentro de los Movimientos de Renovación Pedagógica dio su particular impulso a cambios que el mundo educativo precisaba. La otra, haber conocido al inicio de carrera profesional a compañeros que me mostraron que en la Universidad podían hacerse cambios, tenían que hacerse cambios, que debíamos empezar nosotros a ser innovadores. Lo que aquí narro es lo que ambas experiencias significaron para mí, pero también me gustaría trasmitir la idea de que fueron experiencias de innovación. 

PALABRAS CLAVE: innovación; cambio; mejora; renovación pedagógica

ABSTRACT:
The concepts of innovation, change and improvement in education seem to have arisen in the 1990s. However, it is obvious that, at least in our recent history, education has undergone innovation, changes and there have been some improvements.
In the eighties I personally lived two stories that were experiences of innovation. One of these was when I was a member of the Education Council, as part of the Pedagogical Renewal Movements in Castilla y León. These movements promoted changes that the educational world required. The other experience was meeting, at the beginning of my professional career, colleagues who showed me that changes could be achieved at the University. To accomplish such changes, we had to start being innovative. What I am recounting here is what both experiences meant to me. But I would also like to transmit the idea that they were experiences of innovation.

KEYWORDS: innovation; change; improvement; pedagogical renewal

Carta

Esta es la historia de una forma de entender cómo puede mejorarse la educación de manera voluntaria, participativa y auto-gestionada. Es la historia de unas vivencias particulares que ocurrieron cuando empecé mi carrera como profesora en torno a los años 80 del siglo pasado. Unas circunstancias, hechos y personas, que me marcaron profundamente y que tal vez dirigieron mis sentimientos, ideas y propósitos en un determinado sentido, tanto en mi manera de entender la educación, como en mi compromiso como docente. Antes plantearé algunos conceptos para enmarcar lo que quiero contar.

El concepto de innovación educativa, muy unido al de cambio y al de mejora, aparece y se hace omnipresente a finales de los ochenta (más fuertemente en los 90). A partir de esos años, van apareciendo publicaciones, tanto libros como artículos de revista, se van desarrollando investigaciones sobre ese objeto de conocimiento y van apareciendo asignaturas así denominadas en los planes de estudio de las Facultades de Educación. En fin, la idea de innovar va tomando cuerpo teórico, práctico e investigador y junto a la palabra innovación aparecen otros conceptos: reforma, cambio y mejora (Fullan, 2002; Carbonell, 2001).

Sin embargo, constatar ese fenómeno ¿nos lleva a pensar que es a partir de ese tiempo cuando se empieza a innovar en educación? Me permito opinar que no. Creo que en educación ha habido hitos innovadores en distintos momentos de la historia reciente, incluso pretendidas rupturas y cambios, casi siempre más atenuados en la práctica que en las intenciones e ideales.

Por remontarnos tan solo al siglo XX, podemos pensar en la aparición y progreso del movimiento de la Escuela Nueva, que tuvo tanto manifestaciones teóricas como prácticas de la mano de relevantes personalidades del mundo de la educación y también de la medicina. Sin embargo, aun sin mencionarse la idea de innovación educativa, pocos negarían que este fue un movimiento innovador. Otro ejemplo lo tenemos en la acción de los maestros pertenecientes al movimiento cooperativo de la escuela popular de Freinet (MCEP), un grupo importante lleno de ideas y prácticas nuevas; como lo fue el movimiento Rosa Sensat, circunscrito a Cataluña, con influencias en muchos otros lugares de nuestro país, donde a partir de los años setenta del siglo XX empezaron a desarrollarse proyectos de grupos de profesores para ir cambiando la escuela.

La innovación educativa se ha interpretado desde posiciones y enfoques diferentes. Hay quienes piensan que debe ser iniciativa de las administraciones, que tienen la capacidad económica e institucional para imponerlas, idea, que como sabemos, ha sido muy discutida. De hecho, parece más propio de las instituciones el concepto de reforma (Carbonell, 2001). Otros han considerado que deben ser los centros, los que proyecten y desarrollen innovaciones, lo que produciría mejoras de un mayor y mejor impacto. También hay quienes defienden que las innovaciones tienen su nicho ideal en las aulas, por ser en estas donde se produce más directamente el aprendizaje. No voy a entrar ahora en ese debate, lo he apuntado para enmarcar dónde situarnos al relatar algunas experiencias en las que participé y que tuvieron lugar en los años ochenta.

Una de ellas, los Movimientos de Renovación Pedagógica (MRPs) buscaban lo esencial y pretendido por las reformas y las innovaciones: cambios y mejoras en Educación, pero no se condujeron desde las instituciones, ni se circunscribieron a los centros o a las aulas. Tal vez puede ser esclarecedor apuntar lo que no eran; por ejemplo, no estaban promovidos por las administraciones gubernamentales; no estaban adscritas a ningún centro en particular, ni centraban sus propósitos inmediatos en las aulas. Se trataba de colectivos integrados por personas particulares que, con carácter voluntario, se constituyeron en asociaciones y realizaron acciones con el afán de cambiar y mejorar la educación en este país. Aunque apuntaré algunas características del fenómeno de manera general, me gustaría nombrar el movimiento llamado Concejo Educativo, movimiento de enseñantes de Castilla y León que formó parte de los MRPs. Tuvo su origen en el año 1974, en sus comienzos muy vinculado al Movimiento Freinet, a partir de ACIES (Asociación para la imprenta y la correspondencia escolar) formada exclusivamente por maestros. Más tarde se fueron agrupando otros colectivos, muy sustancialmente la agrupación de Colegios Familiares Rurales (no hay que perder de vista las características demográficas de Castilla y León) y bastante notablemente grupos de PNNs de la Universidades de Salamanca y Valladolid, (Hernández, 2018).

En el año 1977 se celebro un primer Encuentro de Enseñantes en Salamanca, seguido de otros en ciudades de Castilla y León; también en Salamanca tuvo lugar la primera Escuela de Verano en 1978, que fue secundada en otras ciudades de la Comunidad en años sucesivos. En 1979 se formalizó la asociación Pedagógica Concejo Educativo de Castilla y León. Para mí significó una nueva idea de lo que debía ser la educación, el cambio en las escuelas, en los centros educativos y aún ilusoriamente lo que podía suponer para cambiar la sociedad.

La finalidad de estos movimientos, que se desarrollaron en todas las comunidades autónomas, no solo fue, ni mucho menos, la de cambiar las prácticas en las aulas o las estructuras y funcionamiento de los centros; se trataba de conseguir cambios en la estructura del sistema educativo, buscar la proyección social de la propia educación y participar en la incipiente democracia de nuestro país. De hecho, los temas que planeaban en el ideario de este movimiento tenían un importante cariz ideológico y reivindicativo:

Lo cierto es que este utópico y esperanzador movimiento por el cambio hacia una escuela pública de calidad, una educación en igualdad de oportunidades, donde existiera libertad, aglutinó de forma voluntaria e ilusionada a miles de profesores en un afán de introducir innovaciones y de conseguir también mejoras en sus condiciones de trabajo y en su propia formación.

Los MRPs fueron heterogéneos, cada comunidad tenía gran autonomía, aunque básicamente el denominador común fueran los principios que he señalado, y dentro de esa autonomía se realizaban acciones diversas. La más común fueron las Escuelas de Verano, un verdadero acontecimiento formativo que se llevaba a cabo al terminar el curso académico en distintas ciudades. Estos encuentros estaban auto organizados por profesores de distintos niveles educativos, en ellos se realizaban cursos de especialización, seminarios de temas educativos, talleres de aspectos distintos, grupos de discusión sobre políticas educativas, actividades recreativas y festivas, etc. Fueron espacios de convivencia, aprendizaje, esparcimiento, y amistad. También durante el curso se proyectaban encuentros más dirigidos a tratar y discutir temas de carácter reivindicativo, enfocados a influir en las políticas educativas: la coeducación, la educación inclusiva, la escuela rural (en algunas comunidades con su especial problemática), la incipiente idea de educación ambiental, etc., en realidad temas tanto o más sociales que educativos.

Estas señas de identidad explicarían que la experiencia de los MRPS haya sido seguramente irrepetible en nuestro contexto, y pudo darse en la coyuntura política que existía en España de 1970 a 1985, porque, cuando se produjeron cambios en la política y en la sociedad, bajo los principios de la democracia, las políticas educativas del propio gobierno fueron introduciendo cambios en el sistema escolar, en cierta medida confluyendo con los de este movimiento.

Pertenecer a Concejo Educativo no fue lo único que enfocó mi vida profesional y mi manera entender la Educación, tuve otra suerte: compartir en esos primeros años, (recién creada la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Salamanca), ilusiones, iniciativas y actividades con tres queridos compañeros, José Gimeno Sacristán, Ángel I. Pérez Gómez, y Jurjo Torres Santomé. Durante breve tiempo (muy corto para mí) aprendí que las relaciones con el alumnado, las prácticas en clase, las formas de relacionarnos debían ser otras, que podíamos superar incluso los rígidos horarios asignados. Además de esos cambios en lo cotidiano, en ese breve tiempo que compartimos, se desarrollaron las Semanas de Pedagogía, jornadas en las que participaron relevantes conferenciantes, se realizaron seminarios sobre temas de actualidad, actividades lúdicas proyectadas y abiertas a la ciudad; todo ello, con gran protagonismo de los estudiantes, porque ellos decidían y gestionaban con nosotros las actividades, la elección de los temas a tratar, etc. Estas jornadas impregnadas de libertad, participación y colaboración entre profesores y alumnos tenían también una importante resonancia en la ciudad.

No es raro oír que para transformar cualquier realidad lo importante son las ideas, sin duda que lo son, pero las personas no lo son menos, porque los dos historias que he contado, no hubieran tenido lugar sin la contribución proactiva y cooperativa de ciertas personas; sin su voluntad y determinación no se habrían producido innovaciones y mejoras, porque estoy convencida de que lo fueron.

REFERENCIAS

Carbonell, J. (2001) La aventura de innovar. El cambio en la escuela. Morata.

Fullan, M. (2002). Las fuerzas del cambio. Explorando las profundidades de la reforma educativa. AKAL.

Hernández Díaz, J. M. (2018). Los movimientos de renovación pedagógica (MRP) en la España de la transición educativa (1970-1985). Revista Historia de la Educación, 37, 257-284.


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