Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga
HISTORIAS MÍNIMAS

Una luz en la sombra

A light in the shadow
Diego Rodríguez Vargas*
Recibido: 15 de enero de 2022  Aceptado: 5 de septiembre de 2022  Publicado: 30 de septiembre de 2022
To cite this article: Rodríguez, D. (2022). Una luz en la sombra. Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga, 3(3), 240-244. https://doi.org/10.24310/mgnmar.v3i3.14103
DOI: https://doi.org/10.24310/mgnmar.v3i3.14103

*Presidente del Ateneo de Málaga (2009-2017). Maestro de Educación Primaria. diegorv49@gmail.com

RESUMEN:
El autor de esta historia mínima, maestro de Educación Primaria y Presidente del Ateneo de Málaga (2009-2017), relata su evolución pedagógica en la que el profesor Ángel I. Pérez Gómez fue determinante. Los hitos importantes que se narran abren a conocer un poco más a este profesor, actual catedrático emérito de la Universidad de Málaga al que homenajeamos. 

PALABRAS CLAVE: pedagogía; renovación; innovación

ABSTRACT:
The author of this minimal story, a teacher of Primary Education and President of the Ateneo de Málaga (2009-2017), recounts his pedagogical evolution in which the teacher Ángel I. Pérez Gómez was a determining factor. The important milestones that are narrated open up to know a little more about this professor, currently Emeritus Professor of the University of Malaga to whom we pay tribute.

KEYWORDS: pedagogy; renewal; innovation

Carta

En 1968, con dieciocho años, ejercí por primera vez de Maestro de Enseñanza Primaria. Contratado por el patronato Sagrada Familia desarrollé mi labor en El Puerto de Santa María, Écija, Linares, Cádiz y Málaga. Aprobadas las oposiciones y con la madurez que aporta el paso del tiempo surgió en lo más profundo de mis inquietudes, una persistente rebeldía contra el sistema impuesto por el franquismo. Un modelo anquilosado, tedioso y reproductivo, basado en el miedo a los exámenes y al castigo físico o psicológico. Los de mi generación fuimos educados de acuerdo a esta pedagogía, cuyo objetivo era el pensamiento único y un patriotismo protegido por la moral católica más estricta.

Necesitaba una luz en las sombrías aulas llenas de alumnos trabajando en silencio conforme al temario programado. El crucifijo y el retrato del caudillo parecían observar desde la pared nuestra sumisa quietud. Después sería el rey Juan Carlos I quien ocupara su sitio. Desde la llegada de la democracia algunos docentes se atrevieron a cambiar su práctica. También yo quería iniciar la senda de la renovación, pero no estaba preparado. Pocos lo estábamos en los años ochenta. Inmerso en este tormento, busqué soluciones en los seminarios permanentes, en las escuelas de verano, en ciclos de conferencias que organizaban algunos sindicatos, en grupos de renovación pedagógica y en jornadas sobre Educación en el Palacio de Congresos de Torremolinos.

Empecé a familiarizarme con otro tipo de lenguaje, conocí interesantes e innovadoras experiencias de más compañeros. Todas eran singulares, casos aislados que se llevaban a cabo con enormes dificultades legales y materiales. Sin embargo, la mayoría de docentes seguíamos reproduciendo los métodos y formas que practicaron con nosotros. En mi caso, por más que lo intentaba, era consciente de que, aunque mis nuevos principios se consolidaban, me faltaban herramientas para llevar a cabo un nuevo modelo de enseñanza como otros compañeros y compañeras hacían en la escuela pública. Me sentía frustrado, disconforme conmigo mismo. Cada examen a mi alumnado de la segunda etapa de EGB suponía un naufragio más. ¿Cómo podía exigir a todos igual sabiendo que sus capacidades eran diferentes? Estaba contribuyendo a la segregación de fracasados o exitosos alumnos. Las notas se convertían en una competición. En algunos aumentaba un peligroso exceso de autoestima y en otros la aparición del complejo de inferioridad que podría llevarlos al abandono escolar o a sentirse excluidos del sistema. Me sentía como aquellos maestros republicanos que quisieron cambiar el mundo y un alzamiento militar lo impidió.

Por voluntad propia dejé el colegio concertado y me incorporé por concurso de traslados a otro público, el Jorge Guillén. El cambio me ayudó a actuar con mayor libertad en las innovaciones que necesitaba experimentar. Franco ya había muerto cuando conocí a un grupo de maestras que sentían las mismas inquietudes. Esto me animó a iniciar una nueva etapa sin temor a represalias. Necesitaba formación, leer, acercarme a las nuevas corrientes pedagógicas. Oí hablar de ciertos profesores innovadores en la Facultad de Ciencias de la Educación, entre ellos Ángel I. Pérez Gómez. Lo busqué desesperadamente. Asistí a algunas de sus conferencias, leí sus artículos y tuve la oportunidad de hablar con él en uno de los encuentros de un grupo de renovación pedagógica. Ángel no daba soluciones prácticas, pero sí las ideas para que los adaptásemos a la realidad de nuestro centro y de nuestro alumnado. Las palabras diversidad, diferentes ritmos de aprendizaje, trabajo cooperativo, aprendizaje relevante, evaluación como diagnóstico de todos los agentes que intervienen en la acción educativa, aprendizaje horizontal, la asamblea como espacio de debate…, empezaron a ser parte de mis estrategias. Conceptos muy novedosos que me despertaron un desmedido interés, pronto convertido en entusiasmo.

El pensamiento de Ángel Pérez iba calando en lo más profundo de mis convicciones. Por fin, inicié el camino de la experimentación e innovación con resultados cada vez más sorprendentes. Las técnicas de trabajo, la cooperación, las exposiciones por grupos de trabajo en el aula y en las asambleas de nivel en el salón de actos, la forma de evaluar y de conseguir que mis alumnos se autoevaluaran sin temor a suspensos, sino para encontrar soluciones, que, a veces, pasaban por cambiar mis estrategias didácticas. Reunía periódicamente a las familias para explicarles el modelo y pedir su colaboración. Estaba democratizando la escuela.

Tuve la fortuna de conocer a otra gran pedagoga, Encarna Soto, pareja de Ángel y defensora, como él, de la escuela pública. Sus hijos se incorporaron a mi colegio y ellos se involucraron al máximo en colaborar en cuanto se les requirió. Por mi parte, acepté dar una conferencia en la Facultad, representar algunas de mis adaptaciones teatrales y coordinar grupos de trabajo de alumnado de pedagogía social en mi aula. Todo un lujo para mí. Aprendí de Ángel y de Encarna, y del alumnado de pedagogía con quienes trabajé. Me sentía feliz, satisfecho del proceso que ya estaba en marcha sin posibilidad de volver atrás.

Cuando fui elegido presidente del Ateneo de Málaga, Encarna aceptó ser vocal de educación, incorporándose después otra profesora y compañera suya, María José Serván con la que había trabajado en mi aula algunas experiencias. Al mismo tiempo, Ángel se incorporó al Consejo Asesor y a la Comisión de Intelectuales. Impartió la conferencia inaugural del ciclo Tribuna Ateneo Universidad, dirigió el monográfico de la revista “Ateneo del Nuevo Siglo” (ANS), a cuya presentación invitó a Federico Mayor Zaragoza para hablar de “El largo y curvo camino de la Educación”.

Sabía que Ángel era un referente en los grupos de renovación y que su pedagogía había transcendido a otras universidades, pero sus valores humanos sobrepasaban a los intelectuales. Descubrí en él a una persona excepcional, cercano, sencillo, humilde, de conversación serena y sumamente educado. Siempre estuvo dispuesto a colaborar en cuanto le pedí. Me presentó en la conferencia que impartí en la Facultad, prologó mi libro ¿Qué pensará Bryan de nosotros?, cuestionando el modelo academicista y enciclopédico que ha dominado la escuela durante siglos incapaz de producir aprendizaje duradero y relevante, al mismo tiempo que apoyaba mis experiencias escolares.

Profesor adjunto de las Universidades de Salamanca y Complutense de Madrid, catedrático en la Universidad de La Laguna y de la Universidad de Málaga, rector de la Universidad Nacional de Educación de Ecuador, se ha convertido en un referente imprescindible para quienes dedican su vida a la hermosa aventura de educar.

Por sus innumerables publicaciones, sus enseñanzas y méritos, este vallisoletano de nacimiento y malagueño de adopción, ha recibido importantes condecoraciones como la Cruz de Alfonso X el Sabio al mérito docente en 1986, el Premio Nacional de Innovación e Investigación educativa en 1992, Huésped Distinguido de la Ciudad de Xalapa (Veracruz. México), la Medalla de Oro del Ateneo de Málaga al mérito docente en 2005, el Premio Isay Klasse (mención de honor) al Libro de Educación de la Fundación El Libro Edición 2016-2017 (Buenos Aires, Argentina): “Pedagogías para tiempos de perplejidad. De la información a la sabiduría”.

Después de una larga y exitosa trayectoria, incluso más allá de nuestras fronteras, en especial en Iberoamérica, Ángel continúa como catedrático emérito de la Universidad de Málaga. Su inconfundible sello de pedagogo innovador, su humanismo solidario, sus conocimientos y su elegante discurso siguen estando presentes en las nuevas generaciones de docentes que quieran acercarse a su luz y a su sabiduría en el largo y curvo camino de la educación en el que educarse en la era digital, repensar continuamente la Educación, crear un pensamiento y conocimiento práctico o la transcendencia social de la escuela, son parte fundamental de su pedagogía.

Gracias Ángel, en mi nombre y en el de tantos maestros y maestras que con tu magisterio aprendimos a soñar que otra escuela era posible. Tú nos ayudaste a dar el paso definitivo, a fundamentar nuestros anhelos y a iniciar desde la base el cambio educativo tan necesario como urgente en nuestro país. Nuestros discípulos han sido quienes más han recibido los beneficios de tus enseñanzas. En realidad, todo cuanto has transmitido y llevado a la práctica por nosotros, los docentes, ha sido pensando en ellos, niños, niñas y adolescentes sedientos de aprender de una forma más atractiva e interesante.

Estas líneas, escritas desde el corazón y la emoción de reconocer la larga y fructífera trayectoria de un amigo y un maestro, pretenden ser una muestra de gratitud infinita y un modesto homenaje a quien fue mi luz y mi guía. Una luz que seguirá iluminando a quienes decidan romper las cadenas del miedo y trabajar por una escuela más humana, menos competitiva y mejor diseñada en estos “tiempos de perplejidad”. Yo los invito a beber de tu fuente, a embriagarse de tu forma de rebelarse contra el sistema educativo que nos encadena a un pasado que aún sigue presente.


Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga