Rosa Vázquez Recio
RESUMEN:
El trabajo recoge reflexiones acerca de la expresión, cada vez más frecuentemente usada, "dar voz a" o "dar la voz a". Partiendo de la etimología del verbo "dar", se abordan los matices y los significados que encierra dicha expresión. Se revela que la buena intención de dar la voz puede quedar en un acto de solidaridad o caridad, en una forma de reproducir la dominación ya existente. Se abre la vía de suprimir la expresión "dar voz a" por otras formas que remitan a la participación, al reconocimiento y a la presentación de quienes tienen voz, pero que ni pueden hablar ni son escuchados. La escucha se presenta como un acto de reconocimiento, un acto ético-político y un acto de emancipación.
PALABRAS CLAVE: dar voz; dominación; escucha; reconocimiento; caridad
ABSTRACT:
The paper gathers reflections about the expression, more and more frequently used, "give voice to" or "give voice to". Starting from the etymology of the verb "give", the nuances and meanings contained in this expression are addressed. It is revealed that the good intention to give the voice can remain in an act of solidarity or charity, in a way to reproduce the already existing domination. The way is opened to suppress the expression "give voice to" by other forms that refer to the participation, recognition and presentation of those who have a voice, but who cannot speak or are heard. Listening is presented as an act of recognition, an ethical-political act and an act of emancipation.
KEYWORDS: give voice; domination; listening; recognition; charity
Pobrecito mi patrón
Piensa que el pobre soy yo
Facundo Cabral
Cada vez resultan más familiares las expresiones dar la voz a o dar voz a, a las que les siguen otras variantes en las que se señala a quién se le da; un quién que parece que no es cualquier quién: dar voz a los sin voz, dar voz a los participantes, dar voz a colectivos silenciados, dar voz a las minorías oprimidas, dar voz a personas que no se visualizan, dar voz a los sujetos subalternos, y otras tantas que escuchamos o que podemos leer.
De una primera impresión, que es una simple aproximación, se aprecia que la expresión matriz, dar la voz a o dar voz a, como sus derivadas, habitualmente las encontramos sin comillas u otro rasgo diacrítico que las demarquen del resto de palabras que las acompañan. Pero también las hallamos entrecomilladas, y en tal caso, las comillas cumplen su misión de diferenciar la expresión del resto del texto discursivo, sin más, como si de una cita textual o literal se tratase; para hacer una llamada de atención, en cuanto expresión especial o bien para indicar que se está empleando con un sentido irónico, esto es, para exponer lo opuesto a lo que se quiere dar a entender utilizando una serie de palabras —las que componen la expresión— que sugieren la interpretación que se debe realizar. Estas últimas posibilidades son las que se aprecian en trabajos como los de Susinos y Parrilla (2008) y Sierra y Blanco (2017), por mencionar algunos. En inglés, encontramos las expresiones give voice to the voiceless, giving voice to the voiceless, giving voice to the subaltern… En estos casos, y siguiendo con esta pesquisa de tanteo, las comillas no aparecen en las diversas opciones mencionadas; sí encontramos el caso de voiceless, que no es marcado en el texto sino en el título de la producción académica (Freeman et al., 2011; Flinterud, 2014). Esta aproximación o tanteo es solo el pretexto para plantear lo que sigue.
Entre ese “perderse” la expresión en el conjunto de palabras elegidas para construir el discurso y ese “ser” la expresión para señalar que no es lo que se quiere decir sino su contrario o algo diferente a lo expresado, surgen algunas reflexiones que encuentran en el verbo dar el punto de partida y que coloca a la propia expresión en un abanico de posibilidades conceptuales con consecuencias ideológicas, sociales, políticas y éticas. Recurrir al origen etimológico se convierte en una buena opción para empezar, pues ayuda a mostrar matices y significados. Hagámoslo.
El verbo dar viene del latín dare, como otra serie de palabras (dádiva, dativo, dato, …), cuyas principales entradas son “entregar” y “donar” (esta segunda se debe a su vinculación con la raíz indoeuropea –do): la primera, remite a “dar algo a alguien, o hacer que pase a tenerlo” (RAE, 2020), y la segunda, “traspasar graciosamente a otra algo o el derecho que sobre ello tiene” (RAE, 2020). Si sustituimos dar por las dos acepciones, la expresión matriz quedaría: “entregar la voz” (a alguien, o hacer que pase a tenerla), y “donar la voz” (traspasar graciosamente a otra esta). Ambos casos, en su base, remiten a ese acto en el que una persona da, entrega o dona a otra la voz, un gesto que viene a indicar que quien lo recibe no tiene lo que se le da (la voz). Dicho así, la voz se cosifica, se convierte en ese algo (cosa) que se entrega.
Con cierto riesgo cabe decir que parece que adquiere un estado de unidad independiente, en nuestro caso, de la persona que dona o entrega, con lo que ello supone. Y además “se da gratuitamente” (“graciosamente”) (RAE, 2020), si bien ese acto de dar puede llegar a ser “agradable o atractivo a la vista” (RAE, 2020) y hasta “chistoso, agudo o lleno de donaire” (RAE, 2020). Asimismo, en el supuesto en el que nos situamos, definido por la expresión matriz tomada desde el inicio de estas reflexiones, no se entiende que quien pasa a tener aquello que le es dado, entregado o donado –la cosa llamada voz- carezca de ello. No se trata de una imposibilidad física, debido a una lesión o a una afección temporal (afonía o mudez), sino de una imposibilidad impuesta por quienes ejercen dominación, manipulación, subordinación y exclusión, de ahí las segundas partes de la expresión matriz: los sin voz, los colectivos silenciados, las minorías oprimidas, las personas invisibilizadas, las subalternas… Posibilidades que, por su situación, que parece ser de “no-Ser” (Fanon, 2009), están necesitadas: por eso se le da, entrega o dona la voz.
La introspección etimológica permite arrojar otra serie de reflexiones. El desbroce realizado nos devuelve la imagen de un sentir del acto de dar voz a alguien o hacer entrega de esta como si de una acción buena fuese; un gesto amable hacia otra persona que lo recibe sin débito y que refleja, además, interés y preocupación por esta; una persona ayuda a otra que se encuentra en situación de desigualdad, exclusión, inequidad... Luego ¿este acto de dar es un acto de solidaridad?, ¿un acto de caridad?, ¿una obra de misericordia? Parece que “dar voz al que no tiene” forma parte del decálogo: “dar de beber al sediento”, “dar de comer al hambriento”, etc. Pensarlo en alguna de estas posibilidades es edulcorar y soterrar, sobre todo, las razones que llevan a utilizar la expresión matriz como reclamo, como forma de visibilizar, de incluir a quienes no tienen voz. Puede también representar el buenismo esperado en estos tiempos en los que las palabras están sufriendo continuas re-significaciones y, entonces, este “dar voz” a quien no tiene puede quedar como cáscara vacía o simple eslogan comercial (y académico); es decir, lo que viene llamándose “lo políticamente correcto”.
Cierto es que se reconoce la existencia de necesidad ante la miseria/la pobreza/la carencia; que saber que otras personas están siendo excluidas desata sentimientos, y que ello nos mueve a hacer algo1, sin embargo, esto que se reconoce y se siente no puede entenderse en clave de solidaridad ni de caridad, puesto que no da respuesta al problema de base: aquel que provoca que ciertas personas y ciertos grupos/colectivos sean silenciados y que su voz quede contenida en sus entrañas mientras rezumban entre sus vísceras. Se trata de un silenciamiento de carácter estructural que los encierran en la narrativa hegemónica, capitalista y neoliberal. Voz tienen, de lo que carecen es de la posibilidad de participar de manera dialógica como sujetos legítimos, con derechos y con reconocimiento, porque su discurso no es el autorizado y porque tampoco disponen de los medios y los dispositivos oficiales y legitimados para ello. Consecuentemente, no solo no pueden hablar, sino tampoco ser escuchados. Esto da respuesta a la pregunta que formulaba Gayatri Ch. Spivak, “¿puede hablar el subalterno?” (1988). Es “la predominancia estructural de la exclusión sobre la inclusión” (Escobar, 2004, p.89). Se trata, pues, de una cuestión política de reconocimiento, de representación y de participación.
Por tanto, dar la voz a o dar voz a solo nos puede hacer sentir bien por el gesto hacia el otro, pero el problema no se erradica. En el fondo, ese gesto revela la debilidad de quien lo ejecuta, porque no deja de estar ligado a aquello que le permite mirar desde arriba hacia abajo, aquello que le permite no cruzar la frontera del silenciamiento, que se edifica como barrera “para no temer realmente la competencia de aquellos a quienes explota y desprecia” (Fanon, 1999, p. 128).
Dar la voz a o dar voz a no escapa de la “cultura del silencio” (Freire, 1970, 1984) que responde a una relación política y a una relación estructural de poder; una cultura que inyecta dinámicas de dependencia que hacen que se establezca la creencia de que los sin voz, los oprimidos, los invisibilizados… solo pueden salir de este estatus, verbigracia, por la acción de quienes sí tienen voz legitimada y que, por ello, se convierten en sus albaceas: pueden hablar por ellos, pueden representarlos, pueden sentir por ellos (Beverly, 2004). Se cosifica la voz, se cosifica a los sin voz. De esta consideración puede desprenderse la idea que utilizar la expresión matriz, más que generar procesos de cambio y de emancipación, puede estar reproduciendo los supuestos de dominación política, económica y cultural neoliberales, capitalistas, neoconservadores y neocoloniales. Igual hay que renunciar a la expresión matriz, y buscar vías alternativas. Y el comienzo puede ser el planteamiento que apuntase Thompson (1989): las voces de los sin voz. Al menos, ya no es dar.
Luego,
No demos la voz, sino escuchémosla, porque:
escuchar la palabra es un acto de reconocimiento
escuchar la palabra es un acto ético-político
escuchar la palabra es un acto de emancipación
Beverly, J. (2004). Subalternidad y representación. Debates en teoría cultural. Iberoamericana.
Escobar, A. (2004). Más allá del tercer mundo globalidad imperial, colonialidad global y movimientos sociales anti-globalización. Nómadas, (20), 86-100.
Fanon, F. (1999[1961]). Los condenados de la tierra. Txalaparta.
Fanon, F. (2009). Piel negra, máscaras blancas. Akal.
Flinterud, G. (2014). Stealing from bakhtin.Writing the Voices of the “Voiceless”. Nordic Journal of Science and Technology Studies, 2 (1), 71-76.
Freeman, C. P., Bekoff, M., y Bexell, S.M. (2011). Giving voice to the “voiceless”. Journalism Studies, 12(5), 590–607. http://dx.doi.org/10.1080/1461670X.2010.540136
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Editorial Tierra Nueva.
Freire, P. (1984). La importancia de leer y el proceso de liberación. Siglo XXI Editores.
Moliner, M. (1998). Diccionario del uso del español. Gredos.
RAE (2020). Diccionario de la Lengua Española. Edición del Tricentenario. https://dle.rae.es/
Sierra, E., y Blanco, n. (2017). El aprendizaje de la escucha en la investigación educativa. Qualitative Research in Education, 6(3), 303-326. https://doi.org/10.17583/qre.2017.2783
Spivak, G. Ch. (1988). Can the Subaltern Speak? En C. Nelson y L. Grossberg (Eds.), Marxism and the interpretation of Culture (pp. 271-313). University of Illinois Press.
Susinos, T., y Parrilla, A. (2008). Dar la voz en la investigación inclusiva: debates sobre inclusión y exclusión desde un enfoque biográfico-narrativo. REICE. Revista Electrónica Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 6(2), 157-171. http://www.rinace.net/arts/vol6num2/art11.pdf
Thompson, P. (1989). The Voice of the Past. Oral History (2ª ed.). Oxford University Press.
1 Este planteamiento tiene que ver con la misericordia en su sentido etimológico. Misericordia procede del latín, del sustantivo misere (miseria/necesidad), cor (corazón) e ia (sufijo) que se dirige hacia los demás. La misericordia se refiere a ese “sentimiento de pena por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles” (Moliner, 1998); “virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos” (RAE, 2020). Implica asistir y ayudar al necesitado y hacerlo amablemente.