Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga
INVESTIGACIONES

Discursos flexibles en torno a las identidades sexuales y de género en la adolescencia: “un sentimiento de cómo te vives”

Flexible discourses around sexual and gender identities in teenagers: “a feeling of how you live yourself”
Alicia Bernardos,* Irene Martínez-Martín**e Irene Solbes***
Recibido: 5 de agosto de 2021  Aceptado: 18 de marzo de 2022  Publicado: 31 de julio de 2022
To cite this article: Bernardos, A., Martínez-Martín, I. y Solbes, I., (2022). Discursos flexibles en torno a las identidades sexuales y de género en la adolescencia: “un sentimiento de cómo te vives”. Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga, 3(2), 78-95. http://dx.doi.org/10.24310/mgnmar.v3i2.13141
DOI: http://dx.doi.org/10.24310/mgnmar.v3i2.13141

*Alicia Bernardos 0000-0003-0622-7233. Instituto de Investigaciones Feministas. Universidad Complutense de Madrid (España). aliberna@ucm.es
**Irene Martínez-Martín 0000-0001-9131-9057. Depto. de Estudios Educativos. Instituto de Investigaciones Feministas. Universidad Complutense de Madrid (España). irene.martinez.martin@edu.ucm.es
***Irene Solbes 0000-0002-8278-5897. Depto de Investigación y Psicología de la Educación. Instituto de Investigaciones Feministas. Universidad Complutense de Madrid (España). renesolbes@psi.ucm.es

RESUMEN:
Distintas investigaciones apuntan a una transformación actual en los discursos y las culturas de género en población joven. Nuestro objetivo en la presente investigación es analizar el discurso de un grupo de personas adolescentes –con una visión flexible sobre la construcción del género y con un nivel de aceptación social alto en su grupo de iguales– en torno a la identificación con categorías de género. Utilizamos una aproximación cualitativa de análisis del discurso registrado a partir de entrevistas semi-estructuradas. Las personas entrevistadas describieron las categorías mujer/hombre desde distintas dimensiones independientes, destacando la autoidentificación como la dimensión clave para la pertenencia a la categoría. Sus discursos destacan por la resistencia frente a la rigidez, y estatismo del discurso monoglósico, mostrando rechazo contra lo que enuncian como estereotipado y rígido, en una negociación compleja entre el deseo de aceptación social y la búsqueda de formas más flexibles de ser chica/chico.

PALABRAS CLAVE: identidad; adolescencia; género; análisis de discurso

ABSTRACT:
Research suggests a current transformation in young population gender discourses and cultures. Our aim in the present research is to analyse the discourse of a group of adolescents vwith a flexible view on the construction of gender and a high level of social acceptance in their peer group– around the identification with gender categories. We used a qualitative approach to discourse analysis based on open-ended semi-structured interviews. The interviewees described the categories woman/man from different independent dimensions, highlighting self-identification as the key dimension for belonging to the category. Their discourses stand out for their resistance to the rigidity and statism of monoglossic discourse, showing rejection against what they enunciate as stereotypical and rigid, in a complex negotiation between the desire for social acceptance and the search for more flexible ways of being a girl/boy.

KEYWORDS: identity; adolescence; gender; discourse analysis

1. INTRODUCCIÓN

El género es uno de los más importantes organizadores de la vida social (Blakemore et al., 2009; Endendijk et al., 2018), puesto que condiciona desde el nacimiento la construcción de la identidad, la percepción del entorno, las oportunidades de experiencias vitales o las consecuencias de los comportamientos. Las categorías de género son un aspecto relevante para los seres humanos de diferentes culturas (Solbes-Canales, 2020), pero los discursos que sostienen su sentido han variado enormemente a lo largo de la historia y presentan grandes diferencias en distintos contextos. En la actualidad, asistimos a una transformación de los significados tradicionales asociados a las categorías de género (Paechter, 2020). Una muestra de ello es el número especial de la Revista National Geographic (2017), titulado “Gender Revolution”. En su editorial, “We Are in the Midst of a Gender Revolution”, Goldberg afirma que asistimos a un cambio en las expresiones de género tradicionales y una flexibilización en la asociación de un sexo binario con comportamientos masculinos y femeninos. Asimismo, desde distintos ámbitos de investigación se está poniendo en cuestión el marco que presupone que existen dos tipos de seres humanos, los hombres y las mujeres; las categorías sexo/género se entienden como complejas, multidimensionales, cultural e históricamente determinadas y maleables (Hyde et al., 2019). Según Cover (2019), se están definiendo nuevas formas de vivir la propia identidad, relacionadas con las posibilidades de expresión en espacios digitales, que se reflejan en la expansión de categorías de género y en los discursos emergentes de elección y cambio.

Investigaciones realizadas en España y en otros contextos occidentales ofrecen evidencias empíricas de algunos de estos cambios en los discursos de género en población adolescente: se han descrito posiciones que destacan por su creciente capacidad de crítica hacia los mandatos de género tradicionales, interés por la diversidad en las expresiones de género y una predisposición hacia la igualdad (Ballesteros et al., 2019; Bragg et al., 2018; Tate et al., 2020). Algunos estudios muestran cómo un sector de la juventud reclama una mayor amplitud y complejidad a la hora de entender el género –más allá de concepciones rígidas binarias– (Frohard‐Dourlent et al., 2017). Un número cada vez mayor de personas en el Norte global se están identificando como trans, no binarias y otras identificaciones que describen fluidez de género (Edwards-Leeper et al., 2016; Jones et al., 2016; Paechter et al., 2021), realidad que está teniendo eco en la investigación educativa (véase, por ejemplo, los artículos recientes de Paechter, 2020; Paechter et al., 2021).

Analizando población “normativa”, la investigación de Joel et al. (2014) confirma que la experiencia de una proporción significativa de la población no se ajusta a una visión de la identidad de género binaria y unitaria. El sentido de una identidad de género fluida y flexible, que integra elementos asociados a masculinidades y feminidades de una forma cambiante y compleja, parece ser común en la población. Tal y como afirma Goldner (2011, citado por Joel et al., 2014, p.1) “trans may be uncommon, but gender variance itself is not rare”. Para Missé (2020), la experiencia de malestar ante la rigidez del género no es una experiencia propia de las personas trans, sino que supone una vivencia mayoritaria.

En España, algunas investigaciones sobre atribución de estereotipos convencionales a las categorías de género, muestran indicadores de cambio (Martín et al., 2020; Martínez-Marín & Martínez, 2019; Mosteiro-García & Porto-Castro, 2017). Rodríguez & Ballesteros (2019) sitúan a un 44% de la población joven en posiciones de rechazo hacia una concepción del género estereotipada; un grupo formado mayoritariamente por chicas. En una reciente investigación con metodología cualitativa (Bernardos et al., 2021), se identifica un grupo de estudiantes con discursos que rechazan los condicionantes rígidos de género y defienden la diversidad de expresiones y la libertad individual para elegir. El informe del INJUVE (Pérez-Díaz et al., 2020) refiere que un 25% de las personas jóvenes encuestadas no se describieron como 100% femeninas o masculinas, sino en puntuaciones intermedias o en la categoría contraria al sexo asignado.

Estos hallazgos pueden servir de base para un cambio en las estrategias políticas y de acción educativa, hacia la promoción de la diversidad y la no conformidad, la problematización de las categorías hombre/mujer y las suposiciones que derivan de ellas (Thomson et al., 2018; Sánchez, 2019).

Sin embargo, en educación se asume de forma generalizada una comprensión binaria del sexo/género: sólo se reconoce la existencia de dos tipos de cuerpos, con los que se asocian dos identidades, presentaciones y roles (Paechter, 2020; Paechter et al., 2021). Parece por lo tanto necesario que las transformaciones culturales recientes penetren en la escuela y que la comprensión de las identidades se aborde desde un punto de vista más complejo.

La intención de la presente investigación es profundizar en algunos de los cambios que se están produciendo en los discursos en torno al género en población adolescente “normativa”, preguntándonos qué significan las categorías de género para aquellas personas con estilos menos estereotipados, más abiertos y flexibles. Consideramos que esta población, elegida además por su popularidad y visibilidad en el instituto, representa discursos emergentes de género (Cover, 2019). El análisis de este estilo de discurso resulta necesario para el diseño de acciones educativas que permitan la construcción de identidades más reflexivas y críticas (Bernardos et al., 2020; Martínez Martín & Ramírez Artiaga, 2017). Según Paechter (2020, p.11): “es posible que aquellos que han crecido en un mundo fuertemente binario puedan aprender de una generación que está creciendo en una sociedad con mayor flexibilidad de género”.

A continuación se enmarcan las distintas teorías que respaldan la concepción de la construcción de la identidad de género en que se basa el estudio y la opción metodológica de análisis del discurso. Posteriormente se describen los recursos discursivos compartidos en relación al significado que para las personas entrevistadas tiene pertenecer a una categoría de género: la identificación, expresión y vivencia de las categorías. En el apartado final del artículo se desarrolla un análisis y teorización más amplias, conectando los resultados con aportaciones de investigaciones previas.

2. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA

Comenzamos con una aclaración terminológica: la diferencia sexo-género es controvertida, puesto que los aspectos biológicos, sociales y culturales no pueden analizarse como realidades diferenciadas (Hyde et al., 2019). Por ello, en la presente investigación utilizaremos el término género por ser el más extendido en las referencias anglosajonas y para simplificar el desarrollo, pero su uso no excluye los aspectos corporales y materiales, ni supone una descripción de algo claramente diferente a lo que comúnmente se entiende como “sexo”.

Para el análisis de los discursos adolescentes, nos situamos en una concepción del género afín a posiciones feministas postestructuralistas que consideran que las categorías chica/chico, mujer/hombre no se corresponden con ninguna esencia previa ni suponen realidades estables y coherentes (St. Pierre, 2000). El proceso de construcción identitaria a partir de las categorías de género conlleva una negociación continua, en la que el sujeto se posiciona entre un repertorio de discursos que están a su disposición en diferentes contextos. Este proceso no supone una recepción pasiva de normas, sino una recreación personal de los discursos heredados, que siempre es problemática, fluida y compleja (véase, por ejemplo, Francis, 2012; Francis et al., 2010; Paechter, 2019; Paechter & Clark, 2016).

Partimos por tanto de la consideración de las personas adolescentes no como sujetos pasivos de socialización, sino como agentes activos que demuestran reflexividad y autonocimiento en su trabajo identitario (Renold, 2013). El proceso por el que se produce una identificación y recreación de una de estas categorías como un eje de la construcción identitaria supone un posicionamiento entre diferentes discursos: qué puede significar en un momento histórico y en un contexto determinado encarnar una categoría de género, qué discursos están disponibles. Implica por lo tanto un proceso nunca concluido de negociación: “las personas jóvenes son reguladas por y dan sentido a sus identidades de género y sexuales, construyendo de forma activa, negociando y contestando las masculinidades y feminidades dominantes y las versiones locales de la hegemonía de género” (Bragg et al., 2018, p. 422).

Por lo tanto, siguiendo a Hyde et al. (2019) se analizan las categorías de género considerando que el sexo asignado en el nacimiento es un predictor imperfecto de la identificación, y dicha identificación (being gender) se muestra a su vez como un aspecto diferente de las actuaciones y comportamientos (doing gender).

En consecuencia, no se plantea el género como un concepto que implica una sola dimensión coherente, sino que integra diferentes factores interrelacionados pero independientes. En la descripción de Tate et al., (2020), el conjunto de género (gender bundle) está formado por cinco dimensiones: la asignación en el nacimiento por una autoridad cultural; la autoidentificación con un grupo de género; el conocimiento y adherencia a normas, comportamientos, expectativas y estereotipos propios del contexto; la expresión o actuación de género (performatividad); y la evaluación de las personas del propio grupo y externas al grupo (figura 1). Utilizan el término “conjunto” al entender que las distintas facetas no tienen por qué ser coherentes o presentarse de una forma unificada; el género es un constructo multifactorial con elementos que interactúan, pero que no siguen una única dirección.

Modelo multifactorial del género (Traducido de Tate et al., 2020)

Ilustración 1. Modelo multifactorial del género (Traducido de Tate et al., 2020)

A pesar de reconocerse el papel activo de la persona adolescente en la construcción de su identidad de género, es necesario resaltar el peso de la normatividad en esta construcción. Las opciones normativas que se manejan en un contexto se han denominado masculinidades y feminidades hegemónicas (Connell & Messerschmidt, 2005), y son consideradas como ideales aspiracionales: existen como prototipo, como ideas abstractas que no se corresponden exactamente con lo que significa, para una persona concreta, ser un hombre o una mujer (Paechter, 2012). No obstante, es importante destacar que no se trata de aspiraciones universales: existe una proporción de adolescentes que no imitan los planteamientos “hegemónicos”, o que asumen formas de masculinidades o feminidades alternativas (Anderson, 2013; Anderson & McCormack, 2018; Paechter, 2019).

En conclusión, nos situamos en una visión del género como un concepto multifactorial, que implica una creación identitaria compleja, contradictoria y que supone una negociación constante con discursos normativos.

3. MÉTODO DE INVESTIGACIÓN

El objetivo de nuestro trabajo fue analizar el discurso de un grupo de personas adolescentes en torno la identificación con categorías de género. Nuestro interés se centró en un tipo de adolescentes: aquellos con una visión más flexible sobre la construcción del género (con una visión menos esencialista y estereotipada) y con un nivel de aceptación alto en su grupo de iguales. Para este análisis se utilizó la distinción entre discursos monoglósicos y heteroglósicos de Francis (2012). Monoglosia se refiere a las formas dominantes del lenguaje, con una concepción de las categorías de género dicotómicas, naturales y evidentes; heteroglosia describe las formas complejas de discurso que se dan en la interacción local. Esta distinción nos permitió entender las respuestas de la población adolescente como un trabajo de reconstrucción y –en algunos momentos– resistencia frente a los discursos monoglósicos (Francis, 2012; Francis & Paechter, 2015; Paechter & Clark, 2016).

Se utilizó una aproximación cualitativa de análisis de discurso registrado a partir de entrevistas semi-estructuradas, un método coherente con el deseo de captar la complejidad y contradicción de los discursos adolescentes. Dichas entrevistas se desarrollaron en el instituto público en el que una de las investigadoras desempeña el rol de orientadora educativa, lo que le da un conocimiento previo que favoreció la selección de la muestra. Se trata de un instituto público situado en una localidad de la periferia sur de la Comunidad de Madrid.

Las personas entrevistadas fueron elegidas entre aquellas que mostraron un perfil de discurso más flexible respecto a los estereotipos de género en un estudio previo (Bernardos, 2018), un nivel de aceptación social alto en el test Sociescuela (Martín-Babarro et al., 2008) y un perfil participativo y visible en el centro. Nuestro interés se centra en discursos emergentes de género, manejados por población “normativa”, socialmente aceptada y visible en el centro; por lo tanto, con capacidad de influencia sobre sus iguales. En total se seleccionaron 12 personas de entre 14 y 18 años (estudiantes de tercero de ESO y primero de Bachillerato), todas ellas cisgénero, de las cuales 8 se identificaban como chicas y 4 como chicos. La muestra reducida nos permitió una selección cuidadosa del perfil objeto de nuestra investigación. A partir de esta muestra, no existía la pretensión de que las conclusiones fueran generalizables, pero sí transferibles a otras situaciones. De acuerdo con las directrices del código ético de la Universidad Complutense de Madrid, se solicitaron permisos escritos para la inclusión en el estudio de las personas participantes y de sus tutores o tutoras legales. Se garantizó el anonimato de la información recabada.

Las categorías de género investigadas fueron “mujer” y “hombre” por ser aquellas con las que se identificó la población adolescente investigada, a pesar de la existencia de otras categorías conocidas y utilizadas por la población adolescente actual (Frohard‐Dourlent et al., 2017). El diseño de la entrevista incluía en primer lugar unas preguntas abiertas (¿qué significa para ti ser hombre?, ¿qué significa para ti ser mujer?) a partir de las cuales se introducían preguntas para concretar, aclarar y conseguir ejemplos de sus propias experiencias. Finalmente, se terminaba indagando en su identificación, en su experiencia como “portadoras/es” de categoría: ¿te identificas con alguna de estas categorías?, ¿sientes que encajas con lo que se espera?, ¿has deseado pertenecer a otra categoría? En la realización de las entrevistas existía apertura a los cambios de secuencia y a las formas de preguntar, para profundizar en los significados y explicaciones de cada participante.

Por último, se realizó un análisis inductivo: los datos se codificaron de forma abierta con la ayuda del programa ATLAS-TI, asignando categorías a los textos relevantes y buscando patrones compartidos que expresaban recursos comunes de este estilo de discurso (ver ilustración 2). Para la selección de las categorías principales y la creación de relaciones e interpretaciones, se observaron las frecuencias de las categorías y las co-ocurrencias. No se realizaron análisis de las identidades individuales, aunque las estructuras de sentido compartidas se ejemplifican en expresiones particulares, citando expresiones narrativas de las personas participantes. Sus nombres se sustituyeron por seudónimos, elegidos de forma que se respetaran sus orígenes culturales.

4. RESULTADOS

Un análisis general de los datos mostró algunos temas recurrentes, abordados desde esquemas interpretativos similares (ilustración 2). Las personas entrevistadas comenzaron señalando que definir las categorías mujer/hombre es algo complicado. No ofrecieron una respuesta sencilla, directa y uniforme, y en sus descripciones nos hablaron de distintas dimensiones: de la identificación en una u otra categoría, de la asignación en el nacimiento, de las características corporales, de las posibilidades de expresión, de los roles y expectativas sociales, etc. Las tres dimensiones que se señalaron como más relevantes para la pertenencia a la categoría fueron la identificación, la asignación y la expresión, por lo que nos centraremos en su descripción a partir de los extractos más significativos de las entrevistas.

Esquema compartido de interpretación

Ilustración 2. Esquema compartido de interpretación

4.1. Significado de la pertenencia a las categorías de género

Cuando se preguntó a las personas participantes qué hace que una persona pertenezca a una de las categorías de género, siete de las doce personas entrevistadas empezaron diciendo que se trata de una cuestión complicada, que no se resuelve de forma sencilla con la descripción de los órganos sexuales o de la apariencia externa. Era frecuente describir la pertenencia a las categorías utilizando la palabra “sentimiento”:

Es complicado. Yo creo que más que físico es como un sentimiento, pero no hacia los demás como son otros sentimientos, sino como propio, de como te vives a ti mismo. (Entrevista a Itziar, 14:1)
Expresa como tú te ves para ti mismo y como quieres que te vean los demás. Cómo te sientes. (Entrevista a Nora, 14:10)

Por lo tanto, la complejidad destacaba como tema central, al considerar que ser hombre o mujer es mucho más que un cuerpo. Se rechazaba así la idea de que los elementos físicos fueran determinantes:

L: Tú te puedes sentir perfectamente hombre con aparato reproductor femenino, no importa.
E: Vale, entonces para ti como qué caracterizaría…
L: Ostras. Pues no sé. Yo creo que la forma que te sientas, no tiene, no sé, es que no sé explicarlo. (…) Sí, depende de cómo te sientas, yo perfectamente soy una mujer, pero perfectamente me podría sentir hombre teniendo el aparato reproductor femenino. (Entrevista a Lara, 14:2)

Como comprobamos en las citas anteriores, se mencionaba el sexo asignado en el nacimiento y las características corporales como factores que pueden afectar en la identificación, pero no la determinan. En algunas definiciones se enunciaron los términos sexo/identidad de género, distinguiendo ambos conceptos y asociando la identidad a un proceso “que se desarrolla según creces”. No se describía como algo presente de forma estática desde la infancia, sino que se señalaba la etapa adolescente como un momento importante en la decisión que supone la identificación.

S: Una cosa es el sexo que tengas y otra cosa es la identidad de género que tengas. O sea, tú te puedes sentir mujer y tener pene, perfectamente. Perfectamente. O sea, nadie te tiene que decir lo contrario.
E: Esa identidad, que eso me interesa mucho, vamos a tirar de ahí. ¿Tú, de dónde crees que surge, esa…?
S: No sé, yo creo que, o sea, como que… siempre lo has sentido, pero se desarrolla más según creces, te das más cuenta. Y… no sé. Como que… yo creo que no es algo que te implique la gente. Eres así. (Entrevista a Sara, 14:4)

En estos discursos, las categorías hombre/mujer no se diferenciaban claramente. Se describían más bien como etiquetas que marcan diferencias, pero entre las que existen espacios de indefinición:

Yo creo que es algo muy, un tema muy complejo, no sé… no sabría decir en qué punto está la cosa en qué punto es otra. O sea, qué se yo, por ejemplo, sabemos que hay rojo y hay naranja, pero la diferencia digamos entre cuando empieza a ser rojo y empieza a ser naranja, es muy pequeña digamos. No sabría decir… (Entrevista a John, 15:2)

4.2. La identificación con las categorías de género

La autoidentificación destacaba claramente como el elemento decisivo, que marcaba la pertenencia a una categoría, por delante de la asignación médica, la identificación por parte de otras personas, o la expresión. Según los discursos analizados, esta autoidentificación suponía una decisión individual, no condicionada (aunque sí influida) por elementos físicos o del contexto. Se desvinculaba esta decisión de elementos determinantes: en el discurso del grupo de adolescentes, no existían condicionantes ineludibles, en último término se entendía la identificación como una decisión libre, un ámbito de agencia personal.

Claro, yo… yo al principio lo identifico con físicamente, y ya cuando hablo con él y ya voy cogiendo confianza ves si esa persona se identifica como hombre o como mujer, porque al fin y al cabo te determinan cuando naces por los genitales y por las cosas así, pero luego ya con tus ideas y tus pensamientos ya determinas si eres un hombre o una mujer, es lo que creo yo. (Entrevista a Lidia, 14:2)

El reconocimiento por parte de otras personas de la autoidentificación era considerado un aspecto importante: en estos discursos, la decisión personal debe ser enunciada para ser conocida, puesto que no tiene por qué mostrarse de ninguna otra forma (ni con aspectos físicos ni con una expresión determinada). Una vez que es compartida, se destaca la necesidad de que esta identificación sea respetada y reconocida, y que esta persona sea tratada de acuerdo con la categoría con la que se identifica. En esta explicación está implícito el rechazo a discursos en los que la identidad viene determinada por factores ajenos a la decisión propia –como la atribución de otras personas–, con frases como “nadie te tiene que decir lo contrario”.

Sí, es verdad que por el tipo de vestimenta o corte de pelo, si se maquilla o si no, ¿sabes? Lo, lo típico, pues sí que puedo pensar que de verdad se siente hombre o mujer. Pero no sé, prefiero que esa persona me lo diga o notar ciertos comportamientos que hagan que me diga que esa persona que se siente. (Entrevista a Laura, 16:4)

Se reconocía así que existe una primera identificación por parte de otras personas, que surge de una primera impresión. Cuando se conoce a alguien, se describe una inclusión en una de las dos categorías. Los elementos que se suelen señalar como claves para esta inclusión son la voz, el rostro o los rasgos, la apariencia corporal, el corte de pelo, la ropa elegida o los movimientos. Aunque estos elementos se señalaban como posibilidades, que pueden ser modificadas y que no condicionan, reconocían que la primera categorización de género es automática y no la pueden controlar: es algo que ocurre, aunque no se quiera etiquetar a las personas.

Sí que es, aunque digamos que no, en cuanto la ves tú dices es una chica o es un chico, por la forma de vestir, pero ojalá no fuese así, que cada uno se sienta como quiera. (…)
directamente ya lo llevamos como en la cabeza y… tú vas y es como si nunca te hubiese conocido y voy un día y digo, pues es una chica. (Entrevista a Lara, 14:6)

No obstante, puesto que se consideraba la posibilidad de que esta identificación automática sea errónea, se destacaba la importancia de conocer a la persona y darle oportunidad de que la exprese. Por lo tanto, se hacía una distinción entre la primera identificación automática de la identificación (que se hace cuando se conoce a la persona) y el tratamiento cuando ésta ha tenido la posibilidad de expresar la categoría según la cual desea ser tratada.

Es que yo, cuando describo a una persona, me suelo llevar por lo físico, pero luego ya hablando con él, y ya teniendo una confianza, pues ya a partir de ahí, cuando conozco a una persona ya sé si se identifica como un hombre o como una mujer, y a partir de ahí le empiezo a tratar como un hombre o como una mujer. (Entrevista a María, 14:3)

En varias entrevistas se aludía a personas trans, que se conocían directamente o a través de las redes sociales u otros medios de comunicación. Esta alusión servía para problematizar el vínculo cuerpo-identificación y hacer notar la importancia del reconocimiento social en la categoría de elección.

J: En sí es ya… algo digamos complejo, porque por ejemplo mi pareja es trans, y… pues suele tener el problema de que… suelen tratar de femenino, o no sé cómo mujer, digamos, no sé, no sé explicarlo.
E: Tu pareja es trans y se identifica como…
J: Como chico, y… él se encuentra con el problema de que en ocasiones hay gente que le trata como… como a una chica. (Entrevista a John, 15:1)

4.3. La expresión de las categorías de género

En los discursos analizados, la apariencia y expresión (respecto a la ropa, el corte de pelo o la gestualidad) eran aspectos que se vinculaban a la identificación de género en los planteamientos monoglósicos: lo que se supone que debe ser, lo que les han transmitido, o lo que la sociedad dice. Es un planteamiento del que se distanciaban: el grupo defendía la libertad de decisión respecto a estas cuestiones, negándose a cerrar las opciones expresivas a una y otra categoría. Las decisiones en relación a la presentación social se entendían como independientes de la identificación. Para resaltar esta idea, ofrecían ejemplos de cómo es posible utilizar recursos expresivos que se han asociado a la feminidad identificándose como chico y viceversa.

Las chicas más pelo largo, arregladas, maquilladas. Y los chicos más pelo corto, no hace falta que vayan tan arregladas como nosotras. Pero es que yo creo que cada uno podría ir como quisiera. Un chico podría ir con vestido y él seguir sintiéndose un chico llevando vestido. (Entrevista a Nora, 14:2)

Como vemos en la descripción de Nora, la excepción o la transgresión de la norma descrita se utilizaban como recursos para distanciarse de los significados estereotipados. En los discursos de las personas participantes se constataba que las masculinidades y feminidades prototípicas pueden tener unas características fijas y claras, pero cuando se encarnan las categorías, las posibilidades de variedad se ven como ilimitadas:

(…) Por ejemplo, cuando piensas, cuando se suele pensar en un chico, digamos, no sueles pensar alguien de pelo largo, ni las uñas largas… no sé, suele ser una imagen más brusca, no sé, no sé cómo explicarlo. (…) La imagen que se suele tener de un chico es muy distinta de la que se suele tener de una chica. Eso no quiere decir que un chico en sí tenga que ser parte de ese… de esa imagen, de ese estereotipo. (Entrevista a John, 15:3)

Sin embargo, se reconocía un límite a la libertad expresiva, fundamentalmente marcado por el miedo a ser juzgado, insultado, o por la dificultad de romper costumbres.

L: Si tiene comportamientos que no son lo que se espera, o hace cosas que chocan… Siempre tiene consecuencias.
E. ¿Como cual?
L: Que te juzguen. Siempre te van a juzgar, hagas lo que hagas. Yo he visto a un montón de chicos que actúan de una forma más femenina y les han llamado maricones, gays, como un insulto, fíjate, la orientación sexual como un insulto. (Entrevista a Laura, 16:9)

Este límite para la libre expresión se describía como más marcado para las personas que encarnan la categoría de “chico”. En este sentido, se describían presiones para encajar con el ideal de masculinidad, que se asociaba frecuentemente con la fuerza, heterosexualidad, iniciativa, falta de expresión emocional y evitación del contacto físico afectuoso entre chicos.

F: En otros chicos sí, hay gente que se le nota que es como que caminen por una cuerda floja, realmente.
E: ¿Y crees que eso está muy extendido, esa sensación de caminar por una cuerda floja (…)?
F: Yo creo que sí. Está muy extendido.
E: ¿Más entre los chicos o entre las chicas, dirías?
F: Mucho más entre los chicos. Porque hay algo que, realmente es algo de lo que no se habla nunca, y es que los chicos, en plan, no tenemos, no nos expresamos mucho las emociones. (Entrevista a Fernando, 15:3)

En todo caso, las personas entrevistadas identificaban el momento actual como un momento de cambio, de mayor apertura a la diversidad. Algunas personas asociaban los cambios con un mayor acceso a la información: la posibilidad de encontrar referentes con identificaciones y expresiones diversas abre las posibilidades identitarias. Se observaba un interés por la diversidad en las identificaciones y expresiones de género, en sus explicaciones de cómo exploran en páginas y redes sociales. En este aspecto, la comunicación digital y la construcción identitaria en redes sociales fue citada como un elemento importante para los cambios que señalan. Se señalaron como fuentes de información para el conocimiento de opciones no binarias, para la ampliación de etiquetas sexuales y de género con las que es posible identificarse y para el conocimiento de personas que rompen con la normatividad de género en su forma de mostrarse en redes.

Pero ahora es mucho más fácil informarse, con las redes sociales, hay páginas incluso de Instagram muy elaboradas, si hay algún término que no… entiendes, que utilicen. O las diferencias, así, entre algunas cosas como sexo y género. Son cosas distintas, y son cosas que he aprendido un poco por mi cuenta. Un montón de orientaciones sexuales distintas, de que por ejemplo no hay solo dos géneros, hay personas no binarias e intersexuales que no están como nada visibilizados. Y es complicado, como aprender a distinguir esas etiquetas. (…) También he aprendido que no debe de haber tanta etiqueta. Por ejemplo, si yo tengo un novio, pues se lo presento a mis padres y ya está. No les digo, soy hetero. (Entrevista a Itziar, 14:7)

4.4. La propia vivencia de las categorías de género

Cuando explicaban su vivencia desde su identificación con una categoría de género, las personas participantes desvinculaban ésta en su discurso de la expresión y de la sexualidad. Al percibir las categorías como multidimensionales y complejas, entendían que la identificación con una categoría no determina la forma de expresarse o de encarnar dicha categoría. Utilizaban frecuentemente los términos “feminidad” y “masculinidad”, haciendo ver que toman de estas posibilidades elementos diferentes, e incidiendo en que no se pliegan a la asociación hombre–masculino, mujer-femenina. En este sentido, y como un aspecto importante del trabajo identitario propio, el recurso a la agencia personal y a la capacidad de decisión era constante.

A veces llevo muchas sudaderas, abrigos que son como masculinas… A mi, las camisetas masculinas me encantan. Pero yo soy heterosexual y mujer. Es que no tiene nada que ver la vestimenta. Por ejemplo, yo soy un hombre, y puedo ser heterosexual perfectamente, y vestirme como mujer porque es un tipo de ropa que me gusta, a pesar que soy hombre y a pesar que suele estar mal para la sociedad. (Entrevista a Laura, 16:8)

A pesar de que la identificación de las y los participantes no es diferente del sexo asignado al nacer, no planteaban su experiencia desde estas categorías como uniforme, rígida, o estática.

Hay muchas cosas que me gustan que no son tan masculinas. O muchas cosas que suelen ser masculinas entre comillas que a mi no me llaman mucho la atención, que ni me van ni me vienen. (…) Por ejemplo, mi color favorito es el morado, para empezar. No sé. (Entrevista a John, 15:5)

Los discursos sobre este tema indicaban que las posibilidades de expresión desde las categorías se veían como cambiantes. En diferentes momentos se pueden combinar de forma creativa características propias de las masculinidades o feminidades, sin que esto comprometa ningún núcleo identitario (que se encontraría en la dimensión de la autoidentificación, y no en la expresión):

M: Es que a veces en algunas cosas puedo ser, no sé, es que depende del momento, puedo vestir como un chico, o yo qué sé, ponerme un vestido, que se lo puede poner un chico también. Es que no sé explicarlo. Porque no lo veo como esto tiene que ser de chica esto tiene que ser de chico. ¿Sabes? (…)
E: (…) Y ¿si tú te tienes que identificar? ¿Te identificas como chica, como chico, o como ninguna de las dos cosas?
M: Chica. Pero no el tipo de chica que quiere la sociedad, que quiere la gente. O sea, soy chica, pero no como la gente lo quiere, no como esos estereotipos. (Entrevista a Mihaela, 16:5)

No plegarse a las normas parecería ofrecer una sensación de libertad y “autenticidad”, que se mostraba con indiferencia ante el juicio de los demás. Se recurría así al concepto “personalidad”, para describir la sensación de libertad y la indiferencia ante la valoración que hagan otras personas.

P: No. Yo soy una persona que… desde chiquitito, yo he jugado a las barbies, al igual que he jugado a consolas, me he puesto camisetas de chica, he ido civilizadamente en un transporte público, he tenido pensamientos de mujer… De la defensa de la mujer, del carácter de mujer…. Yo es que soy una persona que apoyo mucho el derecho de la mujer.
E: Y en algún momento tú… ¿Tú alguna vez has sentido que no encajabas en lo que se esperaba de ti por el hecho de ser un hombre?
P: Yo es que soy una persona muy libre, que tengo mis propios pensamientos, mi propia actitud, mi propia personalidad, y a mi lo que me digan de pareces una mujer o pareces un hombre me da igual. Me pueden decir que eres una mujer porque llevas una camiseta rosa, eres un hombre porque llevas una camiseta marrón, y me da igual. Yo sé lo que soy, tengo mi propia personalidad. (Entrevista a Pablo, 18:2)

En este sentido, en los discursos se describía la existencia de un “ideal” de masculinidad o feminidad, un prototipo que no han alcanzado, en el que no desean encajar. Algunas personas entrevistadas describían distintas consecuencias de sus comportamientos transgresores, incluyendo diversos elementos sancionadores como son el juicio externo, el insulto y el miedo al rechazo. A pesar de que la expresión de género se reconocía como un espacio de libertad, muchas personas relataban episodios de castigo social, en forma de insultos, de sentimiento de exclusión, por parte de personas de su familia o del grupo de iguales, como la que relataba John al no mostrarse delante de su padre y sus amigos como el prototipo de chico fuerte:

Por ejemplo, este verano, fui de vacaciones con mi padre, que ya te he dicho que es básicamente lo contrario a mi (…). Y pues muchos amigos suyos, que diré que encajan bien en lo que he dicho, de creerse muy machos, pues me ven a mi, que no soy tan así, quiero decir… hasta ahora he intentado disimularlo muchísimo, he intentado encajar más en eso, porque mi padre soltó unas cuantas frases que en el fondo me duele, pero que me esperaba. Porque… le conozco más o menos bien. Por ejemplo, eh… teníamos que tirar, no me acuerdo que era, ah sí, estábamos en un río, y llenaron una botella con algo, y teníamos que tirarla lo más lejos que pudiéramos, y el río pues iba a traerla otra vez. Y pues, tiraban todos muy lejos y tal, y pues la botella estaba medio abierta, pues yo la tiré, salió la tapa, salió casi toda el agua y no llegó tan lejos. Y mi padre, ah no no ay… dios santo, tengo un hijo maricón. Y cosas por el estilo. Y yo “jajaja…”. Que no me hacía ni puta gracia, pero… me tocaba reírme. (Entrevista a John, 15:6)

5. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

El análisis del discurso en torno a las identidades sexuales y de género de la población adolescente entrevistada, elegidos entre el grupo con una visión más flexible y menos estereotipada de las categorías mujer-hombre, ofrece conclusiones útiles para conocer las repercusiones que los cambios culturales están teniendo en una parte de la población adolescente actual. Sintetizando los resultados, este análisis muestra una visión alejada de la consideración de estas categorías como algo natural, evidente, uniforme e inmutable. Los discursos de las personas entrevistadas describen una concepción coherente con los planteamientos teóricos multifactoriales (Tate et al., 2020), puesto que ofrecen una visión de la identidad de género como un conjunto de factores independientes; nos hablan del cuerpo, de la asignación, de la identificación propia y de otras personas, de la expresión, de las expectativas sociales, etc. Entre estos factores, el que se considera clave para la pertenencia a una categoría es la autoidentificación, que se describe como una decisión personal que se toma a partir de un sentimiento difícil de describir. Cualquier elemento en el que la persona no puede decidir se rechaza como aspecto importante para la pertenencia a la categoría: los aspectos físicos, o la asignación de otras personas, no son la clave para la pertenencia. La autoidentificación, además, no tiene por qué ser coherente con la presentación social, o los roles asumidos.

En la línea de la investigación de Joel et al. (2014), el estudio confirma que algunas personas adolescentes con una identificación de género “normativa” (todas las personas entrevistadas se identifican con el sexo asignado al nacer) no describen una vivencia dicotómica, uniforme, estática y no problemática de la categoría de género en la que se enmarcan. Por el contrario, la descripción de sus experiencias como chicas/chicos resalta la complejidad, variación y mezcla de elementos propios de masculinidades y feminidades disponibles en su contexto, con referencias claras al malestar ante la rigidez de las categorías y el deseo de ruptura del discurso monoglósico. El análisis de estos discursos parece confirmar que, al menos en una parte de la población adolescente, la vivencia de su pertenencia a las categorías de género está lejos de la coherencia y sencillez que se presupone con frecuencia en los contextos educativos (Paechter, 2020; Paechter et al., 2021).

Existe además un eje central en los discursos analizados: el recurso a la libre elección para identificarse y expresarse. Se rechaza recurrentemente la idea de que hay elementos determinantes insuperables y estáticos en la construcción de la propia identidad de género. En esta línea, Cover (2019) propone que la decisión y el cambio son elementos centrales en los discursos emergentes de género, que se contraponen a la visión de “características innatas”. Entre los factores que pueden estar incidiendo en esta lógica discursiva, destaca: la importancia de la agencia y el empoderamiento, la posibilidad de “juego identitario” en el contexto de la comunicación digital y la cultura de la elección neoliberal. Otros autores también han destacado la conexión entre el recurso a la libre elección, la confianza en la responsabilidad individual y el tipo de subjetividad que se promueve en contextos neoliberales (Cook & Hasmath, 2014). Pomerantz et al. (2017) relacionan el aspecto de la elección con las narrativas postfeministas, en las que se pone el foco en el mérito individual y el esfuerzo. Asimismo, investigaciones recientes en nuestro país han identificado este planteamiento meritocrático de igualdad en una parte de la población adolescente actual (Ballesteros et al., 2019). En este sentido, observamos una combinación de sentido de agencia y empoderamiento (frases como “nadie te tiene que decir lo contrario”), con una confianza en la capacidad individual para superar los condicionantes marcada por las escasas referencias al peso de la normatividad. Existe una conciencia de algunos límites a la libre elección, como la presión de grupo, pero estos límites se identifican más claramente en los demás que en las decisiones propias.

Surgen dos cuestiones contradictorias, que será importante tener en consideración al diseñar intervenciones educativas: el discurso de la construcción identitaria como un proceso de toma de decisiones individuales libres amplía las posibilidades de las personas adolescentes actuales, dotándoles de agencia; no obstante, puede implicar una menor conciencia sobre los condicionantes estructurales y los mecanismos inconscientes que ponen límites a estas posibilidades, operando de esta forma en el sentido contrario.

En esta línea, en los discursos analizados se observa cómo la ampliación de referentes, gracias a las nuevas formas de comunicación digital, promueve una visión positiva de la diversidad (Bragg et al., 2018; Paechter et al., 2021; Vijlbrief et al., 2019), pero al mismo tiempo refuerza el discurso de la excepción: puesto que una persona lo ha hecho, cualquiera puede hacerlo. En este tipo de narraciones, se defiende que todo es posible con esfuerzo. Supone un importante reto educativo el aprovechamiento de esta apertura, al mismo tiempo que se propone una perspectiva crítica ante la confianza absoluta en la libertad de elección, que impide identificar estructuras de opresión.

Como hemos señalado, los discursos analizados indican que los límites a los comportamientos se ponen, fundamentalmente, en las reacciones de agentes externos. Las personas entrevistadas describen castigos sociales ante las decisiones que toman en su identificación o expresión, cuando estas decisiones rompen el comportamiento esperado en un contexto. Identifican por lo tanto el miedo al rechazo como el principal motivo de conformidad, y reconocen críticas e insultos ante determinados comportamientos: muestras de afecto o contacto físico entre los chicos, iniciativa sexual en las chicas, por ejemplo. La importancia de la presión de grupo entre chicos para el cumplimiento de los requisitos de masculinidad hegemónica ha sido ampliamente investigada (por ejemplo, Bussey, 2011; Renold, 2009; Ringrose et al., 2021) y supone un reto educativo a tener en cuenta. En el diseño de acciones educativas, será necesario ofrecer por tanto referentes de masculinidades alternativas, con formas diferentes y atractivas de encarnar la categoría “chico” en la adolescencia, para ampliar el repertorio de comportamientos valorados y prestigiosos entre este grupo. En este sentido, el grupo de adolescentes entrevistados, elegidos entre aquellos con una valoración social alta en su grupo clase, pueden considerarse, respecto a algunas cuestiones, referentes valiosos.

Confirmando lo propuesto por Paechter (2012, 2019), el grupo entrevistado describen la masculinidad y feminidad hegemónicas como algo no real: el típico chico o la típica chica es un prototipo, una idea abstracta, que no se corresponde con hombres y mujeres concretos. No manifiestan deseo de acercarse a los prototipos normativos y describen sus producciones de género como una mezcla original de opciones expresivas propias de masculinidades y feminidades que conocen de su entorno y a través de redes sociales. Se puede resaltar su interés por la diversidad y apertura a manifestaciones no hegemónicas, y su consideración del machismo o la homofobia como algo que se está superando. En definitiva, sus discursos destacan por la resistencia frente a la rigidez y estatismo del discurso monoglósico y la rebeldía contra lo que enuncian como estereotipado y rígido, en una negociación compleja entre el deseo de aceptación social y la búsqueda de formas más flexibles de ser chica/chico. Destaca la coincidencia de estos patrones discursivos con los descritos por Bragg et al. (2018) en su estudio cualitativo, realizado en distintos lugares de Inglaterra.

En conclusión, el presente trabajo supone un acercamiento a algunas de las estructuras compartidas de discursos flexibles en torno a la identidad de género, expresados por adolescentes populares y visibles en su contexto educativo. Investigaciones futuras podrían acercarse a otros perfiles discursivos, puesto que los estudios recientes indican una polarización de las posiciones en la población joven española (Ballesteros et al., 2018; Ballesteros et al., 2019; Rodríguez et al., 2021), con un deslizamiento en algunos grupos mayoritariamente formados por chicos hacia discursos marcadamente estereotipados y tradicionales. Serán necesarios estudios centrados en los contextos educativos con metodología cualitativa, que permitan conocer en profundidad qué está ocurriendo en dichos contextos, las estructuras compartidas de los discursos rígidos y las dinámicas se están produciendo entre el alumnado que encarna distintas culturas de género.

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Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga