Santos, Antonio (2019). Tiempos de ninguna edad. Distopía y cine. Madrid: Cátedra, 512 pp. Reseña de Alba Navarro.

 

Tras la publicación de Tierras de ningún lugar. Utopía y cine (2017), el profesor Antonio Santos nos brinda este nuevo trabajo de investigación, en el cual aborda el estudio de las representaciones cinematográficas de la distopía. El ensayo nos sitúa ante un fenómeno de extraordinaria magnitud, cuyo trasfondo se encuentra estrechamente relacionado con el imaginario utópico. Esta cuestión es puesta en contexto en las primeras páginas del libro –igualmente formará parte de las disertaciones posteriores–, donde es analizado el carácter represivo de las utopías, cuyos ideales terminan por anular el individualismo y el pensamiento crítico de las personas.

Las distopías son relatos desesperanzados y pesimistas, que se desarrollan en sociedades subyugadas a regímenes corrompidos. Vinculada a las realidades en las que ha sido concebida, “la distopía se presenta, en suma, como un fruto literario característico de un siglo, el XX, que ha asistido a una sucesión interminable de guerras, genocidios, depauperación y catástrofes”. Como paradigmas clásicos en este género, el autor se refiere a las novelas Un mundo feliz de Aldous Huxley y 1984 de George Orwell y, por supuesto, a sus adaptaciones audiovisuales.

El análisis se estructura a través de una extensa selección filmográfica que abarca gran parte de la historia del séptimo arte, teniendo como punto de partida el cine mudo y el primer sonoro. Entre los títulos incluidos en el trabajo se encuentran  Metrópolis (Fritz Lang, 1926), El planeta de los simios (Planet of the Apes, Franklin J. Schaffner, 1968), Saló o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, Pier Paolo Pasolini, 1975), Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Patria (Fatherland, Christopher Menaul, 1994), Gattaca (Andrew Niccol, 1997), El evangelio de las maravillas (Arturo Ripstein, 1998), WALL-E (Andrew Stanton, 2008),  Los juegos del hambre (The Hunger Games, Gary Ross; Francis Lawrence, 2012-2015) o Ready Player One (Steven Spielberg, 2018).

El proceso de deshumanización es uno de los temas principales que ocupa las líneas de esta publicación. En las distopías, los ciudadanos se ven sometidos a diferentes prácticas que conllevan esta circunstancia, como la manipulación genética, las técnicas de lavado de cerebro, el suministro de drogas, el uso de dispositivos de vigilancia, la regulación de la actividad sexual o la privación del lenguaje. Santos explica, en un siguiente apartado, que los entornos urbanos tecnológicos auspician el establecimiento de una nueva humanidad, en la que también tienen cabida los androides. En este tipo de representación, la transitoriedad es una característica que define tanto a la ciudad como a sus habitantes. La organización del espacio es fundamentalmente vertical y se asocia con los conceptos de dinamismo, grandeza y poder.

A continuación, encontramos un capítulo dedicado al análisis de las demodistopías, películas que plasman la preocupación existente por el desmesurado aumento poblacional, la degradación del medio ambiente y la escasez de recursos. Y, de igual modo, la lectura nos lleva a través de una serie de indagaciones sobre los miedos milenaristas, los cuales se encuentran fundamentados en una concepción apocalíptica de la historia, regida por la creencia de que una catástrofe pondrá fin al mundo que conocemos, trayendo consigo un nuevo tiempo de dicha y redención.

Por otra parte, el profesor explora la figura de Hitler y la utopía nazi, lo que le permite realizar la siguiente afirmación: “El nazismo brota de un sueño milenario: la construcción de un imperio racial que llevaría a los vencedores a una edad de oro perdurable durante al menos un milenio. Se cimentó y consolidó sobre una utopía racial, de naturaleza profética y mesiánica; y se alimentó de doctrinas racistas arraigadas y abonadas por el resentimiento tras la derrota bélica”. Asimismo, Santos nos sumerge en el universo de las ucronías, relatos que presentan versiones alternativas sobre los sucesos históricos; generalmente, los de mayor trascendencia.

El recorrido por las últimas páginas del libro nos conduce, en primer lugar, a Bestiópolis, donde se configura la utopía animal desde los preceptos de la fábula. Aquí, los animales antropomorfizados desarrollan un comportamiento humano, pudiendo llegar a aventajar a las personas en valor, ingenio e inteligencia. En segundo lugar, nos detenemos en los sitios proyectados en el espacio para la supervivencia de la vida como consecuencia de los graves problemas medioambientales y la superpoblación. A modo de conclusión, Antonio Santos expone unas reflexiones finales sobre el descrédito de las utopías y el auge de las distopías, y lanza un alegato en favor de la creación de un nuevo pensamiento utópico, basado en un compromiso con lo real y acorde con nuestro tiempo.